invierno42
Me parece que ya sabemos que EE.UU.
tiene un puntito de raro (o varios): un país
un tanto paradójico, avanzado a la par que
retrógrado en muchos sentidos. Por
ejemplo, a mí, como persona de ciencias,
siempre me ha desconcertado que, en un
país líder en investigación científica, menos
de la mitad de la población crea en la Teoría
de la Evolución (y crea, en cambio, que el
ser humano fue creado directamente en su
presente forma). Podría citar muchos otros
ejemplos, pero los dejo para otra ocasión.
En lo que me voy a centrar es en un tema
que ha causado apasionados debates
recientemente y que, a mi parecer, es uno
de los factores principales que contribuyen
a la desigualdad social en
EE.UU.: el acceso a la sanidad.
Empecemos por un sencillo e ineludible
hecho: EE.UU. es el único país rico e
industrializado que no garantiza a sus
ciudadanos el acceso universal a la sanidad.
En el debate sobre la sanidad se pueden
decir muchas cosas, pero al final siempre
queda esa verdad incómoda, inescapable e
irrefutable, que repetiré por si no ha
quedado clara: los Estados Unidos de
América, el país más rico del mundo (en
términos de PIB), líder incuestionable en
innumerables campos y la mejor nación del
mundo mundial según muchos de sus
habitantes, no garantiza a sus ciudadanos
el acceso universal a la sanidad.
Antes de mudarme a Chicago, este hecho
solamente me producía extrañeza. No
conocía EE.UU. tanto como lo conozco
ahora y pensaba (ilusamente) que era
algún tipo de ley absurda, heredada de
anteriores generaciones, como el derecho
a llevar armas y que, sin duda, con el
tiempo se subsanaría semejante error. Al
fin y al cabo, resultaba absurdo, casi
contra natura, que a los ciudadanos de un
país tan avanzado y con tantos recursos se
les denegase un derecho tan importante y
tan fundamental como el acceso a la
sanidad (un derecho recogido en la
Declaración Universal de los Derechos
Humanos, a la que se adscriben los EE.UU.,
aunque no de manera vinculante).
Sin embargo, tras mudarme a EE.UU. y
entender mejor el funcionamiento de su
sistema sanitario y las actitudes de muchos
ciudadanos americanos sobre este tema,
mi extrañeza pasó a incredulidad. Así que
puntualizaré mi anterior declaración: los
Estados Unidos de América es el único
país rico e industrializado que no garantiza
a sus ciudadanos el acceso universal a la
sanidad y a buena parte de esos
ciudadanos esto les parece fenomenal.
Esto resulta un poco chocante, porque a
los europeos el acceso universal a la
sanidad nos parece de cajón de madera
de pino. Y no nos sobran derechos sobre
los que debatir apasionadamente: el
aborto, la eutanasia, etc. Pero a nadie se
le ocurre cuestionar el acceso universal a
la sanidad. Por supuesto, de vez en
cuando surge un debate sobre cuál es la
mejor manera de garantizar ese derecho,
pero en Europa casi nadie cuestiona que
ese derecho debe existir, de la misma
manera que nadie cuestiona el derecho a
votar o el derecho a la libertad de
expresión.
Antes de intentar descifrar esta actitud,
repasemos brevemente cómo funciona la
sanidad en EE.UU. Lo primero que hay
que aclarar es que, en contra de lo que
solemos pensar en España, EE.UU. sítiene
Seguridad Social (a la que todo el mundo
contribuye con sus impuestos). Sin
embargo, el alcance de la Seguridad
Social americana es mucho más limitado
que en España, y se dedica
principalmente a pensiones, desempleo y
cobertura médica únicamente para
mayores de 65 años. Las personas no
cubiertas por la Seguridad Social (léase: la
gran mayoría de la población) deben
obtener su seguro médico a través de una
aseguradora privada, y es habitual que los
empresarios paguen el seguro médico de
sus empleados. Esto se traduce en que el
acceso a la sanidad acaba ligado
principalmente al empleo, exacerbando
las desigualdades sociales.
Por lo tanto, ¿cómo es que la población
estadounidense, donde millones de
personas no disponen de seguro médico,
no está mayoritariamente a favor de
instaurar un sistema de sanidad pública?
Podríamos enumerar una larga lista de
razones, pero la raíz de todas es que en
EE.UU. prevalece una filosofía económica
liberal que dicta que cuanto menos
responsabilidades tenga el Gobierno y
más dejemos en manos del libre
mercado, mejor. Mientras que a nosotros
nos parece contra natura que no exista
un derecho a la sanidad, al americano
medio le parece aberrante la idea de que
el gobierno «imponga» que todos
debemostener acceso a la sanidad (lo
que, inevitablemente, implica que el
Gobierno deberá velar por el
cumplimiento de este derecho).
En general, está mal visto que el Gobierno
«imponga» una situación de igualdad (en
este caso, la igualdad de acceso a la
sanidad). Cada uno que se sostenga por
sus propios medios y, si hay desigualdades
sociales, que las resuelva el libre mercado
(por ejemplo, a través de ONG
financiadas por donaciones privadas) y no
el Gobierno. Eso sí, no caigamos en
estereotipos: el americano medio no es
un carcaanclado en mentalidades anti-
comunistas de la Guerra Fría. El
americano medio simplemente se fía más
del libre mercado que del Gobierno, y no
acepta que éste realice imposiciones
sobre sus libertades personales, incluida la
de gastar el dinero ganado con el sudor
de su frente como le plazca.
Por supuesto, eso no resta para que cada
vez que alguien propone una reforma
sanitaria, como recientemente ha hecho
Obama, la oposición más vocal lance
términos como «socialista» y
«comunista» como si de insultos se
tratasen. La parte más entretenida, o
quizás triste, es que la reforma que
Obama propone está a años luz de ser
«socialismo», al menos tal y como lo
entendemos en Europa. Da igual. Ha
tenido la osadía de sugerir que la
sociedad americana podría vivir, en
conjunto, un poco mejor si todos
sacrificásemos un ápice de lo que
tenemos para ayudar al prójimo. •
La igualdad es para
‘sociatas’ y rojos
Desde EE. UU.
Borja Sotomayor
[email protected]
Corresponsales
04 Corresponsales IPAR:EEUU-Europa-Asia 15/12/09 16:41 Página 42