4
Los signos de admiración dan más énfasis la frase, ayudándonos a comprender lo que para
el autor significa aquella tierra, Se produce un paréntesis en la parte descriptiva para damos
una rápida visión del paisaje que está contemplando o que ha contemplado muchas veces y
tiene grabado ya en la memoria, de manera que en nuestra mente se coloca ya al olmo en un
ambiente, y no como se nos presenta al principio, en un entorno sombrío y solitario. Además,
la colina en la que se encuentra el olmo está junto a un río, el Duero.
El yo poético lo expresa con el verbo “lamer’, es una prosopopeya ya que la colina no tiene
lengua, pero esta expresión acerca más la colina al río que si por ejemplo utilizara la expresión
“al lado” o “junto”. Y este hecho, que la colina y el olmo estén tan cerca del río, embellece y da
más vida al paisaje que se ha creado en nuestra mente, por estar el río siempre en constante
movimiento y ser el agua símbolo de vida. La descripción que sigue del olmo parece que tenga
diversas partes diferenciadas, ya que primeramente utiliza gran cantidad de adjetivos que nos
ayuden a ver en qué estado tan lamentable se encuentra éste:
“…Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
“Por la forma en que está construida esta frase, ésta toma velocidad, es decir, se pronuncia
rápidamente, y jugando con los fonemas de los adjetivos (aliteración) /a/, /e/, /i/, /o/ nos
produce una sensación desagradable, de podredumbre, de manera que queda relacionada con
la descripción inicial, en la que ya se nombra este hecho. Posteriormente, el yo poético
compara al pobre olmo con otros árboles, los álamos.
Estos árboles son de altura considerable y también se encuentran a los lados de los ríos y
los caminos, como el yo poético indica, de manera que parece que los- guarden, que los
protejan, aunque claro, eso no es posible ya que se trata de seres inanimados (prosopopeya).
Además, él califica a estos ‘árboles de “cantores”, pero en realidad no se está refiriendo a los
árboles en sí, sino a los pájaros que habitan en ellos, que no se ven escondidos entre las ramas
y las hojas, pero que en cambio sí puede oírse su música, como si saliera de los árboles en los
que habitan. Pero el yo poético los cita solamente para poder compararlos con su destartalado
olmo y pasándose al tiempo futuro, lo ve completamente solo, sin ningún pájaro, en este caso
ruiseñores, famosos por su alegre canto, que quiera habitar en él para darle vida y alegrarlo
con su música. Después vuelve con su olmo para describir como un:
“Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él,…”
Naturalmente, no se trata de un ejército de tales insectos, pero los compara
metafóricamente con uno porque siempre se encuentran juntas en gran número y porque su
organización, como la de las abejas, es perfecta, sabiendo cada una lo que debe hacer.
Además, estos versos sirven para indicar, como los anteriores, que los únicos seres vivos que
quieren vivir en él son las hormigas silvestres, que se alimentan de inmundicias, y las arañas,
las cuales “urden”, es decir, tejen sus telas en las “entrañas”, en el interior podrido del árbol.
Aunque el yo poético habla del olmo en tercera persona hasta la mitad del poema,
convirtiéndose estos versos en una descripción del estado del árbol, posteriormente se dirige
al árbol como si éste pudiera contestarle, apostróficamente. De este modo, con este recurso,