Sol, luna y talía, de giambattista basile

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Sol, Luna y Talía, de Giambattista Basile


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SOL, LUNA Y TALIA

GIAMBATTISTA BASILE

ja vez una reina y un rey que tuvieron una
que llamaron Talía. Con el correr de los
A días, el rey hizo llamara los sabios y a los adivinos
de su reino para que le predigesen el destino a la pequeña.
Luego de muchas reuniones, estos llegaron a la conclusión de
que la niña correría un gran peligro a causa de una espina de
lino, Por este motivo, el rey, prohibió que en su casa entrase
lino o cáñamo, o cualquier cosa que pudicra pinchar, pa
evitar este mal presagio.
Con el correr de los años Talía creció y cierto día,
mirando por la ventana, vio a una viejita que hilaba en una
rueca. Como nunca había visto una rueca, sintió mucha

curiosidad, entonces salió y se la pidió. La viejita accedió

y Talia tomó en sus manos la rueca. Empezó a tirar del hilo

y. para desgracia suya, se le clavó una espina de lino en una

uña y cayó como muerta al piso. La viejita, al ver lo que
había sucedido, huyó.

La pobre madre y el pobre padre vieron la terrible

desgracia, y Iloraron todo lo que pudieron llorar y más ati

Luego el padre llovó a Talia a uno de sus palacios que es-
taba en medio del bosque, la dejó allí sentada en un sillón
de terciopelo, y cerró la puerta del palacio esperando poder

olvidarse de esta desgracia,

Pasó un largo tiempo, y sucedió que otro rey, que
andaba de caza por aquel bosque, tenía un halcón que se le
escapó y volando, entró por la ventana del palacio. Viendo
que no volvía cuando lo llamaban, el rey hizo que golpeasen
a la puerta, creyendo que allí viviría alguien. Pero después
de un buen rato sin respuesta, el rey pidió una escalera, y
él mismo escaló y entró por la ventana, para ver qué había
adentro. Sigilosamente recorrió todo y quedó asombradísimo
al ver que no había nadie.

Finalmente llegó a la habitación donde estaba Talia,
víctima de aquel hechizo, y el rey, apenas la vio, creyendo
que estaba dormida, la llamó. Pero la joven no se despertaba
por más que la tocase y le gritase, así que deslumbrado por
su belleza, la llevó en brazos hasta el lecho, y allí la amó
tiernamente, Luego la volvió a dejar enel sillón de terciopelo
y regresó a su reino, donde no se volvió a acordar en mucho

tiempo de aquello que había sucedido

Después de nueve meses, Talía dio a luz a un niño y a
una niña, que parecían dos joyas con piedras preciosas. Los
niños eran atendidos por dos hadas, que quisieron darles de
mamar de los pechos de la madre, y como intentaban y no
encontraban la teta, se agarraron a su dedo y tanto chuparon
que le sacaron la espina, Así fue como Talia se despertó de su
Targo y profundo sueño, y al ver aquellas dos joyas a su lado,
selos puso al pecho, los crió y los quiso como a su propia vida.

A todo esto, ella no recordaba qué le había sucedido ni
por qué se encontraba sola dentro del palacio y con dos hijos
asu lado. Pero he aquí que el rey, que se había vuelto acordar

de Talia, con el pretexto de ir de caza, fue en su busca y la

encontró despierta y con dos hermosas eriaturas, por lo que
intió una gran alegría. Contó a Talía lo que había sucedido
y se quedó algunos días con ella y los niños. Después con
la promesa de volver para llevárselos, volvió a su reino. En
todo momento los recordaba, si comía, se acostaba, lefa 0
hacía las cosas que hacen los reyes, pensaba en Talía y en

Sol y Luna, que así se llamaban sus hijos,

La mujer del rey, sospechando algo, por las repetidas

y largas excursiones de caza del marido, y al oir nombrar

tanto a Talía, a Luna y a Sol, enfermó con una fiebre altísima,
aunque no era una fiebre causeda por una insolación, sino
por la intriga. Llamó al secretario, y le dijo

Escucha, hijo mío, estás entre la espada y la pared,
entre la pena y la gloria, entre el mando y la prisión. Si
logras averiguar y decirme quién enamora a mi marido, te
haré rico, y si me escondes lo que sucede, no te dejaré ni
muerto, ni vivo,

El secretario, por una parte, muerto de miedo, y por la

otra, impulsado por el interés, que es siempre una venda sobre

jos del honor, una arruga de la justicia, una patada a la
palabra dada, le contó todo, llamando al pan, pan y al vino,
Vino. La reina, envió al propio secretario del rey, a decirle a
{ula que quería vera sus hijos. Talia los mandó con profunda
ilogria y entonces la reina, horripilante monstruo, ordenó
al cocinero que los degollase y que se los diese a comer al
marido, mezclados en diversos platos guisados.

El cocinero, al ver aquellas dos bellezas, tuvo compa-

¡ón de ellos y se los confié a su mujer para que los escon-

diese, y preparó en su lugar dos cabritos, con más de cien

salsas diferentes.
Cuando llegó el rey, lareina con gran placer hizo que le
trajeran los manjares. Mientras el rey, muy satisfecho, decía:
jOh, qué bueno es esto, a la manera del rey de Arabia!

¡Y qué gustoso es esto otro, por el alma de mi abuelo!

-jCome, come, porque comes de lo tuyo!

El rey, al principio no prestó atención a esta frase, pero
finalmente, al ver que la cantinela se repetía, respondió:

¡Ya sé, que como de lo mío, porque tú no has traído
nada aesta casa! Y levantándose enojado, se fue al campo,
sin alejarse mucho, para desahogar su cólera.

Mientras tanto, la reina, todavía no contenta del todo por
lo que había hecho, llamó al secretario e hizo que llamase a
Talía, con el pretexto de que el rey y los niños la esperaban. Y
ella fue enseguida deseosa de ver a sus dos joyitas, sin saber
que le esperaba el fuego. Pero, cuando llegó delante de lareina,

ta con una cara de demonio con lengua viperina, le dijo:

¡Sea bienvenida, señora traidora, ya veo que usted es
una andrajosa vestida de Iujo, aquella mala hierba con la cual
disfruta mi marido! ¿Vos sois esa maldita que me da tantos
dolores de cabeza? ¡Mira que ya llegastéis al purgatorio,
donde te haré pagar todo el daño que me has hecho!

Talía, al oírla, empezó a disculparse, diciendo que no
había sido culpa suya, y que el rey la había tomado mientras
estaba dormida. Pero la reina no quiso oír excusa alguna e
hizo que encendiesen dentro del patio del palacio un gran
juego, y ordenó que la quemasen en él

Talía, que vio que la cosa era inminente, se arrodilló

delante de ella y le rogó que, al menos, le diese el tiempo
necesario para despojarse de sus vestidos.

La reina, no tanto por piedad de la pobre joven, como
por recuperar aquellos ricos vestidos recargados de oro y
perlas, dijo

Quitätelos, te hago ese favor
Y Talia empezó a desvestirse de toda su ropa, y cada
vez que se quitabe algo, gritaba mucho, y ast lo hizo después
de haberse quitado la capa, la falda y la chaqueta. Al quitarse
la enagua, gritó por última vez, mientras la arrasıraban hac

el fuego, pero en ese preciso instante llegó el Rey, y viendo

aquel espectáculo, quiso saber qué sucedía. Cuando pidió

ver a sus hijos, oyó cómo su propia mujer, que le cchaba

en cara su traición, le decía que se los había dado de comer

habían nacido de mi propia sangre? jAh, monstruo horripila
te, qué modales de bestia son los tuyos! ¡Vos tambi
tratada como una miserable, y yo no llevaré esta máscara de
tirano cruel como castigo!
Al decir esto, ordenó que la reina fuese arrojada al
o encendido para Talía, y con ella el secretario que le

había ayudado en el armado de este fatídico espectáculo. Ya

estaba apunto de hacer lo mismo con el cocinero, cuando este

se tiró a los pies del rey, y le dijo

Disculpará, su señoría, pero preferirfa una recompen-
saa cambio del servicio que le he hecho. Más que un asador
como el que tengo, otro mejor, y más todavía, desea
ría otro pasatiempo mejor que ennegrecerme y acalorarme
en medio del fuego; quisiera otra ganancia que no fuera la

de mezclar cenizas de cocinero y cenizas de reina. Pero no

es este el regalo que espero por haber salvado a sus hijos, a
despecho de aquel fiel perro que los quería matar para que
volviese a su cuerpo aquello que era parte su
El rey, al oir estas palabras, tuvo la sensación de salir
‘como de las nubes, le pareció que estaba soñando y no podía
creer aquello que ofan sus oídos; por fin, volviéndose hacia
el cocinero, le dijo:
Si es cierto que has salvado a mis hijos, puedes estar
seguro de que te quitaré del trabajo del asador y te pondré

en la cocina un batallón de cocineros para que te obedezcan.

Además, de acuerdo a mis descos, yo seré muy dichoso
otorgándote un premio tan grande que podrás considerarte
el hombre más feliz del mundo.

Mientras el rey decía estas palabras, la mujer del co
cinero, que había visto la situación en que se encontraba su
marido, trajo a Luna y a Sol delante del padre. El felicísimo
rey no podía dejar de besar y abrazar a Talia y a sus hijos.

Después de haber dado un gr jo al cocinero y haberlo.

nombrado su secretario principal, tomó a Talia por esposa, y

ella gozó de una larga vida con su marido y sus hijos

Cuando acompaña la buena suerte, hasta cuando se
duerme, llueven los bienes.