soviético. Además, en 1929 surgió una crisis económica mundial, que afectó a la mayoría de las economías
liberales, como EUA, Inglaterra y Francia.
Las ideas del partido nacional socialista de Hitler, o nazi, llevaron a Alemania a la invasión de Austria,
Checoslovaquia, Polonia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda y Francia. En dos años (1939-1941),
Alemania controlaba la mayor parte de Europa. Hitler intentó derrotar a Inglaterra, pero únicamente
consiguió debilitarla. Además, intentó invadir Rusia, aunque sólo consiguió sitiarlo. Un año más tarde, en
1942, Japón se unió a Alemania e Italia y logró ocupar China, Filipinas, Indochina y bombardeó territorio de
EUA, país que apoyaba económicamente a Inglaterra, Francia y Rusia. En consecuencia, EUA entró a la
guerra, sorprendiendo al mundo con su avance tecnológico, industrial y militar, superior al de cualquier
nación europea. Entre 1942 y 1944, Alemania e Italia fueron derrotadas. Finalmente, EUA en 1945 decide
lanzar dos bombas atómicas sobre territorio japonés, con el fin de demostrar su poderío militar y económico.
El saldo final de la Segunda Guerra Mundial fue terrible: 40 millones de muertos. Además, Europa quedó
devastada y sólo quedaron dos potencias en el mundo: EUA y Rusia. Después de la guerra, entre 1945 y
1991, EUA y la Unión Soviética (URSS) pelearon entre sí, pues ambos sistemas económicos eran opuestos;
uno capitalista y otro, socialista. El enfrentamiento de las superpotencias se dio en el Tercer Mundo. EUA
dominaba a los países latinoamericanos, otorgó créditos y un ambicioso plan de ayuda para la
reconstrucción de Europa, países que pronto pasaron a ser de su esfera de dominio. Por su parte, Rusia
controlaba el este de Europa, el este de Asia y su gran territorio, desde San Petersburgo hasta Siberia.
En los años cincuenta, Europa y Japón resurgieron como potencias, que al manejar el modelo económico
capitalista, estaban del lado de EUA. Los enfrentamientos entre estadunidenses y soviéticos se vivieron en
la Guerra de Corea, Vietnam y el Medio Oriente. Sin embargo, en la década de los setenta, la URSS entró
en una profunda crisis política, económica y social. El crecimiento económico disminuyó, el desarrollo de la
industria se atrasó con respecto a la tecnología de las democracias liberales y por último, la dureza del
régimen soviético generó un descontento popular en todos sus territorios. De tal suerte, para la década de
los ochenta, la URSS estaba destinada a perecer. Por lo tanto, Gorbachov, líder soviético, promovió una
serie de reformas de restructuración política y económica, que llevarían a Rusia hacia una transición
económica al liberalismo. Finalmente, en 1989 cayó el muro de Berlín, que dividía a Alemania en un
extremo capitalista y otro socialista y en 1991, se desintegraría la URSS.
Por último, a partir de la década de los noventa, la victoria de las democracias liberales sobre la URSS se
ha extendido a otros territorios en los que la democracia liberal no se ha consolidado del todo, como los
países africanos, latinoamericanos y asiáticos. De tal suerte, las últimas décadas de nuestro tiempo se han
caracterizado por una división entre el Primer Mundo y el Tercer Mundo.
3.2. La educación en el siglo XX
Para principios del siglo XIX, los principios de la nueva escuela, llamada activa, ya se habían consolidado
como el ideal de la educación. Después de la Primera Guerra Mundial, en 1919 se formularon una serie de
puntos sobre las características de la nueva escuela, que se convertiría en el ideal de la educación en
Occidente. De acuerdo con estos ideales, “la nueva escuela es un laboratorio de pedagogía activa, un
internado situado en el campo, donde la coeducación de los sexos ha dado resultados intelectuales y
morales incomparables. Ésta organiza trabajos manuales, de ebanistería, agricultura, ganadería, y junto a
trabajos obligatorios ofrece otros trabajos libres”.
Como puede verse, existe una diferencia abismal entre la educación egipcia o grecolatina y los ideales de la
educación del siglo XX. Para principios de dicho siglo, la educación se proponía desarrollar las habilidades
de los estudiantes, en vez de intentar “vaciar” los conocimientos en las mentes aparentemente en blanco de
los estudiantes. Sin embargo, aún existía un abismo entre el ideal educativo y la verdadera práctica, pues
esta mantenía en la mayoría de las escuelas una educación rígida, autoritaria, memorizante y tradicional.
En cuanto a los castigos corporales, que desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII se concebía como una
práctica normal, cotidiana y deseable de la educación, para el siglo XX se consideraba un grave error. “Las
sanciones positivas (recompensas) consisten en pretextos de acrecimiento de las facultades creativas; las
sanciones negativas (castigos) se dirigen a poner al niño en condiciones de alcanzar el fin considerado
bueno. La emulación tiene lugar sobre todo en la confrontación entre trabajo presente y trabajo pasado del
mismo niño. La escuela debe ser un ambiente de belleza, donde la música colectiva ejerce una influencia
purificadora”.
En cuanto a los países socialistas, el ideal educativo era el mismo, a pesar de las diferencias en el sistema
político y económico. El propio Lenin sostenía que era necesario “hacer nuestro todo lo que ya se ha