El sistema respiratorio constituye uno de los pilares esenciales de la fisiología humana, ya que garantiza la oxigenación de los tejidos y la eliminación del dióxido de carbono, productos indispensables para la vida celular y el mantenimiento de la homeostasis. Su estructura anatómica puede div...
El sistema respiratorio constituye uno de los pilares esenciales de la fisiología humana, ya que garantiza la oxigenación de los tejidos y la eliminación del dióxido de carbono, productos indispensables para la vida celular y el mantenimiento de la homeostasis. Su estructura anatómica puede dividirse en vías respiratorias superiores, que incluyen la nariz, cavidad nasal, senos paranasales, faringe y laringe, encargadas de acondicionar el aire inspirando (calentándolo, humidificándolo y filtrándolo), y vías respiratorias inferiores, que comprenden la tráquea, bronquios, bronquiolos y los pulmones, dentro de los cuales se encuentran los alvéolos, considerados la unidad funcional del sistema respiratorio. Los pulmones, rodeados por la pleura visceral y parietal, poseen aproximadamente 300 millones de alvéolos cuya superficie de intercambio gaseoso puede alcanzar entre 70 y 100 m², lo que asegura un contacto eficiente con la red de capilares pulmonares. Desde un punto de vista fisiológico, la respiración se divide en dos fases: inspiración, que en condiciones normales es un proceso activo dependiente de la contracción del diafragma y los músculos intercostales externos, generando presión intratorácica negativa que facilita la entrada de aire; y espiración, que en condiciones basales es pasiva, consecuencia de la relajación del diafragma y la retracción elástica pulmonar, aunque puede convertirse en activa mediante la participación de músculos abdominales e intercostales internos en situaciones de esfuerzo. Los volúmenes y capacidades pulmonares, medidos con espirometría, reflejan la dinámica ventilatoria: volumen corriente (~500 ml en adultos), volúmenes de reserva inspiratoria y espiratoria, volumen residual y las capacidades vital, funcional residual y total, siendo estos parámetros fundamentales en la práctica clínica para valorar la función pulmonar.
En el proceso de intercambio gaseoso, rigen principios como la ley de difusión de Fick, en la cual los gases se mueven a través de la membrana alveolo-capilar siguiendo gradientes de presión parcial: el oxígeno difunde de los alvéolos hacia la sangre, mientras que el dióxido de carbono lo hace en sentido inverso. Factores que pueden afectar este intercambio incluyen la reducción de la superficie alveolar, el aumento del grosor de la membrana (como en fibrosis pulmonar), las alteraciones en la perfusión capilar o los desequilibrios en la relación ventilación/perfusión. Una vez en la circulación, el transporte de oxígeno se realiza en un 98% unido a la hemoglobina en los glóbulos rojos y en un 2% disuelto en plasma; la curva de disociación de la hemoglobina ilustra cómo la afinidad por el oxígeno se modifica según la temperatura, el pH, la concentración de CO₂ y la presencia de 2,3-BPG, factores que facilitan la liberación de oxígeno a los tejidos cuando es necesario. Por su parte, el dióxido de carbono se transporta en tres formas principales: como ion bicarbonato (70%), unido a la hemoglobina forman
Diafragma contraído
el volumen torácico aumenta
Inspiración: Entra aire
Diafragma relajado
el volumen torácico
disminuye
Espiración: Sale aire
La inspiraciónsiempre es un
movimiento activo
La espiraciónen general es un
movimiento pasivo