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gran diversidad de animales salvajes, que
embellecen el paisaje, y en los jardines de
los semidioses los árboles están llenos de
pájaros de dulces trinos.
8 En la montaña Trikuta hay muchos la-
gos y ríos, con playas cubiertas de joyas
pequeñas como granos de arena. Las
aguas son tan claras como el cristal, y,
cuando las muchachas celestiales se ba-
ñan en ellas, el agua y la brisa quedan im-
pregnadas de la fragancia de sus cuerpos,
que enriquece toda la atmósfera.
9-13 En un valle de la montaña Trikuta se
encontraba el jardín de Ritumat, que per-
tenecía al gran devoto Varuna; en él se di-
vertían las muchachas celestiales. Crecían
allí flores y frutas en todas las estacio-
nes. Había mandaras, parijatas, patalas,
asokas, campakas, cutas, piyalas, panasas,
mangos, amratakas, kramukas, cocoteros,
palmas datileras y árboles de granada.
Había madhukas, palmeras, tamalas, asa-
nas, arjunas, arishtas, udumbaras, plaks-
has, árboles de los banianos, kimsukas
y sándalos. También había picumardas,
kovidaras, saralas, sura-darus, uvas, caña
de azúcar, bananas, pomarrosas, badaris,
akshas, abhayas y amalakis.
14-19 En aquel jardín había un gran lago
lleno de flores de loto, brillantes y dora-
das; había también flores kumuda, kahla-
ra, utpala y satapatra, que aumentaban la
excelente belleza de la montaña. Crecían
allí árboles bilva, kapittha, jambira y
bhallataka. Los abejorros, ebrios de miel,
zumbaban mientras los pájaros trinaban
con sones melodiosos. El lago estaba
lleno de cisnes, karandavas, cakravakas,
grullas y bandadas de gallinas acuáticas,
datyuhas, koyashtis y otras aves de mur-
murador sonido. Sus aguas estaban ador-
nadas con el polen que se desprendía de
las flores de loto con los movimientos
de los peces y las tortugas. El lago esta-
ba rodeado de flores kadamba y vetasa,
además de nalas, nipas, vañjulakas, kun- das, kurubakas, asokas, sirishas, kutajas, ingudas, kubjakas, svarna-yuthis, nagas, punnagas, jatis, mallikas, satapatras, ja- lakas y madhavi-latas. Las orillas estaban adornadas también con gran abundancia de árboles de distintos tipos, que daban flores y frutas en todas las estaciones. Así, toda la montaña se alzaba gloriosamente adornada. 20 En cierta ocasión, el jefe de los elefan- tes que vivían en las selvas de la montaña Trikuta avanzaba hacia el lago en compa- ñía de sus elefantas. A su paso, rompía muchas plantas, enredaderas, matorrales y árboles, sin prestar atención a sus hi- rientes espinas. 21 Con sólo captar el olor de aquel ele- fante, todos los demás elefantes, los tigres y los demás animales feroces, como los leones, los rinocerontes, las grandes ser-
pientes y los sarabhas blancos y negros, huían llenos de temor. El ciervo camari también huía. 22 Por la misericordia de aquel elefante, otros animales, como los zorros, los lo- bos, los búfalos, los osos, los jabalíes, los gopucchas, los puercoespines, los mo- nos, los conejos y las demás especies de ciervos, junto con muchos otros animales pequeños, andaban tranquilos por otros parajes de la selva, pues no le temían. 23-24 Rodeado por las hembras y por los demás elefantes de su manada, y seguido por los más jóvenes, Gajapati, el jefe de los elefantes, hacía temblar toda la montaña Trikuta con el peso de su cuerpo. Trans- piraba, de su boca chorreaban gotas de licor, y la embriaguez le cegaba la vista. Era servido por los abejorros, bebedores de miel, y, desde lejos, podía oler el polvo de las flores de loto, que la brisa traía des-
de el lago. Así, rodeado de sus sedientos acompañantes, llegó a la orilla del lago.
25 El rey de los elefantes entró en el lago,