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Mano. Con la mano pedimos, prometemos, llamamos, despedimos, amenazamos, rogamos,
suplicamos, denegamos, rehusamos, interrogamos, admiramos, contamos, confesamos, nos
arrepentimos, expresamos temor, expresamos verg üenza, expresamos duda, instruimos,
ordenamos, unimos, alentamos, juramos, testificamos, acusamos, condenamos, absolvemos,
insultamos, despreciamos, desafiamos, desde ñamos, halagamos, aplaudimos, bendecimos,
rebajamos, ridiculizamos, reconciliamos, recomendamos, exaltamos, regalamos, alegramos,
complacemos, afligimos, desanimamos, consolamos, exclamamos, indicamos silencio; y ¿qué es
lo que no hacemos con la mano, con una variedad y una multiplicidad que es equiparable a la
lengua? Michael De Montaigne
Nuestros ojos aguardan, esperan. Hay buenas razones para ello; el aguardar es m
ás que mirar; el
aguardar es mirar constantemente, con paciencia y sumisi ón, sometiendo nuestros afectos, deseos
y voluntades a la voluntad de Dios; esto es aguardar. Richard Holdsworth
Vers. 3. Porque estamos muy hartos de menosprecio. Un poco de desprecio se puede soportar,
pero ahora ya est án hartos y cansados del mismo. ¿Nos maravillamos de la triple mención de
misericordia cuando estaba este gran mal en ascenso? No hay nada que m ás hiera, duela o se
encone que el desd én. Cuando nuestros compañeros nos menosprecian, tenemos demasiada
tendencia a menospreciarnos nosotros mismos y las consolaciones preparadas para nosotros.
¡Oh, si pudiéramos ser llenos de comunión, y entonces el desprecio no nos afectaría en nada, y
no como ahora, que parece vinagre! C. H. S.
Los hombres del mundo consideran a los peregrinos que van al Templo y su religi
ón con una
sonrisa de desd én, asombrados de que aquellos que tenían necesidad de ocuparse tanto de su vida
presente, fueran tan d ébiles que se preocuparan de doctrinas y sentimientos sobre un Dios
invisible y una eternidad desconocida; y esta prueba la encuentran dif ícil de soportar. Robert
Nisbet
Vers. 4. Saturada est
á nuestra alma del escarnio de los que no carecen de nada. Estos se hallan en
la abundancia; su conciencia est á amortiguada, y por ello pueden burlarse de la santidad ; no
necesitan nada, y no tienen que trabajar; no tienen preocupaciones que resolver, porque su
engreimiento carece de l ímites.
Y del menosprecio de los soberbios. El orgullo es despreciable. El orgullo de los grandes de la
tierra es muchas veces agrio de modo especial; algunos, como un conocido hombre de Estado,
son «maestros en burlas, sarcasmos y desprecio», y nunca parecen hallarse tan a sus anchas
como cuando un siervo del Se ñor es la víctima de su veneno. Es fácil escribir sobre este tema,
pero el ser seleccionado como objetivo del desprecio es otra cosa. Hay grandes corazones que
han sido quebrantados y esp íritus valerosos que se han marchitado a causa del maldito poder de
la falsedad y el horrible tiz ón del desprecio.
Para consolarnos podemos recordar que nuestro Se
ñor divino fue despreciado y rechazado por
los hombres; con todo, no ces ó en su servicio perfecto hasta que, exaltado, fue a la morada
celestial. Llevemos nuestra parte de este mal, que todav ía está vivo bajo el sol, y creamos
firmemente que el menosprecio de los imp íos será cambiado en honor nuestro en el mundo