48
No sólo eso: la Tierra es tan débil que no podría ni siquiera sostener su peso si no
avanzara en el espacio. ¿Deseamos retornar a nuestra esfera de 60 centímetros de diámetro,
aferraría y depositarla, por ejemplo, sobre otra mucho más grande, la de Júpiter, cuyo diámetro
debería ser proporcionalmente, semejante a 3,33 metros?
Aunque tratásemos de ejecutar con la mayor delicadeza esta operación de traspaso de la
carga, el resultado sería desastroso: veríamos derrumbarse la Tierra como una gota de miel
depositada sobre un plato, después, de su envoltura resquebrajada brotarían fuentes de magma
ardiente. Todos los mares desaparece-rían en una ola de vapor y finalmente el planeta, al
enfriarse, se reduciría a un montón informe de lava y metal.
Esta es la Tierra, vista -como hemos dicho- por hipotéticos astronautas provenientes de un
mundo imaginario, pero remitida a sus auténticas proporcio-nes. Por lo que se refiere a su origen,
a su evolución, los seres que la han poblado y la pueblan trataremos de ocuparnos del tema en un
próximo trabajo.
VII - PRELUDIO LUNAR
Hubo un tiempo en que la Luna estaba en la Tierra, pensando un poco en sí misma y un
poco en la humanidad, agobiada por problemas y hechos que a menudo no eran muy
tranquilizadores. Después -no se sabe cuándo fue despedida o se marchó voluntariamente al lugar
donde ahora se encuentra, pero nunca olvidó su patria de origen, y sobre ella ejerció diferentes
influjos.
Esta parece un poco la versión fantástica de la hipótesis (ya abandonada) que afirmaba
que el satélite se elevaba desde el Océano Pacífico. Pero no se trata de eso, y si lo parece la
responsabilidad es imputable a los motivos recurrentes en la mitología de los diferentes pueblos,
y que a veces revelan extraordinaria afinidad.
Por ejemplo, sobre las ondas del Nilo, Isis, hermana y esposa de Osiris, era primero
símbolo de la fertilidad de la naturaleza. Enseguida se la identificó con nuestro satélite, quien sin
embargo también tenía un representante masculino, Imhotep, el Hermes Trismegisto del Egipto
helenizado, legislador e inventor de la escritura, las artes y la ciencia.
Para los asirio-babilonios, la divinidad lunar tenía sexo evidentemente masculino: era Sin,
que protegía a la naturaleza, padre de Samas, dios del Sol y la justicia y de Ishtar, diosa del amor
y la fecundidad, pero también de la batalla.
Hubo un tiempo en que la Tierra no tenía satélite. Nadie puede decir si esto es verdad o
no. Pero los antiguos griegos, algunos de los cuales se declaraban descendientes de los arcadios,
"el pueblo más antiguo del mundo" tendían a creerlo, al extremo de que denominaban a sus
antepasados "preselenitas", es decir, "los que vivieron antes que la Luna" en un clima de
tranquilidad e inocencia inconcebibles, resucitado sólo, mucho más tarde, por la poesía bucólica.
Después, con el nacimiento de la mitología helénica, llegó Selene. Al principio no era en
absoluto un globo colmado de cráteres, "mares" y continen-tes, como lo vemos nosotros, sino una
hermosa muchacha, hija del titán Iperión, representada también como hermana, hija o mujer del
Sol, y "transformada" después en el astro que conocemos.
Más tarde, su personalidad se fundió con la de Hécate, primero considerada la benéfica
dominadora del cielo, la Tierra y el mar, y después vestida lúgubremente de divinidad infernal,
autora de magias y sortilegios.