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1. INTRODUCCIÓN
En general, se conoce como acuíferos a aquellas formaciones geológicas
que, estando completamente saturadas, son capaces de almacenar y transmitir
cantidades importantes de agua. Por lo tanto, los acuíferos se caracterizan por
poseer una permeabilidad significativa así como por una extensión y espesor
considerables.
Según Custodio y Llamas (1983) un acuífero, o embalse subterráneo, es
“aquel estrato o formación geológica que permitiendo la circulación del
agua por sus poros o grietas, hace que el hombre pueda aprovecharla en
cantidades económicamente apreciables para subvenir a sus
necesidades”. Esta definición, muy arraigada en la comunidad científico-
técnica hidrogeológica, introduce una componente económica que confiere un
carácter relativo al significado de acuífero. En efecto, una misma formación
geológica capaz de suministrar unos caudales, pongamos por caso, de unos
pocos litros por segundo, sería clasificada de una manera muy diferente en una
región densamente poblada de un país del norte de Europa que en una
pequeña población de una región extremadamente árida del continente
africano, por ejemplo. Esto hace que la definición de acuífero trascienda los
límites puramente geológicos e hidráulicos para adentrarse en el campo de lo
“político”. Este carácter relativo del concepto de acuífero, puede plantear
problemas (y de hecho los plantea) a la hora de planificar y gestionar los
recursos hídricos debido a que, por ejemplo en el caso de un país como
España, se dan circunstancias geológicas, climáticas, demográficas y
económicas muy diversas entre sus regiones que hacen que una única
definición “política” de acuífero pueda no ser válida u operativa para todo el
territorio. Este hecho propicia la aparición de situaciones paradójicas como la
que existe en la Comunidad Autónoma de Galicia, donde según el Instituto
Geológico y Minero de España apenas existen unidades acuíferas, mientras
que el mismo organismo cifra en más de 300.000 los puntos de
aprovechamiento de aguas subterráneas.
Al margen de las consideraciones apuntadas anteriormente y, como punto
de partida para el tema que vamos a abordar, las diferentes formaciones
geológicas se pueden clasificar en función de su capacidad para almacenar y
transmitir agua. De esta forma se habla de:
a) Acuíferos (del latín “aqua” = agua y “fero” = llevar), que son aquellas
formaciones geológicas capaces de almacenar y transmitir agua.
b) Acuitardos (del latín “tardare” = retardar), que son aquellas
formaciones semipermeables que, conteniendo agua incluso en
grandes cantidades, la transmiten muy lentamente.
c) Acuicludos (del latín “claudere” = cerrar), que consisten en aquellos
estratos o formaciones porosas pero impermeables y que, por lo
tanto, pueden almacenar agua pero no la transmiten a su través.
d) Acuífugos (del latín “fugere” = huir), que serían rocas con porosidad
nula y, por lo tanto, incapaces de almacenar y transmitir el agua.