Leí, no hace mucho en un periódico, que un celador hospitalario rumano, en
funciones de trabajo en un mortuorio, recibió el susto de su vida cuando, en el
trance de cohabitar con el supuesto cadáver de una hembra de buen ver, ésta
despertó en pleno himeneo. Los gritos que dio ella, cataléptica que no muerta,
fueron moco de pavo ante los que dio el infame conserje al ver que el fúnebre
objeto de sus afanes se levantaba del mármol. En muchos años de celo en el
depósito, jamás muerta alguna había quebrado la paz de sus lúgubres, aunque
exquisitos, desahogos.
La familia de la ex difunta perdonó al ordenanza, pero el peso de la ley cayó sobre
él. Aparte de que, por años que pasen, difícilmente se le volverá a reanimar el
instrumento fornicatorio. Sospecho que cada vez que se encuentre en funciones
se reavivará el pánico cerval, y más en esas tierras vampíricas.
Se me ocurre una maldad: Mira que es triste tener que leer acerca de quien se
abarragana hasta con las muertas, mientras que algunos pasamos las penas del
purgatorio para disponer de alguna viva...
¿Cómo es que los pervertidos necrofílicos hallan apetitoso un cadáver?
Veamos: los cadáveres presentan tres características poso golosas:
1. La frialdad.
2. La inmovilidad.
3. El mal olor.
Pero la primera de ellas no siempre es despreciada por los necrófilos. Un
comisario de policía español, al que oí por la radio, decía que uno de sus
recalcitrantes necrófilos, al ser preguntado por el tema, respondía: "Usted no sabe,
señor comisario, lo excitante que es la dulce frialdad de la muerte". El comisario
aseguraba que ni sabía, ni sabría nunca.
Estas condiciones son las que excitan a algunos degenerados, lo que les
convertiría en algo así como fetichistas de la frialdad, o del mal olor.
Algunos necrófilos se aparean únicamente con partes del cadáver que,
previamente, disecan. Un vagabundo madrileño, en 1999, fue detenido tras
haberse cargado unos cuantos colegas del mismo sexo. Unas partes se las
comía, por ejemplo, los genitales, mientras que las cabezas las guardaba para
copular oralmente introduciendo su pene por las bocas del patético despojo hasta
que la podedumbre le aconsejaba tirarlas al contenedor de basura. Cuando,
detenido, se le preguntó por sus motivos para el canibalismo, dijo en tono
exculpante: "Lo hice porque tenía hambre". Por lo visto, también iba algo salido.