Departamento de Orientación 33
EL ENIGMA DE LA ESFINGE
Hace muchísimo tiempo, la ciudad griega de Tebas nadaba en la
abundancia. Pero, un día, una esfinge se instaló en la montaña,
precisamente, en el camino que conducía a la ciudad. La esfinge tenía
cabeza de mujer, cuerpo de león y alas de águila. Cada vez que un
viajero pasaba por delante suyo, le proponía un trato:
-Te propongo una adivinanza –decía-. Si aciertas, me iré y dejaré
tranquila a la ciudad. Pero, si no aciertas, te devoraré. Los viajeros
nunca acertaban y, por tanto, eran devorados por el monstruo, uno
tras otro. Pronto, ningún comerciante quiso tomar ese camino, ningún
campesino se atrevía a llevar sus legumbres al mercado, por temor a
la esfinge. Así Tebas fue convirtiéndose poco a poco en una ciudad
maldita.
Un príncipe, que se llamaba Edipo, oyó hablar de la desgracia
que se abatía sobre la ciudad y quiso enfrentarse con la esfinge. A
medida que avanzaba por el camino, oía un estrepitoso ruido de alas
agitándose. De repente, la esfinge se posó ante él, interceptándole el
paso.
-¡Salud, viajero! –dijo la esfinge-. Voy a proponerte una
adivinanza. Si no la aciertas, te devoraré como a los otros que te han
precedido.
-¡Estoy listo! –contestó Edipo.
-¿Cuál es –dijo la esfinge- el animal que anda a cuatro patas por
la mañana, con dos por la tarde y con tres por la noche?
-¡El hombre! –respondió Edipo sin titubear,. Por la mañana, es
decir, cuando es niño anda a cuatro patas. Por la tarde, hacia la mitad
de la vida, se sostiene sobre las dos piernas. Y por la noche de su
vida, es decir, durante la vejez, anda con la ayuda de un bastón.
-¡Has ganado! –exclamó la esfinge, roja de ira-. Me alejaré de
aquí.
Echó a volar, pero, ciega de rabia, se golpeó contra las rocas, con
tan mala fortuna que su cuerpo fue a caer al fondo de un barranco,
entre los huesos de aquellos que había devorado.
Edipo siguió su camino y llegó a Tebas. Sus habitantes no podían
creer lo que había sucedido. Al enterarse de que se habían librado, de
una vez por todas, de la esfinge, aclamaron al joven príncipe y lo
hicieron rey. Y Edipo reinó con gran sabiduría