I. H: Enseñar que existe la verdadera adoración (Abel) y la adoración falsa (Caín).
P. E: Lograr que la iglesia se decida participar de la adoración que Dios espera de su pueblo.
Motivación: La adoración ofrecida por Caín y Abel, ambos ofrecieron lo mejor, pero solo uno
presentó lo que a Dios le agrada, y solo con uno mostró su aprobación.
Texto Clave: Levítico 10: 1,2 “Los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, tomaron cada uno su incensario, y
pusieron en ellos fuego e incienso, y ofrecieron ante el Señor fuego profano, que él no les mandó.
Y salió de delante del Eterno fuego que los devoró, y murieron ante el Señor.
Nadab y Abiú.
Eran dos de los hijos de Aarón, y por lo tanto sobrinos de Moisés. Después de Moisés y Aarón
ocupaban los puestos más elevados en Israel y tenían muchas ventajas y privilegios. Habían oído la
voz de Dios; habían estado con Moisés y Aarón en el monte de Dios; habían visto al Dios de Israel,
y "comieron y bebieron" (Exo. 24: 9-11). Habían recibido grandes favores; pero no habían
aprovechado esas oportunidades.
Poco antes de que ocurriese lo registrado en este capítulo, habían pasado toda una semana de
estudio y meditación, preparándose para el día en que habrían de comenzar a oficiar en el
santuario. Habían ayudado a su padre a ofrecer los sacrificios, y le habían llevado la sangre de las
víctimas (Lev. 9: 9). Habían presenciado el solemne servicio de la dedicación y ellos mismos habían
sido rociados con la sangre del sacrificio. Habían sido completamente adoctrinados y conocían
cabalmente la santidad de la obra de Dios. Todo esto sirvió solamente para hacer más grave su
pecado. No tenían excusa. Cuando les tocó oficiar, hicieron lo que Dios "nunca les mandó".
Fuego extraño.
Fuego común. No había sido tomado del altar de los holocaustos, fuego que Dios mismo había
encendido y que era por lo tanto sagrado (cap. 16: 12,13). En el atrio de la congregación había
fogones donde los sacerdotes se preparaban la comida, y quizá Nadab y Abiú tomaron su fuego de
allí.
Adoración: adorar “Reverenciar y honrar (a Dios) con el culto religioso, en espíritu y verdad.
-Amar con extremo; gustar de algo extremadamente; tener puesta la estima en una persona.
(heb. generalmente shâjâh, "inclinación", "adoración"; {âtsab [Jer. 44:19]; segid; gr. generalmente
latréia, "servicio" [religioso], "culto"; latréuÇ, "servir", especialmente en relación con las formas
externas de adoración; proskunéin, "postrarse", "besar" [como adoración]; proskunéÇ, "rendir
obediencia [reverencia]", "postrarse").
Actitud de humildad, reverencia, honor, devoción y adoración que señalan adecuadamente las
relaciones entre los seres creados y su Creador, particularmente en su presencia. La Biblia enseña
que tal adoración es debida sólo al único Dios verdadero (Ex. 20:1-5; 34:14; Mt. 4:10; Hch. 10:25,
26). Los ángeles, aunque son seres celestiales, no deben ser objeto de adoración (Ap. 19:10). Un
estricto monoteísmo ha de caracterizar el culto de quienes honran al verdadero Dios, el Creador
del cielo y de la Tierra (Dt. 6:4, 5). Además, como Dios es "espíritu" (Jn. 4:23, 24), se prohíbe al
hombre adorarlo mediante representaciones materiales (Dt. 4:12, 15-19). Diccionario Bíblico
Adventista.