Bernárdez 1999, cap. 9.pdf...............

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About This Presentation

Si te gusta la lingüistica.


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¿QUÉ SON LAS LENGUAS?
La sintaxis es, al parecer, terreno abonado para el préstamo:
ya conocernos una construcción corno las tareas a realizar, es un
préstamo sintáctico y podríamos añadir muchos más ejemplos en
español y en cualquier otra lengua. Incluso hay préstamos fonéti­
cos, por ejemplo sonidos inexistentes originalmente en una len­
gua pero que entran con palabras extranjeras que los contienen,
o agrupaciones de sonidos: para una buena parte de los hablantes
de castellano, ninguna palabra termina en 1 bl o 1 pi; sin embargo,
pueden pronunciar !Hub! o 1/dupl tornando una consonante final
de palabra prestada de otra lengua; por vías semejantes, el inglés
adquirió del francés en época medieval un cierto número de fo­
nemas nuevos. Y, para acabar en el otro extremo del mundo, los
andarnanes pronuncian !si exclusivamente en palabras tornadas
de otras lenguas.
Es famoso el caso de las lenguas balcánicas; aunque pertene­
cen a varios grupos distintos de la familia indoeuropea, varias de
ellas, especialmente albanés, rumano, macedonio y búlgaro, algo
menos el griego, han desarrollado rasgos lingüísticos comunes
muy especiales, corno el artículo determinado en forma de sufi­
jo, o la pérdida del infinitivo de los verbos, de modo que en lu­
gar de quiero ir dicen quiero que yo vaya. A este tipo de situación
se le llama Sprachbund (algo así corno «unión de lenguas») y exis­
ten casos semejantes en otras partes del mundo: muchas lenguas
indias del noroeste de los Estados Unidos no emparentadas entre
sí, por ejemplo, comparten rasgos que se han ido extendiendo de
unas a otras. Un caso menos llamativo pero no por ello menos
importante es el de la totalidad de las lenguas europeas, sobre
todo occidentales, que cada vez comparten más características
rnorfósindcticas y de vocabulario.
No podernos entrar aquí en más detalles, pero para muestra
basta un botón. Lo principal que conviene recordar es que nadie
ha podido descubrir límites a lo que puede pasar de una lengua
a otra aunque es cierto que los sustantivos que se refieren a ob­
jetos son los que más viajan, y los elementos morfológicos los
que menos.
272
CAPÍTULO 9
¿PARA QUÉ SIRVE. EL LENGUAJE?
Todos los seres humanos tienen lenguaje. Pero ¿para qué sirve?
La primera respuesta que se le ocurre a todo el mundo y que sue­
le ocupar un lugar destacado en todas las introducciones a la lin­
güística es que sirve para la comunicación. No todo el mundo
está de acuerdo, sin embargo. Ya sabernos que hay quien afirma
que el lenguaje simplemente está ahí y que lo usarnos para co­
municarnos pero igual podíamos no emplearlo para nada o utili­
zarlo para cualquier otra cosa; por ejemplo, puede estar ahí sim­
plemente para permitirnos pensar (m~~ exactamente: corno
tenernos lenguaje, somos capaces de pensar).
Pero volvamos a la idea más común: el lenguaje sirve para
comunicarse. Pero ¿qué es comunicación? Y ¿qué se comunica?
Aquí puede haber más dudas, pero una mayoría seguramente
podría decir, utilizando una jerga moderadamente técnica, que
comunicación es «transmitir información de un hablante a un
oyente». A veces se especifica más aún: esa información es funda­
mentalmente de cosas que el oyente desconoce, es «información
nueva» para nuestro interlocutor. Y aquí es donde empiezan los
problemas. Veamos algunos ejemplos de uso del lenguaje.
273
r

¿QUÉ SON LAS LENGUAS?
( 1) Gugu, tata, mi niñito, hola, hola, ríete, anda, lindito
mío.
(2) «Te quiero.» «Ya lo sé.» «¿Tú también me quieres?»
«Claro
que
sí, tonto, lo sabes perfectamente.» «Pero me gusta
oírte lo decir.» «Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero.
¿Contento?» «
1
Ay, Maripili!»
(3) «¿Sabes ese de por qué los semáforos de Lepe están tan
altos?» «Dilo, dilo, que es muy bueno.» «Para que nadie se los
salte.» «
1
]a, ja, ja!»
(4) «Cuéntamelo otra vez, papá.» «Pero si ya te lo he con­
tado tres veces seguidas.» «Cuéntamelo, cuéntamelo.» «Bueno,
pero luego te duermes. Pues esto era una cabrita que iba por
el campo y no tenía nada que comer, y se encontró con un pe­
rrito que le dijo ... »
(5) «¡Qué calor!» «¡Y que lo digas! No se puede respirar. ¡Y
esta humedad!» «Es verdad, si no hiciera tanta humedad se
soportaría mejor.»
Ahora dígame: ¿qué información transmite el lenguaje en es­
tos cinco ejemplos? Ciertamente, el sentido habitual de la pala­
bra «información» no nos sirve en casos como éstos, porque no
se está transmitiendo nada que desconozca nuestro interlocutor.
Y la mayor parte de la comunicación es de este tipo, lo realmente
infrecuente es que proporcionemos «informaciones nuevas», que
digamos algo que nuestros interlocutores no saben. Desgraciada­
mente se hace la siguiente ecuación: lenguaje = comunicación =
información = información nueva de manera que el lenguaje sir­
ve «para informar de cosas que no conocemos». Y en esta forma
no podemos decir que el lenguaje sea comunicación, ni siquiera
que transmita información.
Pero el lenguaje sí es comunicación, incluso transmisión de
información. Pero esto hay que entenderlo en un sentido social,
274
¿PARA QUÉ SIRVE EL LENGUAJE?
no como la información que suele aparecer en los «medios de co­
municación». El lenguaje sirve básicamente para establecer la
cohesión social e interpersonal. Un individuo o un grupo de ellos
establece una relación con otro u otros y el lenguaje es un medio
para hacerlo; uno de los más importantes, desde luego, aunque
no el único. El adulto habla con el bebé para hacer que se sienta
bien, que juegue y así participe en la vida social con los demás.
Los enamorados se hablan de amor para reforzar sus sentimien­
tos y su relación. Contamos chistes en una reunión como un
simple método de mantener la relación entre los asistentes y
crear una atmósfera agradable. Contamos cuentos a los niños (¡el
mismo por enésima vez!) para facilitar el trabajo de su imagina­
ción. Hablamos del tiempo simplemente para evitar el silencio.
Son funciones que se podrían cumplir de otras maneras distin­
tas, sin usar el lenguaje. Pero éste posee una plasticidad que per­
mite utilizarlo en las situaciones más variadas y con los fines más
diversos. Es en consecuencia un medio ideal para la relación so­
cial, para la comunicación entre individuos.
En algunas culturas, estas funciones del lenguaj'e se maximi­
zan. Un personaje fundamental de la cultura samoana es el
tulafole, el «orador», que ocupa una posición privilegiada en la
jerarquía social. Es especialista en el lenguaje, en pronunciar los
discursos que tan destacadísimo lugar ocupan en esa cultura: si
llega un visitante significado habrá que hacer un discurso espe­
cial; también, pero con uno diferente, si se trat<·. de saludar a un
jefe que viene de visita o al rey que acaba de acceder al trono, o a
la nueva maestra de la escuela local. Las situaciones que exigen el
uso del lenguaje y la intervención del tulafole son numerosísimas
y ningún poblado puede pasarse sin él. También las demás per­
sonas se clasifican, entre otras cosas, por su mayor o menor habi­
lidad en el uso del lenguaje, pero del tulafole se espera que hable
bien, no que dé interesantes noticias al agasajado de turno: el
contenido es lo de menos.
Los antiguos escandinavos tenían un tipo de poesía llamada
«escáldica», asociada sobre todo a las cortes principescas. Son
poemas formalmente complicadísimos pero lo que dicen es más
275

¿QUÉ SON LAS LENGUAS?
bien sencillo y banal: «El rey Fulanito mató a siete» se convierte
en 8, 16, 32 o muchos más versos de compleja métrica y de sin­
taxis y vocabulario aún más complicados. Lo que importaba no
era el qué se decía, que era ya conocido por todo el mundo, sino
el cómo se decía: el lenguaje por sí mismo. Pero piense en nues­
tra poesía lírica, donde tampoco se nos informa de nada real­
mente.
En otras culturas, una conversación tiene que comenzar con
cosas poco importantes. Por ejemplo, nos sentamos con un jefe
indio americano y tras un larguísirno rato de silencio empezamos
a hablar del tiempo, de por dónde andan las manadas de bison­
tes y de muchas otras cosas. Sólo entonces entrarnos en el tema.
¿Que le suena exótico y a película del oeste? Veamos. Una de las
dificultades para los comerciantes y empresarios occidentales que
van a Japón es el lenguaje; no tanto expresarse en japonés como
saber «cuándo hay que hablar de qué». Mucho tiempo que a los
occidentales parece perdido, porque se mantiene un (para los oc­
cidentales) pesadísimo silencio, se dedica a conocer al interlocu­
tor y a prepararse para tratar con él (perdón: o ella).
Desgraciadamente para nosotros, las culturas occidentales po­
nen demasiado énfasis en la transmisión de información nueva y
demasiado poco en la comunicación: «El lenguaje está para decir
cosas y no simplemente para charlar». Hay incluso personas que
llevan esto al extremo: «eso ya lo has contado; eso ya lo sé» sirven
normalmente para impedir y frustar la comunicación.
Hubo un experimento muy famoso. Se pidió a estudiantes
(de sociología, porque a ellos se les estaba explicando la etnogra­
fía de la comunicación) que hablaran en sus casas de la manera
más informativa posible, explicando todos los detalles. Los estu­
diantes llegaban a sus casas y decían cosas como ésta:
Vengo de la universidad, donde curso segundo año de sociolo­
gía.
Al bajar del autobús de la línea 17 en
que me desplazo a
casa desde
mi centro de estudios, me encontré con Emiliano
Umpiérrez, a quien conozco desde la infitncia pero a quien
no veía desde mucho tiempo atrás porque se había ido a la
276
¿PARA QUÉ SIRVE EL LENGUAJE?
Legión. Estuvimos charlando sobre las circunstancias de nues­
tra
vida desde
que dejamos de vernos hace cuatro años.
El profesor se vio obligado a redactar certificados para evitar
divorcios, expulsiones del hogar paterno y cosas semejantes.
Los alumnos estaban informando a sus familiares pero no se
estaban comunicando con ellos. De manera que, claramente, in­
formación ;:f:. comunicación .. El lenguaje sirve para la comunica­
ción pero ésta no se limita a la transmisión de información nue­
va. No todo lo que decimos es para instruir a los demás.
Las funciones del lenguaje
Para simplificar, vamos a reducirlas a tres que podemos conside­
rar básicas, aunque hay otras como enseguida veremos: el lengua­
je sirve (se usa):
(1) para mantener las relaciones interpersonales, la identi­
dad y coherencia del grupo, etcétera: la llamaremos función in­
terpersonal;
(2) para comunicar a otras personas informaciones sobre la
realidad, incluida la puramente mental: función comunicativa;
(3) para representar la realidad o, en otros términos, para
organizar coherentemente lo que percibimos, conceptualizamos
e imaginamos: función representativa.
Para Chomsky, la función representativa es la fundamental
del lenguaje, la que caracteriza realmente a éste: nos podemos
comunicar de muchas maneras, con medios visuales, auditivos
no lingüísticos, gestuales, etcétera; las relaciones interpersonales
las podemos mantener también en formas muy variadas: achu­
chones, arnunacos, frotes de nariz, apretones de manos, miradas
compasivas, etc., etc., etc. Pero sin el lenguaje no podemos re­
presentarnos la realidad de forma organizada, y es esa representa­
ción la que, precisamente, nos va a permitir comunicar sobre la
realidad, tomar contactoúnos con otros y demás cosas a las que
sirven las funciones interpersonal y comunicativa.
277

¿QUÉ SON LAS LENGUAS?
La .función representativa
Nuestros sentidos nos permiten acceder a la realidad externa.
Ésta no nos llega íntegra sino tnediada por las características mis­
mas de nuestros órganos de la percepción. El ojo y el oído (del
tacto, el gusto y el olfato sabemos menos) preparan el camino
analizando las ondas lumínicas y sonoras en entidades discretas:
no vemos solamente manchas variadas y en cambio continuo sino
rectas, curvas y movimiento; igualmente, oímos sonidos ya sepa­
rados unos de otros, no nos limitamos a percibir un continuo de
ruidos sin solución de continuidad. Eso nos facilita mucho la
vida, rle manera que podemos apañárnoslas para ir por el mundo
sin chocar con las cosas constantemente.
La habituación permite mayor precisión; por ejemplo, reco­
nocer un depredador o una presa, incluso varios tipos distintos
de depredadores (como los monos vervet de América), distinguir
un terreno de otro, etcétera. Podemos tomar unos términos que
desde luego no usan los formalistas ni casi ningún lingüista: la
percepción primaria nos permite identificar los elementos salien­
tes,
los que por algún motivo destacan del resto. También existe
la percepción de los elementos pregnantes, aquellos que tienen
una significación biológica para el propio organismo. Por ejemplo, una rana percibe un punto pequeño y más o
menos esférico en movimiento sobre un fondo relativamente in­
móvil (ese punto es saliente); lo considera una presa (es pregnan­
te) y se lo come. Si el punto no está en movimiento, aunque se
trate de una mosca sabrosísima, no será pregnante para su limita­
do sistema perceptivo, y la dejará tranquila. Un león reconoce
también muchas cosas en su entorno (saliencia) pero es capaz de
lanzarse a la caza de una gacela aunque ésta no se mueva: la preg­
nancia es mucho más amplia que en las ranas. Y un chimpancé
hace aún más cosas: no sólo distingue unas cosas de otras (salien­
cia) e identifica las que pueden resultade útiles o peligrosas
(pregnancia), sino que el número de seres y objetos dotados de
pregnancia es muchísimo mayor: puede identificar un monito
como una posible presa (pregnancia), esté quieto o en movi-
278
·PARA QUÉ SIRVE EL LENGUAJE?
miento, en una rama baja o en una alta, solo o acompañado;
pero si el mono está en una posición relativamente accesible y
además solo, la pregnancia será mayor aún y el chimpancé, por
decirlo así, sentirá más ganas de cazarlo y comérselo. Pero un
chimpancé también puede considerar pregnante en un momento
determinado un palo que le puede servir de martillo para abrir
nueces. De modo que según subimos por la escala evolutiva los
seres dotados de pregnancia se van haciendo más y más numero­
sos y variados y la pregnancia puede hacerse indirecta: el palo no
es pregnante por sí mismo para el chimpancé, sino por su rela­
ción con el proceso de abrir nueces que conduce a la pregnancia
básica del alimento.
Todo esto es básico, pero el lenguaje permite muchas más co­
sas. Por ejemplo, saber que determinado animal no es simple­
mente un posible depredador, una fuente de peligro, sino que es
un leopardo que no conviene confundir con un león ni una hie­
na, porque sólo el leopardo sabe subirse a las ramas altas de los
árboles. O que tal cosa que vemos y que nos impulsa a subirnos
encima es un árbol, y que árboles son otras muchas~·cosas aunque
no siempre nos animen a la ascensión. O que una cosa es un
palo, distinto de una vara y de una rama.
Más aún: el lenguaje nos permite ver un proceso de la si­
guiente manera: «el niño se subió al árbol aunque su padre se lo
tenía prohibido». Aquí, el lenguaje distingue una serie de ele­
mentos, objetos o individuos, que participan en determinadas
relaciones unos con otros: niño-árbol, padre-niño, etcétera; esas re­
laciones, además, no están simplen1ente amontonadas sino que
tienen un orden, por ejemplo temporal: la frase de antes nos per­
mite saber que la prohibición es anterior a la subida al árbol. Si
decimos «la séptima teja de abajo del lado derecho del tejado del
cobertizo está a punto de caerse», estamos identificando espacial­
mente un objeto muy concreto y lo estamos poniendo en rela­
ción con un suceso que consideramos más que posible en un
tiempo inmediatamente posterior al actual. ¡Nada menos!
El lenguaje, en consecuencia, nos permite organizar la expe­
riencia de una forma en que no puede hacerlo ningún sistema
279

¿QUÉ SON LAS LENGUAS?
perceptivo. Para los formalistas como Chomsky, esto es el len­
guaje, y todo lo demás es secundario. Si hablamos en términos
de saliencias y pregnancias, diremos que el lenguaje permite la
transmisión ilimitada de pregnancias. La frasecita de la teja susti­
tuye de manera lejanísima la pregnancia de una teja cayendo del
tejado y rompiéndonos la cabeza. René Thom, el matemático
francés que tomó estos términos de la biología para aplicarlos al
lenguaje, propone una «ley de reducción de la pregnancia»:
cuanto más alejados estemos del objeto pregnante en sí, menor
será la pregnancia trasmitida. Es obvio: al oír lo de la teja no nos
taparemos la cabeza con las manos ni daremos el salto que moti­
varía seguramente la visión de una teja cayendo justo encima de
nosotros. Pero si la frase está en presente, intentaremos evitar el
accidente aunque no lleguemos a ver la dichosa teja (es decir:
transmite pregnancia).
Lo cierto es que el lenguaje nos permite representarnos la rea­
lidad y, por así decir, manejarla indirectamente; o en otros térmi­
nos: nos permite sustituir las pregnancias de la realidad por otras
que podemos llamar simbólicas. No es de extrañar que ante esta
prueba de la ¿norme capacidad y utilidad del lenguaje (¡nada
menos que representarnos la realidad misma al detalle!) muchos
lingüistas piensen que lo demás es accesorio.
Sin embargo, aunque la función representativa es fundamen­
tal, no es la única. El lenguaje tiene esas tres funciones indisolu­
blemente unidas desde sus orígenes y limitarnos a la que para
muchos pueda resultar la más atractiva, no en último término
porque parece la más fácil de estudiar, no es sino un empobreci­
miento de nuestro estudio del lenguaje.
Las funciones comunicativa e interpersonal
También hay otros que afirman sin dudar que la comunicativa es
la función principal del lenguaje, si no la única: transmitir cosas
de unos a otros. Ya hemos visto cómo usamos el lenguaje mu­
chas veces sin comunicarnos nada. Menos del 30 por ciento del
280
¿PARA QUÉ SIRVE EL LENGUAJE?
tiempo que dedicamos a hablar estamos comunicando en ese
sentido, el 70 por ciento restante lo dedicamos a la función in­
terpersonal. Naturalmente esto cambia según las circunstancias:
un profesor dedica mucho más del 30 por ciento de las horas de
clase a comunicar cosas, un grupo de amigos íntimos puede de­
dicar una reunión casi en su integridad a la pura relación ínter­
personal.
Una diferencia entre estas funciones y la representativa es que
sólo aquéllas precisan de más de una persona; para la representa­
tiva nos bastamos cada uno individualmente. Otra es que el len­
guaje incluye elementos específicos para señalar que se está co­
municando algo o que se establece una relación interpersonal:
«Si no te importa, TE VOY A CONTAR lo que me pasó ayer» y «¿SA­
BES la última ocurrencia del ministro?» indican claramente, con
los elementos indicados en mayúsculas, que se va a producir un
acto de comunicación. «Hola, buenos días, me alegro de verle, ¿qué
tal la fomilia? Hace mucho que no nos veíamos, claro, con esta vida
tan complicada que llevamos todos», o los ejemplos que veíamos al
principio del capitulo, no comunican realmente nada, e intro­
ducciones como los saludos marcan claramente el carácter pura­
mente interpersonal de la conversación; todo en esta frase es es­
tereotipado, forma parte de los hábitos del trato social: y el
lenguaje tiene elementos que lo señalan así claramente.
La función representativa, en cambio, no necesita, en realidad
ni siquiera permite, que el lenguaje señale que está realizando esa
función, otra muestra de que tiene características especiales; aun­
que ser especial no quiere decir ser único ..
Pero ya vimos, al imaginar para qué servía el lenguaje en sus
primeros tiempos, y para qué sirve aún hoy para muchos pue­
blos, que la función comunicativa puede ser secundaria. Para los
indios norteamericanos, por ejemplo:
la expresión, más que la comunicación, suele ser de la máxima im­
portancia. En los Yeibichai de los navajos, por ejemplo, los cantantes
salmodian en el lenguaje extraño y urgente de los espíritus de las
montañas, un lenguaje ininteligible a los mortales. Aunque carece
281

¿QUÉ SON LAS LENGUAS?
de todo significado, en el sentido habitual de la palabra, esa salmo­
dia es profundamente conmovedora y, sin duda alguna, poderosa.
En este sentido, también el silencio es poderoso. Es la dimensión en
la que hallan su lugar adecuado los sucesos ordinarios y extraordina­
rios. (N. Scott Momaday, «The Native Voice», p. 7. En Elliot,
Emory (ed.). Columbia Literary History of the United States, Nueva-
York, Columbia University Press, 1988.) .
Otras funciones, otros usos (incluyendo el literario)
Pero el lenguaje sirve también para otras cosas; veamos algunas,
sin pretensiones de exhaustividad.
(1) El lenguaje sirve para conseguir que otras personas ha­
gan cosas: ¡De .frente, ar! ¡Ep, o, ep, aro, i! ¡Media vuelta, ar! ¡Ep, o,
ep, aro, i! Y un grupo de individuos camina de manera extraña.
Sirva la sopa, Ernestina, y los platos se llenan como por ensalmo.
Hace un calor horrible, con la ventana tan cerrada, y una buena
persona se levanta de su silla y abre la ventana. Dorar los ajos,
añadir luego el sapo entero y .freírlo hasta que quede bien oscuro; aña­
dir la harina, los rábanos picantes, dos o tres higaditos de merluza,
medio litro de caldo y un vaso de Cointreau; cocer a foego lento tres
horas y servir
muy caliente, y el cubo de la basura se llena de una
masa repugnante.
(2) El lenguaje sirve para hacer cosas. Declaro inaugurado
este congreso y el congreso ha comenzado; Te prometo
que te paga­
ré el mes que viene y he adquirido un compromiso. Un caso espe­
cial es la magia, en la que el lenguaje sirve para hacer cosas direc­
tamente (aunque creo que, por regla general, no funciona).
(3) El lenguaje sirve para hacer literatura. Para la mayoría
de los lingüistas actuales, lo literario queda demasiado alejado de
lo lingüístico como para poder decir algo con un mínimo de sen­
tido, de modo que tendrá que bastar con lo siguiente:
Existe evidentemente una función que suele llamarse estética.
No está nada clara, prueba de ello es que no somos capaces de
decidir de forma general qué es literatura y qué no. Se han hecho
experimentos: se toma un prospecto de alguna medicina, se rees-
282
¿PARA QUÉ SIRVE EL LENGUAJE?
cribe separándolo en «versos», por ejemplo siguiendo los signos
de puntuación; se presenta a estudiantes de filología diciéndoles
que tienen que identificar la época y la escuela literaria a la que
pertenece el poema y apuntar algún posible autor; si quieren,
pueden añadir un análisis y una interpretación. Y no tienen ma­
yor problema en hacerlo, seguramente incluso coincidirán mu­
chos alumnos en sus respuestas. Si presentamos algo como litera­
tura lo veremos como tal por muy extraño que sea, de modo que
la clasificación previa como literario es responsable en buena par­
te de la valoración como producto estético. Es un experimento
que simplemente muestra la relatividad de lo literario, cosa que
sabe todo el mundo más o menos, y la imposibilidad de estable­
cer límites precisos.
Formalmente somos incapaces de distinguir lo que es literatu­
ra de lo que no lo es. Un ejemplo: en un manual de literatura in­
glesa medieval se comenta un poemita en el que un señor recla­
ma la propiedad de unas tierras en bonita forma métrica, con
aliteración y todo eso. Pero lo más probable es que se trate de
una simple fórmula destinada a su uso en un juicio para reclamar
la devolución de unas tierras usurpadas. Cuando el derecho no
está escrito se suele basar en fórmulas fijas que deben repetirse
exactamente, sin ningún cambio, y para ello suelen tener una es­
tructura métrica que las haga más fáciles de recordar: un sistema
mnemotécnico muy frecuente. ¿Es literatura? Para el autor del
manual sí, lo ve como un alegato personal. Para el que esto escri­
be, difícilmente se puede considerar tal cosa, como tampoco
aquello de Barbara, Celarent, Darii, Ferio que nos servía para
aprender de memoria los distintos tipos de silogismo en la lógica
aristotélica.
¿Qué es formalmente literario? ¿Verso? No. ¿Metro? Tampo­
co. ¿Rima? Menos. ¿Que se narre una historia? Hay literatura
que no cuenta historias y muchas historias no son literatura.
Busquemos por donde busquemos, nunca encontraremos crite­
rios formales que nos digan que algo es literario. Tenemos que li­
mitarnos a un lugar concreto en una época determinada, y aun
así resulta extraordinariamente difícil. Y es que lo literario es un
283

¿QUÉ SON LAS LENGUAS?
fenómeno social, cultural, como otros muchos, y sociedad y cul­
tura varían de un sitio a otro y de una época a otra. El canon li~
terario occidental no es hoy el mismo que hace cien años, ni cin­
cuenta, y dentro del «mundo occidental» no todo el mundo
acepta el mismo aunque pueda existir indudablemente un acuer­
do parcial.
Pero si el lenguaje no transmite en sí mismo su carácter de li­
terario o no literario, el lingüista no puede hacer nada; la lingüís­
tica como tal no trata de la literatura más que en condiciones y
aspectos muy concretos: por ejemplo, podemos intentar definir
un estilo y otras cosas semejantes. Pero en lo que a este capítulo
se refiere, nos quedaremos en que existe algo que podemos lla­
mar «función estética» del lenguaje, sea lo que sea.
Hay otra cuestión en la que no voy a entrar: si estas tres fun­
ciones que acabamos de ver pueden integrarse en alguna de las
tres principales, o cómo se relacionan con ellas. Quizá podrían
formar parte de la interpersonal, pero prefiero dejar el tema para
otra ocasión.
284
CAPÍTULO 10
LA VIDA DE LAS LENGUAS Y SU VARIEDAD
La lengua se parece bastante a un organismo vivo: nace, crece,
puede reproducirse y muere. Pero hay también muchas diferen­
Cias.
Cómo nacen
Que las lenguas nacen está claro: antes del español no había es­
pañol sino otra lengua distinta, el latín; ésta se reprodujo y tuvo
una progenie bastante numerosa: portugués, gallego, castellano,
catalán, gascón, aragonés, bable, provenzal, francés, italiano, sar­
do, siciliano, rumano, romanche ... El castellano también se ha
reproducido aunque sus hijos no son del todo naturales (son
criollos): papiamento, chabacano, palenquero (en Cartagena de
Indias, Colombia).
Pero es imposible decir cuándo nace una lengua; excepto en
los criollos en los que podemos ver el proceso a lo largo de una o
dos generaciones, en las demás no puede existir fecha de naci­
miento, no ya día, mes y año, sino incluso uno o varios siglos.
Algunos dicen que el castellano nace el año tal del siglo décimo
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