Yemayá era la madre de crianza de Shangó, en un largo viaje que realizó al
fondo del mar para atender algunos asuntos, pasó mucho tiempo alejada de su
casa, dejando muy solo a Shangó, en sus actividades en el fondo del mar, ella
extrañaba la Tierra, pero un día escuchó sonar unos tambores, sintiendo un
gran deseo de volver al mundo terrestre, y colocándose unos atuendos
hermosos de color azul, subió a la Tierra y se fue a bailar, estaba tan hermosa
que el Rey de los Atabales (Shangó), no la reconoció, quedó admirado por su
belleza, el rey bailó, cantó y tocó para esa mujer que la había deslumbrado.
Era tanta la atracción que Shangó sintió por ella que la solicitó para amarla,
ella lo escuchó y aceptó con el objeto de darle un gran escarmiento, y con una
voz muy dulce lo invitó a su morada (Ilé), fascinado Shangó se acercó a ella y
llegando a la orilla del mar se detuvo confesando que no sabía nadar, ella le
dijo que no se preocupara, que no tenía nada que temer.
Cautivado por su belleza, aceptó seguirla montados en un bote, cuando
estaban en el medio del océano, Yemayá saltó del bote, haciendo hervir las
aguas usando su poder, estas se convirtieron en remolinos, cayendo Shangó
del bote, ella observando cómo le suplicaba que lo salvara, mientras luchaba
por no ahogarse, pero cuando estaba a punto de morir, ella se elevó por
encima de las aguas se le reveló y con una inmensa voz le dijo: “Ahora me
conoces, respétame, soy tu iyare (madrastra)”, en ese momento Shangó le
pidió disculpas entre sollozos y ella procedió a salvarle la vida.
Entre estos dos Orishas existen muchos patakies, donde se revelan muchas
historias sobre la relación que hubo entre ambos, es por ello quien el siguiente
pataki se narra otra historia o metáfora sobre esta relación:
Obatalá estaba en su siembra de maíz, la cual había crecido mucho y eran muy
grandes, con un color hermoso y con unas espigas muy altas, entonces
Yemayá y Shangó estaban convencidos de robarles parte del maíz, pero como
Pataki con Shangó