Introducción.
En la Vulgata aparece como 4 Esdras, en las versiones
eslavas y rusas, como 3 Esdras y en las traducciones inglesas
(King James, Douay, New Revised Standard), como 2 Esdras (en
la sección de apócrifos).
El personaje que hace de pantalla del autor real de este libro es
Esdras (Ezra), sacerdote escriba y conductor de los israelitas
que volvieron de Babilonia a Jerusalén. El que haya dos libros
canónicos asociados a ese nombre, junto con un genuino
talento literario, un espíritu profundamente religioso que
permea el IV Esdras, y algunos puntos mesiánicos de contacto
con los evangelios, se combinaron para ganarle entre los
cristianos una aceptación no igualada por ningún otro apócrifo.
Tanto los Padres griegos como latinos lo citan como profético, a
la vez que otros, como Ambrosio, eran sus ardientes
admiradores; únicamente Jerónimo se opone abiertamente a
él. Resulta notorio que, a pesar de esa difundida admiración en
los primeros tiempos, el libro nunca lograra un lugar en el
canon o en la liturgia de la Iglesia. No obstante, durante toda la Edad Media mantuvo una posición intermedia
entre los manuscritos canónicos y los meramente humanos, e incluso después del Concilio de Trento se le
puso, junto con III Esdras, en el apéndice a la edición oficial de la Vulgata.
Además del texto griego primigenio, que no se ha conservado, el libro figura en versiones latina, siríaca,
armenia, etiópica y arábiga; el capítulo primero y los dos últimos de la transcripción latina no existen en las
orientales, y fueron añadidos por una mano cristiana. Y aun así no debe dudarse en relegar el Cuarto Libro de
Esdras a las filas de los apócrifos. Para no insistir en
la alusión al Libro de Daniel en xii, 11, la fecha dada
en la primera versión (3,14) es errónea, y todo el
tenor y carácter del manuscrito lo ubica en la época
de la literatura apocalíptica; la datación crítica
dominante lo atribuye a un judío del reinado de
Domiciano, 81-96 A.D. Ciertamente fue forjado un
poco antes de 218 A.D., puesto que Clemente de
Alejandría lo cita expresamente. El texto original, iii-
xiv, es de una pieza y labor de un solo autor. El
motivo del libro es el problema que abrumaba a los
patriotas judíos después de la destrucción de
Jerusalén por Tito. La perspectiva era de lo más oscura y la vida nacional pareció absolutamente extinguida; por
consiguiente, un ánimo angustiado y triste permea el documento, y el autor, haciéndose pasar por Esdras
lamentándose de la ruina de la primera ciudad y templo, busca insistentemente penetrar la razón del aparente
abandono de Dios a Su pueblo y el incumplimiento de Sus promesas.
Esta obra apocalíptica tiene una historia literariacomplicada. Las versiones orientales enque nos ha llegado
(siríaca, etiópica, armenia, georgiana y 2 en árabe) sóloregistran los capítulos 3-14. Estos
abarcanprobablemente la obra judía inicial, compuesta a fines del s I d.C. Sólo las versiones latinas contienen
elprefacio (capítulos 1 y 2) y la conclusión (capítulos 15 y 16), que los eruditos creen queson de origen cristiano,
tal vez de los ss. II y III d.C., respectivamente. En 1:30, por ejemplo, el pasaje parececlaramente tomado de