tamaña boca, lanzó un estruendoso rugido que estremeció el
ámbito. Cuando terminó, el leön ladeé la cabeza y guiñó a Pepe:
— Así es que se dice adiós, Pepe. No te pongas triste. Algún dia
me iré yo también,
Sí —contestó Pepe con la voz estrangulada
Hubo un revoloteo de alas en la verja de atrás, Cirilo, fuera de
la ventana, danzaba en el aire. Su voz melodiosa dijo entre flau
tas: —jAllé vienen, vienen ya!
Alberto y un individuo extraño se llegaron hasta la verja. El
individuo introdujo una gran Mave en la cerradura de la verja,
le dió vueltas y el gran portón se abrió
¡Oh! —dijo Pepe. al mirar hacia aquella gran abertura y
ver el cielo azul y luminoso. El corazón le latia atropelladamente
¡Eres libre, libre, libre! —canturreó Cirilo. El coro de las aves
canoras subía y bajaba rítmicamente, rodeando siempre a Al-
berto, Este se echó a reír y alargando la mano hacia la jaula de
Pepe, lo cubrió con el minúsculo sobretod
imperdible. Luego lo sacó de alli.
>. que aseguró con un
Aquí tienes tu llave —dijo Pepe.
—Es tuya respondió Alberto—. Pero si quieres la guardaré
para ti— Entonces, cuidadosamente, se colocó a Pepe sobre los
hombros.
Cuando Pepe salió de la jaula cali
Cirilo se le acercó volando y lo tocó con el ala
te sintió un escalofrío.
—¿Cómo te va, Pepe? ¿Qué te parece este airecillo azul?
Pepe— Cirilo, éste es Alberto
eô Cirilo.
-Un poco frio —respon
—Hola, Berto cant
Qué hay, Cirilo!
Tú y Pepe deben venir a mi casa, a celebrar esta gran ocasión
¿Dónde vives?
—Graci
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—Muy cerca. Vengan, que les enseñaré— Cirilo y los pájaros
volaron delante, seguidos por Pepe y Alberto,
—Lei en los periódicos que un policia encontró a alguien de tu
tamaño, quien tenía la Llave de la Ciudad, y lo condujo al Jardin
Zoológico —dijo Alberto mientras caminaba—, Me di cuenta que
se trataba de ti, Pepe.
¿Salió en los periódicos?
‘A menudo escriben crónicas en la prensa sobre el Zoológico,
y hoy hablaron de ti Vine inmediatamente, pero nadie me pudo
decir dónde estabas. Busqué por todas partes. Luego se me acer-
caron los pájaros. Volaron en mi derredor con insistencia, y yo
pensé que acaso fueran tus amigos y los seguí.
Pepe ya no sentía frío, pues el calor del cuello de Alberto le
calentaba, mientras caminaba sobre la nieve.
“Rodolfo, el ratón Rodolfo, les dijo que te trajeran donde yo
a buscarte para mi.
estab
Estoy seguro que lo hubiera hecho.
—Sélo que tú me encontraste antes. Te tiene un poco de miedo,
porque eres un hombre.
—Lo sé —respondió Alberto— Y los ratones son ratones.
Rodolfo es un ratón valiente —dijo Pepe—. Sólo que es muy
cauteloso.
Mientras hablaban, habían legado a un grupo de árboles. Al
frente vieron a Cirilo y sus músicos que se habían adueñado de un
banco del parque, y se entretenían en limpiarlo de nieve batiendo
las alas con gran contento. Cuando Alberto y Pepe se acercaron,
era tanta la nieve que esparcian en el aire que parecía que estu-
viese nevando nuevamente, Pronto el banco quedó limpio y seco
‘ilo—. Tomen asiento.
Nos satisface encontrarnos aquí —dijo Alberto a Jos pájaros.
-- Bienvenidos a nuestra casa --dijo C