Año 2563.
Nueva York se había convertido en su punto de encuentro preferido. La
situación de la ciudad se había hecho insostenible para todos aquellos que como
yo, tenían por código de identificación el número cuatro. Ella era un tres. Lo
nuestro había sido difícil y dadas las circunstancias, tendríamos que adaptarnos a
las normas.
Me despedí. Sentí su mano fría sobre mi costado y su aliento aleado pasó
rozándome los labios. No había vuelta atrás, nos separábamos. Me reuní con ella
por última vez en aquella sala, pulcra y descaradamente minimalista, unos
minutos antes de embarcar. Necesitaba verla una última vez, reunirme con ella y
esbozarle entre dientes una sonrisa de esperanza por volver a encontrarnos.
Susurró entre sollozos lo que había callado durante años. Dijo que me quería.
Nos fundimos en un abrazo, que pareció abrazarme las penas. Me sentía culpable
de ser un cuatro, quizás podría haber hecho algo para remediarlo, pero yo que
sentía, era así, eran mis sentimientos y no podían controlarlos. Embarqué con la
sensación de que volveríamos a encontrarnos.
“Come up to meet you, tell you
I'm sorry
You don't know how lovely you
are
I had to find you, tell you I need
you
And tell you
I set you apart
Tell me your secrets, and ask me
your questions
Oh lets go back to the start”
“The Scientific” (Coldplay)
Rodeado de otros como yo embarqué, sólo pero
acompañado.
Irremediablemente hice un recorrido mental de lo que habían
supuesto estos últimos años para mí, para nosotros, cuatros, desde
que el nuevo gobierno había llegado al poder.
Habíamos apostado por el desarrollo tecnológico hasta tal
punto que estábamos ahora en manos de un equipo de gobierno sin
escrúpulos. Los principios morales y éticos en los que había sido
educado habían quedado obsoletos, en un mundo donde las leyes
de la física y todo aquello que podía empíricamente demostrarse o
adaptarse a una ecuación era lo único que valía.
Es triste pero lo moral y la conciencia habían pasado de
moda.
Alan Heatler era el líder de este gobierno.
El único hombre sin escrúpulos que habría sido capaz de llevar a cabo
tal clasificación. Ya que, había desarrollado un sistema capaz de clasificar al
hombre según su reacción ante determinados estímulos.
Se trataba de un método de resonancia magnética funcional con
algunos avances, que sólo él conocía. Consistía en someter al cerebro a
ciertos estímulos que despiertan en el mismo sensaciones de ira,
desencanto, violencia así en función del nivel de respuesta obtenido nos
clasificaban.
Yo era un cuatro: Individuo Poco peligroso. Ella un tres: Individuo
Moderadamente Peligroso.
•Nueva York se había convertido en ciudad de 2 y
3 donde un 4 no podría sobrevivir. Por eso nos
íbamos. Sólo sobrevivían los más fuertes, los que
en ocasiones podrían actuar sin escrúpulos y sólo
por el bien propio. Ella era uno de ellos, a pesar
de eso no la olvidaba. A pesar de eso la había
amado. Era ciudad de hombres muy fuertes y yo
no encajaba.
“Es el momento de crecer sabiendo
bien la raíz
y de abrazar el tallo de otra rama
es el momento de crecer por dentro y
fuera de ti
y de entender el fuego de otra llama
Abre tus ojos y tu corazón
aprende a ver lo que no ves
otra forma de sentir
besa nos besa y enciende
la luz de vivir”
“Abre tus ojos” (Pedro Guerra)
•Nos dirigíamos a un lugar
según ellos, los de arriba,
mejor. Comencé a hablar con
mi compañero de asiento que
había pasado desapercibido
para mí hasta ese momento.
No Parecía contento, en
realidad estaba profundamente
desencantado. Tras años de
haber callado había
encontrado a alguien que era
consciente del profundo daño
que el nuevo sistema había
producido en nosotros
Yo mientras seguía masticando en mi cabeza, el modelo que
Alan Heatler había impuesto.
Todo era una reacción ante una situación que él mismo había
generado. Pues cada individuo al conocer el número que se asignaba
adquiría ese rol y exageraba su comportamiento hasta llevarlo al
extremo. De modo que por ejemplo, un uno que bajo ciertas
condiciones sería una persona bastante temperamental, se
comportaba en todos los aspectos como una persona con este perfil,
de modo que sus reacciones eran desmesuradas cualquier situación
por irrelevante que fuera. Es decir, actuaba condicionado y
respaldado por eso que ya sabía, cómo soy un uno cualquier
reacción está justificada precisamente por el hecho de serlo.
Pero estábamos tan absorbidos y metidos en
nuestro papel de cuatro, de tres, de…
que no nos dábamos cuenta de esto.
Nos confiábamos a Alan Heatler, a la ciencia…
Yo era un 4; no podría sobrevivir en la ciudad de los
unos según el modelo que habían impuesto. Por eso me
voy a un lugar más cómodo.
Pero no quiero.
Me gustaría poder gritar a los cuatro vientos que
odio a Alan Healter, odio sus inventos, odio la
Ciencia y odio esta nueva sociedad
que nos clasifica por lo que
“podríamos ser” y no por lo que
somos.
El cuatro que viajaba conmigo me apoyaba.
Prometió ayudarme.
Sentí que iba a estar conmigo para siempre. Nos
habíamos encontrado, pensábamos igual. Estábamos solos
pero nos teníamos el uno al otro. Así nació nuestra
amistad. “Estaré aquí, siempre” - dijo
J'ai découvert qui je suis
Tout a changé le jour
où je t'ai donné la vie
Et si jamais le monde t'es trop cruel
Je serai là toujours pour toi
“Je seráis la” (Teri Moise)
Tras un viaje de 18 horas
llegamos a la base 325-IDRV. Era una
base construida en la superficie de
Marte y que reunía las condiciones
necesarias para albergar vida. Su
extensión era aproximadamente 7
veces la superficie de EEUU.
Esta base había sido inaugurada
en la campaña electoral de Alan y
había sido clave en la victoria del
mismo. Contaba con todo lo necesario
para desarrollar una vida normal.
Durante el tiempo que vivimos
allí una gran depresión se apoderó
de mí; por una parte el deseo de
reencontrarme con ella, a la que
había amado y no pude lograr
olvidar.
Tenía además la sensación de
una libertad truncada, me habían
cortado las alas.
Me habían impuesto una vida
fácil que no quería y que repugnaba.
Tenía ansías de cambio, tenía
un deseo…
tenía mil penas…
tenía sillas…
El que tenga una canción tendrá tormenta
El que tenga compañía, soledad.
El que siga un buen camino tendrá sillas
Peligrosas que lo inviten a parar.
Pero vale la canción buena tormenta
Y la compañía vale soledad
Siempre vale la agonía de la prisa
Aunque se llene de sillas la verdad.
“La historia de las sillas” (Silvio Rodríguez)
• Pasó el tiempo, y entre
los dos fuimos capaces de
crear un movimiento. Una
ideología que tenía como
único objetivo terminar con
el modelo de Alan.
Comenzamos siendo
pocos y tuvimos muchas
dificultades, pero a medida
que pasaba el tiempo
nuestro objetivo se iba
haciendo más firme y el
número de adeptos mayor.
Los años pasaba y lo hacían
para todos, Alan se hacía
viejo y al sistema no se le
auguraraba un buen
porvenir.
Fue una época para mi de prosperidad en
cuanto a lo emocional.
Ese descontento que había albergado durante
bastante tiempo en mi cabeza, se había convertido
en un descontento general, al que inicialmetne se le
había hecho caso omiso pero que ahora
latía,
vibraba
y
cobraba FUERZA:
•Somos demasiados y no podrán
pasar
por encima de los años que
tuvimos que callar
por los libros prohibidos y las
entradas secretas
Por todos los que un día se
atrevieron a gritar
que la Tierra era redonda y que
había algo mas
que dragones y abismos donde
acababan los mapas
Por las noches de vacío cuando
te ibas a dormir
esperando que la suerte vuelva a
sonreir
con los ojos abiertos esperando
un milagro
Siento qu llegó nuestra hora
esta es nuestra revolución
Y llegó el declive del
sistema. La sociedad de cincos
se comportaba como una
sociedad inerte.
Su comportamiento se
reflejaba en una inercia llevada
a tal punto que vivían en un
constante ir y venir sin saber a
dónde, por qué y para qué;
solamente se limitaban a dejar
que Alan y todos sus súbditos
les dirigiesen como buenas
marionetas.
La sociedad de unos, se
autodestruía por momentos,
el “homo homini lupus” se
había instaurado como
medida de supervivencia.
En los primeros albores
esta sociedad había sido una
potencia en todos los
sentidos, pues el
inconformismo y el instinto
humano de conseguir todo
cueste lo que cueste había
en un primer momento dado
sus frutos.
A día de hoy, la
situación se había
degradado y cada individuo
actuaba conforme a si
mismo. Tenían los días
contados.
Los dos y tres eran un
poco más equilibrados que
los unos, pero les faltaba el
diálogo. Además nadie
quería sobresalir más de lo
debido luego necesitaban
un referente que les
orientase en sus decisiones,
pues si no, se perdían
buscando el bien común en
las cosas más
intrascendentes
Nuestra sociedad, la de los cuatros tenía la dialéctica como arma principal.
Aunque el diálogo terminó siendo arma de doble filo,
pues el querer mantener buenas relaciones y la cordialidad
terminaron enmascarando confrontaciones y conflictos
no abordados.
La situación era
insostenible.
Alan en sus últimos días y
ante la imposibilidad de atajar
el problema que se le veía
encima, convocó a los
representantes de cada
sociedad. Yo fui la
representación de los cuatros
junto con mi compañero e
inseparable amigo del viaje
que fue mi asesor.
Durante 11 días y noches
hablamos y discutimos sobre la
manera de resolver la
situación que
irremediablemente nos llevaba
a la autodestrucción. Las
confrontaciones fueron duras y
la situación en más de un
momento muy tensa.
Pero conseguimos que nuestra
postura fuera aceptada más o
menos por todos.
Tras haber expuesto los
problemas que en cada
sociedad había llegamos a la
conclusión, que lo que
precisamente nos faltaba a unos
podríamos encontrarlo en los
otros. Y así crear una sociedad
de unos, dos, tres, cuatros y
cincos en armonía.
Alan falleció y con él el
secreto de la resonancia
magnética funcional.
Comenzamos a valorarnos
por lo que somos, por lo que
demostramos con nuestros
hechos, sin exclusiones.
Así se forjó una sociedad de iguales.
Healter criaba malvas. Había
fracasado.
…Y sin embargo sé que soy lo mismo,
que algo nos une irremediablemente,
que un recorrido igual está esperándonos
y una misma materia nos sostiene.
Hay una misma sangre, un mismo río
de vida golpeando en nuestras sienes
y una misma esperanza que se hace angustia
en la garganta y en el pecho siempre.
En los espejos cruzan de los ojos,
árboles, lagos, tierras diferentes,
pero una sola flor los unifica:
es la roja azucena de la muerte. "
Leopoldo de Luís
Me siento extraño
• De ella nunca
supe nada más. Mis
deseos de
reencontrarme con
ella aumentaron a
medida que pasaba el
tiempo. Tenía un
clavo que nunca fui
capaz de sacarme, no
la quise olvidar…
Este sueño que vivo,
esta nostalgia con nombre y
apellido,
este huracán encerrado
tambaleando mis huesos,
lamentando su paso por mi
sangre...
No puedo abandonar el tiempo y
sus rincones,
el valle de mis días
está lleno de sombras
innombrables,
voy a la soledad como alma en
pena,
desacatada de todas las razones,
heroína de batallas perdidas,
de cántaros sin agua.
“Esta nostalgia”
(Gioconda Belli)