La muerte de un niño es un ejemplo de que la sanación no es sólo una forma de
honrar la pérdida, sino algo crucial para la supervivencia de los miembros de la
familia. En el ejemplo anterior de Candy Lightner, hemos podido comprobar el
increíble poder del duelo y los regalos que encierra. A pesar de haber perdido a su
amada hija, Candy se convirtió en un ejemplo perfecto de lo que es superar el duelo,
no sólo para curarse a sí misma, sino para influir positivamente en la vida de muchas
personas. De nuevo, la mejor forma de ilustrar el tremendo potencial curativo del
duelo es a través de una historia, y en ese sentido tuvimos la suerte de encontrar una
muy poderosa. Decidimos utilizar las propias palabras de la protagonista, que es una
madre:
El último día de la vida de mi hijo empezó como otro cualquiera. Tras el ritual matutino de cantarle una
canción para que se despertara, de hacerle cosquillas y vestirle, salí a la calle con mi hijo Jesse, que tenía seis
años, para que se encontrara con su padre, que venía a recogerle para llevarle al colegio. Su hermano de
doce años, JT, ya se había marchado en el autobús.
Yo tenía prisa por ir a trabajar, pero cuando le di un gran abrazo de despedida, me fijé que había escrito
algo en la escarcha que cubría la ventanilla de mi coche. El mensaje que había escrito decía: «Te quiero»,
seguido de tres corazones cuidadosamente dibujados con su meñique. Se me derritió el corazón y en ese
momento decidí conscientemente volver a casa para coger el móvil y sacar una foto. Era una gélida mañana
de diciembre, pero brillaba el sol, puse a Jesse delante de su adorable mensaje e intenté encontrar el mejor
ángulo posible para sacarle una foto. Luego se marchó y esa fue la última vez que vi a mi hijo con vida.
Jesse estaba en primer curso en la escuela de enseñanza primaria Sandy Hook. Esa mañana, el 14 de
diciembre de 2012, un joven enfermo mental se abrió paso a tiros en la entrada principal de la escuela y entró
en el edificio. Disparó a mi maravilloso Jesse y a otros diecinueve alumnos, y a seis maestros y
administrativos. Al cabo de un tiempo, me informaron que Jesse murió mientras corría valientemente hacia el
agresor en un intento de salvar a sus compañeros. Aunque me lo dijeron más adelante, mi corazón ya sabía
que eso era propio de Jesse; con su altruismo y valor, pensó que podía salvar la situación.
Dije unas palabras en su funeral, justo detrás de su pequeño ataúd blanco. Después, muchas personas
empezaron a preguntarme qué podían hacer. Toda esta tragedia comenzó con un pensamiento provocado por
la ira, así que les aconsejé que transformaran cada pensamiento de ira en un pensamiento amoroso, durante
el resto de sus vidas. Al fin y al cabo, sólo es una elección. Si empezamos por un pensamiento al día, estoy
convencida de que podemos hacer que el mundo sea un lugar mejor. Con el transcurso del tiempo, mis
amistades e incluso desconocidos se han puesto en contacto conmigo para contarme que este mensaje ha
cambiado positivamente sus vidas y que ahora están transmitiéndolo a sus propias familias y amigos. Es sólo
una sencilla elección, pero con la suficiente fuerza como para cambiar vidas e incluso el mundo.
Para honrar a Jesse y para ser capaz de seguir adelante, tomé la decisión consciente de afrontar esa
tragedia sin sentido con amor y perdón. Las grandes muestras de amor y de apoyo que he recibido de
nuestra ciudad, de la nación y del mundo entero me han demostrado que podemos estar unidos en el amor y
vencer a las fuerzas del mal. Creo que esta tragedia ha cambiado muchas vidas para mejor, puesto que hay
personas que ahora están eligiendo un camino más amoroso y compasivo.
Cada mañana al despertarnos tenemos que elegir: ¿elegimos vivir con miedo o con
fe? Luego salimos a la calle donde el bien y el mal están siempre en conflicto. Cada
uno de nosotros tenemos la misión de aportar luz y amor al mundo y podemos
conseguirlo a través de cada uno de nuestros pensamientos e interacciones diarias.
Independientemente de cuáles sean nuestras circunstancias, la muerte es una de las
experiencias más duras que hemos de afrontar los seres humanos en nuestro viaje por
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