Epopeyas orientales

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About This Presentation

Trabajo realizado por elumnos de 2º ESO


Slide Content

Epopeyas indias
Epopeyas Mesopotámicas

Mahabharata
Ramayana
Gilgamesh
INTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓN
Epopeya es igual a épica es igual a épica
Las primeras narraciones son las Las primeras narraciones son las
epopeyas orientales. epopeyas orientales. La epopeya se La epopeya se
caracteriza por el predominio de la fantasía caracteriza por el predominio de la fantasía
y lo maravilloso. Es un poema narrativo y lo maravilloso. Es un poema narrativo
extenso, de acción bélica y personajes extenso, de acción bélica y personajes
heroicos o de suma importancia.heroicos o de suma importancia.

CARACTERÍSTICAS DE LAS EPOPEYAS ORIENTALES:
El espacio de acción es vasto, cubre muchas naciones o el universo.
Invocación preliminar a la Musa.
Uso de epítetos.
Inclusión de largas enumeraciones.
Presencia destacada de discursos largos y formales.
Intervención en los asuntos humanos de los dioses.
Presencia de héroes que encarnan valores de una nación, civilización o cultura.
El héroe puede formar parte de un ciclo épico de varias epopeyas y se enfrenta a
varios adversarios, regresando significativamente transformado de esos
enfrentamientos.

VOCABULARIO
Bélico: guerrero
Musa: eran las diosas inspiradoras
Epíteto: Adjetivo o participio cuyo fin principal no es determinar o
especificar el nombre, sino caracterizarlo. Ejemplo: la blanca nieve.
Ramayana (c. siglo III a. C.) es un texto épico escrito por Valmiki. La
batalla entre el rey dios Rama y el demoníaco rey de Lanka. Forma
parte de los textos sagrados smriti (textos no revelados directamente
por Dios, sino transmitidos por la tradición).
Mahābhārata: (Literalmente: Mahā "Gran", bhārata "Guerra") (la gran
narración de la guerra de los Bharatas) es la gran epopeya mitológica
de la India
Gilgamesh: es una narración de la Mesopotamia de origen sumerio,
considerada como la narración escrita más antigua de la historia. Trata
sobre las aventuras del rey Gilgamesh y su amigo Enkidu.

Ramayana
Gilgamesh
Mahabharata

“Gilgamesh, ¿por qué vagas de un lado para otro?
La Vida que persigues no la encontrarás jamás.
Cuando los dioses crearon la Humanidad,
asignaron la muerte para esa Humanidad,
pero ellos retuvieron entre sus manos la Vida.
En cuanto a ti, Gilgamesh, llena tu vientre,
vive alegre día y noche,
que tus vestidos sean inmaculados,
lávate la cabeza, báñate,
atiende al niño que te tome de la mano,
deleita a tu mujer, abrazada contra ti.
¡Tal es el destino de la Humanidad!”

El rey de Hastinapura tuvo dos hijos : el mayor llamado Dhritarâshtra, ciego de
nacimiento, el menor llamado Pându.
Según las leyes de India, quedaba excluido de la sucesión a la corona en beneficio de su
hermano menor todo príncipe ciego, lisiado, mudo, tartamudo, sordo o de complexión
endeble y enfermiza que le impidiera ejercer la regia autoridad, aunque tenía derecho al
sustento de por vida.
En consecuencia, a la muerte del padre ocupó el trono el hermano menor Pându.
La ceguera no fue obstáculo para que Dhritarâshtra se casara y tuviera nada menos que
cien hijos, mientras que el rey Pandu sólo tuvo cinco.
Murió Pându en plena hombría, y como no quedaba otro heredero directo que
Dhritarâshtra, ocupó el trono de los Kurus a pesar de su ceguera, y educó con sus cien
hijos a los cinco de Pându.
Al llegar los príncipes a la edad conveniente los puso el rey al cuidado de un sacerdote
guerrero llamado Drona, quien los educó en el arte militar y en todas las ciencias
necesarias a los príncipes.
Terminada la educación, colocó Dhritarâshtra a Yudhishthira, hijo mayor de Pându, en
el trono de su padre; pero las austeras virtudes de Yudhishthira y el valor y devoción de sus
otros cuatro hermanos despertaron la envidia en el ánimo de los hijos del rey ciego,
y a instigación de Duryodhana, el mayor de ellos, persuadieron a los cinco hermanos
Pândavas para que fueran a Vâranâvata, con pretexto de un festival religioso que allí se
celebraba.
Había mandado Duryodhana construir un palacio hecho de cáñamo, resma, laca y otras
materias inflamables, donde los acomodó el astuto príncipe con intento de prenderle
fuego

El fragmento siguiente se refiere a la treta de que se vale un rey, cuyas tierras están
secas, para atraer a un joven anacoreta que, se supone, puede hacer llover. El rey le
envía una cortesana, quien deberá engañar al ermitaño y atraerlo hasta las tierras del
monarca.
Después que la cortesana hubo empleado durante algún tiempo todos los recursos que
podían impresionar los sentidos de aquel joven, se marchó con el pretexto de que debía
atender al mandamiento del fuego perpetuo; pero al partir le dirigió miradas lánguidas.
Desde que la joven hubo desaparecido, Rishyasringra, embriagado de amor, quedó
como si hubiera perdido la razón. Un momento después, apareció su padre Vibandaka.
Se aproximó a su hijo, a quien le dijo: «No eres ahora quien antes eras: tus
pensamientos están lejos de aquí, tu alma te ha abandonado ¿Qué te ha sucedido?
¿Quién ha estado aquí?» Rishyasringra le respondió: «Ha venido una joven Brahmán,
muy inteligente. Sus ojos negros tienen una extremada ternura; su olor es dulce y
exquisito. Partió, y mi alma le ha seguido. Su presencia ha quemado mi cuerpo y su
imagen revolotea constantemente a mi alrededor.»

Temerarios como el que desafía al tigre en su guarida, el que despoja el hijo de corta
edad a su madre y el que interrumpe al sabio en su profunda meditación. Los sesenta
mil descendientes del rey Sagara, que, encontraron la muerte, como las aguas
tumultuosas llenan los valles después de la estación de las lluvias, poblaban la tierra, y
en su ingente número no se asemejaban a una familia de hermanos, sino a un terrible
ejército.
Los sesenta mil príncipes, hijos todos de un mismo padre, con el ruido de sus trompas
de caza atronaban las selvas. Temblaban las montañas, las fieras se dispersaban, y
los piadosos ascetas que viven solitarios en el bosque se ocultaban en las cuevas
profundas. Las cacerías de los príncipes sagaritas se asemejaban a una guerra
asoladora. Ellos solos hubiesen podido tomar una ciudad populosa; todos ellos,
guerreros de estirpe regia, profusamente adornados, manejando el arco y la jabalina, se
movían uniformemente por propio impulso como bandas de patos salvajes. No temían
el desierto ni el país extraño, pues todo lo poblaban con su número aterrador. Nada
resistía a su ímpetu.
Uno solo, de entre todos los hombres que presenciaban, asustados, el avance de los
hijos de Sagara, permanecía indiferente, sin dejarse avasallar por el temor. Era el sabio
Kapila. Su mente estaba sumergida en las brumas de la meditación o se elevaba de
pronto hasta las más altas verdades. Sus oídos permanecían insensibles y su vista no
se fijaba en las cosas de la tierra. Arrebatado en la soledad, habitaba en la alta cumbre
de una montaña que dominaba la extensa llanura del noreste, y asistía, sin inmutarse,
al griterío de los sesenta mil guerreros que se agitaban como hormigas a sus pie