(Hechos 1:8), el Espíritu de Dios, Espíritu de la verdad (Juan 16:13), el mismo que
lo movió a él y que hizo de sus apóstoles sus testigos.
Sin embargo, en otras creencias y doctrinas los cristianos difieren entre ellos, por ejemplo,
sobre cuál es el criterio válido para aceptar una creencia. Para los católicos y ortodoxos, sus
respectivas Iglesias están instituidas o tuteladas de algún modo por Dios para servir de guía
a los cristianos. Para los protestantes la principal fuente de conocimiento es la Biblia y la
gracia divina que Dios concede a ciertos hombres. En general todos los cristianos
reconocen que las acciones que Dios quiere que sean llevadas a cabo están inspiradas por el
Espíritu Santo. Los escritos sagrados, entre los que destaca la Biblia, son la principal fuente
doctrinal válida de muchas denominaciones, en particular las de corriente protestante.
Otra fuente doctrinal importante es la tradición apostólica (especialmente para la Iglesia
católica y la Iglesia ortodoxa), los concilios y los credos, aunque no poseen necesariamente
la unicidad de criterios para su aceptación, ya que pueden ser asumidos total o
parcialmente, o rechazados totalmente, dependiendo de la denominación. Algunas
tradiciones cristianas, tales como los bautistas y las Iglesias de Cristo, aceptan estas
creencias, pero no el credo mismo, debido a que los credos son considerados en estos
grupos como no pertenecientes a las escrituras. Todo lo anterior sucede también con otros
escritos aunque no poseen tanta aceptación como la Biblia. Sin embargo, el catolicismo
argumenta que fue gracias a su tradición apostólica que tuvo los criterios para seleccionar
los documentos válidos que constituyen el Nuevo Testamento y determinar los apócrifos,
durante el año 397 en el concilio de Cartago. Además la imprenta solo se inventó en el siglo
XV en Alemania, por tanto los creyentes no contaban con la Biblia para sustentar su
doctrina; había muy pocas biblias, pues eran escritas manualmente por los monjes durante
varios años y eran demasiado costosas. Es decir, que antes que los cristianos pudieran
apoyarse en el Nuevo Testamento, tenían que hacerlo en la tradición de la Iglesia.
Ya desde los primeros tiempos de difusión de las enseñanzas de Cristo y de las diferentes
escuelas que formaron los discípulos suyos al final de su vida y sus ministerios históricos,
biográficos y humanos,
Nota 2
surgieron diferencias muy significativas respecto del papel e
importancia de Cristo, de su misión redentora, de su naturaleza y de su glorificación, y de
muy numerosas cuestiones doctrinales referentes a su predicación y enseñanzas, la
selección de textos que pudieron haberlas descrito de forma más correcta —el Nuevo
Testamento, los llamados Logia (dichos o palabras) de Jesús, o bien, los evangelios y
escritos gnósticos y apócrifos—, y la interpretación —textual o contextual— de los cuerpos
de textos sagrados.
De hecho, de los doce que, según el testimonio de dos de los llamados Evangelios
canónicos, habrían sido investidos como apóstoles de forma original, solo cinco de ellos
dejaron documentos que fueron admitidos en el Canon del Nuevo Testamento, el resto de
los doce —incluyendo a Judas Iscariote—, y algunos de los cinco ya antes mencionados,
pasaron a la historia como autores de documentos gnósticos, que, al paso de los siglos,
dejaron de ser vistos como textos sagrados, llegando a ser tenidos por apócrifos.
Debe tenerse en cuenta que el nombre de cristianos ha sido compartido a través de los
siglos, y no siempre de formas muy armónicas, por grupos numerosos de creyentes, cada