escaleras, imaginé que la temperatura tampoco tenía nada que ver con ello
(aunque debía haber sabido que la temperatura no aumenta realmente cuando
uno hace ejercicio). De hecho, no pude encontrar nada que afectara a mi ritmo
de recuento.
Subir y bajar escaleras acabó por hacerse muy aburrido, así que empecé a
contar mientras hacía cosas que tenía que hacer de todas formas. Por ejemplo,
cuando iba a la lavandería, tenía que rellenar un formulario diciendo cuántas
camisas tenía, cuántos pantalones, etc. Descubrí que podía escribir «3»
delante de «pantalones» o «4» delante de «camisas», pero no podía contar mis
calcetines: había demasiados. Estoy utilizando ya mi «máquina de contar»…
36, 37, 38… y aquí están todos estos calcetines delante de mí… 39, 40, 41…
¿Cómo cuento los calcetines?
Descubrí que podía disponerlos en formas geométricas, como un
cuadrado, por ejemplo: un par de calcetines en esta esquina, un par en esa, un
par aquí, y un par allí; ocho calcetines.
Continué con este juego de contar por pautas, y descubrí que podía contar
las líneas de un artículo de periódico agrupando las líneas en pautas de 3, 3, 3
y 1 para dar 10; luego 3 de esas pautas, 3 de esas pautas, 3 de esas pautas y 1
de aquellas pautas hacían 100. Seguí así hasta el final del periódico. Una vez
que había acabado de contar hasta 60, sabía en qué parte de la pauta estaba y
podía decir: «He llegado a 60, y hay 113 líneas». Descubrí que incluso podía
leer los artículos mientras contaba hasta 60, ¡y no afectaba al ritmo! De
hecho, podía hacer cualquier cosa mientras contaba para mí, excepto hablar
en voz alta, por supuesto.
¿Qué pasa con escribir a máquina copiando palabras de un libro? Descubrí
que podía hacerlo también, pero aquí mi ritmo cambió. Yo estaba excitado:
¡finalmente había encontrado algo que parecía afectar a mi ritmo de recuento!
Lo investigué más a fondo.
Yo seguía, escribiendo a máquina las palabras sencillas a gran velocidad,
contando para mí mismo 19, 20, 21, escribiendo a máquina, contando 27, 28,
29, escribiendo a máquina, hasta… ¿Qué demonios es esta palabra? Oh, sí…
y entonces sigo contando 30, 31, 32, y así sucesivamente. Cuando llegué a 60,
estaba retrasado.
Tras alguna introspección y más observación me di cuenta de lo que debía
haber sucedido: yo interrumpía mi recuento cuando llegaba a una palabra