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que ver conmigo, porque es otro, irrumpe y molesta, genera en mí una
perturbación y voy a hacer todo lo posible para que no moleste. Lo voy a
disolver, lo voy a constituir en lo que yo necesite para estar tranquilo, lo voy a
minimizar, lo voy a "aggiornar"; pero igualmente, aunque haga todo lo que
quiera, pretenda y suponga que va a funcionar, hay un otro y, en el momento
menos esperado, el otro irrumpe, está ahí. Justo cuando estoy mordiendo el
sándwich, el otro golpea y pide, solicita, reclama. Justo cuando estoy viendo el
final de la película, el otro golpea la puerta, me pide. Justo cuando estoy
leyendo tranquilo el último libro de filosofía contemporánea en el subte B, el
otro viene, interrumpe, me tira la estampita justo donde dice la palabra
"facticidad" y no me la deja leer. ¿No podías esperar a que termine de entender
el concepto heideggeriano antes de pedirme la limosna? No; el otro no se
comporta como yo quiero, el otro invade. El otro no es porque excede al ser y al
no-ser, cuestiona la lógica binaria del ser o no ser. El otro excede todo lo
posible, el otro es lo imposible ¿Puedo acceder al otro? ¿Cómo hago si todo el
tiempo estoy proyectando mi mismidad en el otro, si no puedo salirme
completamente de mí mismo para acceder a él? Cuando lo miro, lo miro con
mis ojos, cuando lo toco, lo toco con mis manos, cuando lo pienso, lo pienso
con mis categorías. Cuando lo toco, lo miro, lo pienso, lo "desotro" porque lo
incorporo a mí. Incorporo, lo hago mi cuerpo, "corpore". Está in-corpore. Y me
siento bárbaro, porque logro comprender al otro aunque el costo es enorme: su
exterminio, su disolución. Hay violencia, la peor de las violencias, la violencia
que disuelve al otro en nombre de la comprensión, en nombre de la
racionalidad, incluso en el nombre de la democracia. Hay un otro.
¿Puedo acceder a él o le exijo todo el tiempo que se desotre para sobrevivir?
Hay un problema que puedo manifestar así: para poder vincularme con el otro,
el otro tiene que dejar parte de su otredad porque, en el vínculo, tiene que
aceptar mis reglas. Si yo me vinculo con el otro, impongo las reglas del vínculo.
Entonces, si hay vínculo con el otro, ya no hay otro. No me vinculo con él en su
diferencia, en su singularidad, en lo que no tiene ver conmigo, porque ya tiene