Primer boceto de la torre presentado el 6 de junio de 1884 porMaurice
Koechlin y Émile Nouguier (izquierda) y proyecto revisado por Stephen
Sauvestres y presentado a competición en 1887.
En junio de 1884, dos ingenieros de la empresa Eiffel,Maurice
Koechlin y Émile Nouguier, jefe de la oficina de proyectos y el jefe de la
oficina de métodos, respectivamente, estudian el proyecto de una torre
metálica de 300 metros. Esperan poder hacer de ella el centro de atención de
la Exposición de 1889.
El 6 de junio exactamente, Maurice Koechlin realiza el primer croquis del
edificio. El dibujo representa una torre de 300 metros de altura, donde las
cuatro caras curvas están unidas por plataformas cada 50 metros hasta llegar
a la cumbre. Gustave Eiffel dice no estar interesado en el proyecto, sin
embargo, les concede a los diseñadores la autorización para proseguir con el
estudio. Stephen Sauvestre, arquitecto en jefe de la empresa Eiffel es llamado
para colaborar en el proyecto y vuelve a dibujar completamente el edificio
para darle otra envergadura: añade un pesado pie de mampostería y une la
torre hasta el primer piso mediante arcos, reduce el número de plataformas
de cinco a dos, hace del diseño de la torre algo parecido a un faro, entre otros
cambios.
Esta nueva versión del proyecto, embellecida con barniz decorativo, es
presentada de nuevo a Gustave Eiffel, que en esta ocasión, se muestra
entusiasta con el proyecto; hasta tal punto que deposita, el 18 de
septiembre de 1884, en su nombre y los de Koechlin y Nouguier, una patente
para «una nueva disposición que permita la construcción de pilas y torres de
metal con una altura superior a 300 metros». Poco tiempo después compra
los derechos de Koechlin y Nouguier, para obtener los derechos exclusivos
sobre la futura torre que, por lo pronto, lleva su nombre.
El genio de Gustavo Eiffel no reside en la concepción del monumento, sino
en la energía que gastó en hacer conocer su proyecto a los gobernantes, a los
responsables y al público en general, para poder construir la torre; y, cuando
lo logró, en la inversión para hacerlo, que ante los ojos de todos, seguía siendo
un simple desafío arquitectónico y técnico o un objeto puramente estético (o
antiestético según otros). También financió con sus propios fondos algunos
experimentos científicos llevados a cabo en o desde la torre Eiffel, los cuales
permitieron perpetuarla.