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categoría con mayor frecuencia que en la otra. ¿Qué quiere decir ser "externo" en tu locus de control? En
esencia ser "externo," quiere decir que tú responsabilizas de tu estado emocional en tus momentos presentes a
alguien o algo externo, o sea algo que está fuera de ti mismo. Si te preguntaran: "¿Por qué te sientes mal?" y tú
contestaras con respuestas como: "Mis padres me tratan mal", "Ella me ofendió", "Mis amigos no me quieren",
"No tengo suerte" o "Las cosas no van bien", ello significaría que estás dentro de esta categoría externa. Y por
lo mismo, si te preguntaran por qué eres tan feliz y tú contestaras: "Mis amigos me tratan bien", "Mi suerte ha
cambiado", "Nadie me está fastidiando" o "Ella se arriesgó por mí", querría decir que aún estás dentro de un
marco de referencia externo, atribuyéndole la responsabilidad de lo que tú sientes a alguien o algo que está
fuera de ti.
La persona que tiene un "locus" de control interno es la que coloca firmemente sobre sus propios hombros
toda la responsabilidad por lo que él mismo siente, y este tipo de persona es muy rara dentro de nuestra
cultura.
Al contestar ese tipo de preguntas contesta con respuestas interiormente dirigidas como ser: "Lo que me digo a
mí mismo es un error", "Le doy demasiada importancia a lo que dicen los demás", "Me preocupa lo que pueda
decir la demás gente", "No soy lo suficientemente fuerte para evitar ser desgraciado" y "No tengo habilidad
suficiente para impedirme a mí mismo el no ser desdichado". Del mismo modo, cuando la persona con
coherencia interior está en buena situación, contesta con referencias que empiezan con un "Yo" o "A mí", como
por ejemplo: "Yo trabajé duro para ser feliz", "Yo he logrado que las cosas me funcionen", "Me estoy diciendo a
mí mismo cosas positivas", "Yo soy responsable de mí mismo y es aquí donde quiero estar".
Así pues hay una cuarta parte de la gente que asume la responsabilidad de sus propios sentimientos y el resto
le echa la culpa de los mismos a causas externas. ¿Dónde encajas tú? Virtualmente todas las normas y las
tradiciones son impuestas por fuerzas externas; es decir, que provienen de algo o alguien que se encuentra
fuera de ti mismo. Si estás recargado de "debes" y eres incapaz de romper con los convencionalismos
prescritos por los demás, entonces quiere decir que estás en el grupo de los "externos".
La actitud de una paciente que vino a verme hace poco es un excelente ejemplo de este tipo de
pensamiento externamente dirigido. La llamaremos Bárbara. Su mayor problema era la obesidad, pero también
tenía una cantidad de pequeñas carencias y conflictos. Cuando empezamos a hablar de su problema de
exceso de peso, ella me dijo que siempre había sido demasiado gorda porque tenía un problema de
metabolismo y porque su mamá la había obligado a comer cuando pequeña. El cuadro de sobrealimentación
continuaba en la actualidad, me dijo ella, porque su marido no se ocupaba de ella y sus niños eran muy
desconsiderados. Ella lo había probado todo, dijo ("Vigilantes del Peso", píldoras, una serie de médicos
especialistas en dietética, incluso la astrología). El tratamiento conmigo de psicoterapia sería su última
tentativa. Si yo no lograba hacerla perder peso, me dijo, nadie lo lograría.
Tal como Bárbara contaba su historia y analizaba su propio dilema, no me sorprendió que no pudiera perder
aquellos kilos indeseables. Todo y todos conspiraban contra ella: su madre, su marido, sus niños, incluso su
propio cuerpo y las estrellas. El "Vigilante del Peso" y los médicos especialistas podían ayudar a personas
menos problemáticas, pero en el caso de Bárbara, las desventajas eran demasiado grandes.
Bárbara era un ejemplo clásico de pensamiento externo. Su madre, su marido, sus hijos y una parte
incontrolable de su propio cuerpo eran los responsables de su gordura. Ésta nada tenía que ver con sus
propias elecciones de comida, de comer demasiado ciertos alimentos y en ciertos momentos. Además, sus
tentativas para aliviar esta situación eran dirigidas hacia el exterior así como también lo eran sus percepciones
del problema en sí. En vez de reconocer que era ella la que había elegido comer demasiado en el pasado y
que tendría que aprender a hacer nuevas elecciones si quería perder peso, Bárbara recurría a otra gente u
otras cosas, las convenciones aceptadas por la sociedad para los casos de necesidad de pérdida de peso.
Cuando todos sus amigos optaron por ir a los "Vigilantes del Peso", Bárbara fue también. Cada vez que uno de
sus amigos descubría un nuevo médico especialista en problemas de obesidad, Bárbara era la primera en
acudir a él para pedirle ayuda.
Al cabo de varias semanas de tratamiento, Bárbara empezó a reconocer que su infelicidad y sus problemas
eran producto de sus propias elecciones y no de las actitudes de los demás. Empezó reconociendo que
simplemente comía demasiado, más de lo que realmente quería algunas veces y que no hacía suficiente
ejercicio. Como primera medida, decidió cambiar sus hábitos alimenticios exclusivamente con autodisciplina.
Aprendió que podía manipular su propia mente y eligió hacerlo. Decidió que la próxima vez que tuviera hambre
se gratificaría a sí misma con pensamientos sobre su propia fuerza interior en vez de comerse una galleta. En
vez de echarles la culpa a su marido e hijos por comer demasiado, impulsada a ello por lo mal que la trataban,
empezó a ver que se había estado haciendo la mártir durante años, implorándoles virtualmente para que la
explotaran. Desde que Bárbara empezó a exigir que la trataran bien, descubrió que su familia estaba deseando
hacerlo, y en vez de buscar consuelo en la comida, encontró gratificación y plenitud en relaciones basadas en
amor y respeto mutuos.
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