Especialmente después del nacimiento, el niño
entra en contacto con nuevos y diversos
agentes físicos y químicos, así como con
agentes microbiológicos, que interactuarán
con su sistema inmunitario. Siempre se debe
fomentar el parto vaginal, el contacto piel con
piel y la lactancia materna durante la primera
hora de vida. En el recién nacido, esta práctica
se asocia con un menor riesgo de sepsis
temprana, el establecimiento de una
microbiota protectora y una mayor frecuencia
y duración de la lactancia materna
Los lactantes amamantados muestran
una reducción del 47% en el riesgo de
muerte por enfermedades infecciosas,
del 63% en el riesgo de muerte por
enfermedad diarreica aguda y del 57%
en el riesgo de muerte por
hospitalizaciones por enfermedades
respiratorias
Existen varios componentes presentes en la leche
materna que influyen en el desarrollo del sistema
inmunitario. Se siguen descubriendo nuevas
sustancias e interacciones. Cabe destacar:
inmunoglobulinas, oligosacáridos de la leche
materna (HMO), lactosa, lactoalbúmina, ácidos
grasos poliinsaturados de cadena larga (LC-
PUFAS), vitaminas (A, E, C), interleucinas,
lactoferrina, lisozima, lactoperoxidasa, TNF-β,
antígenos alimentarios de la dieta materna,
receptores solubles CD14, TLR2, factor de necrosis
tumoral (TNF-α), células de defensa (macrófagos,
neutrófilos) y probióticos.