en la Península se diluyó y aparecieron nuevos reinos de Taifas que solicitaron su ayuda para
combatir tanto a los últimos reductos de poder almorávide como a los cristianos. La llegada de
los almohades a la península supuso la nueva unificación de Al-Ándalus, esta vez bajo su yugo.
En la cima de su poder, consiguieron derrotar a los castellanos en Alarcos (1195). Pero esta
derrota concienció a los cristianos de la necesidad de unirse para combatir a los almohades. La
victoria cristiana en Navas de Tolosa (1212), abrió el camino hacia el valle del Guadalquivir y
propició una rápida expansión cristiana durante la primera mitad del S.XIII. Tras ella el
territorio musulmán quedó reducido al reino nazarí de Granada, que perviviría hasta 1492.
2.3 LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL
En la cúspide del edificio político se situaba el emir o el califa (líder político, militar y
religioso). Por debajo de su figura se encontraba el hachib (primer ministro) y los distintos
visires (con la función de ministros). Los cadíes se encargan de impartir justicia, siendo los
walíes los gobernadores de las distintas provincias.
En cuanto a la organización social, se advierten varias clases: la nobiliaria de origen árabe
(situados en los puestos de mayor poder y terratenientes) y los bereberes y muladíes
(cristianos convertidos al Islam, como comerciantes, artesanos y agricultores). Con leyes
especiales encontramos a judíos y mozárabes (tolerados sus cultos pero con una carga mayor
de impuestos), así como a los esclavos. Dentro de estos últimos destacan los eslavos de
origen del norte de Europa, muchos de ellos eunucos, que llegaron a acumular gran poder
durante el X y XI.
Económicamente Al-Andalus se basó en una productiva agricultura (olivo, vid,
cereales...) a la añadieron muchas técnicas de regadío (acequias, norias, canats...) y
nuevos productos (arroz, cítricos, algodón). Junto a ella floreció la artesanía
(damasquinados, cordobanes, papel, seda...) y un activo comercio por toda la cuenca
mediterránea (desde el puerto de Almería) apoyado en una moneda fuerte: dirham
(plata) y dinar (oro).
2.4 EL LEGADO CULTURAL
Al-Ándalus - y la ciudad de Córdoba en particular- llegó a ser el principal foco cultural de
Occidente. Esto fue posible gracias a la prosperidad económica, a la riqueza del sincretismo
islámico - que fundió en su seno tradiciones culturales diversas: clásicas, bizantinas, árabes,
persas, orientales-, a la relativa tolerancia y, sobre todo, al apoyo de los gobernantes, que
fomentaron las ciencias y las artes como símbolos de prestigio y poder.
El mayor esplendor cultural se dio durante el Califato, especialmente durante el reinado de
Al-Hakam II (961-976). Éste atrajo hasta su corte a numerosos sabios y poetas, reunió una
fabulosa biblioteca y promocionó importantes proyectos arquitectónicos. Esta política de
prestigio continuó durante los Reinos Taifas, siendo la corte de Al-Muqtadir en Zaragoza el
ejemplo más destacado.
Al-Ándalus mantuvo contactos con los más importantes centros culturales del Islam (Damasco,
Qairuán, Bagdad…) y sirvió de puente entre el mundo islámico y el cristiano.
En cuanto a la producción cultural cabe destacar, en el ámbito de las letras, la obra de poetas
como Ibn Hazam o Ibn Zaydún, la adaptación de la filosofía clásica de Platón y Aristóteles
llevada a cabo por Avenpacé o Averroes, o los escritos místicos de Ibn Arabí, así como las
aportaciones de miembros de la comunidad hebrea andalusí como Avicebrón o Maimónides.
En cuanto a las ciencias tuvieron especial desarrollo las matemáticas –álgebra, trigonometría,
introducción de la numeración india- cultivadas por figuras como al Machrikí; la astronomía,
en la que Azarquiel elaboró las Tablas Toledanas e inventó la azafea (antecedente del