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Clase 9: Una exposición sobre el mundo de los piratas. Leemos la siguiente información sobre el mundo de los piratas
Piratas y contrabandistas
La piratería era una actividad tan frecuente que, durante varios años, las mercancías que entraban por este concepto a las plazas podían superar, o al menos igualar,
a aquellas declaradas en las aduanas. No era extraño que en esa época se bebiera, en algunos lugares de la Península de Yucatán, ron jamaiquino o que el azúcar
para el chocolate proviniese de Barbados o que en algunas casas se tuvieran vinos franceses, quesos holandeses o botellas de cerveza inglesa, productos prohibidos
para la importación a no ser que pasaran por el sistema de comercio monopólico español, que los encarecía notablemente y hacía que algunas veces alcanzaran
precios absurdos. El contrabando ha sido siempre considerado una actividad delictiva y a él fueron rápidamente asociados los nombres de piratas, corsarios,
bucaneros y filibusteros, aunque con frecuencia tan mezclados que parecían significar lo mismo, en parte porque se dedicaban, además, al comercio ilegal.
Debemos recordar que los piratas eran “bandidos” que se apoderaban de las mercancías que transportaban otras embarcaciones sin dar a ese hecho una
justificación política. Los corsarios, en cambio, tenían una patente de “corso”, una especie de permiso de su gobierno para apoderarse de las naves y mercancías de
potencias enemigas (generalmente las víctimas eran las naves españolas). Sostenidos por sus países, no tardaron en caer en la anarquía, al atacar a cualquier
embarcación y regresar así, en la práctica, a la piratería. Muchas veces los corsarios trataban de obligar a las plazas que citaban a negociar; cuando se negaban, eran
obligadas por la fuerza a entregar mercancías almacenadas.
Los bucaneros deben su nombre, en cambio, a la voz del caribe “boucan”, que designa la forma de preparar la carne ahumada, actividad a la que se dedicaban en
un principio. Su modo de vida se basaba en la cacería de puercos salvajes y la venta de las carnes preparadas a las embarcaciones que transitaban por la costa
deshabitada de Santo Domingo. Fue hasta después de varios años, cuando los españoles destruyeron los bosques en los que operaban los bucaneros con el
propósito de echarlos definitivamente de la Isla, que estos cazadores comenzaron a atacar embarcaciones transformándose en “filibusteros”.
Los filibusteros no reconocían pertenecer a ningún país europeo y se organizaron en una sociedad, “La Hermandad de la Costa”, ubicada en la legendaria Isla de
la Tortuga, cofradía que llegó a miles de miembros que se hizo famosa en el orbe. El núcleo de esta colonia se formó con los sobrevivientes de las persecuciones
españolas en Santo Domingo, a los que se fueron agregando, poco a poco, aventureros llegados de todas partes, náufragos, marineros víctimas de ataques piráticos
y cientos de perseguidos europeos que veían en la Tortuga y su Hermandad la única manera de alcanzar la libertad. Es así como el comercio ilegal llegó a ser el
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