Él sabía el efecto negativo que podría generarle a la moral de sus hombres si los
abandonaba, así que se quedó con ellos. Por consiguiente, cuando las fuerzas aliadas en
Singapur se rindieron ante los japoneses en febrero de 1942, Toosey se convirtió en
prisionero junto con sus hombres.
Pronto Toosey se encontró en un campo para prisioneros de guerra en Tamarkan,
cerca de un río principal llamado Kwae Yai. Como era el oficial de mayor experiencia,
estaba al mando de los prisioneros de los aliados. Su asignación por parte de los
japoneses era que construyeran puentes que cruzaran el río, primero con madera, y
después con acero y concreto. (La novela y la película El puente sobre el río Kwai
fueron basadas en los acontecimientos que ocurrieron en ese campamento, pero Toosey
no se parecía en nada al personaje del coronel Nicholson en la película.)
La primera vez que fue confrontado con las órdenes de los captores japoneses, Toosey
quería negarse. Después de todo, la Convención de La Haya de 1907, la cual los
japoneses ratificaron, prohibía a los prisioneros de guerra que fueran presionados a hacer
trabajos para ayudar a sus enemigos en tareas relacionadas a la guerra. Pero Toosey
también sabía que su negación traería como resultado represalias, las cuales describió
como «inmediatas, físicas y severas».
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El biógrafo Peter N. Davies observó: «En efecto,
Toosey pronto se dio cuenta de que en realidad no tenía opción en esa situación y
comprendió que la pregunta esencial no era si las tropas podrían desempeñar las tareas
con mayor presión, sino cuántos iban a morir en el proceso».
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Toosey decidió pedirles a los prisioneros que cooperaran con los captores, sin
embargo a diario arriesgaba su vida por defender a sus hombres y por discutir por
aumentos en las raciones, horas normales de trabajo y un día de descanso por semana. Su
diligencia tuvo sus frutos, aunque después dijo: «Si usted tomara la responsabilidad que
yo tomé, aumentaría su sufrimiento en gran medida».
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Sufrió palizas con regularidad y
se le obligó a permanecer parado en posición de firme bajo el sol por doce horas y, sin
embargo, su persistencia tediosa hizo que los japoneses mejoraran las condiciones para
los prisioneros aliados. Y, sorprendentemente, durante los diez meses de trabajo sobre el
puente, sólo nueve prisioneros murieron.
Más tarde, como comandante de un hospital de campamento para prisioneros de
guerra, Toosey fue reconocido por hacer todo lo posible por aportar al bienestar de sus
hombres, incluyendo hacer excursionismo para encontrarse personalmente con cada
grupo de prisioneros que arribaba al campamento, incluso en la oscuridad de la noche.
Trabajaba con el mercado negro con el fin de obtener medicina, comida y otros
suministros, a pesar de que si lo detectaban podría significar una muerte segura. Insistía
en responsabilizarse por una radio ilegal, si es que los japoneses la llegaban a encontrar.
Cuando la guerra terminó, la primera preocupación de Toosey fue encontrar a los
hombres de su regimiento. Viajó cuatrocientos ochenta kilómetros para reunirse con
ellos y asegurarse de que estuvieran a salvo.
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