Adiós a la palabra, pensó el mudo.
Adiós a los anillos, resolvió el manco.
Adiós a las aduanas, dijo el contrabandista.
Adiós a los sueños, cuando canta el gallo.
Adiós a la anestesia, cuando vuelve el dolor.
Adiós al viento, saluda la veleta.
Adiós a las amantes, dijo el recién casado.
Adiós a los profetas, si metieron la pata.
Adiós al silencio, cuando arranca la bulla.
Adiós al pobre emporio, cuando llega el imperio.
Adiós a la memoria, cuando gana el olvido.
También adiós a Dios, como reza el ateo.
27. Mercado
Señores y señoras aprovechen nuestras ofertas: cosas nuevas y usadas,
frescas y podridas, todo al mejor precio.
Aquí se venden frutas y verduras, pollos deshuesados, promesas incumplidas,
lágrimas congeladas, espejos convexos, pisos flotantes, sonetos sin rima,
dólares falsos, variedades de pánico, catálogos de olvidos, ropas informales,
discursos inconclusos, membranas asfálticas, faltas de ortografía, plagas de
langostas, dogmas encuadernados, plagios no denunciados, costillas de cerdo,
llaves en almíbar, camisones usados, primus sin boquilla, saliva de cantantes,
cepillos de colmillos, lujuria educativa, simulacros de incendio, celular
estreñido, odas en joda, lentillas de contacto y tetillas sin tacto, motos
descangayadas, refranes inventados, florilegios sin flores, astracanada inédita,
mendigos campanudos, zapatos sin taco, pastillas para abortos, despertadores
estridentes, novelas aburridas, guitarras sin cuerdas, borradores de pésames,
guía de cementerios, antología de erratas, versos en esperanto.
¡Atrévanse, amigos! Por algo este mercado se llama La Pichincha.
28. Limosnas
Todos los seres humanos alguna vez han pedido limosna. En el amor, sin ir
más lejos. Pero ya la habían pedido en la infancia, hasta que el abuelo les
regalaba una sonrisa.
En las calles céntricas de las grandes ciudades siempre hay mujeres que piden
limosna con un nene en sus brazos. La gente se conmueve y suelta unas
monedas, pero lo más corriente es que el niño sea alquilado.
También los Imperios (ahora sólo queda uno) dan limosnas: en armas a sus
aliados, y en desprecio a sus países esclavos.
Hasta las iglesias suelen sobrevivir gracias a las limosnas, no tanto de los
humildes diezmos de la feligresía, sino especialmente de las millonarias
donaciones de las grandes empresas y de los gobiernos que cuentan (y
descuentan) con la gracia divina.
Recordemos que limosna en inglés es alms, en alemán almosen, en francés
aurnóne. Todo parece girar alrededor del alma, ¿no? Y no está mal. En el
amor, por ejemplo, las limosnas que dan los que aman de veras son pedacitos
de alma, y el corazón limosnero las va coleccionando como un apasionado
numismático.
Hace algún tiempo, si uno transitaba por una zona de mendicidad, era corriente
oír el ruego: «Una limosnita, por amor de Dios», Pero dentro de poco, si hay