La meteorización mecánica (expansión diferencial) se debe a la gran variación de temperatura, que puede
alcanzar valores de hasta 50º C, entre el día y la noche. Estas diferencias van a provocar la fragmentación de
la roca a lo largo de superficies de discontinuidad, tales como planos de estratificación, diaclasas, entre otros.
El material resultante de la meteorización, que abarca una extensa gama de tamaños, será transportado por
corrientes efímeras, formadas en las épocas de lluvias, y llevado hacia las partes de relieve más bajo. Al cesar
la acción del agua el material de tamaños más pequeños (arenas y limos) será movilizado por el viento; este
proceso recibe el nombre de deflación, y mediante él las partículas pueden ser llevadas hasta regiones
peridesérticas.
Transporte de partículas
El viento transporta las partículas de tres modos diferentes:
Por suspensión, por saltación y por deslizamiento superficial (creep). Los materiales de tamaño limo viajan,
generalmente, en suspensión. Las arenas suelen transportarse mediante una combinación de saltación y
deslizamiento superficial; las de tamaños más gruesos se deslizan sobre la superficie al ser golpeadas por los
granos que van en saltación. Este modo de transporte confiere a los granos una forma redondeada y una
superficie picoteada, debida a los sucesivos impactos que reciben las partículas. Cuando el grano ha viajado
largas distancias, como es el caso de las arenas desérticas, el picoteado se extiende por toda la superficie,
tomando ésta un aspecto mate o esmerilado; si, por el contrario, las distancias recorridas son cortas, como
sucede en algunas dunas costeras, el picoteado superficial es incompleto (en series antiguas pueden
encontrarse areniscas cuyos granos de cuarzo presenten un aspecto similar, pero que puede ser debido a
fenómenos de disolución de la sílice).
El tipo de sedimentos presentes en un desierto depende del estadio de desarrollo en que aquél se encuentre.
Durante el proceso de “desertización” se diferencian tres fases o etapas:
Fase juvenil está caracterizada por un relieve montañoso, con precipitaciones escasas, pero fuertes;
éstas erosionan las zonas elevadas, siendo transportado el material resultante hacia las partes bajas
del relieve, por corrientes temporales que las lluvias originan. Dichas corrientes; de carácter muy
esporádico, circulan durante periodos de tiempo muy breves, depositando el material en su propio
canal y en la zona inferior de éste. En las épocas de sequía posteriores, el viento puede movilizar
parte de este material y rellenar también los canales con las partículas que él transporta. De este
modo, las próximas corrientes que se originen tendrán que excavar, generalmente, nuevos cauces.
El resultado es la formación de un depósito análogo en cierto modo a un abanico aluvial
anastomosado. A medida que el relieve se va degradando, las corrientes formadas en épocas de
lluvias van siendo progresivamente más débiles. Al mismo tiempo, como consecuencia de los
sedimentos acumulados, apenas corren sobre la superficie, haciéndolo predominantemente bajo los
depósitos. Debido a todo esto se produce un incremento en la importancia de la acción eólica.
Fase de madurez es en la que el papel jugado por el agua es ya de menor importancia que el del
viento; no obstante, continua habiendo erosión de las zonas de relieve, con el consiguiente depósito
de materiales gruesos. Los sedimentos arenosos empiezan a adquirir aquí un notable desarrollo.
Fase senil es en la que las precipitaciones sufren una disminución muy importante debido al
arrasamiento del relieve, acaecido en las fases precedentes; ello hace que el clima se haga más árido.
El trabajo del agua cesa casi por completo, quedando como agente energético del medio el viento.