Santa Teresa, y en general la Teología Espiritual, estudia la dinámica de la
oración en el crecimiento de la persona, según las fases características de su
desarrollo espiritual; pero la doctrina puede aplicarse también, en cierto modo, al
crecimiento en la oración de la comunidad. >>
3. Las oraciones activas
“El cristiano principiante, durante su vida ascética, caracterizada por el
ejercicio predominante de las virtudes, que le hacen participar de la vida
sobrenatural al modo humano, practica su oración, con la asistencia del Espíritu
Santo, en formas activas, discursivas, con imágenes, conceptos y palabras,
laboriosamente. Estas oraciones, como otras actividades y trabajos, producen
cansancio, y no pueden prolongarse más allá de ciertos límites, que son muy
variables según las personas. En estas oraciones, el huerto del alma va siendo
regado «con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo».
Las principales formas de oración activa son la oración espontánea de
muchas palabras, la oración vocal, la meditación y la oración de simplicidad. >>
3.1. Oración espontánea de muchas palabras
“Es ésta una forma de orar básica, universal, necesaria al corazón
cristiano, y que no requiere particular aprendizaje: «Señor, voy a estar un rato
contigo. Ya ves cómo estoy. Tengo que hablar con mi hermano, y no sé cómo
hacerlo. Dame tu luz y tu gracia, para que»... Se trata, como se ve, de una
oración activa, discursiva, con sucesividad de temas, conceptos, palabras,
voliciones, al modo psicológico humano; espontánea, no asistida por método
alguno, ni por ninguna fórmula oracional, sino que brota a impulsos
circunstanciales del corazón, con la ayuda del Espíritu; de muchas palabras, como
es propio en los principiantes, pues si aquéllas terminan, cesa la oración”.
3.2. Oración vocal
<< La oración vocal consiste en la recitación de fórmulas oracionales ya
compuestas, como salmos, Padre nuestro etc. (CE 37,3; 40,1; CV 25,3). Es el
modo de orar más humilde, más fácil de enseñar y de aprender, más
universalmente practicado en la historia de la Iglesia, y más válido en todas las
edades espirituales, pues, a diferencia de las otras oraciones activas, ésta
extiende su vigencia hasta el umbral mismo de la oración mística contemplativa.
El cristiano, rezando las oraciones vocales de la Iglesia, procedentes de la Biblia,
de la liturgia o de la tradición piadosa, abre su corazón al influjo del Espíritu Santo,
que le configura así a Cristo orante. Se hace como niño, y se deja enseñar a orar.
En efecto, Cristo y su Iglesia hallan en las oraciones vocales no sólo la
mejorescuela de oración, pues por ellas va asimilando el orante los pensamientos,