Jung y el tarot de Sallie Nichols

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About This Presentation

En esta obra la autora trabaja el tarot con base en su experiencia en la teoría de C. G. Jung. Los temas del inconsciente colectivo y los arquetipos son importantes para el trabajo con las cartas.


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SALLIE NICHOLS

Jung y el Tarot

Un viaje arquetipico
Prólogo de Enrique Eskenazi

He aquí un libro innovador que ofrece una detallada y pene-
trante interpretación del Tarot en términos de psicología junguia-
na. A través de la analogía con las humanidades, la mitología y las
artes visuales, Sallie Nichols ayuda a que cada lector experimente
de forma única y personal las intrigantes imágenes del Tarot. Con-
siderando los arcanos mayores como un mapa que describe el via-
je hacia la autorrealización, la autora nos ofrece diversas técnicas
para utilizar las cartas y adquirir concienciamiento práctico en el
camino.

Russell A. Lockhart, reconocido analista junguiano, ha co-
mentado sobre el libro: «Dos grandes tradiciones se casan en esta
obra: el Tarot mágico ¢ incontrolable y la psicología arquetípica
de Jung. Esta boda, tan esperada como debida, ha sido posible no
sólo por la habilidad y sabiduría de S. Nichols, sino también por su
amor y cuidado por las imágenes del Tarot. El resultado es un so-
berbio y significativo volumen que servirá de alimento a las men-
tes más críticas. Todo lector que sienta interés o fascinación con el
poder de la imagen sobre la psique encontrará en Jung y el Tarot
justamente eso: un viaje al reino donde la imagen, la psique y el
alma encuentran su fuente y su meta».

Sallie Nichols estudió en el C. G. Jung Institute de Zürich,
mientras Jung estaba todavía al frente, y profundizó en la psicolo-
gía arquetipica. Desde entonces ha enseñado, principalmente en
elC. G. Jung Institute de Los Angeles, simbolismo del Tarot.

Colección PSICOLOGÍA ll Il
és 5

Editorial K 788472 4519

Sallie Nichols

JUNG Y EL TAROT

Un viaje arquetipico

Prólogo de Enrique Eskenazi

Introducción de Laurens van der Post

editorial Kairós

Numancia, 117-121
08029 Barcelona

‘Thulo original: JUNG AND TAROT
“Traducción: Pilar Basté

© 1980 by Sallie Nichols
© de la edición española:
1988 by Editorial Kairós, S.A.

Primera edición: Marzo 1989
Décima edición: Enero 2008

ISBN-10: 84-7245-191-7
ISBN-13: 978-84-7245-191-9
Dep. Legal: B-1.296/2008

Impresión y encuademación: Indie. Flavia, 81-87. 08013 Barcelona

Todos ls derechos rosados. No et perms la produc total pri de ct lino,
il resoplació en un ema infec, la ram po medi

co, pr forceps, pr reps por os méd, Salvo de reves exacts a efectos de es
sin ri previa y por oso del eto el roicao del copyright.

A Culver Nichols

AGRADECIMIENTOS

Mi agradecimiento a los siguientes amigos que me ayudaron a em-
prender este Viaje y sin cuyo consejo y aliento nuestro barco nun-
‘ca hubiera llegado a puerto: Janet Dallett, Rhoda Head, Ferne
Jensen, James Kirsch, Rita Knipe, Claire Oksner, Win Sternlicht,
William Walcott y Lore Zeller.

PROLOGO

Los inquietantes naipes que integran el Tarot han sido objeto
de diversos enfoques: el más frecuente los considera como un ar-
tefacto adivinatorio; el más inquietante los reconoce como pági-
nas del legendario «libro de Thot», dios de la sabiduría, contador
de estrellas, inventor de la escritura, maestro de las palabras de
poder y de su correcta pronunciación. La primera tendencia ha
producido una lamentable literatura consistente en manuales pla-
gados de recetas para leer la ventura; la segunda abunda en confu-
sas especulaciones «esotéricas» que casi siempre encubren ideolo-
gfas discutibles. El presente libro no incurre en ninguna de estas
vulgaridades sin, no obstante, renunciar a ambos enfoques.

Quienes ven en el Tarot el «libro de Thot», que no es otro que
Hermes Trismegisto, personificación del discurso divino, recurren
a una metáfora que expresa la convicción de que sus símbolos son
portadores de conocimiento. La cosa se complica cuando se trata
de determinar en qué consiste tal conocimiento: rosacruces, afi-
cionados a la cábala, tedsofos y ocultistas de diversas tendencias
presintieron en esta baraja un posible modelo del universo. No me
refiero a un modelo «intelectual», que propende a una explica-
ción, sino más bien a una construcción «simbólica» que apunta a
una toma de conciencia. En este sentido «conocer» no implica dis-
poner de una teoría o de un conjunto de informaciones, sino ante
todo «devenir consciente» y así transfigurar la existencia. Sallie Ni-
chols apuesta por esta concepción, sin tener que asumir los riesgos
de una metafísica: el modelo que descubre en el Tarot no es otro
que el despliegue mismo de la vida anímica. Y para ello apela a un
lenguaje hermosamente diseñado a tal fin: la psicología de Jung

Puede afirmarse un poco en broma que Jung no era tanto un
psicólogo preocupado por temas del ocultismo —conocidas son
‘sus obras sobre alquimia, gnosticismo, teología, etc.— sino más
bien un ocultista disfrazado de psicólogo. Con ello se alude al

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Jung y el Tarot

hecho de que su pensamiento reformula una visión muy antigua
—«perenne»— a través de un lenguaje contemporáneo; él mismo.
sostenía que la verdad eterna necesita del lenguaje humano, que
varía con el espíritu de la época. Y una de las tesis fundamentales
de Jung es que en el alma hay un proceso autónomo, independien-
te de las circunstancias, que aspira a una meta, al que denominó
«proceso de individuación». Así, nos encontraríamos con dos su-
jetos de la existencia: por una parte el sujeto consciente, el «yo»
‘més o menos diurno, y por la otra el sujeto integral de tal proceso
autónomo, con el cual el «yo» puede cooperar o luchar y al que
habitualmente desconoce. À este segundo sujeto Jung lo llamó «si
mismo». Esta concisa exposición, errónea por su misma brev
dad, destaca un factor dramático en el desarrollo de la existe:
El pensamiento de Jung es la explicitacién y aproximación a este
drama íntimo que, si bien compromete a la faceta consciente de la
personalidad, acaece en gran parte más allá de sus fronteras, en
esa región misteriosa llamada «el inconsciente». Es por ello que el
proceso de individuación no se expresa por conceptos —que ata-
en a la consciencia— sino por símbolos, que abarcan tanto la
consciencia como el inconsciente.

Sallie Nichols, utilizando el lenguaje de Jung, adivina en el
despliegue del Tarot una especie de mapa de este viaje interior en
el cual todos nos hallamos embarcados. El mismo Jung considera-
ba que su pensamiento reformulaba la problemática que tanto ob-
sesionó a los alquimistas: el libro de Nichols, al recurrir a Jung, no
deja de vincularse así con Hermes Trismegisto, patrono de la al-
quimia. Y si, como bien señaló Bachelard: «con su escala de sim-
bolos, la alquimia es un memento para un orden de meditaciones
intimas», el Tarot se revela como un ordenamiento simbólico sor-
prendentemente adecuado para tan amorosa meditación.

¿Y qué hay de la adivinación? Si por tal entendemos no tanto
la predicción de acontecimientos como la comprensión del desti-
no, entonces la adivinación no consiste sino en la revelación del
proceso alquímico. En efecto, ya Heráclito afirmó en el siglo V a.
de C. que «el carácter (ethos) es, para los hombres, su destino
(daimon)». Presiento aquí la misma convicción que llevó a inscri-
bir en la entrada al oracular templo de Apolo en Delfos la máxi-

: «Conócete a ti mismo». El «ethos» es el genio configurador

Prólogo

del destino. Conocer el propio destino implica reconocer la propia
indole. La psicología entera de Jung aparece como la dilucidación
de este aserto. Porque si en la existencia nos hallamos comprome-
tidos en un proceso anímico autónomo que tiende a una meta, ésta
constituirá nuestro destino. Y los acontecimientos, que no son sino
las situaciones a través de las cuales discurre nuestro viaje, sólo
devienen transparentes una vez comprometidos como tales. Las
imágenes del Tarot no significan personas, cosas o acontecimien-
tos, sino que proyectan a las personas, cosas y acontecimientos
dentro del contexto de la ineludible odisea anímica.

De ahí que pueda afirmarse que, cuando se consulta el Tarot,
no son las cartas lo que hay que leer: lo que debe leerse es la pro-
pia vida. Los símbolos no se resuelven en situaciones, sino que su-
gieren el significado de las mismas. Por ello recogen lo que hay de
más inmediato en la experiencia básica, que es siempre nosotros
mismos, nuestras pasiones sordas, nuestros deseos inconscientes,
para destilarlo en comprensión, esto es, en consciencia. En este
sentido, el libro de Sallie Nichols abarca la faz adivinatoria del Ta-
rot, que es corolario de su vertiente meditativ

Medio de autoconocimiento, de descubrimiento del «ethos»,
el Tarot es, por lo mismo, un medio de adivinación: reconocimien-
to del «daimon» que orienta el viaje del que somos, a menudo sin
sospecharlo, punto de partida, transcurso y meta. Nichols abarca
ambas dimensiones con elocuente brillantez. Si su claridad y su
lenguaje coloquial son de agradecer, no lo es menos su enfoque, el
cual, eludiendo las exageraciones y las supersticiones que amena-
zan a toda aproximación al Tarot, nos ayuda a conocer la riqueza
de sus simbolos y, con ello, a conocernos a nosotros mismos.

Enrique Eskenazi
Barcelona, 1988

INTRODUCCION

Una de las principales fuentes de dificultad que existe en com-
prender la naturaleza y magnitud de la contribución que Jung
aportó a la vida de nuestro tiempo, se debe a que tanto sus segui
dores como sus discípulos creen que el interés principal se halla en
lo que llamó el «inconsciente colectivo» en el hombre. Es verdad
que fue el primero en descubrir y explorar el inconsciente colecti-
vo, y darle una importancia y un significado verdaderamente ac-
tuales. Pero, en última instancia, no fue el misterio de este incons-
ciente universal en la mente del hombre, sino un misterio mucho
mayor, lo que obsesionaba a su espíritu y le condujo hacia esta in-
vestigación, y esto era el misterio de la consciencia y su relación
con el gran inconsciente.

No es sorprendente, pues, que fuera él el primero en estable-
‘cer la existencia de la mayor y más significativa de todas las para-
dojas: el consciente y el inconsciente existen en un estado de pro-
funda interdependencia y el bienestar de uno es imposible sin el
bienestar del otro. Si alguna vez la concxión entre estos dos gran-
des estados del ser se debilita o se desequilibra, el hombre enferma
y su vida pierde significado. También, si se interrumpe el flujo de
un estado a otro, el espíritu humano y la vida en la tierra caen en el
caos y en la negra noche. Por lo tanto, para Jung la consciencia no
es, como por ejemplo para los positivistas lógicos de nuestro tiem-
Po, meramente un estado racional e intelectual de alma y del espi-
No es algo que dependa solamente de la capacidad de articu-
lación del hombre como sostienen algunas escuelas de filosofía
moderna, hasta el extremo de pretender que lo que no se puede
articular verbal y racionalmente, carece de significado y no merece
ser expresado. Por el contrario, demostró empíricamente que la
consciencia no es sólo un proceso racional y que el hombre moder-
no precisamente está enfermo y desprovisto de sentido, debido a
que desde hace siglos, desde el Renacimiento, ha perseguido cada

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Jung y el Tarot

vez més un desarrollo equivocado, bajo el supuesto de que la cons-
ciencia y los poderes de la razón son una y la misma cosa. Y cual-
quiera que crea que esto es una exageración, que considere el
«Pienso, luego existo» de Descartes y podrá identificar inmediata-
mente el caos que esto provocó en Europa, conduciéndola hasta la
Revolución Francesa, cómo inició una monstruosa primavera en
la Rusia soviética y promovió la sumisión del espíritu creativo del
hombre en lo que una vez fueron las ciudadelas del significado de
la vida, a saber: las iglesias, los templos, las universidades y las es-
cuelas de todo el mundo.

De su trabajo entre los así llamados «enfermos» y los cientos
de «neuróticos» que acudían a él, Jung obtuvo pruebas de que la
mayoría de estos desórdenes mentales los causaba un estrecha-
miento de la consciencia, y que cuanto más estrecha es y más ra-
cionalmente enfocada está la consciencia del hombre, mayor es el
peligro de oponer entre sf a las fuerzas universales del inconscien-
te colectivo, hasta el punto de que se levanten, por así decirlo, en
rebelión, e invadan los últimos vestigios de una consciencia tan
dolorosamente adquirida por el ser humano. La respuesta para él
era clara: sólo trabajando continuamente en el incremento de su
consciencia hallaba el hombre su mayor significado, así como la
realización de sus valores más altos. Jung estableció, volviendo a
su paradoja original, que la consciencia es el más profundo sueño
del inconsciente y que tan atrás como uno pueda llegar siguiendo
la huella del espíritu del hombre, allá donde se desvanece en el úl-
timo horizonte del mito y de la leyenda, el hombre ha luchado in-
‘cesantemente para adquirir una consciencia cada vez más amplia,
a la que él prefirió llamar «darse cuenta» (awareness). Este darse
‘cuenta, para él tanto como para mí, incluía todo tipo de formas de
percepción irracionales, tanto más preciosas en cuanto que son los
puentes que unen la inagotable riqueza de significado aún desco-
nocido del inconsciente colectivo, siempre dispuestas a aportar los
refuerzos que amplíen y confirmen el conocimiento del hombre
comprometido en una campaña sin fin contra las exigencias de la
vida en el aqu y el ahora.

ta es, quizá, una de sus más importantes contribuciones para
una nueva y mayor comprensión de la naturaleza de la conscien-
cia; solamente podía ampliarse y renovarse a medida que la vida

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Introducción

pidiera dicha renovación y ampliación; mateniendo sus líneas irra-
cionales de comunicación con el inconsciente colectivo. Por eso
tuvo en gran consideración todas las formas irracionales con que
el hombre había tratado de explorar los misterios de la vida y había
estimulado el conocimiento consciente del universo en expansión
a su alrededor hacia nuevas áreas de conocimiento y de vida. Esto
explica el interés que demostró, por ejemplo, por la astrología y el
significado del Tarot. Ñ

Reconoció, como en muchos otros juegos y artes primordial
de adivinación de lo oculto y del futuro, que el Tarot tenía su ori
gen y raíz en profundos modelos del inconsciente colectivo con ac-
ceso a potenciales de consciencia incrementada y que únicamente
se adquirfan cotejando estos modelos.

Este reconocimiento fue otro de estos puentes irracionales que
permitieron llevar día y noche, a través de la aparente escisión en-
tre consciente e inconsciente, lo que debiera ser una corriente cre-
ciente de tráfico entre la oscuridad y la luz.

Sallie Nichols, en su profunda investigación sobre el Tarot y en
su acertada exégesis del mismo como modelo de un intento autén-
tico de ampliación de las posibilidades de la percepción humana,
ha realizado un inmenso servicio a la psicología analítica, que
necesariamente ha descrito de una forma super-simplificada. Su
libro nos enriquece y nos ayuda a comprender las enormes respon-
sabilidades que la consciencia nos impone.

Además, en su libro ha hecho algo que la gente que dice cono-
cer la gran obra de Jung a menudo no consigue. Jung, como perso-
na profundamente intuitiva que era, se vio impulsado por su vi-
sión demonfaca a no detenerse en ningún aspecto particular de su
visión. Se requería todo lo que él tenía de razón y el método de un
dedicado científico, como él lo era, para conseguir la voluntad ne-
cesaria que le permitiera permanecer el tiempo suficiente en un
estadio particular de su obra, a fin de establecer empíricamente su
validez. Una vez hecho esto, tuvo que, por así decirlo, desmontar
‘su carpa intelectual y enviar la caravana mental hacia el siguiente
estadio de su viaje sin fin... Su espíritu, como era inevitable en una
época tan peligrosa como la nuestra (un alma intuitiva le exhorta-
ba), se sentía desesperadamente apresurado, Como resultado,
casi todo lo que trabajó requiere ampliación y Sallie Nichols, en

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Jung y el Tarot

este libro, ha prestado un inmenso servicio a la psicología junguia-
a y a todos los que intentan servirla por la manera en que ha am-
pliado nuestro conocimiento del rol de una importante fuente de
consciencia irracional. Además lo ha hecho de una manera nada
árida y académica, sino como un acto de conocimiento que se de-
riva de su propia experiencia del Tarot y de sus luces extrañamen-
te trasparentes. Como resultado de todo ello, su libro no sólo vive,
sino que infunde vida a quienes se ponen en contacto con él.

Laurens van der Post

1. INTRODUCCIÓN AL TAROT

El Tarot es un mazo de cartas de origen desconocido. Se le su-
pone una edad aproximada de seis siglos y es el antecesor directo
de nuestra baraja moderna. A través de las generaciones, estas fi-
guras han disfrutado de muchas encarnaciones. Un testimonio de
su vitalidad es que, a pesar de que hoy en día juguemos con las car-
tas que son sus hijas, el mazo paterno no se ha retirado todavia.
En Europa central esta baraja se usa normalmente tanto para ju-
gar como para practicar la adivinación. Hace pocos años que en
‘América se ha cobrado conciencia de su interés, ya que, como las
confusas imágenes que aparecen en nuestros sueños, los persona-
jes del Tarot llaman constantemente nuestra atención. Cuando
esto sucede, significa generalmente que hay aspectos de nuestra
personalidad que quieren ser reconocidos. Sin duda alguna, los
personajes del Tarot irrumpen en nuestra vida (al igual que lo
hacen los personajes de nuestros sueños) para traernos mensajes
de gran importancia pero al hombre moderno, embarcado como
está en una cultura de la palabra, le es difícil interpretar el lengua-
je no verbal de estas imágenes. En los siguientes capítulos explo-
raremos juntos las vías de aproximación a estas misteriosas figuras
en busca de chispas de luz que nos permitan entender su signifi-
cado.

El viaje a través de las cartas del Tarot, es básicamente un
viaje a nuestra propia profundidad. Cualquier cosa que encon-
tremos en este viaje es, en el fondo, un aspecto de nuestro más
profundo yo. Dado que el origen de estas cartas data de un tiem-
po en el que lo misterioso y lo irracional eran más reales que hoy,
nos servirán de puente para llevarnos en busca de la sabiduría an-
cestral que todavía se halla en nuestro más profundo yo. Una sa-
biduría muy necesaria en la actualidad, tanto para resolver nues-
tros problemas personales como para encontrar respuestas creati-
vas a preguntas universales que nos conciernen a todos.

v

Jung y el Tarot

‘Como las barajas modernas, el Tarot se compone de cuatro palos
que contienen diez cartas numeradas: bastos, copas, espadas y oros,
de las que proceden las picas, corazones, tréboles y diamantes de la
baraja francesa o internacional. En la baraja del Tarot, cada palo tie-
ne cuatro figuras: Rey, Dama, Sota y Caballero. Este último, un jo-
ven, montado en un corcel, ha desaparecido de la baraja francesa,
aunque no de la española, en la cual ha desaparecido la Dama.

El grabado que ilustra la página siguiente pertenece a una ba-
raja de transición austríaca, esto es, un diseño intermedio entre el
Tarot original y nuestra baraja moderna, Se puede ver un joven
caballero y nos llama la atención que, aunque sigue montado, su
emblema ha cambiado de oros a diamantes sin que él se apeara del
caballo.

Esta carta es el símbolo de la rectitud de intención, de la corte-
sía y del coraje, y su desaparición en la baraja internacional puede
indicar quizá la escasez de estos valores en nuestra psicología ac-
tual. El Caballero es importante, ya que necesitaremos su valor y
su espíritu inquisitivo si queremos tener éxito en este viaje.

Igualmente significativa y misteriosa es la desaparición en nues-
tras barajas de los Triunfos o Arcanos Mayores, serie de veintidós
figuras que no pertenecen a ninguno de los palos anteriormente
tados. Cada una tiene un nombre intrigante: El Mago, El Empe-
rador, El Enamorado, La Justicia, El Colgado, La Luna, etc... y
también están numeradas. Puestas en secuencia, estos Triunfos
parecen relatarnos algo. El objetivo de este libro será examinar las
veintidós cartas y descifrar lo que nos sugieren.

Al igual que el Mutus Liber alquimista (que aparecerá más tar-
de), los Triunfos pueden verse como una historia muda de las expe-
riencias que sc encuentran en el camino de la autorrcalización. La
razón de cómo y por qué este tema se encarnó en lo que era y es
esencialmente un juego, es algo que intriga desde siglos a los estu-
diosos de las cartas. Sólo uno de los Triunfos ha perdurado hasta
nuestras cartas modernas: el Comodín o Joker. Este sujeto que tie-
ne una vida tan variada en cada baraja, es el descendiente directo
del Triunfo del Tarot llamado El Loco, a quien conoceremos pronto.

Existen muchas y diversas teorías sobre el origen de este Loco
y de sus veintiún compañeros. Algunos creen que estas cartas son
los estadios secretos de algún ritual iniciático egipcio; otros man-

18

Introducción al Tarot

1 Rey de diamantes

tienen, y quizá con más probabilidad, que su origen esté en Occi-
dente. De esta opinión son, entre otros, A. E. Waite y Heinrich
immer, quienes creen que fueron concebidos por los albigenses,
una secta gnóstica que floreció en Provenza durante el siglo XT.
Se cree que probablemente se introdujeron entre las cartas vulga-
res para comunicar ideas heréticas no acordes con la Iglesia esta-
blecida. El escritor contemporáneo Paul Huson piensa que origi-

19

Jung y el Tarot

nalmente era un signo mnemotécnico para la nigromancia y la
brujería. Gertrude Moakley sostiene la ingeniosa idea de que los
“Arcanos Mayores tienen un origen esotérico y son solamente adap-
taciones de las ilustraciones del libro de sonetos que Petrarca com-
puso para Laura; este libro se llamó / Trionfi, que se traduce por
«los triunfos» o por «los engaños».

En los sonetos de Petrarca, cada uno de los personajes alegóri-
cos lucha y triunfa sobre el anterior. Éste tema, muy popular du-
rante el Renacimiento italiano, fue el argumento de muchas pintu-
ras de la época. Estas figuras también se dramatizaron en proce-
siones que desfilaban por los castillos y pueblos en carretones
acompañados por insignes caballeros. Estos carruseles son el ori-
gen de nuestros tiovivos y circos actuales, donde los niños juegan a
caballeros montados en un maravilloso corcel, mientras los abue-
los pueden hacerlo en un cómodo carro dorado.

La figura 2 nos presenta el número 7 del Tarot, El Carro, en
una baraja del siglo XV diseñada por el artista Bonifacio Bembo
para la familia Sforza de Milán. Estas elegantes cartas pueden
contemplarse hoy en la Biblioteca Pierpont Morgan de Nueva York.
Sobre un fondo dorado aparece un carro de plata tirado por dos
hermosos corceles. Cabe resaltar que estos coches triunfales son
todavía parte importante de los festivales italianos y los corceles
perduran en los caballitos de nuestros tiovivos.

De hecho se sabe poco de la historia del Tarot o del origen y
evolución de su denominación y el simbolismo de los veintidós
Triunfos. Las innumerables hipótesis, visiones y revisiones no ha-
cen otra cosa que confirmar una vez más su inmenso poder para
activar la imaginación humana. Para el propósito de muestro estu-
dio, importa poco si se originaron por el amor a Dios de los albi-
genses o por la pasión de Petrarca por Laura; lo esencial de su
importancia para nosotros es una emoción humana auténtica y
transformadora. Parece ser que estas viejas cartas estaban inspira-
das en la profundidad de la experiencia humana y en el nivel más
profundo de la psique. A este nivel se dirige su discurso.

Dado que el propósito de este libro es el de aprender a usar
las cartas del Tarot para contactar con este nivel de la psique, he-
mos escogido, para hacerlo, el Tarot más antiguo de los conoci-
dos, el de Marsella. Dado que los juegos de cartas son perecede-

20

Introducción al Tarot

Fig.2 ElCarro (Tarot Sforza)

21

Jung y el Tarot

ros, el Tarot «original» ya no existe y los pocos remanentes de
antiguas barajas que se guardan en museos no se corresponden
con las actuales. Ningún Tarot contemporáneo puede por lo tan-
to considerarse auténtico. Sin embargo, la versión del Tarot de
Marsella conserva, en general, el sentimiento y estilo de algu-
nos de los diseños más antiguos. Hay otras razones para escoger
el Tarot de Marsella; en primer lugar, el dibujo trasciende lo
personal, no hay evidencia de que fuese creado por un indivi-
duo, como lo son la mayoría de nuestras barajas contempord-
neas; en segundo lugar, y otra vez a diferencia de la mayoría de
Tarots modernos, nos llega sin libro de instrucciones, simple-
mente nos ofrece una historia en dibujos, una canción sin pala-
bras que nos ronda como un viejo estribillo, evocando recuer-
dos enterrados.

No sucede así con las barajas modernas de Tarot, muchas de
las cuales han sido pintadas por personas o grupos conocidos y
suelen ir acompañadas por un libro de instrucciones en el que el
autor trata de mostrarnos con palabras lo que no hayamos captado
en las imágenes. Éste es el caso de los Tarots de A. E, Waite, Aleis-
ter Crowley, «Zain» y Paul Foster Case.

Aunque estos textos suelen presentarse como una aclaración
de los símbolos de las cartas, su efecto real supera el de un libro
ilustrado. Parece como si las cartas del Tarot fueran concebidas a
modo de ilustración para ciertos coneeptos verbales, en vez de
mostrar cómo irrumpieron espontáneamente las cartas primero y
el texto se inspiró en ellas después. En consecuencia, los persona-
jes y dibujos de estas cartas parecen más alegóricos que simbóli-
cos; el dibujo aparece como ilustración de conceptos verbalizados
más que como sentimientos sugerentes e interiorizaciones (insights)
que están más allá de las palabras.

La diferencia entre una baraja de Tarot a la que acompaña un
texto y el Tarot de Marsella es sutil; pero es importante para nues-
tra aproximación al Tarot. A nuestro modo de ver, es la misma di
ferencia que existe entre leer un libro ilustrado y pasear por una
galería de arte. Ambas son experiencias llenas de valor, pero de
un efecto muy distinto; mientras el libro ilustrado estimula nues-
tro intelecto y nuestra capacidad de empatía conectändonos con
los sentimientos y modos de ver de otro, el paseo por la galería de

2

Introducción al Tarot

arte estimula nuestra imaginación forzando nuestra creatividad
para ampliar nuestra comprensión.

Otra dificultad que presentaría el estudio con otra baraja es
que a algunas de ellas se les han añadido extraños símbolos presta-
dos de otros sistemas, lo que supone una correspondencia exacta
entre los Triunfos y otras teorías teológicas y filosóficas. Por ejem-
plo, en algunas barajas cada carta tiene asignada una letra del alfa-
beto hebreo, con la intención de conectar simbólicamente cada
“Arcano con uno de los veintidós senderos del Arbol de la Vida ca-
balístico. Y sin embargo no existe consenso acerca de qué letras
hebreas pertenecen a cada Arcano. También se han añadido sim-
bolos rosacruces, alquímicos y astrológicos. El nivel de conclusión
reinante puede verse si contrastamos las ideas de Case, «Zain»,
Papus y Hall.

‘Como todo el material simbólico deriva de un nivel de expe-
riencia común a toda la humanidad, es verdad que se pueden re-
lacionar algunos de los símbolos del Tarot con otros de sistemas
distintos. Pero eso que yace en lo más profundo de la pisque y
que C. G. Jung llamó el «inconsciente» es, como su nombre
ca, no-consciente. Las imágenes no derivan de muestro ordenado
intelecto sino más bien a pesar de él, ya que se nos presentan de
una manera carente de lógica.

Todo sistema filosófico es tan sólo un intento de crear un or-
den lógico para calmar el caos que procede del inconsciente, un
intento de sistematizar las experiencias de este mundo no verbal.
Es un enrejado, superpuesto si se prefiere, con el que pretende-
mos entender las crudas experiencias de nuestra más profunda
naturaleza. Todos estos sistemas son útiles y, en este sentido,
cada uno de ellos es «verdadero», pero único. Considerados de
uno en uno, nos ofrecen la posibilidad de encasillar experiencias
psíquicas, pero superponer los enrejados simplemente distorsio-
naria sus simetrías y su utilidad. Además de colaborar en la con-
fusión, perderíamos nuestra indagación en los Arcanos, y no pre-
tendemos en este libro correlacionar el simbolismo del Tarot con
el de otras disciplinas. Vamos a ceñir nuestro estudio a los Arca-
os tal y como aparecen en el Tarot de Marsella y solamente ha-
remos mención de otras ideas si su estudio va a enriquecer nues-
tro entendimiento. Como lo hizo Jung, empezaremos por an:

23

Jung y el Tarot

logía, dejando siempre el significado del simbolismo libre e ilimi-
tado.

Para definir el ámbito de un símbolo, Jung siempre señaló la
diferencia existente entre un símbolo y un signo. Decía que un sig-
no denota un objeto específico o una idea que se puede traducir en
palabras (una cruz roja denota un puesto de auxilio o farmacia,
una humareda, la existencia de fuego). Por el contrario, un simbo-
lo no puede ser presentado de ninguna otra manera y su significa-
do trasciende lo meramente dibujado; por ejemplo, la Esfinge, la
Cruz.

Los dibujos de las cartas del Tarot cuentan una historia simb6-
lica, Como nuestros sueños, nos llegan desde más allá del nivel de
la consciencia y están lejos de ser comprendidos por nuestra intel
gencia. Parece apropiado, pues, colocarnos ante estas cartas como

i se tratara de algo que se nos hubiera aparecido en sueños y nos
hablara de un país lejano y habitado por desconocidos. Con los
sueños, las asociaciones personales son de valor limitado. Pode-
mos conectar mejor con su significado a través de la analogía con
mitos, cuentos de hadas, pinturas, hechos históricos o cualquier
tro motivo similar que evoque grupos de sentimientos, intuicio-
nes, pensamientos o sensaciones.

Dado que los símbolos mostrados en el Tarot son omnipresen-
tes y perennes, la utilidad de esta amplificación no va a quedar
confinada en este libro. Las figuras del Tarot están siempre pre-
sentes, de diversas maneras, en nuestras vidas. Por la noche apare-
cen en nuestros sueños para dejarnos perplejos y asombrados. Du-
rante el día nos inspiran acciones creativas o nos hacen jugarretas
‘con nuestros planes lógicos. Espero que los materiales presenta-
dos aquí nos ayuden a conectar con nuestros sueños, no sólo con
aquellos que se nos presentan por la noche, sino con aquellos sue-
ños y deseos que nos acompañan durante la vigilia

Fig.3 Mapa del viaje

Note: Un Mapa del Viaje en color aparece al final de este libro.

2. MAPA DEL VIAJE

Antes de empezar un viaje, es una buena idea tener un mapa.
La figura 3 es este mapa. Nos muestra el terreno que vamos a re-
correr en este libro. Aparecen representados los veintidós Arca-
nos del Tarot de Marsella que, como ya indiqué anteriormente, se
basa en alguno de los dibujos más antiguos que han sobrevivido.
La forma en que se encuentran distribuidas las cartas en este mapa
nos da una perspectiva preliminar del tipo de experiencias que po-
demos esperar en el camino.

La mejor manera de llegar al significado personal de estas car-
tas para cada uno de nosotros, es observarlas directamente, como
lo haríamos con los cuadros de una galería de arte. Como las pin-
turas, estos Triunfos son cada uno de ellos portadores de proyec-
ciones, lo que significa simplemente que son cebos para cazar a la
imaginación. Hablando psicológicamente, proyección es un pro-
ceso inconsciente y autónomo por el cual vemos en primer lugar
en la persona, objeto o sucesos de nuestro alrededor, esas tenden-
cias, características, potencias y deficiencias que realmente nos
pertenecen. Poblamos el mundo exterior con todas las hadas, bru-
jas, princesas, demonios y héroes del drama enterrado en nuestra
propia profundidad.

Proyectar nuestro mundo interior hacia afuera es algo que ha-
cemos sin querer; simplemente es la manera de funcionar de la
psique. De hecho, proyectamos tan continua e inconscientemente
que no solemos enterarnos de lo que está sucediendo. Sin embar-
go, estas proyecciones son herramientas útiles para adquirir auto-
conocimiento. Por el hecho de ver las imágenes que lanzamos al
exterior, como los reflejos de un espejo de muestra realidad inte-
rior, llegamos a conocernos a nosotros mismos.

En nuestro viaje a través de los Arcanos del Tarot, usaremos
las cartas como soporte de proyecciones. Para esto son ideales, ya
que representan simbólicamente aquellas fuerzas instintivas que

27

Jung y el Tarot

operan de forma autónoma en la profundidad de la psique huma-
na y a las que Jung llamó arquetipos. Estos arquetipos funcionan
en la psique de la misma manera que los instintos en el cuerpo.
Así, como un recién nacido sano llega con el instinto de chupar o
espantarse ante un ruido desconocido, así su psique también
muestra unas tendencias heredadas cuyos efectos pueden ser
igualmente observados. Por supuesto que no podemos ver estas
fuerzas arquetípicas, lo mismo que no podemos ver los instintos,
pero los experimentamos en nuestros sueños, visiones y pensa-
mientos, en los que aparecen como imágenes.

“Aunque la forma específica de estas imágenes puede variar de
una cultura o persona a otra, su carácter esencial es sin embargo
universal, Gentes de todas las edades y culturas han soñado, he-
cho historias y cantado acerca del arquetipo del Padre, de la Ma-
dre, del Héroe, del Amante, del Loco, del Mago, del Diablo, del
Salvador y del Sabio. Dado que los Arcanos del Tarot representan
a todas estas imágenes arquetipicas, echemos una ojeada rápida a
algunos de ellos tal y como aparecen en nuestro mapa. Al hacerlo,
podremos empezar a familiarizarnos con las cartas y demostrar
cuán poderosamente actúan estos símbolos en todos nosotros.

En nuestro mapa, los Arcanos, desde el número uno hasta el
veintiuno, están dispuestos en secuencias de tres filas horizontales
de siete cartas cada una. El Loco, cuyo número es cero, no tiene
posición fija. Se pasea por encima mirando hacia abajo a las otras
cartas. Dado que no tiene casilla, El Loco es libre de espiar a to-
dos los otros tipos y puede irrumpir inesperadamente en nuestras
vidas con el resultado de que, a pesar de toda intención conscien-
te, acabamos actuando como locos.

Este Vagabundo arquetípico, con su fardo y su báculo, es muy
visible en nuestra cultura actual. Pero, siendo un producto de
nuestra cultura mecanizada, prefiere cabalgar a caminar. Pode-
mos verlo en su versión actual con barba y saco de dormir en los
arcenes de las carreteras, sonriendo mientras nos hace un gesto
con el pulgar en el sentido de nuestra marcha. Y si este carácter
representa un aspecto insconsciente de nosotros mismos, nos sen-
tiremos inclinados a reaccionar emocionalmente hacia él, de una
manera u otra. Algunos se sentirán al instante obligados a parar
y a dejar subir a este autostopista recordando que ellos en su ju-

28

Mapa del viaje

ventud disfrutaron también de un período de descuidado deambu-
lar antes de asentarse y adoptar una forma estable de vida, Otros,
que jamás en la vida hicieron el loco durante su juventud, acoge-
rán al vagabundo ya que representa un aspecto de la vida no expe-
rimentado por ellos y hacia el cual se sienten atraídos inconscien-
temente.

Puede suceder también que otro manifieste una reacción nega-
tiva hacia este sujeto y reacccione instantánea y violentamente, y
que de repente se encuentre virtualmente temblando de cólera.
En este caso, el conductor presionará con rabia el acelerador a
fondo, apretando los dientes y huirá literalmente de este inocente
mirón murmurando imprecaciones sobre su «aspecto desaliñado».
Lo que le gustaría es tomar por la mano a ese «joven loco», cortar-
le el pelo y darle un buen baño, un afeitado y colocarle en la sema-
na de cuarenta horas, «donde debiera estar». «Tal irresponsabil
dad me enferma» murmurará... De hecho su hostilidad hacia este
sujeto es tan arrolladora que puede llegar a sentirse mal. Cuando
llegue a su casa se encontrará exhausto e inexplicablemente triste.
Pero, al día siguiente, cuando la obsesiva visión haya sido barrida
(si lo es), se abrirá dentro de él un espacio para la pregunta: ¿Por
qué no podría vagabundear ese sujeto a su placer sile gusta? ¿qué
daño hace? Pero el «daño» al observador ya se le ha hecho. La
simple visión de este compadre ha abierto una lata llena de gusa-
nos. Y éstos salen saltando y retorciéndose como una docena de
preguntas, cada una pidiendo una respuesta. ¿A qué se parecería
vivir como ese sujeto? ¿Qué sería mi vida si tirara a la basura mi
despertador, mis pertenencias y me pasara toda la primavera y el
verano paseando bajo los cielos azules, etc...?

Como no hay manera de volver a meter esos gusanos en la lata,
nuestro conductor se encontrará inmovilizado en casa, tratando
de dar respuesta a todas estas preguntas y soñando sueños imposi-
bles. Quizá, con suerte, consiga llevar a término alguno de estos
sueños. Cosas muy extrañas pueden pasar cuando uno se enfrenta
con un arquetipo.

Las reacciones hacia el Loco pueden ser tan diversas y variadas
como las personalidades y experiencias de la vida de aquellos que
lo enfrenten. Lo cierto es que el contacto con un arquetipo evo-
ca siempre una reacción emotiva de algún tipo. Explorando estas

29

Jung y el Tarot

reacciones inconscientes podremos descubrir al arquetipo que nos
está manipulado, liberarnos de él y de alguna manera de su coac-
ción. Así, la próxima vez que nos enfrentemos a esta figura arque-
tipica en la vida exterior, la respuesta no será necesariamente tan
irracional y automática como la descrita anteriormente.

En el ejemplo anterior, la perturbación emocional que la vi-
sión de «el loco» ocasionó y el autoexamen consiguiente puede no
haber conducido a ningún cambio radical en el estilo de vida de la
persona en cuestión. Después de considerar seriamente otras po-
sibilidades puede llegar a la conclusión de que la vida del vagabun-
do no es para él. Puede concluir que, a pesar de todas las conside-
raciones, él prefiere la estabilidad de una casa, le gusta el coche y
otras posesiones lo suficiente como para trabajar duramente en la
oficina para poder comprarlo. Pero después de examinar otras po-
sibilidades podrá llegar a elegir de forma más consciente su estilo
de vida; habrá hecho amistad con su oculto deseo de ser por un
rato el loco, quizás encuentre los caminos para expresar esta nece-
sidad dentro del contexto de su vida presente.

En cualquier caso, la próxima vez que vea a un vagabundo en
la carretera, sentirá hacia él más simpatía. Habiendo escogido
ahora su vida, será más capaz de dejar a los demás que escojan la
suya. Habiendo hecho las paces con el desertor en la realidad inte-
rior, no se sentirá tan hostil y a la defensiva cuando una figura se-
mejante se presente en la realidad exterior. Pero lo más importan-
te de todo es que habrá experimentado el poder de un arquetipo.
La próxima vez, cuando conduzca sentado al volante, sabrá que
no está solo en el asiento del conductor, Sabrá que unas fuerzas
misteriosas están dentro de él y que pueden guiar su destino y ab-
sorber sus energías de manera invisible, Estará, pues, sobre aviso.
El Loco es un arquetipo coactivo y, como vimos, muy actual ade-
más. Pero todas las figuras del Tarot tienen su propio tipo de ener-
gía y, dado que no tienen edad, están todavía activas en nosotros y
en nuestra sociedad. A modo de ilustración veamos los siete Arca-
nos representados en la fila superior de nuestro mapa.

El Mago, el primero de ellos, representa un mago a punto de
hacer unos trucos. Ellos llama trucos y eso es exactamente lo que
son. Se está preparando para engañarnos.

Su magia funciona a base de espejos, cartas especialmente di-

30

Mapa del viaje

señadas, sombreros de copa con doble fondo y con la rapidez de
las manos. Sabemos de antemano que es así y nuestro intelecto se
enreda con epítetos como «charlatán» y etiquetas como «trampo-
so». Pero sin darnos cuenta observamos que el resto de nuestro
cuerpo se siente atraído hacia este mago y que nuestra mano se en-
cuentra dentro del bolsillo buscando disimuladamente una mone-
da para ser admitidos en su espectáculo. Está robando nuestro di-
nero para someternos a engaño.

Más tarde, cuando estemos sentados entre el auditorio espe-
rando que el espectáculo empiece, nos encontraremos con que
nuestro corazón late más deprisa que de costumbre y que contene-
mos la respiración, A pesar de que nuestra mente sepa que lo que
va a ver no es más que una demostración de habilidad manual y
destreza, el resto de nosotros se comporta como si algo realmente
milagroso fuera a pasar. Nos comportamos de esta manera puesto
que en los niveles más profundos de nuestro ser aún existe un
mundo lleno de misterio y admiración; un mundo que opera más
allé de los limites del espacio y el tiempo y más allá también de la
lógica y la causalidad. Nos vemos atraídos hacia este mago exte-
rior de una manera irracional y compulsiva pues dentro de noso-
tros existe un mago arquetípico, que es incluso más atractivo y
convincente que el que tenemos delante, dispuesto a demostrar-
nos que existe una realidad milagrosa dentro de nosotros mismos
en cuanto nos sintamos realmente dispuestos a dirigir muestra
atención en su dirección.

No es de extrañar, pues, que nuestro intelecto se proteja y
ponga freno a la sola idea de magia, Si nuestra mente admitiera
este tipo de realidad, correría el riesgo de perder el imperio que su
razón ha construido ladrillo a ladrillo durante siglos. Aun así, la
coacción del Mago es hoy tan fuerte en nuestra cultura que empie-
zan a construirse muchos puentes entre su mundo y el nuestro,
sobre los que la razón puede caminar con firmeza. Algunos fenó-
menos parapsicológicos se examinan ahora bajo condiciones cien-
tificas controladas. La meditación trascendental atrae a cientos de
seguidores al ofrecer pruebas objetivas de su efecto saludable en
la presión sanguínea y sobre los estados de ansiedad. Con el uso
de máquinas de bio-feedback y otros inventos, se están estudiando
diversos tipos de meditación y avanzamos en las investigaciones

31

Jung y el Tarot

de los efectos que la meditación tiene sobre el cáncer. Parece ser
que, en nuestro siglo, las palabras magia y realidad vayan a con-
vertirse en una sola. Quizá estudiando al Mago podamos alcanzar
una nueva unidad dentro de nosotros mismos.

La segunda carta de la fila es La Papisa, nuestra Señora Papi-
sa, llamada a veces la Suma Sacerdotisa. Simboliza el arquetipo de
la Virgen, familiar tal y como aparece en los mitos y escrituras sa-
gradas de diversas culturas. La aparición de una virgen es un moti-
vo que se observa tan frecuentemente entre los credos de muchos
pueblos, separados tanto en el tiempo como por la geografía, que

su origen sólo puede explicarse como un modelo arquetípico inhe- .

rente ala psique humana.

El arquetipo de la Virgen celebra una humilde receptividad
hacia el Espíritu Santo y una dedicación a su encarnación en una
nueva realidad como el Hijo Divino o el Salvador. En nuestra cul-
tuya, el relato bíblico de la Virgen María representa este arqueti-
po. La Papisa es de alguna manera la representación de la Virgen
de la Anunciación como se conoce en el arte católico. A menudo
aparece sentada y con el Libro de los Profetas abierto delante de
ella, igual que en el Tarot.

El arquetipo de la Virgen cautivó a pintores y escultores du-
rante siglos y para cada mujer el hecho del embarazo la erige como
la elegida para ser la portadora de un nuevo espíritu. Hoy se ha
vuelto activa de otra manera, pues parece ser que es la Virgen la
que ha inspirado lo que es más autenticamente femenino y animo-
so en el movimiento de liberación de la mujer.

Así como se escogió a la Virgen María para un destino único
para el que «no había lugar en la posada», la mujer de hoy está lla-
mada a realizarse a sí misma por caminos para los que nuestra so-
ciedad colectiva de hoy aún le cierra sus puertas. Así como la Vir-
gen se vio forzada por su vocación a abandonar el cómodo anoni-
mato y la seguridad de la tradicional vida familiar, portando sola
su carga y alumbrando su nuevo espíritu en la más humilde de las
circunstancias, las mujeres de hoy, para las cuales ha sonado clara-
‘mente la nueva anunciación, tienen que sacrificar su seguridad y
soportar la soledad y la humillación (a veces en circunstancias más
pesadas que la rutina del ama de casa y de la madre de familia)
para traer a la realidad el nuevo espíritu que se agita dentro de

2

Mapa del viaje

ellas. En este esfuerzo habría que dedicarle una hornacina espe-
cial a la Virgen para su veneración, ya que sigue mostrándose
‘como único símbolo de la fuerza pasiva del principio femenino,
‘Aunque dedicada al servicio del espíritu, la Virgen nunca perdió
el contacto con su propia feminidad. Parece significativo que Ma-
ría, una de las figuras más poderosas de nuestra tradición judeo-
cristiana, haya permanecido en nuestra cultura como un paradig-
ma de la mujer femenina a ultranza.

Las dos cartas siguientes, La Emperatriz y El Emperador, sim-
bolizan los arquetipos a gran escala del Padre y de la Madre. Poco
hace falta decir a propósito del poder de estos dos arquetipos, ya
que todos lo hemos experimentado en relación con nuestros pa-
dres y madres personales o con otros seres humanos que tuviera-
mos como tutores. En la niñez, probablemente, vimos a nuestros
padres entronizados como la «buena», «nutricia» y «protectora»
madre y el «omnisciente», «poderoso» y «valiente» padre. Cuan-
do, como seres humanos que son, fallaron al representar estos pa-
peles de acuerdo con nuestro guión, a menudo sentimos a nuestra
‘madre como la Madrastra mala, o la Bruja Negra, y como el Dia-
blo Rojo, el Cruel Tirano, si se trató del padre. Pasaron muchos
años de ridículas proyecciones antes de que pudiéramos ver final-
mente a nuestros padres como seres humanos que, como noso-
tros, poseen el potencial para el bien y para el mal.

‘Aun siendo adultos, si nuestros padres viven todavía podre-
mos descubrir algunas áreas en las que regresamos a esquemas de
costumbres propias de la juventud y nos sentimos «niños» ante su
paternidad de diferentes maneras. Cuando esto sucede, podemos
sentir que querríamos «romper» con ellos si fuera posible. Pero
desde el punto de vista junguiano esta supuesta confrontación con
los padres, aunque posible, no es necesariamente el primer paso
para aclarar nuestro problema, puesto que aquí (como en el caso
precedente del conductor y el autostopista) son los arquetipos los
que están trabajando. Sea cual fuere la personalidad y la acción de
nuestros padres (por limitados o inconscientes que sean), tendría-
mos problemas semejantes con quienquiera que estuviese en su
lugar siempre que no hubiéramos llegado a un acuerdo con el ar-
quetipo del Padre o de la Madre que cada uno de nosotros lleva
dentro de sí. La suerte es que tanto nosotros como nuestos pa-

3

Jung y el Tarot

res somos marionetas de un drama arquetípico manejadas des-
de atrás por figuras gigantescas; desde más allá de nuestra cons-
ciencia.

Mientras esto suceda, ya puede haber buena voluntad, deter-
minación, dedicación o lo que sea, que el resultado de la confron-
tación de las marionetas entre sí sólo será un enredo mayor entre
los hilos. Obviamente, lo primero que hay que hacer es darse la
vuelta y mirar de cara al titiritero para poder ver lo que hay arriba
y, si es posible, desatar o soltar alguno de estos hilos. En futuros
capítulos enfrentaremos a la Emperatriz y al Emperador, y sugeri-
remos algunas técnicas para liberarnos de los hilos invisibles de es-
tos maestros manipuladores. Una de las mayores contribuciones
de Jung a la psicología es el descubrimiento de esta capa del in-
consciente así como de técnicas para su confrontación, pues sin el
concepto de arquetipo estaríamos atrapados para siempre jamás
en un interminable baile circular con personas de una realidad ul-
terior. Sin estas técnicas para separar lo personal de lo imperso-
nal, proyectaríamos sin fin en nuestros padres o las gentes de
nuestro alrededor unos modelos de comportamiento arquetípico
que posiblemente ningún ser humano puede encarnar,

El arcano número cinco es El Papa. En el dogma de la Iglesia
el papa es el representante de Dios en la tierra y, como tal, es infa-
líble. Él representa una figura arquetípica de la autoridad, cuyo
poder sobrepasa el del padre y el del Emperador. En términos
junguianos, representa la figura del Hombre Sabio. Obviamente,
proyectar esa infalibilidad y sabiduría sobrehumana en un ser hu-
mano (incluso el mismo papa) resulta discutible.

El arquetipo del Viejo Sabio que en la Biblia fue representa-
do por los Profetas hebreos y los Santos cristianos, es algo muy
vivo hoy. Aparece a menudo en nuestra sociedad como un gurú
con turbante o como un anciano vagabundo con barba, vestido
con túnica blanca y sandalias. A veces se ha sometido a alguna
disciplina espiritual, sea oriental u occidental, y en ocasiones, in-
cluso se nos aparece sin cartera. Si topamos con una presencia de
este tipo y nos sentimos inclinados a adularle con devoción o bien
le damos la espalda con rechazo instantáneo, podemos estar se-
guros de que el arquetipo está actuando. Pero si llegamos a cono-
cerle en tanto que ser humano, puede ayudarnos a constatar que

34

Mapa del viaje

la iluminación es, después de todo, una cuestión personal más que
institucional.

‘Como el mismo Tarot es a la vez sabio y viejo, nos ha pintado
el arquetipo del Viejo Sabio de dos maneras. El Papa de la carta
número cinco nos lo muestra según su aspecto más institucionali-
zado. El Ermitaño de la carta número nueve nos lo enseña como
un fraile mendicante. Cuando lleguemos a estudiar estas dos car-
tas, tendremos la ocasión de contactar estas figuras como fuerzas
dentro de nosotros. Conocer estos arquetipos nos ayudará a deter-
minar hasta qué punto las cualidades que simbolizan están encar-
nadas en nosotros o en las personas que nos rodean.

La carta que sigue al Papa se llama El Enamorado, Aquí halla-
‘mos a un joven de pie entre dos mujeres; cada una de ellas parece
reclamar su atención, si no toda su alma. Seguramente, el eterno
triángulo es una situación arquetípica viva en nuestra experiencia
personal. La intriga descrita en El Enamorado no requiere mayor
desarrollo aquí, ya que refleja la base del noventa por ciento apr
ximado de la literatura y de los dramas del mundo actual, Quien
desee refrescar su memoria a este respecto no tiene más que en-
cender su televisor de vez en cuando.

En el cielo, sobre y tras El Enamorado, encontramos un dios
con arco y flecha que está a punto de producir una herida mortal
que puede resolver el conflicto del joven. Se trata del pequeño
dios Eros, quien es, por Supuesto, una figura arquetipica, así
como también lo es el joven. Personifica un ego lleno de juventud.
El ego se define técnicamente como el centro de la conciencia. Es
aquel que habla en nosotros y piensa de sí mismo como «yo». En
El Enamorado, este joven ego, que se había liberado de alguna
manera de la influencia coactiva de los arquetipos paternos, es ca-
paz ahora de mantenerse en pie por sí mismo. Pero todavía no es
dueño de sí mismo, pues, como podemos ver, está atrapado entre
dos mujeres. Es incapaz de moverse. La acción principal de esta
escena ocurre en el reino del inconsciente de los arquetipos ocul-
os a su conciencia actual.

Quizá la flecha envenenada del cielo encenderá el fuego que le
ponga en marcha. Si es asi, tendremos que observar atentamente
Jo que sucede a continuación puesto que, de aquí en adelante en
"nuestra serie del Tarot, este joven ego será el protagonista del dra-

35

Jung y el Tarot

ma del Tarot. En este sentido, a menudo nos referiremos a él
como al héroe, puesto que lo que seguiremos es su viaje a través
del camino de la autorrealización.

En la séptima carta, llamada El Carro, vemos que el héroe ha
encontrado un vehículo que le conducirá en su viaje y que lo ma-
neja un joven rey. Siempre que aparece un joven rey en escena,
tanto en sueños como en mitos, simboliza generalmente que un
nuevo principio de conducta emerge. En la cuarta carta, El Empe-
rador aparece como la imagen de la autoridad. Es una persona
mayor, sentada, dibujada en tamaño grande de modo que ocupa
la totalidad de la carta. En El Carro, el nuevo gobernante está en
movimiento y dibujado a escala humana, lo que significa que está
actuando y que es más accesible que un emperador. Más impor-
tante que esto, es que no está solo. Se le ve actuando como parte
de una totalidad con la que el héroe empieza a conectar.

El rey dibujado en esta carta es tan joven e inexperto como el
mismo héroe. Si muestro protagonista ha coronado su ego y lo ha
puesto al mando de su destino, lo que queda del viaje no va a ser
fácil.

‘Con El Carro llegamos a la última carta de la fila superior de
nuestro mapa. A esta fila la llamaremos el Reino de los Dioses,
pues se representan muchos de los personajes más importantes en-
tronizados en la constelación celeste de los arquetipos. Ahora, el
carro del héroe le conducirá a la fila inferior, a la que llamaremos
el Reino de la Realidad Terrestre y de la Consciencia del Ego,
puesto que aquí el joven empieza a buscar su fortuna y a estable-
cer su identidad en el mundo exterior. Liberändose cada vez más
de los lazos que le ataban a la «familia» arquetípica dibujada en la
fila superior, intenta hallar su vocación, establecer su propia fami-
lía y asumir su lugar en el orden social.

Habiendo estudiado «los dioses» de la fila superior, recorre-
remos de una manera más rápida las cartas de las siguientes filas
para obtener una visión amplia de cómo se desarrolla el argu-
mento. La primera carta de la segunda fila es La Justicia. Aquí el
héroe debe evaluar los problemas morales por sí mismo. Necesi-
tard la ayuda de ésta para medir y sopesar los asuntos difíciles.
Después viene El Ermitaño, que lleva una linterna. Si el héroe 0
protagonista no encuentra la luz que necesita en una religión es-

36

Mapa del viaje

tablecida, este fraile puede ayudarle a encontrar una luz más indi-
vidual

La carta que sigue al Ermitaño es La Rueda de la Fortuna, que
simboliza una fuerza inexorable en la vida que parece actuar fuera
de muestro control pero a la que todos debemos enfrentarnos. La
carta siguiente, La Fuerza o La Fortaleza, nos muestra una dama
domando a un león. Ella ayudará al héroe a domar su naturaleza
animal. Quizá la primera confrontación no tenga un éxito comple-
to, puesto que en la siguiente carta, llamada El Colgado, vemos al
joven colgado boca abajo atado de un pie. Al parecer no está le-
sionado, pero está, al menos por ahora, completamente desvali-
do. En la siguiente carta se enfrentará con La Muerte, una figura
arquetfpica ante cuya guadaña todos nos encontramos desarma-
dos. Pero, en la última de las figuras de esta segunda fila, La Tem-
planza, aparece una figura que ayuda. Es un ángel que vierte un i-
quido de una vasija a otra. En este punto las energías y esperanzas
del protagonista empiezan a fluir de nuevo en otra dirección. Has-
ta aquí ha estado comprometido en liberarse de las coacciones de
Jos arquetipos que le afectaban personalmente en el mundo de los
seres vivos y de los acontecimientos, y en establecer un nivel para
su ego enel mundo exterior. Ahora está preparado para dirigir sus
energías de una manera más consciente hacia el mundo interior,
Así como hasta entonces buscó el desarrollo del ego, su atención
va a orientarse ahora hacia un centro psíquico más amplio, al que
Jung llamó sí-mismo [self]

Si definimos el ego como el centro de la consciencia, entonces
podemos definir al sí-mismo como el centro que abarca la totali-
dad de la psique incluyendo ambos, consciente e inconsciente.
Este centro trasciende el débil Yo concienciado por el ego. No es
que el ego del héroe deje de existir, simplemente ya no lo va a ex-
perimentar como la fuerza central que motiva sus actos. De ahora
en adelante, su ego personal va a dedicarse a un plano que está
más allá de él mismo. Se dará cuenta de que su ego no es más que
un pequeño planeta que gira alrededor de un sol central gigantes-
co, el sf-mismo.

Durante todo el recorrido el héroe había tenido pequeñas vi-
siones de este estado interior, pero mientras le acompañamos en
su desventura por el recorrido de los arquetipos de esta fila infe-

37

Jung y el Tarot

jor, veremos cómo se amplía su concienciamiento y aumenta su
iluminación. Por esta razón llamamos a la fla inferior del mapa El
Reino de la Iluminación Celestial y de la Autorrealización.

La primera carta de esta fila es El Diablo. Representa a Satán,
esa infame estrella caída, Cada vez que este sujeto aparece en
nuestro jardín, trae consigo un rayo de luz, como veremos al estu-
diarlo después. La secuencia de las cuatro cartas que siguen es La
Torre de la Destrucción, La Estrella, La Luna y El Sol. Represen-
tan diversos estadios de iluminación en orden ascendente. A éstas
les sigue El Juicio. Aquí un ángel con una trompeta irrumpe en la
conciencia del héroe con un glorioso rayo de luz para despertar al
muerto durmiente. En la tierra, debajo, un joven se levanta del se-
pulcro mientras dos figuras a su lado están en actitud de oración y
de admiración ante este milagroso renacimiento.

‘Con la carta final del Tarot, El Mundo, el sí-mismo, ahora to-
talmente realizado, se encarna como un grácil danzarín. Aquí,
todas las fuerzas contradictorias con las que hasta ahora ha tenido
que enfrentarse el héroe aparecen juntas en un mundo. En esta úl-
tima figura del Tarot, el sentido y el sinsentido, la ciencia y la ma-
gia, el padre y la madre, la carne y el espíritu, todos están juntos
en una armoniosa danza de puro ser. En las cuatro esquinas de
esta carta, cuatro figuras simbólicas parecen testimoniar este últi
mo milagro.

Hemos completado esta primera visión de los veintidós Arca-
nos como aparecen desplegados en nuestro mapa. Mientras segui-
‘mos la suerte del héroe a través de estas cartas, observaremos la
interconexión en el eje horizontal, cómo cada experiencia que en-
contramos a lo largo del camino evoca la que le sigue. Cuando lle-
guemos a estudiar las cartas de la fila inferior estableceremos co-
nexiones en sentido vertical, entre estos arcanos y los que tienen
inmediatamente encima en el mapa.

‘Vamos a ilustrar lo que decimos. Tal como hemos ordenado
las cartas en nuestro mapa, pueden verse, no sólo como tres filas
horizontales de siete cartas cada una de ellas, sino como siete filas
verticales de tres cartas cada una. Como descubriremos, las cartas
también tienen una conexión significativa en el sentido vertical.
Por ejemplo, la primera línea vertical nos muestra El Mago en lo
más alto, El Diablo abajo y la Justicia sentada como mediadora

38

Mapa del viaje

entre los dos. Pueden establecerse muchas conexiones entre estas
dos cartas, pero la más inmediata que podríamos considerar es
que el aparentemente benigno Mago de la carta número uno y el
mágico Diablo de la carta quince tienen que ser considerados
cuidadosamente en nuestras vidas. Puesto que, si no le «damos al
diablo lo que le debemos», él lo tomará de todas maneras y, si lo
ignoramos, va a actuar desde atrás, de modo destructivo, Así pues,
Las cartas de esta fila vertical parecen decirnos que, mientras use-
mos los dos platillos de la balanza de la Justicia, habrá menos opor-
tunidad de que ninguno de los magos nos juegue una treta a nues-
tras espaldas,

Como veremos después, las cartas de la segunda fila horizon-
tal, del Reino de la Realidad Terrestre y Conciencia del Ego, ac-
tan a menudo como intermediarios entre las del Reino de los
Dioses arriba y las del Reino de la Iluminación y Autorrealización
abajo. De hecho, todas las cartas de esta segunda fila, como esta
primera de la Justicia, tratan específicamente del equilibrio. Por
ejemplo, la Fuerza trata de establecer un equilibrio entre ella mis-
ma y un león, y la Templanza está absorta en crear una interacción
equilibrada entre los fluidos de las jarras que sostiene. De una ma-
nera más sutil, las otras cartas de esta fila pueden verse como sím-
bolos de un tipo de equilibrio entre fuerzas antagónicas. Por esta
razón podríamos subtitular la segunda fila horizontal como la del
Reino del Equilibrio.

Por lo que se ha dicho es fácil comprender por qué Jung esco-
gió para este proceso de autorrealizaciön el nombre de individua-
ción. Enfrentándonos a los arquetipos y liberándonos a la vez de
las coacciones a las que nos someten, uno se vuelve cada vez más
capaz de responder a la vida de una manera individual. Como he-
mos visto, el comportamiento de aquellos que desconocen los ar-
quetipos está condicionado por fuerzas invisibles. Es algo tan rigi
damente programado como el comportamiento instintivo de los
Pájaros y de las abejas, que reaccionan siempre de una manera
preestablecida a idénticos estímulos; aparearse, anidar, emigrar,
etc., que efectúan según modelos idénticos generación tras gene-
ración. Así pues, cuando un ser humano ha completado un cierto
grado de conocimiento de sí mismo, es capaz de efectuar eleccio-
nes distintas de las de la bandada y expresarse de una manera que

39

Jung y et Tarot

es la suya propia. Al haber establecido contacto con su propio y
verdadero sí-mismo ya no se agobiará más por las críticas de los
demás, sean internas o externas. Lo que «ellos» hagan o digan
tendrá menos influencia en su vida. Será capaz de examinar las
«costumbres sociales y las ideas, y adoptarlas o no según su elec-
ción. Será libre de actuar de manera que colme sus necesidades
internas más profundas y de expresar lo más auténtico de él
mismo.

Es importante darse cuenta aquí de que, a medida que una per-
sona gana independencia para ser inconformista, gana a la vez se-
guridad personal para ser conformista. Como Jung señaló fre-
cuentemente, una persona individuada no es lo mismo que una
persona individualista. No trata de conformarse con las costum-
bres, pero tampoco siente la necesidad de desafiarlas. No trata de
separarse de sus compañeros adoptando vestimentas extrañas o
comportamientos fuera de lugar. Por el contrario, se siente real-
‘mente como expresión única de la divinidad, no tiene necesidad
de demostrárselo a nadie.

‘Cuando encontramos a una de estas personas, normalmente
no se los puede distinguir a simple vista del resto de un grupo. Su
comportamiento público y su vestimenta no le distinguen. Puede
estar participando activamente en la conversación o en silencio,
pero casi al momento puede apreciarse una cualidad indefinible
en su modo de ser que nos atrae. Es como si todo lo suyo, sus ves-
tidos, sus gestos, la manera de sentarse le perteneciera. Nada en él
es sobreimpuesto. Todo lo que dice o hace parece brotar de lo más
profundo de su centro, de modo que sus más pequeños comenta-
ios nos aparecen con un significado nuevo. Si está callado, su si-
lencio también le pertenece. Es un silencio cómodo tanto para él
como para nosotros. A menudo esta persona parece más presente
y activa en silencio que aquellos que participan de una manera
més activa. Porque está en contacto con su propio sf-mismo, y el
nuestro responde, de modo que estar en silencio junto a este tipo
de personas puede abrirnos nuevos panoramas de conciencia. Al
estar a gusto consigo mismo, está instantáneamente a gusto con
nosotros y nosotros con él. Nos sentimos como si le hubiéramos
conocido desde siempre. La comunicación es tan abierta y fácil
que le comprendemos y. a pesar de eso, nos inquieta. Por un lado,

40

Mapa del viaje

es la persona más original que hayamos encontrado jamás, y por
otro, es igual que nosotros. Es una paradoja.

El sí-mismo es la más paradójica y engañosa de todas las fuer-
zas que actúan en el fondo de nuestro inconsciente, Es este sí-
mismo lo que impulsará al héroe a salir del útero familiar, buscar
su destino en el mundo exterior y lo que le devolverá a casa para la
realización de su propia individualidad, Mientras seguimos al hé-
roe durante el viaje, compartiremos su emoción con él, sus expe-
riencias tal y como están dibujadas en los Arcanos.

Hay diversas técnicas para ponernos en contacto con las car-
tas. Cada persona encuentra su propia manera de adentrarse en
los dibujos, pero ofrecemos a continuación algunas sugerencias
que han sido útiles para otros. Por ejemplo, hay personas a quie-
nes les gusta formar un libro de recortes sobre el Tarot: conside-
ran que los Arcanos cobran vida cuando se encuentra algo singu-
lar que se refiera a ellos, En cuanto se les presta atención, parecen
saltar de modo inesperado hacia nuestras vidas. Sucede con fre-
cuencia que empiezan a aparecer artículos, fotografías, grabados
y referencias diversas sobre el Tarot, de una manera mágica y con
‘una frecuencia inusitada.

Asimismo, el estudiar una carta específica parece abrir de pron-
to los almacenes de la imaginación creativa, de manera que llegan a
la conciencia visiones interiores e ideas procedentes, al parecer, de
ningún lado. Estas criaturas sutiles son tan efímeras como las mari-
posas; si no las cogemos al vuelo, desaparecerán para siempre.
Cuando ocurren estos estallidos de creatividad, a menudo sucede
que no tenemos tiempo de sentamos y prestarles plena atención;
conviene, pues, tener un lugar jo donde guardarlas a salvo, para
usarlas como referencia en el futuro. Un lugar donde podamos es-
eribir la idea básica de una trama, dibujemos un boceto para un
cuadro posterior o escribamos las líneas maestras de lo que será
un poema. Si tenemos alguna aptitud para el arte, nos gustará de-
sarrollar estas ideas después; si no la tenemos, lo que nos gustará
es tenerlas en reserva para futuras referencias en el viaje que ha-
gamos a través de nuestro Tarot personal. En cualquier caso, un
álbum de recortes o un bloc de hojas sueltas, una para cada uno de
los arcanos, puede ser un lugar conveniente para recopilar este
material, y tenerlo al alcance de la mano en cualquier momento.

al

Jung y el Tarot

Todos reaccionamos de diferente manera a las diferentes car-
tas; algunas nos atraen, otras nos repelen. Algunas nos recuerdan
gente que conocemos o que hemos conocido en el pasado; otras
son como figuras que hemos visto en sueños o fantasías, y otras nos
sugieren episodios dramáticos. Quizá lo realmente importante es
que, cuando dirigimos nuestra atención a una carta concreta del
Tarot, y seguimos luego las sugerencias que se derivan de ella, nos
hallamos abiertos a experiencias nuevas y fascinantes.

Los Arcanos se estudian mejor en secuencia. Su orden numéri-
co crea un modelo, tanto en el tapete de juego como dentro de no-
sotros mismos. Para seguir este modelo, nuestra imaginación nos
proveerá del pasaporte necesario. Hay muchas maneras de esti-
mular la imaginación; por lo que ahí van algunas de las ideas que
han servido a otros.

Acérquese directamente a cada carta, antes de leer el capítulo
sobre ella. Eso le ofrecerá la oportunidad de reaccionar de una
manera espontánea y libre a lo que hay dibujado en ella, Es una
buena idea estudiar la carta durante unos minutos y apuntar Jue-
80, con autenticidad, las reacciones, ideas, recuerdos, asociacio-
nes, todo lo que venga a la mente, aunque sólo sean cuatro pala-
bras. Recuerde que estas notas son solamente para usted, o sea
que deje volar libremente su pluma. No censure nunca nada por
descabellado que parezca, pues puede conectarle con interioriza-
ciones posteriores,

Al igual que con las personas, la primera impresión es a menu-
do más significativa de lo que parece en el momento, así que escrí-
balo todo, palabra por palabra. Por favor, no trate de analizar, va-
lorar o etiquetar lo que haya escrito, déjelo descansar para futuras
consideraciones. Más tarde, cuando ya haya conocido ese Arcano,
será interesante comparar su primera impresión con sus reaceio-
nes posteriores. Sea lo que sea, piénselo durante su trabajo coti-
diano, guarde estos sucesos en la mente, como puede guardar una
poesía, pero no razone sobre ello, Los personajes del Tarot son
eriaturas de la imaginación, y el foco del intelecto puede hacer que
se esfumen para siempre.

Como los personajes del Tarot no pueden hablarnos por sf mis-
‘mos, tenemos que usar todos los sentidos para llegar hasta su
esencia. Una sorprendente manera de lograrlo es colorear las car-

a

Mapa del viaje

tas. La baraja del Tarot de Marsella no se vende sin color, pero se
puede hacer una versión en blanco y negro con una fotocopia, In-
variablemente, quienes lo han hecho de esta forma aseguran que
su comprensión cobró una nueva dimensión.

Hagalo que haga (o lo que no haga) en relación con las cartas,
recuerde que todas las sugerencias que damos aquí son sólo eso:
sugerencias. Son básicamente útiles como precalentamiento para
nuestra imaginación así como para introducir los personajes del
Tarot en nuestro mundo, donde podemos tener una mejor visión
de ellos. Es axiomätico que los símbolos, sentimientos e intuicio-
nes que nos llegan, no vienen etiquetados como «buenos» o «ma-
los». Según se demostrará repetidamente en este estudio, es una
característica de los materiales simbólicos, abarcar los opuestos,
así como incluir paradojas entre semejantes. Viviendo como lo ha-
cemos en un mundo de «esto» o «lo otro», de opuestos fijos, pue-
de ser reconfortante pensar que en el mundo de los sentimientos,
intuiciones, sensaciones y de las ideas espontáneas al que vamos a
acercarnos, podemos abandonar la regla de medir los «esto» o «lo
tro» que usamos para nuestras elecciones en la vida diaria, Esta-
‘mos a punto de entrar en el mundo de la imaginación, ese mundo
mágico cuyas palabras clave son: «Ambos» y «Además». Como
reacción a un cierto Arcano del Tarot, no podemos actuar «co-
rectamente» si lo probamos, y al mismo tiempo no podemos estar
equivocados. Por eso, lo mejor es reaccionar al Tarot de la mane-
ra que nos guste más, ligeros de corazón y con las manos libres.
Que haya sitio para todo, pero sin esperar nada. Deben jugar a la
imaginación. Disfruten, disfruten.

tas son, pues, algunas de las maneras de explorar el signifi-

cado de las cartas. De vez en cuando añadiremos más sugerencias
para quienes estén interesados en ello. En los siguientes capítulos
ampliaremos el sentido de cada uno de los Arcanos presentando
temas de los mitos, de la literatura, del teatro, así como de las ar-
tes plásticas, que enriquezcan su mensaje. No se ofrecen como
conclusiones sino como trampolines para nuestra imaginación. La
dimensión final de este estudio, la dimensión de profundidad, la
encontrará el lector por sí mismo; sólo él podrá explorarla plena-
mente y relacionar sus hallazgos con su propia vida.

Cada uno debe descubrir su propio camino en el mundo no ver-

43

Jung y el Tarot

bal del Tarot. Aunque tengamos que seguir algunas indicaciones
durante el camino, no olvidemos que las cartas, por sí mismas, como
vimos, no son signos: son símbolos. No se les puede dar ninguna
definición precisa. Son expresiones pictóricas que señalan, más
allá de sí mismas, hacia fuerzas que ningún ser humano compren-
dió del todo. Hoy en día, el hombre empieza al fin a comprender
que, cuanto más inconsciente permanezca de estas fuerzas arque-
típicas, más poder tienen para gobernar su vida.

‘Vamos, pues, a contemplar los símbolos. Veamos cómo se
mueven, conectándonos con las raíces más profundas de nuestra
historia y con las semillas de nuestros si-mismos que están por des-
cubrir.

a

Fig.4 ElLoco (Tarot marsellés)

3. ELLOCO:
EN EL TAROT Y EN NOSOTROS

Si un hombre persistiera en su locura,
se volvería sabio.

WILLIAM BLAKE

El Loco es un nómada enérgico, inmortal y presente en todas
partes. Es el más poderoso de todos los Arcanos del Tarot. Puesto
que no tiene número fijo, es libre de viajar a su capricho, pertur-
bando el orden establecido en sus correrías. Como ya hemos visto,
su fuerza le ha conducido a través de los siglos hasta las cartas ac-
tuales, donde sobrevive en la forma del Joker o comodín. Ahí
también sigue alterando el orden establecido; si es en el póker,
puede sustituir al Rey y a toda su corte. En cualquier otro juego,
irrumpe inesperadamente creando lo que llamaríamos un jaleo
descomunal.

A veces, cuando hemos perdido una carta le pedimos que la
sustituya, función que encaja a la perfección con su matiz multico-
lor y su amor por la mímica. Pero la mayoría de las veces no sirve a
un propósito definido, Quizá lo guardamos en la baraja como si
fuera una mascota, de la misma manera que la corte mantenía a su
bufón. En Grecia existía la creencia de que dar alojamiento a un
loco prevenía del mal de ojo. Guardar el Joker en nuestra baraja
puede tener una función similar, ya que hay quien ha llegado a lla-
mar a los juegos de cartas «los retratos del diablo».

El Joker conecta dos mundos entre sí, aquél cotidiano en que
la mayoría vivimos la mayor parte del tiempo y el mundo no ver-
bal de la imaginación, poblado por los personajes del Tarot y que
visitamos ocasionalmente. Como Puck, el bufón del rey Oberón,

47

Jung y el Tarot

nuestro Joker se mueve libremente entre estos dos mundos y,
como él también, los confunde de vez en cuando. A pesar de sus
maneras algo tramposas, parece importante mantener al Joker en
nuestra baraja moderna, para que pueda seguir uniendo los «juc-
gos que la gente juega» con el mundo arquetípico de los antepasa-
dos. Sin duda alguna, vigila y transmite nuestros actos a Alguien
Allá Arriba.

Actuar como espía del rey era uno de los cometidos importan-
tes del bufön. Tratándose de un personaje privilegiado podía mez-
clarse fácilmente entre las gentes y husmear entre las charlata-
nerias y valorar los comentarios politicos. Hay un dicho italiano
todavia en uso, «ser como el Loco en el Tarocchi (Tarot)», que
quiere decir ser bienvenido en cualquier lugar.

También el loco de Shakespeare podía actuar como el alter
ego del rey en otros aspectos importantes. Por ejemplo, en El
rey Lear parece simbolizar una sabiduría real que el propio Lear
no alcanza hasta el final de la obra. Según James Kirsch," el loco
del rey Lear personifica la parte central de la psique, la fuerza que
nos guía y que Jung llamó el sí-mismo. En el Tarot, como vere-
‘mos, el Loco tiene a veces el mismo papel. Y como su equivalente
shakesperiano, el bufón no para ni un momento de moverse en la
escena irrumpiendo aquí y allá sin que nunca podamos atraparlo.
Le gusta estar allí donde hay acción, y si no la hay, la crea.

Frecuentemente, los dibujos de bufones de corte aparecen con
un perro. Como el perro real, el bufón también pertenecía en pro-
piedad al rey y los dos acompañaban a su dueño a donde fuese.
Podemos pensar fácilmente que la relación entre estos dos «ani-
males» de corte fueron muy estrechas, incluso más que las de amo
y animal, ya que, en cierto sentido, eran hermanos.

En muchas barajas de Tarot, el Loco aparece con un perrito
que le está mordisqueando, como si tratara de decirle algo. En el
“Tarot de Marsella (fig. 4) podemos imaginar la naturaleza del
mensaje del perro. En el Tarot de Waite (fig. 6) el animal parece
ladrar para avisarle del peligro que tiene delante. En cualquier
caso, el Loco está tan cerca de su lado instintivo que parece no ha-
cerle falta mirar por dónde anda, en el sentido literal de la pala-
bra;su naturaleza animal guía sus pasos. En algunas cartas del Ta-
rot, el Loco está dibujado como ciego, enfatizando así su capaci-

48

El Loco: en el Tarot y en nosotros

Fig.7 Tarotacuariano

Fig. 6 Tarot de Waite

Fig. 5 Tarot suizo

Jung y el Tarot

dad de actuar por visión interna más que visual, usando la sabidu-
ría intuitiva en lugar de la lógica convencional.

Como el alocado tercer hermano de los cuentos de hadas,
que se atreve a entrar donde los ángeles temen hacerlo y con
gue la mano y el reino de la princesa, el modo espontáneo como
el Loco se enfrenta a la vida combina a la vez sabiduría, locura e
insensatez. Cuando se mezclan estos ingredientes en la propor-
ción adecuada, los resultados son milagrosos, pero si se mezcla
la fórmula mal, todo puede acabar en un desastre. Entonces
es cuando el Loco enloquece, cosa que, tratándose de un loco,
no debe extrañarnos. A menudo se lo dibuja como Tonto, con
orejas de burro, pues sabe que admitir la propia ignorancia es
la mayor sabiduría y la condición necesaria para todo aprendi-

A
"Nuestro Loco interior nos empuja hacia la vida, donde la men-
te pensante es muy prudente. Lo que desde lejos parece un preci-
picio puede ser, si nos acercamos a la manera del Loco, simple-
mente un pequeño barranco, Su energía barre cualquier cosa que
se le ponga por delante, arrastrando a otros como si fueran hojas
llevadas por el viento.* Sin la energía del Loco, no seríamos más
que meras cartulinas.

En el libro The Greater Trumps? Charles Williams explora
una idea similar. Ahí el Loco es la figura central del Tarot. Verle
bailar es entender el misterio de toda creación, puesto que su
esencia lo abarca todo y es paradójica. Camina hacia adelante,
aunque mira hacia atrás, conectando así la sabiduría del futuro
con la inocencia de la infancia. Su energía es inconsciente y sin
rumbo, pero con un claro propósito en sí mismo, Se mueve fuera
del espacio y del tiempo. Los aires de la profecía y la poesía moran
en su espíritu. Aunque vaga sin rumbo fijo, permanece intacto a
través de los años. Su vestimenta multicolor nos recuerda el arco
con los destellos de la eternidad. Como las formas de un calei-

+ El aspecto energizante del Loco está dibujado originalmente cn An En-
eyclopedia Outline of Masonic, Qabalistic and Rosicrucian Symbolic Phylo-
Sophy de Manley Hall editada por The Philosophical Research Society, 1968,
lámina CXXIX. Allf el Loco en tamaño natural parece salirse de la página.
llevando, como un imán tras de sf, a todos los demás Arcanos del Tarot que
aparecen pintados en miniatura.

50

El Loco: en el Tarot y en nosotros

doscopio que aparecen y desaparecen, así el Loco entra y sale de
nuestro mundo, irrumpiendo de vez en cuando entre los Arcanos
del Tarot como veremos más adelante.

Su naturaleza cambiante parece expresarse en su cetro de bu-
fon, donde figura una cabeza réplica de la suya, con la que fre-
‘cuentemente está en seria conversación. Esta idea está realizada
en formas muy sutiles. En algunas barajas, un Loco de aspecto se-
rio sostiene un espejo, cuya imagen parece burlarse y le saca la
lengua. En una baraja austríaca del siglo XV, una mujer bufón sos-
tiene el espejo ¡hacia nosotros! La imagen en el espejo es aquí la
de una triste figura masculina, y aparece una inscripción: «Mujer
bufón mirando su cara de idiota en un espejo».*

Muchas de las ambigüedades del arquetipo del Loco están di-
bujadas en una baraja francesa de origen desconocido que alguien
me dio hace ya treinta años y que no he visto reproducida en nin-
gún otro lugar (fig. 8). En esta carta, el Loco aparece dibujado
como un viejo mendigo con barba blanca y ojos tapados. En su
‘mano derecha lleva su cetro de bufón (su alter ego) de forma que
le precede y le guía en sus pasos vacilantes. Quizá hace sonar sus
campanillas para advertir al Loco del cocodrilo que espera agaza-
pado. El perrito que ladra a su dueño también parece avisarle de
algún peligro. Como señal de que este mendigo está en contacto
con su lado instintivo, lleva bajo su brazo izquierdo un violín. Su
música le acompañará mientras cante por su cena en el próximo
pueblo, ayudándole a mantener su alma en paz y armonía a lo lar-
20 del solitario camino.

En marcado contraste con el joven Loco del Tarot de Waite, al
que vimos justo a punto de emprender su aventura, este viejo va-
gabundo se acerca ahora al final de su largo viaje. No es ciego,
pero lleva los ojos vendados, indicándonos que su ceguera es vo-
luntaria para no atender a los estímulos que le llegan del exterior,
para poder contemplar la vida con el ojo interior. Ha prescindido
también de la compañía humana y se dedica a dialogar con su si-
mismo intuitivo, personificado en su cetro de bufón, y con la
‘muda compañía de su perro. La eterna y tradicional figura del ar-
Quetipo del triste y sabio Loco se ha mantenido viva en la litera-
tura y el arte a través de los siglos y aparece hoy ante nosotros en
1a figura del payaso chaplinesco y los tristes bufones, cuyos mun-

51

Jung y el Tarot

dos contemplan al nuestro desde los lienzos de Picasso, Rouault y
Buffet. El triste Loco está emparentado con el arquetipo del Viejo
Sabio, un prototipo que veremos personificado en la carta número
nueve: El Ermitano.

El lugar que ocupa este bufón en la serie del Tarot es apropia-
damente quijotesco. En algunas barajas, con el número cero, abre
el mazo; en otras, con el veintidós, clausura el desfile de los Arca-
nos. Desde nuestro punto de vista, el hecho de que vaya el prime-
ro o el último no tiene importancia; es ambos y ninguno de ellos.
Por ser una criatura de movimiento perpetuo, bailará a través de
las cartas cada día, conectando interminablemente el principio
conelfin.

Como es de esperar, los detalles del vestuario del Loco combi-
an en su diseñio muchos opuestos. Su capucha, aunque concebida
como burla de la del monje, revela sin embargo una conexión se-
ria con el espíritu. Sus campanillas son eco del momento más so-
lemne de la misa y, haciéndonos recordar la fe infantil de los lo-
cos, nos remiten a la exhortación de San Pablo: «Seamos locos,
por la causa de Cristo».

El talismán del bufón, una cresta con cascabeles, combina una
verdad muy seria con adornos alegres. El gallo con su canto nos
avisa del amanecer de un nuevo concienciamiento, un despertar
de nuevo alas antiguas verdades, Por lo que se ve, este milagro no
se va a efectuar en los cielos estrellados sino en el alboroto del co-
rral. En lugar de amaneceres irisados y ángeles con trompetas de
oro, el Loco nos muestra la cresta de un gallo, ese bello y fértil pé-
jaro que tiene una conexión tan significativa con Getsemaní. Á la
luz de estos comentarios, parece apropiado pensar que los albi-
genses, a quienes atribuimos la creación de estos Arcanos, lo esco-
gieron para disfrazarse a sl mismos, como los locos. Sintiéndose
traicionados por la corrupción de la Iglesia, ellos también procla-
maron un nuevo espíritu; debieron sentirse felices al hacer enlo-
quecer a las autoridades, camuflando sus ideas revolucionarias en-
trelas cartas de una baraja de juego.

El vestido del Loco es el símbolo por excelencia de la unión de
diferentes tipos de opuestos. Sus colores variados y su diseño irre-
gular parecen hablarnos de un espíritu en discordía, aunque entre
este caos aparente se discierne un modelo de orden. El Loco se

52

El Loco: en el Tarot y en nosotros

Fig. 8 El Loco (antiguo Tarot francés)

presenta a sí mismo como el puente entre el caótico mundo del in-

Consciente y el ordenado mundo de la conciencia. Por este moti
/0, como veremos más adelante, lo relacionamos

del Embaucador. on

La palabra «loco» (foo!) procede del latin follis, que quiere de-

cit «fuelle, globo, saco de aire». Una baraja austríaca nos muestra

al Loco con capucha de monje y cascabeles, tocando la gaita. En

53

Jung y el Tarot

los circos actuales vemos cómo los payasos llevan fuelles y se sacu-
den mutuamente con capuchas vacías, manteniendo así ja sonada
locura de sus orígenes. Los fuelles proporcionan el oxígeno nece-
sario para la combustión, de la misma manera que el Loco propor-
ciona el espíritu o el ímpetu para la acción. Él nos «enciende», A
Veces el Loco del Tarot lleva una pluma en el sombrero, lo cual
nos hace pensar también en su conexión con los espíritus celestia-
les. El bufón puede ser también como un globo, lleno de aire ca-
Niente como la palabra «bufón» sugiere (del latín bufo, que signifi-
ca «sapo» y del italiano buffare, «soplar»).

En el Loco los extremos se tocan siempre. William Willeford
hace notar que tradicionalmente el bufón estuvo conectado con el
falo en ambos sentidos, en el impúdico y en el de fertilidad. El
falo se llevaba en las procesiones griegas y romanas, asi como tam-
bién lo llevaban los Arlequines del Renacimiento. Un ejemplo
‘més actual de este tema es el pequeño ser creado por la revista hu-
'morística británica Punch, cuyo personaje es un ser diminuto con
un inmenso falo. Los bufones de las cortes curopeas a menudo lle-
vaban una capucha con forma de falo. Su bastón con dos campani-
tas colgantes es obviamente otro símbolo de fertilidad; su «herra-
mienta». Al mismo tiempo, este juguete es el cetro del Loco, lo
que le conecta con el Rey como su alter ego.

“Algunas veces el Loco, a quien pintan como el equivalente del
Rey, lleva una corona. La corona es simbólicamente un halo de
oro abierto por su parte superior para recibir la iluminación desde
Jo alto. Así pues, ambos, el rey y el Loco, reciben la inspiración di-
vina, Dado que el rey reina por derecho divino, su equivalente ti
ne un derecho igualmente divino para criticarle y ofrecerle suge-
rencias alternativas.

La ilustración siguiente (fig. 9) nos muestra un rey y un bufón
actuales. Sorprendentemente parecidos en su fisonomía, estos dos
personajes llevan coronas idénticas y peculiares. Estos tocados
Son negros, cuadrados y sólidos en su parte alta, así que parecen
techos en miniatura que les protegen a la vez de la iluminación del
cielo y de sus lágrimas. Muchos creen que estas coronas no tienen
valor hoy en día y a los que las llevan se les ha llamado «cuadra-
dos». Estos tocados hacen que todos sus portadores se parezcan y
se comporten de manera similar. Como muestra la ilustración, es

54

El Loco: en el Tarot y en nosotros

Fig.9 Reyybufön

il saber a veces quién es el rey y quién el bufón. La
bufón real era recordarle sus extravagancias, la mortal
das las peronas, así como ayudarle a defenderse de los frutos de
sus pecados y de su propio orgullo. Un bufón que sea casi igual
Que el rey no puede serle útil en este aspecto, así como tampoco
Puede defenderle del «mal de ojo». Como se pudo comprobar en

55

Jung y el Tarot

«el caso Watergate» en los años setenta, un tribunal compuesto
exclusivamente por tiralevitas está condenado.

Debido a que el Loco contiene polos de energía opuestos, es
imposible detenerlo. En el momento en el que pensamos que he-
‘mos atrapado su esencia da media vuelta, regresa a su opuesto y se
burla desde atrás. Es la combinación de su ambivalencia y de su
ambigüedad lo que le hace ser tan creativo. Sobre este aspecto del
Loco, Charles Williams dijo: «Se le llama Loco, pues la humani-
dad piensa que está loco hasta conocerlo; es soberano y nada, y si
no es nada, entonces es un muerto viviente». El Loco abarca to-
das las posibilidades.

Parece significativo que, hoy en día, los jóvenes de corazón de
cualquier edad vayan como él, vestidos de colorines y parches,
(con capuchas y campanas. Muchos se convierten en trotamundos
que viajan con un saco con todas sus pertenencias mundanas a la
espalda. Alan McGlashan,” en su libro The Savage and Beautiful
Country, considera este fenómeno como un intento del incons-
ciente por volver a las raíces a buscar el creativo suelo del Edén,
para reactivar el poder ilimitado de la primera creación. Muchos
jóvenes abandonan en la actualidad reconocidas instituciones de
enseñanza superior para buscar la verdad que se halla más profun-
damente enraizada en el suelo de su ser esencial. Quizá los colores
psicodélicos de los años sesenta y setenta ya presagiaban el ama-
necer de una nueva conciencia para toda la humanidad.

El nombre francés del Loco, Le Fou, afín a la palabra «fuego»
(le feu), hace eco de su conexión con la luz y la energía. Como nos
podría decir el mismo bufón: «Soy luz y viajo en la luz» (ambos
aman los juegos de palabras). Como un símbolo del fuego de Pro-
meteo, el Loco arquetípico personifica el poder transformador
que cred la civilización y que también puede destruirla, Su capaci-
dad para crear o destruir, de orden y de anarquía, se refleja en la

manera en que lo presenta el antiguo Tarot de Marsella. Lo descu-
bre andando por su propio camino sin importarle en absoluto lo
que la sociedad piense de él, sin siquiera un camino que le guíe,
aunque lleva el traje de bufón, lo cual nos indica que posee un lu-
gar preeminente dentro del orden gobernante. En la corte, juega
un papel único como compañero del rey, su confidente y crítico
privilegiado. Como al Coyote embaucador de los Navajo, al Loco

56

El Loco: en el Tarot yen nosotros

se le concede un papel especial en el orden social. Su presencia sir-
ve a los poderes reinantes como recordatorio de que la necesidad
dé anarquía existe en la naturaleza humana y que debe de tenerse
encuenta.

La presencia de bufones en cortes y familias nobles empezó en
época muy remota y se mantuvo hasta el siglo XVII. Esta práctica
nos muestra la idea de que hemos de dejar un lugar al factor que
rechazamos en nosotros y admitirlo en nuestra pequeña corte inte-
rior, lo que psicológicamente significa que lo hemos de admitir. Es
bueno mantener al Loco visible, donde podamos vigilarlo. Si lo
excluimos de nuestra conciencia puede jugarnos malas pasadas
que, aunque puedan ser «prácticas», son a veces difíciles de apre-
ciar. Si lo aceptamos en nuestro interior, el Loco puede traernos
ideas frescas y nuevas energías. Si vamos a beneficiarnos de su vi-
talidad creativa, hemos de estar dispuestos a soportar su compor-
tamiento poco convencional. Sin sus observaciones crueles y sus
sabias amonestaciones nuestro paisaje interior podría tornarse es-
téril. Así, el antiguo refrán que dice «albergar en casa a un loco
protege del mal de ojo» no es solamente una superstición, sino que
es una verdad psicológica de valor constante.

Otra técnica usada en la antigtiedad para asegurar a la socie-
dad contra las sublevaciones imprevistas de las necesidades cicli
cas de destrucción era conceder ciertos períodos de permisibil
dad, como las Fiestas de los Locos, donde se suspendían por unos
dias todos los convencionalismos establecidos. En estas ocasiones
el orden natural de las cosas se trastocaba. Los rituales más sagra-
dos se parodiaban de manera obscena, se ridiculizaba a los digna-
tarios del Poder y de la Iglesia, permitiendo así que se ventilaran
los sentimientos de rebelión y hostilidad que habían estado repri-
midos por mucho tiempo.

Hoy en día el espíritu de esta fiesta saturnal pervive diluido en
las celebraciones de Carnaval y, en menor escala, en el día de los
inocentes, Nochevieja y San Juan, en circos, desfiles, rodeos, fes-
tivales de rock y otros acontecimientos en los que pervive el espíri-
tu festivo, La erupción en nuestra cultura de la magia negra, así
como el interés creciente por la brujería y los adivinos, nos indica
la necesidad que tenemos de incluir lo irracional de una forma más.
Aceptable.

57

Jung y el Tarot

Hay maneras mucho menos dramáticas de aceptar al Loco en

nuestras vidas; una de ellas es admitir librememte nuestra propia
locura. Cuando logremos hacerlo en una situación conflictiva, los

resultados pueden ser insólitos. Al no hallar resistencia, el antago-
nismo cae de bruces y el adversario se queda haciendo una pirueta
en el aire. Más claramente, la energía que antaño usábamos para
defender nuestra propia estupidez se libera para usos más creati-
vos. En cuanto se puede abrir el corazón para admitir al Loco, su-
cede con frecuencia que la risa disipa la hostilidad y todas Jas
partes del anterior conflicto terminan con Puck riéndose de la
locura de los mortales. En cualquier caso, el Loco es un buen per-
sonaje a quien consultar cuando todos nuestros planes se tuercen,
dejándonos desvalidos a la deriva. En estas ocasiones, si escucha-
‘mos, podremos ofrle decir mientras se encoge de hombros: «Aquél
que no tiene meta fija, no puede perder nunca su camino».

‘Como ya he mencionado antes, hay muchísimas versiones del
Tarot. Hemos mostrado varias de las diferentes figuras del Loco
enel Tarot, ya que cada una de ellas permite resaltar alguna faceta
importante de su compleja personalidad. La primera de ellas es
tuna vieja carta suiza (fig. 5) que nos lo muestra como puer aeter-
nus, joven de vigor inmortal (aunque tenga siglos de edad). Su ce-
tro recuerda la flauta mágica de Papageno, que podía hacer bailar
a sus enemigos tras disipar su odio. Si pudiéramos sintonizar con
ella, sin duda sería una bella manera de evitar la discordia y la
guerra.

La flauta también nos recuerda aquel infame «Flautista de Ha-
melins. (Existe de hecho una baraja alemana en la que dibujan al
Joker como el flautista seguido por ratas encantadas.) De esta
misma manera, el Loco de la baraja suiza puede sacarnos de los
convencionalismos en los que estamos inmersos y devolvernos al
mundo infantil de la fantasía y de la imaginación. Hay que tener
cuidado, sin embargo, con su magia: si olvidáramos pagarle po-
dria tenernos bailando como sus ratones, prisioneros en el mundo
de los instintos, sin ningún tipo de salvación hasta que le hayamos
pagado la deuda pendiente. Parece urgirnos a mantener una bue-
na relación con nuestro Loco. Así, como él, podremos viajar libre-
mente, entrar y salir de los mundos de la fantasía etérea y de la
realidad terrena.

58

El Loco: en el Tarot y en nosotros

Un buen ejemplo del acuerdo laboral entre el mundo de los
adultos y el de la eterna niñez se simboliza en la historia de Peter
Pan. Este chico, como el flautista de Hamelin, se llevaba a los
niños fuera de lo establecido. Aunque no llevara los cascabeles del
Loco, podía volar y le gustaba cantar como un gallo. Como el
Loco arquetipico, abarca los opuestos, ya que tiene una sombra
oscura que sabiamente cosió sobre sí mismo para que no se le per-
diera ni olvidara.

Cuando Peter Pan se llevó los niños de la señora Darling al
país de Nunca-Jamás, ésta quedó muy desconsolada, así que Peter
Pan hizo un trato con lo establecido: Wendy podría vivir en su
casa la mayor parte del tiempo con la condición de que, de vez en
cuando, apareciera por el país de Nunca-Jamás para ayudar en la
limpieza de primavera. Quizá, si admitimos al Loco en nuestra
vida, nos enseñe a volar y nos provea de un salvoconducto para su
país, siempre que le ayudemos a arreglarse un poco, Por supuesto,
necesita nuestro intelecto ordenado en su país de Nunca-Jamäs
tanto como nosotros necesitamos su vitalidad y su creatividad para
nuestro mundo de Siempre-Siempre. _

El aspecto engañoso del Loco es realmente engañoso. Como
observa Joseph Henderson, el tramposo es completamente amo-
ral. No se somete a disciplina alguna y sólo se deja guiar por su ac-
titud experimental hacia la vida; de la figura de este tramposo fi-
nalmente surge la del Héroe-Salvador. Una necesidad ineludible
para esta transformación es que el joven tramposo tenga que pa-
gar por sus escándalos. Literalmente, Henderson dice que «el im-
pulso del tramposo nos proporciona el mayor obstáculo para la
iniciación y es uno de los problemas más duros que tiene que re-
solver la educación, puesto que parece como una ilegalidad divi-
namente sancionada que promete convertirse en heroica».®

Debido, quizá, al tardío reconocimiento del poder heroico de
la juventud, la sociedad admite hoy sus maneras y modos, vesti-
mentas e incluso cierta ilegalidad en los jóvenes. El hecho de que
muchos adultos adopten vestidos y costumbres juveniles puede in-
dicar un intento inconsciente de encontrar en ellos mismos su po-
tencial heroico no realizado.

“Algunas veces, este ensayo inconsciente de contactar con el
Potencial irrealizado de heroísmo interior puede surgir de manera

59

Jung y el Tarot

extraña y violenta. Un ejemplo notorio fue el intento de asesinar
al presidente Ford, que protagonizó la joven Squeaky Fromm. No
contenta con hacer el papel del bufón arquetipo, como un atrevi-
do equilibrio de las reglas y leyes establecidas, Squeaky quiso aca-
bar de una vez con el establishment, «No resultó», dijo ella. Pero
este joven Loco descarriado consumó su actuación cuando en la
portada de la revista Newsweek (15 de Septiembre, 1975) apa-
reció su fotografía llevando en la cabeza la típica gorra roja del
Loco (fig. 10).

En nuestro viaje hacia la individuación, el Loco arquetípico a
menudo nos muestra tanto la resistencia como la iniciativa inhe-
rentes a su naturaleza, e influye en nuestras vidas de manera más
creativa y menos drástica. Su curiosidad impulsiva nos conduce
hacia sueños imposibles mientras que, al mismo tiempo, su natu-
raleza juguetona nos devuelve de nuevo al mundo fácil de nuestra
infancia. Sin él no emprenderíamos nunca el esfuerzo del autoco-
nocimiento; pero con él estamos siempre tentados de quedarnos
vagando por los aledaños. Dado que es una parte de nosotros mis-
‘mos separada de nuestro ego consciente, puede tendernos tram-
pas mentales, como mínimo confundiendo nuestra lengua o pro-
vocándonos lapsus. A veces, sus bromas nos introducen en lugares
donde nuestro ego nunca se hubiera atrevido a ir."

Es evidente que el Loco como Héroe-Tramposo puede jugar-
nos pasadas buenas o malas según el punto de vista de cada uno.
Marie Louise von Franz lo califica de «mitad diablo mitad salva-
dor... puede ser a la vez destruido, transformado o reformado al
final de la historia».? En los siguientes capítulos vamos a ver al
Loco del Tarot (y/o héroe) a través de los veintiún estadios de su
transformación. Muchos milagros han de suceder para que el loco
conglomerado de energías simbolizado por el bufón en la carta
cero, emerja en la carta veintiuno como el Mundo, un bailarín se-
reno que se mueve al ritmo de las esferas.

En la baraja suiza, al Loco se le llama Le Mar, literalmente «el
demente». A menudo, los bufones de la corte eran realmente re-

* Por ejemplo, mi Loco interior me condujo hace veinte años a iniciar un
análisis junguiano («s6lo una hora para ver de qué se trataba») y ahi estoy
ón, ya que este viaje no acaba nunca.

60

El Loco: en el Tarot y en nosotros

Fig, 10 Squeaky Fromm como el Loco
(Copyright 1975, by Newsweek, Inc, Derechos reservados,
Reproducido con permiso.)

6

Jung y el Tarot

trasados mentales. Aunque cortos en materia de intelecto, tenían
tuna relación especial con el espíritu. Cuando llama a este Loco
‘ana figura religiosa arquetípica», von Franz la conecta von la fur
ción inferior, el término junguiano para el aspecto no desarrollado
de la psique. En su libro Lectures on Jung’s Typology compara al
Loco con «una parte de la personalidad, incluso de ja humanidad,
que quedó atrás, arrinconada, y por eso lleva aún en sflatotalidad
original de la naturaleza».

Carifiosamente llamados a veces «los amigos de Dios», estos
locos eran mantenidos y mimados por la sociedad. Esta costumbre
sobrevive hoy y tiene su paralelismo en «el tonto del pueblo», que
suele ser mantenido y protegido por toda Ja villa. Solamente en las
sociedades que se llaman a sí mismas desarrolladas, estas aberra-
ciones de la norma ya no se toleran sino que se les envía a institu-

Si el Loco se presentara por ahí con su nombre italiano, 1! Mat-
to, esto es el demente, seguramente lo habrían echado de nuestra
sociedad, pues la demencia es una condición del espíritu humano
muy temida hoy en día. Aquí también vemos cómo el poder esta-
blecido se vuelve cada vez más intolerante con lo que se desvie de
lo que se ha decidido llamar «normal». No cabe la menor duda de
que el aumento alarmante del consumo de drogas es atribuible, en
parte, a la severidad de las generaciones que nos precedieron.
Aparentemente, sólo las drogas podrían hacer que la conciencia
se durmiera tanto como para sentirnos capaces de derribar las ba-
rreras artificiales que separaban estos dos mundos. Ahora, mu-
chos de los que usaron drogas para dinamitar el camino que les sa-
caba de aquella rígida prisión cultural, se encuentran desarmados
al otro lado de la barrera, incapaces de encontrar cobijo de ningún
tipo ante los caóticos vendavales de Ja psicosis. Las enfermedades
mentales aumentan de manera alarmante. Irönica pero no sor-
prendentemente, la cosa que más temíamos nos ha caído encima,

Paradójicamente, la ruta hacia la verdadera salud pasa a me-
nudo a través del infantilismo y la locura. En ciertas ceremonias
primitivas, el médico y el paciente actuan «como locos» para con-
Seguir que el mal imperante se invierta, conviertiéndose en su
opuesto. En El rey Lear, el protagonista, desamparado como un
niño, tiene que vagar sin ayuda de ningún tipo por las tormentas y

62

El Loco: en el Tarot y en nosotros

por los calores hasta que por fin puede llegar a una nueva, real y
clara visión de su alma. Es una característica de la visión interior
de Shakespeare que Edgardo, disfrazado de loco, sea el que con-
duzea a Lear hasta la salud mental. El Loco puede hacer de demo-
nio, induciéndonos a la locura, pero puede también conducirnos
haciaelcaminodelsalvación,
Comentando el aspecto salvador del infantilism

‘McGlashan dice lo. pers Fe ya ies

«El hombre debe regresar hasta sus orígenes personales y
raciales, y aprender de nuevo las verdades de la imaginación. Y
en este trabajo le van a ayudar dos extraños maestros: el niño,

quien ha entrado a medias en el mundo racional del espacio y
del tiempo, y el loco, que ha escapado a medias de él. Pues
sólo estos dos seres están liberados, de algún modo, de la pre-
sión del remordimiento del acontecer diario y del incesante im-
pacto de los sentidos externos que atormentan al resto de la
humanidad. Estos dos tipos originales viajan ligeros, van lejos
ensus solitarios viajes trayéndonos a veces una ramita brillante
del Bosque de Oro por el que se han paseado.»!™

__ El Loco como Salvador en potencia es lo que muestra la baraja
pintada con cariño a principios de siglo bajo la dirección de A. E.
Waite. Este delicioso joven paje con su vestido floreado y una rosa
en la mano, parece casi andrógino, combinando de modo feliz las
cualidades masculinas y femeninas a la vez, En muchas culturas
primitivas los dioses, asf como los primeros humanos, se conside-
ee ee lo ele el primitivo estado de tota-
ue existía antes de que se separaran : cielo-ti
= À que ani anes de que se separara los opuestos: cielo-tie-
El vestido que lleva el Loco le conecta, pues, con las do:
ala vez: con el poder primordial del Creador y con la inocencia de
lo reción creado. A pesar del precipicio que tiene delante, el joven
Loco de Waite baila sin preocuparse por ello. Su cabeza está ro-
leada de las nubes de ensueño de un mundo perfecto, liberado de
toda miseria, y su corazón anhela aventuras y amoríos. Tiene un
Aspecto tan ingenuo como Parsifal. Como Parsifal, el Gran Loco,
no tiene ni idea de lo que debe preguntarle a la vida, o ni siquiera

63

Jung y el Tarot

que haya que preguntarle algo; tiene, sin embargo, un perrito que
puede olfatear el peligro y le ayudará a evitarlo.

‘Como le sucede a Parsifal, la conexión que tiene el Loco con su
aspecto instintivo tiene el poder de salvarle no sólo a él, sino a
toda la humanidad. Joseph Campbell ha escrito que es precisa-
mente la completa seguridad que Parsifal tenía en su intuición na-
tural lo que le hacía pasar por alto las costumbres establecidas, los
convencionalismos y los consejos de sus mayores, de manera que
3) final hizo la única y sencilla pregunta necesaria para redimir al
Mundo Perdido en su totalidad. Quizás el joven Loco de Waite se
salvará a sí mismo (y a todos nosotros). Como le sucede al princi-
pe Mishkin de El idiota de Dostoievski, es la personificación del
poder redentor de la sencillez más la fe. Como todos los locos, ha
sido tocado por la mano de Dios.

Dios toca a los locos de muchas maneras; en tiempos pasados,
las deformidades del cuerpo se veían como señales especiales de
Dios. Enanos, jorobados, eran escogidos a menudo para hacer de
bufones en las cortes o casas reales de la época. Algunos padres
avariciosos hicieron que sus hijos sufrieran tales deformaciones
vendändoles para que pudieran aspirar a ocupar ese lugar tan de-
sado en la corte. Sin pararse a comprobar si estos seres eran así
debido a la mano milagrosa de Dios o a los trucos y la maldad de

sus padres, lo cierto es que la mayoría de las veces szanseres doter
dos de una profundidad y sabiduría insólitas. Excluidos por su de-
formidad física de los intereses y actividades de la mayoría de las
personas, a través de su sufrimiento y de su soledad estas gentes
Se vieron forzadas a encontrar recursos en su propio interior. La
ironía del payaso triste ha sido tema de grandes obras de arte,
‘como el lienzo de Picasso, el de Rouault y también en el escena-
rio, Rigoletto y Pagliacci, pero en ningún sitio ha sido tan admira-
blemente descrita la dignidad humana y la capacidad del espíritu
de trascender el sufrimiento como en Don Sebastián de Morra, de
Velázquez. j

El Loco, sea como bufón, como payaso de circo o como tram-
poso, es siempre un ser solitario y triste que está alejado del coti-
leo anónimo que disfruta del mundo que le rodea. En la baraja
moderna llamada Tarot acuariano, aparece el Loco que capta es-
ta ¡dea solemne de otra manera (fig. 7). En los anteriores locos

64

El Loco: en el Tarot y en nosotros

de otras barajas, lo hemos visto siempre moviéndose hacia la dere-
cha (tradicionalmente el lado de la consciencia), mientras que aquí
lo hace hacia la izquierda, hacia la siniestra (lado de la inconscien-
cia). Todos los otros locos están saliendo hacia el mundo extraver-
tido de la acción, simbolizando la evolución de la conciencia hacia
la experiencia exterior. El Loco acuariano, como no lo hicieron
muchos jóvenes de las generaciones anteriores, se marcha de este
tipo de realidad para llegar con calma a vislumbrar el borde de
otro mundo. Quizás como muchos jóvenes de su edad, está salien-
do a la exploración del mundo interior de sueños y visiones. Es de
lejos el más solemne de todos los Locos que hemos visto hasta
ahora, es el único que parece estar mirando hacia donde va, Pare-
ce estar dirigiendo su mirada a una meta distante, Aunque esté
bujado como un joven, no hay nada en él que nos haga pensar en
un alocado jovenzuelo inexperto que se lance sin meta alguna. Pa-
rece como si estuviera pensando seriamente en los pasos de la au-
torrcalización con la dedicación y el propósito que sólo son habi-
tuales en la segunda mitad de la vida. Parece como sise retirara de
la vida, antes de haberla vivido. Quizás presiente que nuestro
mundo y sus valores no le proporcionan oportunidad para la auto-
rrealización. En principio, al regreso de este viaje a su interior, va
a traernos nuevas ideas para crear un mundo que haga su esfuerzo
más valedero.

El Loco del Tarot acuariano es un espejo fiel de la seriedad y
la tristeza de los jóvenes de hoy, que tienen el sentimiento de ha-
ber nacido en un mundo que les es extraño, ya que no es el mismo
que conocieron sus padres, Margaret Mead señala a menudo que,
quienquiera que haya nacido en este mundo después de la segun-
da guerra mundial, lo hace en un mundo científico y cultural des-
conocido para sus padres, y que seguirá siéndolo por siempre ja-
más. El problema no es sólo el de una incomprensión entre ambas
generaciones, sino que existe un abismo cultural tan enorme que
podría decirse que los jóvenes de hoy han aterrizado en un nuevo
planeta, física y psicológicamente.

No cabe duda de que éste es el abismo que el joven del Tarot
de Waite no veía venir. ¡Qué gran contraste entre este Loco de fin
de siglo y el actual acuariano! Cuando se mira a este nuevo viajero,
se siente la confianza de que él sí que tiene la capacidad de conver-

65

Jung y el Tarot

tirse en el Héroe Salvador que matará al dragón y nos conducirá al
‘nuevo reino. Parece que para esto, en primer lugar, jóvenes y ma-
yores, tenemos que bajar y tocar con los pies en el suelo y enfren-
tar después juntos este abismo real. Quizás hace falta incluso que
caigamos dentro y toquemos fondo para encontrar entonces una
base común sobre la cual construir un nuevo mundo.

En el Tarot de Marsella el Loco es el número cero, hecho nota-
ble, pues el número bajo el cual «nació» nos ilumina dándonos a
conocer su carácter y su destino. Como las estrellas, los números
brillan con una realidad eterna que trasciende el lenguaje y la geo-
grafía, Se les ha llamado «los huesos de) universo», puesto que son
los arquetipos que simbolizan la interrelación entre las cosas mor-
tales y las inmortales.

Las palabras son la expresión de las ideas de los hombres; los
números, expresan las realidades de Dios. . +

El concepto de cero, desconocido en el mundo antiguo, no
apareció en Europa hasta el siglo XIt. El descubrimiento de esta
aparente «nada» amplió de una manera importante el pensamien
to del hombre. Prácticamente, creó el sistema decimal, y filos6fi-
camente descubrió la asombrosa paradoja de que «nada» ocupa
un espacio y contiene un poder. Parece, pues, apropiado asignar
el cero al Loco. En las antiguas cartas italianas de Tarocchi, el
Loco, fiel a la forma, no tenía valor ninguno por sí mismo, pero
aumentaba el valor de la carta junto a la cual aparecía. Como el
vacío e inútil cero, la magia del Loco puede convertir un uno en un
millón. Ñ

El poder del cero es inherente a su forma circular. Para experi-
mentar las cualidades que son esenciales a esta forma, nos ayuda-
tia contrastar e) tacto de un círculo y el de un cuadrado. Suponga-
‘mos que se quiere dibujar un círculo perfecto. Lo primero que se
hará es fijar una de las partes del compás en un punto, el cual pa-
sará a ser el centro. Después de eso, ya se puede trazar la circunfe-
rencia del círculo. Mientras no se haya decidido el centro, no se
puede dibujar el círculo. Aquí no cabe preguntarse si el huevo fue
‘antes que la gallina, lo cierto es que el centro es lo primero; es, de
hecho, central a todo el concepto de «círculo», cosa que no sucede
en ninguna otra figura geométrica. o

‘Un circulo con un punto en su centro es el signo universal para

66

El Loco: en el Tarot y en nosotros

designar el sol, fuente de todo calor, luz y poder. Este jeroglífico
también designa el Huevo del Mundo, de cuyo fértil centro surgió
y sigue surgiendo toda creación. El loco, cuyo vestido de colores
abirragados han llamado muchos el movimiento continuo de lo
que no tiene centro, al igual que su número cero, no expresa nada
ylo contiene todo.

Pruebe a dibujar un círculo en el aire; este movimiento es tan
natural y tan fácil que habiendo empezado es difícil no llegar hasta
el final. Se puede sentir cómo el círculo ha pasado a significar lo
naturalmente lleno, el movimiento perpetuo y lo infinito. No le
pasa lo mismo, por supuesto, al cuadrado. Para dibujar el más pri-
mitivo de los rectángulos se necesitan cuatro trazos diferentes y,
además, para hacerlo perfecto, necesita medidas precisas. No es
algo que se pueda hacer con una cuerda. El cuadrado perfecto no
se encuentra en ningún sitio en la naturaleza: es, pues, una crea-
ción del hombre.

El hombre se siente íntimamente ligado al movimiento circular
en cada uno de los segundos de su vida a través de su respiración y
del fluir de su sangre. El viaje de nuestra vida es también circular,
ya que nos movemos desde la intuición infantil de la niñez, a tra-
vés del conocimiento, otra vez hacia la percepción intuitiva que es
la sabiduría de la edad adulta. Un círculo tiene características que
son únicas, su indivisibilidad y su indestructibilidad; es por tanto
inmortal, No así el cuadrado. Pruebe este experimento. Pinte y re-
corte un círculo en un cartón, lo parte por el medio y se lo enseña
a alguien y le pregunta qué es. Lo probable es que le digan: «dos
semicirculos» o bien «un círculo partido por la mitad». Después
hace lo mismo con un cuadrado, cortado en diagonal o bien por su
mitad vertical, pregunte otra vez qué es lo que ven. La gente le va
a contestar ahora: «dos triángulos» o «dos rectángulos», según lo
haya cortado. En estos ejemplos, el círculo mantuvo su identidad
mientras que el cuadrado la perdió, El cero es asimismo indestruc-
tible, ya que no se puede modificar con la suma de algo, ni con la

resta, ni con la multiplicación ni con la división.

El círculo refleja la forma de los eternos planetas y de la gran
cúpula del cielo, conectando a éstos con nuestro globo terráqueo y
recordándonos que nosotros también flotamos en el espacio celes-
te. Si nos colocamos en una habitación circular cuyas paredes ex-

67

Jung y el Tarot

teriores sean de cristal, podríamos abrazar el universo; pero esco-
gemos vivir en cubículos cuadrados cuyas ventanas muestran a
‘nuestra inspección vistas pre-seleccionadas y enmarcadas para ex-
cluir a la naturaleza. Nos gusta repartirnos el mundo de acuerdo
con los moldes humanos en vez de exponernos nosotros mismos al
libre fluir de la naturaleza que es donde mora y se mueve el Loco
inclasificable.

‘Con lo que hemos dicho hasta aquí puede verse fácilmente que
el emblema del Loco se ha convertido en el símbolo de la deidad
ho manifiesta, del primitivo caos o vacío de donde surgió por pri-
mera vez el cosmos y todo lo creado, Se le ha conectado con el sig-
o cabalistico «En Soph» o la Luz Ilimitada, el principio activo de
la existencia previo a su manifestación material, la nada de la cual
proceden todas las cosas. Es por lo tanto lo que en alquimia se la-
ma In Prima Materia o el fondo de las cosas: «aquello en lo que to-
dos empezamos».

El círculo también simboliza el Jardín del Edén, el paraíso, ese
bendito estado de inconsciencia e inocencia que la humanidad ex-
perimentó antes de caer en las duras realidades de la consciencia.
Representa aquel vientre feliz que nos cobijó a todos como aquel
«érase una vez», antes de que el conocimiento de los opuestos
prohibidos se deslizara en nuestro jardín. Muchas pinturas mues-
tran el jardín del paraíso como un círculo; en el cuadro de Paolo
llamado «La expulsión», vemos un círculo en cuyo centro un mun-
do redondo y verde está rodeado por un arco iris. Es el mundo del

Loco y sus colores, el mundo donde vive y desde donde nos visita
alguna vez, trayéndonos nubes de su gloria perpetua.

En el ciclo que está por encima del Edén, Paolo nos muestra al
Señor; con un dedo rígido señala a Adán y a Eva sacándolos de
este jardín para hacerles peregrinar sin hogar por siempre jamás.
¿Podemos sentirnos identificados con estos dos? ¡Cómo ansiamos
Volver al hogar, al vientre del tiempo e introducirnos en él de nue-
vo! La nostalgia que sentimos de nuestra infancia así como del lu-
gar de nuestro nacimiento refleja la gran añoranza de ser conten
dos de nuevo en el Círculo Perfecto.

"En muchas pinturas un círculo en el cielo representa un lugar
sagrado, un sagrado femenos desde donde los poderes celestiales
aparecen de manera milagrosa, desde donde los poderes divinos

68

El Loco: en el Tarot y en nosotros

irrumpen en el conocimiento humano. Esta forma se util
muchas cartas del Tarot, como veremos más adelante, y is
mentada en capítulos posteriores. Es interesante observar que la
palabra «cifra» nos conecta con la letra hebrea sephiroth, los diez
puntos del Árbol cabalístico de la vida donde se manifiesta el po-
der divino. ”
En su cuadro «Dios creando el Universo» William Blake utiliza
este símbolo para mostrarnos lo que él llama «el habitáculo secre-
to de la deidad invisible» (fig. 11). Desde este círculo, una deidad
con barba blanca saca un brazo largo para disponerse a erear,
compás en mano, nuestro microcósmico mundo a imagen yseme-
janza de su Mundo Perfecto. Dado que la deidad no puede crear
‘nuestro mundo sin antes fijar un centro, la pintura de Blake nos
tranquilizará mostrándonos que nuestro mundo tiene también su
‘centro, un punto central de orden y significado escondido en el cen-
to, slogramos encontrar el camino haa,
jay mil maneras en las que nuestro mundo refleja el Gran Cir-
culo Superior. Muchas son las culturas que han creado une
iglesias en forma circular: Stonehenge, Santa Sofia, el templo de
Delfos son los ejemplos más destacados. La etimología de la pala-
bra «círculo» nos conecta con todo lo dicho anteriormente. Las pa-
labras inglesas «church» y «kirk» se relacionan con «circle», círculo,
Y st como lugar de reunión popular, nos remite iglesia, reunión
de fieles. La palabra griega kirkos (pregonero) era el nombre de la
imagen del sacerdocio. Vemos pues cómo el Loco, fiel al viaje espi-
ritual, merece este cero así como la pluma de su gorro.

Una creencia muy común es la de atribuir al círculo el poder de
expulsar los malos espíritus fuera de su contorno y concentrar y li
mitar las energías. La mesa redonda del rey Arturo tenía ese signifi
Sado misterioso y a menudo la pntan con el Santo Grial aparecicn-
do milagrosamente en el centro, mientas alrededor de la misma

caballeros sentados se maravillan. Cualquier mesa redonda,
esfera o rueda zodiacal nos hace pensar en una de las caracteristi-
Sas del círculo del Loco, y esla de reunir alas personas alrededor y
en relación íntima ente sí, más que en otros lugares donde se está
ims bien separado yen un orden jerárquico. Un circlo no tiene ex-
{temo ni cabecera y cualquier cosa o persona está a igual distancia

el centro. Esta puede ser la razón por la que nuestros diplomáticos

9

Jung y el Tarot

utilizan este tipo de mesas para resolver los problemas internacio-
nales.

Ciertos discos, que hoy en día despiertan muestro interés (y
que están estrechamente relacionados con el Loco), son los plati-
llos volantes, esos ceros que llegan de mundos presumiblemente
superiores y más allá de muestra comprensión.

Tung nos sugirió que estos «círculos celestes» que se veían o
que se creen ver, pueden significar que una nueva imagen de la
Plenitud está a punto de irrumpir en la consciencia (Flying Saucers;
E Modern Myth).Y Estos platillos volantes padecen la misma suer-
te que todas las visiones internes, se les tacha de «locuras» y se etí-
quetan como «sin importancia», como le sucede al mismo bufón
La Nada es un símbolo perfecto para el estado de plenitud indivisa
precedente a la creación de las cosas. El mundo de la experiencia
Potidiana es verdaderamente una ilusión creada por el ser huma-
10, es lo que los hindúes llaman «las diez mil cosas». Nosotros crea-
mos el mundo que vemos tanto psicológica como físicamente.
“Todo lo que hay en él procede de la nada cuando nacemos y todo
volverá a la nada cuando muramos; esta nada está fuera del tiem-
po y del espacio. Es pura naturaleza, esla esencia encubierta, de-
trás del velo.

"Hacemos barcos de arcilla» decía Lao-Tse, «pero su verdade-
ra importancia está en su oquedad, en su vacío». Para encontrar
de nuevo este vacío natural y llenar nuestro espíritu de Ja infinita
bondad del silencio es para lo que se han recuperado la mayoría de
los ejercicios de meditación. Mientras no hallemos el silencio que
existió antes de la primera palabra de la creación, no podremos
‘encontrar un mundo nuevamente creativo.

La idea del círculo como principio y fin del viaje está expresa.
da simbólicamente por la serpiente mítica que se come la cola, el
Uróboros mitológico; se crea, se alimenta de sí mismo y se trans-
forma al tragarse su cola. Su forma circular nos habla de la natura-
leza inconsciente, (de) primer vientre antes de la creación de los
opuestos) deseada al final del viaje.

‘Segin dice san Buenaventura: «Dios es una esfera inaprehen-
sible cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia está en
ningün sitio». Fijar al Loco, incluso en el amplio mundo del cit-
culo, es imposible; podríamos decir, quizá, que representa una

70

El Loco: en el Tarot y en nosotros

Éd

Fig. 11 Dios creando el Universo
(Ancient of Days de William Blake, Reproducción del original de
la biblioteca y galería de arte de Henry E. Huntington.)

n

Jung y el Tarot

parte de nosotros la cual, inocente pero sabiendo lo que hace, se
Te embarcada en la búsqueda del autoconocimiento. À través de
ella tendremos experiencias que nos parecerán locas, pero que
luego reconoceremos como cruciales para la conformación de
nuestras vidas.

Tung definió el ego como «el centro de la consciencia». El self
(si-mismo) es el término que él usa para denotar el centro de la
totalidad de la psique, un centro de amplio conocimiento y esta-
bilidad. Como nos mostrará el Loco con su danza circular, el sk
mismo no es algo que inventemos nosotros, ni es tampoco una za-
nahoria dorada que llevamos delante de nuestra nariz toda la vida.
El símismo es algo que está ahí desde el principio; el ego es, si se
quiere, lo que hacemos, el si-mismo se nos dio. Existe antes de
uestro nacimiento, durante nuestro nacimiento y después de nues-
tra muerte. Está en nosotros siempre, esperando que volvamos a
casa e incluso nos apremia a ello, ya que aquí no hay marcha atrás.
Nuestro viaje, como el del Loco, es circular. Como dice C. G.

Jung:

«El ego se enfrenta al sí-mismo, como el móvil a su motor,
como el objeto al sujeto. El sf-mismo, como el inconsciente es
algo que existe previamente y de donde surge el ego. Es, por
decirlo de alguna manera, una prefiguración inconsciente del
ego. No soy yo el que se crea así mismo, pero sí que me sucedo
amfmismo.>!

La iridiscencia del Loco no puede limitarse a palabras, pero la
cita anterior parece captar algo de sus colores cambiantes. Pode-

"mos decir que el Loco del Tarot es el si-mismo como una prefigu-
ración inconsciente del ego. Me parece que incluso el Loco encon-
trarfa esta definición lo bastante ambigua. Si está riendo, es para
demostrarnos que el humor es un ingrediente en nuestras relacio-
nes y algo necesario y agradable para cualquier viaje.

William Butler Yeats lo entendió así. Fue por ahí buscando
historietas jocosas del pueblo de Irlanda. En una de éstas, «La rei-
nay el Loco», nos enseña que el Loco de nuestro Tarot vive aún
hoy en Irlanda. Aquellos que le vieron dicen que lleva una barba
moteada y le gusta aparecer inesperadamente en Jugares insólitos,

n

El Loco: en el Tarot y en nosotros

«He oído decir a un hearne, un hechicero,

hearne, , que vive en la
frontera de Clare y el país de Gales, que en cada “comunidad
de hadas” existe una Reina y un Loco y si uno de ellos te

toca” no te recuperas jamás; solamente podrás recuperarte si

te toca otro duende. Él dijo del Loco que era acaso “el más sa-
bio de todos” y lo describió luego “vestido como uno de esos
actores que vagabundean por el país...” La muj j

vagal jer del viejo mo-
Her dj: “Se dot que ls duendes so buenos vecinos eno:
neral, pero que del contacto con el Loco, de -
die, ¡quedas ido!”.» sonore

Del golpe del Loco, uno no se recupera, pero ¿quién quiere rec
perarse? ipera, pero ¿quién quiere recu-

Fig. 12 ElMago (Tarot marsellés)

4. EL MAGO:
CREADOR Y TRAMPOSO

A partir de otras cosas munca extraerás la
Unidad, a no ser que hayas logrado la Uni-
dad en ti mismo.

Dorn

Como decíamos, el Loco expresa el espíritu del juego, capri-
choso andariego, con energía ilimitada, caminando sin cansancio
por el universo sin meta conocida. Sin preocuparse por lo que ha
de venir, incluso mira por encima del hombro. El Mago (fig. 12),
por el contrario, ha llegado a un lugar fijo, por lo menos temporal-
mente. Su energía se dirige principalmente a los objetos que tiene
frente a sí, y que escogió para prestarles especial atención. Están
colocados sobre la mesa de la realidad, lo cual limitará su activi-
dad a estas fronteras, de modo que sus energías no se desparra-
men en vano ni se pierdan. Tiene un programa, es evidente.

Está a punto de hacer algo, y de hacerlo para nosotros.

Si el Loco es ese impulso profundo del inconsciente que nos
mueve a buscar, ahora, pues, el Mago podría simbolizar el factor
que dirige en nosotros esta energía y puede ayudar a humanizarla.
Su varita mágica le conecta con su antecesor, Hermes, el dios de
las revelaciones. Al igual que el alquímico Mercurio, que está do-
tado de poderes mágicos, el Mago puede iniciar el proceso de la
autorrealización al cual Jung llama individuación, guiando nues-
tro viaje hacia el submundo de nuestros yos más profundos. El
hombre ha reconocido desde siempre que hay un poder que va más
allá del ego y ha tratado de propiciarlo mediante ritos mágicos.

El Loco y el Mago están los dos en casa, en el mundo trascen-

75

Jung y el Tarot

dental. El Loco va bailando por él, como un niño inconsciente; el
Mago se mueve por él como un viajero experto. Los dos están re-
lacionados con el arquetipo del Tramposo, pero de diferente ma-
nera. La diferencia que hay entre ellos es similar a la que existe
entre una broma y una actuación mágica, El Loco realiza sus
trampas con nosotros, el Mago prepara exhibiciones para oso?
Pos El Loco actúa a nuestra espalda, el Mago en cambio actuará
de frente y cara a cara si queremos presenciar su actuación. El bu-
fon se burla de nosotros y nos hace reir, el Mago nos engaña y nos
maravilla.

El Loco es solitario; su método, secreto. Nos sorprende de re-
pente gritando su broma: «jinocentel», y desaparece después. El
Mago. por el contrario, nos incluye en su plan y nos da la bienve,
aida a su exibición de magia, a veces incluso nos invita a subir al
Escenario y a ser sus cómplices. Hemos de cooperar con él de algu-
a manera para que el éxito de su magia se cumpla. Para el Loco
(e para el éxito del trabajo del Loco), lo que es necesario es nues-
tra total inconsciencia. o

EI Loco es un amateur, el Mago un serio profesional. Así
pues, como la magia del Loco es completamente espontánea, el
Pesultado le sorprende a él mismo. Si, por el contrario, falla, se en-
coge de hombros inhibiéndose y salta hacia la próxima aventura
Con el Mago es completamente distinto, pues él es un artista dedi-
cado a su trabajo; cuando una de sus obras falla, se siente involu-
crado y trata de comprender por qué sucedió. El número del Loco
era cero, el amplio mundo es su ostra. Le interesa todo y no le mo-
Testa nada. Como el Eterno Niño de todos los tiempos, teje sueños

llenos de fantasía dejando que otros cumplan la tarea de su reali-
zación. Al ser el Mago el Arcano del Tarot número uno, tiene una
psicología completamente distinta. A él le interesa descubrir cuál
Es el principio creativo que se esconde detrás de la diversidad.
Quiere manipular la naturaleza para dominar sus energías. Los
"más primitivos ritos mágicos fueron los conectados con la fertile
‘Gad, eran ceremonias para propiciar a los dioses y que enviaran
abundantes cosechas y mujeres fértiles. El Loco no tiene estos
programas, él sólo quiere disfrutar de la naturaleza

El Mago del Tarot de Marsella tiene en una mano la varita
mégica y en la otra una moneda de oro. La mano es siempre algo

16

El Mago: Creador y tramposo

muy importante en toda magia. Es el símbolo del poder del hom-
bre para medir y dar forma a la naturaleza y usar de modo creativo
sus energías. Más veloz que el ojo, la mano del Mago crea la ilu-
sión más rápidamente de lo que nuestra imaginación pueda seguir;
su mano es también más rápida, en el sentido de que es «más
viva», que la ocupada mente del hombre. La mano humana pare-
ce tener una inteligencia propia. Se le ha denominado «el momen-
to fugaz de creación que nunca se detiene».

Es múltiple el regalo que nos hace el Mago tanto en forma de
milagros como de decepciones. Llevando nuestra atención más
allá de la moneda de oro, puede enredarnos y embriagarnos con el
cascabel de su mano. Como la misma conciencia humana, uno de
cuyos aspectos simboliza, el Mago puede crear maya, la ilusión
mágica de «las diez mil cosas». Haciendo desaparecer los objetos
de su mesa, puede hacernos creer la simple verdad de que todas
las cosas, todos los objetos, no son más que una apariencia de la
realidad. Somos nosotros los que creamos el mundo que aparenta
existir. Transformando un objeto u elemento en otro, el Mago nos
revela otra verdad, esto es, que bajo el nombre que tienen «las
diez mil cosas», todas las manifestaciones lo son de Una sola, to-
dos los elementos son Uno y todas las energías son Una. El aire es
fuego, es tierra, cs conejo, es paloma, es agua, es vino, ¡es Uno!
Todas son todo y todas son sagradas. El Mago nos ayuda a com-
prender que el universo físico no es el resultado de un Poder de
Creación Original que actúa sobre la materia, sino que es el resul-
tado del Poder de Vida que actúa sobre sf-mismo. Fuera de sf-mis-
mo, el Poder Único construye todas las formas, los contornos y
miriadas de estructuras.

En un principio, sólo los dioses o sus representantes en la Tie-
rra, los sacerdotes, tenían estos poderes mágicos. Una de estas fi-
guras es la de Hermes Trismegisto, una figura mítica que ha sido
varias veces asociada al dios egipcio Thoth y al dios griego Her-
mes. Fue él quien nos dejó el sucinto sumario del tópico que estu-
diamos ahora: «Todas las cosas son de este Uno, por la meditación
del Uno y todas las cosas tienen su nacimiento en esta unidad».
Como ya se indicó, esto expresa una verdad que atañe a los dos
planos de la existencia, el macrocósmico y el microcósmico,

A la magia se la llama a veces la ciencia de las relaciones ocul-

m

Jung y el Tarot

tas. Sea milagro o truco, la esencia oculta de este arte es la reve-
lación. El Mago tiene el poder de revelar la realidad fundamen-
tal, la intimidad que subyace a todo; representa el poder de obrar
milagros que tenemos todos y que es capaz de revelar la oculta
fuente de vida que hay en nosotros, ofreciéndonosla para un uso
creativo. Este tipo de revelación está bellamente simbolizado en
la historia de Moisés, quien, adivinando las aguas ocultas, golpeó
la roca con su vara milagrosa hasta que manó para calmar la sed de
todo su pueblo. «Bienaventurados los que tienen hambre y sed...»
‘Al servicio de una necesidad vital y humana, pueden suceder los
milagros. Se puede decir que los milagros suceden sólo cuando
responden a una necesidad que trasciende al ego.

En la ilustración Moisés sacando agua de la roca (fig. 13), la
importancia de esta necesidad trascendente queda ilustrada de un
modo inequívoco: aquí, la multitud sedienta es más protagonista
que el mismo Moisés. Se los ve apifiados alrededor, bebiendo afa-
nosamente su ración de agua. A nadie le importa quién hace el mi-
lagro y menos que a nadie al mismo Moisés, que empuña su bácu-
lo intentando cumplir su trabajo. No está colocado en medio de la
escena, ni está separado de los otros, sino que aparece como uno
más del grupo, junto a los suyos, tanto pictórica como emocional-
mente, ante el suceso de las aguas milagrosas. El fluir de estas
aguas, así como el ritmo circular del dibujo, da énfasis a la idea de
que estamos presenciando un suceso que atañe a dos polos de
igual importancia: a la izquierda, el pueblo que necesita y espera,
ala derecha Moisés, que se da cuenta y se dedica a ello. Sin uno de
los dos factores, no habría milagro. Si elimináramos al pueblo se-
diento del dibujo, el Mago pasaría a ser inevitablemente la figura
central del mismo y su magia, si llegara a funcionar, no sería más
que un truco orgulloso, una triquiñuela al servicio del ego y de la
vanidad personal.

©. G. Jung opinaba que todos los acontecimientos mágicos, mi-
lagrosos y parapsicológicos tienen un factor común que es la actitud
de esperanzada expectación por parte de los participantes. Jung
describe este estado de esperanza como uno de los mayores éxitos
del experimento que se realizó en la Universidad de Duke, en la
que los participantes «adivinaban» los símbolos impresos en una
carta que no podían ver. Comentando este fenómeno, escribió Jung:

78

El Mago: Creador y tramposo

AN

Fig. 13 Moisés sacando agua de la roca

_. «La persona que se pone a prueba, o bien duda ante la po-
sibilidad de saber algo que no conoce o bien espera que eso sea
posible y que el milagro se realice. De todas maneras, la perso-
na que se somete a una prucba aparentemente imposible como
ésta se encuentra encarnando la situación arquetípica que tan a
‘menudo vemos en los mitos y en los cuentos de hadas, cuando
Ja intervención divina, por ejemplo, un milagro, ofrece la úni-
ca solución.»

Al describir estos sucesos Jung utilizó también los términos «ar-
quetipo del milagro y arquetipo del efecto mágico».

79

Jung y el Tarot

Es comprensible, pues, que sea el Mago quien tenga el poder
de ponernos en contacto con la Gran Unidad, ya que él vive en lo
‘mas profundo, en el nivel psicológico del inconsciente donde no
existe división de tiempo-espacio, de cuerpo-alma, de materia-es-
píritu y donde los mismos cuatro elementos no han sido separados
del Gran Vacío. Dado que este Gran Vacío es también la Plenitud
de la cual procede todo, contiene por necesidad todos los opues-
tos. No debe extrañar, pues, que el personaje del Mago sea un
amasijo de contradicciones. Como Sabio, puede llevarnos al esta-
blo o hacer el milagro de Camelot; como Charlatán, se le puede
encontrar en la feria del pueblo, enredando a los parroquianos bo-
rrachos, haciéndoles desaparecer sus dineros. Es un consuelo sa-
ber que, por ser descendiente del bromista Mercurio, es sincero
‘en su duplicidad y al ser, como él, mensajero de los dioses, conec-
te lo interior con Jo exterior, lo de arriba con lo de abajo, compar-
tiendo ambos.

"Algunos Tarots modernos (básicamente la versión de Waite)
presentan al arcano número uno como al «buen» Mago sacerdo-
tal, eliminando sus aspectos más cuestionables. Volveremos sobre
esto después, pero ahora fijémonos en el Tarot de Marsella, que
nos ofrece en su versión el encanto íntegro de las múltiples facetas
del Mago.

À primera vista, su vestido de colorines, (fig.12) nos recuerda
el del Loco; es una coincidencia apropiada, ya que los dos participan
del arquetipo del prestidigitador. En ambos casos, el variopinto
colorido de los vestidos nos sugiere la incorporación de elementos
dispares, aunque aquí la oposición de colores está arreglada de
manera consciente. Los parches del vestido del Mago parecen dis-
puestos para hablarnos de oposición y de interacción, contraste y
Coordinación. Los colores han sido escogidos cuidadosamente para
oponerse en cada una de las piernas, brazos, hombros, caderas y
pecho. Los colores vibran con repulsión y atracción, de forma que
parece como si emitieran chispas de energía eléctrica,

El tema de la antítesis creativa queda subrayado en el ala del
sombrero del Mago, que sugiere la figura de un ocho tumbado. A
esta forma le Jamamos «lemniscata» y es el signo matemático que
designa el infinito. Como aparece dibujado tiene una raya roja ex-

terior que se balancea de una manera que nos hipnotiza y nos re-

80

El Mago: Creador y tramposo

cuerda el movimiento de los opuestos: cada uno cambia sin fin ha-
cia el otro, como lo hace también el símbolo chino Tai-chi, el cual
nos muestra la incesante interacción del yin y el yang, las fuerzas
positivas y negativas inherentes en toda la naturaleza, Si te puedes
concentrar en el ala del sombrero a la luz de una vela en la oscuri-
dad de la luna, el Mago moverá el ala para ti. Es, pues, el movi-
miento continuo de la creación.

Las dos elipses de esta lemniscata unidas por un puente o por
un salto pueden verse también como un par de gafas gigantes. Si
os ponéis estas gafas mágicas, podréis echarle una ojeada a una
nueva dimensión de la realidad. Éstas no son gafas de color de
rosa; lo que veremos a través de ellas son fenómenos naturales, no
la vaga manifestación de «otro mundo». Las experiencias que nos
ofrece el Mago son de nuestra propia naturaleza y están tan arrai-
gadas en nuestro medio terrestre como las plantas que vemos cre-
cer a sus pies.

Es muy significativo observar que entre los colores del vestido
del Loco no hay ni un toque de verde. Como vimos, no estaba im-
plantado en nuestra realidad, suya era en cambio la energía que
fluye libremente de todo lo que no se ha manifestado todavía.

el Mago organiza esta energía para crear, preparando su en-
carnación en la realidad. El gorro del Loco era amarillo, el color
del poder del fuego solar. Al final vimos una pequeña orla roja o
un cascabel; también podría ser una gota de sangre. Con el Mago,
esta sangre roja toma vida y recorre sin cesar el perfil del ala de su
lemniscata, «pone toda su sangre» en la situación presente y se de»
dica al trabajo que tiene encomendado, El dorado amarillo, cen-
trado y con forma de globo, se convierte ahora en la copa del som-
brero del Mago. El poder del sol pertenece a la persona del Mago;
nos lo recuerda ahora el hecho de que sus rizos estén teñidos de
oro. Su cabello serpenteante recuerda el de la Medusa, lo cual
vuelve a hablarnos de la dualidad engañosa del prestidigitador.

La vara del Mago, como la del director de orquesta, es un ele-
‘mento que concentra y dirige la energía. La energía necesita ser
dirigida. Solamente con la cooperación humana consciente puede
ésta ser canalizada para uso del hombre. El director de orquesta,
en su podio, usa su batuta para coordinar y modular la energía de
sus músicos, creando entonces, de un sonido caótico, una armóni-

81

Jung y el Tarot

cay rítmica melodia. Igual hace este Maestro del Tarot que parece
orquestar las energías de los objetos que tiene frente a si. Sostiene
su vara con la mano izquierda, lo cual nos indica que su poder no
es el resultado del intelecto ni de su entrenamiento, sino que es un
regalo natural e inconsciente. A menudo los magos usan su indice
para sustituir la vara y dirigir con él la atención y para concentrar
energías. Una de las más bellas pinturas que representa este hecho
es la que Miguel Angel pintó en el techo de la Capilla Sixtina: La
Creación. En ella, el índice del Mago Supremo, parecido a un
falo, dirige la fuerza creadora hacia la mano de Adán. Podemos
apreciar el flujo amoroso de esta energía inseminadora al pasas de
Ja mano de Dios a la de Adán y, a través de él, a todas las criaturas
de Dios.

Heros hablado de la naturaleza ambigua del Mago y de cómo.
con una mano, puede conectarnos con el gran círculo de la Unidad
y con la otra puede ayudarnos a separar sus elementos para exami-
harlos. Este personaje puede cumplir estas funciones que a prime
ra vista parecen opuestas y antit&ticas; pero que pueda hacerlo al
mismo tiempo, esto es un milagro de increíbles proporciones. Y
puede hacerlo a pesar de todo.

En una ilustración de Goltzius para las Metamorfosis de Ovi-
dio (fig. 14), vemos al Gran Mago en persona haciendo este mila-
gro. El nombre de cuadro es: La separación de los elementos, y en
él podemos ver cómo la plenitud del Gran Círculo no se rompe
por este hecho sino que, al contrario, es como si su verdadera
Esencia estuviera por primera vez plenamente en evidencia. Nues-
tro mago interior hace la misma magia cuando nos ayuda a exami-
nar y discriminar los elementos de nuestro mundo interior de ma-
nera que podamos revelar, más que destruir, su unidad esencial.

‘Como este trabajo es el iniciado y ejemplificado por el Crea-
dor, podemos volver a mirar la ilustración de Goltzius ya citada
para entender qué es lo que pasa en ella. En esta pintura, Dios (0
nuestra «más querida naturaleza», como le llamaba Ovidio) pare-
ce estar totalmente absorto en esta danza de la revelación. Apa-
Tentemente, esta labor de separación de los elementos es un trabajo

dificil incluso para el Creador. Requiere una concentración per-
fecta. Parece a veces una labor pegajosa y delicada, como sacar la
miel de un panal. Otras veces nos parece que se trata de la danza de

8

Fig. 14 Laseparación de los elementos
(Goltzius, Hendrick. De la serie de grabados para la Metamortosís
de Ovidio. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York. Donación de
laseñoraA. S. Sulivan, 1919)

los velos ejecutada con destreza sobrehumana y en perfecta armo-
El problema parece ser cómo rasgar los velos, y especialmen-
te aquel que esconde la realidad central, sin quedarse enredado y
sofocado por haber caído en su trampa. Se necesita una intensidad
apasionada en esta danza derviche que nos revelará una nueva
unidad y dará a conocer el nacimiento de un nuevo mundo.
sort fiel microscópico, el ego solo no puede hacer esta magia
Sólo nuestro Mago interior puede ejocuta la intrincada coreogra-
de la revelación. Solamente él puede demostramos la corres-
Bondencia entre el micleo central y las envolturas externas y sólo
Puede revelamos que ambas están hechas del mismo material
re En otro sentido, la magia de los alquimistas demostraba ta co-
rrespondencia entre lo interior y lo exterior. Vefan en los elemen.
s y en las transformaciones que tenían lugar en sus retortas los

83

Jung y el Tarot

elementos y transformaciones de su propia naturaleza psíquica. Su
‘meta manifiesta era puramente externa y química: aplicando calor a
ciertas mezclas, esperaban ellos (o eso decían) descubrir la simiente
ereadora o la esencia que yace en toda materia, y a través de eso lle-
gar a transformar los metales básicos en oro. Hablaban de eso co-
mo de «liberar el espíritu encerrado o prisionero en la materia».

Sin embargo, los alquimistas repetían insistentemente en sus
escritos que el oro que ellos buscaban realmente no era el oro ex-
terno, sino aquel oro trascendente interior del centro de la psique
que Jung llama el sí-mismo. En el libro Psicología y Alquimia, Jung
da un índice detallado de los diversos estadios de la Gran Obra,
que es como los alquimistas llamaban a sus experimentos. Jung
nos demuestra cómo los diversos estados alquímicos citados en la
obra tales como licuefaceiön, destilación, separación y coagulación
correponden de distintas maneras a los diversos estadios de evolu-
ción y maduración de la psique humana hacia su individuación.
Jung describe cómo, al trabajar con los elementos «allá afuera»,
los alquimistas conseguían una conexión intuitiva que les hacía ver
transformaciones similares en su propia naturaleza interior, Nos
muestra cómo, a través del trabajo externo, conectaban con el tra-
bajo interior, intuitivamente hablando e influidos por él. En otras
palabras, los alquimistas, tanto si entendían conscientemente
como si no lo que estaban haciendo, usaban sus experimentos
químicos como «soportes de proyecciones», de la misma manera
que nosotros vamos a usar las cartas del Tarot. Lo que las retortas
alquimistas contenían era aire, tierra, agua, mercurio, sal, plomo
y otras sustancias cuyas reacciones estudiaron, y de esta manera
llegaron a comprender su propia química interior. Nuestros mate-
riales serán los veintidós triunfos cuyas interacciones estudiare-
mos de la misma manera y con el mismo objetivo.

La figura central del estudio de los alquimistas fue una figura
llamada Mercurio, de inagotables paradojas. Se referían a él de
dos maneras también opuestas: «el espíritu de la creación» y tam-
bién como «el espíritu prisionero de la materia». También lo lla-
maban «la sustancia transformadora» y al mismo tiempo «el espi-
ritu que mora en las criaturas vivas». Era, pues, a la vez el espíritu
que transforma y el que necesitaba ser liberado y transformado.

‘Nuestro espíritu mercurial (a quien podemos etiquetar como

84

El Mago: Creador y tramposo

nuestro Mago interior) comparte también estas dos facetas, Es a
Ja vez nuestro «espíritu creador de materia» y a la vez está «conti
nado y prisionero» en la oscuridad de nuestro oscuro inconsciente.
Si ha de funcionar para nosotros como la «sustancia transformado-
ra», tendremos que encontrar la manera de liberarlo del cautive-
rio y traerle a la uz de la conciencia.

Como decían los alquimistas, el hombre mismo es a la vez estas
dos cosas, pues es creador del mundo y prisionero necesitado de re-
dención ya que, como ellos creían, la salvación y la redención eran
dos cosas que no procedían de lo alto y creían que sólo se conseguía
con el Gran Trabajo al cual ellos dedicaban sus vidas: la liberación
del espíritu contenido en ellos mismos, y en toda la naturaleza,

Nosotros también debemos hallar la manera de liberar nuestro
espíritu que se halla prisionero para que pueda actuar como «sus-
tancia transformadora» y pueda cambiar nuestro mundo interior y
afectar al exterior. Necesitaremos su ayuda para encontrar los ca-
minos dentro de la oscuridad de la naturaleza interior y por fin
desvelar el yo total, el sol central de nuestro ser (que se halla aho-
ra eclipsado), para que pueda brillar de manera nueva para noso-
tros. Si logramos que esto suceda, nosotros cambiaremos como
individuos y, así, la misma naturaleza humana será transformada.

Hablando psicológicamente, con la relación existente entre la
conciencia humana y los primitivos arquetipos del inconsciente es
‘como se consigue que lo oculto se acerque a la luz y la cualidad de
la conciencia humana en sí misma despierte lentamente al conoci-
miento, Cada vez estamos más convencidos de que la psique hu-
mana, así como el cuerpo humano, no son cosas estáticas sino
que, como nosotros mismos (y como todos los fenómenos natu-
rales) son procesos en continua evolución, Ya no concebimos la
Creación como un momento estático en que el Creador «dijo» o
«hizo» aquello para siempre, sino que lo consideramos un suceso
continuo, un diálogo entre lo que podríamos llamar nuestro Ma-
80 interior y el Gran Mago. Muchos artistas han intentado pintar
la creación en todas las épocas y ya hemos repasado algunos de

ellos, pero no hay nadie que haya captado tan bien lo que es el

proceso de la creación como lo hizo Rodin en la escultura que él
llamó La mano de Dios (fig.15). Nadie ha captado tan acertada-
mente lo que es la esencia de la creación. Allí podemos ver de qué

85

Jung y el Tarot

manera están íntimamente involucrados el Creador y las criaturas
Es algo que atañe a ambos. En este maravilloso estudio podemos
ver a Adán y a Eva abrazados, sostenidos y cobijados en la mano
acogedora del Todopoderoso. Aquí las figuras humanas están sur-
siendo de la misma materia que es la mano del Creador, por lo
que lo humano y lo sobrehumano juntos forman un supremo todo.
En esta obra, el milagro de la creación no se nos presenta como un
hecho realizado ya, un acto en el que el protagonismo no es exclu-
sivo del Gran Mago, sino que la criatura y el Creador están íntima-
mente unidos en el acto de hacerse o devenir. Son «eocreadores»
en un acto que les incumbe a los dos, trascendiéndoles a ambos.

El Mago del Tarot de Marsella, con su lemniscata llena de vi-
vos colores, simboliza este proceso. El sentimiento de «hacerse o
devenir» se refleja en el número que tiene el Mago, el Uno. Es un
número yang, o del poder masculino; es luz, brillo, actividad, po-
der penetrante y se asocia con el cielo y con el espíritu. Pero,
(como ya hemos dicho antes, este mago está lleno de ambigüedades
cultas, pues el hecho de que haya uno nos revela de inmediato la
existencia de otro. La idea de uno sólo puede ser experimentada
en relación, por lo menos, con otro. El número uno representa la
conciencia humana pues, como el hombre, está erecto y es un tra-
zo que une el cielo con la tierra, de pie. La conciencia implica tam-
bién una dualidad: el observador y el observado. Podemos pensar
que, en la oculta costilla del Mago, se halla contenido el principio
femenino cuyo número será el dos. Como el pez símbolo del Tai-
Chi, cuyo blanco lleva dentro de sf el punto negro; así, escondido
tras la ambigüiedad del Mago, aparece un punto oscuro de la ambi-
valencia femenina.

Este sutil matiz solamente podemos descubrirlo en el Tarot de
Marsella. En el de Waite sólo se nos muestran aspectos masculi-
nos, positivos, yang (fig. 16). Ya no hay vagabundo en la eneru-
‘jada; este mago aparece aquí como una gota de puro oro entre
lirios y rosas. Lleva vestidos sacerdotales y tiene una expresión so-
Jemne. Sostiene en su mano derecha una vara que indica que sus
poderes están bajo control consciente y dedicados al espíritu celes-
tial, Con su mano izquierda indica el suelo como para recordarnos
la máxima hermética: «Asi en lo alto como en lo bajo». Merece
atención que los dos extremos de la vara de este Mago sean blan-

86

El Mago: Creador y tramposo

15 La mano de Dios (Auguste Rodin)

87

Jung y el Tarot

Fig. 16 Tarot de Waite

cos. Mientras el espíritu masculino queda doblemente subrayado,
el espíritu yin, femenino, oscuro, queda totalmente excluido
“Blanco arriba y blanco abajo» nos sugiere un universo estático y
estéril regido por un rígido perfeccionismo. Ñ

El emplazamiento en esta carta parece contradictorio; mien-
tras el Tarot de Marsella nos muestra a su Mago sobre un fondo
natural e informal, Waite coloca al suyo en una pérgola de flores

88

El Mago: Creador y tramposo

parecidas a rosas y lirios simbólicos. Waite climinó la mayoría de
las ambigüedades de la versión marsellesa y con ello mucha de su
vitalidad. Su flamante sombrero de ala ancha y los colores peculia-
res han desaparecido totalmente, dejando sin embargo una lemnis-
cata negra que ondea de manera mágica por encima de su cabeza, la
cual ofrece poco alimento a nuestra imaginación. Los rizos de oro
que adornaban la cabeza del Mago han sido reemplazados por el
corte intencionadamente severo que corresponde a la clase sacer-
dotal. La mesa ha sido limpiada de objetos sospechosos, como da-
dos, bolas y otros artículos de origen desconocido y propósito du-
doso. Han sido barridos quizás bajo la alfombra. Aparecen en su
lugar los cuatro objetos que representan los palos de la baraja del
Tarot; están en perfecto orden y a punto para ser usados. Resu-
miendo, el tipo de Mago que se nos ofrece en esta versión inglesa
del siglo veinte es muy diferente de la francesa de ántaño. Estas
diferencias reflejan las dos maneras posibles de afrontar la indivi-
duación, así como el papel que juega el Mago en este proceso.

El Mago de Waite nos muestra con su rígida vara que el poder
trascendental se encuentra «arriba»; su porte hierático nos indica
que él nos aportará la iluminación por medio de un acto conscien-
te de voluntad y siempre de acuerdo con los rituales establecidos;
sólo interesa el eje vertical; en su gesto no vemos nada horizontal,
que es la dimensión de la relación humana.

Por el contrario, el Mago francés incluye la horizontal en su
postura y el amplio vuelo de su sombrero, Parece trabajar más me-
diante un juego de la imaginación que por la voluntad. Su modo
informal de presentarse deja lugar para lo imprevisto y, sobre
todo, su postura no es en absoluto rígida, pues a este personaje no
le interesa la perfección futura. Está absorto en el momento siem-
pre presente y creativo del ahora. La sensación de espontaneidad
que refleja la atmósfera del Mago de Marsella nos recuerda que
los milagros de Jesús también fueron hechos de una manera casual
y al borde de los caminos y que sus parábolas, las más sabias, fue-
Ton respuestas espontáneas a momentos vividos entonces.

La palabra francesa Le Bateleur quiere decir «el que hace jue-
gos de manos». Podemos imaginarlo jugando con todos los obje-
tos que llenan su mesa de una manera rítmica, lanzándolos al aire
como rítmico es el borde de su sombrero. En una pintura de Mare

89

Jung y el Tarot

Chagall llamada El Malabarista, vemos al personaje central mani-
pulando el tiempo, simbolizado por un enorme reloj que hace on-
Gear como si fuera una bandera. Siempre nos ha parecido mágico
el poder de trascender las restricciones del tiempo vulgar, como
poder especial de los dioses. El Mago nos demuestra este poder de
distintas maneras: primero, como vidente, nos trae realidades e
ideas presentes y potencialidades que habitualmente yacen ocul-
tas a nuestros ojos para «un futuro». Esta habilidad para adivinar
es de hecho divina, ya que a través de ella tocamos el mundo in-
temporal de los inmortales.

El Malabarista juega con el tiempo de otra manera: acelerando
los procesos naturales, desafiando aparentemente las leyes del
tiempo. Así como un herrero acelera el proceso de transformación
de los metales añadiéndoles un calor intenso, así el Mago puede
«transformar las conciencias aplicando el calor de la afección emo-
cional. En la antigüedad se tenía a los herreros por magos. Su po-
der se consideraba divino y nos da muestra de ello el hecho de que
uno de ellos fuese Hefesto, dios del Olimpo.

‘Como malabarista, el Mago crea magia en las coordenadas del
espacio-tiempo. Todos los artistas son magos, pues manipulan las
‘cosas de cada día, convirtiéndolas en objetos trascendentes. Ellos
las desposeen de todo detalle sobrante, mostrándonos la estructu-
ra básica que subyace a toda apariencia de manera que, en cada
uno de Jos miles de árboles que han sido pintados en miles de cua-
dros, la esencia de lo que es «serárbol» queda patente.

La escultura es también una especie de revelación mágica.
Los artistas de este medio dicen a menudo que no son ellos los
que crean sus figuras sino que le quitan a la materia todo lo su-
perfluo para que la imagen que estaba implícita en la primitiva
piedra aparezca, surja libremente. Este pensamiento cobra su to-
Tal valor en El cautivo de Miguel Ángel. Muestra a un esclavo
que lucha denodadamente para liberarse del bloque de mármol
en el que está parcialmente prisionero todavía. De la misma ma-
nera, los escritores tienen que luchar para eliminar muchas de las
palabras que a cada momento complican las ideas y tienden a con-

fundirlas. El problema no es tanto encontrar palabras sino elimi-
nar excesos para que la idea pueda transmitirse claramente, Mu-
chos de nosotros podemos haber experimentado el proverbio

90

El Mago: Creador y tramposo

antiguo: e tuica más tempo, podría escribir con menos pala-
as.

Como vimos antes, los alquimistas también dedicaron sus vi-
das a liberar el espíritu que estaba prisionero dentro de la materia.
Es muy significativo que ellos se tuvieran por artistas, aunque en
su tiempo los demás les llamaran magos. Hoy en día, los terapeu-
tas dedicados a la psicología analítica son también artistas, en el sen-
tido en el que usamos esta palabra: magos. Pues en la masa confusa
de nuestra vida cotidiana y en nuestras conflictivas prisas y nues-
tras imágenes, nos ayudan a encontrar y comprender los modelos
de conducta ocultos en nuestro fondo, los únicos que dentro de
nosotros están en contacto con la Unidad universal de toda la hu-
manidad.

La palabra «magia» está vinculada a la imaginación, ingredien-
te imprescindible para la creatividad tanto en las ciencias como en
Jas artes. ¿Quién hubiera podido imaginar que volaríamos hacia la
luna? Pues sí, alguien lo hizo y por eso llegamos all. Se consiguió
esta magia porque había muchos «alguienes» que, con esta iden y
con la concentración de sus energías en ello, lo lograron. Figuraos
por un momento lo que podría pasar si cada ser viviente «imagina-
ra» o pensara en la paz y dirigiera hacia ella todas sus energías con
vistas a su realización. Nosotros, magos, podríamos hacer milagros.

Pero la magia de la conciencia humana es una espada de doble
filo, Podemos usarla tanto para construir un nuevo mundo como
para abrir con ella una caja de Pandora llena de ocultos demonios
que pueden destruir nuestro mundo y la vida de este planeta. La
tentación de dar un uso inadecuado al poder es un aspecto oculto
de cada una de las figuras arquetípicas; dado que en el Mago este
poder es tan primitivo y sutil, esta tentación se convierte en su
bestia negra». Quizá una confirmación de ello sea que la carta nú-
mero quince, el Diablo, la vamos a encontrar como la sombra del
Mago.

En la terminología de Jung la sombra es una figura que se nos
aparece en sueños, en las fantasías y las realidades externas; en-
carna cualidades de nosotros mismos que nosotros preferimos no
reconocer como nuestras, pues, de hacerlo así, nuestra propia ima-
gen quedaría de alguna manera ensombrecida. Así pues, proyec-
amos esas imágenes aparentemente negativas hacia otra persona.

9

Jung y el Tarot

Esta persona es la que siempre nos persigue en nuestros sueños,
perturbando el ambiente con sus hechos o dichos inadecuados e
incluso con insinuaciones demoniacas. En la realidad exterior, la
persona sobre la cual proyectamos muestras sombras actúa cons-
tantemente como agente «irritante». Casi todo lo que dice o hace
nos sienta mal, su más mínima insinuación puede sentarnos tan
mal que ello perdure un tiempo exagerado en nuestra conciencia,
días, meses, incluso años. No nos va a dejar, de modo que nos ha-
Ilaremos siempre involucrados emocionalmente con esta persona-
lidad desagradable. Sucede a menudo que este contacto parece in-
terno y externo a la vez y que, casi por arte de magia negra, esta
persona a la que «no quisiéramos ver nunca más» está persistente
eirracionalmente incordiändonos en nuestra vida diaria.

‘Como la famosa sombra de Robert Louis Stevenson, está
siempre presente en nuestro jardín donde «entra y sale con noso-
tros» de un modo tan libre que cabe preguntarse: «¿para qué sit-
ve?» Que sirve para algo, eso es más de lo que podemos ver, pero
si ella y nosotros persistimos, descubriremos que este personaje
desagradable es útil y, quizá más, necesario para nuestro bienestar
de muchas y diversas maneras.

Quedan esclavas de la magia de la proyección, no sólo las ca-
racteristicas negativas que nos pertenecen, sino también muchas
de muestras potencias positivas y, como veremos pronto, si preten-
demos reclamar estas potencias positivas como nuestras, antes te-
nemos que aceptar también las negativas. Llegar a conocer y acep-
tar nuestra sombra como un aspecto de nosotros mismos es un pri-
mer paso importante para el autoconocimiento y la plenitud. Sin
nuestra sombra, no seríamos más que seres bidimensionales, pla-
nos, sin volumen, de papel, sin sustancia.

Es dificil abrimos al conocimiento de nuestra sombra y a la
aceptación de ésta como un miembro de nuestra familia interior,
pero a veces resulta más fácil de lo que creemos. Pues cuando lle-
gamos a conocer este aspecto oscuro nos damos cuenta de que la
mayor parte de las veces la tristeza que nos proporcionaba se de-
ba al hecho de que habitaba lo más oscuro de nuestro inconscien-
te. A medida que la dejamos aparecer a la luz, nos percatamos de
que sus más molestas cualidades parecen más ligeras y soporta-
bles. Acabaremos por decir lo que dijo el chico del jardín de Ste-

92

El Mago: Creador y tramposo

venson, «¡ya no hay casi sombra!» si, cuando nuestro sol llegue a
su zenit, nos hemos incorporado totalmente estos aspectos som-
bríos. Pero por el momento (que puede significar toda una vida),
la sombra se verá en algún lugar, ya que estas energías, al ser con-
cebidas para resistir, se convertirán gradualmente en poderes más
creativos y nos darán el coraje y la fuerza de buscar cada vez más y
més hondo en nuestra propia oscuridad en busca de nuevas figuras
desombras.

Dado que las figuras de la sombra pueden aparecer disfrazadas
de mil maneras, luchar con ellas va a ser una batalla constante.
Tan pronto como reconozcamos y aceptemos uno de estos aspec-
tos reflejado en una persona conocida o familiar, surgirá de nuevo
bajo una nueva forma. No será ya el vecino de la casa de al lado,
esta vez será un pariente lejano quien va a afilar nuestros dientes.
Otra vez vamos a sentirnos fascinados, obsesionados y embruja-
dos. Esta vez, nos coge precavidos. Antes de dejarnos tentar en
vano, deberíamos consultar a nuestro Mago interior y convencerle
de que deje de jugarnos esas malas pasadas. Si lo hacemos con fir-
meza pero con cortesía puede ser, incluso, que nos ayude a identifi-
car esa parte de nosotros que se halla fuera, al otro lado de la calle,

Por suerte no vamos a tener que identificar jamás al diablo
como nuestra sombra, ni vamos a proyectar el peso total de su
sombra sobre ningún vecino. Quizá nuestro vecino pueda, a ve-
ces, encarnar a nuestra propia sombra pero el Diablo, en termino-
logía junguiana, representa siempre la sombra colectiva, lo que
significa una sombra tan grande y tan abarcadora que sólo la pue-
de soportar colectivamente toda la humanidad. Ninguna de estas
dos fuerzas nos pertenece personalmente: ni la creatividad so-
brehumana del Mago, ni la infrahumana destructividad del Dia-
blo. Son ambas figuras arquetípicas que representan tendencias
instintivas cuyo poder se halla más allá de nuestro alcance. Sin
embargo, poseemos cada uno algo de la magia de la conciencia y
para demostrarlo tenemos las mil tentaciones demoníacas que
Queremos rehuir. Para resistirse a estas tentaciones se requiere un
alto grado de disciplina y de autoconocimiento.

Shakespeare comprendió este problema. En La tempestad nos

Muestra el problema y la solución con verdadera fuerza poética.

En esta obra, Próspero, un duque desposeido de su reino por las

93

Jung y el Tarot

maquinaciones de sus antiguos amigos, se retira a una isla desierta
donde estudia magia y urde su venganza contra los que le traicio-
naron. A través de su magia libera el espíritu de Ariel, que estaba
prisionero desde hacía mucho tiempo en el tronco de un árbol por
el maleficio de una bruja. Próspero hace de Ariel su esclavo, obli-
gando a este espíritu a servirle en sus negros deseos, lo cual culmi-
nard desatando una terrible tormenta que va a llevar a la muerte a
aquellos amigos que le traicionaron. Después, y por la intercesión
de Ariel, Próspero abandonará sus intenciones de venganza y, ha-
ciendo de nuevo amistad con sus enemigos, liberará el espíritu de
Ariel y de otros a los cuales había esclavizado con el arte de la ma-
gia negra. En su arrepentimiento, renuncia a este arte de la magia,
“abandona la isla donde ha reinado como soberano y vuelve al mun-
do de la colectividad humana, donde decide vivir su vida usando
esos dones creativos de una manera humana y consciente,

Próspero, aislado en su mundo mágico, es un magnífico ejem-
plo del arquetipo del Mago. Ninguno de nosotros es un Mago se-
mejante, así que no podemos desatar tempestades, literalmente
hablando, desencatar espíritus prisioneros en la materia y obli-
garles a cooperar con nosotros; pero, a través del poder mágico de
Ja ciencia, nuestro Próspero ha podido liberar el átomo, cosa que
puede a su vez hacer más daño que las tempestades de antaño. Ya
hemos visto esa energía horriblemente utilizada al ser liberada y
‘somos conscientes de que fuerzas potencialmente aún más horren-
das están disponibles para andar sueltas por el mundo.

Ninguno de nosotros es individualmente responsable de la ma-
gia de la ciencia ni de los horrores producidos por su mal uso. He-
‘mos de llevar colectivamente entre todos esta carga. Seguramente
vamos a ser destruidos por nuestra magia negra, si no somos capa-
ces de liberar nuestro buen espíritu que se halla escondido tras el
"materialismo, la codicia y la venganza. En la undécima hora debe-
‘mos de ayudar de alguna manera a nuestro Próspero a encontrar
su camino de regreso hacia la humanidad,

Muchos de nosotros nos encontramos sin ayuda ninguna en
esta situación. Hay poco que la persona de tipo medio pueda ha-
cer de una manera individual para cambiar la situación. Somos pe-
queñas gotas de agua dentro de un cubo muy grande. Por suerte
hay una conexión directa entre la claridad de cada una de las gotas

9

El Mago: Creador y tramposo

y la calidad de las aguas colectivas en su totalidad. Cada vez que
en nuestra vida personal renunciamos a la cómoda magia de una
de estas pequeñas y negras proyecciones, o bien nos negamos a la
tentación viciosa de vengarnos, la conciencia del mundo se clarifi-
ca y la negra sombra que sobrevuela nuestro planeta se disipa.
Cada vez que, como Peter Pan, partamos en busca de nuestra
sombra para coserla fuertemente a nuestro yo-mismo, habremos
hecho mucho más de lo que imaginamos posible para enmendar
los males de este mundo,

La razón para ello, y se trata de una cuestión crucial, es que la
correspondencia entre lo interior y lo exterior no puede seguir con-
siderándose como una simple analogía; se ha demostrado ya cienti-
ficamente como un hecho probado. Esta conexión entre espíritu y
‘materia intuida hace ya mucho tiempo por los alquimistas, los mís-
ticos y los poetas de muchas culturas, y expresada de manera vaga
y metafórica, acaba de ser demostrada por los científicos como
‘mucho más actual y directa de lo que se había imaginado. La idea
alqufmica de que nuestro Mago interior era la «fuerza-creadora-
del-mundo» se ha demostrado de varias maneras que es mucho
más que una verdad poética.

Probablemente la prueba más evidente que tenemos de que
somos nosotros los que creamos el mundo objetivo es la que ofre-
cen los científicos en sus experimentos referentes a la luz. En és-
tos, hay dos pruebas concluyentes de dos distintas tendencias (las
dos igualmente válidas), las cuales afirman que la naturaleza de la
luz está constituida por «ondas», para unos, y para otros por «cor-
púsculos». A pesar de los esfuerzos realizados, estos hechos cien-
tficos tan diametralmente opuestos rechazan ser reconciliados.
¡La «uz» verdadera no va a darse a conocer a nosotros! La esencia
última de la naturaleza permanecerá velada, dicen los científicos;
ino serä la naturaleza Ja que se revele a si misma!

El defecto, dicen ellos, no estriba en los aparatos que el hom-
bre ha hecho para observar la realidad exterior, sino que está en el
hombre, en si-mismo, en la limitación de su aparato sensorial. No
hay instrumento, por perfecto que sea, que nos muestre la realidad
«allés oculta. Parece, pues, que vamos a quedar condenados a ex-
perimentar la naturaleza de la luz como «ondas» y como «corpúscu-
los», lo cual no atañe en absoluto al mundo de «allá», pero sí al

95

Jung y el Tarot

de «aquí», nuestro mundo psicofisico. Somos nosotros mismos los
que «creamos» el mundo. La naturaleza es y seguirá siendo un
misterio.

Parece evidente que la realidad de la psique es la realidad, la
única realidad. Hace muchos años, un monje Zen lo dijo de esta
manera: «Este universo flotante no es más que un fantasma. Es un
humo momentáneo». El astrofísico Sir Arthur Eddington, des-
pués de dedicar su vida a la investigación de la realidad del más
allá, la resumió de la siguiente manera: «Algo de más allá (no sa-
bemos qué) está haciendo algo, que tampoco sabemos qué cs»

Asf pues, estamos pegados a un mundo, que a veces experi-
mentamos como «exterior» y a veces como «interior». Parece sor-
prendente que ahora le pidamos que nos revele con científica y
matemática exactitud la correspondencia entre estos dos aspectos
de la realidad única. Pero la dualidad de nuestra mente está tan
arraigada que estas revelaciones nos parecen mágicas. Por ejemplo:
‘el hecho de que los físicos puedan postular y describir un elemento
en potencia, que todavía no se ha manifestado en la naturaleza y
que lo hará después; o bien, que los matemáticos (independiente-
mente de las observaciones astronómicas) hayan calculado con
exactitud las leyes que rigen las órbitas planetarias y las hayan for-
mulado de manera que cuadraran con el modo de comportarse en
Ja naturaleza.

Aniela Jaffé comenta en El Mito del Significado la forma mila-
grosa en que estos cálculos matemáticos independientes cuadran
tan exactamente con el hecho científico: «Parece asombroso y se
puede explicar satisfactoriamente, declarando que existe un orden
independiente y objetivo que deja su huella de la misma manera
en el hombre y en la naturaleza; esto es, en la mente y en el cos-
mos». Es como decir que, a nivel psicológico, los modelos arque-
típicos del mundo interior corresponden exactamente a los de la
realidad exterior,

‘Casi todos nosotros podemos citar ejemplos de experiencias en
las que un modelo interior correspondió de repente a un hecho ex-
terno de modo milagroso y sin que se pudiera establecer ninguna
conexión causal entre los dos hechos. En estas situaciones una ima-
gen interior se materializa de repente como realidad exterior, como
por obra de un conjuro. Por ejemplo, a veces nos hemos sentido

96

El Mago: Creador y tramposo

perseguidos por la imagen de una amistad de la infancia a quien no
veíamos desde hacía más de veinte años y de repente, de no sabe-
mos dónde, recibimos una carta, una llamada o una visita de este
amigo.

Sincronicidad es la palabra que Jung utilizó para describir este
hecho, esta coincidencia entre un estado interno y una realidad
externa, Jaffé nos aclaró la idea de Jung de la siguiente manera:

__ «Por “fenómeno sincrónico”, Jung quiso significar la coin-
cidencia significativa de un hecho físico y otro psíquico que no
pueden conectarse entre sí y que están separados en el tiempo y
el espacio (por ejemplo, un sueño que cobra realidad y el acon-
ecimiento que predice). Estas coincidencias surgen del hecho
de que para nuestra conciencia, espacio, tiempo y causalidad,
que son condicionantes discretos de un suceso, se relativizan o
quedan abolidos en el inconsciente, como ha quedado satisfac-
toriamente demostrado por los experimentos de percepción
extrasensorial de J. B. Rhine. La conciencia separa en el pro-
ceso lo que en el inconsciente está todavía unido, oscureciendo
© disolviendo la interrelación original de los acontecimientos
ensu “gran unidad”.

»Los fenómenos de sincronicidad son como una irrupción de
este mundo unitario y trascendente, en el mundo de la concien-
cia. Son siempre impredecibles e irregulables, pues, al no estar
basados en una causa, despiertan un miedo aterrador en noso-
tros, pues convierten nuestra habitual manera de pensar en un
sinsentido o en una tontería. Jung identificó la paradójica uni-
dad del ser que revelan con el unus mundus de Dorn.»*

| Cada vez que el mundo unitario irrumpe en nuestro mundo co-
tidiano de tiempo y espacio, causándonos alguna de estas sorpre-
sas, podemos pensar que es nuestro Mago interior el responsable.
Para que podamos observar como actúa esto voy a ofreceros un
ejemplo:

Supongamos que estáis sentados leyendo este libro (como lo
estaréis seguramente). En circunstancias «normales», esperamos
conocer los arcanos uno tras otro y estudiar las cartas en su se-
cuencia numérica natural, es decir, número tras mimero. Conside-

97

Jung y el Tarot

radas desde la secuencia del espacio/tiempo, vemos la evolución,
de manera que podemos relacionar la actual con la que la precede
y con la que la sigue. Veremos así cómo, en algún sentido, una
“arta es causa de la siguiente y efecto de la anterior. De acuerdo
‘con nuestra manera lineal de pensar, a la que nos hemos acostum-
brado, la carta veintiuno, el Mundo, estará al final del libro, des-
pués de que hayamos «hecho el viaje» a través de todo el libro y «a
través del tiempo». Llegando por último al final, se nos muestra el
unus mundus de los alquimistas, esto es, el mundo unitario que
existe más allá de los límites del tiempo y del espacio.

Supongamos ahora, mientras estamos pensando esto que les
explico, que de repente el libro se cae inesperadamente al suelo y
se abre justo en la página en la que se halla la ilustración de la car-
ta de la que les hablaba, el Mundo. Probablemente, estaríamos de
acuerdo en que esta correspondencia entre el pensamiento inte-
rior y lo que sucede en el exterior no es más que un milagro, una
coincidencia milagrosa que está más allá de las categorías lógicas
espaciotemporales de causa y efecto. Ha sido nuestro Mago inte-
rior el que, desviando nuestra rutinaria manera de pensar, nos ha
ofrecido esta visión del mundo trascendente permitiéndonos tener
‘una experiencia de lo numinoso, de lo Eterno, que va más allá de
las categorías humanas.

Mientras muestro Mago está barajando el orden de nuestras
cartas, podemos oír que nos dice con una sonrisa: «Lo ves, todo
estaba aquí durante todo el tiempo, sólo que la abertura de tu co-
hocimiento es tan estrecha que experimentas los hechos de una
manera secuencial: uno tras otro solamente. Observa ahora el
mundo de otra manera, con mis grandísimas gafas mágicas.

‘Cada vez que uno de estos fenómenos de sincronicidad se in-
troduce en nuestro complaciente y ordenado mundo, es como una
sacudida que nos obliga a reflexionar sobre el hecho y buscarle su
posible significado.

En su trabajo como pionero en este campo, Jung definió la sin-
cronicidad como una conciencia llena de significado. Después sus-
tituy6 la idea de «significado pre-existente» por el concepto más
objetivo de «desorden sin causa». En el mundo del inconsciente
Colectivo, el arquetipo se ve como el factor que pone orden; el sig-
nificado es una cualidad que el hombre ha de crear por sí mismo.

98

El Mago: Creador y tramposo

Jaffé nos aclara esto de la siguiente manera:

La experiencia nos muestra que los fenómenos de sinero-
nicidad suelen darse cuando nos encontramos cerca de un aco

tecimiento arquetípico, como la muerte, un peligro mortal,
crisis, catástrofes... Podría decirse que el paralelismo inespe-
ado entre acontecimientos físicos y psíquicos que caracteriza
a estos fenómenos, el paradójico arquetipo psicoide se ha or
denado por sí mismo: aquí como imagen psíquica y allá como
un hecho físico material y externo. Dado que sabemos que el
proceso de la consciencia consiste en la percepción de los
opuestos que se revelan uno a otro, un fenómeno de sincroni-
cidad podría entenderse como una manera desacostumbrad:

de hacerse consciente de un arquetipo.»* me

Cuando empecé a trabajar con las cartas del Tarot,
nos de snes coneztadscon os Tints empezaron a.
cederme con um frecuencia inusitada. Uno de os fenómenos más
reveladores sucedió con el Mago, Desde entoces, mir al mundo
3,3 ri misma de otra manera, Pero al principio no conest con la
idea de que esos fenómenos pueden entenderse como maneras
nbradas de hacerse consciente de un arquetipo».
besas años para míenconta asi desu cto nied
wok Cae relaciona con un grabado de La mano de Dios
de Rodin (Ge. 15). Alguien me había prestado una lámina paa su
fio y me hubiera gustado mucho tener una de mi propiedad,
fc à mano, como puede verse en la ilustración
Fealzaba de manera singular ls cualidades andróginas dl rende
KA mio expres a fuerza masculina y el apoyo del padre, com-
bindndolo con el refugioy la tera del claustro materno, Me
no cómo estos dos polos de la creación, el Yi
ant parecían formando parte del Principio Creador, nea
dose también sta idea en el abrazo de Adán y Eva. Dado que soy
una mujer, me gusta mucho pensar que Eva uv contacto directo,
Sei, por si misma, con el Creador, y no tan sólo através de
[Ain yu famosa costa. Me emocionada la forma en que, tanto
li ¡maño del Creador como aquellas dos figuras, parecían estar
‘en el mismo proceso, Con estas sensaciones en el corazón,

99

Jung y el Tarot

empecé a buscar por todas partes una reproducción de estas dos
esculturas de Rodin sin ningún éxito. Entonces, un día, mientras
esperaba a una amiga en su recibidor, escogí casualmente una de
entre las muchas revistas que estaban sobre su mesa. La revista se
abrió por la fotografía que reproducía «La mano de Dios», de Ro-
din. Asombrada, miré la cubierta para averiguar el nombre de la
revista y cuál no fue mi sorpresa al ver que la edición tenía ya doce
años y el titulo de la misma era «Sabiduría», en su número de ene-
ro de 1957. Que el Mago escogiera la «Sabiduría» como su vehfeu-
lo me pareció de lo más apropiado; igualmente mágico me pareció
cómo había jugado con el tiempo, haciendo que, después de tantos
años, esta revista me estuviera esperando... Me di cuenta de que se
trataba de algo más que de una casualidad. No pensé que fuese mi
deseo la causa de la aparición de esta imagen, pero sf sentí que
este hecho de la sincronicidad tenía un mensaje especial para mi.

No cabe duda de que los acontecimientos sincrónicos se dan
mucho más a menudo de lo que nos imaginamos, y que todo pare-
ce probar que deberíamos estar más atentos a ellos para nuestro
provecho. Porsuerte para mí, el hecho de la aparición de esta ima-
gen de Rodin no pasó inadvertida ni se amontonó entre los hechos
cotidianos de los días siguientes. Me pareció que «La mano de
Dios» me había proporcionado un momento de profunda refle-
xión, aunque fue muy difícil descifrar su mensaje.

Me tomó más de un año de pruebas y errores conectar con el si-
ginificado personal de esta experiencia. Como suele suceder con
estos hechos milagrosos, el esfuerzo que hacemos para entender
su significado real es ampliamente gratificador. Dado que estos
hechos de sincronicidad son el mejor método que tiene nuestro
Mago interior para comunicarse con nosotros, es importante
aprender a descifrar su oculto lenguaje.

¿Cómo podemos descifrar un fenómeno de sincronicidad para
determinar su oculto significado? Cada uno ha de encontrar su
propio procedimiento. Voy a compartir aquí algunas experiencias
personales por si le sirven a alguien. Estos acontecimientos me en-
señaron mucho sobre los usos (y abusos) de la magia.

‘Cuando empecé a escribir acerca de las cartas del Tarot, ocu-
rieron algunos hechos como el que acabo de describir en que una
imagen que necesitaba o un fragmento de información se me pro-

100

El Mago: Creador y tramposo

porcionaban mágicamente. Al principio estaba tan emocionada
por los hechos externos y tan embrujada por los sucesos milagro-
sos, que olvidé por completo su significado más profundo. Sentía
entonces que un suceso así querría decir simplemente que yo tenía
que tener esa lámina o esa información, Sentía que la vida confir-
maba mi deseo de escribir este libro. Éstas no eran conclusiones
irracionales, el problema era que me frenaban en la búsqueda de
significados más profundos. Como resultado, me encontraba fas
cinada por la magia exterior de estos acontecimentos y no me senti
intrigada por la posible conexión emocional ni por su posible sig-
nificado. Dado que estas sincronicidades empezaron a repetirse
‘con una cierta frecuencia, fui sintiéndome más y más fascinada
por ellas. Pronto me convencí de mis cualidades innatas para la
magia y empecé a imaginar que tenía unos poderes poco frecuen-
tes. Algunos clichés apropiados para estas ocasiones rondaban mi
cabeza: «Tengo que estar bien, estoy en una situación Tao» ete
No tenía exactamente la sensación de que el Todopoderoso era mi
copiloto, pero sí de que emy tin

Copiloto, pero sde que empezaba a sentirme como especial im-

Por suerte, antes de que esta situación me subi

Iacatratsfrastropectcomiasiguonteadverenia daa

«Los milagros atraen solamente la comprensión de aquellos
que no pueden percibir su significado. Son simples sustitutos
para la incomprendida realidad del espíritu. No quiero decir
con esto que la presencia viva del espíritu no se vea acompaña»
da ocasionalmente por el acontecer de hechos físicos mara
llosos. Solamente quiero subrayar que estos hechos no pueden
ni reemplazar ni esclarecer la comprensión del espíritu que es
To único esencial.»

Empecé a darme cuenta de cómo la enorme fascinación de los
acontecimientos relacionados con la parapsicología (tan usuales
en nuestra cultura) podrían convertirse en «simples sustitutos de
la incomprendida realidad del espíritu». Me di cuenta de que tam-
bién yo me había permitido quedar atrapada por su magia y había
olvidado usar estas sincronicidades como puente hacia la auto-
comprensión. Parecía más práctico, pues, cambiar mi tendencia a

101

Jung y el Tarot

batir mis alas y alardear de «mis maravillosas sincronicidades» y
dirigir estas energías hacia el examen del posible significado que
¡mientos tenían para mí.

aba garantizado, pense, que yo estaba desinada a tener
imágenes y otras informaciones sobre el Tarot, Empecé a pensar
¿por qué caían en mis manos por arte de magia estas cosas cuando
el resto tenía que buscarlo por el camino normal? Llegué a la con-
clusión de que las cosas que llegaban simplemente como respuesta
a mis deseos debían de tener un significado más profundo y perso-
nal que el deseo de poseer aquella imagen. Al aplicar esta visión
interior a la milagrosa aparición «La mano de Dios» de Rodin,
empecé a preguntarme: ¿qué carencia mía o qué desconocida po-
tencia en mi vida podía representar esta imagen? ¿Dónde necesito
yo que «La mano de Dios» toque mi vida cotidiana? Naturalmen-
Le, las respuestas a estas preguntas son tan personales que son casi
incomunicables. .

"Aunque este incidente sucedió hace ya varios años, lo escribo
en presente ya que hay aspectos ocultos de su significado que aún
hoy descubro. Cuanto menos me dejo embriagar por la magia de
estas sincronicidades, más libre me siento para conectar con el sig-
nificado interno que me ofrecen. En otras palabras, como sucede
con el Moisés haciendo brotar el agua, «cuando el pueblo está se-
diento» el Mago no puede ser la figura central de la imagen. Jun-
105 obran ef milagro que trasciende a ambos pero que, ala vez, nos
hace sentir en pie sobre el suelo de la realidad humana

‘Como dice Jung, cuando se producen sineronicidades ello signi-
fica que se ha activado un poder arquetípico. Dado que los arcanos
del Tarot simbolizan estos poderes, es comprensible que estimulen
acontecimientos de este tipo. Si usted va a hacer un cuaderno de
notas del Tarot, es importante que coleccione todas las experien-
cias que se relacionen con estos hechos. He aquí algunas sugeren-
cias para hallar el significado oculto de hechos milagrosos de este
tipo. No cabe duda de que usted descubrirá otras formas por su
e lede empezar preguntándose: ¿qué hay en mi que necesitara
este hecho? ¿qué carencia o potencia mía representa esto? Apunte
‘cualquier respuesta que aparezca, procure plasmar el aroma de las

personas o cosas relacionadas con la sineronicidad, deje que su plu-

102

El Mago: Creador y tramposo

ma se pasce libremente, con pareados, aleluyas, en verso libre o
con aparentes tonterías. Trate de dibujar o de dar forma a lassom-
bras o figuras que aparezcan en su escenario interno. La compren-
sión artística de este trabajo no es la meta; si no tiene talento, tanto
mejor, no se sentirá tentado por el perfeccionamieto y puede dis-
frutar y jugar con sus sentimientos de manera espontánea y libre.

Hay veces en las que una experiencia de sincronicidad no con-
lleva estos hechos; en tales casos puede uno acercarse al mensaje
de modo retrospectivo y observar qué es, si es que algo sucedió, lo
que sucedió después del hecho sincrónico. Una vez más voy a ilus-
trarle con una experiencia personal. Esto sucedió hace ya años, en
Zurich, donde yo había ido para estudiar y para seguir un análisis
personal. Mi Mago estaba en uno de sus días más juguetones, ya
‘que me había encerrado dentro de mi apartamento, a la hora pre-
cisa en que tenía cita con mi analista. Cuando a la semana siguien-
te le conté la curiosa coincidencia a mi terapeuta, anticipé como
respuesta un profundo discurso sobre el significado de la sincroni-
cidad. En lugar de esto, mi doctor empezó a reírse a carcajadas;
cuando finalmente pudo hablar otra vez, me hizo una pregunta
muy significativa: ¿qué hizo con su tiempo en vez de... ? Examinar
detalladamente lo que había hecho con esta hora «en vez de» fue
tan reconfortante que veinte años después todavía pienso en est
pequeño acontecimiento como uno de los más cargados de signifi-
cado de mi vida, pues evidencia de manera inolvidable cómo reac-
cioné a la frustración. En vez de aceptarlo inevitablemente y utili-
zar aquella hora de manera creativa, la malgasté en inútiles es-
fuerzos por ser más lista que el destino. Cuando todos los intentos
or escapar a mi prisión fallaron, escapé psicológicamente bebien-
do hasta casi emborracharme.

Dado que el Mago es un artista más que un dictador, nos pide
que seamos nosotros los que intercalemos un poco de prudencia,
Si van a seguir alguna de mis sugerencias, háganlo de manera pru-
‘dente, Llegar a conocer el significado de los acontecimientos de
Sincronicidad no es un proyecto de trabajo. Lo que se sugiere es
más bien un ánimo de exploración. Todas las preguntas y técnicas
que muestro en este libro intentan ser poéticas y sugestivas, no di-
dácticas ni directivas. Investigar un hecho milagroso como si fuese
Una tarea o un deber sólo va a servir para enterrar el contenido

103

ro

Jung y el Tarot

emocional que buscamos. Será mejor que ponderemos el signifi-
ado de los hechos de la sincronicidad a medida que se produzcan
en la rutina diaria... El más esclarecedor «ajá...» suele darse cuan-
do estamos lavando la vajilla 0 bajo la ducha.

‘Las sincronicidades son fenómenos naturales, no hay eviden-
cia ninguna de que sean proyectadas por el destino para dar lec-
ciones de moral. Al igual que las flores y los frutos, son productos
de la naturaleza, crecen de manera espontánea y esperan en nues-
tro jardín a que los descubramos; se presentan para nuestro ali-
mento y deleite,

“Muchos hechos de la sincronicidad afectan a imágenes interio-
res que se materializan de forma milagrosa en el mundo exterior.
‘Todas las imágenes tienen tendencia a materializarse de esta ma-
nera; es su manera peculiar de expresarse en la realidad exterior.
Al igual que «El cautivo» de Miguel Ángel, las visiones quieren
que se las dé a luz, luchando contra nuestro letargo e indiferencia
para liberarse del inconsciente, Sabiendo eso, usamos las imége-
hes de manera consciente: contamos corderitos para conciliar el
sueño o visualizamos una pacífica escena o un mandala para cal-
marnos cuando nos sentimos confusos. Cada vez son más las per-
sonas que encuentran un tiempo cada día para implantar en el in-
Consciente imágenes favorables mediante la autohipnosis u otras
técnicas. Pero estos procedimientos tienen un valor limitado. El
inconsciente es, por definición, inconsciente. No podemos mani-

"ular su actividad con el poder de la voluntad. Una técnica mucho
Inds útil sería la de observar nuestras imágenes interiores, senti
"mientos y pensamientos, para permitir que cualquier imagen que
aparezca de modo espontáneo fluya a través de nuestro escenario
interno. El choque que produzca la observación de lo que «real-
mente somos» por dentro producirá un cambio. El Mago interior
puede ayudarnos a caer en la cuenta de las visiones de poder, ven-
ganza, culpa o cualquier otra que actualmente existan en nuestro
interior; así podremos hacer frente a estos aspectos desde un pun-
to de vista más consciente. El Mago puede también ayudarnos a
descubrir y traer a la realidad nuestras imágenes creativas. De esta
manera, consciente e inconsciente se relacionarían de una forma
más llena de significado.

‘Una antigua máxima de la alquimia dice: «Lo que el alma ima-

104

El Mago: Creador y tramposo

gina, sucede solamente en la mente, pero lo que Di -

Ext nena». Cuando Mundo Unitario rm en cs.
consciente, quizás es cu

Ben us cuando rames por unmemento I

¿Cómo tenemos, pues, que ver a nuestro Mi
jungulanos? ¿ES el ego consciente el que crea I usión o cs a
autoconsciencia la que la disipa? ¿Es la voluntad del hombre o
es la Intención de Dios? La respuesta es que ambas cosas a la
vez. Pues a través de la consciencia nos vemos envueltos en el
mundo de las categorías y de las cosas, y es también a través de
la consciencia como nos liberamos de las confusiones. El Mago
crea el laberinto y nos conduce a través de él. En este sentido el
hombre se puede considerar a la vez como redentor y como aquél
a quien hay que redimir. Con el Loco, el ego y el yo-mismo se
aliaron, puesto que desde el yo-mismo es de donde surge el ego.
Si el Loco simboliza «el yo-mismo como una prefiguración del
ego», Entonces el Mago puede considerarse como la encarnación
de un nexo de unión que se hace más consciente entre el
mo el ego.

Allan McGlashan, al llamarlo «el huésped no invitado», lo
compara con el sujeto central de nuestros sueños: el Soñador. Es
las dos cosas ala vez: el sujeto que tiene la experiencia y el objeto
del sueño que es observado; un «guía fantasmal» hacia los domi-
nios del inconsciente. De este soñador dice MeGlasha

«Como el misterioso juelar de la baraja del Tarot, el Soña-

dor está continuamente haciendo lo aparentemente imposible
virtiendo el sentido de muestros más solemnes conceptos

Somo son el nacimiento yla muerte, manipulando el espacio y

el tiempo con una desfachatez impresionante, desembarazán

dose sin miramientos de muestras más queridas yfirmes convic-
jones.»

eS bemos que los sueños pueden hacerse realidad. Innumera-
bes vees «solamos» el mundo en que vivimos, nuestros persona-

Jes y nuestras metas, de acuerdo con nuestras imágenes anteriors,
Alas imágenes aparecen mientras estamos despiertos, mientas
¡ente consciente está ideando o imaginando. Esto es algo

105

Jung y el Tarot

de lo que nos damos cuenta con facilidad. Sin embargo, las imäge-
nes arquetipicas que aparecen en nuestros sueños mientras nues-
tra mente consciente está desconectada vienen de niveles más pro-
fundos de la psique y es más difícil identificarlas. Aquí puede ayu-
darnos otra vez el Mago, enseñándonos el truco por el que intro-
ducimos en su mundo del sueño.

El primer paso, por Supuesto, es que recordemos nuestros
sueños. Para aquéllos que «no sueñan» es útil reemplazar este
pensamiento negativo por una actitud de ferviente espera. Mu-
chos de estos «no-soñadores» encuentran que preparar un lápiz y
un papel en su mesita de noche establece una conexión entre la
conciencia diurna y el mundo de los sueños, El papel puede que-
dar en blanco algunos días, pero si permanece usted quieto des-
pués de despertar, con los ojos cerrados, finalmente un atisbo de
lo soñado la noche anterior aparecerá flotando en su escenario
interior. Quizás al principio sólo atrapará una vaga figura o sola-
mente una frase. Sin embargo, escríbala. A menudo sólo esto ya
traerá otras imágenes o quizás una representación completa. Es
muy importante escribirlo todo inmediatamente, pues los sueños
se olvidan con facilidad.

Dado que estas imágenes soñadas juegan un papel tan amplio
en la conformación de nuestras vidas, nos importa sobremanera
conocerlas. De esto trata este libro. Los veintidós arcanos del Ta-
rot muestran personalidades y situaciones arquetípicas. Al cono-
cer estas figuras del Tarot, aprenderemos a reconocerlas cuando
aparezcan en nuestros sueños. El prestar atención a nuestros sue-
ños, aunque no hagamos otra cosa con ellos, tendrá un cfecto sobre
nuestras vidas. Según nos comportemos con el inconsciente, ast se
comportará él con nosotros. Los personajes de nuestros sueños,
‘como los familiares y los amigos, han de tomarse en serio. Les gus-
ta sentir que sentimos interés por ellos y por lo que hacen, que nos
afecta tanto como a ellos.

El Mago es el que nos ayuda a conectarnos con el mundo de los
sueños. El Loco entra y sale de nuestras vidas ocasionalmente, el
Mago se queda delante de nosotros. El Loco puede traernos sue-
os aparentemente imposibles, pero el Mago los hará aparecer so-
bre la mesa para someterlos a nuestra consideración. Es él quien
nos ayuda a hacer que nuestros sueños se hagan realidad

106

El Mago: Creador y tramposo

Todos nosotros compartimos los poderes mágicos del Mago.
Nuestro es el potencial para la iluminación y la realización de
acontecimientos ni siquiera soflados todavía. Nuestro es también
un poder de destrucción gigantesco. Podemos hacer que nuestro
planeta salte por los aires; podemos enterrarlo y enterrarnos a no-
sotros mismos bajo un billón de artilugios de plástico; o podemos
también mimar y proteger nuestro entorno y a la humanidad, La
elección es nuestra. Quizá mientras intentemos que el Mago inte-
rior nos ayude a conocer nuestros sueños, nuestras pesadillas no
lleguen a realizarse nunca.

107

THE HIGH PRIESTESS.

Fig. 17 La Papisa (Tarot marsellós)

5. LA PAPISA:
SACERDOTISA DEL TAROT

El mundo va a cambiar menos por las
decisiones del hombre que por las adi-
vinaciones de la mujer.

Claude Bragadon

El arcano número dos del Tarot nos muestra una señora Papa
de origen antiguo y misterioso (fig. 17). Históricamente no hubo
munca un Papa femenino, pero durante algunos siglos una mujer
llamada «Papa Juan» disfrutó de vida en la imaginación del públi-
co. Disfrazada como un sacerdote, este personaje legendario fue
ascendiendo los diferentes grados de las órdenes sagradas hasta
convertirse en Papa. Nadie sospechaba por entonces que el «Papa
Juan» fuera una mujer, hasta que un día este hecho se reveló de
‘una manera un tanto embarazosa. ¡En medio de una procesión so-
Jemne, «Papa Juan» dio a luz una criatura!

Este cuento no está fundamentado en ningún hecho real pero,
como todos los mitos, encubre una verdad interna tan obvia que
es a menudo ignorada. La principal actividad creativa que distin-
gue a Juan de Juana es el hecho relevante y revelador del na
miento de un niño, Este arte por el que se hacen niños es el poder
secreto de la mujer y también su pública debilidad.

Aunque el verdadero Papa Juan hubiera podido dominar vas-
tos reinos espirituales y temporales, jamás hubiera podido realizar
este milagro que se repite a diario. El hombre puede propagar y
celebrar el Espíritu Divino, pero sólo a través de la mujer se en-
carna el espíritu. Es ella la que acoge la chispa divina en su vien-
tre, la protege y alimenta y finalmente la hace realidad. Ella es el
vehículo de transformación.

109

Jung y el Tarot

Desde el punto de vista masculino de la ley y el orden, este
acto creativo de Juana puede aparecer como un desafortunado ac-
cidente que interrumpió la procesión civilizada. ¡Qué choque
pudo ser el afrontar la cruel y sangrante realidad (el bebé llorón y
los pañales) en medio de la pompa y la solemnidad! ¡Qué descon-
siderada y antihigiénica la Naturaleza, que irrumpe de esta mane-
ra en una celebración del puro espíritu! Pero a pesar de que el
hombre diga esto, ha de reconocer la tremenda importancia del
poder de la mujer. «El espíritu puro» es pura tontería. Si la inspi-
ración alada no se la coge, se la trae a la tierra y se le hace tomar
contacto con la realidad, se disipa sin meta ni propósito. Si no hay
parto no hay procesión. Mientras el espíritu no toma realmente
carne (no se encarna), su celebración papal podría carecer de sen-
tido.

“Así pues, aquí, sentada delante de nosotros en la carta número
dos, hay una Mujer. A pesar de que se llame Papisa no es literal-
mente la mujer del Papa. Dado que en la serie ella sigue al Mago,
que es un hombre sacerdotalmente sabio o mago, podemos pensar
que ella es la gran sacerdotisa, que es, de hecho, como la llaman
algunas barajas modernas. El Mago representa el principio Yang
‘© principio masculino creativo; la Papisa puede verse como símbo-
lo del principio Yin, o aspecto femenino de la divinidad. Encarna
las cualidades de Isis, de Ishtar y de Astarté, todas ellas diosas que
reinaron sobre los rituales de los misterios de la mujer. En su as-
pecto espiritualizado aparece como la Virgen María y como So-
fia, la Sabiduría Divina. Su número dos es un número sagrado pa-
ra todas las divinidades femeninas.

La Papisa es sustancialmente una mujer más bien grande, sen-
tada, posiblemente entronizada. Está vestida con traje ceremonial
y la tiara de la Iglesia, lo cual representa el poder espiritual que
está más allá de su persona individual. En sus manos sostiene un
libro abierto, sin duda un libro sagrado, símbolo de la Divina Pa-
labra. Quizá esté pensando en lo que acaba de leer, quizá sostiene
el libro abierto para que nosotros también podamos ver La Pala-
bra... Puede verse cómo empieza: «Enel principio...». En algunas
pinturas de la Anunciación la Virgen María está pintada en una
postura semejante con un libro abierto, el libro de los Profetas, el
cual predice su destino como portadora del Niño Dios. Aquí, en

no

La Papisa: Sacerdotisa del Tarot

el Tarot, puede parecer que el libro tiene un significado similar,
puesto que nos indica que es a través de la Papisa como el espíritu
será «real-izado», será levado a la realidad. Tradicionalmente, la
mujer no hace la ley pero es el instrumento de su realización; no
controla su destino, pero éste evolucionará tal y como fue escrito.
Esta mujer no emprende ninguna acción para conocer su destino,
pues la esencia de lo femenino es la receptividad. Ella no escoge,
es escogida. A ella le sucederá lo que estaba escrito «en el prin-

El yugo amarillo que vemos sobre el pecho de la Papisa parece
indicarnos que acepta su destino con una paciencia semejante a la
de los bueyes y que servirá al espíritu con humildad. Da relieve, a
la vez, al tramo horizontal de la cruz, a la dimensión terrena de la
realidad, Conecta la derecha con la izquierda, el consciente con el
inconsciente, uniéndolos de modo práctico al sujetar el libro de las
profecías; acepta la palabra con todo su ser. Se hace eco de este
Compromiso el velo blanco, que no es distinto del que llevan hoy
en día algunas órdenes religiosas o las chicas que hacen su primera
comunión, Usado en la Edad Media, el velo hoy en día sigue sien-
do símbolo de dedicación especial el Espíritu Santo. Oculta el ca-
bello de la mujer, su «corona de gloria», símbolo de atracción se-
xual y de poder de seducción. La Papisa lleva la cabeza cubierta
por una tiara enjoyada, lo que insinúa su atracción hacia una glo-
ría más preciada que la del cabello mortal. Su forma nos recuerda
a una colmena, lo que simboliza fertilidad sempiterna, organiza-
ción instintiva y alimento lleno de poder vital. Su tiara triple nos
muestra que su poder se manifiesta en los tres mundos: en el cielo,
enla tierra y bajo el agua.

La triple tiara la conecta también con la bruja de tres caras lla-
mada Hécate, una bruja del oscuro pre-Olimpo, figura con quien
la Papisa tiene que compartir el dominio de los tres mundos. La
dama de nuestro Tarot simboliza un refinamiento y espiritualiza-
ción de la naturaleza instintiva muy alejada de la vengativa Héca-
te, ya que la Papisa no está de ningún modo en una postura rela-
jada en su trono. El panal que cubre su cabeza quiere recordar-
hos constantemente que, cuando se desbaratan los instintos, pue-
den atacarnos con agudos aguijones envenenados, ya que prote-
gen su miel celosamente. Detrás de la Papisa cuelga una gran cor-

au

Jung y el Tarot

tina soportada por dos columnas que aparecen tímidamente a tra-
vés del velo por el lado derecho y, debajo de su codo, por el lado
izquierdo. Obviamente, está sentada a la entrada de algún lu-
gar, quizá de un templo o de un santuario interior cuyos misterios
guarda.

Se pueden apreciar las características misteriosas de la Papisa
‘en comparación con el Mago. Él está dibujado al aire libre, todo lo
que le rodea sugiero acción: la forma lemniscata de su sombrero,
la varita que blande en el aire, la pequeña bola tan delicadamente
sostenida entre el pulgar y el índice, así como los artilugios y he-
rramientas que se exhiben sobre la mesa que tiene delante; todo
sugiere acción. Está a punto de hacer algo. Incluso su cabello de
oro que cae libremente por debajo de su sombrero parece estar
vivo. Su actitud, con los pies algo separados, es la misma que la de
un director de orquesta en su podio cuando está a punto de iniciar
un concierto. Como un director de orquesta, el Mago no se queda
quieto en el mismo lugar; cuando acabe esta actuación se traslada-
rá a otro. Tampoco está ligado por las limitaciones del tiempo te-
rrestre. La curva extravagante de su tocado le conecta con cl infi-
nito, indicándonos que su poseedor tiene acceso a la dimensión
mágica del conocimiento impersonal que va más allá de las realida-
des mundanas del tiempo y del espacio.

No así la Papisa; ella está enraizada en el lugar, sentada pasi-
vamente, inmóvil. Uno siente que ha estado allí desde siempre y
que va a permanecer allí sentada hasta el final de los siglos. Mien-
tras el Mago tiene la varita que sugiere acción y experimentación,
la tiara y su libro indican comprensión y tradición. Estos pilares o
columnas le marcan la limitación de la dura realidad, en contraste
con la libertad espacial de la que disfruta el Mago.

El poder del Mago es fuego: calor, brillo y resplandor del poder
solar; el poder de la Paisa es agua: frío, oscuro, fluido, el poder de
In lana. El controla por la rapidez de la fuerza, porel conocimicn-
to y la idea; ella gobierna por la lenta persistencia, el amor y la pa-
ciencia femenina.

Los pilares repiten la dualidad expresada en el número dos de
la Papisa. Su esencia es la paradoja. Ella lo abarca todo, abrazan-
do ambas cosas, el bien y el mal, incluso la vida y la muerte. Ella,
que es la madre de la vida, tiene que presidir también la muerte,

112

La Papisa: Sacerdotisa del Tarot

pues todo lo que vive en la came tiene que morir en la carne. Sólo
la ilimitada luz del espíritu puro es inmortal,

La magia del Mago, así como su sexo, se nos muestran visibles.
La magia de la Papisa está velada y oculta como su cabello, ¿Está
quizá oculta tras la cortina que tiene a su espalda o está escondida
«bajo su sombrero»? ¿Quizá está enterrada bajo las aguas de su
vientre? Dondequiera que se halle escondida, como el secreto de
la mujer, como su naturaleza misma, queda oculta a la penetración
de la conciencia masculina. A los pies de una estatua de Isis, en
Sais, están inscritas las siguientes palabras: «Yo soy todo lo que ha
sido, es y será. Ningún hombre mortal ha sido capaz de descubrir
lo que se halla bajo mi velo». Suyo es el reino de la profunda expe-
riencia interior; no es suyo el mundo del conocimiento externo.

Nos parece que el poder del Mago se halla bajo el control de su
conciencia, que puede dominar «el tiro». Éste no es el caso de la
Papisa. La naturaleza de su magia le queda oculta incluso a ella.
Sucede en parte «a sus espaldas», como vemos en el dibujo. Ella
es quien custodia el nacimiento y el renacimiento, pero no los con-
trola,

En las culturas primitivas se pensaba en la mujer como en la
única fuente de vida. Esto sucedía así puesto que la relación se-
xual no se entendía como causante del embarazo. El hombre no
tenía ningún papel en el proceso de la concepción, Se veía como
un intruso, más bien como una fuerza de destrucción para la natu-
raleza, como ejemplifica en la mitología la historia del rapto de
Perséfone. Dado que el papel del hombre en el proceso de la crea-
ción no se comprendía, toda mujer que se sabía embarazada se
sentía misteriosa e inexplicablemente elegida por los dioses. Co-
mo le sucedió a María, el anuncio del hecho tenía que bajar inelu-
diblemente como una anunciación del cielo. El nacimiento de un
niño era un misterio sagrado, era el misterio de la mujer. Los pri-
meros recintos sagrados fueron los construidos para albergar cl
nacimiento de un niño; después se levantaron templos en estos lu-
gares, El principio femenino encarnado en Isis, Ishtar, Astarté y
después en María, se conectó no sólo con el nacimiento corporal
sino con una nueva dimensión del conocimiento o de la sabiduría
que trasciende la came,

Hoy en día, a pesar de la pastilla anticonceptiva, de la educación

113

Jung y el Tarot

sexual y de los movimientos de liberación de la mujer, el nacimien-
to de un niño sigue siendo, gracias a Dios, un misterio sagrado. La
paternidad responsable es elegible, pero cada uno de los embarazos
sucede (o no sucede) por la gracia de Dios. Toda futura madre, aun
queriéndolo, ha de ser escogida por el destino para asumir este pa-
pel. El hecho milagroso en sí mismo es atin un misterio; es el mis-
terio de la mujer, le sucede a ella, Para un hombre, el acto de la
procreación sucede fuera de él, tanto física como psicológicamen-
te. Un hombre puede engendrar una docena de hijos sin saberlo
siquiera... Para una mujer la concepción, y el niño en sí mismo,
sucede dentro de su cuerpo, en el mismo centro de su cuerpo.
Desde el momento en que ha concebido, tanto si lo sabe como si
no, la mujer está literalmente «con niño», Sea cual sea su actitud
intelectual, en lo más profundo del inconsciente de cada mujer, el
embarazo se experimenta todavía como un anuncio del destino;
para ella, cada nacimiento es la recreación del Niño Divino.
Parece significativo que hoy en día la mujer empiece de nuevo
a restablecer una conexión consciente con la experiencia del naci-
miento de su niño. A través del parto sin dolor y de otras técnicas
sin medicación, las mujeres son capaces de permanecer conscien-
tes durante el momento del nacimiento de los hijos, de modo que
se establezca una conexión emocional y espiritual con esta expe-
riencia y participen conscientemente en este supremo acto de
creación. Es más significativo aún el hecho de que a los padres, le-
jos de exclufrseles de los «recintos sagrados», se les invite a presen-
ciar el acontecimiento y a participar en el ritual para compartir la
experiencia como co-creadores. Por fin la creatividad femenina y el
principio femenino (que durante tanto tiempo han sido negados en
nuestra cultura) están entrando en posesión de lo que les es propio.
El movimiento de liberación de la mujer se considera a veces
como si no tuviera más meta que liberar a la mujer del esclavizante
trabajo de la casa, así como de los prejuicios con respecto al hom-
bre en otras áreas de la vida. De lo que se trata en la actualidad es
de liberar a los dos, al hombre y a la mujer, de la esclavitud con la
que se les somete a ambos al principio masculino; una regla que,
debido a su largo período de implantación, ha llegado a ser tirani-
zante para los dos por igual. A su nivel más profundo, este movi-
miento no es una guerra entre los dos sexos sino más bien una ba-

14

La Papisa: Sacerdotisa del Tarot

talla que se libra por parte de los dos para liberar a la Papisa del
calabozo del inconsciente y para elevarla al lugar que le corres-
ponde, que es el de co-gobernadora junto con el principio masculi-
no. La revolución social y psicológica que está teniendo lugar en el
presente puede considerarse como la actualización en términos
humanos del dogma de la Asunción de la Virgen María, que fue
proclamado como tal por la Iglesia Católica hace pocos años. Se-
gún la teología, la Virgen María tiene ahora un lugar seguro a la
derecha de Dios Padre. Después de siglos de genuflexiôn espiri-
tual ante el principio paterno (cosa tan común y dominante en
nuestra cultura judeo-cristiana) le es difícil a la mujer, tanto como
al hombre, conceder el mismo valor al principio femenino.

Uno de los problemas puede ser que el concepto de «iguales
pero diferentes» sea algo muy difícil en nuestra sociedad competi-
tiva, donde cada cosa, persona y lugar son computerizados al ins-
tante, evaluados y etiquetados. Podría ser que en nuestro esfuerzo
por experimentar los dos sexos como iguales llegáramos a olvidar
sus diferencias. Comprensiblemente, esta etapa de transición es
capaz de confundir a cualquiera; parece que esto es más marcado
entre aquellos de nosotros que fuimos educados en una época en
la que las diferencias sexuales, aunque distorsionadas por la cultu-
ra, no estaban claramente definidas. No pasa así hoy en dia. Sim-
ples amas de casa nos adelantan a zancadas y empujando en el s
permercado; héroes del fútbol, que antaño lucían un esmerado
equipo, posan hoy para la prensa con delantal de cocina y rizos.
Más confusión producen aún los vestidos y uniformes que en la ac-
tualidad se llaman «unisex»; todos llevan cabello largo y tejanos y
cada uno lleva a hombros su propia mochila y su saco de dormir;
casi no existe una clave para descifrar a qué sexo pertenece cada
uno.

Quizá no merezcamos saber quién es quién o quizá no sea ne-
cesario, ya que cada uno ha comprendido bien lo que es la vida y
sus necesidades. Podríamos compartir la admiración que por la
tortuga siente Ogden Nash al decir que su sexo está encubierto de
un modo similar. «Pienso que es lista, la tortuga, en este empeño
por ser tan fértil» Confiemos en que pronto aparecerá un destino
«igual pero distinto» para el hombre y la mujer. Una de las mane-
ras en que podemos ayudar a que esto suceda es experimentar más

us

Jung y el Tarot

profunda y conscientemente el principio femenino tanto tiempo
abandonado, e intentar observar de qué manera opera dentro de
nosotros, tanto de los hombres como de las mujeres.

Como primer paso para ello vamos a clarificar nuestra termi-
nología. Los términos masculino y femenino, tal como los usa
Jung, no suponen la dicotomía psicológica entre hombre y mujer.
Por eso, términos como «yin-yang» o bien «logos-eros» pueden
ayudarnos, pues nos aclaran que lo que aquí tratamos son dos
principios vitales que actúan a la vez en el hombre y en la mujer, y
enla naturaleza. Sin embargo, es importante distinguir en muestro
lenguaje estas diferencias de sexo. El sexo es el paradigma de la
experiencia humana para la realización de los opuestos y de su
posterior trascendencia. A través de la «otredad» de la relación
sexual experimentamos el poder dinámico de los opuestos en
nuestras energías, y es a través del éxtasis de la reconciliación en-
imos la totalidad de la trascendencia de la

‘Asi pues, los términos masculino-femenino se utilizan aquí
para señalar polos de energía positivos y negativos, cuya interac-
ción dinámica propaga, motiva e ilumina nuestra vida. Por ejem-
plo: así como el cuerpo del hombre tiene sus características feme-
ninas secundarias, su psique (su comportamiento y modales) se ve
afectada por lo que Jung llamó el ánima, es decir, su así llamado
«lado femenino». Cuando un hombre no es consciente de su ánima
puede verse influido de una manera destructiva y ser dominado
por ella. En cuanto se haga consciente de ella y de sus necesida-
des, ella puede inspirarle y conducirle hacia su propia totalidad.
En términos junguianos, la Papisa representaría para el hombre
un gran desarrollo de su ánima, Ella es la que simbolizaría la figu-
ra arquetipica que le pone en contacto con el inconsciente colecti-
vo. Para una mujer, la Papisa puede ser una forma de Eros muy
acentuada: simboliza la femineidad, un s-misma espiritualmente
desarrollado,

Las diversas facetas de la espiritualidad femenina no pueden
encerrarse en palabras, ni tan siquiera en imágenes; he selececio-
nado, sin embargo, algunas ilustraciones que pueden aclarar y en-
riquecer el significado de esta carta. Quizá meditando sobre estas
imágenes podamos conectar con la «magia lunar» que habita en

116

La Papisa: Sacerdotisa del Tarot

nosotros mismos. Todos nosotros, hombres y mujeres, tenemos a
muestro alcance dentro de nosotros mismos los poderes tanto del
Mago como de la Papisa. Si no tuviéramos estos dos polos interac-
tuando en nosotros, no podria haber vida ni creatividad.

Una de las ilustraciones (fig. 18) nos muestra una estatua de
alabastro de una antigua deidad lunar, símbolo de la fertilidad y
de la reproducción, probablemente Astarté. Representa una for-
ma mucho más primitiva del principio femenino que la que hemos
estado examinando; bajo los ropajes de la civilización, es la sangre
de Astarté la que corre por las venas de la Papisa, así como por las
muestras. Estas deidades hembras eran diosas lunares debido a
que se suponía que las fases de la luna eran las que controlaban el
nacimiento, el crecimiento y la decadencia. Aún hoy en día, mu-
chos «civilizados» campesinos consultan su almanaque antes de
plantar las cosechas...

El poder lunar es muy sutil pero muy fuerte. Controla las po-
derosas mareas, ya que se decía que en Egipto las lágrimas de Isis
gobernaban las aguas del Nilo. Comparändola con el sol, que es
constante, predecible y brillante, la luna es inconstante, velada y
oscura. La naturaleza de la mujer es lunar, cambiante como la
luna, que lo mismo puede dar la vida que traer inundaciones o se-
quías, dependiendo sólo del capricho de la Gran Diosa.

Ambos sexos están sujetos a los caprichos de esta diosa, pero
las mujeres, por simpatía, se dan cuenta más fácilmente de su in-
Muencia y se preparan para afrontarla. Los ciclos rítmicos de la
menstruación, con los cambios de humor que los acompañan, ayu-
dan a la mujer a esperar lo inesperado, así como a reconocer y a
aceptar lo irracional como parte de la vida. El temperamento de la
Mujer, así como el de la diosa, está más relacionado con los ritmos
dela naturaleza que con los sistemas de la lógica.

Para el hombre la situación es diferente tanto psicológica co-
mo fisiológicamente; se siente menos sintonizado que la mujer
con el ir y venir de sus humores. Como resultado de ello, la diosa
puede sorprenderle. Algunas veces parece usurparle su personali-
dad entera, de modo que un hombre en este estado parece incluso
hablar con voz de mujer, de una manera mujeril, irracional y algu-
nas veces hasta histérica. Cabe imaginar fácilmente que la Deidad
lunar que aparece en la figura 18 sea vengativa y brusca. ¡Mire

ur

Jung y el Tarot

esos ojos! Nótese también su «tercer ojo», situado no en su frente
sino en su ombligo, en el vientre, el centro de todo.

El elemento con el que ella conecta es el agua. En la mayoría
de los mitos sobre la creación, se describe el agua como el poder
de recibir, producir y también es capaz de construir. Desde lo más
profundo del océano, desde el interior de las rocas, surgió la crea-
ción y toda forma de vida. Desde lo más profundo del inconscien-
te surgió la conciencia. Así como el embrión individual se contie-
ne y alimenta en el líquido amniótico, así toda entidad individual
se contiene y alimenta en el profundo inconsciente de cada recién
nacido. Es, pues, del inconsciente de donde nace la conciencia.

Simbólicamente, la mujer es agua: mar, mare, mer, mère, y
Mary (madre y María). Su conexión con el agua se resalta en esta
carta (fig. 19). La carta pertenece a un Tarot inglés del siglo XX; la
versión de esta Papisa pertenece al Tarot de Waite, y la llaman La
Gran Sacerdotisa. Aquí podemos ver cómo las vestiduras fluyen y
se convierten en agua. Este arroyo, como la mujer, fluye por la Ii-
nea de la minima resistencia, adaptándose a los contornos de la
tierra y recogiendo a su paso charcos y lagos que reflejan el cielo.
La naturaleza femenina es reflectiva. A través de la inmersión en
las profundidades de la mujer es como el hombre llega a conocerse
asi mismo. Buscando las imágenes del profundo inconsciente, no-
sotros nos conoceremos a nosotros mismos.

La duplicidad, la dualidad y la memoria pertenecen al lado fe-
menino. Alan Watts, en su libro Las dos manos de Dios,! nos re-
cuerda que, cuando Isis reunió los diferentes miembros del cuerpo
de Osiris, lo que estaba haciendo literalmente era re-membrarlo.
La remembranza no es solamente un acto mecánico como podría
ser sacar una fotografía de un grupo; es básicamente un acto res-
taurador y creativo. Pues cuando recordamos a alguien, cuando lo
remembramos, recreamos su imagen. A los añicos y piezas despa-
rramados referentes a una persona o hecho añadimos una parte de
‘nosotros mismos; un contenido emocional de nuestra propia expe-
riencia. Así pues, al recordar a alguien creamos una nueva enti-
dad. Traemos lo olvidado a una nueva plenitud, reinstaurändolo
enel mundo colectivo.

El acto creativo de la memoria es un atributo especial del princi-
pio femenino. Está siempre coloreado por la emoción. De hecho,

118

La Papisa: Sacerdotisa del Tarot

Fig. 18 Astarté (Mesopotamia, 2.000 a. de C.)

119

Jung y el Tarot

como nos recuerda Watts, la palabra inglesa «memoria» deriva de
la del antiguo inglés «mourn», que significa lamentarse o afligirse.
Es por la aflicción por lo que uno «se vuelve Electra». Esta habili-
dad de conectar de manera creativa con sus emociones pertenece
también a los hombres que están en contacto con su lado femeni-
no: éste es el don particular de los poetas que nos ayudan a «llorar
por Adonais»

Nuestra cultura occidental tiende a enfatizar el aspecto ligero y
puro de la femineidad, por lo que resulta difícil en el arte europeo
encontrar retratos de mujeres espirituales que estén «verdadera-
mente enraizadas en su cuerpo». Un ejemplo de ello es la Papisa,
tal y como la pinta el Tarot de Waite. Esta baraja modernista in-
lesa fue diseñada bajo la dirección del erudito A. E. Waite y rea-
lizada por Pamela Smith, quien además creó decorados para las
obras de Yeats. Esta mujer-Papa sufre cambios significativos. La
sacerdotisa se dibuja como una bella mujer sentada, erguida y or-
gullosa. Las aguas a sus pies dan soporte a la luna creciente, Aun-
que está sentada entre las columnas del Templo de Salomón, apo-
yada contra los antiguos símbolos de la fertilidad, con un pergami-
no en el que se lee «Tora» en la falda y cubriendo su cabeza con la
corona de Hathor, la mujer por sí misma es totalmente británica
hasta la médula de los huesos. A pesar de lo complejo de la simbo-
logía que la rodea, o quizá precisamente por ello, me parece una
figura carente totalmente de pasión, alejada de su entorno y des-
conectada de su cuerpo. ¡Cuán lejos está esta casta doncella post-
victoriana de la figura de Astarté, la cual llevaba cuernos y aquel
ojo en el ombligo además de los dos fogosos de la cara!

A esta sacerdotisa del siglo xx de Waite, que es bella y perfec-
ta, le falta algo; comparándola con la Papisa que tenía un buen
cuerpo de mujer y unos ojos llenos de sabiduría, esta joven parece
pura e intacta, demasiado buena para ser verdad. Lo mismo le su-
cede a la Virgen María, a la que idealizan de modo que nos apare-
ce carente de cuerpo y casi etérea. Desde que se proclamó el dog-
ma de la Asunción, su cuerpo ha pasado a ser aceptable para el
cielo y para nosotros. Quizá ha llegado ya el tiempo de que a la pa-
labra «virgen» se le devuelva su fuerza original y su sentido.

En la actualidad hablamos de una virgen como de alguien se-
xualmente pura; originalmente, la palabra «virgen» no tenía nada

120

La Papisa: Sacerdotisa del Tarot

LIT A
THE HIGH PRIESTESS

Fig. 19 Tarot de Waite

que ver con la castidad física. «Virgen» significaba nada más que
«mujer sin casar». Como escribe Esther Harding,’ al no pertenecer
a ningún hombre se pertenecía a sí misma de una forma especial.
Era libre de darse a Dios; estaba físicamente disponible para el Es-
píritu Santo. Virginal en este sentido era cl Oráculo de Delfos. No
se trataba de un espíritu desencarnado flotando entre pálidas gasas
y ectoplasma. La Pitonisa era una diosa encarnada sólidamente en

121

Jung y el Tarot

su cuerpo; ya que esperaba el impacto del Espiritu Santo, el reci-
piente tenía que ser sólido. En la novela de Par Lagerkvist «La Sibi-
la» se nos relata muy bien lo que es «ser escogida» por Dios. Con-
viene leer este libro que fue galardonado con el premio Nobel en
los años cincuenta, pues nos ampliará algunos aspectos de la Papisa.

Dado que los poderes de la Papisa no se pueden describir tan
sólo con palabras, un buen ejercicio para enriquecer la sensación
de este aspecto arquetípico que tenemos en nosotros mismos es
buscar distintas imágenes de la misma y analizar sus distintas cua-
lidades, como he hecho yo misma con provecho, Otra técnica útil
para conocerla es abordarla directamente, así quizá conoceremos
su misteriosa figura. Si las estrellas y la situación son propicias,
podréis sacar buen provecho de ello.

Para aclarar este método voy a transcribir una sustanciosa con
versación que tuve con la Papisa recientemente a propósito del lu-
gar número dos que ocupa en el Tarot. Yo me preguntaba si el
hecho de ser la segunda la haría sentirse relegada a un segundo
término. Sintiera lo que sintiese, observé que ahí estaba ella, sen-
tada desde hacía siglos, inmóvil y serena, sabiendo todo lo que sa-
bia y aparentemente segura de su sabiduría. ¿Cuál era su secreto?
Al acercarme a su trono con esta pregunta, me pareció que se er-
guia imperceptiblemente a la vez que se protegía (como suelen ha-
cer los introvertidos). Después de recogerse en sí misma, la dama
se apercibió de mi presencia y con una graciosa inclinación de la
cabeza me concedió una audiencia,

—Señora Papisa, muchas mujeres hoy en día sienten que usted
debería ser el número Uno del Tarot, ¿está usted de acuerdo con
ellas?

—¡No, gracias! —replicó—. Durante siglos, el número uno ha
pertenecido al Mago, le va perfectamente bien, ¿no crees? El nú-
‘mero uno es delgado y ágil como su varita mágica y eso es ideal
para el tipo de magia que él debe hacer. No serviría para acarrear
un bebé ni para cocinar una buena sopa, ni tampoco para urdir
una intriga. No, para mi magia, este número regordete del dos es
justo lo que necesito y estoy muy contenta con él.

Después de esto, la dama se sumió en el silencio de la memo-
ria. Mientras lo hacía, los años empezaron a borrarse de su rostro
y empezó a brillar con la frescura del jardín del Edén.

12

La Papisa: Sacerdotisa del Tarot

—¿Sabes? —me dijo ya con un ligero encogimiento de hom-
bros y una sonrisa que recordaba a Eva—, el dos es un número
particular, ¿no te parece? Quiero decir que es gordo y sustancioso
como una olla, pero también es torcido y escurridizo como una
serpiente. \

Después de decir esto, cerró los ojos y retiróse con una peque-
fia sonrisa; parecía recordar... Levantándose poco después con un
esfuerzo, pero con los ademanes de una Papisa, añadió:

No hagas caso de esos freudianos, no comprenden a las ser-
pientes. Hay muchas cosas que ellos no entienden de este astuto y
endemoniado número dos. Si, estoy muy contenta con el lugar
que ocupa la mujer concluyó con un ligero carraspeo.

—Pero, ¿no preferiría usted ser la primera? —añadí yo.

Siguió una larga pausa,

=Infiero que lees de izquierda a derecha —dijo fijando su mi-
rada un palmo más arriba de mi cabeza y con una profundidad de
siglos,

ES pero, señora, independientemente de por qué lado se comien-
ce la lectura, cuando contamos el uno siempre va primero.

—De acuerdo, querida —dijo plácidamente, y el número
dos viene segundo. Las matemáticas fueron difíciles también para
mi al principio, pero ya les cogerás el truco.

—Sea como sea, ¿no es mejor ser el primero?

—Oh, pobres de vosotros, el lío que os hacéis los modernos
con esto de evaluarlo todo. No me extraña que hayáis inventado
las calculadoras para que os ayuden,

— ¿Está usted en contra de la evaluación? ¿Piensa usted enton-
ces que es lo mismo ser el primero que el segundo?

— Oh no, nada de eso, no es igual, es diferente, muy diferente,
so es precisamente lo importante; no es peor ni mejor, es diferen-
te. Cada lugar tiene su sabor, como las especias o los perfumes.
Me gusta pensar en nosotros como si fuésemos flores: el Mago se-
ría un girasol y yo una rosa.

—Sí, pero aún hay un par de cosas que me preocupan: se dice
que Eva fue creada como algo posterior, como si el Creador la hu-
biera hecho de segunda intención y para ello utilizó una costilla de
Adán. ¿Es eso cierto?

— Tonterías. La costilla de Adán fue hecha incluso antes que

123

Jung y el Tarot

él, pero él no se dio cuenta de que ella estaba allí hasta más tarde,
eso es todo. Tengo por aquí una ilustración que cuenta toda la his
toria. En ella verás exactamente lo que pasó en el Parafso con la
Creación y lo que sigue sucediendo ahora. Sabes —dijo mientras
buscaba la lámina entre los pliegues de su falda—, sabes que de al-
guna manera vosotros, criaturas, estáis aún atrapados en el Paraf-
so; vuestra creación no ha terminado todavía. Ese es un trabajo
que vosotros, como todas las demás criaturas del Señor, tenéis
que acabar por vosotros mismos... ¡Ah! —dijo-- aquí está la lámi-
na —y me enseñó la pintura que se reproduce en la fig. 20, perte.
neciente a William Blake—. Está claro que Eva no es la costilla de
nadie. Es una diosa y, como hacen todos esos inmortales dioses,
nació crecida, un nacimiento milagroso; detrás de ella surge su
gloriosa serpiente. ¿No las encuentras bellas a las dos? Pero Adán
duerme, no sabe que ella existe. Hoy empieza apenas a despertar
a la realidad, pero atin sabe poco acerca de ella. Realmente, inclu
so Eva sabe poco acerca de sí misma, está poco convencida de su
realidad. Si miras su cara te darás cuenta de que está atrapada
como la Miranda de Shakespeare, considerando entre sueños los
tesoros de este Mundo Feliz nuevo. Blake tituló esta pintura La
hembra de su oscuridad surgió; muchos autores piensan que es «a
pesar» de la oscuridad de Adán y no de la suya como Eva se las arre-
816 para nacer. Acentúan «a pesar» al contar cómo Eva, la pobre,
ha tenido que luchar todos estos años contra la inconsciencia de su
hombre y ha tenido que soportar, durante tanto tiempo, las mira-
das malignas y rencorosas que éste le dedicaba. Eso no es lo que
Blake pintó y yo discrepo con él. Blake dice que es por la oscuri-
dad de Adán, e incluso desde esta oscuridad, como Eva fue. (De-
searfa que ella encontrara en su corazón un poco más de agrade
miento y no tanto rencor.) Imagina, pues: suyo era el mundo de
Jehová, con severos mandamientos y prohibiciones, y el Señor
Adán era el heredero aparente, Fue solamente en la sombra y en
Ia oscuridad de su sueño donde pudo encontrar un vientre que la
concibiera y un espacio secreto para su crecimiento, Adán (bendi-
to sea) guardó su oscuridad para ella y la alimentó con sus sueños.
El soñaba con ella constantemente y la deseaba, Fue precisamente
Por los sueños que él tenía de ella y por la necesidad de ella por lo
que pudo llegar a ser. ¿Lo comprendes ahora? La Eva de sus sue-

124

La Papisa: Sacerdotisa del Tarot

Fig. 20 «La hembra de su oscuridad surgió»
(La tentación de Eva de Wiliam Blake. Crown copyright, Musco
Victoria y Alberto, Inglaterra. Reproducido con permiso.)

ños no tenía nada que ver con la Eva real. Al principio ninguno de
los dos lo sabía; como ella había surgido de sus sueños, ella los en-
carnaba simplemente sin haber encontrado todavía la esencia de
sí-misma. Hoy en día, en cuanto ella descubra quién es realmente,
él descubrirá nuevos sueños por soñar, hasta que un día su sueño
se hará realidad y entonces verás. Sus primeros sueños fueron ina-
decuados, no hay duda; sucede a menudo con los primeros, pero
son la semilla de la realidad, querida. No lo olvides nunca.

Por unos momentos, la Papisa y yo permanecimos en silencio
pensando en los sueños de Adán; de repente, me dijo:

—No te preocupes por lo que nos dicen cuando están despier-
tos, nos alimentan con sus sueños y desean vivamente que seamos
realidad. ¡No te olvides de esto nunca! Ñ

Después de una pausa, mientras yo estaba intentando no olvi-
dar lo que tenía que recordar, la Dama me miró de nuevo y dijo:

125

NN a

Jung y el Tarot A La Papisa: Sacerdotisa del Tarot

Universo» de Blake (fig. 11). Ahí podemos ver al Creador, con
barba, que tiene en su mano un compás mientras su brazo sale de
la Gran Circunferencia del Cielo, Está pintando el círculo micro-

\ cósmico a imagen y semejanza del círculo macrocösmico; para ha-
Cen, incluso El necesit6 usar los dos brazos del compás, uno para
fijar y estabilizar el centro de este círculo y el otro para describir su
circunferencia, Sí, incluso el Todopoderoso hubiera sido incapaz.
de hacerlo sólo con un brazo. Para hacer un todo, se nétesitan los
dos... se necesitan los dos.

Fig.21 El Todopoderoso creando las dos Grandes Luminarias
(Rafael. Fresco pintado en el Vaticano. Reproducido con permiso.)

—Creo que tenías una segunda pregunta \

—Si —respondi—; se trata de la luna y del sol. Se dice que la
luna es una luz de segundo orden, simplemente el reflejo del poder
del sol, de su gloria, y que no tiene esencia ni divinidad por si mis.
ma. ¿Qué piensa usted de esto?

Querida mía —dijo la Papisa agitando su mano, quien
dice tal cosa no es una mujer, seguramente. Por suerte, tengo aquí
algo que va a ayudarte a entenderlo. —Sacé entonces un grabado
(Gg. 21) de su voluminoso manto —. Es un grabado de Rafael en el
que podemos ver cómo El Todopoderoso está creando las dos
Grandes Luminarias, Puedes ver por ti misma cómo las hizo las
‘dos a la vez, una con cada mano, el sol y la luna al mismo tiempo.

»No, toda la pregunta referente a ser primero o segundo ca-
rece totalmente de importancia. El dos es el nómero de todo lo
vivo; el uno solo no puede hacer nada. Incluso el Creador necesitó +
los dos antes de poder empezar algo. Hay otro retrato de Él en el
que se demuestra claramente lo que te digo; es «Dios ereando el

16 127

Fig. 22 La Emperatriz (Tarot marsollés)

6. LA EMPERATRIZ:
SENORA, GRAN MADRE Y
REINA DEL CIELO Y LA TIERRA

La generación es el misterio por el cual el es-
píritu se une a la materia, por el cual lo divino
se convierte en humano.

Papus

A primera vista, la Emperatriz (fig. 22) se parece tanto a la Pa-
pisa como si fuese su hermana, Cada vez que las hermanas aparez-
can en mitos, sueños y cuentos de hadas, representan a menudo
dos aspectos diferentes de la misma familia o esencia, en este caso
el principio femenino. Si tuviéramos que conocerlas por sus nom-
bres solamente, pensaríamos que la Papisa representa la feminei-
dad espiritual, mientras que a la Emperatriz le asignaríamos el go-
bierno sobre el reino mundano. Esto no es así, ya que el cetro de
oro que la Emperatriz lleva en su mano sobrepasa la órbita de la
realidad terrestre y se ve coronado por la cruz del espíritu. Esta
capacidad de conectar el cielo con la tierra, el espíritu con la mate
tia, es de hecho una de las características principales de la Empe
ratriz, y esto nos lo hace notar el par de alas de oro que confundi
mos con su trono. En algunas versiones del Tarot nos la presentan
como una diosa alada, El águila de oro que tiene grabada en su es-
cudo también nos muestra su conexión con el espíritu. El águila
alcanza las alturas más elevadas y su morada está también en un
lugar tan inaccesible. como el monte Olimpo. En el mito de Eros y
Psique era muy significativo que fuese un águila la que ayudara a
Psique a tomar las aguas de la vida y contenerlas en una vasija.

129

Jung y el Tarot

En la carta precedente, la atmósfera es estática, enraizada, con
un énfasis en la protección y la comprensión. En esta carta, el
águila nos sugiere movimiento en un eje vertical, lo que quiere de-
cir liberación y transformación. Es como si la Papisa nos mostrara
el espíritu dentro del vientre de la materia, mientras que en la Em-
peratriz el espíritu renace nuevamente de la carne y crea una nue-
va entidad que pertenece a las dos. El gesto con el que abraza al
águila de oro nos indica su conexión con el espíritu casi como si es-
tuviese viva, ya que este pájaro real representa obviamente una
fuerza vital con la que se siente emocionalmente conectada. El he-
cho de que un águila real aparezca también en el escudo del Em-
perador (triunfo número cuatro) nos indica que es la divisa de las
armas familiares o su talismán. Debido a esto, su imagen ejerce
una influencia sutil pero poderosa sobre esta pareja real y sobre su
imperio.

NN
menino, quizá debido a que la hembra de esta especie es mayor
que el macho. En alquimia encontramos que el águila se intercam
bia con el ave Fénix, ave que simboliza la espiritualización del ins-
tinto. El águila de la Emperatriz, ciertamente, parece ascender,
mientras que er el reino de la Papisa (la Virgen) el espíritu des-
cendia hacia la materia, Con la Emperatriz (la Madre) el espíritu
se libera de la materia y asciende hacia el cielo, como el Hijo, el
Redentor

En este contexto, el pájaro de oro de la Emperatriz, que co-
necta el cielo con la tierra, tiene un significado muy especial para
nosotros hoy en día ya que, como nos señalaba a menudo Jung, la
Cristiandad en nuestra era ha perdido su cuerpo, su tierra y su
emoción. Decía Jung: «debemos volver al cuerpo para recrear el
espíritu y dar así una nueva realidad a la experiencia humana».

La Vierge Ouvrante, una estatuilla del siglo XV tallada en made-
ra y policromada, es una de las representaciones pictóricas más elo-
cuentes del espíritu contenido o creado en su cuerpo (figs. 23 y 24).

Erich Neumann nos la describe de la siguiente manera:

«Vista desde fuera, la Vierge Ouvrante no es más que una virgen
con su niño; pero, al abrirla, nos revela su secreto herético:
Dios Padre y Dios Hijo, que de costumbre son representados

Fig. 23 Vierge Ouvrante (cerrada) Fig. 24 Vierge Ouvrante (abierta)
(Talla policromada, Francia, siglo xv.)

como dos señores celestiales, en un acto de pura gracia elevan
à la humilde madre-tierra para que more con ellos; estaban ya
“contenidos en ella” y dan muestra de estar “contentos” del
acogedor refugio que les ofrece su cuerpo.»

Por la forma en que la Emperatriz abraza al águila de oro po-
driamos deducir que los albigenses conocían este «secreto heréti-
co»; también por su forma de sostener el cetro, con la mano iz-
quierda (lado inconsciente), nos parece indicar que la conexión
con el Espiritu Santo es instintiva y procede del interior y no des-
ciende de arriba. Su Cetro no se mantiene erguido sino que des-
cansa de modo casual sobre el brazo, mostrándonos que la Empe-
ratriz se rige más por la intuición que por las leyes que hicieron los
hombres. Su dominio es flexible, a veces incluso quijotesco, ya

131

Jung y el Tarot

que su corazón tiene razones que son inalcanzables para la mente.
Así como permite que el cetro se aleje de ella, ciñe y abraza el
águila hacia sí. Parece evidente que el poder del amor es para ella
más querido que el amor al poder.

Si invertimos el símbolo del orbe y la cruz encontramos el sig-
no astrológico de Venus. Nos parece muy apropiado que nos
muestre este símbolo inclinado, indicándonos la dirección hacia
Venus, puesto que el amor es la fuerza unificadora y regeneradora
que conecta yin y yang, espíritu y carne, cielo y tierra, uniendo los
opuestos en un abrazo creativo hasta que algo completamente
nuevo, pero que incluya a los dos, pueda nacer,

Cada vez que en nuestra vida nos encontremos bloqueados en
rígidas dicotomfas podemos pedir ayuda a la Emperatriz. Una for-
ma de hacerlo es iniciar con ella un diálogo, como lo hicimos con
la Papisa.

Dado que la Papisa y la Emperatriz encarnan el principio fe-
menino, presiden conjuntamente los cuatro misterios femeninos:
la formación, la preservación, la alimentación y la transforma-
ción. Cada una de ellas enfatiza diferentes aspectos, como se pue-
de ver al contrastar los retratos de esas dos hermanas.

Mientras que la Papisa mantiene los brazos en una postura ce-
rrada, en ademán de proteger el secreto de su cuerpo, los brazos
de la Emperatriz están más abiertos, indicándonos una naturaleza
más extravertida, Su cabello no está recogido por ningún velo, cae
libremente. Ha querido sacudirse de encima el yugo que llevaba
como Papisa, pues quiere aparecer solamente como una mujer, in-
cluso en vez de hábito de monja se ha vestido con un traje, un cin-
turön y una túnica ricamente bordada, En vez de la tiara de forma
oval, lleva una corona de oro que más parece un halo. Su forro i
terior es de color rojo carmesí, ya que es esencialmente la Empe-
ratriz la que llena su corona, vacía de amor maternal, con realida-
des terrenas y cálido amor.

Estos conceptos quedan subrayados por el hecho de que no
queda confinada entre las dos columnas de un templo sino que
está sentada cómoda y espontáneamente al aire libre. En esta car-
ta se concreta el poder creativo de la Papisa; ésta estaba conectada
con la diosa Isis y la gestación, mientras que ta Emperatriz lo está
con Ceres y la vegetación. Una manera de contemplar a estas dos

132

La Emperatriz: Señora, Gran Madre y Reina

hermanas es como si se las considerara la misma entidad pero di-
bujada en etapas sucesivas del tiempo: la Papisa es la Sacerdotisa
y Virgen;la Emperatriz es Madonna y Reina Madre.

La Papisa sirve al espíritu; la Emperatriz hace que el espíritu
se cumpla,

Con la Papisa, el espíritu (el Espíritu Santo) desciende sobre la
materia para encarnarse; con la Emperatriz, el espíritu, nacido en
realidad como el Hijo del Hombre, sube al cielo de nuevo como el
Hijo espiritual, el Redentor,

La Papisa es paciente y espera, pasiva. La Emperatriz es ac-
ción y cumplimiento.

La Papisa es regida por el amor; la Emperatriz gobierna por
amor.

La Papisa guarda algo antiguo; la Emperatriz revela algo nuevo.

Abreviando, la Papisa sostiene el Libro de las Profecías y la
Emperatriz cumple y lleva a término estas profecías, Ya no se ne-
cesitard el libro, pues el nuevo Rey ha nacido. Como Gran Madre
y Reina del Cielo, la Emperatriz es el nexo de unión entre la ener-
gía yang de fuego del Mago y el poder yin del agua de la Papisa.
Podría decirse que la varita del Mago ha tocado la profundidad de
la Papisa y de esta unión, y a través de la mediación de la Empera-
riz, ha nacido algo nuevo: un mundo que incluye los dos aspectos.
Numerológicamente, el número uno del Mago sumado al número
dos de la Papisa, producen el tres, la Emperatriz, que une a los
opuestos abrazándolos a ambos.

Hablando en términos generales, esta función del número tres
se refleja en toda clase de trinidades: Padre, Hijo y Espíritu Santo;
Pasado, presente y futuro; padre, madre e hijo; Isis, Osiris y Ho-
rus. En todos ellos, este tercer miembro actúa como factor equili-
brador, combinando los «números-padres» de modo que surja una
realidad completamente nueva.

Algo interesante al respecto es pensar que Pitágoras conside-
raba al tres como el primer número real. Decía que los dos prime-
ros números eran solamente esencias, ya que no correspondían a
ninguna figura geométrica y, por tanto, no tenfan realidad física.
El tres crea el triángulo, una superficie plana con un principio,
una mitad y un fin, una realidad tangible que corresponde a la ex:
periencia humana.

183

Jung y el Tarot

La verdad poética de esta declaración de Pitágoras puede ver-
se reflejada bellamente en la ilustración de Blake Dios creando el
Universo (fig. 11). Al mirar el compás que está usando el Creador,
podemos observar que sus brazos se separan en un ángulo tal que
se alejan cada vez més. Para que puedan funcionar bien juntos han
de tener un punto de apoyo en algún lugar. Antes de poder crear
el microcosmos a imagen y semejanza del macrocosmos, el Crea-
dor tiene que apoyar los dos brazos de su compás en la realidad.
Al hacerlo así, habrá conectado los dos brazos de su compás con la
base y habrá creado una figura de tres lados: el primer triángulo.
Al mirar este triángulo nos damos cuenta de que la verdad que
descubrió Pitágoras demuestra que, con el advenimiento del trián-
gulo, se concretó la Intención Divina y la esencia, que era nebulo-
sa hasta entonces, se hizo manifiesta en términos de experiencia
humana.

A mí me gusta colocar a la Emperatriz como la base de este
triángulo, pues a través de ella lo efímero llega por primera vez al
reino de la experiencia humana. Nos conecta de manera dramática
con esta realidad externa y lo hace de una manera que nos es a to-
dos conocida. Todos, al ser tocados con la vara del Mago, sentimos
agitarse las aguas de la creatividad. Todos conocemos los períodos
oscuros de amplia gestación que siguen a ello cuando nos encon-
tramos sumergidos en el mundo lunar y acuático de la Papisa.
Después, con suerte, amanece un día nuevo, un momento dorado
en el que estas ideas que hemos tenido en la oscuridad empiezan a
tomar cuerpo en la realidad. De repente, el lienzo que hasta en-
tonces estaba blanco se llena de color y el trocito de tiza que tenfa-
mos entre las manos empieza por sí solo a dibujar; quizá también
es el momento en que el papel que estaba en nuestra máquina de
escribir se llena de palabras. Puede suceder también que los dos
polos del problema que nos desvelaba durante semanas y que pare-
fan irreconciliables, se conecten mágicamente ofreci6ndonos una
solución completamente nueva. Éstas son algunas de las formas
en que la Emperatriz trabaja para nosotros en relación con nues-
tra creatividad. Por supuesto, su imperio, que es como la vegeta-
ción en la naturaleza, podria ser arado a troche y moche; la reali-
dad que ella produce no es el producto acabado. Para eso, como
veremos en seguida, necesitaremos la organización y el discerni-

134

La Emperatriz: Señora, Gran Madre y Reina

miento del Emperador. Una de las funciones principales de la Em-
peratriz es conectar las energías primarias del yin y el yang y darles
cuerpo en el mundo de la experiencia de los sentidos.

Hasta hace muy poco tiempo la ciencia estuvo adoptando una
visión pitagórica del universo, igualando las experiencias externas
con las realidades científicas y describiendo como «meras esencias»
las formas que aparecían en este misterioso mundo interior que es
Ja psique humana. Con el advenimiento del principio de incertidum-
bre de Heisenberg y la física de Einstein ha quedado bien patente
que el hombre no puede sentir ni medir la realidad externa con to-
tal precisión puesto que, por el solo hecho de ver este fenómeno
como externo, el hombre lo distorsiona. Es más, parece ser que,
debido a la naturaleza misma de la luz y alas limitaciones del apa:
rato sensorial, no hay ningún instrumento que pueda restablecer
la realidad externa como piedra de toque de la verdad última. Dado
que esto es irrevocable, no nos queda más remedio que volvernos
hacia nuestro mundo interior, a la psique humana en sí misma, en
nuestra búsqueda de la verdad. La ecuación puramente matemáti-
ca E =MC* ya no es una «mera esencia», sino que brilla como una
verdad eterna, incorruptible como el oro.

La Emperatriz nos conecta con esta nueva dimensión del cono-
cimiento puesto que, a través de su comprensión intuitiva más que
por la lógica masculina, el espíritu salta hacia el espacio exterior
para conectar con la percepción celestial. En el libro editado por
Brewster Ghiselin”, EI proceso creativo, se documenta vivamente
que la poesía de la física moderna no nació en el laboratorio estéril
de un hombre, sino que surgió de manera espontánea del jardín de
la imaginación de la Emperatriz. En este libro, muchos científicos,
escritores, pintores y otras gentes creativas nos cuentan cómo las
ideas originales les llegaron primero a través de imágenes o esta-
dos de ensoñación u otras manifestaciones irracionales que brota-
ron de forma espontánea del inconsciente.

Es, pues, la Emperatriz la que tiende el puente entre la inspi-
ración creativa del Mundo Materno y la lógica y la reflexión del
Mundo Paterno (es decir, del mundo del Emperador, donde las
ideas e inspiraciones serán recortadas y sometidas a control). Ella
es la que lleva la semilla de la que al fin saldrá el conocimiento
trascendental, a través del cual el misticismo y la ciencia, el espiri-

135

Jung y el Tarot

tu y la came, lo de dentro y lo de fuera, podrán ser experimenta-
dos como un solo mundo,

Pero la Emperatriz tiene muchas facetas, todas ellas activas en
la actualidad. Para mejor entender la influencia que ejerce en
muestra cultura hemos incluido aquí tres ilustraciones contempo-
râneas del arquetipo de la Emperatriz. La primera de ellas (fig. 25)
representa a la Emperatriz según el Tarot de Waite, una baraja
del siglo XX. En ella podemos ver a una joven matrona de cabellos
de oro vestida con una tónica floreada, sentada en una carroza ta-
pizada de terciopelo verde en un fresco jardín. A su lado fluye un
riachuelo que riega el jardín, Sobre su cabeza vemos una corona
de estrellas y en su báculo hay un orbe sin cruz. Apoyado en la ca-
roza vemos un escudo que lleva el emblema de Venus.

Al fondo de la escena vemos crecer un trigo ya maduro cuyo
reflejo dorado encuentra eco en el cielo, que nos resulta dramáti-
co por lo extraño. La yuxtaposición de la carroza tan ricamente
adornada con un jardín tan fresco y natural, y todo ello combina-
do con el cielo amarillo, dramático, parece recordarnos el escena-
rio de algún teatro. Resulta apropiado en cierto modo, pues la
Emperatriz suele presentársenos a menudo de forma espectacular.
Todo lo que hay en su jardín nos habla de vida nueva y eso mani-
festa por sí mismo un drama: tanto al nacer un nuevo brote como
‘una mariposa o un niño, siempre actúa con dramatismo.

Tanto ella como su virginal hermana eran figuras centrales en
la vida de los amoríos de corte, pero de dos maneras diferentes,
La Virgen inspiraba a los caballeros arriesgados torneos o aventu-
ras llenas de creatividad; los trovadores cantaban sus alabanzas y
los artistas intentaban captar su esencia para pintarla o esculpir es-
tatuas representándola. Su callada influencia llevó a Dante y a Pe-
trarca a la inmortalidad. La Emperatriz actuó más abiertamente
como la mujer inspiradora. Algunas veces se manifestaba como
reina o emperatriz cuya corte era centro de artes creativas. La rei-
na Isabel I de Inglaterra fue un buen ejemplo de ello. Este tipo de
mujeres tiene una habilidad especial para atraer hacia sí gentes e
ideas, pero lo hacen además de una forma dinámica y creativa.
Las damas de los grandes salones eran mujeres de este tipo. Al pa-
recer, en nuestra cultura actual les gusta actuar de idéntica forma.
Un ejemplo actual de este tipo de mujer es Peggy Guggenheim,

136

La Emperatriz: Señora, Gran Madre y Reina

Fig.25 Tarot de Waite

que actuó en los dos sentidos: primero como generosa mecenas de
las artes y después como mujer auténticamente liberada, cuyo es-
tilo independiente abrió brecha para otras mujeres que buscaban
expresarse de una manera creativa. Aquí podemos ver a la Empe-
ratriz Guggenheim sentada en su trono y rodeada por los servido-
res de su corte (fig. 26). Artista, alcaldesa, patrocinadora de las
artes, esposa, madre, querida o psicóloga, motivó siempre a otros

137

Jung y el Tarot

ala acción y a la autorrealización. La clave de su poder es la inspi-
ración activa y el amor.

Como exponentes de la liberación de la mujer, los dos tipos de
hermanas son activas, pero lo son de manera muy diferente. El
tipo de la Virgen, dando ejemplo; el tipo de la Emperatriz, a tra-
vés de la actividad pública. En la categoría de la Virgen podemos
encontrar profesoras, monjas, enfermeras y poetisas, mientras
que el tipo de la Emperatriz aparece más en luchadoras activas
por la liberación de los derechos de la mujer. Algunas veces, la
fuerza de su personalidad puede empujarnos de tal manera que
nos encontremos trabajando más allá de nuestros límites.

Hay otro tipo de Emperatriz que puede echar a pique nuestra
individualidad, sumergiéndola en las dulzonas aguas de su tenta-
ción inconsciente, por ejemplo: la rolliza y rubia Emperatriz que
Waite nos muestra sentada en su carroza nos sugiere ese tipo de
‘magia wagneriana... Casi podemos oír la música del Venusberg,
que surge del fondo del pozo para atraernos a él y ahogarnos den-
tro de su vientre. Esa tendencia a un amor asfixiante es algo que
caracteriza al tipo de la Emperatriz más moderna y aparece en el
prototipo de «la mamá». También puede aparecer en otras áreas
donde el atractivo especial de esta mujer puede atraernos a su rei-
no de una manera tan sutil que ni nos demos cuenta de lo que ha
pasado.

La mujer-Emperatriz es algunas veces tan inconsciente de sus
propios poderes como lo somos los demás. Le parece que todo el
mundo debiera compartir de modo natural su estusiasmo. Dado
que está bajo la influencia de Venus, esta mujer ama la belleza en
todas sus formas y es a menudo ecléctica en sus gustos, capaz de
combinar las cosas de manera interesante y nueva. Por ejemplo:
¿han observado el vestido floreado que escogió para posar en el
retrato que le hicieron en la baraja inglesa de fin de siglo? ¿Lo re-
conocieron ya? Sí, es muy parecido a aquél que creó el famoso ar-
tista Sandro Boticelli. La Emperatriz se lo ha pedido prestado a
una de las bailarinas de La Primavera.

En esta carta, Waite quiso poner de relieve de una manera es-
pecial las características de Ceres y de Venus. Omitió la cruz enci-
ma de la órbita, así como el águila dorada del espíritu; en vez de
esto, coronó a su Emperatriz con una corona de estrellas. Esto la

138

La Emperatriz: Señora, Gran Madre y Reina

Jung y el Tarot

conecta con aquella figura del libro de la Revelación de la que se
ha escrito: «Aparecerá una gran maravilla en el cielo: una mujer,
vestida con el sol y con la luna a sus pies, tendrá sobre sí una coro-
na de doce estrellas». La Madonna, como Reina de los Cielos, se
Pinta a menudo de esta manera, con corona y con la luna a sus
pies. Desde su cumbre, la Emperatriz ilumina el cielo sintetizando
asílos poderes celestes: el sol, la luna y la gran rueda zodiacal. En
sus aspectos más terrenales, la desenfrenada fertilidad puede con-
ducir al abandono y al estancamiento.

En la figura de Henry Moore (fig. 27) la Emperatriz se nos
muestra más terrenal, pero con un aspecto tan dominante como la
Gran Madre. Está recostada, descansando mientras vigila su im-
perio, que es toda la naturaleza. Está relajada pero atenta al silen-
cio y alos trabajos secretos que en él se realizan: al movimiento de
la savia que asciende por las plantas, al ruido de la abertura de las
pequeñas semillas enterradas. Oye la música de las corrientes sub-
terräneas.

Pero la Gran Madre no es siempre la Buena Madre. En térmi-
nos más generales, por su aspecto negativo y devorador, se la lla-
ma también la Madre Terrible. En los cuentos de hadas aparece
como la reina malvada o la madrastra, que por celos retiene a Ce-
nicienta para que ésta no pueda apartarse de la ceniza o de los fo-
gones y encontrar al principe que la hará reina. En los mitos apa-
rece como la madre que devora a sus propios hijos. La conocemos
también como la cruel Madre Naturaleza, que busca poscer de
nuevo toda la vida (y la civilización) para llevarla de nuevo a su
vientre, de donde salió. Como terremoto, literalmente abre su
vientre para tragarse a los hombres y lo que ellos crearon. Como
volcán, derrama lava ardiente que sepulta ciudades enteras. Si ob-
servamos con atención podremos ver cómo trabaja también en
‘nuestro jardin, cómo lo consigue su alma ambivalente: durante el
dia nos sonríe protegiendo y alimentando nuestras flores, y es de
noche, mientras dormimos, cuando apresuradamente planta in-
numerables hierbajos que cuidará con igual solicitud y empeño.
En relación con la cultura y los descubrimientos de la humani-
dad, es igualmente paradójica; fue ella quien nos proporcionó la
inspiración creativa que hizo posible enviar ingenios al espacio,
pero es también suya la fuerza de la gravedad que constantemente

140

La Emperatriz: Señora, Gran Madre y Reina

Fig.27 Figura rectinada (Henry Moore. Museo y esculturas de jardin
Hirschorn, Instituto Smithsonian, Reproducido con permiso.)

los atrae hacia su seno. Es, por cierto, una diosa celosa, y más
cuando la curiosidad del hombre se dirige hacia una entidad feme-
nina como es la luna

Algunas veces se la ha representado como un dragón que vela
por ese gran tesoro que es «la perla de gran valor». Como tal, repro»
senta el aspecto devorador y regresivo de la naturaleza inconscien-
te, que el Héroe (símbolo de la humanidad en busca de la concieı
cia) tiene que vencer para conseguir la perla de la sabiduría y así
trascender la existencia meramente animal. Otro aspecto o repre-
sentación de esta Madre Terrible que nos es familiar es Kali, la san-
guinaria esposa del dios Shiva. Se la representa sosteniendo por los
cabellos a la víctima humana que va a ser su próximo bocado, con la
lengua roja fuera, como preludiando ya esa delicia (fig. 28). Este
aspecto devorador de la diosa aparece en cuanto la mujer descuida

141

Jung y el Tarot

su verdadero reino, que es el de la relación, y, sedienta de poder,
se convierte en devoradora de hombres, Su fuerza ya no es el sutil
poder del amor; se transforma en el ambicioso amor al poder.

A menudo, la transición del primer estadio al segundo es tan
gradual que solamente se puede observar cuando ya ha sucedido;
así, una mujer que ha sido víctima del impulso o la fuerza de su po-
der se encontrará separada de su centro interior sin darse cuenta
de lo que le ha sucedido. Algo así ha podido sucederles a algunas
de las militantes que luchan en el movimiento de liberación de la
mujer y que, fascinadas por el poder, han perdido contacto con la
«creatividad femenina» que se empeñan en defender. En el fondo
de su ser, muchas mujeres, dentro o fuera de este movimiento,
buscan realmente una igualdad pacífica y una relación creativa
con el hombre más que un dominio sobre él. A pesar del dicho:
«Haced el amor y no la guerra», el nuestro es un tiempo de ter:
ble violencia y completamente irracional. En medio de la confu-
sión general se oye el grito sediento de las devoradoras de hom-
bres (las feministas) a través de todo el país. Parece como si la
Emperatriz, a la cual hubieran denegado durante largo tiempo el
ejercicio del poder, surgiera de las profundidades con el grito de la
mujer desdeñada.

En la figura 29 podemos ver una ilustración moderna que sat
riza esta situación. La «devoradora de hombres», en lugar de de-
sarrollar su propia creatividad femenina para ocupar dignamente
el lugar que le corresponde al lado del rey Logos como co-regido-
ra del lugar, maquina matarlo y usurpar así su trono.

Esta bruja, como Hécate, tiene muchas caras. Si la tratamos
con educación nos mostrará un aspecto más civilizado. Después
de todo, la mujer, asi como su equivalente psicológica, el ánima,
es todavía una criatura primitiva, Fue anteayer tan sólo cuando
Eva, saliendo de su encierro como función de Adán, se erigió ex-
poniéndose a las influencias culturales y a las oportunidades de
destacar que habían sido hasta el momento privilegio del hombre.
Comprensiblemente, en su búsqueda por su propia esencia, la mu-
jet se nos va a presentar disfrazada de muchas maneras distintas.
Como sucede con la Emperatriz Cleopatra (una de sus encarnacio-
nes terrestres), «la edad no puede con ella, ni las modas enmohe-
censu infinita variedad...».

142

La Emperatriz: Señora, Gran Madre y Reina

Fig.28 Kali, la Terrible

143

Jung y el Tarot

Fig. 29. El rey ha muerto. ¡Larga vida alla reina!

La «diversidad» y el capricho de la Emperatriz aparecen en el
estudio realizado en el siglo Xıx por Braun, un pionero en el arte
de la fotografía (fig. 30). Podemos ver aquí a una mujer sentada,
captada en su realidad, en su cuerpo y su sangre, cuya esencia, sin
embargo, yace oculta. Paradójicamente, el marco de marfil y oro
que muestra su ojo le sirve a la vez como máscara para ocultarse.
Es la condesa Castiglione, descendiente sin duda del famoso hu-
manista del Renacimiento Baltasar di Castiglione, cuyo libro El
cortesano fue el modelo para la vida cortesana de aquel tiempo.

144

La Emperatriz: Señora, Gran Madre y Reina

Fig. 30 La Condesa Castiglione llevando un marco como máscara
(Adolphe Braun, 1811-1877. Museo Metropolitano de Arte de Nueva
York, Nueva York. Cedido por George Davis, 1948.)

145

Jung y el Tarot

Es incuestionable que esta moderna cortesana tiene también sus
cortejadores, en la gran tradicién impuesta por su antecesor. Esa
frívola y encantadora pose indica que quizá la misma condesa
pudo convertirse en víctima de su propio encanto.

¿Quién es la Emperatriz? ¿Es diosa o bruja, madre devoradora
o Madonna, mujer fatal o musa inspiradora? La respuesta proba-
blemente es: todas ellas, (¿y qué mujer no lo es?). ¿Y qué hombre
no tiene en el fondo de sí mismo un poderoso aspecto femenino
acechando, a veces creativo a veces vengativo, compasivo un mo-
mento y celoso el próximo? Quizá, estudiando estas figuras, logre-
mos llegar a una constatación más profunda de nuestros poderes y
potencialidades, en nuestra propia e infinita variedad.

THE EMPEROR,

Fig.31 ElEmperador (Tarot marsellés)

7. EL EMPERADOR: .
PADRE DE LA CIVILIZACION

El uno se convierte en dos, el dos se convierte
entres y del tres surge el uno, como cuarto.

María la profetisa

He aquí al Emperador, el Triunfo número cuatro (fig. 31). Pue-
de considerarse como el principio activo, masculino, que ha veni-
do a poner orden en el jardín de la Emperatriz que, si se le deja
crecer a su capricho, puede convertirse en una selva. Va a conse-
guir con esfuerzo un lugar donde poder estar de pie, creará cami-
nos para la intercomunicación y supervisará la construcción de ca-
sas, pueblos y ciudades. Protegerá su imperio de las invasiones de
la naturaleza hostil y de los bárbaros. En resumen, creará, inspira-
14 y defenderá la civilización.

Hasta ahora hemos estado tratando con el mundo primitivo de
la naturaleza inconsciente. Ahora vamos a dar un paso más y en-
trar en el mundo civilizado del hombre consciente. Con el adve-
nimiento del Emperador abandonamos el mundo no-verbal del
reino matriarcal de la Emperatriz, con sus ciclos automáticos de
nacimiento, crecimiento y decadencia. Aquí empieza el mundo
patriarcal de la palabra creadora, donde se inicia la ley masculina
del espíritu sobre la naturaleza. Esta ley es la encarnación del Lo-
805 0 principio racional, lo cual es un aspecto del arquetipo del Pa-
dre. Éste ordena nuestros pensamientos y energías conectändolos
on la realidad de manera práctica.

A pesar de representar, como la Emperatriz, un poder arqu
pico, el Emperador es mucho más humano y por lo tanto más ac-
esible a la conciencia que ella, pues no es la figura rígida entroni-

149

Jung y el Tarot

zada sobre la masa de la humanidad. En lugar de eso, está senta-
do, airoso y relajado, con las piernas cruzadas, mostrando una
sión de su perfil izquierdo, que es el lado del inconsciente. Sólo un
gobernador seguro de su autoridad puede arriesgarse a posar de
esta manera. Éste es un reino de paz, donde no se espera ataque
del exterior ni traición del interior, y eso nos lo indica el hecho de
que el que manda no lleva espada. Su escudo, que lleva grabada el
águila de oro, ya no es necesario como protección. Está colocado
aquí como un emblema que simboliza su conexión con los poderes
celestiales y su reinado por la gracia divina, No tiene nada que tc-
mer ni del hombre ni de las bestias, ni tampoco de los dioses de lo
alto.

El Emperador se nos presenta asentado informalmente en tie-
rra firme, en el campo de la acción, indicándonos que, en lugar de
actuar como un dios desde detrás de la escena (desde el incons-
ciente), es un guía práctico que conecta abierta e íntimamente con
la humanidad y sus actividades, Para mantener esta idea es por lo
que lleva su casco, una protección para la cabeza más útil y propia
que la austera corona que llevaba la Emperatriz. En las líneas ele-
gantes de su casco se repite la ornamentación de su trono y de su
escudo, cuyo dibujo es más elaborado y menos severo que el de la
Emperatriz, Es obvio que el imperio que ha creado es de un gran
refinamiento cultural y es igualmente obvio que eso no fue así
siempre. Obsérvese el tamaño y la potencia de la mano con la que
sostiene el cetro, en contraste con su mano izquierda, que parece
afeminada y enana, No hay duda de que la espada de este guerre-
ro ha sido fortalecida en no pocas batallas. Su reino se ganó dura-
mente. La lucha del hombre por la conciencia comporta esfuerzos
sobrehumanos, pues la Madre Naturaleza guarda su reino celosa-
mente. En las culturas matriarcales, la sucesión real sc hacía por la
línea femenina. Es, pues, un nuevo rey, aquél que conquistó y
ganó a la princesa y a menudo cra también el responsable de la
muerte del antiguo rey.

En la historia, así como en muestra vida particular, la transi-
ción de la fase del matriarcado a la del patriarcado es siempre di
cil. Abandonar el mundo protector, afectuoso y nutriente de la i
fancia para afrontar las responsabilidades de la edad adulta es una
labor dura. Hay un paso necesariamente intermedio entre la iden-

150

El Emperador: Padre de la civilización

tidad inconsciente, con todas las experiencias de la infancia, y la
edad adulta, más consciente e individual; este paso es la vida en
comunidad. Durante esta fase de transición es necesario experi-
mentarse a sí mismo como miembro de un grupo en desarrollo (fa-
milia, clan, estado, nación), a cuya cabeza se encuentra una auto-
idad justa y poderosa.

El Emperador aquí representado parece ser la representación
ideal de esa figura, pues trasciende al padre personal así como al
guía de un grupo homogéneo o clan, ya que en su imperio se inclu-
yen diversos pueblos y climas. Aunque seguro de su territorio, el
Emperador guarda aún una conexión con el mundo matriarcal de
la Emperatriz, pues aparece dibujado mirando hacia atrás, hacia
ella. La pareja real también está relacionada por las dos águilas de
sus escudos. No sólo están cara a cara los dos pájaros sino que
muestran una sutil unión entre ambos. Mientras el águila de la
Emperatriz con sus alas desplegadas está a punto de emprender el
vuelo hacia el cielo, cosa que simboliza el espíritu masculino de su
esposo, el ave del Emperador está colocada de forma que sus alas
repiten la configuración de las aparentes «alas de ángeles» que
forman el dibujo del trono de la Emperatriz.

William Blake escribió: «Cuando veas un águila, estás viendo
una parte de genio: levanta, pues, tu cabeza». A pesar de que el
águila del Emperador le conecte con el espíritu divino y le inspire
en el gobierno, no debería olvidar que el águila es también un ave
de presa. La reproducción que muestra la fig. 32 es el lado som-
brío del águila del Emperador. Es un águila de los indios esquima-
les, ave rapaz y cruel. Es un buen símbolo de la locura de poder
que surge entre los reyes y otras personas con autoridad cuando el
¡deal dorado del «derecho divino» se corrompe, convirtiéndose en
«poder del ego» (ego-ismo).

Afortunadamente, es evidente que el águila del Emperador no
va a caer en esa sombra arquetípica del águila. Su número cuatro
sugiere que su perspectiva abarca las cuatro dimensiones de la
vida y que no está limitada por ninguna visión «embudo».

„El número cuatro simboliza la plenitud. Nos señala nuestra
orientación hacia la dimensión humana, Equivale en geometría al
rectángulo y equivale a la ley y el orden impuestos sobre el caótico
desorden de la Madre Naturaleza. Las cuatro direcciones de la brü-

151

Jung y el Tarot

jula son las que nos permiten sentirnos seguros en las regiones sin
mapa. Las cuatro paredes de una habitación nos dan una sensa-
ción de seguridad ayudándonos a concentrar nuestras energías y
fijar nuestra atención de manera racional y humana. Las ventanas
rectangulares de una casa nos sirven para enmarcar o delimitar a
escala humana la inmensidad del panorama que la naturaleza nos
ofrece, de modo que su esencia y detalle puedan ser captados por
el ojo humano y por su cerebro. De la misma manera, el espíritu
conductor del Emperador nos ayuda a examinar las realidades de
nuestra condición humana y a relacionarnos con ellas, de manera
consciente y creativa, talento que es específico del ser humano.

El número cuatro del Emperador nos acerca a la realidad de
diversas maneras. Así, las tres dimeniones del tiempo (pasado,
presente y futuro) son simples abstracciones hasta que las situa-
mos en el espacio. De la misma manera, los sucesos producidos en
el espacio tridimensional no se hacen reales hasta que los situamos
en el tiempo. Para volverse civilizado, el hombre necesita colocar-
se a sí mismo en el espacio y en el tiempo. El Emperador propor-
ciona permanencia, estabilidad y perspectiva. Está ahí como cabe-
za visible del Estado y representa el principio del cual dependen la
fertilidad y el bienestar del reino. Si sufre algún daño, toda la co-
munidad sufre. (Es significativo que, en la leyenda de «La tierra
baldía», el solo hecho de herir a su Rey Pescador hiciera que todo
el reino se volviese estéril e improductivo.)

En este estadio de desarrollo cultural, la estructura del reino
terrenal o del Estado se considera como la estructura imaginada
del cosmos. Mencionando esta fase de la civilización como «la era
arcaica del mito encarnado», John Perry discute esta cuestión en
The Far Side of Madness:

«... durante esa corta época, el mundo humano y el mundo
mitológico se consideraban como un reflejo el uno del otro y el
gobierno de la sociedad se organizaba a imagen del ordenamien-
to del cosmos. El mundo de los mitos tomaba forma en la socie-
dad y el reino de la tierra era un modelo para el cosmos, a escala
humana. En éste, el rey, como cabeza de su reino, era la parte
opuesta al rey dios en su reino divino: cada uno era conocido
como “Rey del Universo” o “Señor de los Cuatro Cuartos”.»t

152

El Emperador: Padre de la civilización

Fig.32 Aguila delos indios esquimales

Como dice Perry a continuación, es en este punto de la historia
del hombre donde se produce la primera diferenciación entre los
dioses mitológicos, lo que explica de la siguiente manera;

«Aparecieron en escena como función diferenciadora de la
cultura misma, que a su vez era una expresión de la diferencia
de la psique. Podemos suponer, pues, que hacer cultura es al

153

ON EDS EE

Jung y el Tarot

mismo tiempo hacer psique; que la labor creativa de estructu-
rar lo uno equivale a la misma labor sobre lo otro.»

En ambos planos, el terrenal y el celeste, el número cuatro jue-
ga un papel decisivo como factor de orden. He aquí una lista de los
diversos «cuatros» que ordenan nuestros pensamientos:

Los cuatro puntos de la brújula.

Las cuatro direcciones de la tierra

Los cuatro vientos de los cielos,

Los cuatro ríos del Edén.

a cuatro cualidades de la antiguedad (cálido, seco, húmedo
y frio

Los cuatro humores fluidos (sanguíneo, flemático, colérico y
melancólico).

Los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan).

Los cuatro profetas (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Oseas).

Los cuatro ángeles (Miguel, Rafael, Gabriel y Fannel).

Las cuatro bestias del Apocalipsis.

Los cuatro elementos (aire, tierra, fuego y agua).

P = cuatro ingredientes de la alquimia (sal, azufre, mercurio y
izoe).

Las cuatro estaciones.

Las cuatro figuras geométricas básicas (círculo, linea, triängu-
lo y rectángulo).

Las cuatro fases de la luna.

Las cuatro letras hebreas del nombre sagrado del Señor (jod,
he, vav, he)

Las cuatro reglas aritméticas (suma, resta, multiplicación, di-
visión).

Las cuatro virtudes cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y
templanza)

Esta lista de «cuatros» ha ayudado desde tiempos inmemoriales

al hombre para que dirigiera los pasos de su vida espiritual y
Cuatro es también el número que está conectado con la creación
del hombre. Así nos lo cuenta el libro sirio: «Libro de la cueva de
los tesoros»:

«Vieron, pues, a Dios tomar un grano de polvo de la tierra,
una gota de agua del mar, un soplo de aire de los vientos supe-

154

El Emperador: Padre de lacivilización

riores y un poco de calor de la naturaleza del fuego. Vieron los
ángeles cómo estos cuatro elementos, débiles por sí mismos,
fueron colocados en el hueco de su mano: lo seco, lo húmedo,
lo frio y lo caliente. Y después Dios hizo a Adén.»?

En resumen, pues, el número cuatro simboliza la orientación
del hombre hacia su realidad de ser humano. Una representación
del número cuatro es el cuadrado, que simboliza cl orden impuesto
por el Logos a la venturosa naturaleza. En el cuadrado, los elemen-
tos permanecen aún separados entre sí y con hostilidad entre ellos.
Con el número cinco, con la quintaesencia, tendrá lugar un paso
más hacia el desarrollo tendente a la unidad, como veremos cuan-
do lleguemos al examen de esta carta, al arcano número cinco.

En la carta que estamos estudiando ahora, las piernas del Em-
perador forman un cuatro tal como están cruzadas. Ello parece su-
gerir que no sólo sabe con su mente, sino que comprende de una
manera más profunda la responsabilidad que lleva en sf como por-
tador de la conciencia humana.

Numerológicamente hablando, el múmero cuatro tiene unos
poderes extraordinarios y mágicos. No sólo marca el fin de un ci-
lo, sino que nos provee de la fuerza necesaria para el inicio de un
ciclo nuevo. Cuando colocamos los números del uno al cuatro y
Jos sumamos entre sí, conseguimos el diez y empezamos un nuevo
ciclo. Ésta es una razón de su ambivalencia. Así como el Mago
(con el número uno) nos proveyó de la energía necesaria para co-
menzar el ciclo de su creación, el Emperador, con el número cua-
tro, concluye esta fase, iniciando al mismo tiempo un nuevo tipo
de creación: la civilización. Como un grano de maíz, es cl resulta-
do de todo lo que ha pasado con anterioridad en él y es, a la vez, la
promesa de un crecimiento enteramente nuevo.

Quizá fue la magia de este número cuatro lo que inspiró a Ma-
ra la profetisa cuando dijo que «el uno se convierte en dos, el dos
en tres y del tercero surge el uno como cuarto». En cualquier caso,
la verdad de su afirmación es evidente en varios niveles de expe-
riencia, ya que psicológicamente es el múmero tres el que lleva
consigo al cuatro ofreciendo una nueva experiencia de plenitud y
unidad, Esto puede demostrarse de la siguiente manera: cuando
desarrollamos la autoconsciencia, pensamos en nosotros como uni-

155

A.

Jung y el Tarot

dad. A medida que crecemos en conocimiento, nos damos cuenta
de que somos duales, consciente e inconsciente, ego y sombra,
aquél a quien le gusta madrugar y a la vez aquél a quien le gusta
quedarse en la cama un poco más. Cuando intentamos reconciliar
estos dos aspectos opuestos en nosotros mismos es cuando descu-
brimos un mediador interno, esto es, el número tres, que armoni-
zará a estos dos para que puedan trabajar juntos. Cuando esto su.
cede, «de este tercero» (y a través de la actividad de este tercer
factor) surge la unidad, «como cuarto», un sentido de plenitud,
una personalidad unificada que puede finalmente actuar como
unidad, ahora sí, a un nivel de conocimiento nuevo.

En la psicología de Jung, el número tres alumbra también al
cuatro, resultando de esto una mueva sensación de unidad. Fue
Jung quien observó que el hombre nace con cuatro potencias ca-
racterfsticas que le ayudarán a captar las experiencias y derivar de
ellas enseñanzas para su provecho. Las llamó las cuatro funciones,
Pues representan modos característicos de trabajar de la mente o.
dela psique. A las dos funciones con las cuales captamos el mundo
las llamó sensación € intuición y, como estas dos operan de mane.
Ta espontánca más que racional, las calificó de funciones irracio.
nales. A las otras dos funciones, pensamiento y sentimiento, las lla
m6 racionales, pues son las que describen de qué manera evalua.
‘mos y ordenamos nuestra experiencia.

Según Jung, todos hemos nacido con la capacidad de desarro-
llar cada una y todas ellas. Desde muy jóvenes nos damos cuenta
de que hay una función para la que mostramos una especial apti-
tud. A ésta se le llama función superior. Poco a poco nos vamos
dando cuenta de que tenemos capacidad también en dos áreas
más, que podemos utilizar de manera alternativa; éstas son las
funciones segunda y tercera. Jung las llamó funciones auxiliares,
ya que podemos usarlas para ayudar a nuestra función superior

Nuestra cuarta función permanece sin embargo relativamente
inconsciente y, por lo tanto, inútil. Jung la llamó función inferior,
ya que no se llega a ella a través del esfuerzo consciente. Conse.
Cuencia de ello es que su uso queda más restringido que el de las
otras tres funciones.

Dado que tenemos tendencia a escoger tareas que nos sean fá-
ciles y evitamos las que nos son difíciles, desarrollamos y mejora.

156

El Emperador: Padre de la civilización

mos las funciones que nos son más asequibles, dejando nuestra
función inferior desconocida y sin desarrollar. Más tarde, la socie-
dad y nuestra familia reforzarán esta tendencia, ya que solicitarán
auestra colaboración en aquellas áreas en las que hemos demos-
trado ya ser hábiles. Como resultado de ello, muestra función infe-
rior caerá cada vez más en el profundo olvido. A menudo, cuando
esta función se nos revela sola y de un modo inesperado, inapro-
piado e imaduro, nos damos cuenta de que existe. Mientras tanto,
nuestra función superior habrá aprendido a actuar tan suave y au-
tomáticamente que habrá perdido con ello su vitalidad original.

‘A medida que pasa el tiempo, pasamos a ser etiquetados en con-
sonancia con nuestra función principal o superior y empezamos a
pensar al mismo tiempo que quizá somos disminuidos ficos, limita-
dos por la naturaleza a actuar de forma adecuada en una, o a lo sumo
dos, áreas de conocimiento. Voy a mostrar alguna de las caracterís-
ticas principales de cada uno de los tipos según su función superior.

El intuitivo vive principalmente en un mundo de posibilidades
futuras y, por tanto, no es observador del mundo que tiene a su al-
rededor. Le preocupa poco la realidad presente y le agobian los
detalles. Por ejemplo, a la salida de una reunión puede haber per-
dido gran cantidad de detalles de la reunión en sí, pero probable-
mente tendrá la cabeza llena de ideas y proyectos que «algún día»
llevará a término. Los problemas de orden práctico que eso con-
lleva los delegará en otros.

El tipo sensitivo habrá observado las realidades prácticas con
las que el comité topará si ha de llevar a cabo las ideas del intuiti-
vo. La persona sensitiva no es dada a caprichos, su conocimiento
sensitivo está conectado con la realidad y observará con detalle
minucioso las condiciones de su alrededor y, como buen reporte-
10, estará interesado en: quién, qué, cuándo, dónde y cómo...
Precisamente, se fijará en «cómo» pueden llevarse a cabo los sue-
os del intuitivo para que cuadren con la realidad existente, Por
ejemplo, ¿es la'sala bastante grande para alojar a la audiencia? o
¿puede el piano entrar realmente por la puerta?, ¿hay presupues-
to suficiente para realizar este proyecto?

Cada uno de estos tipos reacciona ante la vida de manera es-
pontänea. El intuitivo olfatea futuras posibilidades y tiene presen-
timientos, sin saber cómo llega a esta información. De manera si-

157

Jung y el Tarot

milar, la persona sensitiva recuerda las experiencias sensoriales
automáticamente. Mientras el intuitivo está ocupado olfateando
un futuro de oro, la persona sensitiva estará observando que el
aire en estos momentos huele a escape de gas y, aunque esto no
tenga importancia en el momento presente, habrá que tenerlo en
cuenta en el futuro. En ambos casos la observación es inmediata y
automática, se presenta de manera inconsciente y como hecho
probado, fuera de toda lógica o posibilidad de discusión.

Pensar y sentir, por otro lado, se producen de forma más deli-
berada. El tipo en el que domina el pensamiento organiza sus ex-
periencias según categorías lógicas, ordenändolas de manera siste-
mática. En una reunión de comité, por ejemplo, hará la lista de las
cosas que hay que preparar antes de la nueva reunión, programan-
do una agenda de trabajo para esa futura reunión. Si ha de haber
un orador en el programa, el «pensador» tendrá muy en cuenta
que la persona que vaya a hablar sea una autoridad en su campo.

El tipo en el que domina el sentimiento reaccionará de manera
diferente. No va a preocuparse tanto de que el orador sea una au-
toridad, siempre que se exprese con claridad y presente el tema de
manera interesante. Valorará el programa más de acuerdo con su
sentimiento personal que con su contenido. «Sentir», nos dice
Jung, no se debe entender como la emoción desatada. Por el con-
trario, Jung presenta esta función como racional, pues puede ser
tan precisa y discriminatoria como pensar, y es también una mane-
ra de valorar la experiencia. En una reunión, la persona «senti-
miento» será buena como introductor, presidente de junta y como
el que dirige los brindis. Ayudará a todo el mundo asentirse como
en casa, desaconsejando los comportamientos que él «sienta»
como no apropiados para la ocasión. Lo hará con tacto, llegando a
ser, silas circunstancias lo exigen, severo y firme.

Este manoscado indice de los tipos según las cuatro funciones,
ha sido, por supuesto, muy simplificado. Observarse a sí mismo a
la luz de este indice puede valer la pena en términos de autocono-
cimiento. Puede ser de más valor aún si el estudio de los tipos se
hace para conocer cómo actúan los demás. Puede ayudarnos, por
ejemplo, a comprender cómo el niño intuitivo no hace más que
perder cosas, y no porque sea desobediente o tonto; simplemente:
no le interesan los objetos materiales. De manera similar, si nos

158

El Emperador: Padre de la civilización

damos cuenta de que nuestro vecino es un tipo «pensante», puede
ayudamos a comprender que no es desagradable a propósito cuan-
do irrumpe en nuestras fiestas de manera inadecuada diciendo in-
conveniencias acerca de lo que sea. También, si nuestra esposa ac-
túa por intuición, podríamos evitar problemas prácticos al ir de
viaje con ella, si le recordamos o nos ocupamos nosotros de desli-
zar un mapa en la guantera. Otro ejemplo; supongamos que el pen-
samiento es su función mejor, mientras que su compañera cs del
tipo «sentimiento»; sí los dos lo comprenden podrán afrontar las
situaciones de controversia de forma más consciente y con un ma-
yor espíritu de cooperación. Cuando su compañera impulsiva gas-
te dinero del presupuesto para un jarrón antiguo (que «le sentaría
muy bien» a aquel rincón de la sala), puede usted entender cómo
para esta persona de sentimientos ese objeto tiene un valor que va
más allá de su lógica. Sabiéndolo, se puede evitar la colisión fron-
tal que estropeará el momento con discusiones inútiles. Solamen-
te més tarde, usted y su pareja podrán sentarse para revisar el pre-
supuesto e incluir en él la compra de valores que lo sean a la vez
para la persona tipo «pensamiento» y la tipo «sentimiento»,

Esta visión sobre las cuatro funciones ofrecerá alos lectores no
iniciados algunas claves que les ayudarán a descubrir su propio
tipo. Presento a continuación dos temas que han sido de gran ayu-
da para mí. Para descubrir cuál es su función superior, observe
cómo se comporta o comportaría en un caso de urgencia. Figúrese
que está en el bosque al anochecer, lejos de la civilización y apar-
tado de sus compañeros: a) ¿se sentaría para pensar un plan de ac-
ción?; b) ¿trataría de intuir dónde pueden haber ido sus compañe-
ros para dirigirse en esa dirección? c) ¿aceptaría la situación real
planeando permanecer allí estudiando sus posibilidades (calor,
protección, agua)? ¿Qué haría?

Algunas veces es difícil decidir cuál es su primera función, ya
que la función superior y la primera auxiliar están tan bien desa-
rrolladas que cuesta decir cuál representa el tipo natal. En este
caso es más fácil situar la función inferior. Para cllo basta observar
qué tipo de trabajos relega constantemente alegando «no tener
tiempo» para ellos. A menudo encontrará que hay cierto tipo de
trabajos que quedan ignorados día tras día, mientras que otros tra-
bajos que ocupan más tiempo y son más complicados llegan a ha-

159

Jung y el Tarot

cerse. Una vez descubicrta su función inferior, fácilmente se puede
localizar la superior, puesto que será invariablemente la «otra»
función de la misma categoría que la inferior. Por ejemplo, si la
función inferior es una función irracional (digamos la intuición),
entonces su función superior será la otra función irracional: la sen-
sación, y viceversa. Si su función inferior es una función racional
(sentimiento), entonces su función superior está ligada a ella y
debe ser la otra función racional (el pensamiento), y viceversa. La
razón por la cual esto se da de forma tan interdependiente la vere-
‘mos más adelante en otro capítulo.

Para aquellos que quieran profundizar en este área, Lecturas
sobre la tipología de Jung (de Hillman y Von Franz)? ofrece una
descripción completa de los cuatro tipos de funciones y nos mues-
tra cómo operan en la vida práctica. Pero lo que he presentado an-
tes en forma abreviada es suficiente como guía para la compren-
sión de la teoría de la tipología de Jung en relación con la sabia
frase de María la Profetisa que mencioné más arriba.

Cuando por primera vez caemos en la cuenta de estos cuatro
potenciales que existen en nosotros mismos, tendemos a ctique-
tamos de acuerdo con nuestra función principal o superior; en
otras palabras, muestro ego se identifica con la función superior.
Quizá no deseribamos nuestros sentimientos de la misma manera
que se hace aquí, pero tenemos tendencia a pensar de nosotros
como unidad, que tiene una aptitud especial, excluyendo las otras
potencias de las que somos menos conscientes, Nos reconocemos
y somos reconocidos por los demás como «aquél que es habilidoso
‘con sus manos» 0 «aquél que es bueno en matemáticas», pero tam-
bién disfrutamos leyendo o escribiendo poesías. Después comien-
za el darse cuenta de otras capacidades en una tercera área que co-
responde a nuestra tercera función. Esta función está tan enterra-
da en el subconsciente que nos es difícil excavar para encontrarla,
y pueden pasar varios años antes de que uno se dé cuenta de que
es competente en tres áreas.

Durante todo este tiempo, la cuarta función permanece nor-
malmente oculta. Está tan enterrada en el fondo de nuestra oscu-
ridad, ha sido tan poco practicada, que asusta a nuestro ego y no
podemos acercarnos a ella directamente, A medida que continua-
‘mos en el uso y desarrollo de la tercera función, la cuarta aparece

160

El Emperador: Padre de la civilización

ante la consciencia. Utilizando esta tercera función es como, en-
tonces, «de la tercera» llegamos a acceder a la cuarta. Cuando ello
sucede, aparece «el uno como la cuarta».

Ahora ya hay un potencial para la unidad, una totalidad que
incluye los cuatro aspectos de nuestra psique y trasciende la uni-
dad del ego con la cual comenzamos nuestra exploración.

Dejadme ilustrar el funcionamiento de los tipos citando un
ejemplo de mi propia experiencia. Yo soy intuitiva y tengo como
segunda función el sentimiento; mi tercera función, aún poco de-
sarrollada, es el pensamiento, y mi cuarta función (desesperada-
‘mente sub-desarrollada) es la sensación.

Obviamente, escribir un libro y prepararlo para su publicación
va a requerir habilidad y poner a prueba las cuatro funciones. El
interés que tengo por el Tarot apareció a través de la intuición. Me
sentía atraída por el misterio de las cartas y olía la posibilidad de
conectarlas con las figuras de mis sueños. Durante un largo perío-
do no hice nada con esta idea más que mirar y pensar sobre las car-
tas, tratando de sentir su posible significado en intentos esporádi-
cos.

Dado que mi pensamiento no está todavía bien desarrollado,
tardé algunos años en organizar mis intuiciones y sentimientos así
como en encontrar las palabras para expresarlos. Dado que soy
una intuitiva y siento poco interés por la realidad, los hechos y las
fechas me aburren y por eso no quise leer libros tradicionales so-
bre el Tarot ni pensar acerca de las cartas. Durante mucho tiempo
me bastó la vaga idea de que el Tarot era «muy antiguo», sin sentir
Ja necesidad de explorar su origen específico. Me importaba más
la imagen de las cartas que su realidad.

Como doy conferencias y seminarios sobre el Tarot, me encuen-
tro continuamente con problemas relacionados principalmente con
la cruel realidad del espacio y el tiempo. A mí me gusta distribuir
las sillas en círculo, pues creo que los asistentes se van a encontrar
mejor así, pero me doy cuenta después de que algunos de los parti-
cipantes no alcanzarán a ver las ilustraciones que voy a mostrar, lo
cual es de vital interés. Mi descontrol en cuanto al tiempo solía
causarme problemas, hasta que resolví llegar media hora antes y
delegar en un asistente para que me anunciara cuándo ya el tiem-
Po que faltaba para mi intervención había transcurrido.

161

Jung y el Tarot

Poco a poco mi tercera función, el pensamiento, me está ayu-
dando a tomar contacto con estas realidades de modo más directo.
A base de recordármelo constantemente, estoy empezando a fi
jarme en las señales de tráfico y en las de las calles cuando voy por
primera vez a algún lugar; estoy aprendiendo a dibujar planos es-
quemäticos o mapas, aunque todavía tengo problemas con las pro-
porciones. Para mejorar mi sentido del tiempo juego conmigo mis-
ma, preguntándome a veces: «¿qué hora debe de ser ahora?» (y
me doy la respuesta, por supuesto sin mirar ningún reloj). A fuer-
za de observar el ángulo del sol y escuchar el ruido del periódico
cuando el chico lo deja en la puerta de casa, estoy aprendiendo a
adivinar cuándo llega la hora de ponerle la tapa a mi máquina de
escribir y dirigirme a la cocina para preparar la cena para que
cuando mi hambriento marido llegue a casa esté lista. De modo
semejante, a fuerza de planear y pensar, estoy tendiendo un puen-
tea mi cuarta función, la inferior, la sensación. Algún día seré ca
paz de conectar con mi capacidad sensorial más directamente.
Cuando esto suceda, espero experimentar el sentimiento nuevo de
unidad que describió María la profetisa: «lo uno como la cuarta».

Personal y culturalmente, el Emperador, con su número cua-
tro, nos anuncia un nuevo principio, pues es él quien inicia el prin-
cipio simbolizado por la Palabra. Con su advenimiento abandona-
‘mos el mundo no verbal del matriarcado, carente de orden, que se
expresaba a través de la música, la danza y la imagen, y entramos
en el mundo de la palabra, del orden, del Logos,

En nuestros relatos bíblicos encontramos dos comienzos dis
tintos. El primero de ellos nos cuenta: «En el principio Dios creó
el cielo y la tierra». Esto puede verse como el Mago Supremo que
crea el primitivo yang y el primitivo yin (que se representan en cl
Tarot como el Mago y la Papisa); estos dos se unen y, como hemos
visto, dan lugar al mundo matriarcal de la Emperatriz. Ahora, con
el Emperador, llega un segundo comienzo que podemos equiparar
al segundo relato de la Biblia. «En el principio era el Verbo.» En
el principio, el Verbo (símbolo de la idea, del aliento, del espíritu)
estaba «con Dios». Ahora, con el advenimiento del Emperador, el
poder del verbo pasa a entregarse a la humanidad.

El significado más antiguo de «Logos» es «aquello a través de
lo cual se expresa el pensamiento interior». Las palabras son la

162

El Emperador: Padre de la civilización

base para el pensamiento organizado, para todo auto-examen, toda
y para toda la historia narrada; en resumen, para toda la ci-
vilización. Son las herramientas con las cuales aprendemos a abs-
traer las ideas así como a separar las capas de nuestro ego del mundo
primitivo y total del inconsciente. El momento en que un niño dice
por primera vez «Yo» marca un paso importante en el camino de la
autorrealizaciön, pues define la ruptura inicial entre él mismo y la
infantil identificación con toda la creación en la que nacen todos los
bebés. Esta fase mágica de identificación con toda la naturaleza es
lo que se llama en forma poética la participación mística. A medida
que un niño se perfecciona cn el uso de la palabra, se aleja del
mundo de la magia primitiva y del Eros femenino, acercándose al
mundo masculino del Logos, que es el dominio del Emperador.

Tenemos tendencia a pensar en las palabras como herramien-
tas que nos ayudan a comunicarnos con los demás, pero en primer
lugar las necesitamos para comunicar con nosotros mismos. Des-
de la más tierna infancia, las palabras son la llave que nos permite
el autoconocimiento y el crecimiento intelectual. Las necesitamos
para pensar, para ordenar los caóticos acontecimientos del mundo
que nos rodea y establecer nuestra propia identidad con respecto a
ellos. Sin el don del lenguaje seríamos como fieras salvajes atrapa-
das en un estado de participación mística eterna con todo lo que
nos rodea.

Este hecho se hizo patente en la historia de Helen Keller, quien,
al ser a la vez sorda y muda, no tenía acceso a las palabras. Cuan-
do era niña, se sintió como un animal infrahumano, y por esta ra-
26n se comportaba como lo hacia. Después de un largo período de
enseñanza con un maestro paciente logró conectar con el lengua-
je. Llegó el momento en que conectó con la palabra «agua» (que
le habían enseñado mediante una especie de morse que le telegra-
fiaron en la mano), y así conectó con el líquido fluido y fresco que
conocía por el tacto y por el gusto. Fue en ese momento mágico en
el que nació la humanidad de Helen.

Las palabras son, pues, una especie de magia, diferente de los
poderes del Mago. Son herramientas útiles indispensables para
nombrar y clasificar los objetos que nos rodean. Sirven para que
podamos desprendernos de las cosas y así experimentarnos más
objetivamente en relación con lo que nos rodea; sirven también

163

SS

Jung y el Tarot

para plasmar experiencias no verbales y transmitirlas a otros. Las
Palabras, por supuesto, no son sustituto de las experiencias. La
palabra «agua» por sí sola no hubiera apagado nunca la sed física
de Helen Keller ni saciado tampoco su sed de conocimiento. Sin la
experiencia, la palabra por sf sola tiene poco que ofrecernos.

En los tiempos pasados el hombre utilizaba la palabra de for-
ma más parca. En el antiguo Egipto el hombre hablaba solamente
cuando se sentía lleno del espíritu; la palabra era la acción del es-
píritu. Hoy en día, hablamos a troche y moche, nuestras palabras
son puras huellas, la sustancia las ha abandonado.

Podría decirse de nuestra cultura extra-verbalizada y compute-
rizada que nos hemos separado de tal manera de la pura materia
de la vida que nosotros mismos nos hemos convertido en abstrac-
ciones, perdidas en un laberinto de palabras. Nos comportamos
con las palabras como si fueran la experiencia a la que se refieren y
nos las tragamos enteras, como si fueran realidades nutrientes.
Padecemos, pues, una indigestión espiritual. En consecuencia, el
Péndulo está volviendo hacia las experiencias no verbales. Los j6-
venes abandonan sus libros y regresan a la naturaleza. Hay grupos
que abundan en el conocimiento sensorial, el encuentro corporal y
la meditación. Ha llegado a ponerse de moda despreciar las pala-
bras por inútiles, secas y puramente intelectuales.

Surge a veces la pregunta: ¿cómo podrías expresar una fuga de
Bach o una pintura de Klee sólo con palabras? ¿Cómo? Es igual-
mente imposible, podríamos responder, captar el Hamlet por otro
medio que no fucran las palabras. Por esto es discutible si esta o
cualquier otra obra de creación se puede traducir correctamente
en palabras de otro lenguaje, puesto que las palabras no son sólo
signos que usamos para designar cosas específicas. Las palabras
son símbolos cuyas vibraciones incluyen siempre efectos para el
oído educado que van más allá de su significado. Tenemos tenden-
cia a olvidar que las palabras, así como la música y otras formas de
arte, son algo más que herramientas del intelecto. Surgieron del
nivel más íntimo de la experiencia humana. Históricamente, las
palabras de cada lenguaje llegan hasta nosotros «arrastrando nu-
bes de gloria»... Cada una vibra con ecos ocultos de la experiencia
humana de ta cual surgió inicialmente, y fue refinada y reestructu-
rada por generaciones sucesivas.

164

El Emperador: Padre de la civilización

Por esto, en vez de tirarlas todas por la ventana, podemos utili-
zarlas como una nueva técnica para captar un conocimiento senso-
rial. Si estudiamos la etimología de las palabras que usamos po-
dremos conectar quizá con el sentido exacto de la experiencia que
describen. Por ejemplo, en el capítulo anterior hicimos un análisis
de la palabra «recordar» (remember) y la palabra del inglés anti-
guo «to mourn. Para mí, este conocimiento añadió un nuevo sen-
tido, no sólo a la palabra estudiada, sino al hecho de «recordar».
Podría decirse que para mí añadió una nueva dimensión al recuer-
do de cosas pasadas.

Las palabras tienen poder, muchos tipos de poder. Las pala-
bras producen vibraciones en la naturaleza. Las vibraciones de la
palabra sagrada AUM se dicen para relacionar entre sí las tres
fuerzas de la naturaleza: creación, preservación y desintegración.
Una idea primitiva, viva aún en muchas partes del globo, es que
las palabras ejercen una influencia mágica sobre las personas u ob-
‚jetos con los que se relaciona. En la tradición judía, la palabra Jah-
veh nunca debe pronunciarse y uno de los Diez Mandamientos ad-
vierte: «No tomarás el nombre de Dios en vano». No en balde está
escrito en la primera narración de la creación que la palabra tiene
un papel mágico; sólo cuando Dios dijo «Hágase la luz» fue llama-
do a ser el principio del Logos. Es como si el Creador necesitara
separar el concepto de la luz de su propio caos interior y señalarlo
con un nombre, antes de manifestarlo en la realidad exterior.

Los nombres dan forma a la realidad e influyen en su carácter.
En vista de eso, dedicamos tiempo y esfuerzo a la búsqueda de un
nombre para nuestros niños. Algunas veces los artistas, antes de
escoger su nombre de guerra, consultan a un numerólogo. Tam-
bién los fabricantes luchan denodadamente para encontrar un
nombre de impacto para sus nuevos productos. Existe otra supers-
tición relacionada con los nombres según la cual conocer el nom-
bre de una persona, lugar u objeto nos concede un poder especial
sobre ellos. Cuando conocemos a una persona, solemos encon-
trarnos incómodos hasta saber su nombre, aunque el nombre por
sí solo no vaya a identificar a la persona de manera real. En con-
fianza, a veces nos molesta compartir muestro nombre demasiado
Pronto con según qué extraños.

Dar nombre a las cosas es una parte importante de la tarea del

165

Jung y el Tarot

Emperador. Bajo ningún concepto es un tema tan sólo intelectual.
Encontrarles nombres correctos a las cosas es un acto creativo, un
arte que incluye, no sólo la facultad de pensar, sino también la de
sentir, la intuición y una buena conexión con las experiencias sen-
soriales. Como demostración, la siguiente leyenda viene al caso.
Dícese que Satán, celoso de la atención que Dios le prestaba a
Adán, se presentó ante el Señor pidiéndole que le destinase al c
dado de las aves y los animales terrestres en lugar de Adán. El Se-
for estableció un concurso para decidirlo, diciendo que lo ganaría
quien pudiera nombrar correctamente todas las criaturas. Deter-
mind que el ganador del concurso reinaria sobre las criaturas a las
que hubiera nombrado correctamente.

Satán, por supuesto, perdió en el concurso, pues la imaginación
discriminatoria y la paciente dedicación al orden y a la disciplina
no son virtudes o talentos de aquél cuyo genio se manifieta en el
«pandemonium». Así pues, Adán ganó el concurso y se convirtió
por ello en el Emperador del Edén, convirtiéndose en nuestro an-
tecesor, y no Satán. El Señor, sin embargo, no expulsó a Satán del
Paraíso. Sigue actuando, y con gran actividad, quizá para recor-
darnos cuán cercano se halla aún aquel concurso.

En reconocimiento a este hecho, y temiendo la confusión so-
bre todas las cosas, nuestros antepasados tenían tendencia a idola-
trar el Logos, el principio del Emperador, olvidando totalmente a
la Emperatriz. Ahora, por el contrario, tenemos tendencia a ado-
rar a la Emperatriz, despreciando al Emperador, Nuestra razón,
que es unilateral, parece a veces excesivamente rígida al estable-
cer el orden. Son muchos los individuos jóvenes y mayores que se
han rebelado ante este orden establecido. Algunos tienen la espe-
ranza de destruir totalmente su imperio, mientras que otros han
dado la espalda totalmente a esta civilización en un intento inútil
por recuperar el mundo preconsciente del matriarcado de los va-
gos sueños y los sentimientos.

La verdad evidente es que el Emperador y la Emperatriz son,
como su nombre indica, una pareja unida, Uno no puede actuar
creativamente sin la otra. El cetro de ambos ostenta el orbe de la
"Naturaleza, coronado por la cruz del Espiritu, lo cual simboliza la
unión armoniosa de sus energías así como de sus reinos. Los dos
muestran el águila de oro, que nos indica que los poderes de ambos

166

El Emperador: Padre de la civilización

son iguales, dados por Dios, y los derechos de ambos, igualmente
divinos. Con el advenimiento del Emperador se inicia un nuevo ci-
elo en el cual se incluyen nuevas aspiraciones así como nuevas y más
sofisticadas conexiones entre el reino del mundo y de los cielos. Bajo
la influencia del Emperador, el hombre ascenderá no sólo simbél
camente sino que lo hará realmente al sol, a la luna y las estrellas.

Inevitablemente, si hemos de ayudar a nuestro espíritu en su
camino ascendente, no podremos permanecer siempre con un pie
en el jardín de la Emperatriz. Hay momentos, tanto en nuestra
vida cultural como personal, en que uno de los dos poderes ha de
tener una influencia mayor que su opuesto en nuestras vidas. Como
todos los opuestos, actúan mejor si lo hacen como la corriente al-
terna, Hay veces en las que tenemos que frenar a uno de ellos para
poder experimentar los beneficios del otro.

El Emperador reina a través del Logos y del pensamiento; la
Emperatriz está conectada con el Eros y con el sentimiento. Para
el Emperador, el hecho objetivo es la verdad; para la Emperatriz,
lo primordial es el hecho interior. En su reino, revelar un hecho
objetivo que pueda dañar una relación sería deshonesto, mientras
que en el reino del Emperador acallar este acto sería recriminable.
Es evidente que en un momento determinado no pueden reinar
los dos a la vez. Si damos la oportunidad de que hablen por turno
cada uno de ellos, podremos encontrar una solución que sea ver-
dadera para el hecho de la realidad exterior, sin violentar el senti-

jento interno, que es un hecho igualmente importante.

En todos los trabajos creativos es de gran utilidad solicitar una
audiencia con estas dos poderosas figuras; pero munca, por su-
puesto, hay que hacerlo simultáneamente. Por ejemplo, durante
lo que llamamos la fase creativa de la Emperatriz, cuando las imá-
genes y las ideas surgen como la espuma del fondo de nuestro ser
de modo espontáneo y abundante, es mejor pedirle al Emperador
que espere mientras captamos indiscriminadamente toda la rique-
za de este momento. Será más tarde cuando invitemos a nuestro
Logos a que se siente junto a nosotros como editor y nos ayude a
escoger para arreglar y poner en orden nuestras ideas. Si viniera
demasiado pronto podría marchitar los brotes frescos de nuestra
imaginación, los cuales, como todo ser recién nacido, necesitan de
‘una madre que los sostenga y alimente primero.

167

Jung y el Tarot

Una excelente manera de observar en detalle cómo actúan jun-
tos el Emperador y la Emperatriz consiste en hacer un pequeño
bosquejo de un poema de Keats, por ejemplo. Aquí se verá cómo
la rica imaginación debida al aspecto de la sensibilidad femenina
del poeta fue luego podada, refinada y moldeada por su Logos cri-
tico, para crear finalmente el producto terminado, Uno queda
asombrado no sólo por la perfección de lo que queda, sino tam-
bién por lo mucho que se ha sacrificado. Para este delicado traba-
jo de la discriminación, el Emperador del artista ha de ser sensiti-
vo, perspicaz y valiente.

Una de las utilidades que tiene el número cuatro del Tarot es
que puede ayudamos a darnos cuenta de qué tipo de Emperador,
simbólicamente hablando, influye sobre nuestra cultura y nuestra
vida propia. ¿Es relajado, enérgico, imaginativo? ¿O bién es rigi-
do, impermeable o carece de todo encanto? ¿Cuáles son, en fin,
las ideas o nociones que se encuentran en el fondo de nuestro «im-
perio» cultural? ¿Cree muestro Emperador en el perfeccionismo?,
¿en la utopía?, ¿en la abolición permanente del mal?, ¿en al su-
premacía blanca”, ¿en la supremacía negra? ¿En qué cree?

Un modo de examinar nuestro Emperador puede consisitir en
estudiar su retrato por unos momentos y anotar, sin corregir ni
censurar, lo que podríamos sentir como respuesta a las preguntas
citadas anteriormente. ¿Estaríamos de acuerdo con las respuestas
que nos da? Si no lo estamos, ¿cuáles serían las nuestras?, ¿en qué
no estamos de acuerdo? Si encuentra difícil introducirse en el ca-
râcter del Emperador, otra técnica que resulta útil consiste en
comparar la carta con otras representaciones similares, También
puede sernos de gran utilidad comparar esta carta con otras del
mismo Tarot. Por ejemplo, el Emperador retratado en la baraja
de Waite aparece mucho más anciano y más respetable que la fi-
gura a la que hemos estado refiriéndonos; tiene una barba larga y
gris, está sentado en un gran trono, sus piernas están enfundadas
con una cota de malla. Podemos imaginar que sus respuestas van a
ser diferentes de las del Emperador de Marsella.

Cualquier respuesta que consiga, por favor, anótela en su cua-
derno de Tarot. Después de haber estudiado otras cartas, puede
ser interesante entrevistar a este personaje otra vez. Puede haber
tenido ideas nuevas mientras tanto,

168

THE POPE

Fig. 33 El Papa (Tarot marsellés)

8. EL PAPA:
EL ROSTRO VISIBLE DE DIOS

El alma del hombre es religiosa por naturaleza.

Orígenes

Hasta aquí, todas las cartas estudiadas tenían solamente un
personaje, una figura de poderes mágicos y de tamaño gigantesco.
La carta número cinco (figura 33) nos muestra algo nuevo. Como
sumándose al habitual carácter arquetípico (en este caso el Papa),
aparecen por primera vez figuras de talla humana, Están repre-
sentadas como dos hombres vestidos con hábito, arrodillados ante
el Papa. El que está a la izquierda tiene el capelo cardenalicio y los
dos llevan la tonsura sacerdotal, como aureolas en miniatura, pro-
elamando asi su dedicación al espiritu.

El Papa, entronizado como figura central, está enmarcado por
los dos hombres arrodillados ante él y por dos columnas verticales
detrás. Reitera su número, el cinco, número que simboliza la
quintaesencia, esa cualidad preciosa e indestructible que sólo co-
noce el hombre, ya que trasciende los cuatro elementos de la tie-
rra comunes al hombre y a los animales. Podemos ver al Papa,
Pues, como una encarnación externa de la búsqueda del hombre
de una conexión superior, en su afán por encontrarle un sentido a
la vida, lo cual sitúa al hombre por encima de los animales.

Mientras Freud vio esta tendencia religiosa como una mera su-
blimación de la libido sexual, Jung vio la necesidad del hombre de
un significado trascendente, como un instinto sui generis de la psi
que humana, como una predisposición innata de la humanidad,
una fuerza creativa más apremiante incluso que la necesidad de
procreación. Al igual que el instinto sexual, la necesidad religiosa

m

Jung y el Tarot

nos lleva a unir los opuestos. Como un símbolo de esta unifica-
ción, el Papa, con su barba y su vestidura, es andrógino, uniendo
en su persona los dos elementos, el masculino y el femenino,

El Papa es una figura poderosa tanto en el mundo simbólico
como en el mundo real. Igual que el Mago, conecta entre sí el
mundo exterior con el interior, pero lo hace de una manera más
consciente y silenciosa. Podría decirse que la función del Papa es
hacer más accesible, al hombre, el mundo trascendental hasta aho-
ra sólo alcanzado a través de la intuición. Se le ha llamado «el ros-
tro visible de Dios» porque está dotado con el carisma del mismo
Dios.

‘Como suele suceder con los poderes arquetípicos que mueven
‘nuestro interior, tenemos que haberlos experimentado antes como
existentes en nuestro mundo exterior. Todos nosotros hemos pro-
yectado alguna vez hacia otros, las cualidades del Mago, de la Pa-
pisa, del Emperador y de la Emperatriz. Al experimentar estas
cualidades como pertenecientes (a menudo por error) a personas
conocidas, nos dimos cuenta finalmente de que nosotros mismos
teníamos en potencia características similares. A medida que nos
damos cuenta de nuestras potencialidades para bien o para mal, la
cantidad exagerada de proyecciones con las cuales hemos vestido
a nuestros amigos y enemigos van cayendo poco a poco. A medida
que vamos madurando, los predicadores, maestros psicólogos y
políticos conocidos dejan de llevar a cuestas estas características
que nos pertenecen, impuestas por nosotros, ya que las recupera.
mos al darnos cuenta de que nos pertenecen. Finalmente, tanto
ellos como nosotros asumimos proporciones más humanas.

Pero éste es un trabajo largo, tanto en el desarrollo histórico
como en el nuestro propio. La consciencia humana (la humanidad
en sí misma) es joven y débil. Necesitamos unas pantallas de pro-
yección fuertes y de confianza para conseguir darnos cuenta de to-
das las fuerzas que operan en nuestra psique humana. El Papa
aquí representado es un portador ideal de nuestra fe y nuestras as-
piraciones. Comparándolo con las dos diminutas figuras que tiene
delante, cobra un tamaño sobrehumano. Eso es correcto ya que,
además, es el representante de Dios en la tierra. La palabra
«papa» está relacionada con la latina pater y la actual papá. Así
como el Emperador era el padre supremo en el gobierno de la co-

172

El Papa: El rostro visible de Dios

munidad seglar, el Papa es la figura suprema de la Iglesia, ya que
gobierna a sus «hijos» en la comunidad religiosa.

Su nombre «pontífice» procede del latín ponti-fex, que signifi-
ca «el que hace el puente». Es un puente entre el hombre y Dios.
Conecta la experiencia codificada de la Iglesia (simbolizada por
las columnas que vemos a su espalda) con la experiencia humana
viva de las figuras que tiene delante. En áreas en las que todavía
no han aprendido a escuchar la propia voz interior, o bien han per-
dido la conexión con ella, el Papa ofrece la sabiduría de un sistema
de valores colectivos que pueden sostenerles y guiarles durante
todo el camino.

En el mundo primitivo del Mago, la Papisa y la Emperatriz, la
mujer y el hombre vivian en estrecha unión con su lado instintivo.
Ellos actuaban no como individuos, sino más bien como los áto-
mos que giran alrededor de un centro, viviendo cada uno en fun-
ción del grupo, como las abejas de un panal. Antes del adveni-
miento del Emperador (quien marcó con énfasis los derechos y
palabras que son la esencia de la civilización) las gentes sabían to-
davía cómo escuchar la voz de su inconsciente cuando les hablaba
a través de sueños y visiones.

Con la llegada del Emperador esta participación mistica entre
los humanos y la naturaleza empezó a debilitarse. Fue necesario
liberar toda la energía para limpiar bosques y construir un impe-
rio. De la misma manera, en el paisaje interior empezaron a surgir
islas de autoconocimiento entre la masa de la consciencia de la tri-
bu. A través de obras y palabras, el hombre perdió poco a poco el
contacto con su ser interior; cuanto más contacto perdía con la ex-
Periencia inmediata de su espíritu, más necesitaba el dogma y las
enseñanzas que destilaba la experiencia mística de otros. Fue gra-
dualmente, a través de los siglos, como se vio envuelto en una re-
lación personal compleja inherente a una sociedad individualista y
competitiva. El hombre sintió cada vez más la necesidad de una
confesión individual y un consejo en materias de conciencia perso-
nal. Debido a estas necesidades surgió y creció la Iglesia con el
Papa como titular a su cabeza. Como portador de la palabra de
Dios, él es el árbritro final cn todas las cuestiones morales; es tam-
bién él quien puede determinar la autenticidad última de toda ex-
periencia mística.

173

Jung y el Tarot

El Papa del Tarot nos muestra simbólicamente la finalidad de
su dominio, Su mano derecha se alza en el signo tradicional de la
bendición, revelado por sus dos dedos extendidos. Esto nos indica
que los problemas morales concernientes al bien y al mal están
bajo su dominio y pueden ser reconocidos abiertamente y comba-
tidos. El pulgar y los dos dedos restantes que mantiene unidos
pueden significar que la Trinidad es un misterio sagrado, no para
examinarlo científicamente, sino para experimentarlo. El Papa
guarda la llave de este misterio en la palma de su mano.

‘Como puente entre el dogma y la experiencia, entre el código
y su aplicación práctica, el Papa interpreta la ley espiritual. Es él
{quien determina en problemas cruciales sobre el pecado o la santi-
dad. Él protege a la Iglesia de su división en pequeñas sectas, ya
que al mismo tiempo puede corregir la ley cuando sea necesario
para intervenir en circunstancias personales si éstas le parecen ex-
cepcionales. Contrariamente a la Papisa, no sostiene ningún libro;
él no consulta la ley: él es la ley. Como portador de la palabra de
Dios, es infalible. Su poder es supremo sobre toda la humanidad.
Incluso el Emperador debe arrodillarse ante él.

El Papa aquí representado tiene en su mano enguantada el em-
blema de su cargo, indicando quizá con esto que no es su mano hu-
mana la que está en posesión de la verdad y del poder supremo. Es
una entidad sagrada y no es por tanto susceptible a las tentaciones
de la came mortal. En su guante está marcada la cruz llamada pa-
‘ée, una antigua forma de la cruz que nos indica la antigüedad de la
Iglesia. Este guante es tan antiguo como la institución a la que si
ve, ha sido llevado sin duda por varios Papas antes que éste y qui-
248 aún lo llevarán muchos más antes de que desaparezca. Sobre
la cabeza lleva la triple tiara, semejante a la que llevaba la Papisa,
que se hace eco de la triple cruz de su cargo. Los tres brazos de la
cruz de su báculo hacen más patente y reafirman el dominio del
Papa en los tres reinos: espíritu, cuerpo y alma. Al llevar el báculo
con la mano izquierda quiere mostrarnos que gobierna desde su
corazón más que por la fuerza de su voluntad.

Los dos prelados aquí representados parecen casi gemelos.
Cuando en nuestros sueños aparecen gemelos, una nueva cuali-
dad o función está a punto de emerger a la consciencia, símbolo
por excelencia del aspecto dual inherente a toda vida. Los dos sa-

174

El Papa: El rostro visible de Dios

cerdotes de esta carta simbolizan la cantidad de impulsos gemelos
que el hombre siente por su naturaleza religiosa y de los que está
empezando a darse cuenta ahora. Algunos de ellos podrían ser los
conflictos existentes entre el hecho exterior y el significado inte-
rior, con ambiguos impulsos hacia ambos: el bien y el mal, proble-
mas referentes al poder público y la conciencia privada, y también
las sutilezas de la relación individual, cosa de la que el Emperador
ysus vasallos eran relativamente inconscientes.

Los dos personajes arrodillados nos dan la espalda, significan-
do con ello que los opuestos de los cuales empezamos a darnos
cuenta están aún en el inconsciente. No afrontan los conflictos di-
rectamente sino que parecen volverse hacia el Papa en busca de
guia. Contrastando con la figura imponente del Pontífice, los sa-
cerdotes nos parecen pequeños y débiles y se inclinan ante su au-
toridad. Van vestidos de la misma manera pero no tienen todavía
una identidad propia. Al llamarlos «hermanos» indicamos que
ellos actúan todavía como miembros de una gran familia, hijos de
la Madre Iglesia, aunque empiezan ya a experimentarse como in-
dividuos con preguntas y problemas personales.

El Papa, con su barba patriarcal y su amplia capa, representa
para estos dos hermanos el papel de padre y de madre, papel que
Ta Madre Iglesia desarrolla para el crecimiento personal de cada
uno de sus fieles ya que anuncia, preserva y defiende la ley gene-
En contraste con la Papisa, que se comunicaba con nosotros à
través de la intuición y el sentimiento, el Papa organiza y verbaliza
sus ideas, haciéndolas aparecer en un sistema racional. Así como
el Emperador es una encarnación del Logos masculino, pero lo
Que le concierne es más interno que lo que concierne al Empera-
dor, quien atendía más al bienestar psíquico y social de sus subor-
dinados, mientras que el Papa atiende los problemas más interio-
res del mundo de la conciencia y de la responsabilidad.

Las diferencias existentes entre ambos, aparecen claramente
indicadas en la manera en que cada una de estas figuras arquetípi-
cas aparece en el Tarot. El Emperador parece mirar hacia hori-
zontes lejanos y sus ojos abarcan la totalidad de su imperio; el
Papa mira hacia los individuos que tiene delante, como concedién-
doles una audiencia y comunicándose con ellos. Esta relación en-
tre el arquetipo y el hombre marca un importante paso en el desa-

175

Jung y el Tarot

rrollo de la conciencia humana. Es en este punto donde surge el
hombre como una entidad separada y empieza a experimentar su
condición humana en relación con los poderes del más allá. Por
eso las figuras arquetípicas de esta serie del Tarot están ocupando
la totalidad del espacio; así muestran su predominio.

En nuestra infancia, así como en la infancia de la conciencia
humana, las potencias simbolizadas por el Mago, la Papisa, la Em-
peratriz y el Emperador controlaban nuestras vidas sin posibilidad
de duda. Su magia parecía tan poderosa que nuestra débil con-
ciencia no podía hacerle frente. De hecho, el ego humano era tan
infantil que carecía de forma. Como muestran las cuatro primeras
cartas del Tarot, la conciencia del ego no tenía parte todavía en di-
chas figuras, y mucho menos voz ni voto. En la carta del Papa es
donde por primera vez la humanidad se enfrenta al arquetipo y se
establece un diálogo entre la conciencia y las potencias instintivas
de la psique. Para que se vea con más claridad, las figuras arrodi-
lladas aún no tienen fuerza para ponerse en pie ante el poder su-
prapersonal, pero sí le han presentado ya sus preguntas y proble-
mas.

El Papa, aunque entronizado, como merece su estatura divina,
es también humano y existe en la realidad terrestre, Como Cristo,
el Papa tiene un origen doble: es el representante de Dios pero
también una persona humana, significando esto que, aunque su
persona pertenezca al tiempo, su esencia es inmortal. El Papa in-
dividual representado aquí morirá, pero, mientras la Iglesia dure,
el Papa tendrá siempre un sucesor.

En otras palabras, el Papa comparte el arquetipo del Salvador
del cual Cristo es la imagen en nuestra cultura. Como Cristo, el
Papa propone problemas morales, aguzando la mente del hombre
en el área de su conciencia. También, como Salvador, absuelve al
hombre de la culpa inherente a la condición humana por la bús-
queda del conocimiento del bien y del mal (aquel antiguo pecado
que es «original» solamente para el hombre).

Desde el punto de vista psicológico, el Papa del Tarot es tam-
bién un salvador, ya que, según Jung, el tipo de confrontación que
representa es la salvación de la conciencia humana. Si no fuera
por el continuo diálogo entre el ego y el arquetipo, el hombre no
sería capaz de desprender su identidad del vientre arquetípico y

176

El Papa: El rostro visible de Dios

liberarse, de esta manera, de los ciegos poderes de sus instintos.
Señala también Jung que, sin este tipo de interacción entre el ser
humano y lo trascendente ninguno de los dos, ni la conciencia hu-
mana ni el espíritu mismo, podrían evolucionar y madurar.

En su libro La respuesta a Job, Jung utiliza el encuentro bíbli-
co entre Job y Jehová como paradigma de este tipo de encuentro
entre el hombre y el arquetipo. Jung nos muestra en el curso de
este encuentro que se produce un cambio en ambas figuras: Job
lega a darse cuenta y a aceptar la naturaleza todopoderosa y am-
bivalente de su Dios, y Jehová, por su parte, se da cuenta de lo
cuestionable de su relación con Satán, Hablando simbólicamente,
pues, las dos entidades (Job-humanidad) y su imagen del Espíritu
Omnipotente (Jehová) evolucionan y crecen como producto de
este diálogo interno. A pesar de que la humilde obediencia de los
dos sacerdotes representados en la carta cinco está lejos de ser el
astuto interrogatorio que Job le plantea a Jehová, sin embargo, es
un principio. Los sacerdotes solicitaron a la figura arquetípica una
audiencia; les ha sido concedida. El Papa está deseoso de escuchar
sus preguntas y comunicarse con ellos.

No todos los diálogos entre humanos y arquetipo, sin embar-
80, son tan pacíficos y serenos como muestra esta carta. Aquí el
Papa comunica, pero puede igualmente excomulgar. La mano al-
zada aquí en bendición también puede significar, según y cómo,
maldición, En la figura 34 se puede ver la imagen creada por la
sombra de esta mano: sugiere la cabeza de Baphomet, el demo-
nio. Existe una antigua superstición que dice que si la sombra de la
‘mano del Papa mientras bendice cayera sobre alguien, se converti-
ría en maldición. Todavía hoy, cuando las gentes que creen esto
acuden a ceremonias papales, evitan colocarse en los lugares don-
de esta sombra pudiera caer sobre ellos.

Psicolögicamente hablando, todas las figuras arquetípicas que
hemos estudiado hasta ahora, al ser grandes y poderosas, proyec-
tan sombras según su tamaño. La sombra de la autoridad religiosa
Puede ser demonfaca, como ya ha mostrado la historia: los dog-
matismos y los fanatismos son sus manifestaciones más evidentes.

Cada vez que el ego se identifica con una figura arquetípica
emana una fuerza que es a la vez fascinante y atractiva, pero es al
‘mismo tiempo terrorífica y repulsiva. Dado que este tipo de poder

17

Jung y el Tarot

es sobrehumano, es muy difícil explicarlo de modo humano. Esto
es especialmente válido en la carta del Ermitaño, cuyo aspecto pú-
blico vemos en la figura del Papa y cuyo aspecto más íntimo apare-
cerá representado en la carta número nueve, a la que también se la
Hama el «Viejo Hombre Sabio». Cada una de estas figuras parece
imbuida de un carisma especial, ya que cada una de ellas parece
hablar con la voz de Dios.

Algunas veces la gente, atraída por la intensidad apasionada
de este arquetipo, se adhiere a causas decididamente religiosas o
filosóficas, pero si esta energía no encuentra acogida adecuada en
una religión o filosofía reconocida, algunos individuos atrapados
por el Viejo Hombre Sabio desvían su pasión hacia otras causas,
‘como el vegetarianismo, la ecología, el naturismo o bien hacia te-
rapias de grupo. Imbuidos por el poder gigantesco de esta fuerza
arquetipica, los seres humanos, que otras veces parecen tan nor-
males, acosarán a la gente por la calle para tratar de convencerles
de que deben buscar a Dios por encima de todas las cosas. Quizá
incluso su vecino, que antaño parecía tímido y retraído, puede,
movido por este arquetipo, llegar a abochornarnos en una reunión
social exponiendo de forma molesta y agotadora los méritos de
Freud, Jung o la macrobiótica

El Papa es una figura del Logos y como tal simboliza el «ani-
mus», nombre que Jung da al principio masculino inconsciente tal
como aparece en la psique femenina. El «animus» puede aparecer
bajo diversas formas, algunas de las cuales están representadas en
el Tarot. En el estudio que Emma Jung llamó Animus und Anima
describe cuatro estados en la evolución del Logos, tal como apare-
cen externamente en la cultura e internamente en el inconsciente
de la mujer. Según dice, el primer estadio está encarnado por la
idea del poder dirigido y en el Tarot lo representa el Mago. En el
segundo estadio, la acción está personificada en el caballero y apa-
recerá en la carta siete como el joven rey de El Carro. Al tercer es-
tadio del desarrollo del «animus», Emma Jung lo llama la palabra,
y está personificado en el Tarot por el Emperador. El cuarto esta-
dio, el significado, está representado por el Papa.

En su estudio sobre el desarrollo del animus en la mujer, dice
E. Jung: «Así como hay hombres de extraordinario poder físico,
hombres de acción, hombres de palabras y hombres de sabiduría,

178

El Papa: El rostro visible de Dios

Fig. 34 Elsigno de la excomunión

la imagen del animus de la mujer variará según el estadio de desa-
rrollo en que se hallen sus dones naturales».? Señala después que
llegar a un acuerdo con el significado del animus es un problema
específico de las mujeres de hoy en día. «En primer lugar, suelen
‘no encontrar satisfacción en la religión establecida, especialmente
si es la protestante. La Iglesia, que hasta ahora y por un largo pe-
iodo de tiempo había colmado sus necesidades intelectuales y es-
Pirituales, ya no ofrece esta satisfacción. Anteriormente, el ani-
‘mus junto a los problemas que conlleva se transfería al más allá
(para muchas mujeres, el Padre Todopoderoso recibía este aspec-
to sobrehumano y metafísico de la imagen del animus), y mientras

179

Jung y el Tarot

la espiritualidad su pudiera expresar de manera convincente a tra-
vés de las formas válidas de la religión, no había problema. Es
ahora, cuando eso ya no es posible, cuando aparecen nuestros
problemas.»

En el estudio que Emma Jung hace sobre la lucha que la mujer
mantiene por la igualdad de derechos con el hombre, dice que:
«no es un simple imitar al hombre como lo haría un mono de imi-
tación, ni tampoco es una megalomanía». La necesidad de encon-
trar una expresión intelectual y espiritual es tan instintiva como
necesaria, tanto para el hombre como para la mujer, Volviendo al
animus de la mujer, dice, es el problema específico de la mujer de
hoy en día ya que, a través del control de la natalidad y de la tec-
nología moderna, las energías que antaño se necesitaban para
criar hijos y cuidar un hogar quedan por fin liberadas para iniciar
el desarrollo espiritual... La autora continúa: «Ya no es la belleza
de la manzana del Árbol de la Sabiduría ni la serpiente lo que nos
tienta a que comamos y distrutemos con ello, como a Eva en el Pa-
raíso. No, ha sucedido otra cosa; se ha convertido para nosotros
en ley y nos sentimos enfrentados a la necesidad de morder esa
manzana y comerla (tanto si creemos que es bueno comerla como
si no); nos sentimos enfrentados al hecho de que ha desaparecido
ya aquel paraíso de naturalidad e inconsciencia en el que muchas
de nosotras hubiéramos deseado permanecer demasiado alegre-
mente».

Encontrar el significado parece ser una necesidad de nuestro
tiempo, quizá más apremiante para la mujer, pero también es ne-
cesario para el hombre. Culturalmente nos encontramos en el
cuarto escalón del desarrollo del Logos. No podemos esperar so-
luciones mágicas para nuestros problemas, como las ceremonias
de curación ejecutadas por el hechicero de la tribu. La oportuni-
dad de escapar a la confrontación espiritual, lanzändonos a la con-
quista de nuevas fronteras geográficas para agotar nuestras ener-
gías, pasó también. Las palabras estériles no calman ya nuestro
apetito espiritual. Para muchos de nosotros el Papa, como cabeza
de la Iglesia, no satisface ya nuestras necesidades, tenemos que
encontrar de alguna manera dentro de nosotros mismos su contra-
partida interna y comunicarnos con este arquetip

El número del Papa es el cinco; el significado simbólico de éste

180

El Papa: El rostro visible de Dios

concuerda muy bien con todo lo dicho hasta ahora acerca de este
personaje. Encarna los cuatro elementos comunes a todo lo crea-
do y los sintetiza a través del espíritu, el Uno, cosa que es compe-
tencia exclusiva del hombre. El cinco es también el número de la
humanidad, pues el hombre tiene cinco sentidos y cinco dedos
tanto en las manos como en los pies. Este número cinco hace de
puente entre el ser puramente físico del hombre y el misterio ar-
quetipico de los números. En muchas sociedades primitivas sólo
saben contar hasta cinco; en otras culturas, entre las cuales se
cuenta la nuestra, cinco es un módulo que se utiliza mucho para
contar, Este número tiene una cualidad mágica: cuando sacamos
su cuadrado vuelve siempre sobre sí mismo. Por esta razón, los
antiguos lo llamaron número esférico y pensaron que estaba co-
nectado con el infinito.

Cinco es tres más dos: combina, pues, la Trinidad del espíritu
con los dos opuestos de la experiencia humana. Como cuatro más
uno encarna la quintaesencia, esa sustancia preciosa que está más
alld de los cuatro elementos y de las cuatro funciones, de las cua-
tro direcciones y de todos los otros «cuatros» que sirven para defi-

ir la realidad terrestre. Se ha dicho que los cuatro primeros mú-
meros representan los principios de la realidad, mientras que el
mémero cinco alude a la Realidad Última, En este sentido podria
simbolizar el nivel de la psique del hombre, ese substrato perdura-
ble del cual surge todo lo demás,

Como todos los números impares, se considera un número
masculino que lleva una valencia especial del espíritu. La razón
para esta teoría es que al partir los números impares queda siem-
pre una unidad libre, y ésta es el Uno del espíritu. Este Uno no
puede recibir daño ni destruirse con la división.

El símbolo chino para el hombre es un pentagrama. El hombre
como quintaesencia de la humanidad se dibuja como un pentagra-
ma, con cuatro miembros que marcan cuatro vértices. Pentragra-
ma es también una estrella de la revelación, la que condujo a los
Reyes Magos hacia el establo. Es también la estrella de la síntesis
universal; según su colocación puede significar orden o confusión:
con una punta arriba representa al Salvador, con dos puntas arriba
representa a Satán, la cabra con cuemos del Sabath. Con la cabe-
za invertida representa el desorden intelectual, la subversión y la

181

Jung y el Tarot

locura. Como tal es un mal presagio que nos alerta ante la magia
negra. El pentagrama con la punta arriba puede ser guía y protec-
ción para el hombre; los magos suelen dibujar esta estrella ante
sus puertas para atraer las fuerzas positivas e impedir su disper-
sión, así como para ahuyentar a los malos espíritus.

Como hemos podido observar, el Papa encarna potenciales
que pueden ser a la vez saludables y perjudiciales. En otro aspec-
to, el Papa es nuestra propia función interna, la que gobierna el
bienestar espiritual, esa conciencia innata que nos dice cuándo he-
mos pecado contra el Espíritu y, como el Papa, esta voz interior es
tan segura que es prácticamente infalible. Como sabemos todos,
este Papa interior puede también proyectar una sombra maléfica y
demoníaca. Cuando alguna vez esta voz, en principio bajita, se
ponga a dar alaridos histéricos denunciando al mundo en general,
y a nuestros amigos y préjimos en particular, debemos ponernos
en guardia. Y si la luz es la adecuada, podremos ver su cornuda
sombra dibujada en nuestra pared.

Fig. 35 El Enamorado (Tarot marsellés)

9, EL ENAMORADO:
VICTIMA DEL ERROR DORADO
DE CUPIDO

El lunático, el enamorado y el poeta lo son de
imaginación.

Shakespeare

En la carta anterior podíamos ver a dos seres idénticos, de es-
paldas y arrodillados ante un personaje de dimensiones sobreht
manas. Como sacerdotes que eran, se habían alejado del ámbito
mundano de la carne y de los problemas prácticos del reino del
Emperador. Buscan la comunión, no solamente con el hombre,
sino con el Espiritu Santo personificado en el Papa. Él ocupa el
lugar central de su conciencia; se arrodillan ante su sabiduría su-
perior y el poder divino que tiene para guiar las almas y para per-
donar los pecados.

No ha quedado muy claro qué tipo de problemas puedan tener
estos sacerdotes, indicando quizá que no eran todavía plenamente
consciente de ellos. Al ingresar solteros en el sacerdocio podría
ser que hubieran pospuesto la confrontación abierta entre la carne
y el espíritu, y por lo tanto sus dudas o problemas serían más gene-
rales y filosóficos que personales y prácticos. En cualquier caso, la
acción dramática que nos presenta la carta número cinco es una
ceremonia colectiva más que una confrontación individual. En
esta ceremonia, los sacerdotes, como miembros de la audiencia,
juegan más bien un papel pasivo: vinieron a preguntar y recibir
més que a discutir y debat

La carta número seis, el Enamorado (fig. 35) marca un aleja-

185

Jung y el Tarot

miento del esquema anterior en varios aspectos. En primer lugar,
representa un problema específico (muy humano además): un jo-
ven complicado con dos mujeres. Por primera vez en nuestra serie
del Tarot, la figura central no tiene el tamaño gigantesco y mágico
de las anteriores, parece un ser humano normal que afronta el
mundo y sus dilemas con los pies firmemente asentados en la reali-
dad diaria. Contrariamente a los dos sacerdotes de la carta ante-
rior, este personaje se nos muestra como un individuo con unos
rasgos y vestiduras bien definidos, simbolizando así un paso más
en la evolución de la conciencia hacia la conciencia individual, no
la grupal, que está dirigida desde el exterior. Podemos ver en este
joven la personificación del vigoroso y joven ego, preparado para
afrontar por sí mismo la vida y sus peligros. No hay figura de auto-
ridad a quien pueda acudir en busca de ayuda. Debe buscar en sí
mismo la fortaleza para esta confrontación; debe asumir solo toda
la responsabilidad por las acciones que emprenda relacionadas
con ello. Ahora su problema se encuentra en el campo abierto de
la conciencia, donde él (y nosotros) podemos reconocer su fami-
liar forma triangular.

Anteriormente hemos visto ya que, según Pitágoras, el triän-
gulo era la primera forma geométrica que simboliza una realidad
fundamental humana y conectada con el alma. La verdad simbóli-
ca de esta afirmación se nos hace patente al examinar la carta que
estudiamos. En ella vemos dos figuras de mujer. En la psicología
del hombre, como en la de la mujer, las figuras masculinas simbo-
lizan habitualmente lo consciente, los logros intelectuales y el es-
píritu; las figuras femeninas (nuevamente en la psicología de am-
bos sexos) simbolizan los aspectos corporales, las emociones y el
alma. Es evidente que el joven que aquí vemos está emocional-
mente comprometido con estas mujeres, cuerpo y alma. Quizá
una de ellas atrae más su pasión sexual, mientras que la otra tiene
en vilo sus sentimientos secretos y su aspiración espiritual

. En cualquier caso, cada una de ellas ejerce una atracción defi-
nida sobre el pobre joven, tanto literal como psicológicamente ha-
blando, Pues la más respetable de las dos, la que lleva la cabeza
cubierta, a nuestra izquierda, posa su mano de manera posesiva
sobre el hombro, mientras que la rubia de nuestra derecha parece
señalar con la mano, cerca de su corazón. Por encima de estos tres

186

El Enamorado: Víctima del error dorado de Cüpido

personajes, y sin ser visto aparentemente, un arquero alado tam-
bién apunta al corazón del joven. Quizá este arquero esté relacio-
nado con la mujer rubia o sea su aliado de alguna manera.

Dado que los tres actores parecen no caer en la cuenta de la fi-
gura celestial, vamos a dejarla por el momento y veamos el pro-
blema como lo ve el actor principal. Se encuentra prácticamente
inmovilizado entre estas dos mujeres que lo retienen como en sus-
penso. Parece como si cada una de las mujeres representara algo
importante para él, pues mientras que con la cabeza se vuelve ha-
cia la figura de su derecha, su lado consciente, el resto de su cuerpo
está vuelto hacia la rubia de su izquierda, que es el lado del cora-
z6n. Está aparentemente destrozado por los impulsos en conflicto,
dividido en su interior. Si tuviera que dar la espalda a cualquiera
de las dos mujeres dejaría tras de sí la mitad de su ser. Resucitaría
después destrozado y desolado por la suerte que le ha tocado, pues
deberá desenredar los atributos y posibilidades proyectados en la
mujer que dejó y reclamarlos como partes pertenecientes a su psi-
que. Estos valiosos poderes de su interior quedarán bajo la custo-
dia de «la mujer que dejó atrás».

Cada una de estas mujeres ejerce una atracción lunar hipnóti-
ca, una atracción mágica, cada una parece pertenecerle de una
manera misteriosa y comprometedora. Parece no poder desligarse
de ninguna de las dos, en la realidad externa, pues ambas le perte-
necen como parte de su realidad interna. En principio, si perma-
nece en pie soportando las tensiones de sus deseos conflictivos y
tratando de conocer a cada una de estas mujeres como seres indi-
viduales, este joven se liberará finalmente de la atracción mágica
que ejercían sobre él, llegando a ser «él-mismo». Hecho esto, ha-
brá dado un paso decisivo hacia su individuaciön. Si no lo hace así,
su lado femenino, instintivo, manipulará sus emociones y su vida,

No cabe duda de que estas dos mujeres encarnan de modo más
humano y accesible los poderes de la Virgen y de la Gran Madre.
(Ya estudiamos estos dos poderes en la figura de la Papisa y de la
Emperatriz.) Es interesante también observar que la primera en-
carnación humana del principio yang fue presentada bajo el as-

pecto dual de los dos sacerdotes. Ahora aparece la primera en-
carnación humana del principio yin como dos mujeres. Esto es
así porque parece ser un axioma de la realidad simbólica, así como

187

Jung y el Tarot

de la realidad exterior, que lo que está más a
cia se nos muestra como confuso y borroso.

La conciencia naciente, igual que lo hace la distancia física,
nos produce a veces una especie de visión doble, de manera que lo
que se nos aparece en sueños o en otros materiales simbólicos,
como «estas» mujeres, sacerdotes o cualquier otra cosa, se enfoca-
rá más tarde cn un individuo. De hecho, acabamos de observar
este mismo proceso cuando la humanidad, vista anteriormente
como los dos sacerdotes, es representada ahora por un solo perso-
naje: el Enamorado.

De su nombre, asícomo de la situación evidente, sabemos que
este joven se encuentra emocionalmente involucrado con estas
dos mujeres. Las dos son posesivas y en el actual estado de incons-
ciencia se halla realmente «poseído» por ellas. No tenemos la cla-
ve para entender los detalles específicos del drama que se desarro-
lla en esta carta. A diferencia de las cartas modernas de Tarot, que
incluyen un libro de explicaciones, el Tarot de Marsella nos pre-
senta el drama sin escenario. Somos libres, pues, de rellenar los
espacios poco claros como nos indique nuestra visión interior y
nuestras necesidades individuales y a partir de nuestra situación
cultural actual

Liegados a este punto, les invito a parar de leer y a escribir su
propio escenario según lo que crean que está pasando en esta car-
ta. ¿Quiénes son estas mujeres? ¿Cómo se siente el enamorado
frente a cada una de ellas? ¿Va a fugarse con alguna de ellas? Si ast
lo hace, ¿vivirá feliz por siempre jamás o bien tendrá que purgar
por ello? Quizá esta carta va a estimularles a escribir más de un
guión. Personalmente, encontré esta carta como una de las más
sugestivas de toda la baraja del Tarot. Una de mis muchas fanta-
sías sobre ella es la que relato a continuación: Al ver a la mujer
que está a nuestra izquierda, la que lleva el sombrero, pensé que
era la madre, pues parece mayor y más respetable que la rubia.
Puede o no ser la madre literal del joven pero, en cualquier caso,
representa el tipo de la madre, alguien que ofrece a su aún tierno y
joven ego alimento, protección y apoyo. Dado que se la represen-
ta reteniéndole, sus cuidados son quizá excesivamente protectores
y, de alguna manera, restrictivos y exigentes. Pretende mantener-
fo en un esquema infantil, concediéndole poco espacio para su ex-

4 de nuestra concien-

El Enamorado: Víctima del error dorado de Cúpido

pansión y crecimiento. Tiene los poderes de una reina gloriosa
pero, a la vez, es la sombra siniestra de una bruja infame.

Ala joven rubia, que de hecho tiene ese cabello tan parecido al
suyo, la vi como el lado femenino complementario de este joven:
su anima o imagen del alma. (Jung llama anima a la parte femeni
na que aparece en los sueños y visiones de los hombres y que re-
presenta el lado femenino inconsciente.) El hecho de que el joven
y la chica tengan el cabello tan parecido indica que, inconsciente»
mente, tienen una relación. Puede ser una princesa o una prostitu-
ta, real e inspiradora o petulante y exigente. Al servicio de lo más
profundo de su ser podría escalar las más altas cimas, pero como
servidumbre de su vanidad podría malgastar toda su vida. Sea cual
fuere el beneficio que el joven pudiera sacar de la relación con es-
tas dos mujeres, se encuentra cogido inconscientemente entre
ellas. Dado que le parecen tan poderosas, quizá tenga que estable-
cer un forcejeo con cada una de ellas por separado, Probablemen-
te su fascinación por el «ánima rubia» (aunque inconsciente) logra-
rá por fin alejarle de la protección intrauterina del tipo materno.
Él y su Eva puede ser que no vivan felices después, pero, a travé
del compromiso con ella, habrá logrado cortar el cordón umbilical
y dado un paso muy importante hacia convertirse en un ser res-
ponsable y sensitivo, Esto puede incluir, mucho más tarde, un en-
cuentro renovado con la parte materna, pero no ya con aquélla
perteneciente al eje madre-hijo, sino desde un punto de vista más
adulto.

En la vida exterior, el Enamorado presenta una situación en la
que el protagonista se ve forzado a la elección de una de las dos
mujeres ahora; pero, psicológicamente hablando, debe de llegara
un acuerdo también con la otra mujer si quiere conseguir su plena
estatura de hombre. Sea cual sea la que deje atrás, ésta le va a se-
guir hasta el fin del mundo, no quizá literalmente (aunque esto
Pueda suceder) sino psicológicamente. Todos sabemos por expe-
riencia cuán exigente, obsesivo e incluso acuciante puede perse-
guirnos algún aspecto de nosotros mismos que tratamos de relegar
al inconsciente. «Ni siquiera el infierno tiene tanta furia como
pueda tenerla una mujer desdefiada.» Si se siente abandonada,
Cualquiera de estas dos mujeres puede volverse contra su inexper-
ta juventud como lo hicieran los perros infernales de Hécate. Sólo

189

A: EEE

Jung y el Tarot

hay que recordar cómo persiguieron las Euménides (cuyo nombre
incidentalmente quiere decir benévolas) al joven Orestes por su
crimen de matricidio.

Dado que el Enamorado se presta a varias interpretaciones,
los escritores de todos tipos y tiempos han proyectado gran varie-
dad de asuntos al respecto. La mayoría tienden a ver en estos per-
sonajes, alegóricamente más que simbólicamente, una trama ar-
gumental standard (y que aún a menudo se desliza en la literatura),
que es ver a la mujer de la izquierda como si llevara una corona
con la que personifica el Espíritu Puro, mientras que la rubia re-
presenta la Carne Pecadora. Las generaciones pasadas aconseja-
ban a los jóvenes que remunciaran a las últimas mientras se unían
siempre a la primera. Por desgracia, muchos hicieron caso de esta
advertencia y sufrieron a causa de la consiguiente unilateralidad,
hasta que llegó Freud y (de nuevo por desgracia) los envió en la die
rección opuesta, donde muchos permanecen aún. En cualquier
caso, la cultura de hoy parece inclinarse más a favor de la rubia.

En consecuencia, si este Arcano del Tarot se considera como
el triángulo en el que interviene la esposa contra la amante, la fi-
gura de matrona tendrá hoy menos simpatías que antaño. La opi-
nión pública actual acepta mejor que, ante este dilema, un hombre
resuelva descartar a la madre de sus hijos en favor de un modelo
más joven. O, si lo prefiere, puede traer a la luz pública su relación
extra-marital impunemente, de modo que el triángulo dibujado en
el Enamorado presente menos problemas y conflictos que antes.

Incluso el clásico «ménage à trois» que se vivía en un secreto
culpabilizador recibe ahora aceptación pública. Esta forma del
triángulo se expande (incluso abiertamente) para llegar a ser un
ménage à quatre, cine, six, ¡o hasta sepa! El triángulo marital ya no
existe para probar la capacidad del alma del hombre, como la re-
torta alquímica con la cual aislar y transformar las emociones. No
hay duda de que las nuevas costumbres sociales pueden ofrecer
también algún valor positivo, pero hay algo muy importante que
se ha perdido por el camino. Pitágoras dijo bien cuando dijo que
hay algo muy fundamental y humano en el triángulo. Parece como
si, al eliminar su tensión y su tracción, podríamos estar perdiendo
un rito iniciático de gran importancia en el desarrollo de la cons-
ciencia humana.

190

El Enamorado: Víctima del error dorado de Cúpido

Un comentarista moderno' conecta al Enamorado del Tarot
con la pintura El juicio de Paris, otro juicio donde Eros tiene un
papel importante. Haya o no una relación evidente entre ambos,
vale la pena explorar su relación psicológica. En el mito griego,
Juno y Palas Atenea ofrecieron cada una a Paris razones de peso,
incluso sobornos, para conquistar la manzana dorada de la belleza.
Pero Venus (la rubia de nuestro dibujo), simplemente aflojando
sus vestiduras y mostrando sus encantos, dio la señal a su hijo Cu-
pido para que lanzara su flecha de amor. Como resultado, Venus
ganó la manzana y Paris ganó a Helena. Como casi siempre, los
resultados del flechazo de Eros fueron confusos: por este acto, Pa-
ris se vio envuelto, él y todo su reino, en luchas sanguinarias y su-
frimientos desde los cuales, sin embargo, surgió la visión y la ins-
piración. La guerra de Troya fue la inspiración para los poemas
épicos de Homero y para las más grandes tragedias que el mundo
ha conocido jamás. '

Como vamos a ver, también en esta circunstancia el papel de
Eros es ambivalente. Lo más interesante es observar cuán poco
importa cómo esté imaginado este drama. A nivel simbólico, el
significado es el mismo en cualquier caso: para llegar a ser un
hombre, el Enamorado ha de liberarse a sí mismo de la atracción
regresiva de cualquier titero que busque contenerlo y avanzar ha-
cia la hombría. Como en cualquier nacimiento, habrá derrama-
miento de sangre, y también habrá una nueva vida.

A veces la Madre Terrible de la posesión inconsciente se repre-
senta como un dragón a quien cl héroe debe dar muerte afin de res-
catar a la princesa, Es también cl mismo dragón a quien san Jorge
debe vencer para redimir el reino. En forma humana, esta Madre
«monstruosa» (la dama situada a la izquierda del dibujo) puede
convertirse en cruel madrastra, reina perversa o simplemente bru-
ja terrible, de cuyo dominio el príncipe debe rescatar a Cenicien-
ta, Blancanieves o la Bella Durmiente, quienes representan su
«amor verdadero», su «otra mitad», su «alma». Sea cual sea la forma
que tome el arquetipo de la Madre, la cuestión es que la conciencia
del joven ego debe separarse y apartarse de su fascinación mortal,
rescatar su alma y, de este modo, cnrolarse en la vida. A través de
este juicio, el Enamorado (símbolo del ego) se convierte en el héroe
(símbolo de la conciencia humana en busca de autorrealización).

191

Jung y el Tarot

A cualquier nivel de interpretación, esta carta presenta al ego
con un reto que marca un paso importante en su iniciación. Podría
decirse que el Papa del Tarot ofrece la iniciación hacia la vida del
espíritu. En esta carta el reto es el de concctar esta vida espiritual
con la vida emocional y, a través del compromiso apasionado con
toda la vida, conseguir una nueva relación con los demás y una
nueva armonía con uno mismo.

No por casualidad la historia del Paraíso pone en paralelo la
experiencia carnal con el conocimiento del bien y del mal, y tam-
bién en el Antiguo Testamento el acto sexual se traduce por el ver-
bo «conocer». «Y Abraham conoció a Sara y ella concibió.» Con
este conocimiento algo nuevo nace. Puesto que éste es el caso, el
Enamorado se ve llamado a grandes visiones... y a grandes conflic-
tos. Pues, como dijo Jung repetidamente: el conflicto es la esencia
de la vida, y es un requisito previo necesario para todo crecimien-
to espiritual. La vida no puede vivirse en lo abstracto; solamente a
través del enfrentamiento con cualquier conflicto individual y su-
frimiento, para su resolución o transcendencia, llegaremos a lo
más profundo de nosotros mismos. Muy a menudo, un conflicto
que parece insoluble (o un síntoma neurótico causado por la re-
presión de este conflicto) acerca a una persona al análisis, condu-
ciéndola al principio del camino de la individuación. Como sabían
ya los antiguos alquimistas, estos conflictos son la materia prima
necesaria como primer ingrediente de todo crecimiento espiritual.

La filosofía de Oriente y la Cristiandad de Occidente probable.
mente escribirían desenlaces muy diferentes para el conflicto dibu-
Jado aquí, ya que las ideas sobre lo que es un conflicto son muy dife-
rentes para Oriente y Occidente. Para Oriente, la idea sería eliminar
el sufrimiento y llegar asia la perfecta paz. El yoga aspira a conse-
guir esta paz interior, negando el conflicto y elevándose sobre él. El
Cristianismo de Occidente considera el conflicto como esencial para
la salvación. De hecho, Cristo en ta cruz, su imagen central, sinte
za el conflicto y el sufrimiento como los medios de salvación. En
nea paralela con esta enseñanza de la teología cristiana, Jung sintió
que solamente a través de concienciarnos de nuestros conflictos,
afrontarlos y sufrir con ellos, se puede encontrar una genuina paz.
Esta paz, lejos de ser la meta última, es un logro temporal, una etapa
en el largo viaje. Y cada nuevo reconocimiento experimentado en el

192

El Enamorado: Víctima del error dorado de Cúpido

‘camino se presenta primero como un nuevo conflicto. Paradójica-
mente, pues, iniciar un análisis en profundidad significa verse su-
mergido en conflictos cada vez más profundos, pero al mismo tiem-
po experimentar más profundos niveles de consciencia y de paz.

En el caso de nuestro joven Enamorado, salir del capullo de su
inocencia puede ser la primera elección difícil que se le presenta
en la vida. El destino, a la vez cruel y amable, le ofrece la preciosa
materia prima para lo que los alquimistas llamaron correctamente
la «Gran Obra». Parece evidente que debe de hacer una elección y
debe responsabilizarse de lo que de ella resulte ya que, como salta
a la vista, un factor divino trabaja a su espalda y por encima de él y
va a influir en su decisión. Si no fuera por este arquero alado con su
dardo mágico, nuestro héroe permanecería prisionero en los cuer-
nos de su dilema hasta el fin de los tiempos. Solamente el fuego de
la «emoción» va a darle el empuje necesario para su «moción».

¿Quién es este arquero alado? ¿Es quizá Cupido con su arco y
sus flechas? Cuando por primera vez empecé a escribir este pärra-
fo, el Loco del Tarot, un pariente cercano del ser celestial que
ahora estudiamos, me jugó una pasada: me hizo cometer lo que
los freudianos llaman un lapsus junguiano. Al releer lo escrito me
encontré con que había escrito: «Es Cupido con su arco y sus ye-
rros».* Como suele suceder, estos deslices del inconsciente suelen
decir la verdad, ya que las flechas de Cupido suelen sembrar la
confusión, que parece desastrosa desde el punto de vista de la 16-
gica. Sin control, la emoción llena de fuego que engendra, puede
destruir la vida, aunque sin la intensidad apasionada del calor
emocional no puede haber transformación. El dorado espíritu del
hombre permanecería encerrado en el frío metal. .

El Eros alado que vemos en esta carta es una poderosa figura
pre-olímpica y tiene poco que ver con el angelote lleno de lazos
que nos muestran en el día de San Valentín, día de los enamora-
dos. Eros era un personaje más ambivalente, afín al Destino, sim-
bolo del poder de atracción fatal que une a los opuestos. Según
Hesíodo: él atrajo entre sí a las fuerzas primarias que crearon el
Universo, «trayendo armonía al caos», haciendo posible toda
vida. Él es el espíritu, la encarnación del impulso vital.

* En inglés, errors (yertos, fallo), en lugar de arrows (lechas). N. de a T.

193

A. a

Jung y el Tarot

Como se puede apreciar, Eros es una figura masculina; ya Ja-
mes Hillman señaló que varias figuras de diferentes culturas lo
confirman: «Kama, Eros, Cupido, Frey, Adonis, Tammuz, todos
son masculinos; y encarnaciones del amor iluminado: Krishna,
Buddha, Jesús, a pesar de su abstinencia en cuanto a lo sexual, son
también masculinos, El principio eros es activo y deseable.

Como potencia sexual, el dios Eros puede traer guerra, pro-
blemas, transtornos con los antiguos modelos de ley y orden, y
todo ello para abrir camino al advenimiento de una nueva vida.
Pero la potencia fogosa de Eros va más allá de la pasión sexual.
En el sentido alquimista, es el «fuego divino» que hay qhe man-
tener necesariamente para la Gran Obra y trascender el ego, y
para el descubrimiento de sí-mismo. Una experiencia profunda
de amor es a menudo el principio de la búsqueda de la individua-
ción. La literatura nos ofrece ejemplos diversos; el amor de Dan-
te por Beatriz es quizá el que nos es más familiar. En nuestra vida
particular, un asunto que involucre nuestro corazón marca usual-
mente un punto decisivo para nuestro desarrollo posterior. Por
eso este amor aparece a menudo como un hecho ineludible del
destino. Todos hemos experimentado los dos efectos que produ-
ce la flecha del amor: da la vida y mata a la vez. Perderse en amor
puede ser una muerte, la muerte de una existencia puramente
centrada en el ego. Marca una fase nueva en la evolución hacia el
encuentro de un centro trascendente.

Cuando hablamos por primera vez del Loco, hablé de la cone-
xión que tenía con la energía primaria del fuego y de su costumbre
de bailar invisible en medio de la baraja, proveyendo de nuevo fm-
petu a cada carta,

Como vimos hace un momento, entró como un intruso en mi
mundo personal, haciéndome cometer un «lapsus» verbal. Con
frecuencia les hace las mismas jugarretas a diferentes personajes
del Tarot. Al igual que Puck, le gusta espiar y entrometerse en los
asuntos ajenos. Mirando esta carta del Tarot, podemos imaginar
que se encuentra apuntando a Eros desde detrás de la escena.
Completamente fuera del alcance de la cámara, danza, exclaman-
do con delicia mientras vuela la flecha: «¡Oh! ¡Cuán locos pueden
ser estos mortalest».

Esta conexión entre el Loco y Eros no es casual. Alma Paulsen

194

El Enamorado: Víctima del error dorado de Cüpido
escribe sobre ello citando los arquetipos del Loco, Cupido y el
‘Tramposo, como aspectos también del Mercurio alquímico:

«Sea cual sea la forma que tome Mercurio, aguijonea el ais-
lamiento egocéntrico de nuestro ego, llevándonos a la con-
frontacién con el más amplio mundo habitado por nuestros
prójimos, un mundo que exige nuestra relación.»

‘Tambien Jung escribe sobre ello:

«... Este diosecillo multicolor no murió de ninguna manera
con el declive de la era clásica; por el contrario, ha seguido vi-
viendo bajo extrañas vestiduras a través de los siglos, llegando
hasta nuestros días y ha mantenido ocupada la mente del hom-
bre con sus artes engañosas y sus dones curativos.»

Más adelante, Jung describe a este arquetipo mercurial y seña-
la su ambiguo papel de la manera siguiente:

«Eros es un personaje dudoso y seguirá siéndolo, sea lo que
sea lo que la ley diga sobre él en el futuro. Pertenece por una
lado a la primordial naturaleza animal del hombre, y seguirá
siendo así mientras el hombre tenga un cuerpo animal. Por
otra parte, está relacionado con las formas más elevadas del
espíritu, pero solamente se manifiesta cuando el espíritu y el
instinto se encuentran en perfecta armonía. Si alguno de estos
dos está en desacuerdo, produce como resultado una lesión 0
un desequilibrio que pueden derivar fácilmente hacia lo pato-
lógico. Demasiada animalidad distorsiona al hombre civiliza-
do, asi como demasiada civilización enferma al animal.»

Con mucho acierto, Platón llamó a Eros «el deseo y persecu-
ción de la totalidad». Como sucede con cualquier arquetipo, vivir
su fuerza instintiva en el exterior sin asimilar su significado puede
resultar en un desequilibrio. Por ejemplo, vivir el arquetipo del
enamorado tan sólo como una realidad externa puede resultar un
«donjuanismo»; en este caso el joven enamorado busca la totali-
dad y la plenitud exclusivamente a través de una serie de relacio-

195

Jung y el Tarot

nes sin fin, ninguna de las cuales le acercaría a su anima, a través
de la cual solamente lograría el autoconocimiento y la estabilidad
que busca.

Muchas de las ideas expresadas aquí están implícitas en el nú-
mero seis, el cual es único en muchos aspectos. Pitágoras lo llamó
el «primer número perfecto», puesto que sus partes, alícuotas
(uno, dos y tres), sumándose, dan como resultado él mismo. El
némero seis es también un número de consumación. En la narra-
ción del Génesis, el Señor creó el mundo en seis días. Simbólica-
mente, se dibuja el seis como una estrella de seis puntas. Esta es-
trella se compone de dos triángulos con sus vértices señalando uno
hacia el cielo mientras que el otro señala a la tierra. El triángulo
primero se conoce como «El triángulo de fuego» y el segundo
como «El triángulo de agua»; de esta manera, el espíritu masculi-
no y la emoción femenina se juntan para crear una forma nueva y
brillante, una estrella que guiará al héroe en su viaje. El triángulo
superior señala a Eros, Destino, esa figura quijotesca que aparece
enel cielo y sobre la cual no tenemos control. El triángulo inferior
señala hacia la tierra, el reino de la elección humana. Estos ele-
mentos se unen aquí para crear la estrella del destino humano,
‘una fuerza que incluye y trasciende a ambos.

La estrella de seis puntas es el gran símbolo de Salomón en el
que se entrelazan el macrocosmos y el microcosmos, simbolizando
la máxima hermética: «Como arriba es abajo». Es también el sig-
no de Vishnd. Representa también el enlace místico de Shiva y
Shakti. También es el escudo de David y el signo egipcio de la re-
generación. Todas estas ideas se reflejan en el número seis, que
es, además, el único número que se considera a la vez masculino y
femenino.

Volviendo finalmente al Enamorado del Tarot, que aparece en
la carta que tenemos delante, ahí está, de pie, pobre chico, en la en-
crucijada, pensando seriamente en su decisión. Desde nuestro aven-
tajado punto de vista podemos ver que un diosecillo, desde lo alto,
está a punto de tomar la decisión por él y a sus espaldas. Quizá
Puck tiene razón: quizá este joven es un loco sin remedio, quizá es
una ilusión que exista el libre albedrío. Nuestro poder de elección
es realmente muy pequeño. En tiempos de un estrés emocional, el
destino parece decidir por nosotros sin que podamos evitarlo,

196

El Enamorado: Víctima del error dorado de Cúpido

Viendo cómo actúan los dioses, como tenemos el privilegio de
hacerlo ante esta imagen, uno se pregunta si vale la pena de que el
Enamorado se moleste en buscar una solución. Por otro lado, po-
demos igualmente sentir, precisamente porque su poder de deci-
sión es tan limitado, que el hombre está doblemente obligado a
usarlo, lo más conscientemente posible y en cada encrucijada para,
llegando a lo más profundo de símismo, encontrar su decisión.

El punto significativo es que, sea lo que sea lo que el enamora-
do decida, y vaya donde vaya, él debe llevarse a si mismo consigo.
Importa menos, pues, cudl camino escoja, que qué parte de si-mis-
mo hace tal elección, El momento representado en esta carta es a
la vez esperanzador y fatal. Esperamos, pues, que el joven dé de sí
todo lo que tiene, ¡y que rece un poco!

THE CHARIOT

Fig. 36 El Caro (Tarot marsellés)

10. EL CARRO:
NOS LLEVA A CASA

El st-mismo usa la psique individual como me-
dio de transporte. El hombre es cond
por así decirlo, a través del camino de la indi-
viduación.

Jung

El Triunfo del Tarot número VII (fig. 36) muestra a un joven
rey vigoroso que lleva una insignia real y una corona de oro, de pie
frente a nosotros en su carro. En el Enamorado, el héroe perma-

fe en la encrucijada; este personaje real, sin embargo,
parece saber a dónde va y estar ya en camino. Elevado por encima
de la humanidad pedestre y enmarcado por cuatro postes, llama
nuestra atención. El titulo de esta carta es el Carro; por implica-
ción debemos considerar primero su vehículo.

La palabra «carro» trae a la mente muchas asociaciones. Pue-
de ser beneficioso, pues, detenerse un momento para que pueda
usted explorar algunas por sf mismo, ¿Piensa en Ben Hur y en vic-
toria, en Alejandro y el dominio del mundo, o se imagina a Apolo,
el dios del sol, cuyo carruaje todavía hoy domina los cielos? Quizá
también recuerde al desgraciado Faetón, el hijo de Apolo, quien
arrebató las riendas del poder prematuramente y fue derribado
por el rayo de Zeus. Todas estas asociaciones pertenecen a esta
carta, pues el carro es un vehículo de poder y conquista desde el
cual el héroe puede marchar hacia la vida para explorar sus pro-
pias potencialidades y examinar sus propias limitaciones.

Quizá su primera asociación con esta carta surge desde el in-
consciente, a través de una frase musical: «Swing low, sweet cha-

199

Jung y el Tarot

riot comin’ for to carry me home...» (nana espiritual negra: «mé-
ceme despacio, dulce carruaje que vienes para llevarme a casa...»).
Esto también es muy apropiado aquí, ya que en un sentido psico-
lógico el carro está diseñado para «llevarnos a casa». El viaje exte-
rior no cs sölo un símbolo del viaje interior, sino que es también el
«vehículo» para nuestro autodescubrimiento. Aprendemos sobre
nosotros mismos a través del compromiso con otros y yendo al en-
euentro de los desafíos de nuestro entorno.

Cada viaje ofrece numerosas oportunidades para nuevos cono-
cimientos y también nos expone al riesgo de la desorientación. Es-
tar solo en un pais extraño, sin el apoyo de la familia, los vecinos o
los amigos, crea un cierto momento de verdad, cuando el héroe
puede descubrir quién es en realidad, o bien ser destruido por esa
experiencia.

Sea o no consciente de la conexión existente entre el viaje inte-
rior y exterior, el joven que sale en busca de su fortuna, busca
también un valor que eclipsa al simple oro mundano. Las leyendas
sobre la conquista del mundo conocido de Alejandro le conectan
con el triunfo del héroe sobre el misterioso mundo interior. Tam-
bién el largo viaje de Ulises de regreso al hogar se ha convertido
en un paradigma para el viaje del autodescubrimiento, que final-
mente nos devuelve, tras muchas luchas y confrontaciones con ex-
traños monstruos, dioses y gigantes desconocidos, al centro al que
unorealmente pertenece.

Simbólicamente, el carro tiene poderes celestiales, lo que le
hace ser un conductor ideal en el viaje hacia la individuación.
Como Carro del Sol, es el Gran Vehículo del Budismo esotérico.
En la kábala es el carruaje con el que los creyentes ascienden hacia
Dios y donde el alma humana se une con el alma del mundo. Así
pues, puede actuar conectando al hombre con los dioses, como lo
hicieron el carro místico de Elías y el carro de fuego de Ezequiel
Las ruedas del carro del Tarot se encuentran colocadas de lado, de
una manera muy peculiar. El carruaje de Ezequiel tenía también
unas ruedas muy especiales, que simbolizaban sus poderes numi-
nosos. Quizá el Tarot quiere mostrarnos que este carro tiene tam-
bién cualidades mágicas. En su diseño general se asemeja a las
ilustraciones del carro de Ezequiel. Los dos son, en efecto, tronos
móviles con cuatro soportes para un toldo, un diseño que hoy en

200

El Carro: Nos lleva a casa

dia aún podemos observar en el palanquín que cubre al Papa du-
rante las procesiones religiosas. Hay una íntima conexión entre las
figuras centrales del Carro y la del Papa, y esto es evidente en la
distribución similar de ambas cartas.

En la carta número cinco, la figura central, situada dentro de
un cuadrado formado por dos sacerdotes y dos columnas, repre-
senta un quinto elemento, aquél que trasciende los cuatro puntos
del compás de la realidad ordinaria. En la carta que estudiamos
ahora, el rey, enmarcado por los cuatro postes, también represen-
ta un elemento quintacsencial.

Personaje real por nacimiento, con poderes y privilegios espe-
ciales, se le sitúa por encima de la humanidad. Su corona dorada,
como un halo, le conecta con la iluminación y la energía del sol.
Aquí no está dibujado como una figura gigantesca, inmóvil en un
trono distante; aparece a escala humana. Actúa como auriga,
como fuerza orientadora, ubicada centralmente dentro del vehi-
culo psíquico. Psicológicamente, esto podría significar que aque-
llos elementos que antes se habían proyectado a figuras externas
(como un emperador o un papa) se han recogido e integrado como
un principio orientador, un principio que opera dentro de la mis-
ma psique, A diferencia de las figuras masculinas de autoridad en-
contradas hasta ahora, este rey es un hombre joven, lo que indica
que trac consigo nuevas energías y nuevas ideas.

El trono sobre el cual se halla sentado el Papa es fijo; el carro
delrey admite mayor desplazamiento y Nexibilidad Su uerra mo
triz se la proporcionan dos caballos, Éstos forman una pareja cu-
riosa, uno tan violentamente rojo y el otro tan insistentemente
azul. Sin duda alguna, cada una de estas bestias se imagina ser ese
«caballo de otro color» que aleja toda traza de monotonía, aña-
diendo sabor y color a nuestras vidas. Estos caballos pueden sim-
bolizar los polos positivo y negativo de la energía animal tal y como
existen en toda la naturaleza, el aspecto físico rojo y el aspecto es-
piritual azul.

En la carta número seis, dos mujeres antagonistas se enfrentan
a la conciencia humana, manteniéndola paralizada, impidiendo el
progreso del ego hasta que puedan quedar resueltos sus elementos
conflictivos. Aparentemente el resultado ha sido un éxito, puesto
que aquí Jos factores opuestos se nos muestran como una pareja

201

Jung y el Tarot

de caballos tirando del carro. Aunque de ninguna manera sea una
pareja perfecta, por lo menos avanzan,

¿Quién está a cargo de estas fogosas bestias? Podríamos esperar
que el conductor sostuviera las riendas pero, para nuestro asom-
bro, estos caballos no tienen riendas. Por el contrario, las bestias
parecen surgir del mismo vehículo como si éste y ellos fueran par-
te de una misma entidad: un cuerpo psico-físico del cual el rey es,
a la vez, continente y contenido. Gobernar con éxito este vehículo
(y además hacerlo sin riendas) requeriría poderes gigantescos.
Quizá los cuatro postes actúan como brújula,

Estos postes y el dosel que soportan forman un espacio relati-
vamente seguro que protege al rey y frena sus energías. Podría-
‘mos pensar en ellas en términos de las cuatro funciones junguianas
que son las cuatro columnas esenciales del ser psíquico. Dos de
ellas son rojas y dos azules, imitando así los colores de los caba-
llos, Nos indican que los aspectos diversos de la psique empiezan a
actuar conjuntamente hacia una meta común.

Haciendo frente al problema reflejado en la carta anterior, el
Enamorado ha creado ahora una estructura psíquica móvil dentro
de la cual puede dirigirse hacia la vida. En su centro se encuentra
un joven rey, símbolo de un principio activo dominante. Si es un
gobernante decidido, no cabe duda de que espera que el toldo que
le protege de los elementos va a hacerlo igualmente de los golpes y
las flechas de aquel descarado pequeño Eros, cuyas actividades
observamos anteriormente, Este joven gobernante va a necesitar
toda la protección y estabilidad que pueda conseguir, pues está
gobernando un vehículo inseguro. Como todos los vehículos de
dos ruedas, requiere el perfecto equilibrio de su conductor. En
principio, este rey podría actuar como un giröscopo, lo cual le
ayudaría a mantener los opuestos en equilibrio.

Si a usted le gustase tener la experiencia de montar tal vehí-
culo guiado por esta especie de giróscopo humano puede fácil-
mente hacerlo ahora mismo. Cierte los ojos e imagine que se en-
cuentra sentado cómodamente en el carro, frente al rey. Sienta el
traqueteo y el suave deslizarse del vehículo, asi como la presencia
tranquilizadora del rey. Oiga el seco y rítmico staccato de los cas-
cos de los caballos. Imagínese ahora que está doblando una esqui-
na. Inclínese con el movimiento. Y ahora, sise encuentra relajado

202

El Carro: Nos lleva a casa

y seguro, mantenga los ojos cerrados y disfrute del paisaje inte-
rior. Para empezar, puede imaginar que usted y su conductor van
por un prado verde. Es primavera. Luce el sol. ¿Ha oído eso?
¿Qué ha sido? ¿El canto de una alondra de los prados? ¿Un niño
que llama?

¡Déjelo! De ahora en adelante, es su viaje privado. ¿Qué es lo
próximo que va a suceder? Quizá pare a investigar qué es lo que
oyó, quizá continúe. Acaso el escenario cambie así como el clima
y encuentre personajes y animales diversos y tenga aventuras inte-
Tesantes; o quizá decida que ha tenido suficiente por un día y pida
al conductor que dé media vuelta para volver a casa. Hará exacta-
mente lo que le pida. Puede pararlo en el momento que quiera.
Cuando quiera hacer otro viaje, ya sabe dönde encontrar a este
conductor. Tan sólo ha de extraer la carta número siete del Tarot,
respirar profundamente, cerrar los ojos y partir.

Se ha hecho mucho últimamente para «hacer un viaje». Libros

revistas han explicado varios métodos para hacerlo. Se han suge-
Tido la marihuana, el LSD y otras ayudas mecánicas para lograr
este fin. Algunas son ilegales y peligrosas, y otras son perjudiciales
para la salud mental o física. Los viajeros imaginativos encuentran
innecesarias estas ayudas mecánicas. Han descubierto que tener
este tipo de experiencias es realmente muy sencillo, Conocen un
secreto con el que todos hemos nacido pero que algunos hemos ol-
vidado. El secreto es éste: Todos y cada uno de nosotros tenemos a
nuestra disposición un «carro» dispuesto para nuestro uso perso-
nal. Siempre está ahí, esperando que queramos embarcar en un
viaje de la imaginación hacia el espacio interior. La razón de que
sea tan fácil imaginar que estamos viajando en este vehículo mági-
co es que estamos haciéndolo siempre. Para darnos cuenta de ello,
no tenemos más que cerrar los ojos y sintonizar,

Cada vez que lo hagamos, no tenemos más que sentamos al
lado del conductor y experimentar su esencia: está en sintonía con
el destino. Ni conduce ni es conducido. Sube por el camino esca-
broso con fácil gracia, Su corona le conecta con el entendimiento
dorado del sol. Dado que conduce por derecho divino, recibe la
pauta divina de alguna manera misteriosa. Quizá, como nos sugie-
re Papus, las dos máscaras de sus hombros son los emblemas de
Urim y de Thummim, objetos que los altos sacerdotes de Israel

203

Jung y el Tarot

utilizaban para descubrir la voluntad de Jehová, o quizá sean sim-
bolos de las luces conductoras del sol y de la luna.

El carro parece un símbolo apropiado para describir el poder
conductor de la psique, La psique no es un objeto, una cosa: es un
proceso. El movimiento es su esencia. Así como el paisaje exterior
fluye mientras viajamos, así mismo, para el ojo interior, las imáge-
nes se suceden como una película. Esto es lo que sintonizamos
cuando cerramos nuestros ojos a la realidad exterior y, montados
en este carro, emprendemos un viaje hacia nuestro interior. Estas
imágenes, apenas vislumbradas, algunas veces totalmente irreco-
nocidas, dan forma sin embargo a nuestra vida y acciones. Contie-
nen la semilla misma de la vida,

La nueva vitalidad contenida en el Carro se nos muestra en las
plantas y brotes nuevos que aparecen en primer plano. Asf como
cada planta se mueve o tiende hacia la propia expresión de la ima-
gen única contenida cn su semilla, la imagen del rey en el carro le
conduce hacia adelante a realizar su destino único.

El número siete del Carro lo conecta con el destino y la trans-
formación. En los dados, la suma de los lados opuestos es siete.
En la Creación se han enumerado siete actos distintos de creación,
según nos relata el Génesis, y en el proceso alquímico hay siete es
tadios de transformación bajo la influencia de siete planetas y de
siete metales. En la filosofía oriental tenemos la ley de la armonía
divina y también los siete chakras. No debe sorprendernos, pues,
que el Carro nos marque una nueva era y su energía nos conduzca
a la segunda fila horizontal, que se ha llamado con gran propiedad
el Reino del Equilibrio.

Como veremos, cada tercera carta de la secuencia del Tarot se-
fala, de modo similar, una transición de algún tipo. Se las ha lla-
‘mado «cartas semilla», pues contienen la simiente para un nuevo
crecimiento. El Emperador es una de estas cartas; otras son La
Rueda de la Fortuna (con el diez), La Muerte (con el trece), La
Torre (con el dieciséis) y El Sol (con el diecinueve). A partir de
sus nombres podemos ver fácilmente cómo cada una de ellas es ca-
paz de iniciar un nuevo ciclo de desarrollo.

El Emperador marca una transición desde la infancia y la niñez
hacia la juventud, de ser albergado por la madre y la familia intima
& ocupar un lugar entre un grupo social más amplio, dominado por

204

El Carro: Nos lleva a casa

poderosas figuras varoniles que simbolizan el principio masculino.
El Carro indica otra iniciación. Aquí el héroe se presenta como un
adulto que quiere encontrar su lugar individual en un contexto so-
cial más amplio. Al hacerlo, descubrirá sus propias potencialidades
y limitaciones. Como dice Jung: «Nuestra personalidad se desa-
rrolla a lo largo de nuestra vida, a partir de gérmenes que es dificil
o imposible descubrir y son nuestros hechos solamente los que re-
velarán quiénes somos»?

‘A través de la forma en que el joven Enamorado resuelva su
conflicto se nos revelará una estructura psíquica: el carro que le
llevará adelante, hacia la vida. Jung cita un viejo texto de la alqui-
mia que puede aclararnos la situación dibujada en el Carro. Des-
pués del diluvio, dice que «el Carro ha de ser conducido a tierra
seca».? Es como si el Enamorado, que estaba antes sumergido en
los problemas de la emoción, hubiese conducido ahora su carro
psico-fisico hacia una realidad más sólida, donde puede actuar de
manera satisfactoria.

En el centro de este vehículo hay un rey, un principio conduc-
tor superior a la consciencia del ego. Un rey reina por poder divi-
no. Sus poderes son a la vez trascendentes e inmanentes, a la vez
divinos y humanos. Por esto puede simbolizar una función media-
dora entre Dios y los hombres. En la simbología cristiana, esta fi-
gura aparece a menudo como Cristo Rey, Dios hecho hombre,
que habita entre nosotros, nuestra parte más noble.

El rey representado aquí no tiene esta talla, es todavía joven e
inexperto. Lleva dentro de sfla semilla para un crecimiento poste-
rior. Su apariencia nos indica que tiene dotes para darse cuenta de
ello por sí solo, El ego (que se dibujó anteriormente como el Ena
morado) era manipulado desde el cielo por una figura arquetipica
que no podía ver. Ahora aparece un principio rector, que le rige
desde dentro de la psique. Desde lo más hondo del pecho de este
joven ego surgen ahora atisbos de un poder que va más allá de su
limitada conciencia. Aquí es donde capta las primeras intuiciones
de su psique humana, como instrumento a través del cual se mas
festará lo más hondo de sí mismo. Capta por primera vez la vi-
sión de si-mismo, en su función de conductor de lo consciente, y
relaciona por primera vez su suerte personal con el destino más
amplio.

Jung y el Tarot

En vista del gran papel que juega aquí el conductor real de este

carruaje, parece extraño que la carta que observamos se llame «El
Carro» en vez de llevar, como hasta ahora (en las cartas anteri
res), el nombre del personaje principal. Ya que el Tarot nos indu-
ce directamente a hacerlo así, volvamos a observar el vehículo del
rey. En su frente aparece una barra horizontal que la cruza por en
medio, como formando una rígida barrera entre «arriba» y «aba-
jo». Separa al conductor (fuerza conductora) de sus caballos (la
energía del instinto que le puede impulsar hacia adelante). Por de-
bajo de esta barra podemos ver un escudo con las iniciales «S M»,
el monograma personal del rey, del cual también queda separado.
Este joven, tan empeñado en ejecutar su papel de rey, se ha colo-
cado a sf mismo por encima de su naturaleza animal y de su identi-
dad individual de ser humano mortal. Se representa a sí mismo
‘como superior a sus instintos humanos.

Detrás del carro podemos observar las dos ruedas problemáti-
cas de las que ya hablamos anteriormente. Aunque quizá sean las
apropiadas para carros de fuego que atraviesan los cielos, son un
equipamiento bien poco útil para viajar por tierra firme. De estas
ruedas y de todo lo que pasa por abajo, el rey parece no apercibir-
se. Soñando metas futuras, ignora las pequeñas plantas verdes que
se hallan inmediatamente debajo de él y que van a ser pisoteadas
por los cascos de sus caballos. Incluso un rey (especialmente él) no
puede pasar con éxito por encima de las realidades de su reino.

Hemos dicho que este personaje representa una presencia ar-
quetípica que va más allé del ego. Si es así, ¿qué ha sido del ego-
Enamorado? En principio podría aparecer como un pasajero en
este carruaje, para ayudar al rey a conducir, manteniéndole en
contacto con las realidades de la experiencia humana. Pero no
aparece por ningún lado en este dibujo, Ya que no vemos ninguna
figura humana, hemos de llegar a la conclusión de que el Enamo-
rado se ha coronado a sí mismo rey, y ahora representa su con-
ciencia humana individual como el conductor real que conducirá
su destino.

Su victoria sobre las dos mujeres de la carta anterior, compren-
siblemente, ha dado al Enamorado una noción exagerada del po-
der de su ego masculino. Sin darse cuenta de que todavía lleva la
herida producida por el dardo de Eros, imagina ahora que está

206

El Carro: Nos lleva a casa

por encima de toda naturaleza instintiva. Antes se nos presentaba
profundamente anclado en las realidades terrenales; ahora se pre-
senta totalmente por encima de ellas. Antes, atrapado entre dos
mujeres y expuesto a acontecimientos inesperados procedentes
del cielo. Imagina ahora que viaja solo y libre, inmune a cualquier
encuentro con lo irracional. Evidentemente, siente que puede ga-
lopar a campo través hacia cualquier meta que escoja. Si este ego
recién plumado imagina que posee poderes y derechos sobrehu-
manos, se encuentra destinado a sorpresas desagradables, como
veremos a través del desarrollo de nuestra historia.

El Carro representa un estado de engreimiento del ego al que
los antiguos llamaban «hybris». En términos psicológicos, repre-
senta una situación en la que el ego, o centro de la conciencia indi-
vidual, se ha identificado con una figura arquetípica (se imagina
que se ha convertido en ...) y trasciende los límites humanos.

En la mayoría de las barajas de Tarot, el Carro se nos presenta
como una carta totalmente positiva sin traza alguna de que el perso-
maje central esté pasando por el engreimiento. La única excepción
que conozco está representada en la figura 37. En este raro Tarot
hecho a mano, el conductor se nos muestra como un bebé desnudo,
ingenuo, indefenso y vulnerable, Está sentado con dificultad en lo
alto de su carro, agitando en su mano un par de banderas en las que
se puede leer, en una FAMA y en la otra VOLA. Si la búsqueda de
fama es el principio que le guía, este precoz héroe está yendo de ca-
beza hacia el desastre, pues «la fama vuela» (es efímera).

El grabado en madera en el cual se le representa es tan antiguo
como sabio. Pertenece a una baraja italiana de edición limitada,
pintada a mano y hecha en Florencia. El molde original del que se
ha sacado esta copia ha sido utilizado, sin duda alguna, de genera-
ción en generación. Esta ilustración nos da una idea de cómo eran
Jas primitivas cartas del Tarot que una persona sencilla podía en-
contrar. La tosquedad de su realización contrasta con otros Tarots
que hoy en día se conservan en museos, tales como por ejemplo el
«Tarot Sforza», un excelente ejemplo del siglo XV (fig. 2p. 21). El
elegante dibujo, así como la bella pintura y ejecución de las cartas
de Sforza (y de otras que han sobrevivido como tesoros de familia)
fueron el trabajo de artistas profesionales, que los hacían por en-
cargo de familias reales o nobles con motivo de festividades tales

207

Jung y el Tarot

como bodas o en celebraciones de otro tipo. Se piensa que la ra-
zón por la cual estas barajas se han conservado en tan buen estado
es que se las utilizaba raramente (aunque se las utilizaba) como
cartas de juego, y se las conservaba y se las admiraba solamente
como obras de arte

En losmitos griegos, los mortales que iban más allá de los lími-
tes humanos eran abatidos por los dioses. Incluso los dioses y sus
familiares eran alguna vez objeto de «hybris». Cuando Factón, el
hijo de Apolo, robó el carro de su padre por el placer de dar un pa-
seo por el cielo, fue arrojado a las aguas y ahogado. Algunas ve-
ces, la fogosa intensidad del engreimiento puede extinguirse tan
sólo con la completa inmersión de la conciencia en el amplio mar
del inconsciente (significado simbólicamente en la muerte o su
equivalente espiritual: la locura).

El mismo Apolo no fue inmune a la «hybris», pero mostró más
autoconocimiento que su hijo, Reconociendo sus limitaciones,
buscó una ayuda adicional de los poderes del cielo. Esto se halla
bellamente representado en una escultura de un sarcófago roma-
no del siglo IML, Muestra a Apolo sosteniendo las riendas de su ca-
rro solar, asistido por seres alados que le ayudan a conducir sus
poderosos corceles a través del cielo.

Desgraciadamente, nuestro joven héroe debe adquirir aún
esta humildad. Y parece haberse protegido o cerrado a cualquier
posibilidad de ayuda del cielo, ya que el toldo que le proteje del
dardo de Eros le va a impedir recibir cualquier ayuda de arriba. Su
única esperanza parece estar puesta en la sabiduría de las dos más-
caras que lleva en sus hombros. Quizá, como hacían los bufones
de las cortes, éstas le pueden susurrar al oído sabios consejos a
este joven terco antes de que sea demasiado tarde.

Tal como van las cosas, conduce sin duda hacia la caída. Con
esta ayuda y un poco de suerte, puede evitar un accidente fatal
Probablemente aterrizará en el barro; si sobrevive, el ego-Enamo-
tado resurgirá restaurado para la humanidad, no llevando ya la
corona dorada sobre su cabeza.

A pesar del aspecto negativo de la situación de nuestro joven
héroe, el Carro marca un punto de partida muy importante en su
desarrollo. Aunque puede identificarse con su «real-sf-mismo»,
no acaba de darse cuenta, a pesar de todo, de su existencia. Ha

208

El Carro: Nos lleva a casa

Fig. 37 El Carro (antiguo Tarot florentino)

empezado a experimentar este joven y vigoroso principio con-
ductor por entero dentro de sí, un poder con el que se siente ínti-
mamente conectado, Ya nunca más proyectará toda la sabiduría
y autoridad en barbudas figuras sobrehumanas que se hallan sen-
tadas en tronos lejanos. Empieza a sentir que ya no necesita cru-

209

Jung y el Tarot

como bodas o en celebraciones de otro tipo. Se piensa que la ra-
zón por la cual estas barajas se han conservado en tan buen estado
es que se las utilizaba raramente (aunque se las utilizaba) como
cartas de juego, y se las conservaba y se las admiraba solamente
como obras de arte.

En los mitos griegos, los mortales que iban más allá de los lími-
tes humanos eran abatidos por los dioses. Incluso los dioses y sus
familiares eran alguna vez objeto de «hybris». Cuando Factón, el
hijo de Apolo, robó el carro de su padre por cl placer de dar un pa-
seo por el cielo, fue arrojado a las aguas y ahogado. Algunas ve-
ces, la fogosa intensidad del engreimiento puede extinguirse tan
sólo con la completa inmersión de la conciencia en el amplio mar
del inconsciente (significado simbólicamente en la muerte o su
equivalente espiritual: la locura).

El mismo Apolo no fue inmune a la «hybris», pero mostró más
autoconocimiento que su hijo. Reconociendo sus limitaciones,
buscó una ayuda adicional de los poderes del cielo. Esto se halla
bellamente representado en una escultura de un sarcófago roma-
no del siglo IH. Muestra a Apolo sosteniendo las riendas de su ca-
rro solar, asistido por seres alados que le ayudan a conducir sus
poderosos corceles a través del cielo.

Desgraciadamente, nuestro joven héroe debe adquirir aún
esta humildad, Y parece haberse protegido o cerrado a cualquier
posibilidad de ayuda del cielo, ya que el toldo que le proteje del
dardo de Eros le va a impedir recibir cualquier ayuda de arriba. Su
única esperanza parece estar puesta en la sabiduría de las dos mas-

as que lleva en sus hombros, Quizá, como hacían los bufones
de las cortes, éstas le pueden susurrar al oído sabios consejos a
este joven terco antes de que sea demasiado tarde.

Tal como van las cosas, conduce sin duda hacia la caída. Con
esta ayuda y un poco de suerte, puede evitar un accidente fatal.
Probablemente aterrizará en el barro; si sobrevive, el ego-Enamo-
rado resurgirá restaurado para la humanidad, no llevando ya la
corona dorada sobre su cabeza.

A pesar del aspecto negativo de la situación de nuestro joven
héroe, el Carro marca un punto de partida muy importante en su
desarrollo. Aunque puede identificarse con su «real-sf-mismo»,
no acaba de darse cuenta, a pesar de todo, de su existencia. Ha

208

Fig. 87 El Carro (antiguo Tarot florentino)

empezado a experimentar este joven y vigoroso principio con-
ductor por entero dentro de sf, un poder con el que se siente fnti-
mamente conectado, Ya nunca más proyectará toda la sabiduría
y autoridad en barbudas figuras sobrehumanas que se hallan sen-
tadas en tronos lejanos. Empieza a sentir que ya no necesita cru-

209

Jung y et Tarot

zar océanos o escalar cumbres en busca de consejo o adverten-
cia

En los mitos y los cuentos de hadas, la figura principal repre-
senta a menudo un joven rey o un príncipe que actúa como princi-
pio conductor o salvador del grupo colectivo. Su trabajo a menudo
llevado la desola-
Simbólicamente, este héroe-príncipe re-
presenta cl impulso hacia una conciencia superior que conquistará
la inercia del inconsciente (el dragón), restaurando el equilibrio
psíquico para toda la comunidad. Como un personaje de valor, for-
taleza y sabiduría extraordinarios, este joven ejecuta el drama de
la individuación para el grupo generalmente débil e inconsciente.

El arquetipo del héroe aparece muy diversificado en varios mi-
tos, dependiendo siempre de las diferentes culturas de sus huéspe-
des. En la figura 38 podemos observar tres ejemplos diferentes de
héroes míticos famosos. Arriba, a la izquierda, Superman, quien
cortésmente repite a diario su milagro en la televisión y en las pan-
tallas de cine, para admiración de jóvenes y mayores. Arriba, a la
derecha, vemos al héroe japonés matando a la Araña Gigante,
símbolo del principio de madre-negativa, quien trata de impedirle
su viaje hacia la consciencia, tratando de enredarle en su red fatal.
En la imagen inferior podemos ver a San Jorge matando al dragón
que guarda celosamente el tesoro de la conciencia de la humani-
dad (otra imagen de Madre Negativa).

Von Franz define a tal héroe como una «figura arquetípica que
presenta un modelo de ego que actúa de acuerdo con el sí-mismo».*
Pero la figura de este héroe no está siempre en equilibrio perfecto.
Como subraya von Franz, podemos observas cn estas historias un
constante moverse del héroe como ego y como si-mismo.

El héroe de la historia de nuestro Tarot no es una figura mítica
de salvador que actúe en un drama cultural. Le vemos como un ser
humano vulgar, preparado para emprender su viaje personal ha-
cia la individuación. Sin embargo, mucho de lo que ha sido dicho
sobre el héroe de los cuentos de hadas puede aplicarse también al
personaje central de nuestra historia. Para que su reino interior no
se convierta en un desierto estéril, debe también combatir y derri-
ar al dragón de la inercia, debe también competir más allá de los
límites de la inconsciente masa humans

210

El Carro: Nos lleva a casa

Fig.38 Treshéroes

Jung y el Tarot

Su viaje también requerirá coraje, fuerza y sabiduría. Durante
sus viajes, como veremos, habrá un constante ir y venir entre el
ego y el sí-mismo. Dado que el desarrollo psicológico es un proceso
en movimiento constante, habrá momentos (tales como el dibujado
en El Carro) en que este joven ego, engreído por algún éxito, se
identifique con su sf-mismo real, perdiendo contacto con su huma-
nidad personal. En otros momentos, desconectado de su rey inte-
rior, nuestro héroe se convertirá de nuevo en el desamparado y
mortal Enamorado, en una encrucijada con el sf-mismo, atrapado
en un conflicto aparentemente insoluble.

Tradicionalmente, el héroe de los cuentos ha de sufrir una se-
rie de pruebas; la primera de ellas, resistirla tentación de ser sedu-
cido por la regresiva involución con lo femenino (representado
como madre, seductora, bestia, etc.). No es de extrañar que nues-
tro héroe salga de esta batalla con éxito y, por tanto, con un en-
greimiento de su ego. Éste fue el primero de sus obstáculos. Ten-
drá que enfrentarse a muchas pruebas como éstas antes de que su
ego humano pueda establecer una identidad firme y mantener una
relación duradera con el principio de su guía interior, En el trans-
curso de estas batallas cambiará y el real conductor asumirá nue-
vas formas, de dimensiones más amplias.

Para proseguir en cualquier viaje se necesita coraje y equilibrio.
Comentando el significado alquímico del símbolo «Carro», Jung
dice: «Si tomamos la carga del carro como la realización conscien-
te de las cuatro funciones... surge entonces la pregunta de cómo
estos factores divergentes que habían sido previamente aparta-
dos... van a comportarse, y qué va a hacer el ego con ellos».*

Obviamente, esto sólo es el principio, habrá muchas trampas
a lo largo del camino. Una de ellas puede ser el actuar durante
el viaje solamente a nivel externo, evitando la oportunidad para
la pregunta interna y la calma necesaria para conseguirlo. En
tiempos pasados esto era privilegio de la alta sociedad y de los
jubilados; hoy en día son básicamente los jóvenes los que se han
convertido en nómadas perpetuos. Vagan en diversos tipos de
caravanas, carruajes de su propia invención, Algunos de estos
«conductores» están embarcados en una seria búsqueda formal
de significado. Otros vagan sin meta para escapar a la vaciedad de
sus vidas.

212

A eu

El Carro: Nos lleva a casa

Parece útil que nos detengamos aquí para resaltar que el hecho
de interpretar el Tarot solamente a nivel literal (ignorando su sig-
nificado simbólico) es perder su mensaje. Por ejemplo, si pensa-
‘mos en interpretar la situación arquetípica del Enamorado lite-
ralmente, podríamos pensar que podría tratar de liberarse de la
madre, cayendo sin cesar de un romance a otro, sólo para encon-
trarse a sí mismo en una serie de triángulos emocionales sin tener
tiempo siquiera de asimilar cada experiencia. Como Don Juan,
llegaría a estacionarse en una imagen de sí mismo, como el aman-
te perfecto, en vez de avanzar en el descubrimiento de su propio
carruaje y su rey interior.

Otro rodeo peligroso en el camino hacia la individuación es el
uso de drogas, Algunos viajeros, impacientes en su viaje hacia la
iluminación, creen poder apresurar su desarrollo mediante la de-
presión de la conciencia de su ego por el uso de elementos artificia-
Jes para conseguir una visión más amplia de su inconsciente. Apar-
te de los peligros que conlleva este «viaje» inducido con drogas, el
viajero yerra la meta. Como cualquier viaje a un país extranjero,
el ingrediente esencial no es el número de panorámicas, sonidos,
personalidades y otros estímulos a los cuales pueda uno exponer-
se, sino que es el grado en que uno mismo puede relacionarse con
ellos y asimilar estas experiencias.

En un estado inducido por el uso de drogas, la consciencia
del ego está sumergida, a menudo completamente confundida
con los contenidos del inconsciente, sin ningún poder para afron-
tar al monstruo que pudiera aparecer ni capacidad para interac-
tuar con otros aspectos de este mundo desconocido. Así pues, si
dirigimos nuestros viajes a este mundo desconocido de acuerdo
con el ritmo natural presentado por los sueños, las fantasías, vi-
siones y otras manifestaciones espontáneas del inconsciente, no
estaremos totalmente inmersos en ellos y muestro ego consciente
Podrá actuar y asimilar los materiales que se nos ofrezcan. Abre-
viando, podríamos decir que la diferencia entre el viaje imagina-
rio descrito anteriormente y el «viaje» inducido por las drogas es
la misma que existe entre un viaje voluntario o un rapto. Mien-
tras es verdad que en ninguna excursión podemos planear con de-
talle exacto nuestra ruta ni prever muestro destino específico, sí
que es mucho más difícil, con nuestros ojos bien abiertos y un con-

213

Jung y el Tarot

ductor experto como gufa, que nos perdamos que tengamos un
final fatal.

Como Jung dijo repetidamente, la psique es un sistema que se
regula por sí mismo. Mientras el consciente y el inconsciente estén
en actividad, nuestro carruaje puede sufrir sacudidas violentas,
pero es menos probable que vuelque, cosa que haría si sélo uno de
los dos estuviera actuando, Si se vuelve a mirar la carta número 7
del Tarot, podemos ver cómo se ha representado esta situación.
‘Aunque los caballos que tiran hacia adelante no parecen estar ha-
ciéndolo juntos, pueden, tratando de equilibrar uno las tendencias
del otro, mantener el convoy en el camino, mientras que un sólo
caballo caería en la cuneta.

Como estos caballos volubles nos sugieren, y como nos reitera
el título de la próxima fila horizontal, el problema básico es ahora
el equilibrio. A lo largo de todo el camino, nuestro héroe se verá
enfrentado a nuevas paradojas confusas y podrá probar su habili-
dad para mantener la armonía y el equilibrio. Un acertijo implici-
to en esta carta y que va a mantener en vilo su intelecto (y el nue:
tro) a medida que avancemos juntos es éste: el pequeño ego no es
el conductor real; cuanto más se dé cuenta de ello, más fácil será
que crezca como ser humano de estatura real. Es como si, cuando
nuestro héroe es capaz de decir con verdad «... no yo, sino mi Pa-
dre, que está en los ciclos», entonces pueda decir humildemente
«yo y mi Padre somos uno».

Aquí, pues, aparece por fin nuestro héroe. No tiene la culpa si
su viaje empieza como un viaje del ego. ¿Cómo, si no, podría ha-
ber encontrado el coraje para aparecer a la vida?

Un antiguo refrán, conocido seguramente por el lector, dice
así: «Una vida sin pruebas no merece ser vivida». A eso un bufón
moderno ha añadido el siguiente corolario: «y la vida no-vivida no
‘merece ser examinada». Al desearle un buen viaje a nuestro héroe,
«esperamos que se arriesgue y tenga éxito, de manera que sus aven-
turas puedan examinarse en los posteriores capítulos.

214

TUSTICH

Fig. 39 La Justicia (Tarot marsellós)

11. LA JUSTICIA:
¿EXISTE?

El equilibrio es la base de la Gran Obra.

Máxima alquímica.

Hemos completado la fila superior de los Arcanos del Tarot,
los cuales comprendían el Reino de los Dioses, dominio de los ar-
quetipos mayores. (Véase el mapa del viaje, fig.3). Vamos a es-
tudiar ahora la fila de en medio, esto es el Reino del Equilibrio,
llamada así pues se halla a mitad de camino entre el cielo y la tie-
rra. Podemos pensar en la fila superior como Ja que representa el
espíritu; la inferior representa a la Naturaleza y la de en medio al
hombre, cuya función es mediar entre los dioses y las bestias. De
todas las criaturas terrestres solamente el hombre se mantiene fir-
me, derecho, conectando el cielo y la tierra; es quien encarna y
simboliza la unión entre el espíritu y la carne. A través del hombre
las energías yin y yang se sintetizan y se expanden.

Se ha dicho siempre que el Señor creó el cielo y la tierra en seis
días y que el séptimo descansó. Como pudimos ver, el reino de los
Dioses, el de los arquetipos primarios que comprendía la fila supe-
rior, está completo. La séptima carta, el Carro, representa al hé-
roe embarcado en la búsqueda de su autorrealización. Ahora,
pues, el Creador puede descansar, ya que entramos aquí en el
Reino del Equilibrio, donde es el hombre quien tiene el papel más
activo en el proceso de su evolución creativa.

En la fila superior podemos ver algunas figuras mágicas 0 so-
brehumanas, culminando todas en el conductor del carro, cuyo
vehículo era guiado por poderes invisibles que manejan riendas
también invisibles. Ahora ha llegado el momento en que el hom-

217

ERE EE EE'S=~=——

Jung y el Tarot

bre ha de poner las manos en esas riendas para participar de modo
‘més activo en su propio desarrollo.

La primera figura a quien hemos de acudir en busca de ayuda
es la Justicia (fig. 39). El Loco nos dice que no es más que una ilu-
sión óptica pues (como cualquier loco sabe) la justicia no existe.
Por raro que parezca, es una aproximación saludable a la figura
entronizada aquí, pues sus balanzas no van a medir nuestras acci
nes, a premiarlas ni castigarlas ojo por ojo. Los móviles del com-
portamiento humano son tan diversos y sutiles que no se pueden
calificar tan mecánicamente.

La espada dorada que muestra está dedicada a menesteres más
altos que enderezar al malvado y es un arma demasiado importan-
te para utilizarla tan sólo para complacer a los virtuosos. Hemos
de empezar a acostumbramos a vivir en un mundo donde los
tramposos parecen prosperar, mientras que los inocentes acaban
en la cuneta. Job no fue el primero ni el último en quejarse de esto
y debemos de admitir que la situación no es fácilmente aceptable.
A pesar de siglos llenos de malestar humano a los cuales todos
hemos añadido lágrimas propias de alguna manera, creemos per-
sistentemente en que la justicia triunfará algón día. Tanto si la
delegamos a los cielos como si la encerramos en el Palacio de Jus-
ticia, permanece sentada ante nuestros ojos, incorruptible y todo-
poderosa, dispuesta a ahorrarnos las molestias de un conflicto mo-
ral al decidir, y definir problemas de inocencia o culpabilidad.

«En el Juicio Final se premiará la virtud» decían nuestros ante-
pasados. Quizá, pero no hemos llegado de ninguna manera a este
juicio final famoso e incluso alguno de los que deben intervenir en
él, están hechos un lío, Quizá sea más conveniente que nos aseso-
remos mejor sobre el problema de la inocencia o la culpabilidad ya
que de hecho todos somos inocentes y culpables.

Uno de los significados de la palabra «inocente» es equivalente
a ignorante. Sólo la ignorancia se imagina que está libre de culpa.
Así pues, cada uno de nosotros tiene que soportar el peso doble de
la carga de su inocente ignorancia y el profundo sentido de culpa-
bilidad que viene inevitablemente después de cada mordisco nue-
vo que le damos a la manzana del conocimiento. Los dos platillos
de la balanza de la Justicia están vacíos, dispuestos a recibir y
aceptar nuestra dualidad humana. Solamente con la intención de

218

La Justicia: ¿Existe?

que nosotros también aceptemos nuestra doble naturaleza, podre-
mos acercarnos a ella y entenderla,

El número de esta carta es el ocho y la representación de la ci-
fra arábiga repite en vertical los platillos de la balanza. Los dos
ejes, el celestial y el terrestre, están ambos comprometidos en la
consecución del equilibrio.

El simbolismo de la Justicia alude constantemente a la unión
armoniosa de las fuerzas opuestas. Sentada en un trono, esta am-
plia figura femenina simboliza el sobrehumano poder femenino.
Con todo, sostiene una espada y lleva un casco de guerrero para
indicarnos que el coraje y el discernimiento masculino también es-
tán incluidos en su tarea.

Su espada no aparece sujeta en posición de ataque ni de defen-
sa, sino más bien derecha, como pudiera sostenerse un cetro o cual-
quier otro símbolo de poder. Quizá la Justicia la sujeta así para
recordamos la llameante espada de las puertas del Paraíso y ad-
vertimos que no se puede volver jamás a la inocencia de la niñez.
Tenemos que asumir la total responsabilidad de cualquier conoci-
miento sobre el bien o el mal que hayamos adquirido. El arma es
muy grande y de oro, lo que da más fuerza a su valor imperecedero.

«No vengo a traer la paz sino la espada». En este estadio de la
serie del Tarot, el héroe abandonó para siempre la bendita etapa
de la inconsciencia, para asumir el reto y la responsabilidad que
representa la espada, Tiene ya que dejar de reprender a sus padres
o al Destino por las faltas cometidas contra él, por reales que éstas
sean, y soportar el lastre de su propia culpabilidad. Solamente la
Persona loca está interesada por la culpa de otros, puesto que esto
no puede cambiar, Si el héroe sigue viendo a sus padres como los
malvados responsables de sus carencias y limitaciones, está tan
atado a ellos todavía como cuando los consideraba sus salvadores
infalibles. Cortar el cordón umbilical significa, psicológicamente,
separarse o liberarse de toda dependencia infantil, tanto negativa
como positiva. El significado ritual de la espada de oro de la Justi-
cia es sacrificio. Como un acto ritual, el héroe debe ofrecer en sa-
crificio los lazos que le ataban aún a sus padres. Mentalmente, sus
Padres usarán también el cuchillo para liberarse de la dependencia
inconsciente que tenían sobre él. Solamente entonces podrá exis-
tiruna relación equilibrada y adulta entre las generaciones,

219

Jung y el Tarot

La espada también simboliza el sacrificio de ilusiones y preten-
siones de muchos tipos. Aquí el joven ego da un paso definitivo
para salir del jardín del Paraíso. No puede vivir más tiempo la vida
provisional de los sueños imposibles. Ha de usar la espada para sc-
parar la fantasía de la realidad, y los platillos para pesar las mil po-
sibilidades de perfección que su imaginación programa, contra
las realidades imperfectas del espacio, el tiempo y las energías
humanas.

La espada representa el poder dorado del discernimiento que
nos permite abrirnos paso a través de capas de confusión y falsas
imágenes para revelamos una verdad central. Hablando de esto,
podemos recordar al rey Salomón cuando tuvo que enfrentarse a
dos mujeres que reclamaban para sí el derecho a ser madres de un
mismo hijo. Sugirió que se cortara al niño por la mitad, ante cuya
idea la madre verdadera se identificó inmediatamente por su reac-
ción emotiva, Sin usar su espada, la visión del rey Salomón pene-
tró a través de la materia, llegando al fondo de la cuestión

La Justicia sostiene su espada con la punta señalando al cielo.
Sólida e inmóvil, actúa como una plomada, para mantener la deci-
sión fiel al espíritu. En su mano izquierda sostiene la balanza, cu-
yos platillos se hallan conectados por una linea horizontal, enfati-
zando así el eje terrenal. A diferencia de la espada, la balanza es
móvil, sugiriéndonos la relatividad de toda experiencia humana y
la necesidad de sopesar cada actuación individual como fenómeno
único. Las dos copas, símbolos de la receptividad femenina y de la
dualidad, contrastan con la representación no comprometida de la
espada masculina. Las respectivas líneas horizontales y verticales
de las bálanzas y de la espada juntas, forman la cruz del progreso
espiritual contra la limitación humana, así como también del idea-
lismo contra el sentido práctico, la cruz en la que nos encontramos
todos clavados. La Justicia hace de mediadora entre estas dos rea-
lidades.

No mira ni a la balanza ni a la espada; en lugar de eso, está er-
guida mirando al frente, casi como si estuviera en trance. Simple-
‘mente, su función requiere visión interior más que visión intelec-
tual. Algunas veces lleva los ojos vendados para que su juicio no se
vea confundido por detalles, ni su imparcialidad comprometida por
consideraciones personales. No tiene nada que ver con el inter-

220

La Justicia: ¿Existe?

cambio de ojos y de dientes. Su pesar y medir es mucho más sutil.
Por esta razón Aleister Crowley lamá a esa carta el Ajuste.

Nuestros juzgados están principalmente comprometidos con el
ajuste o la regulación, ejercen un trabajo de equilibrio entre los in-
dividuos y el estado, entre un individuo y otro. La solución correc-
ta para un problema legal no se determina por el significado de
una regla resbaladiza, el demandante que gana un pleito no puede
recobrar nunca todo lo que perdió, sea salud, bienes materiales,
tiempo precioso o la honorabilidad de su nombre. El tribunal pue-
de tan sólo concederle una compensación. La naturaleza también
ofrece una compensación, aunque aquí, otra vez, lo que se perdió
nunca va a ser recobrado exactamente. Por ejemplo: cuando un
sentido es mutilado, otro sentido se hace más agudo. Sea lo que
sea lo que se gane, nunca es igual a lo que se ha perdido, ni puede
decirse que sea precisamente su contrario; eso compensa de algu-
‘na manera por la capacidad perdida.

La psique, como el cuerpo, es parte de la naturaleza; no es de
extrañar, pues, que acte según las mismas leyes de compensa-
ción. El inconsciente actúa siempre de una manera que compensa
las carencias del consciente. Un sueño no trae imágenes diame-
tralmente opuestas a la realidad del consciente. En su lugar, las fi-
guras del sueño suelen modificar la posición del ego. No son,
pues, enemigas de la consciencia; hay que verlas más bien como
Oponentes en un juego amistoso o como colaboradores compro-
metidos en un trabajo de equipo. Jung afirma que nuestros sueños
son complementarios del estado actual del ego y que la palabra
complementar significa «completar». Estar completo, añade, no
es estar perfecto. La psique es un sistema de auto-regulación cuya
meta noes la perfección, sino el equilibrio y la plenitud.

Jung describe en Psicología y Alquimia cómo la alquimia sur-
8i6 para compensar el punto de vista ortodoxo cristiano. De ma-
nera similar, las figuras del Tarot que estamos observando podrían
considerarse como la reacción compensatoria al intelectualismo
estéril de la Iglesia. Ciertamente, su resurgir hoy en día actúa como
un contrapeso feliz a nuestra psicología computarizada. Sus silen-
ciosos misterios nos ayudan a soportar la pesada carga de los he-
chos estadísticos actuales. Su mensaje pictórico nos ayuda a reco-
brar el equilibrio.

221

Jung y el Tarot

Nuestros sueños también se nos presentan con imágenes, imá-
genes en movimiento; sus personajes interpretan aspectos de no-
sotros mismos de los cuales nuestra mente consciente no se da
cuenta. Al igual que los dos platillos de la balanza de la Justicia, el
consciente y el inconsciente se encuentran en un diálogo perma-
nente. Se hallan en un constante balanceo, en un constante baile
de compensación.

La contemplación de la Justicia del Tarot nos sugiere numero-
sas formas en que los opuestos trabajan juntos. Por ejemplo: los
dos platillos de la balanza son, de hecho, partes de un todo. La ba-
rra que los conecta los mantiene unidos, de manera que puedan
funcionar. También los mantiene separados para que puedan fun-
cionar.

El modo en que los dos platillos se oponen entre sf ilustra el
sentido original de la palabra «opuestos», la cual se refiere única-
‘mente a la colocación en el espacio. En su origen, esta palabra no
tenía implicaciones de hostilidad ni conflicto; suponía relación.
«La pared norte de la habitación se opone a la pared sur». Así, ve-
mos cómo las «dos paredes opuestas» de la habitación sirven jun-
tas para sostener el techo. Las dos bandejas de la balanza existen
de modo similar en una amistosa oposición entre ambas.

«En el principio» tanto histórico como en nuestro desarrollo
personal, no se diferenciaban los opuestos, Todo era fluido y con-
fuso. Incluso la conciencia se hallaba inmersa en las aguas del in-
consciente, Fue cuestión de siglos y siglos que Excalibur surgiera
de las aguas y encontrara su lugar en manos de la Justicia. Allan
Watts nos recuerda que, en el origen, la identidad de los opues-
tos era la misma y lo ejemplifica con varias palabras todavía co-
rrientes en varios idiomas. Cita la palabra latina altus, que signi-
fica a la vez, «alto» y «bajo»; la palabra alemana Boden, que sig-
nifica ambas cosas: «ático» y «sótano», y el verbo inglés to clea-
ve, que significa «unir» y «scparar». Hemos visto ya cómo se
puede utilizar la espada de la Justicia como un principio al cual
aferrarse para «mantener», y también como instrumento para «di-
vidin»

En momentos de tensión, cuando-perdemos contacto con la es-
pada, regresamos a los principios de nuestro inconsciente, donde
los opuestos se encuentran tan juntos que casi son idénticos. Alli,

22

La Justicia: ¿Existe?

posefdos por la Diosa Luna, señora del agua, nuestras marcas flu-
yen a su mismo ritmo. Refmos y lloramos en la misma exhalación,
‘0 despachamos a nuestro amor desde la puerta, ahogándonos in-
mediatamente después en lágrimas de arrepentimiento. Si las pre-
siones son intensas, las evaluaciones morales pueden encontrarse
sumergidas en la emoción. Entonces, en un arranque de furia po-
demos sacar la espada para mutilar y destruir a nuestros amigos,
psicológicamente hablando, o podemos blandirla cometiendo lite-
ralmente crímenes insensatos o actos de pasión.

Cuando sintamos que dentro de nosotros crece la tensión pro-
ducida por la emoción, meditar sobre la balanza dorada de la Jus-
ticia puede ayudarnos a recuperar el equilibrio. Ésta es una bella
muestra de cómo los opuestos pueden actuar juntos de manera
creativa. La barra de oro que las sostiene, las separa, de manera
que fuerzas tales como el bien y el mal, el amor y el odio queden
separadas; y también las mantiene juntas, para que ninguna de
ellas pueda separarse y hacerse autónoma. Como Shakti y Shiv:
están comprometidos para siempre en una especie de danza. Un
movimiento continuo será su esencia. Permanecer inmóviles sería
el estancamiento. Contrastando con la pesada figura de la Justicia,
la balanza está dibujada con gracia y delicadeza. Me gusta imagi
nar a la Justicia, levantarse y sostenerla en lo alto (como la hemos
visto algunas veces representada). Cuando lo hace así, los platillos
de la balanza se mueven graciosa y constantemente.

Un Tarot suizo representa a la mismísima Justicia en movi-
miento. Va vestida como para batirse en duelo, la espada a punto
de iniciar este deporte, que es el drama ritual de las fuerzas en
Oposición. La carta suiza pone en evidencia que el tipo de medi-
ción que hace la balanza de la Justicia no es necesariamente algo
que se haga post-mortem y en solitario. Con un poco de práctica,
podemos tenerlo a mano en momentos de tensión, para parar el
golpe y/o empujar si hace falta, en muestras confrontaciones dia-
rias a medida que surjan.

Toda separación del vientre materno de lo inconsciente lleva
consigo un sentimiento de culpabilidad, puesto que aparece como
una lesión a la totalidad. La conciencia es una actividad del yo-
mismo y como tal es esencialmente una cuestión privada e indivi-
dual. Tanto si lo proyectamos hacia afuera, a leyes o credos ex-

223

Jung y el Tarot

ternos, como si decidimos sobre problemas morales de orden indi
vidual, el punto en que nos sentimos culpables está en relación
con nuestro fuero interno, Tengo amigos que por voluntad propia
no pueden comer carne ni huevos; otros que sin dieta alimentaria
ninguna se sienten culpables si no hacen meditación a diario. Al-
gunos jóvenes conocidos se negaron a luchar en el Vietnam, cada
uno por diferentes razones y de distinta manera. Algunos coope-
raron en el esfuerzo de la guerra, pero se negaron a llevar armas.
Otros soportaron el encarcelamiento por negarse a colaborar en
forma alguna. Cada uno de estos jóvenes tomó una decisión dife-
rente y cada decisión fue apropiada y, en este sentido, correcta
para él.

Jung lo dice de esta manera: «No se debe olvidar jamás (y eso
habría que recordárselo a la escuela freudiana) que la moral no
fue bajada del Sinaf en tablas de piedra e impuesta al pueblo, sino
que es una función del alma humana tan antigua como la humani-
dad misma... Es el regulador instintivo de la acción, que también
gobierna la vida colectiva de la grey».? Pero, inevitablemente,
existe siempre un retraso cultural entre la expresión de la concien-
cia individual y su codificación en la ley pública. Es labor, pues, de
la justicia equilibrar midiendo y pesando las confrontaciones indi
viduales y las leyes escritas. Sorprendentemente, nuestros tribu-
nales son capaces de realizar este dificil trabajo más a menudo de
lo que podemos imaginar. Quizá esto es asf pues la Justicia, tal
‘como aparece en nuestra tradición y en el Tarot, es una mujer, y
‘estos temas de conciencia caen en los dominios tradicionales de la
mujer, que son los del sentimiento,

James Hillman explora en detalle la estrecha relación entre la
justicia y el sentimiento en su libro «Lecturas sobre la tipología de
Jung». Llama a la Carta de los Derechos Humanos «un documen-
to donde se expresa al máximo la función del sentimiento». Hill-
man dice así:

«Algunas veces olvidamos que la aplicación de la ley por los
jueces es una operación del sentimiento y que las leyes se inven-
taron, no sólo para proteger la propiedad privada o asegurar a
los sacerdotes y a la clase dirigente en su poder, sino que también
fueron pensadas para evaluar problemas difíciles y hacer justicia

224

La Justicia: ¿Existe?

en asuntos humanos. Juzgar es una cuestión de sentimiento.
Así como en los templos de Satumo se colocaba una balanza,
decimos en astrología que Saturno está bien situado cuando se
encuentra en Libra. Una decisión salomónica no es un golpe
bien asentado a través del nudo gordiano de las complejidades,
sino más bien un juicio formulado con el sentimiento.»

En la baraja de Marsella, la Justicia se nos muestra seria e in-
transigente, pero no apareció siempre así. Muestro a continuación
dos retratos más, donde se revela su aspecto femenino, más ama-
ble. En la primera, podemos ver a Maat, la diosa egipcia de la Jus-
ticia, la Verdad y la Ley (fig. 40); su símbolo, la pluma, la conecta
con el reino del Aire y el espíritu de los pájaros. La labor de Maat
era pesar las almas de los muertos para determinar su suerte en el
mundo inferior. Para hacerlo, colocaba su pluma en un platillo de
la balanza y el alma del muerto en el otro platillo. Aquéllos cuyo
corazón se había enterrado pesando su culpabilidad más que la
pluma, eran tachados de defectuosos. Para realizar este trabajo se
requería un poder de discernimiento tan agudo y sutil como el ba-
lanceo de los platillos. El segundo retrato que podemos ver (fig. 41)
es de un Tarot del siglo XV, uno de los más antiguos que existen.
Nos muestra a la Justicia como una joven con un vestido lleno de
flores. Su apariencia es extremadamente femenina, venusiana
casi. Esta representación del Tarot conecta claramente a la Justi-
cia y su balanza con Libra, que también está regida por Venus.

De hecho la Justicia está relacionada con Libra a través de su
antecesora Astrea. Ésta fue la última hija de Zeus y Themis, des-
cendió a la Tierra durante la edad de oro y tuvo una influencia be-
néfica sobre la humanidad. Las constantes peleas entre los hom-
bres y su impiedad hicieron que volviera a los cielos, pues la falta

armonía era contraria a su naturaleza. Se le otorgó un lugar fijo
en el ciclo como Virgo. La constelación de Virgo fue dividida más
tarde para formar los signos astrológicos de Virgo y Libra.

En esencia, la Justicia no se relaciona con la exactitud mate-
mática sino más bien, como Astrea, con la armonía, la belleza fun-
cional y un tipo de verdad que trasciende la pura medida. «La be-
lleza es verdad; la verdad, belleza.» Esta realidad que Keats hizo
famosa en su ecuación poética, inspirada en los mármoles de El-

225

j

Jung y el Tarot

ternos, como si decidimos sobre problemas morales de orden indi-
vidual, el punto en que nos sentimos culpables está en relación
con nuestro fuero interno. Tengo amigos que por voluntad propia
no pueden comer carne ni huevos; otros que sin dieta alimentaria
ninguna se sienten culpables si no hacen meditación a diario. Al-
gunos jóvenes conocidos se negaron a luchar en el Vietnam, cada
uno por diferentes razones y de distinta manera. Algunos coope-
raron en el esfuerzo de la guerra, pero se negaron a llevar armas.
Otros soportaron el encarcelamiento por negarse a colaborar en
forma alguna. Cada uno de estos jóvenes tomó una decisión dife-
rente y cada decisión fue apropiada y, en este sentido, correcta
para él.

Jung lo dice de esta manera: «No se debe olvidar jamás (y eso
habría que recordárselo a la escuela freudiana) que la moral no
fue bajada del Sinaf en tablas de piedra e impuesta al pueblo, sino
que es una función del alma humana tan antigua como la humani-
dad misma... Es el regulador instintivo de la acción, que también
gobierna la vida colectiva de la grey».? Pero, inevitablemente,
existe siempre un retraso cultural entre la expresión de la concien-
cia individual y su codificación en la ley pública. Es labor, pues, de
la justicia equilibrar midiendo y pesando las confrontaciones in
viduales y las leyes escritas. Sorprendentemente, nuestros tribu-
nales son capaces de realizar este difícil trabajo más a menudo de
lo que podemos imaginar. Quizá esto es así pues la Justicia, tal
‘como aparece en nuestra tradición y en el Tarot, es una mujer, y
estos temas de conciencia caen en los dominios tradicionales de la
mujer, que son los del sentimiento.

James Hillman explora en detalle la estrecha relación entre la
justicia y el sentimiento en su libro «Lecturas sobre la tipología de
Jung». Llama a la Carta de los Derechos Humanos «un documen-
to donde se expresa al máximo la función del sentimiento». Hill-
man dice así:

«Algunas veces olvidamos que la aplicación de la ley por los
jueces es una operación del sentimiento y que las leyes se inven-
taron, no sólo para proteger la propiedad privada 0 asegurar a
los sacerdotes y ala clase dirigente en su poder, sino que también
fueron pensadas para evaluar problemas difíciles y hacer justicia

224

La Justicia: ¿Existe?

en asuntos humanos. Juzgar es una cuestión de sentimiento.
Asi como en los templos de Saturno se colocaba una balanza,
decimos en astrología que Saturno está bien situado cuando se
encuentra en Libra, Una decisión salomónica no es un golpe
bien asentado a través del nudo gordiano de las complejidades,
sino más bien un juicio formulado con el sentimiento.»*

En la baraja de Marsella, la Justicia se nos muestra seria e in-
transigente, pero no apareció siempre así. Muestro a continuación
dos retratos más, donde se revela su aspecto femenino, más ama-
ble. En la primera, podemos ver a Maat, la diosa egipcia de la Jus-
ticia, la Verdad y la Ley (fig, 40); su símbolo, la pluma, la conecta
con el reino del Aire y el espíritu de los pájaros. La labor de Maat
era pesar las almas de los muertos para determinar su suerte en el
mundo inferior. Para hacerlo, colocaba su pluma en un platillo de
la balanza y el alma del muerto en el otro platillo. Aquéllos cuyo
corazón se había enterrado pesando su culpabilidad más que la
Pluma, eran tachados de defectuosos. Para realizar este trabajo se
requería un poder de discernimiento tan agudo y sutil como el ba-
lanceo de los platillos. El segundo retrato que podemos ver (fig. 41)
es de un Tarot del siglo XV, uno de los más antiguos que existen.
Nos muestra a la Justicia como una joven con un vestido lleno de
flores. Su apariencia es extremadamente femenina, venusiana
Esta representación del Tarot conecta claramente a la Justi-
cia y su balanza con Libra, que también está regida por Venus.

De hecho la Justicia está relacionada con Libra a través de su
antecesora Astrea. Ésta fue la última hija de Zeus y Themis, des-
cendié a la Tierra durante la edad de oro y tuvo una influent
néfica sobre la humanidad. Las constantes peleas entre los hom-
bres y su impiedad hicieron que volviera a los cielos, pues la falta
de armonía era contraria a su naturaleza. Se le otorgó un lugar fijo
en el cielo como Virgo. La constelación de Virgo fue dividida más
tarde para formar los signos astrológicos de Virgo y Libra

En esencia, la Justicia no se relaciona con la exactitud mate-
mática sino más bien, como Astrea, con la armonía, la belleza fun-
cional y un tipo de verdad que trasciende la pura medida. «La be-
eza es verdad; la verdad, belleza.» Esta realidad que Keats hizo
famosa en su ecuación poética, inspirada en los mármoles de El-

225

il

siglo:

Fig. 41 La Justicia (Tarot del

227

Fig.40 Maat, la diosa egipcia

Jung y el Tarot

gin, queda inmortalizada de nuevo en las columnas del Partenón,
que parecían cilíndricas, pero que resultan cóncavas en su capitel.
Si sus proporciones se hubieran medido según las reglas de la lói-
ca en vez de serlo por la escala de la armonía, hubieran parecido
terriblemente pesadas en su extremo superior. Sus dimensiones se
crearon según las limitaciones y la perspectiva del ojo humano. A
pesar de su verdad imperfecta, han conseguido belleza inmortal,

Este tipo de justicia poética es la que se utiliza aparentemente,
tanto en el cielo como en la tierra. No trata de moralizar ni de cas-
tigar crímenes. Se dedica más bien a la restauración de las leyes
universales de la armonía y del equilibrio creativo. La filosofía
griega y también su poesía nos lo recuerdan, Según Heráclito, «El
sol no sobrepasará sus límites; si lo hiciera, las Erinnias, colabora-
doras de la Justicia, le reprenderfan».

‘A continuación, he aquí el relato según Ovidio de la caída de
Factón:

«Factón, hijo de Apolo, rogó que se le dejara conducir el
carro solar de su padre a través de los cielos solamente por un
dia. Apolo trató de disuadirle de tan peligrosa hazaña, pero el
joven insistió y se le entregaron las riendas.

»En cuanto empezó la carrera, los caballos se dieron cuenta
de que eran conducidos por manos inexpertas. Emprendieron
una carrera tan veloz, que, abandonando el sendero acostum-
brado, subieron tan alto que salió humo del cielo, luego bajaron
tan cerca de la tierra que las cumbres nevadas se fundieron, los
bosques se quemaron, los ríos se secaron y el mar se redujo.

>Finalmente, para salvar al universo de la destrucción, el
rey de los dioses se vio obligado a enviar un rayo al carro des-
bocado que derribó a Faetón, quien cayó envuelto en llamas
sobre la tierra. Apolo, entristecido por el disgusto, ocultó su
cara y, por un día la Tierra, estuvo sin Sol.»t

Según Ovidio, Faetón fue derribado, no por espíritu de ven-
ganza sino como acto de misericordia, para restaurar el equilibrio
en la naturaleza; «para salvar al universo de la destrucción». En
principio, nuestra justicia actúa según este espíritu: para preservar
la unidad del todo, más que para castigar al individuo.

228

o Zu: cei

La Justicia: ¿Existe?

Ciertamente, la Justicia que podemos admirar en nuestro Ta-
rot parece inmutable ante el odio o la venganza, No es una diosa a
la que debamos adorar, es una mediadora que debemos usar.
Como tal prepara los platillos de su balanza, para equilibrar la
ecuación humana, pues está en la naturaleza humana, como en la
suya propia, el crear armonía entre las fuerzas opuestas. Para
avanzar espiritualmente hay que estar constantemente alerta a los
poderes de estas fuerzas ocultas. Olvidarlo podría suponer incli-
nar un platillo hacia el autoritarismo o la esclavitud. Si hiciera
esto, el hombre perdería el derecho a su humanidad.

El identificarse con una fuerza arquetípica es uno de los prime-
ros peligros. Imaginar que somos la bella y benéfica Astrea es en-
grefrnos asumiendo una posición celestial por encima de nuestros
compañeros. Como sucede con las otras cartas del Tarot, el otro
sutil peligro consiste en proyectar el significado arquetípico de la
carta al exterior, ignorando su significado interno... Cuando esto
sucede en relación con la carta de la Justicia, es como si perdiéra-
mos las energías, llevando nuestros problemas ante los tribunales,
en lugar de utilizarlos para examinar y corregir nuestra propia dis-
cordia interna. Sin duda alguna, todos podemos recordar gentes
que se creen «la mano de la Justicia», estas almas ignorantes que
constantemente están enzarzadas en batallas legales o en cruzadas
sin esperanza alguna, imponiéndose a los demás o encontrándose
dependientes de ellos.

Como hemos visto anteriormente, las salas de justicia son he-
rramientas útiles para conseguir un cierto tipo de compensación y
de equilibrio social. Algunas veces parece que lo que buscamos en
los juicios no es lo que estamos juzgando. Algunas veces, quizá
equivocadamente, buscamos en un juicio humano la respuesta
que solamente puede dársenos en un juicio divino.

Todos necesitamos ponernos en contacto con un principio de
armonía universal y de equilibrio, para estar seguros de que detrás
de todas las aparentes injusticias de la vida existe una Corte Celes-
tial ala que podemos apelar y un Juez Supremo ante el que podre-
‘mos plantear nuestro caso. En su libro La respuesta a Job, Jung in-
siste en la lealtad de Job hacia un Uno y la insistencia con la que
pide una confrontación con su encarnación, Jehová. Una de las
Mayores revelaciones de Jung en este tema es el hecho de que

229

Jung y el Tarot

cada uno de los protagonistas de la historia necesita al otro. Dios
necesita al hombre; el hombre necesita a Dios. Esta idea queda
también expresada con belleza por Gerard Manley Hopkins en un
poema que se titula «Tú eres realmente justo, Señor», y se basa en
el capítulo doce de Jeremías. Es uno de los más bellos poemas de
la lengua inglesa, y dice así:

«Señor, tú eres verdaderamente justo
si yo pleiteo contigo; pero, Señor,
así pues, lo que alego, es justo.»$

“Aunque la escritura original se ha traducido de mil diversas mane-
ras, Hopkins, al escoger la palabra «si», nos ofrece la visión de que
el Todopoderoso puede colmar nuestra imagen de la Justicia Su-
prema, solamente «si» dialogamos con Él. Hopkins quiere decir,
de hecho, que la justicia se crea solamente a través de este tipo de
diálogo entre Dios y el hombre.

Quizá, en el nivel más profundo de la experiencia humana, Dios
y el hombre son los dos platilos de la balanza que, actuando con-
juntamente, crean el Único Equilibrio, la armonía eterna cuya be-
Îleza y verdad son las únicas duraderas.

TE HERMUT

Fig. 42 ElErmitaño (Tarot marsellés)

12. EL ERMITANO: '
¿HAY ALGUIEN AHÍ?

Quien mira hacia afuera, sueña;
quien mira hacia adentro, despierta.

Jung.

En la terminología junguiana el Ermitaño (fig. 42) representa
el arquetipo del Viejo Sabio, Al igual que Lao-tzu, cuyo nombre
significa «anciano», el fraile aquí representado encarna una sabi-
duria que no se halla en los libros. Su don es elemental y no tiene
edad, como el fuego de su lámpara. Es hombre de pocas palabras,
vive en el silencio de la soledad, el silencio anterior a la creación
sólo del cual puede tomar forma un nuevo mundo. No nos trae
sermones, se ofrece a sí mismo. Por su simple presencia ilumina la
búsqueda temerosa del alma humana y calienta los corazones va-
cíos de esperanza y de sentido.

Según Jung, esta figura personifica «el arquetipo del espíritu.
el sentido oculto preexistente en el caos de la vida».! Se distingue
del Papa en que este monje no está entronizado como portavoz y
árbitro de las leyes generales; se distingue de la Justicia en que no
lleva ninguna balanza en la que pesar nuestros imponderables.
Esta figura se nos muestra muy humana, caminando sobre el suelo
iluminando sus pasos s6lo con la luz de su pequeña lámpara.

Como el Loco, es un caminante; la capucha de monje, prototi-
po del tocado del Loco, los conecta como hermanos en el espíritu.
Pero la marcha de este viajero es más comedida que la de aquel jo-
ven loco. No mira por encima del hombro. Aparentemente, no
necesita ya considerar lo que dejó atrás, asimiló la experiencia del
pasado. Tampoco necesita escudrifiar horizontes lejanos en busca

233

Jung y el Tarot

de poderes futuros. Parece contento con el presente inmediato.
Sus ojos están muy abiertos para percibirlo, sea lo que sea, Va a
captarlo y lidiarlo de acuerdo con su propia iluminación.

Su lámpara parece un símbolo adecuado para la introspección
del místico. Mientras el Papa enfatiza la experiencia religiosa bajo
las condiciones que prescribe la Iglesia, el Ermitaño nos ofrece la
posibilidad de la iluminación individual como una potencia huma-
na universal, una experiencia no limitada a santos canonizados
sino alcanzable, en algún grado, para toda la humanidad.

La llama que sostiene el Ermitaño podría representar la quin-
tacsencia del espíritu inmanente en toda vida, el centro mismo del
significado que es el fugaz quinto elemento que trasciende los cua-
tro de la realidad mundana. Nos ofrece esta luz interior, cuya lla-
ma dorada, por sí sola, disipa el caos espiritual y la oscuridad.

Esta llama está parcialmente oculta por una cortinilla que la
protege de los elementos, y quizá también para que su brillo no cie-

gue al Ermitaño o deslumbre a aquellos que encuentre por el ca-
mino. Sabe que su fuego ha de controlarse cuidadosamente para
que sea útil. Controlado, puede calentarle y protegerle de los ani-
males; descontrolado, el fuego, por sí mismo, puede convertirse
en una bestia rapaz que devore al Ermitaño y destruya su mundo.

Una de las cortinillas de la lámpara del Ermitaño es rojo-san-
gre, de manera que la luz que se ve a su través esté en contacto con
el color de la carne y de la sangre de la humanidad, teñida con las
pasiones y compasiones que se destilan de la experiencia de una
vida. Los otros colores de esta carta nos hablan de un acercamien-
to que es natural más que filosófico y abstracto. La capa del monje
es azul celeste, color del Espíritu Celestial, tal como se expresa en
La naturaleza. El forro es amarillo, sugiriéndonos la conexión con
el «oro filosofal», esa pepita de significado enterrada en lo más
profundo de la tierra y de la naturaleza humana; esta substancia
preciosa que fue meta de los alquimistas descubrir y liberar. Como
nos lo atestigua la llama del Ermitaño, él mismo consiguió esta
meta.

Aunque se usen palabras distintas para expresar el deseo, hay
hoy en día muchos que buscan ese tesoro, tanto literal como sim-
bólicamente hablando. A nivel literal, el agotamiento de la ener-
gía y el exceso de población han empujado a los científicos a des-

234

El Ermitañ

¿Hay alguien ahi?

cubrir maneras nuevas de liberar las fuerzas gigantescas encerra-
das en la estructura atómica. Paralelamente, un empobrecimiento
del espíritu humano, y la consecuente disminución de la energía
psíquica, han forzado a un número cada vez mayor de seres huma-
os en todos los campos a mirar dentro de sí mismos para encon-
trar lo que Jung llamó «el desconocido si-mismo», con toda su re-
serva de energía primaria, así como su sabiduría ancestral. Es un
tiempo de búsqueda universal a diferentes niveles.

En los mitos y en los cuentos de hadas, cuando el héroe que va
en busca del tesoro ha perdido su camino o ha vencido en una
prueba, suele aparecer el Anciano que le entrega nueva luz y es-
peranza. De la misma manera, esta figura puede materializarse en
nuestros sueños. Esto es especialmente cierto cuando nuestro di-
lema personal se hace eco de una prueba similar en nuestra cultu-
ra, ya que el Ermitaño ha encontrado dentro de sí-mismo lo que
como sociedad perdió o ignoró. No es accidental, pues, que en la
medianoche cultural de nuestro tiempo haya aparecido de repen-
te, como una estrella, para que compartamos su antigua luz en
nuestros problemas contemporáneos.

Aunque su reaparición pueda parecernos brusca, llega con
gran retraso. Desde el comienzo de este siglo los poetas han visto
avanzar la oscuridad. Hace más de cincuenta años, William Butler
‘Yeats nos avisó:

Girando y girando en el amplio gris
el halcón no puede oft al halconero;

las cosas se derrumban, el centro ya no sostiene;

la anarquía pura anda suelta por éste mundo,

la condenada marea de sangre se derrama y por doquier
lo mejor carece de convicción, mientras que

lo peor está lleno de intensidad apasionada.?

¿Qué mejor descripción de nuestro presente dilema? El des-
graciado «tema Watergate» de nuestra reciente historia no fue
más que una pequeña escaramuza en un mar de confusión y co-
rrupción en el cual el espíritu del hombre se ha visto inmerso por
doquier. La ceremonia de la inocencia se ha visto ahogada y la
anarquía anda suelta en la tierra. Como vio Yeats anteriormente,

235

Jung y el Tarot

la debacle no es solamente algo concerniente al poder; esto era
una cuestión superficial. Es el «centro» lo que ya no aguanta. Hay
algo muerto y equivocado en el meollo de la vida. Estamos vacíos
de significado.

Según Jung, la apremiante necesidad de encontrar un sigaifi-
cado es el motor primario que hace nacer todos los aspectos de la
psique, incluyendo la misma consciencia del ego. En contradic-
ción con Freud, quien defendía que la necesidad de conciencia de
la personalidad deriva de la libido sexual, Jung creía que el impul-
so que nos lleva hacia la búsqueda de significado existe al nacer
como instinto en la psique humana. Sintió que el hombre es por
naturaleza un animal religioso. Si aceptamos esta premisa, se hace
cada vez más claro que la desvitalización presente de los símbolos
religiosos convencionales, acompañado del resquebrajamiento de
la estructura familiar, nos ha dejado a todos con un vacío insacia-
ble en el centro mismo de nuestro ser. Aún gracias que no estemos
rezando a falsos dioses y que nuestra «apasionada intensidad», sin
uso, esté al servicio del diablo. Visto desde este punto, Watergate
e incluso el fascismo son ambos alarmantemente comprensibles.

Hay una necesidad imperiosa en el hombre de sentirse apasio-
nado por algo —encontrar sentido y propósito como parte de un
gran designio que trasciende lo concerniente al puro ego—, dedi-
car las energías de su vida al servicio de una más alta autoridad.
Como sabemos, empezamos nuestro viaje hacia la consciencia
proyectando esta autoridad sobre figuras del exterior que pueblan
muestro alrededor (padre, presidente, rey, emperador, papa,
cura, juez, gurú, etc.). En nuestra serie del Tarot, hasta ahora
hemos acompañado al héroe mientras experimentaba algunas de
estas figuras arquetipicas. Ahora, se enfrenta al Ermitaño. Si per-
manece abierto al mensaje del fraile, seguirá su ejemplo y empe-
zará a descubrir y sentir su propia chispa interior, como hizo el
Ermitaño. Siel héroe está dispuesto a observar y a escuchar, el Sa-
bio Anciano le puede ayudar a encontrar una lámpara propia,
pero si el héroe no está maduro todavía para el mensaje del Ermi-
taño, puede interpretarlo mal, de varios modos diferentes.

Como vimos en conexión con otras figuras del Tarot, una de las
maneras de interpretar erróneamente el sentido de estos persona-
jes arquetipicos es pensar en tal figura de manera literal y no sim-

236

El Ermitaño: ¿Hay alguien aht?
bólicamente. En el caso del Ermitaño, por ejemplo, el héroe po-
dria dejarse crecer barba, vestirse con un sayal y sandalias y partir
hacia tierras lejanas, en busca de un gurú en quien proyectar la sa-
biduría perfecta y la iluminación. Podría también encontrar un
gurú ya dispuesto y a mano, quizá equipado ya con un grupo de se-
guidores atraídos por lo mismo y cuyas filas pasaría a engrosar.

En caso de que no encuentre a alguien en quien proyectar el
Sabio Anciano, nuestro héroe puede poner en escena a su joven e
inexperto sf-mismo. Si así fuera, el buscador podría iniciar un cul-
to y atraer a sus propios seguidores o bien, aplastado por el peso
del rol del arquetipo para el que no está de ninguna manera prepa-
rado, podría retirarse de la vida en absoluto. Podemos encontrar-
lo entonces, sentado en la plaza pública, con los ojos en blanco
como una estatua; «petrificado», alejado de la humanidad y de la
responsabilidad humana normal.

Identificarse con un arquetipo a cualquier edad puede tener
consecuencias fatales. Puede uno engreirse, hincharse, fuera de la
escala de las dimensiones humanas o aplastado por el peso de lo
imposible; puede uno quedar reducido a un estado depresivo,
como un vegetal. En ambos casos la personalidad humana queda
tergiversada. El hecho cierto es que un personaje arquetípico es
sobrehumano. Uno no puede jamás convertirse en una figura ar-
quetípica. Cualquier intento en este sentido carece de esperanza y
tiene elementos de tragedia. Pero cuando un joven reemplaza la
capucha del feliz Loco por la del Ermitaño, el resultado es doble-
mente penoso, pues parecería que no sólo ha aspirado a lo imposi-
ble, sino que además ha abandonado en el camino las potencial
dades doradas propias de la juventud. Es como si su calendario
interior hubiera quedado revuelto.

Por supuesto, es muestro calendario exterior y nuestra cultura
la que está torcida, y nuestro tiempo fuera de limites. En la confu-
sión actual, en nuestra búsqueda del Sabio Anciano que pudiera
ayudarnos, nos hemos convertido todos en Hamlets: a veces des-
cargamos nuestra espada sobre la irresponsabilidad, y al minuto
siguiente nos enteramos en soliloquios conflictivos. Cada uno de
nosotros está tentado vagamente de creer que él «nació para arre-
glarlo» (¡Oh, maldito rencor!

Seres humanos de todas las edades, que navegan en la maris-

237

Jung y el Tarot

ma cultural separados del dios interior, buscarán el espíritu en
cualquier lugar, a veces, incluso en lugares no sagrados. Como re-
veló la Alemania de Hitler, cuando, enfrentados a la confusión,
muchas personas se agarraron al primer uniforme propuesto, y sa-
lieron al paso de la oca a salvar el mundo. Todas las guerras son en
algún sentido «guerras santas», esto es un axioma, Es igualmente
cierto que incluso los hábitos de un pacífico monje o gurú tienen el
poder de convertirse en un uniforme, tan mortal como cualquier
alternativa de gobierno.

Buscamos al Sabio Anciano, pues pertenece a nuestra natura-
leza instintiva el hacerlo y nos vemos conducidos hacia él por las
ansiedades y los miedos de la civilización moderna. Uno de los im-
pulsos más modernos es el que observó W. H. Auden: el terror al
anonimato. En su poema «la edad de la ansiedad», caricaturizó
nuestra época y habló por boca de todos al decir

Los miedos que conocemos
Son de no saber. Nos traerá la noche

alguna orden horrible. Mantener una ferretería

en un pequeño pueblo... ¿Enseñar de por vida

ciencias a niñas progresistas? Se hace tarde.

¿Va a preguntársenos algo alguna vez? ¿Somos simplemente
no deseados en absoluto?

Por supuesto que se nos ha descado varias veces ya. ¿Hay al-
guien ahí? El famoso viajante de Walter de la Mare lo preguntó
hace ya medio siglo. Varias veces ya en nuestras vidas nos hemos
enfrentado a ello, pero nadie ha captado el drama y el misterio de
esa confrontación más agudamente que de la Mare:

¿Hay alquien ahí? preguntó el Viajero
golpeando la puerta iluminada por la luna;

Y su caballo, en el silencio mordisqueaba las hierbas
del suelo de helechos del bosque:

Y un pájaro salió volando de la torre,

por encima de la cabeza del Viajero:

Y este llamó a la puerta por segunda vez:

¿Hay alguien ahf? preguntó.

238

El Ermitaño: ¿Hay alguien ahí?

Pero nadie respondió al Viajero. A diferencia de T. S. Eliot,
quien nos lo describió como a un «hombre vacío», incapaz de res-
ponder, de la Mare imaginó nuestra morada interior como una
«multitud de fantasmas que escuchan», que oyeron llamar al Via-
jero, pero que no respondieron a su llamada. Uno puede ver a es-
tos escuchas que se protegen silenciosos en las sombras, helados
de miedo, no diferentes de muchos ciudadanos de hoy que se nie-
gan a contestar por la calle al grito de un extraño, no vaya a ser
que se vean «comprometidos». ¿Hay alguien ahí? Quizá el barbu-
do Ermitaño representado anteriormente ha regresado para ofre-
cernos una nueva posibilidad para esta pregunta mientras eleva su
linterna y penetra en nuestra oscuridad.

Si en la realidad tuviéramos que enfrentarnos con esta figura
en una noche oscura, haríamos un alto en la sombra para obser-
varle antes de dar un paso adelante para identificarnos. Una mira-
da a los dulces ojos de este monje nos indica que ha caminado con
esfuerzo a través de los siglos, no para predicar ni para reprender-
nos por hacer algo mal. Sentimos que lo que quiere realmente es
saber quién, si es que hay alguien, está «ahí», y que va a aceptar
cualquier respuesta que vayamos a darle, incluso nuestro silencio,

s eso todo lo que tenemos que ofrecerle. Sus ojos miran sin
miedo, con calma, llenos de admiración, completamente abiertos.
Podemos imaginar que su mente y su corazón están igualmente
abiertos. Su expresión parece combinar la admiración de la niñez
con la paciencia de la experiencia.

En muchos otros aspectos, este extranjero parece encarnar as-
pectos de los dos polos opuestos del ser. Su barba y su lámpara no
sugieren la enseñanza y el espíritu masculinos, el fogoso yang. el
polo positivo de la energía, mientras que su airosa capa y su gentil
ademán nos indican una relación cercana al oscuro yin, la terrenal
naturaleza femenina, Como san Francisco, debe de sentir una re-
lación íntima y tierna con el hermano Sol y la hermana Luna, con
todos los pájaros y bestias; al mismo tiempo, este ermitaño debe
de tener el mismo aguante que san Antonio, quien resistió a miles
de demonios, la aberración monstruosa del espíritu humano que
tienta al hombre en su soledad, Quizá este Sabio Anciano ha re-
gresado para enseñarnos el olvidado arte de la soledad.

Hoy en día se ha’ convertido ya en algo aceptable que somos

239

Jung y el Tarot

una multitud solitaria. Los psicólogos nos han dicho cómo enm:
caramos nuestro aislamiento pétreo en una asociación compulsiva
espiritual que tiene poca relación con la relación humana. Nos han
enseñado cómo defender nuestra tierna inseguridad con la arma-
dura de la conformidad social. Algunas veces podemos ver estas
terribles visiones internas plasmadas de un modo que hace tem-
blar nuestros huesos. Atrapado en el metro en lo que llaman «hora
Punta», uno puede encontrarse como parte integrante de una horda
de zombies anónimos, cada uno inmovilizado en un confinamiento
solitario público, y cada uno encasillado en el propio símbolo de
su status social, cada uno armado contra todo contacto humano,
pero además cada uno protegido contra la verdadera soledad.

Siendo una nación de extravertidos, nos hemos dirigido natu-
ralmente a la terapia de grupo como antídoto para este aislamiento.
Llenas de esperanza y de coraje, las almas timoratas se programan
afanosamente alrededor de dinámicas de grupo, de encuentros de
fin de semana para conseguir el descubrimiento del cuerpo, de lec-
ciones llenas de alegría en grupos de meditación y así sucesiva-
mente, En cada una de las estaciones de esta estéril peregrinación
se preguntan tristemente los unos a los otros «¿Quién soy yo? T6-
came. Sienteme... reacciona a mi presencia... dime quién soy.
¿Nos hemos separado tanto de nuestra razón de ser interior que
existimos solamente en relación con los demás?

‘Cada vez parece más difícil aceptar los parajes solitarios que
llevan a la autorrealizaciön. El arte de la individuación, convertir-
se en el único yo-mismo es (como su nombre indica) una experien-
cia intensamente personal y a veces muy solitaria. No es un fenó-
‘meno de grupo, comporta la dificil labor de desprender la propia
identidad de la masa de la humanidad. Para descubrir quiénes so-
mos, tenemos que extraer finalmente aquellas partes de nosotros
mismos que hemos proyectado en otros, aprendiendo a encontrar
en el fondo de nuestra psique las fuerzas y carencias que habíamos
visto previamente solamente en otros. Éstos reconocimientos se
facilitarán si podemos retirarnos de la sociedad por breves perío-
dos y aprender a dar la bienvenida a la soledad.

‘Como compensación, estos períodos de introversión nos traen
el beneficio de un incremento en la vida de la imaginación. Al fal-
tanos otra compañía, los personajes de muestro mundo interior

240

El Ermitaño: ¿Hay alguien ahí?

salen a escena. Estos personajes aparecen a menudo como entida-
des vivas. Nos comprometen en diálogos inspirados; nos exigen
que pintemos su retrato o que escribamos su historia. Algunas ve-
ces, nos cantan trayéndonos nuevas y frescas melodías. Aquí el
Ermitaño puede ayudamos. Si, engreídos por la desbordante ins:
piración creativa, tratamos de sobrevolar nuestro ser humano,
puede ayudamos a aterrizar de nuevo y escoger en este fuego do-
zado la llamita que resulte adecuada para nuestra única y humana
lámpara,

Hoy en día cada vez son más los que, desencantados por la es-
terilidad espiritual del paisaje exterior y la colectividad impers
nal de nuestra sociedad, buscan conscientemente la luz interior
oculta; y es evidente que los seres humanos, por lo general reciben
más bienes de la introspección que los que les pueda aportar nues-
tra cultura. Por ejemplo, estudios recientes nos dicen que en va-
rias comunidades se resisten al intento de que les organicen un
autocar que los devuelva con rapidez a sus hogares a través del
tránsito, pues dicen que el tiempo que dedican a conducir hacia o
desde el trabajo es la «única oportunidad» que tienen de estar so-
los. Quizá, con la ayuda del Ermitaño, nos podríamos atrever a
permitirnos a nosotros y a otros la oportunidad de una introver-
sión creativa en circunstancias favorables. Tales períodos de sole-
dad no son morbosos ni antisociales; pueden devolvernos al mun-
do con una energía renovada para la acción y un agudizado sentido
de nuestra identidad y de muestro rol especial en relación con el
mundo.

En el libro Ego y arquetipo, Edward Edinger reflexiona sobre
el significado de la palabra «solitario», tal y como se utiliza en uno
de los Evangelios Gnósticos. Señala que, en el origen griego, la
idea de «soltero» o «solitario» puede traducirse también por «uni-
do». Para ilustrarlo cita un fragmento del Evangelio de Tomás:
«... Yo (Jesús) digo esto: Cuando (una persona) se encuentre soli-
taria estará llena de luz, pero cuando se encuentre dividida, estará
llena de oscuridad». Pero, inevitablemente, cada uno de los que
consiguen este tipo de unión interior, han de pagar el precio de la
soledad, la culpabilidad y el sufrimiento, como le sucedió a Pro-
meteo. En Relaciones entre el Ego y el Inconsciente, Jung amplió
esta idea de la siguiente manera:

241

Jung y el Tarot

«El libro del Génesis representa el acto de devenir cons-
ciente como la ruptura de un tabú, como si adquirir conocimien-
to significara que una barrera sagrada hubiera sido saltada sin
piedad. El Génesis tiene razón seguramente, ya que cada paso
hacia una mayor consciencia es una forma de culpa prometeica.
A través de tal acto, se les roba en algún sentido el fuego a los
dioses. Esto quiere decir que algo que pertenecía al poder del
inconsciente fue arrancado de alguna manera de sus conexio-
nes naturales, pasando a subordinarse a la elección consciente.
El hombre que ha usurpado el nuevo conocimiento sufre, sin
embargo, una transformación o ampliación de su conciencia
‘que ya nunca más se parecerá a la de sus compañeros. Se ha
elevado por encima del nivel humano de su tiempo (“seréis
como Dios”) y, al hacerlo, se ha alejado a si-mismo de la hn
manidad. El dolor de su soledad es la venganza de los dioses.

Jung aclara en algún otro lugar que la alienación experimenta-
da por el solitario no supone un extrañamiento de su naturaleza
humana. Significa simplemente que ya no permanece unido en la
«participación mística», la inconsciencia primitiva compartida por
toda la humanidad, Esta persona no tiene que permanecer alejada
físicamente del mundo y de sus problemas; por el contrario, ha-
biendo conseguido una unidad interior segura, puede sentirse más
capacitada para exponerse al caos de los acontecimientos diarios,
y con menos miedo a quedar confundido por ellos o a verse inmer-
so de nuevo en la inconsciencia anterior de la masa. En principio,
tal persona seguirá involucrada en la vida, pero será así de una
manera nueva. El hecho de que esta actitud no requiere manifes-
tarse mediante actos o palabras extrañas se ve deliciosamente re-
presentado en la ilustración siguiente (fig. 43). Su título es: Er-
mitaño Zen ejecutando burlonamente las labores del hogar. Me
parece que estos pequeños monjes tienen algo importante que
decirnos sobre lo que significa la verdadera individuación. A pe-
sar de que la nueva visión puede traernos nuevas ideas y oportu-
nidades, esencialmente, en el puro centro del autoconocimiento
yace la capacidad de aceptar la propia vida, (por simple y sencilla
Que sea) y ejecutar las labores necesarias de una manera auténti-
ca. Personalmente creo que es más fácil hacer pronunciamientos

242

El Ermitaño: ¿Hay alguien aht?

Fig. 43. Ermitaño Zen ejecutando burlonamente las labores del hogar

243

Jung y el Tarot

sentenciosos que barrer los suelos y lavar la vajilla de forma «jo-
cosa».

En el sentido mencionado anteriormente, quien haya alcanza-
do algún grado de auto-realización, es un «Solitario» en relación
con el resto de la humanidad y está abocado a seguir así hasta que
los demás, cada uno a su turno y según su particular manera, al-
cancen un estadio de iluminación similar. Incluso más solos que
un ermitaño, dice Jung. La raza humana, en virtud de su capaci-
dad única para la consciencia, se encuentra sola en este planeta y
separada de cualquier criatura viviente, debido a las diferencias
psíquicas que existen entre ellos. Jung explica la situación del
hombre de esta manera:

«Él es, en este planeta, un fenómeno único que no puede
compararse a ningún otro. La posibilidad de compararse y, por
Jo tanto, de que surgiera el autoconocimiento, se daría tan sólo
si pudiera establecer relación con los mamíferos casi humanos
que habitan otras estrellas. Los diferentes grados de autocono-
cimiento dentro de su propia especie son poco significativos
comparados con las posibilidades que aparecerían en el en-
cuentro con criaturas de estructura similar pero origen distin-
to... Hasta entonces, el hombre ha de seguir pareciéndose al
ermitafio.»”

Queda por ver si nuestra exploración en campos más lejanos,
al encararnos con criaturas humanoides, podria ampliar nuestro
actual campo de consciencia, El comentario de Jung indica que tal
confrontación podría suponer una ayuda beneficiosa para una
consciencia más amplia.

Tradicionalmente, cuando la humanidad se ha visto enfrentada
a un callejón sin salida en su evolución consciente, ha alzado los ojos
al cielo en busca de salvación. En la antigüedad, esta ayuda se expe-
rimentaba como la intervención de un dios o figura divina salvado-
ra, que descendía milagrosamente de los cielos. En la actualidad,
el arquetipo del Salvador puede proyectarse a los habitantes de los
Platillos volantes, criaturas humanoides de consciencia supuesta-
mente superior que algunos imaginan sobrevolándonos como án-
geles guardianes, esperando el momento propicio para descender

244

El Ermitaño: ¿Hay alguien aht?

e iluminar nuestra oscuridad. En el caso de que estas criaturas
existieran, obviamente, su solo advenimiento no podría salvarnos.
Como ya ha mostrado la historia, un «salvador» puede, como má-
ximo, ayudarnos a encontrar el camino para salvarnos a nosotros
mismos. Así pues, mientras unos suben a los cielos para investigar
la realidad de estos mágicos objetos redondos que contienen la en-
carnacién moderna del Sabio Anciano, el resto, nosotros, volve-
mos la atención hacia nuestro interior, en busca de la parte contra-
ria de estas imágenes, pues éstas son las fuerzas que nos mueven en
nuestra búsqueda final, cosa que, de hecho, es su razón de ser.
Ensu ensayo Platillos volantes: un mito moderno, Jung comen-
ta ampliamente el significado psicológico de nuestro interés por
los ovnis. Apoya la idea de que (aparte de que sea cierto que exis-
tan estos objetos circulares en la realidad) es un hecho de signifi-
cación psicológica considerable que haya personas en todo el
mundo que digan haberlos visto en los cielos, o hayan experimen-
tado su presencia en sueños y visiones. Comparando el Ovni con
el mandala, la rueda solar y el «Ojo de Dios», Jung dice después:

«En la antigüedad, los ovnis podían entenderse fácilmente
como “dioses”. Son manifestaciones implícitas de la totalidad,
cuya forma redonda, simple, representa el arquetipo del si
mismo, el cual, como sabemos por experiencia, juega un papel
importante en la unión de los opuestos aparentemente irrecon-
ciliables y es por eso el medio más apto para compensar la men-
te dividida de nuestra época, Tiene un papel particularmente
importante entre los otros arquetipos, ya que es el primero en
regular y ordenar los estados caóticos, dando a la personalidad
la mayor unidad posible, así como la plenitud.»

Considerando el fenómeno ovni como una compensación para
nuestra cultura de orientación grupal, Jung dice que «los signos
aparecen en los cielos de modo que todos puedan verlos. Son
como una pregunta para que cada uno de nosotros recuerde su
alma y su totalidad, pues ésta es la respuesta que Occidente tiene
que darle al peligro de la masificación»?

El Ermitaño del Tarot puede, pues, simbolizar la humanidad
que camina solitaria por esta tierra, llevando solamente la peque-

245

A

Jung y el Tarot

fia luz de la consciencia diaria para iluminar la creciente masifica-
ción que trata de apoderarse de este mundo. El hombre está al
borde de una revolución en potencia de la consciencia humana
Quizá la ayuda deseada descienda de los cielos, quizá se halle sola.
mente en la constelación celestial que poseemos en nuestro interior.

El número nueve del Ermitaño refleja muchas de las ideas ex.
presadas aquí. Manteniéndose en pie, el más alto entre los digitos
Únicos, el nueve, representa la altura máxima del poder alcanza.
ble por un solo número. En el contexto del comentario de Jung,
podríamos observar el número nueve como el símbolo del punto
más alto de la consciencia que puede alcanzar el Ermitaño, como
hombre, hasta que pueda enfrentarse a otra criatura que tenga
igual capacidad de comprensión, o bien hasta que pueda descu-
brir, dentro de su propia psique, dimensiones de conocimiento
desconocidas hasta ahora.

En caracteres arábigos, (el número nueve escrito como un cír-
culo con un uno como cola) presagia al múmero diez, en el cual la
energía contenida en los círculos celestiales, se atrae a la tierra
para permanecer al lado del número uno y entonces, con una nue-
va configuración, iniciar un nuevo ciclo de dimensiones amplia.
das. Cuando esto sucede psicológicamente, la pequeña llama de la
lámpara del Ermitaño se transforma en una iluminación de enor-
mes proporciones.

En muestro planeta, el número nueve es también un número de
gestación humana, el período de preparación necesario para la
creacién de un nuevo ser. Para nosotros es también, según parece,
un tiempo de preparación y de gestación. Mientras cada uno de
nosotros no haya accedido a su propia lámpara, podríamos vernos
segados o destruidos por un flujo demasiado amplio de la jlumina-
ción celestial

Históricamente también, este número nueve está conectado
son la idea de gestación e iniciación, Apolonio de Tiana, el neo.
platónico griego, lo consideraba un número sagrado. Sus discipu-
los llevaban este número como un amuleto y consideraban a parte
la hora novena como tiempo de silencio. Prohibió a sus seguidores
que pronunciasen este número en voz alta. Los candidatos a ser
iniciados en los misterios de Eleusis atravesaban un período de
nueve días. También para los romanos el nueve tenía un papel ini

246

El Ermitaño: ¿Hay alguien ahí?

ciático; celebraban un rito de purificación para todos los infantes
varones en el día noveno después de su nacimiento. Enterraban a
sus muertos en el noveno día y celebraban una fiesta llamada «no-
venalia» cada nueve años, en memoria del muerto. Esta costum-
bre está aún viva en las novenas, un rito católico de oración cele-
brada durante nueve días consecutivos para rezar por las almas del
torio. Ñ

Pe atemáticamente, también el nueve tiene cualidades miste-
riosas, pues vuelve sobre sí mismo siempre. Por ejemplo: 1 + 2
+3 +4 +54 6+7+8+ 9 = 45, la suma de cuyos dígitos
es 9. De manera similar, 9 + 9 = 18 = 9, También 9 multiplicado
por cada dígito del I hasta el 9 produce un resultado que se reduce
a nueve. Es fácil, pues, comprender por qué el nueve es el número
de la iniciación, puesto que simboliza el viaje del iniciado hacia su
autorrealizaciön. Sea cual sea la circunstancia en la cual el iniciado
empiece su viaje y sea cual sea la experiencia que encuentre en su
camino, al final debe, también él, volver hacia s-mismo.

Como sucede con todas las figuras arquetípicas, si descuida-
‘mos captar sus mensajes voluntariamente, nos veremos obligados
a ello a la fuerza. Por ejemplo, el no atender a la llamada del Er-
mitaño a la introversión, puede dar como resultado una soledad
forzada y un aislamiento derivadas de una enfermedad mental o
psíquica, Si sabemos observar y escuchar, podemos aprender de
este Sabio Anciano el arte de retirarse voluntariamente de la so-
ciedad e introducirse de nuevo en ella de regreso, en el momento
oportuno. Cuando el mundo exterior reclama nuestra atención,
no podemos permanecer hibernados en nuestra introversión como
el 050 en su oscura caverna, ni podemos vernos forzados a la ex-
traversión llevando constantemente la máscara de la sonrisa del
posadero, porque nuestra verdadera identidad está todavia ocul-
ta, desconocida en el sótano de nuestro ser.

Tal como está representado el Esmitaño en el Tarot de Marse-
lla, nos señala su capacidad para hacer una discreta retirada y vol-
ver después. Es un personaje solitario, aunque vista los hábitos de
una orden religiosa con los cuales debe de mantener algún contac-
to. Está representado en camino, lo que acentúa su capacidad para

la marcha entre estos dos mundos. Ñ

Así como nuestro ritmo vital es medido alternativamente por

247

Jung y el Tarot

fia luz de la consciencia diaria para iluminar la creciente masifica-
ción que trata de apoderarse de este mundo. El hombre está al
borde de una revolución en potencia de la consciencia humana.
Quizá la ayuda descada descienda de los cielos, quizá se halle sola:
mente en la constelación celestial que poscemos en muestro interior,

El número nueve del Ermitaño refleja muchas de las ideas ex.
presadas aquí. Manteniéndose en pie, el más alto entre los digitos
Únicos, el nueve, representa la altura máxima del poder alcanza-
ble por un solo número. En el contexto del comentario de Jung,
Podríamos observar el número nueve como el símbolo del punto
más alto de la consciencia que puede alcanzar el Ermitaño, como
hombre, hasta que pueda enfrentarse a otra criatura que tenga
igual capacidad de comprensión, o bien hasta que pueda descu-
brir, dentro de su propia psique, dimensiones de conocimiento
desconocidas hasta ahora.

En caracteres arábigos, (el número nueve escrito como un cír-
culo con un uno como cola) presagia al número diez, en el cual la
energía contenida en los círculos celestiales, se atrae a la tierra
para permanecer al lado del número uno y entonces, con una nue-
va configuración, iniciar un nuevo ciclo de dimensiones amplia-
das. Cuando esto sucede psicológicamente, la pequeña llama de la
lámpara del Ermitaño se transforma en una iluminación de enor-
mes proporciones.

En nuestro planeta, cl número nueve es también un número de
gestación humana, el período de preparación necesario para la
creacién de un nuevo ser. Para nosotros es también, según parece,
un tiempo de preparación y de gestación. Mientras cada uno de
nosotros no haya accedido a su propia lámpara, podríamos vernos
cegados o destruidos por un flujo demasiado amplio de la ilumina-
ción celestial,

Históricamente también, este mimero nueve está conectado
con la idea de gestación e iniciación. Apolonio de Tiana, el neo-
platónico griego, lo consideraba un número sagrado. Sus discípu-
los llevaban este número como un amuleto y consideraban a parte
la hora novena como tiempo de silencio. Prohibió a sus seguidores
que pronunciasen este número en voz alta, Los candidatos a ser
iniciados en los misterios de Eleusis atravesaban un período de
"nueve dias. También para los romanos el nueve tenía un papel ini-

246

El Ermitaño: ¿Hay alguien aht?

tico; celebraban un rito de purificación para todos los infantes
varones en el día noveno después de su nacimiento. Enterraban a
sus muertos en el noveno día y celebraban una fiesta llamada «no-
venalia» cada nueve años, en memoria del muerto. Esta costum-
bre está aún viva en las novenas, un ito católico de oración cele-
brada durante nueve días consecutivos para rezar por las almas del
purgatorio.

Matemäticamente, también el nueve tiene cualidades miste-
riosas, pues vuelve sobre sí mismo siempre. Por ejemplo: 1 + 2
+3+4+5+6+7+ 8 +9= 45, la suma de cuyos dígitos
es 9. De manera similar, 9 + 9 = 18 = 9. También 9 multiplicado
por cada dígito del 1 hasta el 9 produce un resultado que se reduce
a nueve. Es fácil, pues, comprender por qué el nueve es el número
de la iniciación, puesto que simboliza el viaje del iniciado hacia su
autorrealización. Sea cual sea la circunstancia en la cual el iniciado
empiece su viaje y sea cual sea la experiencia que encuentre en su
camino, al final debe, también él, volver hacia s£mismo.

‘Como sucede con todas las figuras arquetípicas, si descuida-
mos captar sus mensajes voluntariamente, nos veremos obligados
a ello a la fuerza. Por ejemplo, el no atender a la llamada del Er-
mitaño a la introversión, puede dar como resultado una soledad
forzada y un aislamiento derivadas de una enfermedad mental o
psíquica. Si sabemos observar y escuchar, podemos aprender de
este Sabio Anciano el arte de retirarse voluntariamente de la so-
ciedad e introducirse de nuevo en ella de regreso, en el momento
oportuno. Cuando e] mundo exterior reclama nuestra atención,
‘no podemos permanecer hibernados en nuestra introversión como
el 050 en su oscura caverna, ni podemos vernos forzados a la ex-
traversión llevando constantemente la máscara de la sonrisa del
posadero, porque muestra verdadera identidad está todavía ocul-
ta, desconocida en el sótano de nuestro ser.

Tal como está representado el Ermitaño en el Tarot de Marse-
lla, nos señala su capacidad para hacer una discreta retirada y vol-
ver después. Es un personaje solitario, aunque vista los hábitos de
una orden religiosa con los cuales debe de mantener algún contac-
to, Está representado en camino, lo que acentúa su capacidad para
la marcha entre estos dos mundos.

Así como nuestro ritmo vital es medido alternativamente por

247

Jung y el Tarot

la inhalación y la exhalación, de la misma manera sigue un modelo
rítmico nuestra necesidad de introversión y extraversión. El Ermi-
taiio es un maestro que nos ayuda a conocer nuestro propio pulso.
Por la forma en que se curva su báculo, y su hábito con él, nos su-
giere un ritmo tan natural como el de respirar. El plácido andar
del fraile se hace eco del sereno «tempo» de su meditación. Visto a
la media luz del ensueño, este Ermitaño parece moverse firme-
‘mente; el movimiento de su marcha apunta ya el gesto de su retor-
no. Parece estar diciéndonos que la vida es un proceso, no un pro-
blema, que el Tao es un viaje, no una meta,

El mundo es un puente, crüzalo; pero no constru-
yas nada sobre él». ¿Con a interna que guía sus pasos, el Ermitaño,
no necesita casa. No está encargado de posesiones personales.
Hoy muchos imitan su Libertad en cuanto las posesiones praworas
del hogar. Desprendiéndose de los bienes acumulados durante una
vida, se trasladan a casas móviles, (tiendas de campaña o furgo-
nes), vagando por los bosques en busca de la serenidad. Desgra-
ciadamente, liberarnos de nuestra carga psicológica no es fácil. La
siguiente historia puede ser ilustrativa de ello; se refiere a un jo-
ven rebelde que, desprendiéndose de todas sus pertenencias ma-
teriales, cruzó el océano para consultar a un gurú famoso.

«Oh, Maestro» empezó diciendo sin aliento el buscador fervo-
Toso, «Estoy avergonzado por no haber traído ningún regalo, vivo
ahora con las manos vacías» y el maestro le contestó pausadamen-
te: «Lo sé, hijo, lo sé; déjalo, pues».

Nuestro Ermitaño es sin duda este sabio. Es obvio que la luz
de su lámpara penetra la oscuridad espiritual tanto como la tem-
poral, puesto que el cielo que tiene encima es claro y sin mubes. Su
visión interior penetra las divisiones arbitrarias de tiempo y espa-
cio para revelarnos unos patrones del eterno presente llenos de
significado. Consigue ver tan profundamente en el presente que
aclara todo el tiempo: el pasado, el futuro, así como su interrela-
ción. Más adelante, la evidencia nos confirmará el hecho de que a
este sabio, como a Merlin, se le atribuye la posesión del tiempo,
ya que en algunas barajas antiguas se le dibuja con un reloj de are.
na y a esta carta se le llama el Tiempo.

Este Viajero utiliza su lámpara para iluminar su propia oscuri-
dad, Su luz brilla para otros, por supuesto, pero no lo hace de modo

248

DTS

El Ermitaño: ¿Hay alguien ahf?

deliberado. Si las vidas son iluminadas a su paso, se deberá a que
ha ayudado quizá de la única manera en la que el ser humano pue-
de ayudar a los demás, esto es; siendo plenamente él mismo. En
mi opinión, este Sabio ilumina la sabiduría de una antigua plegaria
incomprendida atribuida a los Amigos que dice así: «Dios me libre
deser“útil”».

Quizá hoy más que nunca andamos sobre un suelo totalmente
nuevo. En nuestro mundo actual no existen patrones establecidos
de antemano, no hay un foco central utilizable por todos. Cada
uno de nosotros debe de encontrar la manera de encender su pro-
pia chispa. Como ha demostrado la historia, no podemos depen-
der de autoridades del «más allá» que nos suministren respuestas
iluminadoras para aclarar los problemas planteados por la vida ac-
tual. En los años recientes, nosotros, las gentes de mundo civiliza-
do, nos hemos sentado frente a los televisores, indefensos, viendo
cómo historias de la vida real, historias de corrupción y derrota,
de depresión y revolución, sobrepasando las barreras naturales,
sociales, políticas e incluso nacionales, invaden muestras salas de
estar para alcanzar a nuestras conciencias y despertar nuestro es-
píritu. Durante todo este tiempo, el Ermitaño podría haber per-
manecido en pie, entre bastidores, esperando la señal para actuar.
Quizá la oscuridad comience a disiparse de modo que el silencioso
mensaje del Ermitaño aparezca claramente para todos nosotros:
«Cada uno de nosotros debe descubrir su propia luz interior. En el
momento en que traspasamos nuestra visión interior y nuestra res-
ponsabilidad a un imaginario «hermano mayor», sea político, psi-
cólogo o gurú, hemos perdido, tanto nuestra identidad cultural
como nuestra propia humanidad,

Sino lo sacas de ti mismo, ¿dónde vas a ir a buscarlo? Esta vie-
ja cantinela resuena con fuerza en nuestros oídos. Quizá más que
nunca debemos cobrar conciencia ahora de que la luz que busca-
‘mos no es una luz pre-dispuesta que nos llegará algún día del espa-
cio exterior en un platillo volante... Hemos de hacernos a la idea
de que el Espíritu Santo no es algo externo a nosotros, algo que al-
gún día con suerte llegaremos a alcanzar, El Espíritu Santo es una
minúscula llama creada de nuevo con cada ser humano en cada ge-

neración. Con cada inspiración incitamos o accedemos al «pneu-
ma» y recreamos el Espíritu. El Cristo es concebido, no hecho,

249

> <A

Jung y el Tarot

lo que equivale a decir que Él
sotros,

Prometeo robó el fuego del cielo y lo acercó a la humanidad.
Me gusta pensar que el Ermitaño devuelve algo de este fuego sa:
grado a su fuente. Eso es lo que cada uno de nosotros hace al re-
crear el Espíritu.

¿Hay alguien ahí fuera? El Ermitaño espera nuestra respuesta.

ce de nuevo en cada uno de no-

250 ñ

Fig. 44 La Rueda de la Fortuna (Tarot marseilss)

13. LA RUEDA DE LA FORTUNA:
jSOCORRO!

Todo va, todo vuelve; gira eternamente la
rueda del ser... Tortuoso es el sendero de la
eternidad.

Nietzsche

El Reino del Equilibrio empezó con una figura alegórica. La
Justicia, que representa un concepto general; la siguió el Ermita-
ño, que encarnaba su sabiduría de una manera más individual.
Ahora nuestro objetivo va de la contemplación fatima de la ilu-
minación personal hacia los más amplios panoramas de los prin-
cipios universales, culminando con la pregunta central del desti-
no frente al libre albedrío, como nos lo presenta la Rueda de la
Fortuna (fig. 44).

En esta carta podemos ver a dos extraños animales que giran
desesperadamente en la incesante Rueda de la Fortuna. Los ani-
males llevan vestidos humanos. Quizá el Tarot trata de decirnos
que nosotros, al igual que estos animales, estamos atrapados en el
círculo sin fin de la predestinación de la Rueda de la Fortuna,
¿Quizá esta carta nos ofrece un mensaje más esperanzador?

Comentaristas anteriores han explorado en la genealogía de
los dos animales de la rueda en busca de claves. La criatura que as-
ciende por nuestra derecha ha sido relacionada con Anubis, el
dios con cara de perro de Egipto, encargado de pesar las almas de
los que morían; se le tiene por un factor positivo e integrador. El
animal de nuestra izquierda, parecido a un mono, se asocia con
Tifón, el dios de la destrucción y de la desintegración. La mayoría
de los comentaristas ven a Tifón como un ser negativo en el senti-

253

SS.

Jung y el Tarot

do peyorativo y se complacen en señalar que se ha dibujado bajan-
do, mientras que Anubis (el bueno) está subiendo.

Aunque es cierto que Tifón está bajando, no va a desaparecer
por eso de la escena. Antes de que nos demos cuenta, la Rueda
habrá girado y Tifón se encontrará en la posición del perro, en lo
alto, mientras que Anubis se verá obligado a permanecer en las
regiones inferiores. Las dos criaturas parecen estar fijadas a la
Rueda, condenadas a un eterno girar. La mirada desesperada de
la sara de Tifón nos señala que no está en el dibujo por su gusto.

'arece rogarnos que le aceptemos como a un i
Parece sogarnos q p pasajero obligado de

Parece como si de nuevo estuviéramos tratando con nuestros
dos amigos, los opuestos, que representan dos tipos de energía.
'Vimos anteriormente esta representación en la pareja de caballos
del Carro y en la pareja de platillos de la balanza de la Justicia,
Ahora aparecen como dos formas de la libido del inconsciente ani.
mal, atrapadas en el interminable ciclo de la naturaleza: el yang
necesita dominar y organizar, y la tendencia yin es recibir y conte
ner. Como sabemos, las dos son instintivas en toda la naturaleza y
Operan continuamente en todos nosotros. El hecho de que estos
dos animales lleven vestiduras humanas puede querer decir que
las fuerzas que ellos representan están parcialmente civilizadas,
han evolucionado a través de la conciencia hasta un punto tal que
su energía puede ahora servir para el uso humano,

En la carta número ocho podíamos ver el yin y el yang en los
platillos de la balanza de la Justicia guardados por una diosa de sa-
biduría imparcial que mantiene en alto una espada. Aquí los ve-
‘mos como animales vivos atrapados en un ingenio vigilado por un
monstruo de oscuros orígenes que sostiene su espada de manera
descuidada y azarosa. Sea cual sea el poder que domina la Rueda
de la Fortuna, es evidentemente amoral. Guarda poca relación
con la justicia. Nos recuerda a aquel bufón que se burla de la auto-
ridad del Rey al llevar puesta su corona.

Esa criatura oscura con su dorada corona está sentada sobre
una plataforma, encima de la Rueda, separado de la actividad de
ésta. A pesar de que el monstruo guarda la Rueda, no le propor-
ciona fuerza motriz, Las dos criaturas desesperadas de la pareja
son las que le proveen de energía.

254

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

Tradicionalmente es labor del Héroe liberar a las desesperadas
víctimas del monstruoso destino, liberándolas del cautiverio sin
matarlas ni lesionarlas, pues las dos son necesarias para mantener
Ja Rueda en movimiento. Traduciéndolo a un lenguaje más psico-
lógico, es labor de cualquier ser que va en busca de autoconoci-
miento liberar las energías animales atrapadas previamente en el
círculo repetitivo de los instintos de manera que esta libido se pue-
da utilizar de manera más consciente. El primer paso en esta dirce-
ción es enfrentarse con la oscura criatura que está sentada sobre la
Rueda, quien tiene atrapadas a estas dos bestias esclavizadas.

Al igual que tos dragones o animales mitológicos encargados
de guardar un tesoro de logro difícil, estas criaturas son un conglo-
merado monstruoso de partes bestiales que representan una odio-
sa aberración del orden natural. Quizá quiere simbolizar el caos
preexistente a la creación. El animal está desnudo aunque lleva
una corona dorada que sugiere que, a pesar de que su energía sea
primitiva, su poder es divino. Tiene cara de mico y el cuerpo y la
cola de león; sus alas rojas de murciélago lo relacionan con la no-
che y con el Diablo, a quien encontraremos en la carta número
quince. Ver una espada en manos de semejante monstruo es real-
mente alarmante. Solamente su corona dorada nos deja entrever
la esperanza de que esta extraña bestia tenga algún aspecto reden-
tor. De hecho, es una esfinge.

A primera vista parece descabellado pensar en esta criatura
como esfinge. Ciertamente su rostro oscuro, casi travieso, no se
parece en nada al de su serena y dorada oponente, la familiar es- +
finge egipcia. Son realmente opuestas. La esfinge egipcia es un
símbolo masculino asociado al dios solar Horus, mientras que la
esfinge aquí dibujada tiene apariencia femenina, similar a la esfin-
ge de la mitología griega que representa el principio de la madre
negativa,

Si tomamos a la Emperatriz del Tarot, carta múmero tres,
como símbolo del principio de la madre positiva, veremos al
monstruo que tenemos ante nuestros ojos como su fatal opuesto.
Podemos ver a la criatura sentada encima de la rueda como la pa-
rodia de la Emperatriz. Como ella, lleva una corona dorada, pero

en este caso le cae mal, es incongruente con su cara de mona; la
impertinencia descuidada con la que sostiene la espada parece un

255

Jung y el Tarot

remedo de cómo sostiene la Emperatriz su cetro. Incluso las
‘monstruosas alas rojas de la esfinge sugieren aquellas «alas de An.
gel» que recordaba el trono de la Emperatriz. El hecho de que la
Rueda de la Fortuna aparezca directamente debajo de la carta de
la Emperatriz en el mapa de nuestro viaje (fig. 3) viene a confir.
mar la idea de que esta esfinge representa su aspecto sombrio.

La madre esfinge negativa fue inmortalizada por el mito de
Edipo, donde sale al paso del héroe pidiéndole soluciones a sus
adivinanzas antes de permitirle proseguir. La pintura de Moreau
Edipo y la Esfinge (fig. 45), representa a esta última esfinge como
una arpía seductora, clavando sus garras en Edipo para impedir
que progrese, minando su vitalidad y poniendo en peligro toda su
vida. Esta arpía depredadora vive aún hoy en todas aquellas muje-
res que saltan sobre uno a la menor oportunidad con preguntas in.
sidiosas

El significado de la confrontación del héroe con la madre nega-
tiva que tan claramente se nos sugiere en la cima de la Rueda de la
Fortuna, podemos estudiarlo y aclararlo a través del estudio del
simbolismo de la historia de Edipo tal como lo hace Marie Louise
von Franz en su libro El problema del Puer Aeternus (El problema
del niño eterno).! Allí nos explica que, aunque Edipo resolvió con
éxito la pregunta propuesta por la Esfinge, no por eso redimió su
naturaleza instintiva del poder de la misma. Por el contrario, que-
d6 atrapado entre las garras del cruel destino al igual que cual.
quiera de los desesperados animales que giran en la rueda de su
comportamiento instintivo y predestinado. De hecho, mató a su
padre y se unió a su madre, cumpliendo así su destino como se ha.
bia profetizado. El resultado psicológico fue igualmente fatal. Al
matar a su padre (símbolo de orden masculino dominante) y ca-
Sarse con su madre la reina Yocasta (símbolo del principio legisla.
¿dor femenino), Edipo se identificó con el símbolo femenino, ente.
rrando su masculinidad en el vientre de la Gran Madre.

Como resultado del hecho mítico, precisamente porque Edipo
supo responder al acertijo de la Esfinge, ganó a Yocasta como re.
compensa. Resulta una ironía, como aclara von Franz, que Yocas.
ta misma se convierta en la manifestación humana del arquetipo
de la Madre Devoradora que Edipo creyó vencer al responder
acertadamente a la Esfinge en su juego de palabras. Su intelecto

256

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

i Óleo sobre
Fig. 45 Edipo y la Esfinge (Gustave Moreau, 1826-1898.
ta Museo do rte, Nuva Yoga do la Herman 1221)

257

TT à

Fortuna: ¡Socorro!
Jung y el Tarot La Rueda de la Fortuna: ¡Soco»

superior fue castigado, pues los dioses son celosos de comporta-
mientos tan orgullosos como el suyo.

También a nosotros nos sucede algo parecido al enfrentarnos a
la esfinge de la Rueda: no podemos dar rienda suelta a nuestras
energías creativas con gimnasias mentales ni podemos esquivar
nucstro destino humano por el solo hecho de dar respuetas auda-
ces. Como nos recuerda Marie Louise von Franz, eso es una hábil
trampa del inconsciente para distraer al héroe (la conciencia hu-
mana alcanzando la plenitud) proponiendo preguntas filosóficas
en el preciso momento en que éste necesita hacer frente a las soli-
citaciones de su naturaleza instintiva, Al caer en la trampa del juc-
89 de palabras de la esfinge, Edipo salvó su intelecto pero sacrifi-
c6su falo, su masculinidad terrenal.

A través de la historia de la humanidad podemos ver cuántas
veces el hombre ha hecho intentos heroicos por liberarse del con-
trol automático de su naturaleza animal, buscando descubrir siem.
pre algún patrón de conducta para el insensato e interminable ci. |
<lo de nacimiento y muerte, encontrando un significado trascen-
dental en el aparentemente quijotesco subir y bajar de la Rueda
de la Fortuna. El primer paso en la búsqueda del héroe se repre-
senta universalmente como un acto de desafío a la madre negativa

Tanto en la cultura oriental como en la occidental el principio |
femenino se experimenta como un poder monstruoso e implaca-
ble que preside los giros de fortuna de la humanidad. En su ya clé.
sica obra La Gran Madre, Erich Neumann ilustra y comenta dos
ejemplos de este tema.” El primero de ellos, nacido en el Este, es
la Rueda de la Vida del Tibet que se encuentra suspendida en las
‘manos de la oscura bruja Srinmo, la femenina diablesa de la muer-
te. El segundo ejemplo, de origen occidental, es la llamada Rueda
de la Madre Naturaleza (una figura de la Edad Media), gobernada
por el tricéfalo Tiempo que se yergue inmóvil sobre ella,

(Una de las barajas más antiguas que existen presenta la Rueda
de la Fortuna con cuatro seres humanos atrapados en ella (fig. 46).
El que está subiendo nos indica Regnabo (reinaré), mientras le
recen un par de orejas de burro. La figura superior, con las orejas
ya completamente crecidas, sostiene el cetro mientras nos dice
Regno (reino). La figura que está cayendo perdió ya sus orejas
pero parece crecerle un rabo; dice Regnavi (reine). Hay un hom.

Fig. 46 La Rueda de la Fortuna (Tarot Sforza)

258 259

Eo

Jung y el Tarot

bre con barba en el suelo, la única figura totalmente humana de
los cuatro; está a gatas y dice: Sum sine regno (estoy sin reino).
Vemos a la Fortuna entronizada en el centro de la rueda. Es ciega
y lleva un par de alas doradas, lo cual nos indica dos cosas: la indi-
Jerencia hacia las promesas de los hombres y su poder celestial de
controlar el destino. Sencillamente, convierte en burros a aquellos
que osan elevarse por encima de ella, Se venga de ellos lanzándo-
los al suelo como bestezuelas, El viejo que se encuentra bajo la
rueda, como Edipo en Colono, ha caído también de las alturas,
pero, como Edipo, también, a través de esta experiencia, se ha
convertido en un ser verdaderamente humano.

La rueda se representa muy a menudo como un correctivo de
la hybris. El arte de la Edad Media lo representa muy a menudo
como un instrumento de tortura mediante el cual los orgullosos
son lanzados al infierno mientras el diablo da vueltas a la manive-
la. La historia griega de Ixfon trata de un tema similar. En este
mito, Isíon fue atado por Zeus a una rueda de fuego, pues fue tan
atrevido como para enamorarse de Hera, la Reina Madre del
Olimpo. Como ocurrió con Edipo, los dioses castigan irremisible-
mente a aquéllos que, olvidando sus limitaciones humanas, aspi-
ran a burlarse (poniéndole cuernos) del principio masculino, sim-
bolizado en esta historia por Zeus.

‘Vale la pena señalar en esta historia que Ixfon, enorgullecido,
se elevó tan por encima del nivel humano que fecund6 a una nube,
produciendo de esta manera el primer centauro, una criatura
monstruosa que tenía cabeza y hombros humanos pero cuerpo de
caballo. La fisiología del Centauro es tal que aunque tenga cabe-
za, y podríamos atribuirle una inteligencia humana, ésta se en-
cuentra situada de tal manera que es incapaz de observar y de
modificar su bestialidad, ya que su naturaleza animal y las partes
sexuales están colocadas detrás de él (en el inconsciente), donde
no es posible verlas e integrarlas de forma humana. Como se de-
duce de este mito, las criaturas concebidas bajo el influjo del or-
gullo, entre las nubes de la soberbia, están destinadas a ser mons-
truosas. Cuando Ixion, negando sus orígenes humanos, ascendió
por encima de sí mismo para cohabitar con los dioses, no creó en-
tonces un superhombre de proporciones divinas. Por el cont
rio, produjo una malformación, un engendro ps

260

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

tura dividida cuya energía y sexualidad habían retrocedido al nivel
animal.

Dado que la Esfinge del Tarot es tan monstruosa, su sola pre-
sencia nos advierte del destino que aguarda a aquéllos que osan
elevarse por encima del resto de las criaturas y escapar así de la
rueda del destino humano. Si no podemos elevarnos por encima
de nuestro destino, hemos de encontrar alguna manera distinta de
tratar con la esfinge y su Rueda.

Por ahora, debe estar ya claro que esta esfinge, como toda
hembra (sea diosa, bruja, humana o monstruosa) está llena de
contradicciones. Por un lado, se nos presenta con un trabajo he-
roico: la oportunidad del ser humano, animándonos a hallar el sig-
nificado dentro de un sistema aparentemente movido sólo por la
energía animal. Por otro lado, nos atrae con sus adivinanzas dis-
trayéndonos de nuestra búsqueda, minando nuestra fuerza con
sus insaciables preguntas.

La Rueda del Tarot refleja la paradoja de su gobernante, Las
bestias cautivas deben recordarnos las limitaciones impuestas por
nuestra naturaleza animal. Al mismo tiempo, sin embargo, nos
ofrecen la oportunidad de trascender estas limitaciones, interce-
diendo si hiciera falta por nosotros. Podemos ver La Rueda a la vez
como un recipiente circular que contiene a toda la naturaleza den-
tro de unas fronteras preestablecidas, y como la fuente de encrgía
mediante la cual podemos, conscientemente, ir más allá de estas
fronteras. El truco es: ¿cómo liberar algo de esta energía cautiva
para usarla conscientemente sin caer atrapados en las artimañas de
la estinge? Mientras tanto, ahí permanece sentada, sonriendo, pen-
sando en sus acertijos: «¿qué es... algo que lleva alas de demonio,
una pezuña partida, rabo, lleva espada y una corona dorada?». Por
ahora, lo que sabemos es que sería fatal sucumbir a la invitación de
esta criatura a lanzarnos a una pirueta dialéctica. Como sucede con
el rompecabezas que suele presentarse en nuestros sueños, la mejor
manera de solucionar los acertijos de La Rueda del Tarot es mirar
bien las imágenes que se nos presentan y estudiarlas en contextos
diferentes. Cada carta del Tarot, así como cada sueño, nos plantea
preguntas cuya respuesta sólo ella o ellos contienen. Solamente
dejando girar a nuestra imaginación con la Rueda de la esfinge po-
remos evitar el quedar atrapados en su red de pensamientos ci

261

Jung y el Tarot

culares, liberando así nuestras energías para conseguir encontrar,
tras las preguntas que propone, el oculto significado que guarda.

‘Vamos, pues, a meditar acerca de la Rueda que tenemos delan-
te. Es ante todo un sistema de fuerzas cuya esencia es el movimien-
to. Aunque vamos a utilizarla (como de hecho se ha utilizado a tra-
vés de la historia de la humanidad) como un diagrama móvil para
medir la interrelación de las diversas facetas de la naturaleza, inclu-
yendo la humana. Aquí la vida se nos presenta como un proceso,
como un sistema de constante transformación que incluye a la vez la
integración y la desintegración, la generación y la degeneración.
Arriba y abajo no se muestran aquí como dos fuerzas fijas en lucha
constante; por el contrario, se nos presentan en un abanico total
de gradación infinitesimal, de alturas varias, las cuales inciden su-
tilmente unas en otras, como lo hacen las estaciones del año.

Como revela el constante girar de la rueda, nada existe por sí
mismo; todo se manifiesta y todo muere, No lo hace en una se-
cuencia de tiempo determinada, sino de modo simultáneo. Ahora
mismo, al leer estas líneas, algunas de las cólulas de nuestro cuer-
PO mueren, mientras otras nacen.

Meditar acerca del movimiento perpetuo de La Rueda puede
ayudarnos a experimentar la simultaneidad de los opuestos; inclu-
so las fuerzas aparentemente irreconeiliables llamadas muerte y
vida. Meditando acerca de esta carta, podemos experimentar un
mundo que no está creado en el tiempo: un sistema que no empe-
26 nunca y que no acabará nunca. A medida que se tranquiliza
nuestra respiración y sincronizamos los latidos de nuestro corazón
con los giros de la Rueda, podemos conectar con nuestro nacer y
nuestro morir, no como dos acontecimientos coneretos que mar-
caron el principio y el fin de una experiencia lineal llamada vida,
sino como dos aspectos perpetuamente presentes de un proceso
continuo cuyo desarrollo se extiende hasta el infinito. En este mo-
‘mento es cuando se puede experimentar cómo La Rueda se muc-
ve a través del tiempo, saltando en continuos ciclos de vida, muer-
te y renacimiento. En este momento ya no consideramos estéril su
movimiento, unos gestos repetitivos, una incesante ondulación
del día hacia la noche y empezar de nuevo... Empezamos a experi-
mentar que cada amanecer nos trae un día totalmente nuevo y que
la oscuridad de cada noche nos envuelve de regreso a su seno. En

262

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

estos momentos de visión interior, nuestros huesos se ven fortale-
cidos con una nueva vida, y muestra sangre canta con el conoci-
miento seguro de que cada día renacemos de nuevo.

Hay un gran número de opuestos representados en La Rueda,
por ejemplo: movimiento y estabilidad, trascendencia e intrascen-
dencia, lo temporal y lo eterno. Si miramos cómo gira la rueda,
veremos cómo estos opuestos trabajan juntos; cómo el amplio mo-
vimiento de su propósito exterior (su razón de ser) sería imposible
sino fuera por la estabilidad que le concede su centro fijo.

El centro, pequeño y cerrado, nos ofrece poco lugar para la ex-
pansión y la diferenciación, no está abierta a nueva luz ni a nuevas
influencias ni a amplias variaciones rítmicas. Por contraste, su am-
plio borde está expuesto por su rápido movimiento a varias visiones
nuevas que se le presentan con gran velocidad. Podríamos colocar
cientos de puestos de observación en el amplio círculo exterior y
cada uno de ellos con una visión distinta de la de los demás. El bor-
de es vertiginoso, está lleno de energías y de ideas nuevas, pero
Carece de estabilidad y unidad.

Para expresar estas ideas con otras palabras, podríamos decir que
el centro de la rueda representa la ley universal y el borde exterior
la aplicación individual. En el centro se halla lo arquetípico o eter-
no y en el borde exterior lo específico y lo efímero; en el centro, lo
subjetivo e ideal, y en la periferia lo objetivo y real. Es como si la ne-
cesidad primordial de creación de la divinidad, la idea central de toda
manifestación, girando sobre sí misma, saliera a la periferia donde
aparecería con mil aspectos diferentes. El centro expresa la pleni-
tud indiferenciada del puro ser, cuya esencia es inmutable e impere-
cedera, mientras el borde ofrece modificaciones, experiencias, mo-
vimientos, todo ello necesariamente a costa de una menor unidad.

A mi me parece que La Rueda del Tarot es un vehículo excelen-
te para visualizar y comprender lo que creo que Jung quiso signi
car con unos términos que a menudo se entendieron mal: «intro-
versión» y sextraversión». Al introvertido me lo imagino viviendo
cerca del centro de la Rueda. Lo que le preocupa más es el espacio
interior; las imágenes primordiales de su mundo interior son las fi-
guras arquetípicas instintivas de la psique humana, cuya naturale-
za esencial permanece constante a través de las generaciones. Al
extravertido me lo imagino viviendo cerca del borde exterior, don-

263

Jung y el Tarot

de se ve atraído primordialmente por el espacio externo: le gusta
el movimiento, la exploración, la aventura y se ve fácilmente esti-
mulado por la gente, los lugares y los planetas.

AL introvertido todos estos estímulos le parecen amenazas.
Antes de que pueda contemplar el mundo exterior, tiene que co-
nectar consigo mismo (si-mismo), explorando sus profundidades
interiores. Debe descubrir el significado de su vida interior antes
de que pueda tomar parte en la montaña de acontecimientos que
el mundo exterior se empeña en presentar.

Para el extravertido, por supuesto, es exactamente al revés.
Para él, la excitación de los acontecimientos externos es a la vez
atractiva y significativa. Por el contrario, no se atreve a abordar la
masa de imágenes caôticas del mundo interior. Alcanza en segui-
da el objeto externo y es a través de esta experiencia, con el estf-
mulo exterior, como conecta con su ser interior. Resumiendo, po-
drfamos decir que el introvertido aprende a hacer por el ser y el ex.
travertido aprende a ser por el hacer.

Obviamente, y por suerte, en la naturaleza no existe un ejem-
plar puro de ninguno de estos dos tipos. Una persona totalmente
introvertida quedaría inmóvil ante el trabajo, como un vegetal.
Una persona totalmente extravertida viviría enteramente en el
borde exterior, donde sus energías se derramarían en todas direc-
ciones como las chispas de una rueda de fuegos de artificio, dejan-
do luego tras de si un cartucho quemado y vacío.

Esto no esla clasificación rígida de unos tipos de actitud, es tan
sólo la indicación de unas tendencias innatas, más pronunciadas
en unos que en otros. A medida que uno crece en autoconoci
miento, puede modificar su tendencia natural. Comprendida y
aceptada la propia actitud típica, ésta puede convertirse en fuente
de energfa más que en limitación. En principio, una persona ma-
dura desarrolla todas las facetas de su personalidad de manera que
es dificil determinar por su comportamiento externo solamente
cuáles su tipo natal. Por ejemplo, esa mujer atractiva que se dirige
a cientos de personas desde su tarima puede ser una introvertida
mientras que el alumno aparentemente tranquilo que está sentado
en la sala, escuchando, es un extravertido. En otras palabras, el
factor determinante es, no cómo se comporta uno abiertamente,
sino cómo consiguió hacerlo. Mirando a estas personas como si

264

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

fueran figuras de una rueda imaginaria, el orador introvertido y el
alumno extravertido, podríamos decir que cada uno de ellos ha
efectuado un movimiento de acercamiento hacia el otro y que
ahora pueden disfrutar de un mundo común a ambos. Cada uno
puede hablar el lenguaje del otro y compartir el medio ambiente
sin perder el contacto con su propia identidad básica.

En su libro El Tarot de Hoy, Mayananda utiliza el centro y la
circunferencia de la Rueda de la Fortuna para ilustrar algunas de
las diferencias entre las filosofías del Este y del Oeste.’ Según
dice, las culturas del Este estarían cerca del centro de la Rueda, es
un mundo de principos arquetípicos de cambio muy lento; la cul-
tura del Este la sitúa más cerca de la periferia, donde estas ideas
arquetípicas se han prolongado hasta realidades objetivas. El in-
trovertido del Este se preocupa por los principios generales: la uni-
dad, la eternidad, la estabilidad y el puro ser. El extravertido del
Oeste está más interesado por los objetos mundanos y las expe-
riencias. Es un mundo de movimiento, libertad, diversificación y
especialización. Los seres del Este empiezan el trabajo desde el
centro de la Rueda hacia el exterior, mientras que los seres del
Oeste empiezan por el exterior y van hacia el centro.

Observando los temperamentos y culturas de Oriente y Oct
dente comprenderemos mejor el significado de la afirmación de
Jung cuando dijo que las técnicas de meditación del Este, adopta-
das integralmente, resultan inadecuadas para las necesidades del
Oeste. No se puede vivir creativamente a costa de adoptar un esti-
lo que no es el propio. Contrariamente a lo que supone la mente,
no es adoptando las costumbres opuestas a las propias como se
consigue una mejor relación entre los distintos caracteres. Es sola-
mente «haciendo el propio papel», pero de una manera más cons-
ciente, como cada uno llega a ser más auténticamente él mismo y
finalmente encuentra su camino para entrar en contacto con el
mundo de los demás y hablar su lenguaje. Entonces, podrán coo-
Perar entre sí y compartir sus dos mundos armoniosamente.

‘Tanto para estos oponentes como para cualquier otro par de
opuestos, la Rueda es el captador de proyecciones ideal, puesto
que su función es totalmente «amoral». A diferencia de los plati-
llos de la balanza de la Justicia, esta forma, también circular, no
sirve para pesar ni medir valores relativos. Dado que no es un sis-

265

Jung y el Tarot

tema lineal, su borde se ha convertido en el símbolo por excelencia
de la igualdad y de la interrelación: ninguna posición es preferente
enella a las demás.

Por esta razón, el borde de un círculo se ha utilizado para si-
tuar una serie de conceptos iguales y relativos para demostrar su
igualdad y la forma sutil en que cada uno comparte las cualidades
de los que se hallan a ambos lados, mientras contrasta con su
opuesto del otro lado del círculo. Los colores del espectro, los
cuatro elementos y sus cualidades, los signos del Zodíaco, se han
situado en una rueda móvil de esta manera.

En el / Ching, un antiguo libro de oráculos de origen chino, los
sesenta y cuatro hexagramas que explican el significado de un mo-
mento determinado, también fueron representados en el borde de
un círculo conjuntamente con las cuatro estaciones. Esta disposición
y el hecho de que el título del libro sea El libro de las mutaciones su-
braya la idea de que el clima de cada momento, al igual que las esta-
ciones, pertenece a su tiempo y es igualmente adecuado y necesario.
Para la mente oriental, que no está ligada al pensamiento lineal, no
existe el hexagrama «malo» para una cosa y el «bueno» para otra;
cada uno pertenece a un tiempo determinado, a una estación. Por
ejemplo, incluso el hexagrama llamado «Estancamiento» no ha de
ser considerado negativo en sentido peyorativo, puesto que incluso
las aguas estancadas bullen con nueva vida. Sin estos períodos de
gestación, nada surgiria. Como muestra la rueda al girar, cada parte
de su circunferencia contiene el germen de su parte opuesta.

La meditación sobre la Rueda nos permitirá ver que los mo-
mentos de nuestra vida no suceden como acontecimientos repenti-
nos surgidos de no sabemos dónde en un momento determinado
del calendario, sino que son la parte siempre cambiante de un pro-
ceso por el cual el pasado emerge en nuestra vida presente, y el
presente, por su parte, va irremisiblemente hacia el futuro, Conec-
tar con la Rueda en algunos momentos determinados de nuestras
vidas puede ayudarnos a aceptar las paradojas del momento. Po-
demos considerar el presente como un punto determinado de la
Rueda de la Fortuna, y en este punto, inevitable y simultäncamen-
te, observamos que este instante del tiempo se mueve hacia otra
fase de experiencia con el girar de la rueda. Parece ser que cuanto
‘més podamos llegar a Observar el momento presente sin vacilación

266

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

y aceptarlo como lo que a menudo Jung llamó la «historia tal cual»,
Tanto más capaces seremos de ver la Rueda como una totalidad y
anticiparnos al movimiento de su girar.

Las cartas del Tarot, el / Ching, la Astrología, no tienen por
supuesto poderes mágicos que aseguren la predicción de aconteci-
mientos futuros, pero estas y otras técnicas similares nos ayudan a
centrar muestro conocimiento tan profundamente en el presente
que podemos movernos con más facilidad con la Rueda de la For-
tuna. Es cierto que no podemos liberarnos de ella, pero con este
tipo de visión interior podremos quizás esquivar los mayores de-
sastres ocasionados por nuestra propia ceguera. Aprendiendo a
anticiparnos al ritmo de la Rueda podríamos escapar de vernos
constantemente abatidos por sacudidas inesperadas.

Otra característica importante de la forma circular de una rue-
da es que su centro está equidistante de todos los puntos de la cir-
cunferencia. La famosa mesa del Rey Arturo era por supuesto re-
donda. El hecho de sentarse a una mesa redonda, sin cabecera ni
fondo, no sólo iguala a los que se reúnen a su alrededor sino que
proyecta la atención de todos hacia un mismo punto central. Esto
demuestra la idea de que todos tienen un propósito común, que
permanece central sea cual sea el punto de vista individual de cada
uno de ellos. Cuando la atención está enfocada de esta manera, es
muy posible que la solución de los problemas o las directrices sur-
jan de una manera espontánea trayendo consigo una nueva unidad
e inspiración al grupo. Esta idea queda bellamente ilustrada en
una pintura antigua que muestra al Rey Arturo y a los Caballeros
de la Tabla Redonda sentados alrededor de la mesa, en cuyo cen-
tro resplandece el Grial como una luminosa visión.

Significativamente, la Rueda del Tarot no está dibujada como
un círculo vacío. Esa vacuidad (como el vacío cero del Loco) per-
tenece a un estadio anterior de desarrollo, correspondiente al
mundo indiferenciado de antes de la separación de los opuestos,
al mundo del bufón bailarín. La Rueda no está vacía en absolu-
to. Sus seis fragmentos la dividen de modo funcional a la vez que

la refuerzan, al conectar el aro exterior con el centro estable,
Así dividida, parece una rueda solar, el antiguo símbolo utiliza-
do para describir la fuerza vital divina, Seguramente no es ca-
sual que las separaciones del interior de la Rueda formen la «I»

267

Jung y el Tarot

superpuesta a la «X», que es el monograma griego para Jesu-
cristo.

La Rueda por sí misma encarna la doctrina central del misterio
de todas las religiones mistéricas: el Hijo de la divinidad desciende
A la tierra y se convierte en esclavo del ciclo de su carne mortal.
De esta Rueda de la Vida es de lo que hay que liberarse para ga-
nar la nueva ascensión al cielo, para recobrar la original unidad
con Dios. La carta que estamos contemplando, si no más, puede
representar el primer paso de este proceso: la involución y la gene-
ración; la clásica fórmula expresa el descenso del espíritu sobre la
materia, En términos psicológicos, el nacimiento del ego, el desa-
rrollo de su fuerza, empieza a liberarse de su dependencia de los
arquetipos patriarcales y se establece por sí mismo en este mundo.

Ahora, después del girar de la Rueda, los arcanos restantes van
a mostrarnos los estadios siguientes: evolución y regeneración. En
la fórmula antigua, clásica, esto se entendía como el desprendi
miento del espíritu de la materia y el ascenso de esta última hacia
una nueva unidad celestial. En términos psicológicos, los Arcanos
restantes representan la segunda etapa de la vida, donde las ener-
gas del ego, después de haber conquistado el mundo exterior, se
vuelven hacia adentro, hacia un desarrollo espiritual, En este pun-
to, la «mitad del camino de la vida», nosotros, con Dante, entrare-
‘mos en un mundo inexplorado, a menudo oscuro, donde tendre.
‘mos que enfrentarnos con seres monstruosos y también hallar una
nueva y fresca iluminación.

El hecho de que la vida del hombre vaya a menudo más allá de
su utilidad biológica lo consideró Jung como una señal de que la
vida tiene un signficado y sirve a un propósito más allá de la mera

naturaleza animal. Como confirman los conocimientos médicos.
parece ser que se nos ofrece la oportunidad de una vida totalmen-
fe nueva hacia la mitad de nuestra vida, aunque solemos negar
nuestros presentimientos o augurios. Es cada vez más frecuente
encontrar a seres que, embarcados ya en los sesenta, se preparan
Para lo que llaman «la tercera mitad de la vida». Un nuevo giro de
la Rueda lleno de oportunidades e intereses muy distintos de los
delos años medios.

Por el contrario, encontramos también hoy en día a muchos jó-
venes de veinte años para los cuales la Rueda ha dado ya una vuel-

268

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

completa, Dado que la naturaleza de toda rueda es girar, no po-
demos acelerar e significado de esta cra llevándolo a un mo-
mento determinado en el tiempo cronológico. La Rueda del Tarot
representa un punto crucial del giro que puede tener lugar a cual-
quier edad de la vida. Además girará varias veces para nosotros.
Puede parecernos algunas veces que nuestra propia rueda per-
sonal ha quedado atrapada en una rodera, que la misma experien-
cia sucede una y otra vez; parece que nos hayamnos quedado fija-
dos en un sueño recurrente o una pesadilla. Cuando sucede una
cosa así podemos estar seguros de que no es la «Rueda de la For-
tuna» la que ha quedado atrapada, sino nosotros mismos. Como
dice un refrán: «¡Quien olvida la historia, se ve condenado a repe-
tirlat». Cuando nos parezca, pues, que la historia se repite, debe-
mos preguntarnos: ¿qué hemos olvidado? ¿Qué cosa específica
deberíamos observar con más amplitud en el contexto de nuestra
vida? Entonces, intentando sentir el significado simbólico del sue-
fio o suceso determinado, podríamos desbloquear el amplio signi-
ficado del sueño recurrente para que nuestras energías nos ayuden
a avanzar y nuestras vidas queden libres. o
Para utilizar otra metáfora, un sueño o un acontecimiento que
se repite a menudo es como el sonar incesante del teléfono: cuan-
do al fin cogemos el auricular, cesa el timbre y podemos escuchar
el mensaje. Cada vez que podemos volvernos hacia el inconsciente
y ofr su mensaje, el movimiento repetitivo de la rueda de la vida se
abre hacia una espiral más amplia. Probablemente, todos hemos
experimentado alguna vez los estadios de este movimiento espi-
ral. He aquí como los describe Jung:

«El camino hacia la meta parece caótico ¢ interminable al
principio, sólo gradualmente aparecen signos que nos indican
que vamos a algún lado. El camino no es recto, parece dar
vueltas en círculos. Un conocimiento más preciso del movi-
miento nos prueba que es espiral; los sueños vuelven después
de cierto tiempo, de ciertos intervalos, para definir formas
cuya característica es definir el centro.»

Podríamos pensar que la Rueda del Tarot se mueve a través
del espacio-tiempo de manera que, cuando nos encontramos re-

269

NN a

Jung y el Tarot

gresando «al mismo lugar», podemos ver que estamos, sin embar-
Eo, en un grado de clevación diferente en relación con nuestra po-
sición anterior, aunque estemos girando alrededor del mismo pun-
to central. Como podremos observar, la rueda que gira ha sido en
varias culturas símbolo para significar el viaje interior hacia la
consciencia. Los alquimistas se referían a su obra como Circulare
© Rota: «La Rueda». Un manuscrito del siglo XVII representa este
proceso como una rueda de ocho partes con Mercurio dándole
Vueltas a la manivela.

En la filosofía oriental, el Mandala, que es un diagrama circu-
lar, se viene utilizando desde hace cientos de años como una ayu-
da para la meditación. Desde que Jung introdujo este término en
la psicología moderna, la palabra mandala, que es el término hin-
dé para nuestro «cítculo», ha aparecido incesantemente en el len-
guaje occidental. Como descubrió Jung, los mandalas se nos
muestran de modo espontáneo en nuestros sueños en tiempos de
tensión, cuando se necesita una compensación para una determi-
nada situación llena de conflictos. Así pues, todos los mandalas
sin duda surgieron como intentos espontáneos por parte del in-
consciente para crear orden,

La Rueda del Tarot, con sus seis divisiones, es también un
Mandala. Cuando admiramos su orden, encontramos quizá res-
Puesta a preguntas que surgieron al principio del capítulo y resol-
ver nuestros conflictos entre destino y libre albedrío. Podremos
vernos a nosotros mismos inevitablemente atrapados en esta Rue-
da, sujetos a la naturaleza cíclica de toda vida; a nuestras razones
circunstanciales externas y a nuestro desarrollo interno. Podremos
reconocer que hemos nacido con unas limitaciones definidas, here-
ditarias y ambientales, y que ciertamente no poseemos el control
de nuestros destinos. Pero no somos, de ninguna manera, moscas
atrapadas en la tela de araña del Destino. Dentro de los confines de
la Rueda hay un amplio campo de actuación para el movimiento,

Los extravertidos, nacidos cerca del borde exterior de la Rue-
da, pueden aprender a moverse hacia el interior, hacia su núcleo.
Los introvertidos, por el contrario, pueden aprender a moverse
hacia la periferia. Dado que todos experimentan el movimiento de
la Rueda de diferente manera, la técnica de moverse dentro de sus
límites puede ser distinta para cada uno de ellos.

270

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

Un extravertido cambia tan rápidamente de una actividad a
otra que experimenta la vida como una serie de altos y bajos inco-
nexos entre sí y a sí mismo como un conglomerado de personalida-
des distintas. El paso continuo de acontecimientos excitantes en
su vida se da una sucesión tan rápida que le queda poco tiempo
para considerar sus actos y tener en cuenta la pauta de su destino.
Se acomoda tan rápidamente a los estímulos exteriores, encon-
trando instintivamente acomodo en ellos, que es fácil que se halle
aveces separado de su identidad básica.

El extravertido puede desempeñar los papeles de padre, hijo,
adolescente, ciudadano o revolucionario, con tanta facilidad que
no se da cuenta del conflicto subyacente en los sentimientos e
ideas que expresa en todos estos papeles. Cuando surge un con-
flicto momentáneo, es capaz de apartarlo de sí como si no tuviera
ninguna importancia, zambulléndose de cabeza en la siguiente
aventura. Sólo cuando la Rueda de la Fortuna le da un golpe fuer-
te se ve obligado a detenerse y examinar su propio papel y el fallo
que pueda haber cometido. És entonces cuando le pregunta a la
esfinge: ¿Quién soy yo? ¿Qué he hecho yo pura que me suceda esto

me

Co se ne acostumbrada a
hacer preguntas que a que se las hagan. Ni ella ni el movimiento
de la Rueda son accesibles a la lógica; sólo a través de la imagina-
ción creativa se puede desvelar su secreto. Para acercarse con éxi-
to a la esfinge hay varias técnicas que han resultado beneficiosas,
algunas de las cuales voy a revelar a continuación por si algún lec-
tor quiere probarlas la próxima vez que se vea atrapado en sus ma-
quinaciones.

Encuentre un lugar tranquilo donde no vayan a molestarle.
Trate de distanciarse del conflicto o problema en el que se halla in-
merso. Cierre los ojos y permita que la escena transcurra dentro
de su escenario interior como si le sucediera a otra persona. Trate
de ver a los personajes implicados y observe su actuación como si
estuviera viendo una película en la pantalla de su televisor, Es-
fuércese por of el diálogo, captando las palabras y los gestos exac-
tamente como si sucedieran en realidad, Entonces debe dejar
errar su mente de la misma manera que lo haría si realmente es-
tuviera viendo una película. ¿Cuál es la trama? ¿Cuál la heroína?

271

Jung y el Tarot

¿Quién es el malo? ¿Cómo puede resolverse este conflicto? Trate
de analizar y captar los sentimientos que surgen en su interior.
¿Podrá hacer que vuelvan cuando los necesite? ¿Puede ver alguna
semejanza entre estos personajes y situaciones y los de los conflic-
tos del pasado? ¿Quizá la situación actual le recuerda situaciones
de novelas, cuentos de hadas, mitos u obras de teatro? Por casua-
lidad, ¿alguno de los personajes le trae a la memoria héroes famo-
sos: Hércules, Hamlet, Napoleón, Cenicienta, Juana de Arco,
Scarlet O'Hara, ctc...? Si ninguna de estas técnicas hace que sue-
ne la campanita, puede hacer una tirada de cartas de Tarot y usar-
las como palanca para la reflexión. ¿Qué carta es la que podría re-
presentarle cn la situación actual? ¿Cuál podría representar a otros
personajes? ¿Hay algún personaje del Tarot que podría serle de
especial ayuda en este momento? Si es así, ¿cómo podría manejar
esta situación?

Coloque a este personaje en su escenario imaginario y observe
lo que ella o él dicen o hacen. Si el personaje se niega a hablar, en-
tonces, escriba el diálogo usted mismo. Escriba literalmente el
diálogo para el desarrollo de este argumento, completändolo con
descripciones de caracterización. No ahorre detalles y no censure
ninguna idea por descabellada que le parezca. La esfinge tiene una
manera extraña de responder a nuestras preguntas y sus repuestas
se hallan escritas entre líneas la mayoría de las veces, y en tinta in-
visible. Así pues, no se sorprenda nadie si no sucede nada inme-
diatamente, pero no se sorprenda nadie tampoco si un día o dos
después aparece una frase 0 una idea nueva donde antes sólo exis-
tía un espacio en blanco.

Para la mayoría de las personas extravertidas que no tienen ac-
ceso fácil a su mundo interior, esta u otras técnicas similares hacen
las veces de puente para llegar al inconsciente. Un extravertido
puede conectar con su modelo interior a través del trabajo imagi-
nativo con los actos externos, ya que éstos no son más que un re-
flejo de ese interior. Puede empezar a descubrir cuáles son sus
tendencias y cualidades que constelaron la presente crisis y al mis-
mo tiempo puede encontrar dentro de su propia psique la sabidu-
ría, la imaginación y la fuerza que le ayuden a resolver sus proble-
mas. Descubrir a los personajes malvados que lleva dentro puede
darle energía en el papel de «mal chico» de su drama exterior; des-

am.

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

cubrir sus héroes interiores le dará por otra parte la fuerza y visión
interior para manejar a estos sujetos en todos los campos.

Mirando su vida desde este punto de vista, el extravertido pue-
de acercarse un poco hacia el centro de la Rueda. Mientras lo
hace, le parecerá que el ritmo de su vida es menos vertiginoso y
caótico. Los miles de intereses y actividades que tiene estarán co-
nectados ahora a un centro, consiguiendo con ello más solidez y
estabilidad.

Las técnicas arriba descritas son, por supuesto, también útiles
para los introvertidos. Dado que éstos experimentan los proble-
mas de modo diferente, las preguntas que le harán a la esfinge se-
rán distintas. Por regla general, un introvertido tiene fácil y buen
contacto con el diseño de su ser interior, a menos que se haya visto
forzado por las condiciones del medio ambiente o de la cultura ha-
cia una extraversión efímera. Como nació más cerca del interior o
centro de la Rueda, su ritmo de vida es más lento y pacífico, pocas
veces se precipita hacia relaciones y actividades alocadas y, si al-
guna vez lo hace, o se aventura, suele hacerlo con todo su ser, sin
dejar tras de sf parte alguna.

Pero, a pesar de que un introvertido mantiene un buen contac-
to con sus sentimientos internos, le es muy dificil comunicarlos a
los demás. Como resultado de ello, un introvertido que viva en
una cultura extravertida se siente incomprendido, y de hecho lo es
en realidad. Desde el punto de vista de los demás, su paz, silencios
prolongados, etc., se consideran hostiles, rudos y astutos. Los ges-
tos de amistad llenos de timidez del introvertido (sin pulir por la
sociedad), pueden parecer abruptos e inadecuados. Cuando el ex-
travertido, engañado y desconfiado, se aleja, el introvertido se
siente rechazado. Herido, desconcertado, confuso y generalmente
desgraciado, se retira a su caparazón a lamerse las heridas, refor-
zando con ello la impresión que de él tenía el extravertido, de que
era «reservado» y «dificil»

Cuando algo así sucede, la pregunta que el introvertido haría a
la esfinge no es tanto ¿quién soy yo? (cosa que sabe más o menos)
sino que preguntaría: ¿Quiénes son ellos? Necesita la ayuda de la
esfinge para intentar comprender a los inexplicables monstruos y
los acontecimientos que suceden «allá afuera». Una persona sen-
sitiva e introvertida suele encontrar incomprensiones (entre él y

273

Jung y el Tarot

los demás) demasiado temibles como para hacerles frente directa-
‚mente y no puede soportar el revivir estos dramas en su interior
como podía hacerlo el extravertido. Dado que se ahoga en la reali-
dad exterior, no puede por esto considerarla objetivamente. Pue-
de, sin embargo, conectar bien con sus sueños. Si sucede así, debe
tratar de captarlos y llevarlos al papel, escribirlos y pensar sobre
ellos con la imaginación, según la misma técnica que sugerí ante-
riormente para afrontar los dramas de la vida real.

Un sueño es de hecho una representación, un drama. Los sue-
ños siguen la misma estructura utilizada por los dramaturgos des-
de Esquilo hasta nuestros días: introducción, planteamiento del
conflicto, crisis y desenlace. En un sueño, como en una obra, la se-
cuencia temporal de los acontecimientos es importante. Por eso,
al acercarnos a un sueño, es una buena idea empezar por la prime-
ra frase (leer esta frase con cuidado tratando de ver lo que se nos
presenta en ella) y continuar después con el sueño frase por frase,
tomándonos el tiempo necesario para analizar cada una antes de
seguir a la siguiente.

La frase con la que se empieza un sueño, al igual que la primera
frase de una obra teatral, establece el ambiente de lo que va a suce-
der después. Al descorrer el tclón, ¿dónde se encuentra el soñador?
(en un bosque oscuro, en una fiesta, en un tren, en un funeral, su-
biendo a una montaña, etc...) ¿Cuál es el ambiente de esta primera
escena? ¿Es de terror, alegría, pena, frustración, aburrimiento, con-
fusión, etc...? Pronto aparecerán otros personajes; pueden ser per-
sonas, gigantes, animales, hadas, reptiles, insectos, pájaros, etc... Si
las personas que aparecen en la obra están relacionadas directamen-
te con el «soñador», el sueño puede hablar directamente de esta si-
tuación manifiesta. Si, por el contrario, son personajes desconoci-
dos, personajes de ficción o históricos, distantes en el pasado del so-
fador, parecen simbolizar más bien actitudes internas o modelos
arquetípicos del inconsciente que actúan en la presente situación.

Es muy importante recordar que en un sueño los objetos inani
mados juegan alguna vez papeles vitales de protagonismo y deben
por ello quedar incluidos en la lista de personajes; a veces tienen
un papel preponderante en la obra. Por ejemplo: un coche que no
arranca, unos frenos que no frenan, un avión que aparece por mi-
lagro a rescatar en el preciso momento, etc...

274

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

Después de describir el lugar de la obra y los personajes pre-
sentados, pasamos al problema o conflicto. Las tensiones entre las
fuerzas opuestas crecen y, al final del sueño, como al final de la
‘obra, la escena final nos muestra el desenlace donde el conflicto
generalmente (aunque no siempre) se resuelve.

"Algunas veces, la acción del sueño es tan vaga y confusa que es
difícil determinar su trama, Si sucede asf. es útil preguntar dos co-
sas: ¿qué problema nos planteó el sueño y cómo se resolvía? Hay
que considerar entonces literalmente lo sucedido en el sueño,
como si sucediera en la vida real. ¿Cuál era el problema especifi-
co?, ¿arrancar el coche, frenarlo, tomar el tren, escapar de una
bestia salvaje, ser exhibido desnudo en una plaza pública, etc...?
¿Cómo se resolvió este problema en el sueño? ¿Pudo al fin poner
el coche en marcha, tomar el tren, huir, encontrar vestidos, etc...?
¿Pudo hallar la solución de su problema por sí mismo y sin ayuda
0,sino, quién le ayudó y cómo?

A menudo contestar a estas preguntas literalmente nos pro-
porciona una conexión inmediata con el significado simbólico en
la vida. ¿Eres dueño real de tus actos o bien te sientes ir pendiente
abajo, sin frenos? ¿Estás escapando de algo «bestial»? ¿Quizá la
situación presente hace que te sientas «desnudo» ante la vida? Ob-
servar cómo el soñador llegó a este estado puede ser de gran ayu-
da para la vida exterior, y observar cómo los conflictos de los sue-
os se resolvieron puede darnos importantes claves para resolver
nuestros problemas exteriores.

Algunos sueños son piezas de «suspense». Acaban repentina-
mente en el momento crítico sin dar la pista de su posible resolu-
ción, Con estos sueños, una técnica de gran utilidad consiste en
al uno mismo. Quizá nos vengan a la mente so-
luciones para el sueño; si es así, hay que escribirlas rápidamente
¿Cuál prefiere? ¿Cuál es la que ofrece la mejor solución posible en
el problema de la realidad presente?

Hay que tratar de dibujar o pintar los personajes del sueño,
Quizá le recordarán a alguien que conoce o conoció. Alguien ficti-
cio o real. ¿Este sueño insiste en motivos de otros que ya tuvo en
tras ocasiones? Si colecciona sueños y lleva también un diario
Personal, es muy útil revisarlo y buscar en él sí hubo sueños con
idéntico tema y mirar qué es lo que sucedía en la vida real en cl

275

Jung y el Tarot

‘momento en que este sueño apareció. ¿Cómo se resolvió el sueño
el drama en aquella ocasión (tanto interna como exteriormente)?
Quizá al hacerlo encontremos pistas para resolver los problemas
actuales. También se puede abrir la baraja del Tarot y mirar los
Arcanos, buscando una posible conexión entre ellos y los persona-
jes del sueño.

Haciendo uso de estas y otras técnicas que acudan a la mente,
el introvertido puede quizá empezar a encontrar modelos en los
acontecimientos externos y conectarlos con el papel que juega la
representación en sus sueños. El introvertido puede conseguir que
el mundo y sus habitantes sean más comprensibles y menos temi-
bles para él, tratando de conectar primero con la estructura del
sueño conocido y aplicando después estas visiones a los hechos ex-
teriores que le son menos familiares. El hecho de encontrar reso-
lución a sus sueños internos puede dar al introvertido la energía y
Ja confianza necesarias para abordar de una manera creativa la re-
solución de los problemas externos.

Jugando imaginativamente con los hechos de su vida interior,
puede crear un puente hacia la vida exterior, de manera que los
sentimientos e ideas del introvertido puedan salir del mismo y ser
recibidas tal como él las envió. En cuanto haya creado con éxito
este puente hacia el mundo exterior, el introvertido se encontrará
proyectado fuera del centro de la Rueda de la Fortuna, acercán-
dose al borde de la misma. Una vez ahí, el amplio panorama le
ofrecerá nuevos puntos de vista yla aceleración del movimiento le
llevará hacia nuevas acciones.

Dado que nadie es totalmente introvertido ni totalmente ex-
travertido, las ideas sugeridas aquí son útiles para ambos. El he-
cho es, por supuesto, que todos nosotros tenemos una parte en el
mundo exterior y una en el mundo interior. Todos necesitamos
conectar estos dos mundos dentro de nosotros y al hacer esto po-
dremos conectar con los otros. El introvertido y el extravertido
deben de procurar acortar las distancias que les separan de modo

que puedan comunicarse y trabajar en armonía. Es muy importan-
te que cada uno de ellos mantenga su propia identidad de modo
que puedan trabajar de una manera compensatoria en la tarea de
Ja búsqueda de la plenitud.

AA diferencia de los dos animales de la Rueda de la Fortuna,

216

La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!

nosotros los humanos tenemos el don de la consciencia y la imagi-
nación creativa y, aunque nuestras vidas se hallen también sujetas
a la rueda de las circunstancias (sobre la cual no tenemos ningún
control), tampoco estamos fijados a ningún lugar de ella. Dentro
de las fronteras de nuestra rueda hay más oportunidades de movi
miento de lo que podemos imaginar. Imaginar, esa es la palabra
clave, Mientras dejemos a muestra imaginación moverse libremen-
Le, encontraremos manera de funcionar. Pero cuando nos acerca-
mos a la esfinge con el intelecto de nuestro ego, podemos quedar
fijados en una ideación circular o en interminables vueltas filosófi-
cas y psicológicas.

He descubierto que hay una manera de dejar libre a nuestra
imaginación: evitar preguntarle a la esfinge Por qué. ¿Por qué me
sucedió eso? ¿Por qué me porté (o se portaron) así? ¿Por qué soy
tan tonto, inepto, incomprendido o lo que sea? He llegado a la
conclusión de que, por lo menos para mí, las preguntas que em-
piezan con ese «por qué» no hacen más que sepultarme bajo tone-
ladas de acusaciones y recriminaciones que entierran mis energías
creativas bajo los «debí» o «pude» que me paralizan con sentimien-
tos de culpa y rigor. Mientras que, quizá, antes me había responsa-
bilizado demasiado poco por mi destino, empiezo a pensar que el
peso de todo el mundo entero está cargado sobre mis hombros. Paso,
de ser la «culpable» (totalmente responsable por lo que haya suce-
dido, una criatura incapaz de bregar con la humanidad), a pensar
que son «ellos» los culpables y mi trabajo es castigarlos corrigien-
do sus pasos equivocados en el camino del bien. Sea lo que fuere,
en cualquiera de los dos casos, la creatividad queda paralizada.

Los «por qué» chupan la sangre de la vida como las Harpias.
Aprender a interrogar a la esfinge, implorando su ayuda, es un
arte. Si le proponemos preguntas que sean demasiado filosóficas o
demasiado psicológicas, nos responderá con otras preguntas que
harán del diálogo un espectáculo como el del delfín amaestrado.
E Auestro encuentro es demasiado literal y especíñio, sus res

uestas pueden remitirnos a it
pes pu la realidad de manera inapropiada y

De acuerdo con el Zohar, en cada casa astrolögica hay una
Puerta por la que el hombre puede escapar. Como hemos encon-
trado en todos los demás arcanos del Tarot, la llave de esta puerta

27

Jung y el Tarot

es la comprensión simbólica más que la interpretación literal, el
sentido interno más que el ambiente exterior. No podemos esca-
par a nuestro destino alejéndonos de él. Pero quizá podamos mo-
¿ificarlo cayendo en la cuenta de las actitudes que pueden atraer a
ese destino y modificando nuestro punto de vista.

Una vez más la historia de Edipo nos es útil. Cuando se le pro-
fetiz6 que mataría a su padre y se casaría con su madre, trató de
escapar a su destino, modificando su entorno geográfico exterior
más que su panorama interno. Para no matar a Pólibo, rey de los
corintios (quien creía que era su madre), Edipo huyó a Tebas. En
el camino encontró a un extraño a quien mató en una disputa por
el derecho de preferencia de paso. Más tarde, se casó con la viuda
extranjera, tan sólo para saber que el hombre que había matado
era el rey Layo de Tebas, su padre verdadero, y que la mujer que
había desposado era Yocasta, su propia madre.

Si Edipo hubiera considerado la susodicha profecía de forma
simbólica y no literalmente, deteniéndose a examinar su interior
en lugar de escapar a la geografía exterior, podría haber evitado el
destino que le había sido profetizado de las dos maneras, tanto li-
teral como simbólica. Por ejemplo, podría haber tomado la frase
«matar a su padre» como una advertencia para que controlara su
temperamento: impulsivo, de acciones repentinas y un tanto ase-
sinas, que le hicieron valorar el derecho de paso como algo priori-
tario en un encuentro, llevándole a rebelarse ante los valores esta-
blecidos. Podría haber entendido «casarse con su madre» como
símbolo de su necesidad infantil de una madre excesivamente pro-
tectora, o de una clucca. Un Edipo moderno con estas terribles
premoniciones podría buscar la ayuda de un terapeuta profesional
y así evitar el incesto y el asesinato, tanto simbólicos como literales.

Como símbolo de meditación contemplativa, la Rueda de la
Fortuna puede proporcionarnos infinitos significados. En momen-
tos de confusión, agobiados por los repentinos altibajos de la vida,
meditar sobre el centro de la Rueda puede tranquilizarnos al po-
nernos en contacto con su eterna estabilidad. Cuando nos sintamos
muertos o sin vida, contemplar el borde exterior de la Rueda con
su movimiento puede proporcionarnos nuevas fuerzas al ayudar-
nos a establecer contacto con las energías sin fronteras de la vida.

Algunas veces sentimos que la vida se ha burlado de nosotros

278

La Rueda de la Fortuna:

con sus innumerables jugarretas, deprimiéndonos de modo irres-
ponsable. Meditar acerca de la Rueda puede hacer que nos demos
cuenta de que no ha sido la Esfinge la que nos ha hecho la mala pa-
sada, sino que ha sido nuestra propia manera de pensar lineal la
que nos ha hecho ver la vida como una jerarquía de logros que si-
gue un camino ascendente, subiendo y subiendo hasta alcanzar
por fin la perfección celestial. Solamente aquéllos para los cuales
la imagen de la vida es un viaje hacia la perfección, pueden verse
derribados por su movimiento cícli

El hombre se ha puesto en pie sobre la Luna, viendo asíla tie-
rra flotar en el cielo, Seguramente esta experiencia le ha liberado
ya para siempre del pensar jerárquico de que todo lo de arriba es
bueno y deseable, mientras que todo lo de abajo no es más que
una humillante encarnación de la carne, una condición imprescin-
dible para progresar o trascender. Si un astronauta puesto en pie
sobre la Luna alza su mirada al cielo en busca de ayuda, estaría
mirando arriba, hacia nosotros. Es el milagro de nuestra época:
nosotros mismos nos hemos visto elevados en cuerpo y alma al es-
tadio celestial, conectándonos de nuevo y de modo simbólico con
el Espíritu Santo.

Cuando nuestros viajeros espaciales se desligaron de la gra
dad de la Tierra y ascendieron hacia el Cielo, trajeron fotografías
de nuestro planeta, que flota silencioso en el espacio, lo cual nos
dejó sin respiración al contemplar la visión de nosotros mismos y
nuestra relación con el Cosmos, ofreciéndonos una visión de la
condición humana más revolucionaria que la que supuso la visión
de Copérnico. Al mirar esas fotografías, cada uno es capaz de tras-
‚sender la gravedad de no pocas cosas terrenales y, elevándose so-
bre los problemas de la vida diaria, contemplar su destino perso-
al como una amplia constelación derramada en el vasto cielo.

Muchas de estas ideas están incluidas en el simbolismo del nú-
‘mero diez correspondiente a la Rueda de la Fortuna. Este núme-
ro, al igual que lo hiciera el cuatro del Emperador y el siete del
Carro, es uno de esos mimeros mágicos que nos remiten al niime-
To unitario, anunciando una nueva era de conocimiento e integra-
ción. La forma en que está escrito es también muy significativa: el
cero, celestial (que apareció en el mueve del Ermitaño, como un
Cometa con la cola extendida hacia el suelo), bajó del cielo, o el

279

Jung y el Tarot

reino de los dioses arquetipicos que cae hacia la realidad del cono-
cimento humano, donde ahora se halla en pie, al lado del Uno, la
unidad (símbolo del hombre, el único animal erguido, el único ser
humano consciente). Esto puede presagiar una nueva era de cono-
cimiento, en que el hombre, habiendo cortado su cordón umbil
cal, se liberó a si mismo y está ahora en pie observando el cosmos
de manera objetiva, como munca anteriormente,

Con el movimiento de la Rueda del Tarot y el impacto del nú-
mero diez que se le asigna, nuestro héroe también experimenta
una revolución psíquica. Por primera vez su ego, liberándose de la
prisión circular de frivolidad sin fin, poniéndose en pie, contempla
el modelo de su vida como una totalidad (observa a su ser indi
dual como un mandala único contra el círculo que se expande hasta
el infinito del Cosmos). Empieza a descubrir ahora, en el compli-
cado maremágnum de sucesos de su vida, un hilo de significado,
una historia posible de corte dramático. Empieza también a expe-
rimentar su destino personal como una especie de mito, conectán-
dolo con los mitos de los dioses arquetípicos y de los héroes cuyas
historias han inmortalizado las leyendas de todos los tiempos y cu-
yos nombres están ya para siempre ligados a las constelaciones ce-
lestes. Ahora el héroe empieza a comprender que su vida tiene
también un lugar perpetuo en el gran tapiz del universo. La Rueda
de la Fortuna gira incesantemente ofreciéndonos significados infi-
nitos. Mientras el héroe contempla este movimiento, llega a sentir
que la vida no es un acertijo de la esfinge que tengamos que sol
cionar, sino un proceso cósmico de asombroso misterio. Por pri-
mera vez se detiene humildemente y tiene miedo de dos cosas a la
vez: de los dioses y de su propia humanidad, mudo por la triste
gloria de ser humano.

FORT

Fig. 47 La Fuerza (Tarot marseliés)

14. LA FUERZA:
¿DE QUIEN?

Desde dentro, el glotón, devolvió la comida;
del fuerte, salió dulzura.

Libro de los Jueces 14:14

Hemos seguido al héroe cn su suerte mientras establecía su
identidad como Enamorado, dispuesto a tomar el Carro hasta ha-
Nar su lugar en el mundo de los hombres, afrontar los problemas
que le presenta la Justicia, así como dirigiéndose al Ermitaño cn
busca de luz interior. La Rueda de la Fortuna marcó el fin de ese
ciclo, dando paso a una nueva fase de conocimiento. Con este
nuevo giro, el héroe también experimentó una revolución. A par-
tir de este momento, sus intereses se dirigirán cada vez más del
mundo exterior al interior. Las energías que hasta ahora se habían
utilizado para adaptarse al mundo exterior, empezarán a preoc
Parse más de su crecimiento interno. Los poderes que
mente se dedicaban a la competitividad y la supervivencia. ahora
empiezan a moverse más hacia la unificación y el desarrollo futu-
ro. Los problemas que pertenecían al lado masculino de la vida (cl
Logos) ceden paso ahora a la pregunta básica del instinto natural,
que pertenece al reino de Eros, cl principio femenino.

Ese cambio es el que aparece representado en la onceava car
ta: la Fuerza (fig. 47). Aqui aparece por primera vez una mujer
mortal como figura central del drama. No es una diosa sentada is
móvil en su trono, es un ser humano vestido según la moda de la
época, Por supuesto, no cs una mujer vulgar: está domando a un
león. El ala de su sombrero nos recuerda el que llevaba el Mago.
Como el Mago, debe poseer poderes mágicos ya que, como él. re-

283

Jung y el Tarot

presenta una figura interior y activa del inconsciente del héroc
(bastante más accesible a la consciencia que ningún dios o diosa).

Debemos contemplar a esa mujer como el anima, un personaje
arquetípico que simboliza el subconsciente del héroe, su parte fe-
menina. En la carta número uno, el Mago inició nuestra serie del
Tarot. Aquí y ahora, en la carta diez más uno, nos encontramos
dispuestos para una nueva magia, para un nuevo comienzo, en
que esta maga desempeñará el papel de iniciadora. Será ella la
que acte como mediadora entre cl ego del héroe y los más primi-
tivos poderes de su psique.

Como influencia mediadora cultural, la Fuerza aparece carac»
terizada idealmente. Sus vestidos sugieren refinamiento y educa-
ción. Aunque lleva un sombrero igual al del Mago, no vemos que
sostenga una varita mágica, Su poder reside en sus manos, las cua-
les sostienen sin miedo alguno las fauces del león, indicando que
su magia es más humana, personal y directa que la de su oponente
masculino. Su poder no reside en una vara que se toma para ma-
nejar a voluntad (o quizá a pesar de ella). Su misterioso poder re-
side en su propio ser como parte permanente e íntima.

Su número once, escrito en cifras romanas, parece una X más
una I, recordándonos cl monograma que atribuyeron los griegos
a Cristo, del que ya hablamos en la carta anterior, la Rueda. Aquí
la X precede a la I. Evidentemente, la nueva magia representa.
da en la carta onceava tiene tras de sí la fuerza de las primeras
diez cartas. Quizá, como sucedió con sir Galahad, la fuerza de
esa dama es como la fuerza de diez debido a la pureza de su co-
razón

Con su ayuda, el héroc se dará cuenta de las fuerzas instintivas
que lleva dentro. Aprenderá a sacrificar los poderes del ego a otro
tipo de fuerza. Su conducta masculina se modificará mediante un
acercamiento hacia lo femenino. Esa nueva manera de funcionar.
Jejos de resultar afeminada, es muy poderosa. El coraje y la fucrza
de la mujor, aquí representada por la Fuerza, resulta evidente.
Esc ánima sin miedo alguno, existe en un lugar muy profundo de
la psique relativamente desconocida todavía para el joven héroe.
No está bajo el control del cgo consciente, por lo tanto solamente
aparece libremente en sus sucños y visiones. Ella es la que le pon-
drá en contacto con la oscuridad de su bosque interior y con las

284

La Fuerza: ¿De quién?

salvajes criaturas que allá encontrará. Ella le ayudará a domesti-
car su naturaleza animal de modo ‘que ya no se encuentre total-
mente bajo su dominio.

En el Loco vimos un caminante feliz que iba con su perro. El
animal golpeaba las piernas de su dueño como si quisiera decirle
algo. Quizá el héroe del Tarot no prestó suficiente atención a su
propio y amistoso aspecto instintivo, pues en la Fuerza la natura-
leza animal se nos representa ahora como un enorme león, una
bestia demasiado salvaje para que el héroe la haga frente directa-
mente y a la vez demasiado peligrosa para que la ignore.

Por suerte, la maga es capaz de enfrentarse al león dedicándole
las atenciones que necesita. Hablando simbólicamente, eso podría
significar que la naturaleza humana del héroe es capaz de hacer
frente a su naturaleza animal. Esa consciencia del ego no puede
tratar directamente con las desconocidas fuerzas del inconsciente,
Una relación entre esos dos aspectos de la psique sólo puede Ile-
varse a cabo a través de la mediación del anima.

El papel de lo femenino como influencia mediadora entre la
consciencia humana y la psique primitiva tiene lugar, o se celebra,
en inmumerables cuentos de hadas y leyendas tales como «La Be-
lla y La Bestia», «El Príncipe Rana», «Eros y Psique» y «Una y el
León». En todas estas historias, a través de la aceptación de la mu-
jer, de su naturaleza salvaje, el animal no solamente es domado
sino que es transformado, En «El Príncipe Rana», por ejemplo, se
debe a que la princesa se sobreponga a la repugnancia inicial que
le producía el pequeño bicho, aceptándolo como compañero cons-
ante, que esa criatura repulsiva se vea liberada de un encanta-
miento y recobre su primitiva forma de principe real. En otros
cuentos, a través de la compasión de una mujer hacia su naturale
za bestial, un monstruo oculto se libera finalmente de su disfraz
revelando ser un bello amante o un dios.

Estos cuentos nos muestran la verdad poética de que, cuando
la consciencia humana reconoce y acepta su indomable naturaleza
primitiva, no sólo se libra del poder autónomo del instinto sino que
se libera y transforma también todo su aspecto instintivo, Esta
transformación está teniendo lugar en nuestra serie del Tarot,
como podemos apreciar comparando la Fuerza con la carta ante-
rior, la Rueda de la Fortuna. En la Rueda, Jas fuerzas instintivas

285

Jung y el Tarot

se dibujan como dos figuras patéticas o quizá cómicas irremisible-
mente atrapadas y dominadas por una esfingo infrahumana coro-
nada con una corona vulgar, Ahora, bajo la benigna influencia de
esta dama mágica. el aspecto instintivo aparece como un león do-
ado coronado por su propia y natural dignidad de rey de su reino.
En la carta precedente, el pequeño y simiesco animal imita al hom-
bre en la expresión y el vestido y, al hacerlo, niega su propia natu-
raleza. En esta carta, el león está erguido, orgulloso dentro de su
piel de animal, mostrando libremente su esencia real. Mientras en
la Rueda de la Fortuna el factor más civilizado estaba representa
do por un «mono vestido», por supuesto inadecuado y absurdo,
aquí el factor dominante se nos presenta como una figura humana,
digna y con poderes mágicos.

Jung decía que la primera mitad de la vida se dedica a la natu-
raleza y la segunda mitad a la cultura. La mujer que aquí aparece
es una persona refinada y culta. A pesar de que el león cs el rey de
la selva, ha de haber sido domado antes de llegar a la corte. Ese
proceso llamado «la doma» requiere una conexión muy íntima en-
tre la dama y cl león. A diferencia de su oponente masculino, este
mago no trabaja en medio de la calle para mostrar algo; sea lo que
sea lo que suceda, es desde luego un drama más privado: su e
cuentro personal con el Icón, Su número once escrito con cifras
árabes es un uno al lado de otro uno, y eso nos trae a la memoria el
número del Mago. El uno, sugiriéndonos al mismo tiempo la dua-
lidad, refleja cl número sagrado de la Papisa: el dos. Como cabe
esperar, la magia de esta figura del anima es más sutil y menos
dramática que la del Mago. No manipula objetos y formas coloca-
dos sobre una mesa; su magia cs la de la relación humana, se ocu-
pa de lo concerniente a la persona, del contacto físico directo. Con
sus manos desnudas explora las dimensiones de la bestia y sus ne-
cesidades, mientras que al mismo tiempo le comunica su propia
fe, esperanzas y ambiente, Si el Icón está hambriento, quizá la
dama le dé de comer, pues sabe que si no recibe cl alimento apro-
piado se la comerá en cuerpo y alma. Psicológicamente, eso po-
dria significar que el aspecto erótico del héroe (su capacidad de re-
lación) se vería arrasado. El héroe se vería totalmente poscído por
un deseo arquetípico del poder, orgullo, coraje, o cualquier otro
atributo del Icon

286

La Fuerza: ¿De quién?

Sin duda alguna, todos hemos tenido alguna vez la experiencia
de ser «devorados» por algún afecto. Sabemos ya cómo ia emo-
ción repentina puede con nosotros, cómo la parte animal de nues-
tra naturaleza puede saltar desde nuestra profundidad reclaman-
do lo que le pertenece, Es en estos momentos cuando la conscien-
cia del ego queda anulada y nuestro cuerpo cae bajo el poder de
una fuerza sin control. Temblamos con miedo, temblamos con ra-
bia, enrojecemos de vergúenza o reímos histéricamente, todo a la
vez, mientras sentimos caer las lágrimas que humedecen nuestras
mejillas, Cuando todas estas cosas suceden, nuestro propio ego.
humillado y desesperado, trata de huir de Forma simbólica si no es
literal. Queremos dejar ese incidente a nuestra espalda.

Cada vez que intentamos dar la espalda a esa «bestial» parte
de nosotros, ésta se vuelve más rabiosa y vengativa. Si ignoramos
sus necesidades, nos podemos ver visitados por una enfermedad
psicosomática. Las energías instintivas persistentemente ignora-
das pueden presentar al cobro su hipoteca de una manera violenta
y destructiva: crímenes pasionales. En otros casos extremos, la di-
sociación del aspecto animal puede producir esquizofrenia: la co-
únexión del ego con el cuerpo es tan fragmentaria y diversa que mu
chas partes del cuerpo se apoderan de una personalidad y cada
una de ellas parece hablar y actuar independientemente. Por bre-
ve que sea el verse atrapado por el aspecto instintivo de uno mis-
‘mo, puede ser una experiencia frustrante, Todos los que se han
sentido «fuera de sí» por la rabia, «consumidos» por los celos 0
«poseídos» por la lujuria, no pueden imaginar que ellos estén real-
‘mente por encima de la bestia. Tales confrontaciones nos recuer-
dan duramente que nosotros, los humanos, en el mejor de los ca-
S08, no somos más que animales evolucionados de una manera es-
Pecial.

Si no queremos vernos sacudidos brutalmente por la bestia in-
terior en contra de nuestra voluntad, no debemos dejar que se co-
loque a nuestra espalda. Más pronto o más tarde tendremos que
prestarle atención. como lo hace la Dama de la Fuerza. Debemos,
como clla, meter nuestras manos dentro de sus fauces para cono-
cer a ese ser íntimamente, para que, al igual que el Tigre de Blake,
brille en la selva de nuestra noche. Debemos atrevernos a afrontar
Su «temible simetría». Experimentar el poder de la fiera no signifi

287

D

Jung y el Tarot

ca que tengamos que actuar con nuestra fuerza bruta y capacidad
de agresión en la punta de la lengua, clamando histéricamente en
nombre de una terapia. Por el contrario, cada vez que lancemos
‘nuestro afecto hacia los demás. lanzamos algo que nos pertenece,
la experiencia de la bestia como nuestra bestia, perdiendo así con
tacto con su fuerza.

Como muestra la dama en su actitud, necesitamos contener
nuestros afectos para llegar a contactar con ellos. La persona,
cuanto más pueda tomar consciencia de su naturaleza animal, me-
nos se verá empujada a rechazar esta, sus rabias personales o sus
luchas múltiples. Pero, como tenemos nuestra indómita bestia,
tratamos de evitar el encuentro con ese aspecto terrorífico de no-
sotros mismos. Jung dice: «es el miedo a la psique inconsciente lo
que, no sólo impide el autoconocimiento, sino que es el mayor
obstáculo para una comprensión más amplia y para el conocimien-

; to de la psicologia».!

i La Fuerza del Tarot no está asustada. Quizá observändola po-
damos hacernos una idea de cuánto mejor es acercarse y domar

i nuestro león interior. ¿Qué hace exactamente esta dama con sus
manos? Esa pregunta ha inspirado a generaciones de comentaristas
del Tarot. Algunos dicen que está cerrando la boca del Icón, otros
ven que la está abriendo. Quizá intencionalmente se permitió esa
ambigücdad, pues sin duda alguna la acción que está ejecutando
se hace en diferentes tiempos, dependiendo de las circunstancias.
Hay veces en las que el león de nuestros instintos necesita gritar y
estirarse, enfurecerse y bramar o gemir celosamente; hay otras
ocasiones en que los reyes (especialmente los reyes) necesitan
aprender paciencia y moderación.

Algunos dicen que cuando las manos de la dama abren la boca
del león es para enseñarle la magia del hablar humano. Si eso es
asi, la bestia comparte con ella los secretos sin palabras de la natu-
raleza, ya que las dos figuras aparecen en un diálogo armonioso.
Están unidas en perfecta armonía, pues el dibujo y coloreado de
esta antigua carta subraya un equilibrio entre las dos figuras.

¿La carta titulada la Fuerza se refiere a la dama o al león? Qui-
zá a ambos, pues cada uno de ellos es una figura muy poderosa: su
fuerza procede del compromiso mutuo, Aunque la dama aparez-
ca dominando al león, ella comparte su esencia. Nótese cómo la

288

A

La Fuerza: ¿De quién?

energía dorada de su ficreza sube a través de los brazos de ella ilu-
minando su pecho, se acerca hacia la cabeza, donde permanece
como una corona dorada en el centro de la lemniscata de su toca-
do. Con mucha intención, los motivos de esta pequeña corona se
parecen mucho a los dientes del animal

La forma en que la mujer se relaciona con la bestia es muy dis-
tinta de la masculina, como podemos apreciar contrastando esta
Fuerza con «Sansón y el León» (fig. 48). Sansón se opone a la bes-
tia directamente, cara a cara, de un modo agresivo, masculino; la
mujer de nuestro Tarot se acerca a él con suavidad y calm:
rectamente, desde detrás del Icón, desde su lado inconsciente.
Nótese cómo los pies de Sansón están ligados; no puede ceder ni
un paso, Tiene que luchar contra el poder y la fuerza de la bestia si
no quiere ser devorado. Por el contrario, el otro león se apoya
contra la dama del Tarot. Los pies de ella, así como sus vestidos,
sugieren movimiento, la posibilidad de un toma y daca, de un ajus-
to a cualquicr situación que pueda surgir. Es muy interesante con
templar que las manos de Sansón y las manos de la dama están si
tuadas de la misma manera en las fauces del león, las manos de él
forcejean con él, las de ella lo apaciguan. :

«El Coraje del León es la Sabiduría de Dios», dijo Blake. El
león de Sansón era también «del Señor». Debemos recordar que
Sansón extrajo del corpachón de la bestia un enjambre de abejas y
rica miel, símbolos del enriquecimiento instintivo y un dulce ali-
mento espiritual. Cada vez que nosotros hacemos frente con éxito
a nuestro león interior, nos sentimos nutridos por esa experiencia.
Tomar contacto con nuestras emociones nos pone «fuera de nues-
tras casillas», tirando de nuestras entrañas más allá de los límites
de nuestro ego. Eso es algo que bombea sangre nueva hacia nues-
tras venas. Como acabamos de ver, la dorada sustancia del león
fluye hacia los brazos de la mujer, convirtiéndose en parte de ella
misma. Domada por la magia de la mujer, la bestia nos ofrece li-
bremente Su miel. No necesita matarlo para lograr ese don.

Después de un encuentro como el anterior, el héroe suele lu-
sir, como un atributo ya permanente, como un trofeo, algo perte-
neciente al animal: sus dientes, su piel o su pelo, simbolizando de
esta manera que está ya imbuido de alguno de los atributos del ad-
versario, sea la fuerza o la astucia. Como Hércules, que se cubrió

289

Jung y el Tarot

290

Fig.48 Sansón y el león (Esmalte realizado por Nicolás de Ver-
din, 1181. Museo Chorherrenstift, Klosterneuburg, Austria. Reprodu-
cido con permiso,)

La Fuerza: ¿De quién?

con la piel del león de Nemea, el torero triunfante también pasea
por la arena con las dos orejas y el rabo del toro. Quizá también la
dama del Tarot luce un tocado producto de su poder, quizá lo que
busca en la boca del león sea otro diente de sabiduría que añadir a
los que ya luce su corona.

Se dice que el león del rey Salomón llevaba entre sus dientes la
llave de la sabiduría, ya que tos leones sc asocian generalmente
con la sabiduría. Leo, con su melena formada por rayos de sol,
simboliza a menudo el sol cclestial y la iluminación de la cabeza de
dios. Los hindúes sitúan al Icón en la escala jerárquica de los seres
más elevados que el hombre, pues el león es también símbolo de
reencarnación, Existe una fábula antigua que cuenta que los ca-
chorros de león nacen muertos y que sólo los reaviva el aliento de
su padre. Visto en este contexto, ese león puede encarnar entre
otras cosas el instinto religioso, esa necesidad o añoranza que des
pierta el anhelo de reunirse con el padre, cosa que Jung sintió
como tendencia primaria en la psique humana tan básica y natural
como el sexo,

Los animales salvajes son generalmente símbolo de autorreali-
zación, puesto que son fieles a su naturaleza instintiva, la cual es
pura e incorruptible ante la ambición así como ante cualquier otro
aspecto negativo de los así llamados «hombres civilizados», El
león, con su corona y su barba dorada, cs un símbolo especialme:
te adecuado para el poder energetizante de la psique, su sol cen-
tral, el sf-mismo.

A pesar de que, como rey de los animales, nuestro Icón del Ta-
rot esté colocado por encima de otros animales, no deja de ser un
animal natural. A diferencia de la esfinge, él existe en la naturale-
za. Eso significa simbólicamente que la Dama de la Fuerza está tra-
tando con una fuerza natural que puede ser domesticada e integra-
da en cierta manera. Esta idea viene subrayada por el hecho de que
el león comparte el escenario con la dama y actúa con ella, mien-
tras que la esfinge de la décima carta está entronizada por encim
de la Rueda y no participa en la acción que se desarrolla a sus pies.

En nuestro Mapa de Viaje, el Emperador está colocado direc-
tamente encima de la Fuerza. Los dos representan influencias po-
derosas en el desarrollo de la conciencia humana. El Emperador
representa la autoridad externa, el deber de la civilización, mien-

291

Jung y el Tarot

tras que el león personifica la autoridad instintiva, el querer del si-
mismo. Sin la sangre dorada del león en nuestras venas, seríamos
marionetas que obedecen irracionalmente los mandatos de los de-
más; sin la autoridad y guía de nuestro Emperador interior, esta-
rfamos aún viviendo en las cavernas. Entre estos dos extremos, la
dama maga actúa como mediador:

El reino del Emperador, la civilización, mantiene el bienestar
de la comunidad. Los dominios de la Fuerza, de la cultura, nutren
las necesidades del individuo. Una capa de civilización puedo su-
perponerse desde el exterior. Es un acontecimiento interno que se
cultiva desde el principio en el corazón de cada ser humano. Eso
sucedo cuando se acepta e integra al león que aparece dentro de
nosotros mismos. Como repetía Jung, un cambio en la consciencia
humana no se puede producir de forma masiva; la psique humana
sel único propictario de la consciencia.

Para muchos es difícil conectar con la capa amoral de la psique
que simboliza el león. Algunos, prisioneros todavía del debes ono
debes de los mandamientos religiosos, no se atreven siquiera a
imaginar lo que serían capaces de hacer si se liberaran de estas res-
tricciones impuestas. Otros, que no han crecido dentro de un es-
tricto credo o dogma, se precipitan a ligarse con alguna religión o
código filosófico capaz de crear una prisión para ese temible y des-
conocido león que llevamos dentro.

La fuerza del león es ambivalente, puede a la vez dar vida y
destruirla, Su orgullo y ansia de poder son legendarios. Existe
otro aspecto menos conocido, también instintivo, que simboliza
n el león: el ansia de ser redimido. Eso también puede de-
vorar nuestra humanidad, dejando de ella solamente los ojos bri-
llantes y la voz irritada de un fanático religioso.

Hace ya mucho tiempo que Freud nos puso en contacto con
nuestro lado instintivo como una fuerza sexual. El instinto por
conseguir la iluminación puede ser también una fuerza poderosa
€ incluso peligrosa. Esto es especialmente cierto considerando
que la expresión externa de esto está relacionada con la aproba-
ción social. Como sucede con todas las fuerzas arquetípicas, el
problema es cómo relacionarse con ellas y utilizar su poder crea-
tivo de forma consciente sin permitirles que devoren nuestra hu-
manidad. Jung lo consideró como un peligro específico en la re-

292

La Fuerza: ¿De quién?

lación con las fuerzas instintivas simbolizadas por el león. Y escri-
bio:

«Los leones, como todos los animales salvajes, indican emo-
ciones latentes. El león juega un importante papel en la alqui-
mia con este mismo significado. Es un animal “fiero”, un em-
blema del diablo, y supone el peligro de ser devorado por el in-
consciente.»

‘Tanto en mitos como en fábulas, los dos aspectos, celestial y
demoníaco, de los animales aparecen repetidamente. Zeus, dis-
frazado de ave o de bestia, desciende a la tierra donde tiene rela-
ciones amorosas con seres mortales. No existe sin embargo ningún
ejemplo en el que Zeus se distrazara de león para sus correrías
nocturnas, quizá porque ese papel real sería un pobre disfraz para
el soberano del Olimpo. Los dioses no se someten a escenifica-
ción. Cuando Zeus, disfrazado de ave o de bestia tuvo relaciones
con alguna mujer mortal, los resultados fueron siempre dinémi
cos, con derivaciones tanto para el bien como para el mal. Habi-
tualmente esta unión del cielo y la tierra era, la causa de una con.
flagracién social que daba a luz una nueva era, tanto cultural como
psicológica.

“Algunos de los amoríos de Zeus fueron celebrados en pinturas
famosas, dos de las cuales reproducimos aquí pues ofrecen, am-
plían e iluminan este tema. En los dos ejemplos la relación entre el
dios-animal y la mujer-mortal produce resultados frustrantes. En
la primera pintura, titulada «Leda y el cisne» (fig. 49), Zeus adop-
ta la forma de un bello cisne y viola a la inocente Leda. Por lo que
se ve, Leda parece haber disfrutado de lo inevitable, pues ella y el
cisne se hallan unidos en un tierno abrazo. A los pies de Leda ya-
cen los temibles frutos de esta unión, dos parejas de gemelos fa-
mosos: Cástor y Pólux, y Helena y Clitemnestra, símbolos tanto
dela grandeza de Grecia como de la caída de Troya.

‘Yeats lo dijo de manera más bella en su poema «Leda y el cisne»:

‘Un estremecimiento engendré allí
el derrumbamiento de la muralla, el incendio del techo
y de la torre y la muerte de Agamenón.

293

Jung y el Tarot
Y el poema de Yeats acaba preguntando:

¿Puso ella todo su conocimiento y poder
antes de que el picotazo indiferente la dejara caer?

Parece ser que Leda no lo hizo. A diferencia de la Fuerza,
Leda no está coronada por los dientes de la sabiduría. Por el con-
trario, desnuda incluso de los adornos de la civilización, había asu-
mido totalmente la forma sinuosa de su amante cisne, Fue violada
en su humanidad y poseída por el dios.

En otra famosa ocasión Zeus, tomando la forma de un toro,
raptó a la inocente Europa. La pintura en la que Di Giorgio conme
mora cste suceso se titula El rapto de Europa (fig. 50). Parece obvio
que el pintor usa la palabra «rapto» en sentido figurado y solamente
por cortesía hacia los padres de esta pobre chica, ya que Europa pa-
rece disfrutar también de esta cabalgata. No derrama ni una lägri-
ma al mirar hacia atrás, donde una mano la despido desde su hogar.
Nótese cuán bellamente el artista captó el sentimiento de identidad
inconsciente entre Europa y el toro. Los dos parecen flotar juntos
como un solo ser. Sin embargo, ella es «arrebatada» por la bestia
divina. Esta unión dará como fruto otra vez un acontecimiento
‘mixto: el rey Minos de Creta y el bestial y mágico Minotauro.

‘Como ilustran estos mitos, se requieren fuerza y experiencia.
para luchar contra las tendencias instintivas si uno no quiere en-
contrarse en una situación embarazosa o fuera de sí. La dama di-
bujada en la Fuerza parece poseer la visión interior y la fortaleza
necesaria para conquistar al león. No va a verse arrebatada por el
animal amigo, los dos se mueven de manera armónica. Ni siquiera
con la ayuda de esta maga el león llegará a ser totalmente domesti-
cado, puesto que él pertenece al reino de Artemisa (Diana), diosa
de los animales, que es ella misma una eriatura salvaje, indómita e
impredecible

Artemisa es por otro lado la virgen cazadora, hermana de
Apolo, con quien compare su luz. Cuando se enfada, sin embar-
go, puede volverse tan vengativa como la bruja Hécate, haciendo
como ella magia negra. Cuando quiere, esta diosa es capaz de
cambiar al mejor amigo del hombre convirtiéndolo en un perro es-
clavo de Hécate, de modo que el animal ataque y devore incluso a

294

La Fuerza: ¿De quién?

Fig. 49 Leda y elcisne (Artista flamenco, 1540. De la colección de
G. Johnson. Museo de arte de Filadelfia. Reproducido con permiso)

295

a

Jung y el Tarot

Fig.50 Elrapto de Europa (Francesco di Giorgio)

su propio dueño. Esta idea se nos muestra en el mito griego del jo-
ven Acteón, quien fue destrozado por sus propios perros de caza,
a los que dio la orden Artemisa, por haberla aquél espiado en su
baño. El destino de Acteón ilustra una verdad psicológica: si per-
mitimos actuar libremente a nuestros instintos, sin restricción, &s-
tos pueden volverse contra nosotros y destrozarnos.

Una bella fotografía de la estatua de Artemisa paseando a su pe-
rro por los jardines de la Tullerías (fig. 51) nos presenta a la diosa
como casta e inocente. Solamente los ojos centelleantes de su perro
nos advierten de que estamos tratando con una bruja y su «animal
familiar». El fotógrafo que tomó esta instantänca lo hizo en una
noche tormentosa; solamente un relámpago ilumina la escena.

‘Como nos indican los antiguos mitos, cl hombre primitivo te-
nía gran dificultad para controlar sus instintos, pues los tenía muy
cerca de la superficie y no podía negarse a ellos. Ahora, por el
contrario, hemos ignorado nuestro aspecto instintivo durante tan-
to tiempo que a veces llegamos incluso a olvidar que existe, hasta
que ruge en su jaula con la furia de un Icón hambriento, Nos guste

296

La Fuerza: ¿De quién?

Fig. 51 Artemisa, la dama de las bestias, paseando a su perro por los
Jardines de las Tullerias (Foto de M. Brassai)

9 no, nuestra naturaleza animal nos acompañará toda la vida. De-
bemos encontrar un camino, como sugiere la Fuerza del Tarot.

297

REE SO

Fuerza: ¿De quién?
Jung y el Tarot La Fuerza: ¿De q

na dormida (fig. 52), un león que pasea bajo la luna en el desierto
se acerca a una gitana dormida. Bajo cl resplandor de la Juna, el
Icón y la gitana se hallan embrujados por el misterio del otro, El
sueño de la gitana es atacado en sueños por su alma animal perdi
da; la incansable bestia parece olfatear el misterio de la humani-
dad, temiendo de alguna manera tocarlo.

Por suerte, el héroe de nuestra historia recucrda su sueño y vi-
gila atento al león que ruge alrededor de él durante la noche. Apa-
rentemente, también él estableció contacto con el-ánima que pa-
sea al lado de este animal. Con esa dama poderosa como guía, el
héroe puede explorar a salvo la selva interior de su psique, Con su
ayuda puedo llegar a conocer al león y a todas las otras bestias pri
mitivas que habitan cn lo más recóndito de su ser.

Fig. 52 La gitana dormida (Henri Rousseau, 1897, óleo sobre tela
de 127.5 x 197,5 cm. Museo de Arte Moderno, Nueva York.
‘Cedido por Simon Guggenheim)

que nos permita compartir pacíficamente su compañía. Aniela
Jaffé comentó este problema explicando la relación con nuestro
aspecto instintivo de la siguiente manera:

“Los peligros que atemorizan al hombre civilizado son los ins-
'ntos suprimidos o lesionados; los peligros que atemorizaban
al hombre primitivo cran los impulsos desenfrenados. En am-
bos casos el “animal” se ve alienado de su naturaleza verdade-
ra y para ambos la aceptación de su alma animal es la condi-
ción para la plenitud y vivencia total de la vida. El hombre civi-
lizado debe cuidar al animal que Ileva dentro haciéndose su
amigo.»*

Tenemos un camino que nos permite tomar contacto con el
animal que llevamos dentro y ese camino son los sueños. Quizá
nuestra alma animal herida y perdida viene a nuestro encuentro
en los sueños buscando ayuda. En la pintura de Rousseau La gita-

298 299

Fig. 83 El Colgado (Tarot marsellés)

15. EL COLGADO:
INTRIGA

.. no es la sangría lo que disminuye el poder.
Esel consentimiento.

Mary Renault

En el Triunfo duodécimo, un hombre joven está colgado boca
abajo, atado por un pie a un patíbulo que se sostiene sobre dos ár-
boles truncados, cada uno de los cuales presenta las huellas de seis
ramas podadas (fig, 53). Los dos árboles crecen al borde de un
abismo en la tierra, un barranco de gran profundidad posiblemen-
te. Asi pues, la cabeza del joven está más baja que el nivel de la su-
Perficie de la tierra, como enterrada, al igual que las raíces de los
dos árboles. La prominencia formada por la cabeza del joven, así
como su cabello que cuelga, nos sugieren una tercera bola enterra-
da, quizá un nabo con las raíces pilosas características de esta hor-
taliza,

El Colgado, con las manos ligadas a su espalda, se siente tan
indefenso como el nabo. Se halla totalmente en las manos del
Destino. No tiene poder ninguno para dar forma a su vida o con-
trolar su destino. Como una hortaliza, no puede más que esperar
que una fuerza externa a él le arranque de la atracción regresiva
dela Madre Tierra.

Después de haber experimentado el exuberante influjo de
energías que se indica en la carta anterior, el héroe seguramente
se habrá asombrado de este repentino giro. Con el pie que lo que-
da libre, seguramente habrá luchado todo lo posible por liberarse
dando inútiles patadas contra su destino. Se habrá sentido profun-
damente engañado. impaciente, con ganas de ponerse en pie y ser

301

Jung y el Tarot

capaz una vez más de tener la cabeza sobre sus hombros así como
de pisar firmemente el suelo como pretende. Ha de haber sufrido
mucho antes de conseguir el grado de aceptación y de descanso
casi agradable que muestra la imagen.

Podemos imaginar fácilmente con qué fuerza y furor luchó este
joven. Nosotros también creemos que este trance es inaceptable y
humillante. Se nos hace difícil ver su cabeza, sede del pensamien:
to racional, así rebajada, y nos gustaría liberar sus piernas ligadas
de modo que fuera capaz de emprender nuevas empresas. Para el
hombre occidental resulta muy dificil tolerar la inactividad forza-
da. Tenemos tendencia a pensar que la acción significativa esta
tuada en la línea horizontal, en el plano de comportamiento extra-
vertido, así como a representar todo anhelo espiritual dirigido ha-
cia el ciclo, ignorando totalmente el crecimiento que eso puede
producir por debajo de nuestro nivel de consciencia. Hemos per-
¿ido las dimensiones de profundidad, citando a Paul Tillich

Todos tendemos, casi instintivamente, a dar la vuelta a la carta
del Colgado para enderezarla. Si le damos la carta a alguien que
desconozca el Tarot, invariablemente la volverá de modo que la
cabeza de la figura esté «donde debe estar». Después de hacerlo,
emitirá un sonido de alivio y seguramente sonreird. Si no sabes
por qué sonrie, prueba a dar la vuelta a la ilustración del libro de
modo que el colgado aparezca de pie. Ahora vemos cómo, sobre
un pie y con los brazos atados a la espalda, baila una jiga. Visto
desde la perspectiva del inconsciente, el que nos parecía como es-
tancado, inmovilizado y cautivo, es ahora libre; el que parecía ha-
ber perdido su equilibrio, ha conseguido ahora una perfecta esta-
bilidad. Lo que nuestra consciencia experimentó a primera vista
como un tiempo de quietud y frustración, se nos revela ahora
como un momento de acción liberadora. Incluso la expresión de la
cara del Colgado parece haber cambiado, Ahora su mirada se en-
cuentra con la nuestra serena y confidencialmente: con cierta au-
toridad parece sonrefrnos como si supicra un secreto

Para conseguir descubrir su secreto hemos de volver a mirarle
como se nos presentó la primera vez: balanceándose sin ayuda
ninguna en el espacio. Ser colgado boca abajo es tradicionalmente
el castigo para los traidores. En algunas barajas antiguas italianas
esta carta se llama Il Traditore (el traidor). Algunas veces este

302

El Colgado: Intriga

Traidor del Tarot se representa con una bolsa llena de monedas en
cada mano, sugiriéndonos la figura de Judas con sus treinta dena-
sios de plata. Durante la Edad Media, a los cobardes y a los caba
lleros desleales se les colgaba por los tobillos para apalearlos; lo
cual era un castigo humillante. Hace muy poco tiempo los cuerpos
de Mussolini y de su amante fueron colgados por los pies para ex-
hibirtos públicamente. En todos estos casos el colgar, en sí mismo,
no es el instrumento físico de la muerte, es más bien un signo de
ignominia, de censura y de ridículo público, un vuelco, un giro to-
tal de todo lo que significaba algo para aquel personaje.

A la costumbre de colgar a alguien por los pies se le llamaba
antiguamente «desconcertar». Hoy en día «desconcertar» significa
además «frustrar, confundir, desbaratar». Ciertamente el joven
aquí representado se siente confuso en el más amplio sentido de ta
palabra. Está soportando cierto tipo de crucifixion. Nos recuerda
a Pedro, quien pidió ser crucificado cabeza abajo en señal de hu-
mildad. No hay ninguna evidencia de que el héroe de nuestro Tarot
haya solicitado ser puesto en la picota pero, hablando en términos
psicológicos, seguramente lo hizo de forma inconsciente. Quizá cl
contacto con el orgulloso león de la carta anterior le llevó a enor-
gullecerse, con una confianza ¡limitada en sus propias fuerzas hu-
manus. Como sabemos ya, a los dioses no les gusta el escándalo,
Cualquier pretensión de que la naturaleza humana sea más fuerte
que la Madre Naturaleza o de que el intelecto del hombre sea la
regla de funcionamiento para toda vida, molesta a la Gran Madre
y finalmente también al reo humano. En venganza, la diosa puede
agarrar a su hijo imprudente por los tobillos, sumergiendo su or-
gulloso cerebro otra vez dentro del vientre de su húmeda tierra.

El árbol, especialmente si es un árbol truncado, es el símbolo
universal de la madre. El cuerpo de Osiris, por ejemplo, fue ence-
rado cn un árbol truncado; sus ramas podadas simbolizan la cas-
tración del hijo (la consciencia masculina del ego) y la posibilidad

nuevo crecimiento o de renacimiento a una esfera de conoci-
miento más amplia. El Colgado, enmarcado 4 ambos lados por
estos árboles gemelos así como por la horca de arriba, puede signi
ficar que está encerrado en una especie de ataúd. Al mismo tiem-
Po el contacto con las aguas subterráneas maternales nos sugiere
bautismo y nueva vida. Quizá la naturaleza le mantiene confinado

303

Jung y el Tarot

para que pueda finalmente resurgir de su vientre como un recién
nacido. Podemos pensar que, al igual que los reción nacidos, se le
sujeta por los tobillos para darle las palmadas que le conducirán a
una nueva vida.

Vemos a nuestro héroe aquí suspendido entre los dos polos ge-
melos de la existencia: nacimiento y muerte. Todos hemos sentido
la soledad y el desamparo de sentimos colgados sobre el abismo
eterno. Este terrible aislamiento, o prueba de paciencia, juega un
papel muy importante cn todos los ritos iniciáticos. Algunas ve-
ces, por ejemplo, se obliga al iniciado a pasar la noche solo dentro
de una cueva oscura del bosque. En clla, se ve obligado a enfren-
tarse y soportar una posible muerte física sin más ayuda que su
propia fortaleza interior y su habilidad. Al hacer frente a este mo-
mento, el joven se ve obligado a encontrar un nuovo centro, que
hasta ahora tenía oculto dentro de sí mismo. Si sobrevive a esta
experiencia, emerge de la cueva como un recién nacido, en prueba
de lo cual, dándole un nuevo nombre, se le acepta como adulto en
la comunidad. Según la teoría de Mircea Eliade, a través de esta
experiencia el iniciado hace la transición desde el mundo ordina-
rio de la temporalidad al mundo intemporal y sagrado de los dio-
ses. En su libro Umbral de la iniciación, Joseph Henderson discute
este momento y comenta a Eliade de la siguiente manera:

«Entre los dos (mundos) hay un corte, una ruptura en la con-
tinuidad... (para) pasar del mundo profano al mundo sagrado,
lo que de alguna mancra implica la experiencia de la muerte;
aquel que hace el tránsito muere a una vida para conseguir el
acceso a la otra... la vida donde se hace posible la participación
en lo sagrado.»

Dado que en nuestra cultura no tenemos un ritual específico
para la iniciación, es difícil para los jóvenes efectuar esta transi-
ción. Algunas veces buscan tareas sobrehumanas para probarse a
sí mismos. Así, en las generaciones pasadas, el vuelo solitario de
Lindberg sobre el Atlántico y la conquista de Hillary del Everest
son dos ejemplos de esta iniciación autoimpucsta, Ya en los tiem
pos recientes, los viajes al espacio exterior han servido a esta fun-
ción. Algunos, al aceptar los rigores de la vida del ejército, ame-

304

El Colgado: Intriga

nazados por la muerte física, y al afrontar sus propios instintos
asesinos en la guerra, padecen esa iniciación. Para otros, esto mis-
mo puede suceder al sufrir el encarcelamiento por rechazar llevar
armas, así como ser la burla de sus contemporáneos, lo cual les
provecrä de nuevas reservas de fuerzas.

Como nos muestra repetidamente la historia, toda persona cuya
conciencia individual se halle en oposición al punto de vista de la
colectividad, aparece como traidor al «establishment». Este indi
viduo debe sufrir varios juicios, el último de los cuales puede real-
mente tener lugar en el Juzgado. Opuesto a sus familiares, amigos
y asu gobierno, este inconformista puede ser tachado de delincuen-
te. Su vida como ciudadano puede ser anulada para convertirse así
en alguien que está colgado. Saul Bellow explora ese tema en su
novela titulada concretamente The Dangling Man (El colgado).

Una iniciación de este tipo puede producirse en varios momen-
tos de nuestra vida, generalmente cuando se alcanza una cierta
fase de nuestra existencia y la vida exige una transición a nuevos
caminos. Es un momento horrible, pues hemos de abandonar las
costumbres probadas y experimentadas para confiarnos a modos
de vida desconocidos y nunca vistos. Esto exige sacrificio y coraje.
Todos hemos pasado períodos en nuestra vida, quizá no tan gra-
ves y dramáticos como los mencionados arriba, en los que nos he-
‘mos sentido «colgados» por las circunstancias; tiempos en los que
los antiguos modelos de comportamiento no nos servían, como si
La vida nos quitara la alfombra de debajo de los pies, haciendo que
nos sintamos tambaleantes entre dos mundos y con la única posi-
bilidad de esperar y rezar. En estas ocasiones nos sentimos traicio-
nados por la vida, humillados y desposeídos de todo orgullo así
como de nuestra persona (el disfraz o máscara que nos ponemos
en público para proteger del mundo nuestra parte secreta).

Cada vez que, como el Rey Lear, protendemos mantener la ca-
beza por encima de la vulgaridad, evitando el «olor de mortali-
dad» con todos los conflictos y sufrimientos inherentes a la vida
ordinaria, el Destino nos prueba dándonos en las narices con todo
lo que habíamos despreciado. Cada vez que coronamos rey a
‘nuestra función superior. nos sentimos forzados a descender al ni-
vel de los gusanos. Como Lear, nos tenemos que sumergir en el
Tango de nuestra humilde realidad.

305

Jung y el Tarot

En la carta de la Fuerza, el héroe se enfrentó con los aspectos
de su naturaleza psicosomätica simbolizados por el le6n, un mamí
fero colocado muy arriba en la escala de la evolución. Ahora,
debe de hacer frente a los aspectos más bajos de su psique, simbo-
lizados por gusanos, insectos y plantas. Con los oídos cerca del
suelo, oye erecer la tierna hierba y siente la suave ondulación del
gusano y el imperceptible canto de los insectos, su parentesco con
toda vida. Él, que se ha acercado al precipicio como lo hiciera el
Loco, con la cabeza perdida entre las nubes de sueños de su fuerza
y su proeza, se ha convertido en un fracasado. El foco de su cono-
cimiento se ha desviado hacia las raíces de la vida, las formas fun-
damentales de las que surge todo crecimiento. Según Eliade:

«Los taoistas, imitando a animales y vegetales, se cuelgan
boca abajo para conseguir que la esencia de su esperma les flu-
ya hacia el cerebro. El tan-tien, los famosos campos de cina-
brio, deben de encontrarse en los más recónditos secretos del
cerebro y de las entrañas; allí es donde el embrión de la inmor-
talidad se prepara alquimicamente.»?

Si el héroe sobrevive a la iniciación que la vida le presenta en
esta carta, puede declarar con William Blake:

«Le he dicho al gusano: Tú eres mi madre y mi hermana».*

Es interesante contrastar la situación del Colgado con la del
Enamorado, que también representaba un juicio. El Enamorado
estaba representado en pie, encajonado e inmovilizado por dos
mujeres sólidamente plantadas, como dos árboles, a cada uno de
sus lados. La resolución de su problema, así como la fuerza para la
acción, procedía del alado Bros que estaba situado por encima de
él, en el cielo. Por el contrario, el Colgado, inmóvil entre esos dos
poderosos símbolos maternales, sólo puede encontrar su inspira-
ción en las profundidades.

La situación física se supone de diversas maneras según las di-
ferentes culturas: en el Antiguo Testamento se habla de los riño-
nes como el centro de la consciencia; para los africanos, ese centro
de conocimiento está situado en el corazón 0 el abdomen; los hom-

306

eT,

El Colgado: Intriga

bres modernos sitúan la consciencia en la cabeza. Tanto para los
africanos como para los hebreos del Antiguo Testamento, la cons-
ciencia residía en las profundidades del cuerpo, se hablaba de las
inspiraciones supraconscientes como procedentes de lo alto. Para
el hombre moderno, sin embargo, que vive demasiado en la cabe-
za, «el Otro» se encuentra más frecuentemente en la profundidad
de abajo. Nosotros, como el Colgado, hemos sido desconectados
de nuestras raíces. Tenemos la necesidad de descender para co-
nectar de nuevo con nuestros orígenes en la historia y en la natura-
leza. El motivo del sacrificio y el desmembramiento, oculto tras
los muñones rojos de los podados árboles, se repite en las piernas
rojas y en la parte alta de los brazos, también roja, de la figura
pendiente, lo cual nos sugiere que él también debe dar su sangre,
debe sacrificar sus antiguos modos de actuar y de comprender.
Muchos de sus antiguos dioses han caído del árbol, entre ellos, sin
duda, la imagen de la vida como madre benéfica, siempre buena,
cuya función él imaginaba que era protegerle de la desgracia así
como proveerle en todos sus descos. Como señaló Jung, la palabra
«sacrificio» significa «hacer sagrado». Sacrificar nuestras imäge-
nes egocéntricas es hacer nuestra vida sana y santa; entonces no
queda ya diferencia entre nuestra imagen de cómo han de ser las
cosas y de cómo son las realidades de nuestra existencia humana.
Sólo nosotros, los seres humanos, estamos dispuestos y capacita:
dos para este tipo de sacrificio y de sufrimiento espiritual. El peso
(y el poder) inherente al legado de la crucifixión nos coloca a parte
del resto del reino animal.

Al igual que aquellos animales cautivos de la Rueda de la For-
tuna, el Colgado cs una víctima del Destino que está a merced de
los dioses. Está tan desamparado como los animales, pero con una
diferencia: tiene la oportunidad de aceptar su destino de manera
consciente e indagar su significado, mientras que los animales,
como mucho, pueden soportar su suerte.

Cada vez que nos encontramos en la posición del Colgado nos
es útil, no sólo explorar las actitudes conscientes con las cuales la
vida está tratando de descolocarnos y preocuparnos, sino también
gustar el sabor de esa nueva experiencia. Una buena manera de
ampliar el sentimiento de lo que la vida le ofrece al Colgado, con-
siste en cerrar los ojos y tratar de penetrar en su cuerpo. Si co-

307

a ro

Jung y el Tarot

nocemos el Yoga. podríamos probar una sesión con él. llegado
este punto. Sentiríamos entonces cómo la sangre fluye a nuestra
cabeza llevando oxígeno al cerebro y reavivando nuestro espíritu
Nuestras cansadas retinas se sentirian reavivadas, aportando a
huestra vista una visión del mundo de colores más frescos. Si,
como el Colgado, nos encontráramos suspendidos en esta po:
sición, solos y sin comida ni compañía, las «puertas de nuestra
percepción» quedarían tan aclaradas que quizá podríamos experi-
mentar visiones celestiales y la iluminaciön del satori

La experiencia de esta suspensión forzada le ha quitado al héroe
toda su independencia; pero puede ofrecerle algo nuevo y precioso
Si, como Parsifal, es capaz de encontrar la pregunta adecuada. La
experiencia nos muestra que el «¿por qué me hace esto el destino?»
es un callejón sin salida, Si, por el contrario, nos preguntamos
quién soy yo para que esto me suceda?», podemos desbloquear
Jos tesoros ocultos que nos pongan cn contacto con el significado de
esta vida de manera nueva. El estar colgado sobre el limbo es una
Posición llena de ambigtiedades: por un lado cuelga uno a precario
Sobre el abismo pero, visto desde otra perspectiva, se le ha impe-
¿ido caer al fondo del barranco. Está uno externamente inmovili-
zado, pero en el fondo de sí mismo siente un baile de liberación.

Como vimos antes, muchos adultos, especialmente los de Oc-
sidente, se sienten asustados por la sola contemplación de esta
Postura colgante. Parece ser que a todos los niños, aun de culturas
y climas diferentes, les gusta dar vueltas en el tiovivo y sentirse
Solgados de los tobillos, perdiendo incluso los céntimos o tesoros
que pudieran caer de sus bolsillos al suelo. En algunas versiones
del Colgado del Tarot, algunas monedas, símbolo de los valores
mundanos, se dibujan cayendo de los bolsillos del joven, Todos
conocemos por experiencia cómo, enfrentados con la realidad úl.
lima. todo fo que tenemos, las posesiones de la vida, nos parecen
sin sentido y estamos dispuestos a abandonarlas. No es de extra-
Har que en el fondo de sí mismo, el Colgado sonría y baile, lleno
de una nueva alegría.

Este desenlace feliz vendrá, si así debe ser. Aún se halla oculto
en el futuro y no será visible hasta que llegue el bailarín del arcano.
Veintiuno. Al dar la vuelta, enderezando al Colgado. hemos te-
ido el privilogio de echar un vistazo mágico a un aspecto de la

El Colgado: Intriga

eternidad, donde todo el tiempo es uno. El joven, sin embargo, no
es consciente del bailarín que yace enterrado en su profundidad.

Por ahora permancee inmóvil, colgado del árbol del destino y sin

ayuda posible. o \

La leyenda nos cuenta que Osiris también permancció colgado
de un árbol como la carne en el matadoro y que durante tres días
esperó madurar para ser despedazado. Parece ser que este joven
debe colgar del árbol del sacrificio hasta que madure y hasta que el
viejo Adán empiece a pudrirse y caiga. En el mismo centro de esta
experiencia (lámose iniciación o crucifixión) está la terrible nece-
sidad de sentirse traicionado y de afrontar la espantosa soledad de
estar totalmente olvidado. Refiriéndose a este estado psicológico,
Jung escribe: «El paciente debe de estar solo si ha de encontrar
qué es lo que le soporta cuando 61 no se soporta ya. Sólo esta ex-
periencia puede provcerle de unos fundamentos indestructibles».*

Lo que soporta al Colgado es la sólida madera del árbol de la
Naturaleza, que le pone en contacto con la robustez de su propia
naturaleza interior. El hecho de que esta experiencia nos dé como
resultado una cimentación indestructible viene indicado por la
forma en que sus piernas forman el número cuatro (visto de pie),
mostrándonos que la orientación, la totalidad y la solidez toman
forma en el inconsciente. La experiencia interior que está sufrien-
do no es un sueño nebuloso: tiene las cuatro dimensiones de la
realidad. El pic sobre el que normalmente se sosticne señala aho-
ra hacia el ciclo, Está adquiriendo una nueva comprensión. La
comprensión que simboliza el Emperador y su número cuatro es de
un tipo diferente. Las cuatro puntas de la figura se orientaban hacia
tealidades externas al plano humano: civilización, estabilidad, ley
y orden, En el Colgado, este orden cuadrangular ha sido invertido
Pero no destruido y yace simplemente abierto a la luz del ciclo, ex-
Puesto de una manera nueva a la intervención de los dioses.

El número doce del Colgado incluye mucho de lo que se ha
dicho hasta aquí. Marca el tiempo límite de la realidad humana
Con sus doce horas alternativas de día y noche y la cuenta anual de
sus doce meses. También nos señala los doce signos zodiacales,
Que simbolizan dimensiones sobrehumanas de tiempo, asi como la
intervención del destino sin control por parte del hombre. Como
Cuatro veces tres, el número doce conecta la trinidad del espíritu

ce

Jung y el Tarot

con la rectangularidad de la realidad de ta tierra. El héroe se sien-
te atravesado por la influencia de las estrellas y se siente a sí mis-
mo en esta dimensión expandida del doce.

Empieza a descubrir que el viaje hacia la autorrealizacién no
procede en el orden de A-B-C, sino que su ritmo es azaroso. Al
igual que el movimiento de la Rueda de la Fortuna, su fortuna es-
Piritual sufrirá muchas revoluciones. Habrá períodos de depre-
sión, cuando la introspección previamente ganada y que él creía
segura desaparezca de nuevo hacia el inconsciente, aparentemen-
te perdida para siempre jamás. Otras veces, cuando se sienta en la
cima de su fortuna, el sol brillará de nuevo y saldrá, como si rena-
ciese, hacia un mundo de nuevos colores y de dimensiones desco-
nocidas y nunca sofiadas. Utilizando otra imagen, es como si el
modelo del crecimiento cspiritual fuera como el que desarrolla un
árbol: antes de que puedan florecer nuevas ramas en la superficie,
las raíces deben profundizar en la tierra para ampliar su campo y
soportar así el nuevo crecimiento.

El Colgado inicia un largo período de asimilación forzada y
de consolidación en las raíces. Pasará un tiempo antes de que las
amas podadas dibujadas aquí nos muestren nuevos brotes o antes
de que el joven salga de nuevo al mundo, Por el momento, y du-
rante un tiempo, las energías y las visiones mostradas en las cartas
anteriores serán absorbidas hacia el inconsciente para su profun-
dización y su expansión. Por ejemplo: en la Rueda de la Fortuna,
el héroe empezó a ver su destino personal contra una pantalla más
amplia, estableciendo conexiones significativas entre su vida y los
modelos universales. Ahora, se enfrentan su fe y estos modelos.
En la Justicia, podía estudiar los problemas del equilibrio en una
posición horizontal; ahora su conocimiento se amplía en sentido
vertical y en dos dirceciones: hacia arriba, hacia los planetas del
cielo; y hacia abajo, hacia el mundo subterráneo de la naturaleza
vegetativa. Debe de establecer ahora un equilibrio entre estas dos
fuerzas opuestas. Sus manos atadas le impiden hacer nada para li-
berarse de la experiencia atormentada de la crucifixión.

El destino puede traernos este tipo de crucifixión varias veces
durante nuestra vida y de varias maneras distintas. Un revés co-
mercial puede desposeer a una persona en una noche de todas sus
posesiones mundanas, incluso de la profesión a la cual había dedi-

310

El Colgado: Intriga

cado su vida, entristeciendo su realidad presente y destrozando sus
esperanzas de futuro. Quizá a alguien le traicione un ser amado,
destruyendo la confianza que éste tenía puesta en él y en el mun-
do, dejándole triste y solitario. También puede suceder que un
asunto político o religioso, en el cual uno estaba totalmente absor-
to, le falle (fallar, eso es retirar la imagen salvadora que él había
proyectado), desbaratando el universo entero, dejando su vida sin
sentido alguno. También puede ser una inmovilización repentina
por enfermedad.

Puede suceder también que una enfermedad espiritual le deje
inerme. Quién tenía a diario la confianza de lograr dominar la
vida, descubre ahora que, incomprensiblemente, se halla sin ener-
gía o voluntad para conseguirlo, Su personalidad entera se en-
cuentra sumergida en la depresión. En este caso, la totalidad de su
intelecto, de su ego, se siente deprimida y falta de base, exacta-
mente como se representa en esta carta del Tarot. Al igual que el
Colgado, se siente tan impotente como un vegetal. En algún caso
extremo, una persona que sufra esta experiencia puede convertir-
se casi literalmente en un vegetal. Perdido en el mundo del incons-
ciente, incapaz ya de participar en el mundo exterior y de recono-
cer y ocuparse de sus propias necesidades físicas, puede llegar a
necesitar hospitalización

Jung vio que las neurosis o las psicosis que se expresaban de
esta manera no eran enfermedades inhibidoras de la vida, sino que
eran medidas correctivas cuyo propósito era establecer un equili-
brio psíquico a un nuevo nivel para poder proseguir la vida. Pensó
que eran métodos que la naturaleza usaba para curar al organismo
psíquico. Observó que, siempre que el intelecto y la voluntad se
hacían inflexibles, orientados hacia el poder, la naturaleza recu-
tía a tales medidas extremas para eliminar los sueños de la perso-
na de modo que ésta se viera forzada a explorar otros aspectos de
su psique. Jung vio la situación representada en el Colgado como
una invitación a profundizar en dimensiones desconocidas del ser;
como un reto más que como un castigo. Dijo sobre esto:

«El inconsciente siempre trata de producir una situación
imposible para forzar al individuo a que exteriorice lo mejor de
sí mismo. Si uno no lo intenta nunca, no se completa, no se rea-

au

Jung y el Tarot

liza. Se requiere una situación imposible, donde uno t
renunciar a su propia voluntad y a su propio conoci ,
o hacer nada más que confiar en el poder impersonal del cre-
cimiento y del desarrollo.»°

Hasta años recientes pocos eran los psiquiatras que estaban de
acuerdo con el punto de vista de Jung. Cuando se encontraban
con un paciente en la situación del Colgado, muchos de ellos reac-
cionaban como casi todo el mundo ante esta carta del Tarot: in-
tentaban darle la vuelta, colocarlo inmediatamente sobre sus pies
para que empezara de nuevo en el mundo de los logros, de manera
que pudiese reasumir su vida en el punto en que ésta se había inte-
rrumpido.

Es duro no sentirse de esta manera, pues todos nos sentimos
predispuestos a dar valor a las realidades presentes del mundo ex-
terno más que a las del mundo interior, cuyas manifestaciones
experimentamos con menos frecuencia y menos realidad. De he-
cho, muchos pacientes que nunca se han sentido poseídos por una
enfermedad espiritual son capaces de negar la realidad de dicha
condición, Cuando se encuentran con un amigo que se halla en un
estado de depresión mental, minimizan sus sintomas considerán-
dolos imaginarios, y a ellos los etiquetan de hipocondriacos cen-
trados en sí mismos. Suelen aconsejar: «Ánimo, no seas tan in-
trospectivo, sal de ti mismo, interésate por algún hobby». Son ca-
paces de comportarse cruelmente incluso con alguien que padece
una depresión crónica, pensando que así pueden liberarle de este
estado. Por esta misma razón algunos hospitales utilizan trata-
mientos de electroshock en los individuos que sufren depresiones
profundas, esperando devolverles a la «normalidad».

Hoy en día algunos psiquiatras empiezan a estar de acuerdo
con la visión de Jung de que la así Hamada enfemedad mental es
por sí misma un instrumento terapéutico para una condición en-
ferma, capaz de restablecer el equilibrio de un sistema psíquico
desequilibrado. En lugar de interrumpir los procesos terapéuticos
de la Naturaleza por medios mecánicos, los psiquiatras están em-
pezando a explorar caminos nuevos de apoyo a la Naturaleza, com-
plementando su trabajo. En lugar de intentar forzar al paciente a
que vuelva a su anterior modelo orientado hacia cl ego, los psicó-

312

El Colgado: Intriga

Jogos le ofrecen apoyo en su retirada forzosa de la vida, animán-
dole a que acepte esta situación como una oportunidad para cx-
plorar la vida oculta dentro de sí mismo. A través de la analogía
con los materiales míticos, un terapeuta experto en el análisis psi-
cológico puede ayudar, ordenar y dar sentido a las imágenes caóti-
cas que se encuentran en el inconsciente. De esta manera la vida
del paciente puede llegar a estar llena de significado y orden.
Cuando este tipo de trabajo se hace con éxito, los resultados se
ven premiados, pues el paciente resurge de

no simplemente dentro de los márgenes de su anterior personali-
dad, sino que renace totalmente como una nueva persona conec-
tada con su centro, Un pionero de este tipo de tratamiento, John
Weir Perry, describe un episodio esquizofrénico de esta manera:

«Debida a una activación del inconsciente así como a un
colapso del ego, la consciencia se encuentra confundida por los
niveles más profundos de la psique, encontrándose el indivi-
duo con que tiene que vivir según una modalidad psíquica muy
diferente de su entorno. Se halla inmerso en un mundo mítico.
Se siente de repente aislado al no encontrar comprensión por
parte de aquellos que le rodean. El miedo por su opresión y
su aislamiento le causa una ola de pánico que lo envía a un reti-
10 forzoso. Sus emociones no conectan ya con las cosas ordina-
rias, sino que lo hacen con conceptos e ideas titánicas, con un
mundo interior de mitos e imágenes... Ahí hay un montón de
contenidos simbólicos de todo tipo, de temas reprimidos, muy
desiguales de un caso a otro. Es como en los mitos y en los tex-
tos rituales, sólo que hecho trizas, como lo son los contenidos
de los sueños.»

Comparando estos fragmentos con una vidriera cuya piezas se
hubieran desmontado y mezclado entre sí desordenadamente al-
rededor de un centro, Perry consigue mostrarnos cómo se pueden
estabilizar finalmente estos fragmentos de manera armoniosa en
relación con su centro. o

Acompañando al paciente a través de esta experiencia caótica,
el psiquiatra, a quien estas técnicas le son conocidas, puede ayu-
darle a recoger estos fragmentos caleidoscópicos de un modo signi-

313

A a

Jung y el Tarot .

Ficativo, de manera que el centro se convierta en una fuerza activa y
clara para la vida. Incluso con esta ayuda y comprensión psicológi.
a, hacer frente al caos monstruoso del inconsciente de esta manera
Tequiere paciencia, aceptación y un gran coraje, Sin tener en cuenta
de qué manera se plasma en muestra realidad la situación del Colga-
do, este enfrentamiento requiere siempre sacrificio y una renuncia
consciente a la consciencia del ego como fuerza conductora, así
‘como la aceptación de nuestro destino y nuestra sumisión a el

Como decía Mary Renault en el encabezamiento de este capt-
tulo: «no es ta sangria lo que disminuye la encrgia, es el consentir
enella».?

Solamente consintiendo de alma y corazón en esta experiencia
puede el Ahorcado esperar una ayuda celestial y conectar de nue.
vo con los dioses y con su ser transpersonal. A través de su acepta.
ción de la crucifixión, el hombre coopera con su destino y, en este
sentido, lo escoge. Al escoger su destino se libera de él, pues en ese
‘momento lo trasciende,

| ‚El sentido de la crucifixión se nos explica elocuentemente en la
| historia bíblica del último momento de Jesús en la cruz. Después de
su primera frase, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandona.
do?», acepta su destino con las palabras: «Padre, en tus manos en.
comiendo mi espíritu». Y después de decir esto, entregó su alma.

Si el Colgado puede aceptar su destino y «encomendar su espí.
itu» a un poder superior à la consciencia del ego, puede entonces
«entregar el espíritu» de su personalidad anterior entrando en una
vida nueva con un nuevo espíritu, Si puedo tolerar y comprender
su crucifixion, emergerä de este oscuro encuentro por el otro lado
del precipicio, hacia otro nuevo mundo, por decirlo de alguna ma-
nera. Habiendo llegado al otro lado, continuará su viaje de nuevo,
Pero esta vez de mancra más consciente y dedicada.

Hasta ahora el trabajo más importante del héroe fue vivir ple- :
namente su vida exterior. Ahora (como se representa en esta ear.
ta) hay una gran fractura entre lo viejo y lo nuevo.

Nunca más podrá regresar a su vida egocéntrica. Desde ahora
Empezará a mirar cada vez más profundamente a la cara imperso-
nal de la Muerte, esa figura monstruosa que representa la próxima
carta.

314

Y;
G S

Fig.54 La Muerte (Tarot marseliés)

16. LA MUERTE:
EL ENEMIGO

Mientras no mueras y resucitos de nuevo, eres
un desconocido para la oscura tierra,

Goethe

El Triunfo número trece nos muestra un esqueleto que blande
una guadaña de color rojo sangre (fig. 54). A sus pies yacen los
desmembrados cuerpos de dos seres humanos. En la carta ante-
rior dejamos al héroe colgando boca abajo sobre el abismo, sin
ninguna ayuda para que padeciera la muerte espiritual y el des:
membramiento último de su vida anterior y de su personalidad.
Aquí vemos representado este desmembramiento: sus anteriores
ideas (simbolizadas por las cabezas). sus puntos de vista (simboli-
zados por los pies) y sus actividades (simbolizadas como manos)
yacen inútiles esparcidas sobre el suelo. Todo aspecto de la vida
anterior de nuestro héroe parece haber sido triturado, incluso el
principio central que le guiaba, pues una de las cabezas que pode-
‘mos ver en el dibujo lleva una corona que nos indica que el con-
ductor real del carruaje representado en la carta número siete ya
10 conducirá su destino como lo hacía antaño.

El héroc, sin embargo, no ha perdido al conductor real que le
ayudaba a guiar su Carro cuando inició el viaje intentando la con-
quista del mundo, pues la cabeza coronada que encontramos a los
pies del esqueleto irradia nueva vida. Sea cual sea la parte del anti-
guo orden que aún sigue viva y útil. va a ser incorporada al nuevo.
Nada en la naturaleza se ha perdido. «El rey ha muerto: larga vida
al rey.»

En muchas culturas primitivas cada año se mata simbólicamen-

317

as A

Jung y el Tarot

te al antiguo rey, desmembrándolo y «comiéndolo» ritualmente
después para asegurar fertilidad a las cosechas nuevas y la revitali-
zación al reino. Las iglesias cristianas, hoy en día, conservan aún
una idea similar cn la Sagrada Comunión, donde el sacerdote
comparte el pan y el vino, símbolos del cuerpo y la sangre de Cris.
to, para cvidenciar la incorporación del espíritu de Cristo nueva.
mente asu interior.

En esta carta del Tarot la idea de revitalización y renovación
está más que indicada en los muchos brotes que aparecen profusa-
mente al lado de las manos y los pics plantados en la tierra y a pun-
to de abrirse a una nueva vida. Esto se podría tomar como símbolo
de una manifestación psíquica interna más que externa, como nos
indica el hecho de que estos brotes sean de color amarillo y azul,
símbolos de la intuición y el espíritu, atributos de la naturaleza
psíquica interna del hombre. El verde es más bien el color de la
sensación, o sea de la naturaleza fisica externa,

En la carta número veinte, el Juicio, que es la carta que se en-
cuentra justo debajo de la de la Muerte en nuestro Mapa de Viaje,
las semillas del bosque plantadas en la Muerte habrán alcanzado
la madurez. En el Juicio veremos aparecer un nuevo ser humano,
renacido de la oscura tierra, pero eso ocurrirá más adelante en
nuestra historia. Por el momento, todo lo que sabemos es que el
héroe, habiendo «madurado» como Colgado, se siente ahora co-
mo desmembrado. La Muerte representa aquel momento en el que
uno se siente «hecho pedazos», diseminado, con la vieja persona
lidad y costumbres tan mutiladas que casi son irreconocibles.
Frente al torbellino de la danza del tiempo todos nos sentimos Île_
nos de miedo, temblor y espanto, Como sabemos ya de alguna ex-
periencia como ésta, le llevará un largo tiempo al héroe antes de
Poder recogerse y reordenarse de nuevo. Le llevará un Jargo tiem-
po también resucitar como una persona nueva y entera en una
vida nueva y completa.

«La desmembración sc puede entender psicológicamente
como un proceso de transformación que divide un contenido de
origen inconsciente para conseguir su asimilación consciente."
Edward Edinger escribió esto en su libro Ego y Arquetipo. En un
bajorrelieve que representa la crucifixión y desmembramiento de
Jestis, simboliza la fragmentación del

318

La Muente: El Enemigo

ito. De la misma mancra, la cabeza coronada de la carta trece
puede considerarse como la representación del principio que guia-
ba al héroe tal como se le aparecía a él al principio. Ahora ya está
preparada para ser asimilada e integrada, para conseguir final-
mente la rosurrección de una nueva manera.

Incluso considerándolo simbólicamente como un instrumento
de cambio en el contexto de nuestra vida terrenal, el esqueleto de
la carta número trece es duro de aceptar. Somos criaturas de cos-
tumbres. Incluso a un nivel más superficial, nos resistimos a los
cambios en nuestra vida cotidiana, incluso a aquellos cambios que
nosotros mismos hemos planeado conscientemente. Incluso. des-
pués de años de ahorrar, cuando finalmente nos trasladamos a
aquella casa nueva de nuestros sueños, sin embargo nos sentimos
tristes al abandonar el viejo hogar. O bien, cuando finalmente lo-
gramos una transformación en nuestra vida y en nuestra conducta
personal, seguimos añorando las viejas costumbres. Aftoramos
también las malas costumbres, aquellas viejas costumbres que
(como decía Rilke) vinieron, se sintieron bien y se instalaron en
nosotros. Partir es una pena, puesto que nos atamos a todo; a la
gente, a los animales, a las cosas. No queremos perder nada de
aquello que sentimos que nos «pertenece», ni siquiera los dientes
o el cabello que se nos cae. Estamos especialmente ligados a todo
loinstintivo de nuestros cuerpos naturales.

A las partes gastadas de nuestra psique también nos duele
abandonarlas. Los alquimistas conocían ya esta razón y para ellos
el esqueleto simbolizaba también la necesidad de perder la identi-
ficación de uno mismo con su cuerpo. Ellos también reconocían la
necesidad de hacer consciente el conflicto entre el hombre espiri-
tual y el hombre natural. Jung nos dice: «Haciéndolo así, los al-
quimistas redescubrieron la antigua verdad de que cada operación
de este tipo es una muerte figurada, lo cual explica la violenta
aversión que cada uno siente cuando ha de pasar a través de sus
proyecciones y reconocerla naturaleza de su anima»?

Pero, entre la poda de lo antiguo y la maduración de lo nuevo,
existe un período de negra aflicción, Refiriéndose a esta etapa del
viaje hacia el autoconocimiento, los alquimistas usaban el término
«modificación». «Bienaventurados los que lloran.» Quien llore la
amputación de una reacción inconsciente que ha formado parte de

319

Jung y el Tarot

uno mismo desde su infancia, o quien sc lamente por la pérdida de
una rígida proyección que ha servido durante mucho tiempo como
soporte para un ego vacilante, ésos pueden considerarse biena-
venturados. Serán finalmente confortados con unas visiones inter.
nas más válidas y con un apoyo más duradero,

El esqueleto es un símbolo apto para este tipo de revelación,
Sugiere a la vez movimiento y estabilidad. Representa los huesos
pelados de la realidad, la armazón para nuestra carne y nuestros
músculos, el marco sobre el cual todo se apoya, se mueve y funcio-
ha como una unidad. Y sin embargo, paradójicamente, ese instru.
mento de cambio representa también la parte más duradera de
nosotros mismos. Son solamente los huesos lo que dejamos a los
historiadores, el único testimonio de nuestra existencia como indi-
viduos. Es todo lo que nos queda de nuestros antepasados, de nues.
tras raíces enterradas en la profundidad del tiempo. El esqueleto
es el arquetipo del Homo sapiens. Como tal. representa una ver-
dad eterna y básica que se le revela al héroc por primera vez.

Algunas barajas del Tarot (entre ellas una dibujada por Aleis-
ter Crowley) representan a este esqueleto bailando como un der.
viche. blandiendo la guadaña cn una frenética Danza de la Muer-
te. Ese concepto lleva on sí la idea de que la muerte es a la vez
cambio y estabilidad; que aunque en esencia cs transformación
turbulenta, su corcografía es eterna.

El esqueleto de la treceava carta abraza muchos pares de
opuestos. Por un lado no es más que un saco de huesos, una mons-
truosa cosa muerta que traiciona nuestra fe en el calor y la vitali-
dad de la vida, el gran nivelador que reduce Ja esencia única del
genio y del loco a un denominador común. Por otro lado puede
considerarse como un diagrama universal a través del cual brilla el
Puro Ser; una revelación de la manera de andar de las cosas, como
el interior de un reloj. ¡Qué magnífica obra de arte es el hombre!
Viendo este esqueleto nos maravillamos ante lo asombroso de
nuestra crcación, y de toda creación. Es de esta manera como sc
convierte en el modelo de cómo funcionamos, de cómo funciona
todo. El macrocosmos y el microcosmos se unen en este diagrama.

El esqueleto es universal e impersonal; ya que es el secreto
más personal que tenemos, lo oculto, el tesoro enterrado en el fon-
do de nosotros mismos, bajo nuestra carne, Podemos tocar nuestra

320

La Muerte: El Enemigo

piel, uñas, pelo, dientes, etc., pero no podemos tocar nuestros
huesos. Normalmente nunca vemos nuestros huesos, sin embar-
po, al igual que el incosnciente, son lo más verdadero de nosotros
mismos. A menudo se utiliza la radiografía de los huesos como
medio de identificación. Es algo terrible una radiografía como
sueño o visión. ‚Es posible que seamos asi? Temblamos sólo con
pensarlo y, sin embargo, sentimos cierto parentesco. Sentimos
una conexión tanto literal como figurativa «con nuestros» huesos.
El esqueleto se muestra desnudo ante nosotros. ¡Qué desagrada-
ble y molesto parece! Es dificil creer que todo lo que nos pide es lo
mismo que nosotros le pedimos a los demás: ser aceptado. Perm
támonos mirarlo.

A medida que estudiamos esta carta más profundamente, po-
demos observar que incluye varias parejas de opuestos. La guada-
fia la conecta con Saturno, dios del tiempo, de las cosechas, de la
disolución y de la descomposición; la guadaña presenta la misma
forma que la luna creciente, símbolo de Artemisa, y nos ofrece la
promesa de una renovación y una regeneración que se encuentran
en la fase que todavía no hemos visto pero que sabemos que llega-
rá ineludiblemente para completar el ciclo. La hoja de la guadai
está teñida de rojo por la matanza y la destrucción que lleva consi-
20, sin embargo, el color cálido del esqueleto y su actitud están
cargados de energía creativa o

Todos los caracteres del Tarot que hemos estudiado hasta
aquí, al ser arquetipos, nos han mostrado una tendencia a incluir
muchos opuestos, incluso aquellos que sirven para engendrar.
Hasta aquí cada personaje principal nos fue mostrado como prin-
cipalmente masculino o principalmente femenino. En dos casos el
elemento masculino y et femenino quedaron representados por
separado (Papa-Papisa; Emperador-Emperatriz): pero en esta
carta treceava el carácter sexual de la figura central no está clara
mente definido. Nos movemos hacia un tipo más andrógino que
los vistos hasta ahora. La Muerte es tan fundamental para la vida
que puede ser presentada ascxuada, en una forma diagramática
que incluye todas las posibilidades.

Algunas veces el esqueleto se nos muestra abiertamente como
el diagrama del s-mismo. En su libro Hara, Karlfried Dürkheim
nos ofrece una ilustración sobre este punto (fig. 55), representan-

321

ee

Jung y el Tarot

do la figura en metal de un Buda demacrado sentado en medita-
ción. El cuerpo se reduce literalmente a la piel y los huesos, reve-
Jando claramente la estructura del esqueleto. Las órbitas vacías de
sus ojos miran profundamente al infinito.

Con respecto al trece del Tarot, los comentaristas utilizan el
esqueleto como cambio y transformación en esta vida. A menudo
esquivan totalmente hablar de la transformación última: de la
muerte física. Sin embargo, tomar esta carta a nivel psicológico o
espiritual no es más que una muestra. un ejemplo de cómo desvia-
mos el tema de la muerte física. El que pintó esa carta sin duda
sintió aversión a llamar al esqueleto por su nombre. En la edición
original francesa no lleva nombre. En la edición inglesa moderna.
el título no aparece escrito en letras de molde debajo de la figura.
como sucede con los otros. En su lugar. el rótulo «muerte» está es-
crito muy finamente, susurrado en el margen derecho superior.
Quien puso ahí esa palabra fatal, la dejó caer y escapó, podemos
creer, huyendo del próximo golpe de la guadaña sangrienta.

‘Todos dudamos al pronunciar este nombre montruoso. Cuan-
do llamamos a alguien por su nombre, suele volverse y mirar a
quien le llamó. Eso es lo último que queremos que haga esta figu-
ra temible. Como niños desobedientes acurrucados en una esqui
ha, parece que tengamos la intuición de que, si no llamamos su

tención, la muerte pueda olvidarse de llamar a nuestra puerta.
¿Creemos seriamente que por no pronunciar nunca su nombre, te-
niendo cuidado de mencionar las tumbas de nuestros amigos con
amables eufemismos, conseguiremos que esa criatura sin nombre
«pase de largo»? No, seguro que no. Tiene un gran ojo vuclto ha-
cla nosotros y, aunque sea un esqueleto, se mucve de prisa.

No es accidental que el número de esta carta sea el trece, nd
mero que en nuestra cultura se considera desafortunado, El trece
se entromete cn las doce horas de nuestro día y en los doce meses
de nuestro año, rompiendo el ritmo aburrido de nuestro diario gi-
rar. No existe espacio en nuestro calendario ni lugar en nuestra es-
fera para el número trece, Tampoco hay lugar en la mesa para este
desagradable invitado. Experimentamos Ja intrusión de este es-
queleto como una traición: los doce y Judas.

Damos vueltas con el intelecto para intentar encontrar una
aceptación tcórica de esta criatura y de su guadaña, Nos contamos

322

La Muerte: El Enemigo

1.55 Buda arrepentido

323

RE

Jung yel Tarot

a nosotros mismos que esta limpieza a fondo es necesaria para ha
cer lugar a la vida nueva: nos decimos que comprendemos que las
doce horas de nuestro reloj han de expansionarse para incluir nue-
vas dimensiones de tiempo. Aceptamos filosóficamente la frase de
que la muerte no es la antítesis de la vida, que nacimiento y muer-
te son dos polos gemelos entre los que descansa la vida. Sabemos
todas estas palabras y podemos (y lo hacemos) recitarlas frecuen-
temente. Pero ¿cómo hacernos a la idea de nuestra propia muer-
te? Éste es el problema.

Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas regium tu-
res. «La pálida muerte con golpe imparcial llama a la puerta de
los pobres y a los palacios de los reyes.» Suena más temible en el
latin de Horacio, pero lo que significa es: «Preparados o no, jaqui
estoy)»

¿Cómo podemos «prepararnos» para la muerte? La manera
mds sencilla que tenemos de prepararnos para ese golpe inevitable
en nuestra puerta seria la amonestación de Balzac: «La muerte es
segura. Olvidémosla». Si llegáramos a comprender el hecho de
que nuestra muerte es cierta quizá podríamos en cierto sentido
«olvidarla». Por lo menos no nos iría dando golpes con su guadaña
mientras pasa.

El aforismo de Balzac contiene toda la sabiduría de aquella a
tigua fábula, «Cita cn Samarra», que contiene la verdad en sus di
tintos aspectos. Un criado encontró a la Muerte coronada y cu.
bierta con una capa negra en la plaza del mercado, y le pareció
que le hacía una señal. El criado aterrado le tomó prestado un
caballo a su amo y huyó a Samarra, Aquella tarde el señor tam-
bién encontró a la Muerte en la plaza del mercado y le preguntó.
«¿Por qué le hiciste aquel gesto a mi criado esta mañana?». A lo
que la Muerte respondió: «No fue una señal para asustarle, sino
simplemente un signo de sorpresa. Me sorprendí al ver a tu cria-
do en Bagdad, puesto que tengo una cita con él esta noche en Sa-

Quizá si cada uno de nosotros pudicra verdaderamente acep-
tar su «cita en Samarra, la actividad del esqueleto de la carta de-
cimotercera no nos parecería tan aterradora. En el cuento cita-
do, la Muerte no se nos aparece como un personaje hostil o venga-
tivo, sino más bien como un criado de la vida con una tarca para

7]

La Muerte: El Enemigo

realizar y un tiempo programado para hacerlo. Las derivaciones
de esta historia van más allá del aforismo de Balzac. Parecen de-
irnos que, al perder energía y un precioso tiempo intentando es-
capar a la Muerto, el criado dejó de vivir su vida, de modo que al
final fue Él y no la figura misteriosa vestida de negro quien traicio:

n6la vida.

Mientras no podamos comprometernos totalmente con la
‘muerte, nunca nos sentiremos realmente comprometidos con nues-
tra vida. Seguiremos siendo esclavos ligados al cuerpo, atrapados
en una cotidiancidad egocéntrica. Shakespeare desarrolló dramá-
ticamente esta idea en EI rey Lear. En esta obra, el personaje cen-
tral, al enfrentarse con la muerte en el páramo, acepta finalmente
que su mano «huele a mortalidad», y al hacerlo se convierte, al fin,
«cada parte de su cuerpo en un rey». Jung nos dice: «Aceptar cl
hecho de que perecemos en el tiempo, es una especie de victoria
sobre el tiempo».* El rey Lear trasciende las limitaciones del tiem-
po terrenal, aceptando su mortalidad física al anular su ego. Así
da el primer paso hacia el mundo intemporal de los inmortales.

A menudo utilizamos la expresión «puertas de la muerto» sig-
nificando con ello que con nuestra muerte física pasamos a través
de una puerta hacia un mundo radiante de nueva vida. Muchos de
los que atravesaron el dintel de la muerte y regresaron atestiguan
que la visión instantánea del «más allá» les abrió 4 una nueva di-
mensién del conocimiento espiritual. Aquellos a quienes el desti-
no munea ha llamado al umbral de la muerte. han sentido que el
hecho de enfrentarse a ella a través de la pérdida de alguien próxi-
mo a ellos liberó su espíritu y les abrió las puertas a nuevas pers-
pectivas.

Aceptar la muerte como el nacimiento, como parte de la vida.
es convertirse en realmente vivo. Jung dijo: «No querer vivir es
sinónimo de no querer morir. Devenir y pasar son la misma cur-
va. Aquel que no quiera acompañar esta curva permanecerá sus-
pendido en el aire, paralizado. Desde Ja mitad de la vida en ade-
lante, sólo permanece vivo aquel que voluntariamente quiera
morir con la vida».

Si el Colgado no quicre permanecer suspendido en el aire sin
ningún crecimiento espiritual, debe dar el próximo paso que le
conducirá a través del valle de sombras, hacia la aceptación de la

325

ii. A

Jung y el Tarot

muerte. Como reconocimiento de esta íntima conexión entre la
muerte y la transformación espiritual, las ceremonias religiosas
primitivas requerían a menudo que el iniciado se enfrentara a la
muerte. Algunas veces, como al Colgado, se le abandonaba si
ayuda ninguna en el oscuro bosque. Otras, como a sir Lancelot,
se le forzaba a pasar la noche en su propia tumba. Era tradicional
en la iniciación de un caballero el enfrentamiento final con el mis-
terioso Caballero Negro, un guerrero desconocido armado con un
hacha primitiva, quien solicitaba del iniciado que colocara su nuca
sobre la piedra, Si el joven tenía el coraje de obedecer este temible
mandato, el desconocido misterioso, levantando la visera de su
casco, retiraba el hacha y se revelaba como salvador.

En nuestro Tarot, la cara del esqueleto también parece una
máscara, pues la muerto lleva muchas máscaras. Las mil facetas de
este desconocido preocuparon a los artistas de todos los tiempos,
Al mencionar algunas de ellas quizá lleguemos a tener una idea de
la verdadera cara de la Muerte y podamos por fin pronunciar su
nombre. Si, como hizo Jacob con su ángel, podemos llegar a tocar
a este personaje, quizá él pueda pronunciar nuestro nombre ver-
dadero.

La Muerte se representa frecuentemente como un esqueleto
verdoso que se burla de nosotros mirándonos de soslayo o bien
como el cuarto jinete del Apocalipsis que galopa furiosamente a
través de la escena blandiendo una espada. Antes de que la cien-
cia médica nos enseñara a prevenir las muertes por enfermedad
cpidémica c hiciera que fueran más comprensibles para nosotros
las causas de las enfermedades mortales, se consideraba a la mucr-
te como un bárbaro desconocido que hacía su aparición repentina-
mente, procedente de no sabemos dónde, matando multitudes y
devastando el mundo civilizado.

El Triunfo de la Muerte, un tema central en los sonetos que Pe-
trarca compuso para Laura, también fue un tema muy popular en
os frescos y pinturas de aquel período y sin duda alguna ejerció su
influencia cn el número trece del Tarot. La carta de la Muerte fue
representada de maneras muy diversas, alguna de las cuales repite
el motivo dibujado en el Tarot de Marsella. En muchas de estas
pinturas el pálido esqueleto, montado sobre un caballo también
esquelético, galopa sobre un grupo de todo tipo de figuras huma-

326

La Muerte: El Enemigo

nas. Las figuras caídas están tan amontonadas que uno percibe cl
sentido de un desmembramiento caótico, como el dibujado en la
Muerte del Tarot. Por aquí y por allá, podemos ver aisladamente
cabezas, pies y alguna mano «germinando»: algunas veces, como
en nuestro Tarot, una de las cabezas lleva una corona,

En este tipo de representaciones pictóricas, la Muerte se nos
muestra como una fuerza impersonal que lucha contra toda la hu-
manidad más que como un adversario personal con quien uno tie-
ne que encontrarse. Esto se debe en parte a que las plagas y otras
catástrofes frecuentemente destrufan y atacaban a comunidades
enteras. También puede ser que en tiempos pasados la muerte no
se experimentase como la cuestión a resolver a solas que hoy es.
Los sacramentos de la Iglesia proveían formas rituales de enfren-
tarse con la muerte, así como también lo hacían la vida comuni
taria y familiar. La muerte solía producirse en el hogar y era una
experiencia compartida por todos los que conocían al moribundo.
Los servicios póstumos del entierro reunían a toda la comunidad
en un ritual de adoración y llanto. Con la quiebra de la religión or-
ganizada, estos rituales de enfrentamiento con la muerte se han
perdido y, como la idea de la muerte cs demasiado monstruosa
para hacerle frente en soledad, recientemente la hemos escondido
bajo la alfombra. En las últimas décadas, como veremos después,
hemos empezado a explorar nuevos caminos que nos conduzcan a
aceptar y tratar el problema universal de la muerte física.

Sin embargo, la experiencia actual de la muerte es en esencia
una experiencia individual. Cada uno de nosotros debe afrontar
solo este momento de la verdad. En la pintura de Böcklin, La
Isla de los muertos (fig. 56), se capta toda la soledad y misterio de
este momento. En ella podemos ver una pequeña figura envuelta
en una blanca mortaja, de pie en la proa de la barca de Caronte,
acercándose silenciosamente a la isla solitaria cuyos riscos escar-
pados y cipreses negros están enmarcados por la oscuridad. No
hay ningún signo de vida; una solitaria puerta de mármol cortada
en la montaña da la bienvenida al viajero. ¿Hacia dónde? Es ex-
ttaño que la habitación de la muerte deba aparecer como inhabi-
table. Por muy sobrepoblado que esté nuestro planeta en la ac-
tualidad, el número de los vivos se ve sobrepasado ampliamente
por las legiones de muertos. El acercamiento a la muerte, como

327

ES

Jung yel Tarot La Muerte: El Enemigo
nos muestra Böcklin, es un viaje solitario, es una experiencia per.
sonal

La originalidad de cada enfrentamiento individual con la
muerte se representa algunas veces pictóricamente por medio de
un esqueleto que señala con su huesudo dedo directamente a su
próxima víctima, A pesar de que el hecho de morir sea una expe.
riencia común a todas las cosas vivas, cada uno de nosotros experi-
menta la muerte como el dedo que le señala sólo a uno mismo,
Psicolögicamente, la muerte nos señala a cada uno de nosotros
| por turno, pidiéndonos que cada uno a su manera encuentre el sig-

nificado oculto tras ese gesto. La muerte da una oportunidad dis-

tinta a cada ser humano, El hombre es el único capaz de anticipar
su muerte, de filosofar acerca de ella y de experimentar este hecho
conscientemente; no asf los animales, «Ay, pobre Yorick!» sig
fica mucho más que «¡Ay, pobres de nosotros». Nos conduce, a
través de la experiencia del lamento. hacia un sotiloquio igual al
de Hamlet sobre el sentido de la muerte y a hacerle un lugar en el
espectro de la vida.

Manley Hopkins menciona este tema en su poema «Primavera
y Otoño: a una niña», Empieza su poema preguntándole a la nina:
«Margarita, estás lamentándote/ por la partida de Goldengro.
ve?». Y termina el poema con este verso:

Fund. Beisinger, 1926)

Es para descomponersc para lo que el hombre ha nacido,
¿es por Margarita por quien te lamentas?®

A la naturaleza no le importa nada ol individuo; sus esfuerzos
se inclinan totalmente hacia la conservación de la especie. Es pro-
blema del hombre, como parece señalar el pocta, celebrar la caída
de la hoja o lamentarse por lo transitorio de la vida. Es problema
del hombre amar la vida y honrar al individuo, pues cs solamente
a través del individuo como nace la consciencia

El tipo de problema que describe Hopkins es muy distinto de
un agarrarse miserablemente a las cosas de este mundo, o de un
miedo a la muerte orientado de forma cgoísta. Según nos dice, las
lágrimas de Margarita proceden de un nivel más profundo. Su
afectación infantil ante la transitoriedad de la vida, incluso aunque
nos parezca lamentable, es un tributo necesario y natural de la

Fig. 56 La Isla de los muertos (Amold Böcklin, 1827-1901. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York,

328

ROSS EES

Jung y el Tarot

humanidad que muy fácilmente se nos hace excesivo. «A medida
que crece el corazón», le dice a la niña, «llegará a estas visiones
con más frialdad».

Todos hemos experimentado que a medida que nos movemos
hacia un mundo más adulto, de ciencia médica y estadísticas, per-
demos contacto con el lamento que describe Hopkins. Ofrecemos
A nuestros niños explicaciones científicas sobre la caída de las ho-
jos en vez de compartir sus lágrimas con ellos, y esterilizamos el
misterio y el asombro procedentes de la experiencia de la muerte
con la actividad impersonal y eficiente de la rutina hospitalaria,
Nuestro miedo adulto a la muerte nos preserva a menudo impi-
diéndonos contemplarla.

Erasmo decía: «Sólo los locos y los niños no temen a la muer-
tc». No puedo olvidar una ilustración del libro de Barrie, Peter
Pan y Wendy, donde se podía ver a Peter Pan en pie con los brazos
én jarras y las piernas separadas, contemplando la laguna nebulo-
sa. El pie decía: «Morirse debe de ser una aventura horriblemente
grande». Con los niños introduciéndose a cada momento en la exi
tencia, representa una gran aventura; un viaje a las tierras desco-
nocidas. Los jóvenes pueden comprometerse con el futuro des-
conocido, ya que tienen pocas ideas preconcebidas. Son más capa-
ees que nosotros de aceptar la idea de la muerte con las lágrimas y
la pena que son propias de esta «gran aventura».

Para muchos adultos resulta difícil contemplar lo desconocido
en cualquier contexto. Preferimos que de antemano se nos provea
de un programa de actos, de una sinopsis de la historia, de una
agenda. Krishnamurti, a quien se le preguntó qué pasa después de
la muerte, dijo: «Lo sabré cuando llegue a ella. No necesito saber-
lo ahora», ¿Necesitamos saberlo ahora? ¿Es necesario que la preo-
cupación de lo que pueda pasar en el capitulo siguiente nos arrui-
ne el disfrute de éste? ¿Podríamos, como Peter Pan, contentarnos

con quedarnos de pie en la orilla y mirar al mar con un sentimiento
de miedo y admiración a la vez?

Dado que el arte de los indios y de los mexicanos surge del in-
consciente primitivo, a menudo oculta el temible carácter numi-
oso de la experiencia de la muerte; pero aquí, de nuevo, encon-
tramos que tras la fascinación acecha un miedo. Daremos dos
ejemplos: primero, un esqueleto humano adornado con azabache

330

La Muerte: El Enemigo

y turquesas (fig. 57). Este objeto bello y terrible fue un regalo que,
en principio, Moctezuma le ofreció a Cortés. ¿Fue quizá una si.
niestra advertencia de que el mundo del conquistador sufriría un
día el desmembramiento? Si fue así, la oscura profecía que se re-
flejaba cn el asombro de esos ciegos y vacíos ojos resultó ser ver-
dad. Este extraño regalo se encuentra ahora en el British Museum.
«¿Quién es el próximo que se atreve a aceptar a este desconocido?»

La segunda imagen (fig. 58) representa al dios de la Muerte
mexicano. Esta regia figura, grabada en oro y suntuosamente ves-
tida, nos da la bienvenida a su reino. Sonríe de corazón y abierta-
mente, parece un alegre posadero que nos dice: «No tenéis nada
que temer». Sentimos miedo frente al umbral. Apenas olmos ce-
rrarse la pesada puerta, nos parece sentir cómo se corre el cerrojo
detrás de nosotros. Sentimos también cómo a nuestra blanca car-
ne la estruja el abrazo metálico del Rey de la Muerte.

El pensamiento de la muerte física nos paraliza de horror. Sin
embargo, cada día nuestros cuerpos físicos avanzan con pasos gi-
gantescos hacia las puertas de la muerte. El problema es, por su-
puesto, cómo ayudar a nuestras almas a que se muevan al mismo
ritmo que nuestros cuerpos. Cada vez que nuestro espíritu queda
rezagado, entorpece el fluido natural de la vida que va del naci-
miento a la muerte, ahogando el aliento vital con costumbres
«muertas» y conceptos anticuados.

Se le preguntó a Krishnamurti cómo se preparaba para la
muerte. A esto contestó: «Cada día mucro un poco», En el con-
texto de su respuesta era obvio que no se trataba de una contem-
plación mórbida del hecho de la muerte física; la idea era más bien
cambiar diariamente, con cada momento, liberándose de las cosas
que nos ligan al inconsciente. La idea de Krishnamurti es que cada
día nos ofrece muchas puertas a la nueva vida, si queremos abrir-
las, en vez de anticiparnos con furia y con miedo a la aceptación de
una Gran Transformación que suponemos nos espera tras la puer-
ta final.

Jung también indicaba la idea de que vivir la vida plenamente
es la manera natural de acercarse a la muerte. Como psicólogo.
conoció los sueños de cientos de personas de edad avanzada, Des-
cubrió que el inconsciente de aquellos que se acercan a la muerte
no hablaba en los términos de rondar el gran final de la vida; por

331

A

Jung y el Tarot

Fig.57 Calavera humana adornada (Museo Británico)

cl contrario, los sueños de las personas de edad parecian continuar
como si la vida misma siguicse. Se Te preguntó también a Jung
como debía prepararse uno para morir, a lo que respondió que
uno debía continuar viviendo como si la vida durara eternamente

332

La Muente: El Enemigo

Fig. 58 Dios dela Muerte mexicano

La mejor manera de prepararse para un largo viaje de dura-
ción infinita y hacia un país desconocido sería probablemente des-
pojarse de todo bagaje innecesario. Una manera de hacerlo po-
dria consistir en examinar las propias pertenencias. solo

Jung y el Tarot

sólo los artículos esenciales para el bienestar espiritual y físico, de-
Jando atrás el resto. El problema es, por supuesto, reconocer lo
esencial,

Cada día nos presenta muchas oportunidades para hacer este
tipo de elección espiritual y, al hacerlo, podemos evitar los mu-
chos rodeos tentadores que seducirían nuestras energías con pro-
mesas o que podrían volvernos a las costumbres indolentes del
comportamiento infantil. Rechazar la cooperación en el des-
membramiento de muestro propio ser crea un estrechamiento en
el flujo vital; lo que lleva a la muerte espiritual. Según Jung, tal
Comportamiento puede acabar incluso en la muerte física. Dice
Jung:

«Si se rechaza la exigencia de autoconocimiento que es re-
querida por el destino, esta actitud negativa puede acabar en la
muerte real. La exigencia no se hubiera manifestado en esta
Persona si no hubiera sido capaz de luchar con perspectivas de
vencer. Pero se verá atrapado cn un callejón sin salida de don-
de solamente el autoconocimiento podrá ayudarla a salir.»?

Verse seducidos, adormecidos o tentados de escapar de nues
tra participación consciente en la vida y sentirnos atraídos a coo.
perar con la muerte ha sido un tema muchas veces dramatizado en
las artes. La Muerte como seductora es el tema favorito de la pin-
tura de Manuel Deutsch, 21 soldudo Muerte abrazando a una mu
chacha (fig. 59), que nos muestra una mujer en un abrazo obsceno
con un amante que es un esqueleto que la seduce en una unión re-
pulsiva y estéril. Algunas veces la Muerte se ha representado
como una madre benéfica que nos sofoca con una amable canción
de cuna que nos lleva hacia el Gran Sueño. Sin duda alguna éste
era el aspecto que debía de tener la muerte que tenía en su mente
Dylan Thomas cuando amonestaba a su padre:

No vayas suavemente hacia esta buena noche
la edad avanzada debe quemarse y encolerizarse con la proxi-
midad del día,

Rabia. rabia contra la muerte de la luz.*

334

La Muerte: El Enemigo

Fig. 59 Elsoldado Muerte abrazando a una muchacha
(Nikolaus Manuel-Deutsch. Offentliche Kunstammlung, Basilea, Suiza)

De esta misma manera hemos de enfurecernos contra el sutil
halago de la Muerte, ese tentador satánico que puede inducirnos a

335

Jung y el Tarot

la ausencia mental, al descuidarnos de manera que nos convirt
‘mos en víctimas de un accidente, o que puede también inducirnos
más abiertamento al suicidio. «Morir: dormir...» Sila tentación de
matar a nuestro lado sombrío (de matar de una vez y para siempre
todo ese problema, ese aspecto rechazado de nosotros mismos) se
hace abrumadora, puede llegar a ser autodestructiva.

Hay muchas maneras sutiles de cometer suicidio, tanto físico
como espiritual. Si no podemos soportar las tensiones de un cam.
bio, si no podemos aceptar que en ciertos momentos de nuestras
vidas hemos de permanecer inactivos como el Colgado, invertidos
en cuanto a nuestras actividades anteriores; si no tratamos de Île
var nuestras energías hacia modelos preconcebidos, entonces la
muerte puede aparecer disfrazada de ataque al corazón, de infarto
© de otra enfermedad repentina. Puede suceder también que una
Persona atrapada en un cireulo vicioso de preocupación mortal
por sí mismo pueda sencillamente desvanecerse, tanto corporal
como espiritualmente, Como indicó Jung, la naturaleza encuentra
innumerables mancras de acabar con una existencia sin sentido,

A pesar de que la muerte es un concepto de limitación carnal
que pertenece al aspecto yin de la vida, solemos referirnos a ella
como a algo masculino. En la fábula «Cita en Samarra» aparecía
como una anciana. Los ejemplos de la muerte como mujer en el
arte son relativamente escasos. Un grabado de Posada nos la
muestra como irónica parodia del encanto femenino, sin rastro al-
uno de la genuina seducción ofrecida por la muerte o de la llama:
da poderosa de la Gran Madre que nos atrac hacia su dulce abra-
zo. Esta pintura se titula Calavera de la Mujer Dandy (fig. 60). En
ella podemos ver un esqueleto que flirtea de forma obscena, ador-
ado con lazos, posando para un retrato con una enorme pamela
coronada de flores y plumas. La boca monstruosa con sus terribles
dientes está entreabierta en una sonrisa voraz. El propósito de
este retrato es ridiculizar o parodiar el aspecto seductor de la
Muerte. El hecho de que a esta criatura se la haya llamado «la Mu
Jer Dandy» sugiere que ella/él podría ser un travesti, representa-
ción del andrógino del sí-mismo de una manera distorsionada.

La palabra «calavera significa literalmente «cráneo», pero me
tafóricamente lleva también la connotación de «cabeza loca, atolon-
drado, insensato». Eso descubre ante nosotros el tema del traves-

336

La Muerte: El Enemigo

Fig.60 Calavera de la Mujer Dandy (Posada)

tido y nos sugiere la idea de la irracionalidad de la muerte, entidad
incontrolada cuyo comportamiento nos parece desconocido, al
margen de los modelos aceptados por la sociedad. La sátira, como
la utiliza Posada, es una táctica que el hombre utiliza para afrontar
su miedo a la muerte. Otra forma con la que tratamos de esconder
ese miedo consiste en recordarnos a nosotros mismos que no es
más que un concepto mental, una creación del intelecto humano.
William Buttler Yeats, quien también gritó a pleno pulmón contra
el desvanecimiento de la luz en la edad adulta, nos cuenta có

un gran hombre «aleja de s
Piracién». En el poema titulado «Muerte», dice así

Ningún miedo y ninguna esperanza acompañan
ningún animal agonizante;

un hombre espera su fin

temiéndolo y esperándolo todo;

ee

Jung y el Tarot

Muchas veces murió,
muchas veces se alzó de nuevo.

Un gran hombre orguiloso,
enfrentándose a los asesinos,

aleja de si la burla sobre

la suspensión de la respiración,
Conoce a la muerte hasta los huesos;
El hombre ha creado a la muerte.

A pesar de que Yeats puede haber estado bromeando un poco,
es cierto que el hombre ha creado el concepto de muerte como un
suceso único que tiene lugar irrevocablemente en un cierto momen-
10 del tiempo. Como sabemos, la muerte es un proceso continuo
en la naturaleza, El concepto de vida y muerte como dicotomía es
simplemente contrario a los hechos observables.

Esta simple verdad, ampliamente reconocida por la filosofía,
se ha convertido ahora en un asunto de interés práctico. Relacio-
nado con los transplantes de corazón, así como de otros órganos
humanos, es esencial determinar el momento exacto de la muerte
de manera que los órganos necesarios puedan ser extraídos y tras-
plantados mientras sean todavía viables sin producir violencia en
los donantes vivos. (Podría parecer, accidentalmente, que ol des-
membramiento y la reasimilación del hombre perfecto, antigua-
mente realizado en iglesias y templos, se realiza hoy en día en el
quirófano. Es alentador observar de paso que dudamos en des-
membrar a un ser humano «vivo» —nótese qué delicadeza—, que
es algo en lo que no participan muchas de las socicdudes primiti-
vas. incluyendo la de la Alemania de Hitler.) La pregunta que hoy
en día se hace la ciencia médica resulta problemática: ¿Cuál es el
momento exacto de la muerte? ¿Cuando el paciente deja de respi-
rar, cuando deja de latir su corazón o cuando el electroencefalo-
grama muestra que ya no hay ondas cerebrales? Dado que la natu-
raleza sabe que no hay un momento específico para la muerte, el
hombre crea uno arbitrario para dar una respuesta práctica a esta
pregunta, En este sentido, el hombre «crea la muerto» literalmen-
te. La falsa naturaleza de la dicotomía «vida contra muerte» llama
de tal manera nuestra atención y de un modo tan dramático, que
no podemos ignorarla por más tiempo.

338

La Muerte: El Enemigo

Nuestro tenso mundo de oposiciones encuentra una oportuni:
dad más en el otro extremo del continuum nacimiento-muerte.
Con la creciente legalización del aborto, la pregunta ¿cuándo em-
pieza exactamente la vida humana? ha pasado a ser vital, Como
podemos ver, las dos preguntas sobre el comienzo de la vida en la
carne y del final de la misma vida en la carne no pueden quedar
definidas en el laboratorio ni en los juzgados, solamente pueden
quedar definidas por un comiün acuerdo en que se selecciona art
trariamente un punto en el continuo espacio-tiempo en el cual no-
sotros acordamos decir que la vida de un individuo humano co-
mienza y otro en el que decimos que esta vida humana termina
Nos hemos erigido en dioses para juzgar a los vivos y a los muer-
tos. Durante todas nuestras discusiones, deliberaciones y decisio-
nes sobre esta pregunta, la Naturaleza permanece, como siempre,
en silencio.

El poeta Yeats tiene toda la razón. Podemos hacer frente al fi-
mal de la respiración con el desprecio que debidamente nos mere-
ce. En un sentido, no es más significativo que muchas transforma-
ciones que diariamente suceden cn la carne, a cada hora, en cada
‘momento. Si nosotros «creamos la muerte», ¿por qué va a asustar-
nos su fantasma? ¿Por qué no podemos pasar sencillamente por
este asunto llamado vivir, confiando a nuestro instinto animal de
supervivencia que nos proteja en esos raros momentos de crisis fi-
sica, cuando la acción defensiva sea necesaria?

Pero parece ser que no sabemos hacerlo, En todas las culturas
y edades ese fantasma autocreado ha estado siempre presente, in-
icrrumpiendo el drama de la vida con miedos irracionales, distra-
yendo nuestra atención del asunto que teníamos entre manos. Sc
han escrito muchos tratados sobre el arte de morir, Uno de ellos,
Artes Moriendi, se originó probablemente al mismo tiempo que el
Tarot más antiguo conocido. Una ilustración de este tratado es
una pintura de El Bosco titulada La Muerte y el Avaro. En ella, el
Avaro está representado en su lecho de muerte, La figura amorta-
jada de la Muerte se ve penetrando en el dormitorio mientras ala
dos duendecillos despojan de sus tesoros y monederos al Avaro,
Por detrás sc alza un ángel blanco señalando un crucifijo de donde
salen rayos luminosos. Bendecido por esa luz, el Avaro se vuelve
de cara hacia la Muerte. dándole probablemente la bienvenida.

339

Jung y el Tarot

Resulta obvio que la luz que en este momento ve el Avaro va más
allá del tópico: «no puedes llevártelo». Como sabían El Bosco y
sus contemporáneos, el mortal miedo a la muerte inherente a
‘nuestros huesos psíquicos no puede ser vencido por la lógica ni
por los aforismos. Parece querer decirnos que no se puede renun-
ciar a las cosas de este mundo y dar una auténtica bienvenida a la
muerte si no se da la verdadera iluminación de una experiencia
que trascienda toda otra cosa

En los tiempos de El Bosco, la Iglesia y su simbología vital ac-
tuaban como mediadores en este tipo de experiencia. Para mu-
chos de nosotros, en el siglo XX, este mediador ya no es auténti-
camente útil. Los símbolos de nuestra herencia judco-cristiana
han perdido para nosotros su significado. La muerte se ha con-
vertido cada vez más en un fenómeno puramente físico que tiene
lugar en un hospital y que manejan asépticamente unos descono
idos vestidos con uniformes almidonados. Los aspectos emocio-
nales, íntimos y espirituales de la experiencia de la muerte han
pasado a manos de desconocidos (personajes solemnes vestidos
de negro que aparecen al lado de la tumba, dirigiendo las cere-
monias de manera ritual). Cuando las ceremonias funerarias han
terminado, estos mismos pájaros negros son a menudo los prime-
ros en caer sobre los familiares (a quienes apenas conocen) para
decir cuán tristes están de que alguien (a quien apenas conocían
‘como persona) haya «dado el paso». Si se les paga y anima lo su-
ficiente, estos plañideros profesionales seleccionarán y leerán
poesías o frases bíblicas de acuerdo con la ocasión, escogiendo
elogios floreados que vayan de acuerdo con «el fallecido»; esto
es, «cualquier fallecido». Los ridículos intentos de nuestra Cultu-
ra por embalsamar la vida fueron hábilmente satirizados en la
obra de Evelyn Waugh The Loved One. Parece ser que este tipo
de idiotez ha llegado a su punto extremo. Parece como si el pén-
dulo empezara a moverse en sentido contrario, hacia un compro-
miso más personal con la muerte y la pena, tanto en lo práctico
como en lo espiritual. A los enfermos en fase terminal se les ex-
plica ahora la verdad. Sc da ánimo a las familias y se las ayuda
para que puedan cuidar a estos pacientes en sus hogares. Semi
arios y grupos de discusión ofrecen una oportunidad a las fami-
las que tienen que afrontar esta experiencia para que se encuen-

340

La Muerte: El Enemigo

tren con otras en situación similar y compartan con ellas sus pro-
blemas y vivencias.

Ahora, cuando por fin el nombre de la muerte se pronuncia en
voz alta, descubrimos que la cara que ella vuelve en muestra direc»
ción es menos temible de lo que habíamos imaginado. Quizá algún
dia el esqueleto de la carta número trece aparezca ante nosotros
con ese brillo luminoso de la luz trascendente que ya compartió
con generaciones anteriores.

Edgar Herzog explora en detalle los orígenes de estas dos
aproximaciones básicas a la muerte, que son lo científico y lo re-
ligioso, en su libro Psique y Muerte. Su tesis es que el enfrenta-
miento del hombre con et hecho de la muerte física ha proporcio-
nado el primer impulso para toda ciencia y toda religión. Según
Herzog, la capacidad de sentir horror ante la muerte de otro es
una de las características más significativas que distinguen al
hombre del animal. Este horror, dice, es muy distinto del miedo
específico a la propia muerte que opera como instinto de auto-
conservación tanto en los hombres como en los animales. Las in-
vestigaciones indican que la primera reacción, tanto del hombre
primitivo como de lo primitivo que hay en nosotros mismos, es
huir a la vista de un cadáver, reacción que no es característica de
los animales. Podríamos caricaturizar esta reacción como «terror
ante lo incomprensible» en contraste con el «miedo a lo específ
co». Herzog nos ofrece la hipótesis de que esta sensación de terror
es probablemente la primera experiencia humana de lo «total-
mente inalcanzable», la única experiencia que Rudolph Otto ha
calificado como «tremendum».

Herzog insiste en demostrar cómo el comprender este «tremen
dum» es la base para el desarrollo de una visión del mundo que
ampliará la conciencia del hombre en dos direcciones: hacia la re-
ligión, que ayudará al hombre a interiorizar la muerte y el destino
por medio de una mayor aceptación, hasta abarcar a ambos; y
también hacia la ciencia, que sc acercará a los hechos de la muerte
y el destino tratando de controlarlos, Herzog concluye su presen-
tación de la siguiente manera:

«No debiera ser necesario decir que esas dos tendencias ac-
‘dan simultáneamente en la psique e influyen en el comporta-

341

Jung y el Tarot

miento humano, ya que el desarrollo humano parece siempre
conducir hacia un punto en el que uno se siente más claramen-
te diferenciado ganando predominio sobre el otro. La segunda
tendencia (hacia la defensa contra la muerte) sugicre una afir-
mación del ego en su adaptación a la realidad exterior; la pri-
‘mera (la aceptación det destino) sugiere una autosubordina-
ción con respecto a la realidad interior. Una conduce a través
de la magia hacia el dominio del orden psíquico, haciéndolo a
través de la ciencia natural; la otra conduce hacia la religión y
la percepción del Ser.»'®

A través de muestra reciente «edad oscura», con su estéril
acercamiento científico a la muerte y su malsana adoración a la
juventud y la longevidad, los poetas han mantenido la fe en los
valores religiosos. Han captado con palabras la conexión numi-
nosa existente entre la muerte y cl renacimiento espiritual, acer-
cándolo a todos nosotros. El pocma de T. S. Elliot «Viaje de los
Magos» nos comunica la relación entre el nacimiento y la muer-
te. En ese poema uno de los tres Sabios habla de la siguiente ma-
nera

‘Todo eso sucedió hace mucho tiempo, lo recuerdo,

lo haría de nuevo, pero anota,

anota esto,

esto: fuimos conducidos todo el camino hacia

¿nacimiento o muerte? Fue un nacimiento, ciertamente,

fue evidente. sin duda; yo vi nacimiento y muerte.

pero pensé que eran diferentes; este nacimiento fue

dura y amarga agonía para nosotros, como la Muerte, nuestra
‘muerte,

Regresamos a nuestros lugares, esos Reinos.

pero no cómodos, aquí, a la manera antigua,

con un pueblo desconocido, agarrado a sus dioses.

Me alegraría otra muerte.

Después de este enfrentamiento con el trece del Tarot, el hé-
soe de nuestra saga habrá dado también un paso irrevocable hacia
se lugar de donde ningún viajero regresa de la misma manera que

La Muerte: El Enemigo

entró. Como el Sabio, no se encontrará bien nunca más entre las
costumbres antiguas. Se habrá convertido en un desconocido para
su propia familia y sus antiguos amigos, en un exiliado en su pro-
pio país. Pero no hay marcha atrás. Como el Loco y el Sabio, se ve
obligado a tomar de nuevo el camino en busca de «otra mucrte».
¡Sigámosle!

343

XIU

7)
7)

ZZ
TEMPERANCE

Fig. 61 Templanza (Tarot marsellés)

17. LA TEMPLANZA:
ALQUIMIA CELESTIAL

Cada brizna de hierba tiene su Ángel que se
inclina sobre ella y le susurra: «crece, crece»

Talmud

El decimocuarto Arcano, un ángel con el cabello azul que lleva
una flor roja en la frente, vierte el líquido de una jarra azul hacia
una roja (fig. 61). El tema de esta carta conecta la templanza con
Acuario, el portador de agua, el undécimo signo del Zodíaco. Acua-
rio rige la circulación de la sangre y se relaciona con la circulación
de las ideas. Tradicionalmente simboliza la disolución de las cos-
tumbres antiguas y la pérdida de lazos rígidos que anuncia una li-
beraciön del mundo de los fenómenos.

“Acuario se representa generalmente con una sola jarra. Paul
Huson, en su libro EI Album del Diablo hace algunos comentarios
resantes sobre los dos recipientes mostrados aquí, nos recuer-
da que, en el Zodíaco egipcio de Dendera, Acuario se identifica-
ba con Hapi, el dios del Nilo cuyas aguas eran la fuente de la vida
tanto para la agricultura como para la espiritualidad. Como su
contrapartida egipcia, el Ángel de la Templanza muestra dos as-
pectos o esencias opuestas que producen energía dispensadora de
vida, Huson también señala que una idea similar fuc expuesta en
el siglo IT por el gnóstico Marcos, quien celebraba la eucaristía con
dos cálices en vez de uno. Dice así: «Vertiendo el contenido de
uno en otro, mezcla el agua y el vino, comparando en este esque-
ma el agua con Sofía (la sabiduría divina) que, caída al suelo, se
trenza en los oscuros espacios vacíos, y el vino con el espíritu de
fuego de Cristo Salvador»!

345

D,

Jung y el Tarot

El Angel de la Templanza es una figura crucial en la secuencia
del Tarot. inspirando muchas de las acciones que sucederän a con.
tinuación. Podemos pensar gran cantidad de opuestos en las pa.
Tejas representadas por el rojo y cl azul que se entremezclan sim.
bolizando, por ejemplo, el cspítitu y la carne, lo masculino y lo
femenino. yang y yin, el consciente y el inconsciente, o bien lo que
esta interacción simboliza: las bodas entre Cristo y Sofía, la unión
del fuego y el agua. El agua que fluye entre estas dos jarras no es
ni roja ni azul. sino de un blanco puro, sugiriéndonos la represen.
tación de la esencia pura, quizá de la energía.

Por supuesto, dos elementos opuestos como son el fuego y el
agua no pueden enfrentarse directamente; sería catastrófico, sin
duda. Podría acabar en una acción violenta de los elementos in.
controlados del fuego. o en una acción igualmente desastrosa
como la de mitigar la llama espiritual con una oleada fría del in.
consciente. Antes de que los elementos rojo y azul puedan encon.
{arse libremente a la luz del día, debe producirse una preparación
en el oscuro retiro de la psique. Esta os la ceremonia que preside
el Ángel.

Como en cualquier situación conflictiva, un primer paso crea-
tivo hacia la resolución es encontrar un árbitro, alguien cuya sabi-
Gurfa y comprensión pueda abarcar ambos aspectos. La alada
‘Templanza, que sostiene con igual interés el rojo y el azul, es esta
figura. Sus alas nos dicen que es más que humana, es capaz de ele-
varse por encima de las cosas del mundo. Habita un reino que está
más alld dol alcance de los mortales, En esta carta no esta represe-
tada ninguna figura humana, indicándosenos con ello que lo que
pase aquí, está sucediendo en el inconsciente del héroe, aunque
sin el conocimieto ni ta participación del ego,

Desde siempre se ha visto a los ángeles como mensajeros ala-
dos del cielo. significando psicológicamente con ello que repre.
sentan la experiencia interior de una naturaleza numinosa que co-
necta al hombre con el mundo arquetipico del inconsciente. Estas
Visiones aladas aparecen en nuestras vidas mundanas en un mo-
mento crucial, proveyéndonos repentinamente de visiones nue.
vas, reveländonos nuevas dimensiones de la experiencia,

En las historias bíblicas. los ángeles aparecen tradicionalmente
Para hacer alguna anunciaciön o revelación de importancia tras.

346

La Templanza: Alquimia celestial

almente, el mensaje de un ángel importa no sólo
do que lene ia visión. aloo tambien ala colectividad,
poo. Estas experiencias visionarias marcan dramáticamente
iros cruciales, tanto personales como culturales. Alguna vez pre-
agian nacimientos milagrosos (la Anunciación à María) o lama
das de trompeta al renacimiento (como en el Juicio Final, tema
que aparecerá más tarde en muestra serie del Tarot) ,

El Ángel de la Templanza no se anuncia con cegadoras luces 0
estucndosos timbales. En vez de so. está de pi ante nosotros
con una presencia permanente. diferencia del Ange dl Juicio
que vemos representado en a carta número veinte, atravesando la
barrera que separa lo elsa de o terrenal para aparecer en el
cielo rodeado de un halo de gloria, el Ángel de la Templanza,
como señala su nombre, se nos muestra de una manera nada dra-
mática. No hace catibción ninguna, Estéahisimplemente,absor-
10 en su trabajo de trasvase. Uno siento que este ser alado no ha
descendido del cielo otra vez, sino que desde siempre está abi, en
pie, esperando que el héroe se dé cuenta de su presencia. ,

Según una amigua creencia, cada persona viviente, animal y
planta, tiene su propio ángel de la guarda. Quizá éste sea el ángel
bueno de nuestro héroc. Si trae un mensaje para él, parece que
éste esté acompañado por su acción, que dice: «Paciencia-fe. Hay
potencias que trabajan en el universo y en ti mismo, y que se en-
‘cuentran más allá de la experiencia cotidiana. Cree cn esas corrien-
tes profundas del vida déjat arasrar con els»

Para Meister Eckhart os angeles representaban Ts «ideas de
Dios». Según Jung, el ángel personifica e acceso a consciente de
algo que está surgiendo de lo más profundo del inconsciente. De-
finió una vez a los ángeles como «la personificación de los transmi-
sores de los contenidos del inconsciente cuando anuncian que
quieren hablar»? El Angel de a Templanza. como podemos vor
no s ha pronunciado today. Sil héroe dese oí el mensaje dl
Angel, probablemente podrá iniciar un diálogo con él. Este diálo-
go establece una relación viva para la respuesta del «otro» que

i sotros. |

"ON ste metodo de escenifiar a conexión de uno mismo con a
figura interior, que también fue utilizada por los alquimistas, lo
Hamé Jung «la imaginación activa». Los alquimistas lo llamaron

347

ON

Jung y el Tarot

meditatio. y Ruland, el lexicógrafo, define la meditatio como «un
diálogo interior con alguien invisible, también con Dios o con uno
mismo. o con el buen ángel que uno mismo tiene».

Después de citar a Ruland, Allan McGlashan añade estas pala-
bras: «También con el ángel oscuro que tenemos dentro». Ésta es.
una observación muy pertinente ya que, como señaló Jung, los én.
geles, como los arquetipos, son criaturas de moralidad dudosa. En
la carta del Tarot que sigue a ésta, el Diablo, veremos de hecho
cara a cara el más dudoso y oscuro de todos ellos, el príncipe Luc’.
fer, el ángel caído.

Del Ángel de la Templanza podemos fiarnos totalmente, pues-
to que lleva una flor en la frente cuya forma circular compuesta
por cinco pétalos nos sugiere un mandala, símbolo de la quintae-
sencia. Este mandala vivo está situado en el lugar del tercer ojo,
tradicionalmente el área de la conciencia suprema y, en términos
jungianos, el lugar de la individuación. Las estatuas de Buda siem
Pre muestran alguna señal en su frente; es cl signo de la conciencia
despierta, el símbolo del doble nacimiento.

A pesar de que el despertar del héroe está todavía enterrado
demasiado hondo como para que su mento consciente llegue a al-
canzarlo, sin embargo él empieza a entender intuitivamente que
también está marcado. Acaba de surgir de su confrontación con la
muerte por un doble nacimiento; siente que su propio despertar
florece a la nueva vida. Al haber visto a este ser angelical, se sien-
te escogido entre la multitud.

Ser visitado por este ángel es una notable experiencia. El poc-
ta Rilke expresa su experiencia con este ser arquetípico con las si
guientes palabras:

¿Quién, habiendo podido vivir su vida en soledad.

no se ha maravillado de que el ángel

le visitara de vez cn cuando, dejándole compartir

lo que nose puede dar ala multitud,

a todos los asustados y desconcertado

que entre los lamentos habían dejado perder sus voces?

. Este mensaje compensatorio de sanación y unidad descrito por
Rilke sucle venir hacia nosotros cuando estamos más solos, cuan-

348

La Templanza: Alquimia celestial

do nuestras vidas (interior y exterior) parecen más distanciadas.
Es en estos momentos, cuando el ego se siente inseguro, cuando
las figuras del más profundo inconsciente pueden llegar a nuestro
nivel de consciencia.

El héroe se encuentra ahora en esta situación. Este momento
‘marca un giro psicológico, como nos lo muestra el hecho de que la
Templanza sea la última carta en esta línea horizontal de nuestro
‘mapa, lo cual nos indica que un cambio dinámico está a punto de
producirse on el fluir de la libido.

Los temores y visiones interiores que experimentó en su en-

frentamiento con cl esqueleto de la carta anterior dejaron al héroe
con sensaciones de soledad y temblor, desorientación y separa-
ción. Ya no puede volver a sus costumbres antiguas, a sus hábitos;
la vida que vivió hasta ahora yace en ruinas. Su personalidad cons-
ciente está destrozada; aunque el antiguo escudo protector esté
irreparablemente dañado, a través de sus varias grietas podrá vis-
lumbrar una nueva luz, una confusa visión de la totalidad que exis-
teen potencia.
Entre los clamorosos gritos de las ideas conflictivas, de los sen-
ientos y opiniones que se confunden dentro de él, empieza a
manifestarse un centro de oculto silencio. Algunas veces, cuando
mira con el ojo interior, puede captar los perfiles externos de su
ángel de la guarda, tal y como se representa en el Tarot. Algunas
veces, cuando escucha intencionadamente, puedo ofr el suave ru-
mor de sus aguas subterráneas que fluyen de nuevo y sentir sus
energías moviéndose y surgiendo a nueva vida. El dominio de la
muerte sc acabó; ahora puede conseguir una nueva libido.

Ya es tiempo de que esta nueva libido se vierta en un nuevo re-
«ipiente. Este cambio no puede quererse ni dirigirse consciente-
mente, Jung dice: «La energía psíquica es algo muy fastidioso que
insiste en el cumplimiento de su propia condición. Sin embargo,
sea cual sea la cantidad de encrgía que se nos presente, no pode-
‘mos hacerla útil hasta encontrar con éxito su propio nivel». Las
energías creativas de la vida no las puede dirigir la pura voluntad a
cualquier canal consciente que el ego pueda escoger, aunque sean
razonables, lógicas y adecuadas, o se lo parezcan a la mente, «La
vida puede fluir hacia adelante sólo a través del desnivel natural»,
como dice Jung. Equilibrar el fluir de los opuestos, de manera que

349

er

Jung y el Tarot

las energias encuentren su propia inclinación, requiere la pacien-
cia y la agudeza de un ángel. Dado que este tipo de transforma:
ción se encuentra más allá de nuestro control consciente, es acon-
sejable que el héroe se aparte de esta representación, confiando
en que sea su Ángel el que haga para él y en su nombre esta parte
dela Gran Obra.

A cualquier nivel, la reconciliación de los opuestos no es un
Asunto de lógica ni de razón. Generaciones de hombres han luchar
do sin éxito por reconciliar la búsqueda de significado, ejemplifi-
cada en la religión, con la búsqueda de acción encarnada en la
ciencia.

La supuesta dicotomía entre estas dos necesidades básicas del
hombre no puede quedar reconciliada mediante el intelecto.
‘Como todos los opuestos, no se pueden reconciliar por lógica, so.
lamente pueden llegar a unirse en el punto de la «experiencia».
Esta verdad quedó ilustrada de la manera más clocuente posible
por Jung, en una entrevista filmada en la que se le preguntó
«¿Crec usted en Dios?», a lo que él contestó: «Yo no creo. sé».

El Angel de la Templanza puede personificar esta especie de
conocimiento interior que sustituirá cada vez más «las creencias» y
«las opiniones» en las respuestas del héroc hacia la vida. Podemos
ver en esta carta el comienzo de la era de Acuario en la psique, lo
que conduce al redescubrimiento del hombre y su mundo como
una totalidad. En el origen, la palabra «totalidad» (whole) era si-
nönimo de «pleno» y el verbo «sanar» (heal) significaba llevar ala
plenitud, Jung llegó a la conclusión de que la neurosis representa
‘una pérdida de capacidad para la plenitud y la santidad de la expe-
riencia religiosa. En la Templanza se establece de nuevo el contac.
to con lo numinoso. Aquí encontramos dos vasijas, iguales a los
câlices de la comunión y al Santo Grial; tienen poderes mágicos
para reunir. contener, preservar y sanar, Este personaje alado por
sf mismo nos recuerda una especie de arcángel, ayuda y guía para
el héroe en su viaje. Permanccerá a su lado como recuerdo cons-
tante de que sus pensamientos, sus energías y sus planes no están
totalmente bajo el control de la conciencia,

El líquido que contienen las vasijas del Ángel parece brotar
Por su propia vitalidad de alguna fuente eterna, como las aguas
míticas de las vasijas milagrosas. La trayectoria que siguen los Iiqui-

350

La Templanza: Alquimia celestial

dos forma la figura desplegada de un signo de infinito. El más cor-
¡cano aparece en el sombrero del mago en el primer arcano y nos
sugiere un sistema unitario de energía creativa anterior a la sepa-
ración de los opuestos, cl movimiento del uröboros. mordiéndose
la cola. En la Templanza, el signo de infinito está desplegado de
manera que los opuestos se hallan separados y claramente defini-
dos como dos recipientes con cl líquido transfiriéndose del más alto
al inferior, generando de esta manera un nuevo tipo de energía

La libido, después de ser revivificada, empieza a fluir en otra
dirección. Después de la inmovilidad forzosa del Ahorcado y del
cruel desmembramiento de la Muerte. la energía del héroe brota,
al igual que la corriente eléctrica, de la tensión alta a la inferior.
Una nueva conexión se establece entre la claridad azul cielo del
espíritu y cl rojo sangre de la realidad humana. Acuario es el signo
de la interrelación ideal y se ocupa de la conexión entre el princi-
pio perfecto y la forma perfecta. Dado que cl Angel da y recibe en
el mismo gesto, crea una nueva relación entre la energía positiva
yang y la tranquila receptividad yin. De esta manera une la magia
del Mago con su parte opuesta femenina, la Fuerza.

Tanto en el Mago como en la Fuerza, el signo de infinito se re-
presenta como un sombrero. Este sombrero es una especie de
marca registrada o de insignia de un oficio. Nos indica que los que
lo llevan son los custodios de los poderes mágicos y de los talentos
divinos que simbolizan. El Ángel de la Templanza no lleva som-
brero, Sus poderes divinos están inmersos en él mismo.

Una buena manera de entender el drama de esta carta es con-
trastarla con el tema de la interacción de los opuestos tal como se
representa en otros arcanos. Por ejemplo, en el Carro. que es la
carta situada directamente encima de la Templanza en nuestra
carta, los opuestos rojo y azul aparecían como dos caballos de tiro
enjaezados juntos. Aunque parecieran una absurda pareja, sus
riendas, de forma misteriosa e invisible. las llevaba una mano divi-
na. En la Templanza, esta guía divina procede directamente del
ángel alado, figura central y única.

El simbolismo de la Templanza es más impersonal y abstracto
que el del Carro. Nos ofrece una visión de la situación desde la
perspectiva de la eternidad, poniéndonos en contacto con el reino
de Acuario, un reino de conocimiento total, que existe más allá de

351

Jung y el Tarot

este mundo de apariencias. Su energía, experimentada anterior-
‘mente como dos animales separados, Se nos revela ahora como
una corriente vital. En cl Carro, el trabajo encomendado a la libi-
do era dar impulso al héroe para que avanzara en su viaje; en la
‘Templanza, es la libido misma la que experimenta una transtor-
mación. Los opuestos, que se representan al principio del Reino
del Equilibrio por los dos platillos de la balanza de la Justicia que
se mantenían separados por la barra fija. se nos muestran ahora
como dos recipientes, rojo y azul, para el único fluido del Ser. Se
han convertido en formas alternativas que dan forma y contienen
el impulso vital.

En el capítulo anterior, la Muerte, que blandía Jas armas del
tiempo, amenazaba cortar la existencia mortal del héroe. El bur-
lesco esquelcto representaba el tiempo en su aspecto más amena-
zador. Al hacer frente a esta desagradable realidad, el héroe em-
pezó a sentirse elevado hacia un reino que iba más allá del tiempo,
a salir de la prisión de la limitación terrenal para dirigirse hacia el
mundo de lo eterno. El Ángel establece una conexión entre el mun-
do de cada día, del tiempo histórico, del «tiempo sagrado», para
usar una expresión de Mircea Eliade. Eliade describe este reino
como «una especie de presente eterno y mítico que se reintegra
periódicamente a través de los mitos».

En la Templanza, el ritual del trasvase conecta nuevamente al
héroe con el mundo sagrado que vislumbró antes como Colgado,
pero que acaba de perder. En el futuro, sin duda, habrá momen-
tos en los que de nuevo se sentirá conectado con su Ángel y el
mundo de verdades inmortales. Nunca volverá a sentirse totalmen-
te desolado, pues ha experimentado el sonido de sus aguas profun-
das y ha bautizado sus preocupaciones en la fuente de su energía
creativa.

Este ritual no es en absoluto un simple concepto filosófico.
La ayuda que el Angel ofrece es totalmente práctica, vital para la
realidad exterior tanto como para el viaje interior. Si tomamos
las dos vasijas para representar lo exterior y lo interior, lo cons-
ciente y lo inconsciente, el Ángel, con su ritual de trasvase, ayu-
da al héroe a que reconcilic estos dos aspectos de la vida. Como
subraya Jung, cada día surgen necesidades de reconciliar el mun-
do de nuestros sueños con el de nuestra vida diaria. De no hacer-

352

La Templanza: Alquimia celestial

lo así, estos dos mundos podrían irrumpir el uno dentro del otro
de la manera más confusa. Cuando el inconsciente irrumpe en
nuestra vida exterior, apropiándose, mediante los símbolos de los
sueños, de ucontecimientos, personas y objetos de nuestra expe-
riencia diaria, amenaza el orden establecido de nuestra cotidianci
dad. De la misma manera el ego racional, la mente, puede irrum-
pir en el mundo imaginario del inconsciente dificultando € inte-
Trumpiendo su trabajo curativo.

Cuando estos dos mundos se mezclan inconscientemente, sin
un ángel de la guarda que presida el hecho, muestras vidas se vuel-
ven confusas y turbias, a menudo con resultados desastrosos. Si
tratamos de vivir en el aspecto exterior un drama que pertenece
propiamente al interior, el final puede acabar en tragedia. Podría-
mos, por ejemplo, proyectar cl Ángel de la Templanza hacia otra
persona conocida encargándole cuidar de nosotros, así como aten-
der nuestros conflictos, problemas, esperanzas y sueños, confian-
do a este supuesto scr superior que guarde y regule el flujo de
‘nuestra vida. Si así lo hacemos, no hace falta decir que el Ángel de
Ja carta decimocuarta puede transformarse y aparecer sobre nues-
tra mesa como la carta decimoquinta: cl Diablo.

Del mismo modo, es inútil llevar a nuestro mundo interior
acontecimientos que pertenecen propiamente a la realidad exte-
rior. Así. por ejemplo, si tenemos un problema con nuestro cón-
ge o vecino, es inútil tratarlo solamente a nivel simbólico, dedi-
indo largas horas a anotar diálogos imaginarios con esta persona
© bien inventar teorías sobre posibles razones para el comporta-
miento del otro desde nuestro punto de vista aislado. Aunque algo
de introspección es válido, llega un momento en que uno ha de dar
un paso hacia la realidad e iniciar un diálogo real. en la vida real,
con la persona en cuestión. A menudo, cuando conseguimos el co-
raje necesario para hacerlo. nos encontramos con que la realidad
exterior es mucho menos terrible de lo que habíamos supuesto en
nuestro drama interior. Puede incluso sucedor que lo que apareció
en nuestra imaginación como una tragedia de antagonismos. se
convierta de hecho en una comedia de errores.
sí pues, como el Angel, debemos buscar y encontrar dos va-
sijas para que contengan nuestros dos mundos, de manera que no
se mezclen por equivocación y así, como él lo hace, mantenerlas

353

A a

Jung y el Tarot

separadas firmemente, Cuándo y cómo mezclar los contenidos de
estas vasijas es algo que sólo se puede aprender por el sistema de
prueba y error.

A esta carta decimocuarta también se le ha llamado El Alqui-
mista. La teoría de la alquimia cra que toda materia podía ser re.
ducida a una substancia de la cual, a través de un proceso previ
la base y lo corruptible se podía destilar y separar, de manera que
pudiera aparecer lo puro e incorruptible, el oro filosofal. Quizá
está empezando a suceder algo similar en lo más profundo de la
psique del héroe. Es como si el bosque de la Muerte de conceptos
preconcebidos y de modelos de comportamiento (simbolizado por
las cabezas, pies y manos esparcidas por el suelo en la carta deci-
motercera) hubieran quedado reducidos a una sustancia de la cual
estuviese tomando forma un nuevo ser físico.

Al Ángel que realiza esta sutil alquimia se le llama con razón
‘Templanza. Templar significa «conducir a un estado deseable por
adición o mezcla», Templamos el acero para hacerlo más fuerte y
elástico. En principio, templamos la justicia con la misericordia
por la misma razón. La Justicia apareció como el primer arcano en
el Reino del Equilibrio de nuestro mapa. Es muy útil comparar
esta carta con la de la Templanza, la carta final de esta misma hile-
ra. En la Justicia la figura central estaba sentada en un trono, tan
rígida e inflexible como la hoja de su espada, los platillos opuestos
de su balanza se mantenían separados por una barra igualmente
inflexible. Como ya vimos, nos mostraba la ley de los opuestos y
cómo estos actuaban unidos de forma complementaria. El instru-
mento que la Justicia sostenía fue fabricado por el hombre para
discriminar y medir. Aunque ella presidía todas las consideracio-
nes morales, se situada por encima de ellas y no se sentía en abso-
luto involucrada. Aparecía como una figura alegórica, ni humana
nidivina,

La Templanza, aunque es un ser celestial, nos parece más hu-
mana que la Justicia, Es un ser alado aunque se mantiene sólida-
mente en nuestra realidad, participando de los dos reinos, el celes-
tial y el terrenal, concetandolos entre sí. A diferencia de la Justicia.
parece estar mucho más comprometida y afectada por el proceso
que tiene entre manos. En contraste con la rigidez tipificada por la
Justicia y sus balanzas, todo lo concerniente a la Templanza pare-

354

La Templanza: Alquimia celestial

ce tan fluido como el líquido mágico que fluye. El cuerpo del Án-
gel se mece y fluye en una danza rítmica que se empareja con la
'ondulación de las aguas. La falda, compuesta por dos piezas, una
azul y otra roja, colores que están situados significativamente en
oposición a los de las vasijas, nos sugieren que el trasvase de la
bido representado aquí es parte de un proceso continuo, una infi-
nita corriente alterna. Es un suceso natural que ticne lugar en el
exterior, cn un lugar silvestre cuyas plantas verdes recuerdan la vi-
talidad contenida en las jarras gemelas. El juego de las aguas re-
presentado aquí no puede controlarlo ni medirlo el instrumento
más refinado de la civilización. La actuación de la Templanza su-
cede solamente por la gracia de Dios y mediante la administración
delos ángeles.

Habiendo llegado al final del Reino del Equilibrio, podría re-
sultar provechoso revisar los modclos que propone. Tomada en su
totalidad, la fila central de los Arcanos del Tarot nos muestra lo
que podría llamarse problemas morales en la filosofía medieval.
La Templanza era una de las tres virtudes cardinales: todas ellas
aparecen cn los Arcanos del Tarot, Aunque la connotación psico-
lógica de esta carta del Tarot nos haya llevado mucho más allá de
su significado literal de templanza (que es simplemente modera-
ción), este significado, sin embargo, se halla implícito en todo lo
que se ha dicho. La segunda virtud cardinal, la Fortaleza, repre-
sentada en la Dama y el León de la carta onceava, demostraba el
paciente ánimo, la fortaleza moral y la perseverancia vinculadas
habitualmente a la Fortaleza, La tercera virtud cardinal, la Pru-
dencia, no está específicamente representada en el Tarot de Mar-
sella, pero, según Moakely,? en algunas cartas un bailarín llamado
Prudencia sustituye al Colgado en algunas barajas. La Prudencia,
al parecer, no fuc olvidada, fuc sencillamente (¿imprudentemen-
te?) colgada boca abajo.

Otra idea que se repite en la fila central de los Arcanos del Ta-
rot es el equilibrio, o sea la compensación de los opuestos. A lo
largo de toda esta fila podemos ver continuamente la relación en-
tre la energía masculina y la femenina. La Justicia nos muestra a
una mujer, aunque sujetando una espada, lo cual simboliza el Lo-
80s masculino. El Ermitaño nos presenta al arquetípico Sabio y
Viejo pero, sin embargo, va vestido con los hábitos de la Madre

355

O re

Jung y el Tarot

lelesia. La Rueda de la Fortuna representa la interacción cíclica
de todos los opuestos, y sigue a esta carta la Fuerza, en la cual una
dama y un león mezclan sus diferentes energías. llegando a una ar-
moniosa simbiosis. A continuación, el Colgado nos muestra a al-
guien en suspenso entre el cielo y la tierra. En la Muerte, otros
‘opuestos, como el rey y el artesano, el varón y la mujer, han sido
cortados a pedazos y sembrados como preparación para la reorga-
nización y reasimilación, un proceso que empieza en la última car-
ta de esta fila: la Templanza.

No en balde, casi toda la acción emprendida en esta fla segun-
da la preside e inicia una figura femenina; la Justicia, la esfinge de
la Rueda de la Fortuna, la Fuerza y la Templanza, todas ellas deci-
didamente femeninas. dominan la acción. El Colgado está en acti-
tud pasiva, incapaz de actuar. Inmovilizado en una especie de
atatid que forman los árboles de la Naturaleza y la tierra, esta cau-
tivo de lo femenino. Solamente el Ermitaño y la Muerte (ambos
andréginos) representan el principio masculino en acción, El ama-
ble Ermitaño, armado solamente con su pequeña lámpara, no i
cia acción alguna, simplemente comparte su luz con cualquier cosa
que suceda. La Muerte está dibujada en una actitud muy activa
pero no es dueña de sí misma; su hoz, con la forma de un crecien-
te, pertenece a la diosa Astarté, la Luna, dueña del tiempo, de las
marcas y de los cambios.

Otro principio que hay que descubrir en este Reino del Equili-
brio es la manera en que las cartas alternan temas generales y es-
pecíficos, Primero se nos presenta el problema general, después se
amplía e ilustra con ejemplos específicos y su aplicación en mode
los alterando su ritmo, En primer lugar, la Justicia representa el
dilema moral universal, el problema de determinar y medir la cul-
pa y la inocencia. Después viene cl Ermitaño, cuya lámpara ilumi
ha un acercamiento más humano al probiema. La carta mimero
diez, la Rueda de la Fortuna, nos lleva de nuevo a lo universal,
nos presenta la eterna pregunta sobre el destino versus el libre al.
bedrio: ¿somos, como los animales, seres atrapados en un ince-
sante carrusel de comportamientos instintivos? A manera de res-
puesta, los dos Arcanos siguientes nos muestran las dos alternati-
vas: primero, la dama con cl león, que nos enseña cómo se puede
domesticar la naturaloza salvaje y, después, el Colgado, cuyo

356

La Templanza: Alquimia celestial

cuerpo nos parece tan completamente desamparado como los ani-
males de la Rueda de la Fortuna, pero cuyo espíritu es libre de en-
contrar un significado para el sufrimiento, cosa que no pueden ha.
cer aquellos animales. La carta decimotercera nos devuelve a lo
universal, recordándonos que el hombre y los animales son igual-
mente incapaces de esquivar su encuentro con el esqueleto: la
Muerte. Después, la Templanza limpia nuestras percepciones cul-
pables, conectándonos de una manera divina, aunque también hu-
mana, con el mundo inmutable que se halla más allá de donde al-
canza el tiempo de la guadaña, Al hacerlo así, efectúa una gracio-
sa transición del mundo de los problemas morales al mundo de la
iluminación divina, que será el tema expresado en las siete últimas
cartas de la serie del Tarot. Incluso para un ángel, el proceso será
lento. El trabajo que empieza aquí sólo se consumará al final del
viaje del Tarot.

Dado que a la Templanza se la compara con «el Alquimista» es
importante subrayar algo de lo ya dicho sobre el antiguo lenguaje
de los alquimistas. Al hacerlo, observaremos cuán agudamente
este Arcano del Tarot y las cartas que siguen reflejan el lenguaje
simbólico de aquellos pioneros que encontraron los caminos que
conducirian hacia la individuación.

En el lenguajo alquímico, el «gluten del águila» y la «sangre
del león» se mezclaban en el alambique o «huevo filosofal», expo-
niéndolos luego al calor. En la Templanza se nos dibuja el princi-
pio de esta Gran Obra a la que el Ángel compasivo provee del ca-
lor necesario para que dé comienzo el proceso de «cocción». En
Jas dos cartas siguientes (cl Diablo y la Torre de la Destrucción) se
nos mostrará de qué manera se aplican otros tipos de calor (ha-
blando en términos alquímicos y psicológicos).

La acción del Angel de la Templanza mientras trabaja con las
Aguas de la psique del héroe (de naturaleza alquímica) es semejante
a la acción del sol. La naturaleza es la alquimista con las aguas de
‘nuestra ticxra. El sol hace de muestro planeta una retorta alquímica,
en la cual las aguas del océano se elevan hacia el cielo y, desde all
una vez destiladas las impurezas, son devueltas a la tierra en forma
de lluvia. Este proceso contínuo y circular ejemplifica la interrela-
in natural entre el ciclo y la ticrra, entre las figuras arquetipicas
del inconsciente colectivo y de la realidad del ego del hombre.

357

O A

Jung y el Tarot

La Templanza introduce por primera vez este tipo de discurso
fluido entre los reinos del cielo y de la tierra o, hablando psicolögi-
camente, entre el si-mismo y el ego; un diálogo que va a ser el
tema central de todas las cartas de la siguiente fila. Muy significa-
tivamente, la Templanza es el único ser alado del Tarot que des-
ciende a la tierra para enfrentarse al hombre cara a cara. El Eros
alado que apareció en la carta número seis sólo lo hizo desde el
cielo, acechando desde lo invisible para disparar su potente flecha
y desaparecer. El hecho de que el ángel de la guarda del héroe le
precediera en su realidad terrestre nos indica que él experimenta
ahora Ja realidad del inconsciente de una manera totalmente nue-
va. Nunca más va a desatender las figuras del mundo interior como
criaturas de su imaginación. A pesar de que pueda todavía pensar
que «interior» y «exterior» sean dos mundos distintos, sin embar-
go dará a su mundo interior una validez igual a la que da al mundo
exterior, Quizá mientras gana confianza será capaz de moverse
hacia su mundo interior y relacionarse más libremente con sus ha-
bitantes.

En esta conexión es interesante estudiar el desarrollo del mo-
vimiento corporal como lo representan las cartas del Tarot. La fila
superior no mostró ningún movimiento recíproco entre cielo y tie-
rra, e incluso el movimiento en el plano horizontal quedó restrin-
gido. La mayoría de las figuras están sentadas o erguidas en una
postura rígida. Solamente las manos del Mago y el signo de infini-
to de su sombrero, así como los caballos del Carro, nos dan una
idea de acción. En la segunda fila, el movimiento en todas direc-
ciones se convierte en un tema importante; así lo demuestra la car-
ta central, la Rueda de la Fortuna. Aunque esta fila empieza con
una figura rígida, la Justicia, y el movimiento mecánico de los pla-
tillos de su balanza, la actividad se vuelve más humana en el Ermi-
taño y la Fuerza, cuyos movimientos nos sugieren, ambos, cierto
tipo de danza. La Muerte también está comprometida en una dan-
za, Tan sólo el Colgado permanece inmóvil, pero (como sabemos)
enrealidad está danzando.

El motivo de la danza es muy importante en el Tarot. La danza
es una forma de arte en la cual el cuerpo y el alma actúan de una
manera individual y expresiva. Un bailarín llega a los objetos y a
Jos otros seres humanos expresando la relación a nivel terrenal y,

358

La Templanza: Alquimia celestial

alzando los brazos hacia el cielo, invoca a los dioses. Encontramos
algunas figuras que bailan en el Tarot. El Loco, por supuesto, lo
hace de manera totalmente inconsciente al emprender su feliz via-
je. El Colgado, cuya danza es igualmente inconsciente, podría ha-
cernos pensar en el impulsivo Loco que ha fracasado ante las reali-
dades de la vida. A la danza ejecutada por cl esquelcto de la Muerte
le sigue la danza ritual que la Templanza ejecuta con las aguas vi
vas, Podríamos pensar que las dos danzas son un único aconteci-
miento. Si miramos por un momento a la Muerte y a la Templanza
veremos cómo sus cuerpos se inclinan el uno hacía el otro, de ma-
nera que llegan a formar una elipse.

Esta elipse es un símbolo para cl tipo de intercambio alquímico
entre el ciclo y la tierra que hemos estado describiendo. Como ve-
remos en los capítulos siguientes, se trata de un tema receptivo en
las filas de los Arcanos que culminará en el Mundo, que represen-
ta auténticamente a un Bailaría. Si miramos la carta veintiuno,
podremos ver cómo el movimiento fluido de esta figura final es
casi exactamente como el iniciado por los movimientos del cuerpo
de la Templanza. Fijémonos también en cómo la elipse formada
por los cuerpos en movimiento de la Templanza y de la Muerte
Aparecen en el Mundo como una corona lipicn que rodea al Bai-
lain.

Pero la transición desde la danza de la Templanza hasta la re-
presentada en la última carta no se produce de manera ordenada.
Como sabemos, la coreografía de la vida no procede con los pasos
de la lógica sino que sigue un curso espiral, alternando giros eleva-
dos y descensos rápidos.

Empezamos hace mucho con el Ángel Bucno, es tiempo ya de
que miremos al Diablo a los ojos. Está esperando unirse a noso-
tros en la próxima carta.

if rT

18. EL DIABLO:
ANGEL OSCURO

Has despreciado al diablo y no se puede olvi-
dar que un sujeto tan odiado debe ser algo.

Goethe

Ha llegado el momento de enfrentarse al Diablo. Dado que es
una figura arquetípica, le corresponde estar en el cielo, la fila su-
perior de nuestro mapa; pero cayó... ¿recuerda? Según dice, re-
nuncié a su empleo y dimitió del cielo. Dijo merecer mejor opor-
tunidad, sentía que merecía un mejor trato y más autoridad.

Pero no es así como cuentan la historia los demás. De acuerdo
con la mayoría de los relatos, Satán fue despedido. Su pecado, di-
cen, fue el orgullo y la arrogancia. Tenía una naturaleza despótica,
demasiada ambición y un exagerado sentido de su propia valía. Sin
embargo, tenía gran cantidad de encanto y una considerable in-
fluencia. Sus maneras cran sutiles: organizó a los ángeles para la re-
belión a espaldas del Jefe, a la vez que imploraba el favor del Amo.

Se sentía celoso de todos, especialmente de la humanidad. Le
gustaba pensar que era el hijo predilecto. Odiaba a Adán y le mo-
Testaba que fuera él quien rigiera cl ordenado jardin del Paraíso. La
seguridad complaciente era (y sigue siendo) anatema para él. La
perfección le sacaba de quicio. La inocencia le hacía retorcerse.

| LUE DEVI ¿Cómo disfrutó tentando a Eva y sacándola del Paraiso! La tenta-
B ción era (y sigue siendo) su especialidad. Algunos dicen que fue él
Fig 62. EI Diablo (Tarot marsellés) quien tenté al Señor para que probara a Job. Dado que Dios os bue-

no, nos cuentan, Él no pudo nunca haber planeado estas demonía-
cas triquiñuelas, de no haberle inspirado Satán. Otros arguyen que.
dado que el Señor es omnisciente y todopoderoso, tiene la total

361

ON

Jung y el Tarot

responsabilidad de haber hecho pasar a Job por un tercer grado.
La discusión acerca de quién es cl responsable último del sufri-
miento de Job ha durado muchos siglos. Todavía no se ha definido
y quizá nunca se defina. La racón es sencilla; el Diablo confunde,
pues él mismo es confuso. Si miramos el retrato que nos ofrece el
Tarot (fig. 62) veremos el por qué. Se presenta a sí mismo como
un absurdo conglomerado de partes. Lleva cuernos de ciervo
mientras que tiene los pies de ave depredadora y alas de murciéla-
go. Se refiere a sí mismo como a un hombre pero tiene pecho de
mujer 0 quizá, mejor dicho, lo leva. pues tiene el aspocto de algo
pegado o pintado en él. Ese ridículo escudo va a servirle de poco.
Quizá lo lleva como una insignia que nos oculta la crueldad del
portador, quizá nos quiere indicar simbólicamente que Satán usa
maneras femeninas de inocencia e ingenuidad para lograr introdu-
cirse en nuestro jardín. para, al igual que aclara la historia del Pa-
rafso, trabajar mediante la misma inocente ingenuidad en noso-
tros (como sucedió con Eva)

El hecho de que este escudo sea rígido y postizo puede indicar-
nos que el aspecto femenino del Diablo es mecánico y descontro-
lado, de manera que no está siempre bajo su control. Significativa-
‘mente su casco dorado pertenece a Wotan, un dios que también
estaba sujeto a pataletas femeninas y buscaba venganza cada vez
que su autoridad se veía amenazada,

El Diablo leva una espada, pero la sujeta sin cuidado alguno
por la hoja y con la mano izquierda, Es obvio que la relación con
su arma es tan inconsciente que sería incapaz de usarla de manera
útil, significando esto simbólicamente que su relación con el Lo-
gos masculino es igualmente ineficaz. En esta versión del Tarot, el
arma de Satán parece herirle solamente a él. Su hoja, sin embar-
o, es de lo más peligroso, pues no está controlada. El crimen or-
gunizado actúa con lógica, se puede llegar a indagar y a trabajar
sobre él de manera sistemática. Incluso los crímenes pasionales
tienen una cierta lógica emocional que los hace humanamente
comprensibles y algunas veces incluso predecibles. Pero en la des-
trucción indiscriminada, en cl injustificable asesinato callejero, de
los tiradores enfurecidos y sin propósito, contra éstos no tenemos
defensa alguna, Sentimos que estas fuerzas operan desde la oscu-
ridad, más allá de la comprensión humana.

362

EI Diablo: Ángel oscuro

El Diablo es una figura arquetípica cuyo linaje, directa o indi-
rectamente, procede de la antigúedad. Allí aparecía como una
bestia demonfaca más poderosa y menos humana que la figura re-
presentada en el Tarot. Como Set, el dios egipcio del mal, tomaba
a menudo la forma de serpiente o de cocodrilo, En la antigua Me-
sopotamia, Pazazu (el rey de los espíritus malignos del aire, un de-
monio portador de la malaria que habitaba el viento del suroeste)
encarnaba algunas de las cualidades que ahora atribuimos a Satán.
Nuestro Demonio puede haber heredado algunas de las cualida-
des de Tiamat, la diosa babilónica del caos, que tomaba la forma
de murciélago con garras y cuernos. Sólo cuando Satán hizo su
aparición en nuestra cultura judeocristiana empezó a adquirir ca-
racteristicas más humanas, así como a conducir sus nefastas activi-
dades de manera que fueran más comprensibles para nosotros, los
humanos.

En la obra de Blake titulada Satán exultante sobre Eva (fig. 63),
por ejemplo, Satán ha perdido sus cuernos y pezuñas. Se alza ga-
lante sobre la astuta serpiente enroscada alrededor de Eva, con la
cual parece no tener ninguna conexión. En contraste con la figura
del diablo representado en nuestro Tarot, el Satán de Blake es un
guerrero experto equipado con escudo y lanza, cosas ambas que
lleva con aparente autoridad. Evidentemente, siglos de práctica le
han dado un dominio sobre su puntería y resolución. De todas ma-
eras sigue llevando la lanza en la mano izquierda, o «siniestra»,
pues sus energías siguen estando dedicadas al conflicto más que a
la paz, y al poder más que al amor.

El hecho de que la imagen del diablo se haya humanizado en el
transcurso de los siglos significa, simbólicamente, que estamos
más preparados para verla como un aspecto sombrío de nosotros
mismos que como un dios sobrenatural o un demonio infernal.
Quizá ello significa que estamos ya dispuestos a enfrentarnos con
nuestro lado oculto, satánico. Humano e incluso bello, como nos
lo muestra la pintura de Blake, no se ha desprendido todavía de
sus enormes alas de murciélago. Es más, crecieron y se oseurceic-
Ton mucho más que las que nos muestra el Diablo del Tarot de
Marsella. Esto parece indicarnos que la relación de Satán con el
murciélago es particularmente importante y requiere que le pres-
temos una atención especial

363

Jung y el Tarot

El murciélago es un ser nocturno. Evita la luz del día, retirán-
dose cada mañana a su oscura cueva, donde se cuclga boca abajo,
haciendo acopio de energía para sus escapadas nocturnas. Es un
vampiro, chupa sangre, su mordisco destila pestilencia y sus hu-
mores envenenan el ambiente. Da tumbos en la oscuridad y, se-
gún la creencia popular, tiene una especial predilección para cnre-
darse en los cabellos, causando la histeria y la confusión.

También el Diablo vuela por la noche, cuando las Juces de la
civilización se apagan y la mente racional está dormida. Es en este
momento cuando el ser humano yace inconsciente, inerme, abier-
10 a la sugestión, En las horas de luz solar, cuando la consciencia
humana está despierta y la capacidad del hombre de distinguir
está alerta, el Diablo se retira hacia la zona oscura de la psique,
donde se cuelga también cabeza abajo, escondiendo sus oposicio-
nes y recargando sus energías cn espera de su momento. Metafóri-
camente hablando, el Diablo chupa nuestra sangre, minando
muestra sustancia. Los efectos de su mordedura son contagiosos,
llegando a infectar comunidades enteras e incluso países. Así
como un murciélago puede causar pánico irracional en una sala de
espectáculos revolotcando entre los espectadores, así el Diablo
puede volar hacia un grupo y enredarse entre las cabezas, organi
zando un desbarajuste entre los pensamientos lógicos y consiguien-
do finalmente producir la histeria colectiva.

El terror que nos produce el murciélago sobrepasa toda lógica,
e igualmente debería ser así nuestro miedo al Diablo. El murciéla
20 nos parece una aberración monstruosa de la naturaleza: un ra-
tón con alas. Como el diablo, tiene miembros disparatados que
desafían las leyes de la naturaleza, Tenemos la tendencia a pensar
que estas malformaciones son el producto de algún poder sinies-
tro, irracional, del que esta criatura hubiera sido víctima o incluso
instrumento: el enano, el jorobado o la cabra con dos cabezas. La
propiedad que comparten el murciélago y el Diablo es la capaci-
dad de navegar a ciegas en la oscuridad. Intuitivamente, tememos
esa magia negra.

Los científicos han encontrado formas de protegerse contra las
costumbres peligrosas y repugnantes del murciélago que les permi-
ten entrar en la cueva del animal y examinarlo de manera más ra
cional. Como resultado de ello, esa forma peculiar y el comporta-

364

El Diablo: Angel oscuro

Fig.63 Satán exultante sobre Eva (William Blake)

miento repulsivo del murciélago nos parecen menos temibles que
antaño. Incluso acaba de descubrirse que su misterioso sistema de
radar opera de acuerdo con leyes comprensibles. La tecnología
‘moderna ha descodificado su magia negra para crear un sistema si-
milar para que el hombre pueda también volar a ciegas.

Quizá si sometiéramos a un examen objetivo al Diablo podria-
mos aprender a protegernos contra él y, descubriendo dentro de
nosotros el poder contra su satánica magia negra, podríamos
aprender a conquistar esos miedos irracionales que paralizan la
voluntad y hacen imposible el enfrentamiento y el trato con el
Diablo. Quizá después de la horrible iluminación de Hiroshima,
con sus restos de humanidad destrozada, podemos al fin ver la for-
ma monstruosa de nuestra propia sombra diabólica

Con cada guerra parece más evidente que compartimos mu-
chas características con el Diablo. Algunos dicen que os precisa-
mente la función de la guerra la que revela a la humanidad su

365

Jung y el Tarot

enorme capacidad para el mal de una manera tan inolvidable que
cada uno de nosotros puede llegar a conocer su propia sombra, y
de esta manera tomar contacto con las fuerzas inconscientes de su
naturaleza interior. Alan McGlashan piensa que la guerra es espe-
cificamente «el castigo de la incredulidad del hombre acerca de las
fuerzas que existen dentro de él mismo».!

Paradójicamente, a medida que la vida consciente del hombre
se vuelve más «civilizada», su naturaleza animal pagana se declara
en guerra, haciéndose cada vez más salvaje. Acerca de ello, dice
Jung:

«Las fuerzas instintivas condenadas en el hombre civilizado
son mucho más destructivas y por lo tanto más peligrosas que
los instintos del hombre primitivo, quien en un modesto grado
vive constantemente los instintos negativos. En consecuen
ninguna guerra del pasado histórico puede competir con una
guerra entre las naciones civilizadas en su colosal escalada de
horrores»?

Jung continúa diciendo que la clásica reproducción del Diablo
como mitad hombre y mitad bestia «describe exactamente el as-
pecto grotesco y siniestro de nuestro inconsciente, con el que nun-
ca hemos llegado a un contacto real, y que, en consecuencia, per-
manece en su estado original y salvajo».*

Si examinamos a este «hombre bestial» como nos aparece enel
Tarot, podemos ver que no hay ninguna parte que se destaque en-
tre las demás. Lo que hace su figura tan desagradable es la aglo-
meración sin sentido de sus distintas partes. Este aglomerado irra-
cional atenta contra el orden de las cosas, minando el esquema
cósmico sobre el que descansa toda la vida. Hacer frente a esa
sombra podría significar ver la cara del miedo que nos sobrecoge
tanto a nosotros, los humanos, como a la misma Naturaleza

Esa extraña bestia que llevamos dentro y que proyectamos en
el Diablo es, después de todo, Lucifer, el Portador de la Luz. Eles
un ángel, aunque caído, y tiene este mensaje de Dios. Nos incum-
be a nosotros tomar contacto con él

Su rostro no deja de ser atractivo. Su aspecto extraño nos re-
cuerda a Pan, un ser conectado con el pánico y el pandemonium.

366

El Diablo: Ángel oscuro

En la actualidad, la palabra «pandemonium» fue acuñada por Mil-
ton especialmente para describir las actividades de Lucifer y sus
cohortes. Ha permanecido en nuestro lenguaje y sigue definiendo
perfectamente la confusión destructiva que el Diablo puede cau-
sar en nuestro mundo y en nosotros.

A pesar de que la figura del Tarot está equipada para moverse
en la oscuridad, posee un equipo especial: un par de cuernos dora-
dos. Los cuernos son, desde la antigiledad, símbolo de nueva vida
y de regeneración espiritual. Los cuernos de oro son símbolos es-
pecificos del fuego divino. Los que aparcecn aquí nos recuerdan
Jenguas o llamas que brotan de cada uno de los lados de la cabeza
de esta criatura.

Como vimos antes, estos cuernos mágicos no pertenecen a la
persona del Diablo, son parte del casco dorado que es reminiscen-
cia de Wotan. El fuego dorado no es, pues, propiedad de Satán,
sino que pertenece al oficio divino del mensajero. Cuando recuer-
da este hecho, su fuego puede iluminar y purificar; pero cuando
roba el fuego del cielo para su propio engrandecimiento, sus acti-
vidades pueden provocar el trueno celestial

Como ya descubrieron Adán y Eva, el papel del Diablo es tan
ambiguo que a menudo es imposible conocer cuál es. Por un lado,
nos tienta a la desobediencia, invitándonos a probar del fruto
prohibido así como a tragar el bocado del bien y del mal. Por otro
lado, si no fuera por esta inducción a la acción y al conocimiento,
seríamos todavía hoy como niños pequeños presos en cl jardin idi-
lico y seguro, pero limitado, del Paraíso. Sin la encrucijada demo-
nfaca entre el bien y cl mal, no tendríamos consciencia del ego, no
habría civilización ni cxistiría la posibilidad de trascender el ego a
través de la autorrealización. Como animales, nos veríamos pri
sioneros para siempre en la rígida fórmula del comportamiento
Automático, Fue gracias a las actividades de Satán, por lo visto,
como los humanos fuimos expulsados del Edén de obediencia ins-
tintiva y de orden natural, para que pudiéramos llevar a término el
destino específico de naturaleza humana. Ahora, después de ha-
ber probado el sabor del bien y del mal, nos vemos enfrentados
para siempre jamás con la responsabilidad de la elección moral.

a no somos capaces, como lo eran los niños obedientes, de per-
manecer a salvo dentro de los límites de un código de ética im-

367

Jung y el Tarot

puesto. Estamos, como acertadamente dijo Jean Paul Sartre,
«condenados a ser libres».

Sin libertad de elección, no existe auténtica moralidad, El he-
cho es que la mayoría de nosotros tenemos hoy más libre albedrío
de lo que nos damos cuenta; muchos. inconscientemente prisionc-
ros de costumbres morales, rehúsan aceptar la responsabilidad de
la elección moral. La mayoría de nosotros, sencillamente, no te-
nemos idea de lo que seríamos capaces de hacer si quedásemos li-
berados de las limitaciones impuestas, tanto reales como imagina-
rias. Mientras nuestra obediencia al código moral sea automática,
no somos libres. Mientras nos neguemos a enfrentarnos a nuestros
propios demonios interiores, sca cual sea la forma que tomen, no
seremos humanos.

sta es exactamente la situación de la curiosa pareja dibujada
en la carta decimoquinta del Tarot. No son totalmente humanos ni
enteramente libres. Los rostros que ambos muestran al mundo pa-
recen bastante humanos, pero sus cuerpos están cquipados con
rejas de animal, cuernos, pezuñas y rabos. Las dos figuras se en-
cuentran atadas con cuerdas a la plataforma sobre la cual está en
pie el Diablo; parecen no darse cuenta total de ello. Parecen asi-
mismo inconscientes de sus patas de animal, y de sus rabos. Estas
criaturas de Satán personifican un aspecto familiar de la condición
humana que Jung amplió de la siguiente manera:

- olvidamos siempre que nuestra consciencia es tan sólo
una superficie, nuestra consciencia es el anteproyecto de nues-
tra existencia psicológica. Nuestra cabeza cs solamente el final
detrás de nuestra consciencia hay una larga «cola» de dudas, de-
bilidades y complejos, perjuicios y herencias y, nosotros consi-
deramos siempre nuestras decisiones sin contar con ellas.»*

Los dos esclavos del Tarot son reminiscencias de los ayudantes
del mago que colaboran con él, permaneciendo, sonrientes. uno à
cada lado mientras hace su exhibición. Nunca se mueven para ver
lo que pasa, le alzan lo necesario para que realice la danza ritual,
totalmente desconectados del procedimiento. Después, dan la
vuelta recuperando su actitud habitual de inocencia a un lado y
otro de las candilejas.

368

El Diablo: Angel oscuro

Mientras estos lacayos permanezcan inconscientes del papel
que el Diablo les concede en sus maquinaciones, podrán continuar
ejecutando su pequeño ritual sin problemas ni conflictos, y tam-

¡én sin crecimiento. Fijémonos en cuán disminuidas aparecen
aquí sus figuras. Son ridiculamente pequeños. pues sus energías,
ligadas a sus partes animales, no fueron reconocidas consciente-
mente, ni asimiladas y utilizadas para que resultaran útiles para el
crecimiento. Esos duendes lucen en sus rostros la expresión, o la
mueca, de quienes presumen de poseer un total contro] de sus ac-
tos. Cuando alguna emoción repentina, un olvido inexplicable u
otro lapso de conciencia amenaza destruir la complaciente imagen
que estas personas tienen de sí mismas, nunca miran tras de sí para
ver el largo rabo que les une con su antecesor animal, Siempre están
señalando a algún otro para burlarse de él. Nos recuerdan a aquel
niño que, al ser reprendido por pegarle a otro, respondió: «Mamá,
él me devolvió primero...». La filosofía del que de esta manera se-
fiala con el dedo. está encarnada de manera sofisticada en el lengua-
je de André Gide: «El mal es algo que hacemos para devolver». Pa-
sará algún tiempo antes de que los dos esclavos de la carta del Tarot
asuman la responsabilidad de los actos que cometen. Tiene que
ocurrir un verdadero cataclismo, como el de la carta que veremos
a continuación, antes de que un rayo de luz les permita ver sus lar-
gos rabos, interrumpiendo de este modo su autocomplacencia

¿Qué cualidad específica representa el Diablo? Es una mezcla
tal de partes que es dificil catalogarlo. Es lo que debe de ser. ya
que, según Jung, cualquier tipo de función psíquica que se desta-
que del conjunto, actuando de manera autónoma, es demonfaca,
Convertirse en un esclavo incondicionalmente ligado al código
más altruista es la manera de convertirse en criatura del Diablo,
en víctima de los propios apetitos animales. Aquí, lo importante
es la inconsciencia y la autonomía. Teniendo presente como guía
el estudio de Jung, consideremos algunos de los aspectos de la au-
tonomia inconsciente que puede representar esta carta.

El dibujo de esta carta (una figura central elevada con dos pc-
queños acólitos a sus pies) muestra unas diferencias importantes
con respecto a la del Papa. El Diablo trabaja a espaldas de sus
ayudantes, mientras que el Papa lo hacía de frente. El Papa, con
su mano derecha alzada. parecía bendecir; los dos dedos juntos re-

369

Jung y el Tarot

cordaban a sus hijos que el conflicto moral tiene que ser combati-
do; los tres dedos ocultos simbolizaban el misterio de la Santísima
Trinidad. En contraste con esto, en la carta número quince la
mano del Diablo, más parecida a una pezuña, nos indica que sola-
mente le interesa la dimensión limitada del poder terrenal. Su
mano parece estar tiesa, saludando con arrogancia; no se diferen-
cia mucho de aquella forma en que se saludaba respondiendo au-
tomäticamente ¡Heil Hitler!

El Papa se encontraba sentado en un trono, como le corres-
ponde; el Diablo está de pie sobre algo que parece un brasero cu-
yas cenizas se han apagado ya. Quiere que pensemos que él es
quien posce el fuego del cielo. No contento con su papel de Porta-
dor de la Luz, se representa a sí mismo también como la Luz. El
Papa sostiene su báculo de manera ritual, con una mano enguan-
tada que muestra bordada la cruz paiée, indicándonos de esta ma-
nera que su poder le viene de la Iglesia. El Diablo, sin embargo,
sostiene su espada con descuido, con esa garra desnuda que nos
indica un uso del poder inconsciente y egocéntrico.

La espada es un instrumento que nos habla de un alto grado de
civilización, Este arma, a menudo de origen sobrenatural, es sím-
bolo de honor caballeresco así como de la acción al servicio de un
ideal. En la carta octava que se halla inmediatamente encima de la
que vemos ahora, podemos observar cómo la Justicia sostienc su
espada con un gesto ritual que actúa como plomada conectando lo
de arriba con lo de abajo. Podemos versu espada como el rayo de
luz por el que desciende el fuego divino para iluminar muestra cic-
ga confusión. En el Diablo, la figura central parece burlarse de
todo lo que la espada de la Justicia simbolizaba. Como un niño pe-
queño, muestra orgullosamente su invulnerabilidad personal y su
despreocupacién por todo poder que no sea el propio. Nosotros,
si nos sentamos frente a él, donde podamos mirarle a los ojos, q
ZA seamos capaces de ver a través de sus pretensiones, pero sus
dos esclavos no se dan cuenta siquicra de que existe.

Según Baudelaire. quien tuvo mucho trato con este sujeto, «el
Diablo tiene como astucia principal convencernos de que no exis-
te». Para no perder de vista al Diablo, los navajos lo situaban en-
tre sus dioses, donde pudieran verlo constantemente. Todas las
religiones orientales consideraron el aspecto demoníaco como par-

370

El Diablo: Ángel oscuro

te de la divinidad. En la iconografía hindú budista, incluso las fi
guras más malévolas se representan con una mano alzada que pa-
roce decir «no temáis», de manera que la idea de esta aparición
sea otra forma de maya, una de las mil caras de Dios,

En el Antiguo Testamento, el mal se consideraba también
como un aspecto de Dios. Citando a Jehová: «Yo soy el Señor,
no hay nadie más. Yo formo la luz y creo la oscuridad. Yo hago la
paz y creo el mal. Yo, el Señor, hago todas las cosas»; los prime-
Tos cristianos situaban la capacidad del bien y del mal en las manos
de Dios. El Obispo de Roma, Clemente, en el siglo I. pensó que
Dios gobernaba el mundo con la mano derecha, que era Cristo, y
con la izquierda, que era Satán. Más adelante, la cristiandad am-
putó la mano izquierda de Dios, relegando a Satán a las regiones
oscuras, reservando para Dios el reinar totalmente en el ciclo.
Hoy nos hemos enamorado a tal punto de la luz, aspecto brillante
del poder creativo, que hemos olvidado mirar al Diablo, pensando
aparentemente que cuando él fue expulsado del cielo se quedó sin
trabajo, y más aún, de un trabajo que nos concierne a nosotros.

Muchos psicólogos están de acuerdo en pensar que este olvido
de nuestro aspecto demoníaco es la causa mayor de muchas de las
pérdidas pandemonfacas del mundo contemporáneo. Nuestra
propia emotividad, violencia, vengatividad, fanatismo y confusión
(que no reconocemos que tengan nada que ver con nuestra vida
personal) aparecen de modo repentino y a gran escala como pro-
blemas, conflagraciones y escaramuzas destructivas. Es un axioma
de la vida que, cuando unos aspectos negativos de nosotros mis-
mos no se reconocen como pertenecientes a nuestro interior, apa-
recen para actuar en contra de nosotros desde el exterior.

En los acontecimientos de nuestro mundo diario parece cada
vez más necesario que lleguemos a hacer las paces con estás fuer-
zas satánicas. La palabra hebrea para el diablo significa también
«adversario», «oponente» y «hostib». En el diccionario Webster
(edición de 1914), se describe al diablo como «el adversario de
Dios a pesar de... subordinado a Él. y capaz de actuar con Su tole-
rancia». En otras palabras, el Diablo cs un ser ambivalente y som-
brio; por un tado cs hostil a Dios, aunque está sujeto a su autori-
dad, actuando sólo con el permiso tácito de la Divinidad. Tal pa-
rece ser la esencia del conflicto con el que han luchado muchas

am

Jung y el Tarot

generaciones: o bien el Señor no es omnipotente, o el Diablo per-
tenece a su creación. Nos cuesta aceptar ambas ideas. Si abraza-
mos el monoteísmo, es obvio que Dios ha creado al Diablo como
parte de su esquema divino.

Podemos encontrar que es difícil aceptar conscientemente es!
idea, pero inconscientemente la mayoría de nosotros hemos vivi-
do con él toda nuestra vida, Sc ha introducido en nuestra sangre
‘como parte de nuestra herencia cultural. «No nos dejes caer en la
tentación», así rezamos. ¿A quién clevamos esta oración? ¿Al
Diablo? El hecho de que dirijamos nuestra súplica a Dios puede
significar que, inconscientemente, experimentamos la tentación
de la desobediencia como una parte de la divinidad.

La ambivalencia de la divinidad está claramente implícita en la
historia del Edén relatada en el Génesis, En esta historia, el Señor
creó el árbol del conocimiento del bien y del mal, lo puso en el jar-
din, y después, deliberadamente, llamó la atención de sus criatu-
ras para prohibirles que comieran los frutos de este árbol. En la
historia de Epimonandas se nos relata un hecho psicológico simi-
lar: la madre cocinaba unas pastas que sacaba a refrescar al patio.
Al salir de su casa, adivirtió a su hijo diciéndole: «Ahora, Epimo-
nandas, ve con cuidado con pisar mis pastas», y Epimonandas fue
cuidadoso: pisó con gran cuidado en el centro de cada una de las
susodichas pastas.

En la historia de Job, el Señor mismo fue tentado por Satán
para atormentar a Job. En su libro Respuesta a Job, Jung señala
que incluso la divinidad tiene un aspecto inconsciente, oscuro, un
alter ego o sombra demonfaca. Es bastante difícil aceptar nuestra
sombra personal, así como las de nuestros amigos, pero aceptar la
idea de que Dios mismo pueda tener un aspecto sombrío parece
contravenir las enseñanzas básicas de nuestra cultura cristiana, La
mayoría de nosotros hemos sido introducidos en una cristiandad
donde un Dios-Padre benevolente, envuelto en nubes de algodón
de color rosa. sonríe protectoramente a sus hijos mientras lanza al
malvado y negro Diablo aia calle. La idea de que la divinidad pue-
da abarcar los opuestos, incluyendo en cllos el área del oscuro in-
consciente. así como de que el Diablo, por su parte, pueda poscer
cualidades redentoras y brillantes. resulta sorprendente.

En la mayoría de las barajas del Tarot se marca una gran dife-

Er

El Diablo: Ángel oscuro

rencia entre el Buen Mago, o arcano número uno, que se repre-
senta ligero, brillante y positivo, y el Mal Mago, la carta número
quince, que es portador de todas las cualidades negativas. Esto no
es cierto en la baraja marsellesa, cuyas figuras presentan siempre
los dos elementos de luz y de oscuridad. Acabamos de observar
cómo el Mago de Marsella, con su sombrero y su curioso traje, se
encuentra casualmente en una encrucijada, contrastando con el
Mago sacerdotal de Waite, que se halla bajo una pérgola de rosas
y lirios. Como podemos esperar, entre los Diablos representados
en estas dos barajas hay diferencias similares. En el Tarot de Wai
te ese sujeto desagradable con piernas peludas, garras por pies y
expresión repulsiva (fig. 64), muestra como símbolo el pentagra-
ma invertido, símbolo de la magia negra. Si el Diablo fuera tan re-
pulsivo como este sujeto, el pecado no seria un problema. Por el
contrario, el Diablo del Tarot de Marsella (al igual que el Mago)
encarna las dos cualidades a la vez: la atractiva y la desagradable.
Podemos imaginar fácilmente una relación con cualquiera de es-
tos caracteres del Tarot de Marsella, tanto de odio como de amor.
En el arte cristiano, esta figura arquetípica se representa algu-
nas veces como la sombra de Jesús. En el famoso cuadro de Duc-
cio titulado La tentación de Cristo en la montaña, su sombra apa-
rece larga y negra (fig. 65). Psicológica y físicamente hablando, es
cierto que cuanto mayor es la luz mayor es la oscuridad, Traduci
do esto a la experiencia práctica, significa que cuanto más cons-
cientes nos volvemos de nuestro potencial creativo, más alertas
debemos estar a las trampas que nuestro lado sombrío nos prepara
y más responsables debemos sentirnos en cuanto a ello. A medida
que se amplía la consciencia, ésta se vuelve más refinada, de ma-
nera que cada vez se da uno más cuenta del potencial de daño de
cada palabra casual o de cada hecho. Dado que cada acto humano
es esencialmente amoral, lo que hace inmoral una acción instinti-
va es simplemente su inconsciencia. Cualquier acto que se mani-
Beste a sí mismo inconscientemente es primitivo, incontrolado,
compulsivo y, debido a todo esto, potencialmente perjudicial.
Como podemos verificar por nuestra propia experiencia, la
ampliación de conocimientos, lejos de convertirnos en plácidos
vegetales, nos sumerge más profundamente en el conflicto moral,
exigiendo cada vez una mayor y más aguda penetración en los mis-

37

Jung y el Tarot

THE DEVIL

Fig.64 Tarot de Waite

terios del bien y del mal. Cristo dijo: «No he venido a traer la paz
sino la espada». Levantar la espada de la discriminación moral
molesta a nuestros sentimientos pacíficos e inocentes. haciendo
que nos sintamos culpables y transgresores. Al igual que Eva
cuyo primer mordisco a la manzana perjudicó para siempre la si"
metría de su naturaleza inconsciente, así nuestra consciencia agu-
dizada molesta à nuestra identidad infantil toda la vida y hace que

374

El Diablo: Ángel oscuro

Fig.65 La tentación de Cristo en la montaña
(Duccio di Bucninsegna, copyright The Frick Collection, 1987.
Reproducido con permiso)

la experimentemos como una violación de la naturaleza, A gran
escala, los héroes culturales (hombres y mujeres de consciencia
superior, de gran visión y energía) también lesionaron su sagrado
orden, al igual que Prometco, cuando roba el fuego del cielo para
beneficio de la humanidad.

Segün los mitos y las leyendas, estos actos de desobediencia y
atrevimiento son siempre castigados por los dioses. Adán y Eva,
después del mordisco fatal, se dieron cuenta de su desnudez (lo
que significa simbólicamente que habían perdido su inocencia cie

375

Jung y el Tarot

ga. viéndose forzados a un nuevo autoconocimiento); como resul-

tado de ello, fueron expulsados en busca de su autorrealización.
Nunca volverían a encontrar el alimento adecuado para ampliar su
propio conocimiento, de modo natural y sin esfuerzo. A partir de
este momento, la consciencia humana debía ganarse el sustento
por su propio esfuerzo.

Prometeo también fue castigado por invadir el territorio celes-
tial de la consciencia y la creatividad, y, siendo encadenado en el
monte Cáucaso, se vio forzado a pasar por el dolor diario de que
un buitre devorara su hígado, volviendo éste a crecer cada noche.
Simbólicamente, esto podria indicar que las personas de genio de-
ben sufrir necesariamente el aislamiento, viviendo en parajes ele-
vados del espíritu, por encima del alcance de sus contemporáneos.
Encadenados a su único trabajo como portadores de la luz, estas
figuras heroicas se ven forzadas día y noche a sacrificar la sangre
de su vida a demanda de su genio,

Los sentimientos de transgresión, culpa y castigo son inhe-
rentes a la búsqueda de la consciencia. Cada vez que rompemos
con la imagen preconcebida de cómo «deben» ser o se «deben»
hacer las cosas, nos sentimos culpables. Estos sentimientos se
encarnan en el inconsciente de forma tan profunda que accio-
nes que no tienen consecuencia moral despiertan con frecuen-
cia sentimientos de culpa si estas acciones ofenden la propiedad
de ese inconsciente «padre interior», criatura cuyos vestigios
pueden permanecer intactos a lo largo de toda una vida. De ma-
nera similar, cualquier ruptura con las costumbres establecidas
en el orden social, aunque no tenga consecuencia alguna, puede
ser experimentada como una ofensa contra la totalidad y se ve
acompañada a menudo por sentimientos de culpa. Si «todo el
mundo lo hace» uno puede hacer, decir o llevar las cosas más ex-
trañas, incluso realizar actos ilegales o criminales sin sentirse cul-
pable.

Llevando alguna de estas ideas al lenguaje psicológico més am-
plio, cualquier ruptura de ta identidad original inconsciente con cl
sí-mismo lleva consigo sentimientos de culpabilidad. Si vamos,
pues, a movernos hacia una relación más consciente con el sé-mis-
a ruptura y asumir la culpa. Para
mente. uno se ve conducido por el si-mismo a apartarse de

El Diablo: Ángel oscuro

su identidad original para llegar a establecer una unión con el si-
‘mismo a un nivel distinto de conocimiento

El peso de la culpa no es sólo personal, pues cada uno de noso-
{ros lleva sobre sí una culpa inconsciente por la criminalidad e inso-
Jidaridad de la humanidad, como se puede leer a diario en los pc-
riddicos. «Aunque estemos libres de la culpa de ese crimen —dice
Jung—, tenemos siempre la posibilidad de ser criminales dada
‘nuestra naturaleza humana. Sencillamente, perdimos la oportuni-
dad de vernos arrastrados a la melée infernal, Ninguno queda fue-
ra de la sombra negra colectiva de la humanidad.» o

Por esta razón, continúa Jung, ninguno de nosotros «se siente
conforme cuando se comporta perfectamente; nos sentimos mu-
cho mejor cuando actuamos un poco mal. Esto sc debe a que no
somos perfectos. Los hindúes, al construir un templo, dejan siem-
pre una esquina inacabada; sólo los dioses hacen las cosas perfec-
tas, el hombre no lo hace nunca. Es mucho mejor saber que uno
no es perfecto; uno se encuentra entonces mucho mejor».’ Sinem-
bargo, la imagen de la perfección está de tal manera inserta en
nuestra cultura que nos sentimos culpables cuando no somos capa-
ces de lograrla. Necesitamos alguna vez un chivo expiatorio que
nos ayude a llovar el peso de todas muestras imperfecciones huma-
sí, las proyectaríamos hacia nuestros amigos y pa-
rientes para no ser aplastados por su peso. «¡El Diablo me indujo
ahacerlo!», decimos a veces medio en broma cuando hacemos algo
imperfecto; o «¡No sé quién diablos me metió en esto!». El Diablo
sun chivo expiatorio de gran utilidad.

Comentando la función psicológica del chivo expiatorio. Jung
hace esta profunda aseveración: «Éste es el significado más pro-
fundo del hecho de que Cristo, como Salvador, fuera crucificado
entre dos ladrones. Estos dos ladrones, a su manera, también fue-
ton redentores de la humanidad, fueron los chivos expiatorios».*

Por todo lo que se ha dicho hasta ahora puede verse que el
Diablo es un ser complejo y ambivalente. Según la descripción
que nos hace Goethe de Mefistófeles, es «aquel poder que haría
solamente el mal, pero engendra el bien». Es él quien nos traicio-
na llevándonos hacia la criminalidad inconsciente, pero que a la
vez nos introduce a la consciencia. Como Lucifer, puede ofrecer-
os el fuego del cielo para nuestra salvación o bien puede lanzar-

377

RE

Jung y el Tarot

nos a los fuegos del infierno para nuestra destrucción. Siempre es
más listo que nosotros, y aparece ante nosotros en tantas formas
distintas que no podemos seguir sus huellas,

El Diablo cristiano, cuyo epíteto era «La Gran Bestia». era una
caricatura de Pan y de Dionisos, los cuales eran adorados en ritua-
les masivos de naturaleza orgiástica. Hoy en día, esta Gran Bestia
surge de nuevo entre la histeria de las masas, como dice Jung, en
la creciente colectividad de nuestra cultura contemporánea:

«Una gran multitud compuesta por personas admirables
tiene la moralidad y la inteligencia de un animal salvaje, estü-
pido y violento. Cuanto mayor sea la organización, más impre-
decible es su inmoralidad y más ciega su estupidez. (Senatus
bestia, senatores boni viri.) La sociedad. al subrayar automáti-
camente todas las cualidades colectivas de sus representantes
individuales, premia a la mediocridad en todo aquello que sc es-
tablece para vegetar de manera fácil e irresponsable. La indivi-
dualidad se verá inevitablemente acosada contra el muro.»

El nombre del Diablo es legión, y cuando estamos «poseídos

por él» nuestro nombre también es legión. Llenos entonces de
ideas, intereses, emociones y propósitos, perdemos contacto con
muestro centro, con nosotros mismos. Estar en desacuerdo con:
80 mismo es estar en pecado. Expulsados del Paraiso como Adán
y Eva, tenemos que pagar nuestra transgresión errando por el
mundo en busca de una nueva conexión con nuestro centro. El
iablo hace todo lo que sabe para impedirlo, tentándonos a de-
morarlo. Utiliza este retraso deliberadamente, como una de las
armas más eficaces. como lo atestigua el relato siguiente: Una vez,
el Diablo, descontento de cómo progresaba su trabajo en la Tic
Tra, llamó a capítulo a sus cohortes, pidiendo voluntarios para una
misión en la Tierra; pidió también ideas y sugerencias en cuanto a
lo que se le pudiera decir a la humanidad para acelerar el trabajo.
Un espíritu maligno sugirió que se les podría decir a los hombres
que Dios no existía. Otro sugirió lanzar el rumor de que lo que no
existía era el alma, poro nada de esto complacié al Diablo. Final

mente un diablillo se adeluató por fin pidiendo que se le adjudicara
a él la misión; el Diablo le preguntó qué era lo que iba a contarles a

378

EI Diablo: Angel oscuro

los hombres y el diablillo contestó: «Voy a decirles que no hay pri-
sa». Consiguió rápidamente el trabajo y los pasillos del infierno se
lJenaron de gritos de alegría.

Algunas veces se ha representado al Diablo como un esquele-
to, relacionändolo con los siete pecados capitales de la teología
medieval; a saber: soberbia, lujuria, envidia, ira, pereza, gula y
avaricia. Una de las cosas que hacen que estos pecados sean tan
mortales es que no se los puede reconocer siempre en la base de
las acciones conocidas. A menudo, estos pecados pueden llegar a
parecer virtudes. Identificarlos, pues, y combatirlos en uno mismo
es dificil. Como sucede a menudo en los problemas morales, la cues-
tión no es tanto qué es lo que se hace, sino desde dónde se hace.

Por ejemplo, cuando Satán se le apareció a Jesús en la monta-
fia y le tenté sugiriéndole que transformara las piedras en panes,
el acto sugerido no era malo en sí mismo, Desde un punto de vista
puramente material, habría sido incluso beneficioso, Para Jesús,
sin embargo, hacer el milagro tan sólo para demostrar su poder
habría sido un desperdicio de su don de la creatividad. El proble-
ma con el que Él se enfrentó en este encuentro fue el eterno pro-
lema del fin y los medios, cuya resolución establece la diferencia
entre un milagro verdadero y un burdo truco.

Afortunadamente para la mayoría de nosotros, la tentación de
hacer milagros no es un problema, pero la tentación de figurarnos
que podemos hacerlo está siempre presente. En el momento en
que una fuerza arquetípica irrumpe en la consciencia, sentimos el
influjo de una energía y una iluminación de una dimensión tan ex-
traordinaria que es posible que nos sintamos enorgullecidos por
nuestro propio poder, que perdamos el contacto con las limitacio-
nes propias de nuestra condición humana Ñ

La máscara que lleva el Diablo, así como las tentaciones que
nos ofrece, cambian con las distintas culturas. Para nuestros ante-
pasados, el Diablo se representaba como la encarnación de la car-
ne, maximatizada como pasión sexual. En la actualidad, el sexo y
el cuerpo ya no se consideran pecaminosos. De hecho. la libertad
sexual es tan habitual, que os la restricción mojigata la que lleva

cuernos.

Cualquier función de la psique que opere de manera incons-
ciento es demoníaca. El Metistófoles de Goethe es la típica perso-

379

Jung y el Tarot

nificacién de este tipo de actividad autónoma. Jung dice: «Mefis-
tófeles es el aspecto diabólico de cada función psíquica que actúa
remente y desligada de la jerarquía de la totalidad de la psique,
consiguiendo independicncia y poder absoluto. Este aspecto sólo
se puede percibir cuando la función se convierte en una entidad
separada, al er objetivizada 0 personificada......%

El retrato de Mefistófeles hecho por Delacroix es una objetivi-
zación del Diablo (fig. 66). Aquí se nos muestra como un «espíritu
aéreo y como un intelecto malvado». Obsérvese cuán ampliamen-
te vuela através del cielo nocturno, muy por encima de la humani-
dad que duerme, a salvo incluso de las más altas puntas de las ve-
letas de las iglesias. No es un sujeto malcarado; algunas veces tiene
incluso un aspecto distinguido. Después de todo ha de ser atracti-
vo, ya que si no ¿cómo iba a atraernos, obligándonos a usar nues.
tras energias a su favor? Una de las más bellas representaciones, y
seguramente la más arrogante, es la del Diablo que ya se pudo ver
en la pintura de Blake Sarán exultante sobre Eva (fig. 63). No cs de
extrañar que la pobre Eva, «huérfana de madre», por utilizar la
<lésica expresión de Ralph Hodgson, cayera en su trampa.

¿Cómo representaríamos al Diablo hoy en día? En nuestra cul.
tura mecanizada, un aspecto diabólico es el efecto deshumaniza-
dor de nuestra psicología computarizada, Podríamos pensar en el
Diablo como un monstruoso robot de movimientos mecánicos que
cruza la tierra aplastando bajo su inmenso peso metálico a toda la
humanidad y toda la naturaleza.

Después de examinar detalladamente el arquetipo del Diablo,
vamos a comparar brevemente su retrato con et del Mago que
aparece justo encima de él, en la primera fila horizontal de nuestro
mapa de viaje. El Mago está en tierra firme; el Diablo se coloca por
encima de nosotros. El Mago centra su atención en unos objetos
específicos que se encuentran sobre la mesa que tiene delante, la
acción de sus dos manos se coordina en un sólo propósito. Éste no
es el caso del Diablo; una de sus manos se alza rígida, en gesto
burlón, mientras la otra mantiene la espada de modo peligroso.
Obviamente, su mano derecha no sabe lo que le ocurre a la izquier-
da, Es tan irresponsable como un nifio pequeño: el infantilismo le
traiciona en su mueca buriona así como en su vociferante jactan
cia. Esto es sin duda alguna una actitud histriónica para enmasea-

380

El Diablo: Ángeloscuro

Fig. 68 Melistóteles Delacroix)

ar su ineptitud con la espada. Dado que nuestra cultura judeo-
cristiana lo ha ignorado, no maduró con el paso de los años: es de-
ir, que siguió siendo inmaduro y, al igual que los niños (y al igual
que nosotros), exige reconocimiento, Si seguimos ignorándole,
cometerá deliberadamente actos dirigidos a atracr nuestra aten

ción.

381

Jung y el Tarot

Un Tarot italiano nos muestra al Diablo y a sus diablillos ayu-
dantes sacando ta lengua como niños mal educados (fig. 67). En
pinturas medievales del infierno, la lengua del Diablo se represen-
ta a menudo con forma de falo saliendo de una boca que recuerda
el área genital, subrayando de esta manera su inclinación a la abe-
tración sexual y destacando que el mal uso de la palabra hablada
es tan demoníaco como la promiscuidad sexual. Dado que el falo
puede simbolizar la necesidad creativa a cualquier nivel de expre-
sión, esta representación del Diablo puede también ridiculizar la
idea de que el genio, el amor y otros atributos llamados espiritua:
les, descienden solamente de las blancas nubes de arriba. Aparente-
mente, necesitamos todavía que nos lo recuerden, No hace mucho
que el poema de Yeats «Crazy Jane» asombró al Obispo (y a mu-
chos lectores) con la siguiente frase: «El Amor se había introduci-
do en su casa/ en el lugar del excremento...».

Entre el Mago y el Diablo se sienta la Justicia, con los platillos
de la balanza vacíos, a punto de pesar y valorar los potenciales de
la magia tanto oscura como luminosa, A ella le importan la armo-
nía y el equilibrio. Si sobrecargamos su balanza con dulzura y luz,
con el poder de los pensamientos positivos y otras imágenes simi-
lares de perfección, dejando el segundo platillo vacío, ya sabemos
lo que pasará: el Diablo cargará en ese platillo todas las deudas de
nuestra negligencia: crímenes callejeros, tumultos y excesos. La
naturaleza odia el vacío.

Hemos estado hablando sobre la Majestad Satánica a gran es-
cala. Antes de abandonarlo, contactemos de forma más directa
con nuestra experiencia personal; es ahí después de todo donde le
hacemos frente a diario. Si uno no ha sido «poseído por el Dia-
blo», la idea de esa posesión resulta demasiado fantástica para
nuestra credibilidad. Para los no iniciados, la palabra «posesión»
sólo es una metáfora que describe un estado psicológico de algunas
personalidades perturbadas. Nos gusta pensar que eso no puede
sucedernos a nosotros, que la ciencia moderna, con sus conocimien-
tos de psicología preventiva, endocrinología y con sus equilibrios
vitaminicos, aleja esta posibilidad. Pero es algo que puede suce-
derle a cualquiera si se dan unas condiciones expresas de tensión
suficiente... y de hecho ocurre más a menudo de lo que pensamos.

En el retrato de Paul Klee, Chica poseída (fig. 68), podemos

382

El Diablo: Ángel oscuro

Fig.67 El Demonio (Tarot italiano)

ver desde fuera lo que produce la invasión de la psique. Quizá mi-
rando este rostro podamos recordar a algún amigo cuando nos
lanza su latiguillo político; quizás estudiando este retrato podrfa-
‘mos conectar con el modo como nos sentimos cuando todas nue

tras energías se dirigicron hacia un solo proyecto, con exclusión de
todos los demás. El pensamiento sutil sobre esta forma de pose-
sión, es lo que nos ha sorbido el seso, puede ser un asunto digno:
Ja paz del mundo, la ecología u otro similar. Es la posesión por

383

Jung y el Tarot

parte del inconsciente lo que parece tan demoníaco. Jung comenta
esta virtud atroz diciendo: «Olvidamos con facilidad que podemos
vernos dominados deplorablemente tanto por una virtud como
por un vicio; y la virtud orgiástica, frenética, puede ser tan infame
como un vicio, conduciéndonos tanto a la injusticia como a la vio.
lencia,

No cabe duda de que todos hemos pasado por la experiencia de
encontrarnos por la calle o ante la puerta con un forastero que, al
igual que cl Viejo Marinero, nos miran fijamente, exhorténdonos a
vivir con limpieza y amor fraterno. Nuestro primer gesto es retroce-
der, no porque estemos a favor del pecado y en contra del amor,
sino porque instintivamente tememos la posesión. Apesta a Diablo.
Para confirmar este extremo, un buen test por el que podemos
ber si estamos poscídos por una fuerza arquetípica es la mirada de
pánico en los ojos de los demás cuando nos enzarzamos con nucs-
tros «pensamientos», excluyendo cualquier otro valor importante.

El Diablo es repulsivo pero. como hemos visto hasta ahora, es

mbién atractivo. Oscilando entre sus dos poderes alternativos
de atracción y repulsión, trazamos nuestra espiral hacia el autoco-
nocimiento. Incluso sentimos como niños estas fucrzas gemelas
que actúan dentro de nosotros. Hermann Hesse, cn su novela De-
‘ian, nos explica una experiencia reveladora y hermosa, Esta his-
toria conecta al lector personal y emocionalmente con el papel du
doso que el Diablo tiene en nuestras vidas

En la literatura abundan personificaciones del Diablo tan va
riadas como reveladoras. Una de ellas es Yago, tal vez cl persona:
je de Shakespeare más conocido. En la historia de Stephen Vin
‘cent Benet EI Diablo y Daniel Wester, el Diablo aparece como un
ciudadano contemporánnco de gran poder de persuasión y atracti-
vo. Dado que la historia tienc lugar en Nueva Inglaterra, la virtud
triunfa al final. En la obra de Thomas Mann Mario y el mago, el
Diablo se representa como un mago profesional que utiliza sus si-
niestros poderes hipnóticos de manera destructiva y grosera. En
las polémicas religiosas, Satán aparece como autor de todo vicio.
Cuando jugamos a las cartas todavía decimos «El libro de las re-
presentaciones del Diablo». No cabe duda de que Satán ayudó a
crear los Arcanos del Tarot y vigila divertido cómo nos introduci-
mos a través de sus misterios.

384

Lo

El Diablo: Ángel oscuro

Fig.68 Chica poseída(Paul Klee)

385

Jung y el Tarot

Sin duda alguna, ningún estudio sobre Su Satánica Majestad
estaría completo si descuidäramos mencionar el papel que juegan
las dos víctimas infrahumanas retratadas en la carta número 15. Es
bastante fácil ver cómo el Diablo colabora en su delincuencia, im-
pidiendo su crecimiento y desarrollo, pero también es fácil imagi-
mar cómo estas dos criaturas desamparadas pueden colaborar con
la delincuencia del Diablo, que impide su maduración hacia la
consciencia, En nuestras vidas privadas, pensamos a menudo en
una «diablura» como cn una acción clara, olvidando la no menos
obvia verdad de que la aquiescencia pasiva y la ceguera ingenua
pueden ser igualmente demonfacas.

Por ejemplo, es fácil reconocer que la manipulación sobre no-
sotros mismos 0 sobre otros es cosa del Diablo. Podemos ver a
continuación la escultura de Richter Diablo con garras (fig. 69).
Al mirarla, podemos darnos cuenta de las cualidades del manipu-
Tador con las que construye una red para atrapar a alguna víctima
incauta, En momentos de búsqueda espiritual, intentamos liberar-
nos sinceramente de estas monstruosas cualidades presentes en
nosotros y alejar la tentación de involucrar a otros en nuestro pro-
pósito. Cuando nos encontramos enredados en esta tela de araña,
atrapados y heridos por las maquinaciones de otros, la búsqueda
al se detiene y comienza la búsqueda del culpable. Nos fi-
guramos ser totalmente víctimas y totalmente inocentes. Protesta-
‘mos en voz alta nuestra inocencia, enarbolándola orgullosamente
como una bandera sin dejar de preguntarnos si esta inocente inge-
nuidad es necesariamente una virtud. Gerald Hard, el filósofo in-
glés, acostumbraba a decir que cada asesinato, «psicológicamente
hablando», requiere dos conspiradores igualmente culpables: el
asesino y el asesinado. Es dificil creer que permitirse ser víctima
sea tan demoníaco como ser agresor. Otra mirada a la escultura de
Richter nos demuestra la verdad de la tesis de Hard. El Diablo no
nos asusta, parece totalmente absorto en la construcción de su
trampa. Para ser atrapado entre sus cuerdas hemos de dar, por lo
menos, un inocente paso al frente.

El Diablo, cuyas formas son ciertamente legión, presenta muchos
problemas y muy serios: no tenemos que tomarlo a la ligera. Sin em-
bargo, al tratar con él podríamos aprender a reir un poco, pues el hu-
mor puede actuar como puente que conecte su mundo con el nues-

386

El Diablo: Ángel oscuro

Fig. 69 Diablo con garras
(Germaine Ritchter, 1952, bronce, 87.5 x 94,5 cm. Colección del
Museo de Arte Moderno de Nueva York, Fundación Wildenstein.)

tro, humanizándolos a ambos. En el uso que los orientales hacen
del humor, son maestros de este posible acercamiento al Diablo.

387

7

Jung y el Tarot

Sus demonios, aunque feos, permiten siempre un lugar para el hu-
mor, Su más grotesca máscara llega a ser tan absurda que hace que
parezcan asequibles.

Podemos acabar este capítulo con un refrán de la sabiduría chi-
na, no tomado de Confucio sino copiado de una señal de tráfico
actual: «Id frenando en suelo deslizante, pues ahí acecha el diablo
del resbalón».

I TONER OÙ DESTRUCTION

Fig. 70 La Torre de la Destrucción (Tarot marsellés)

19. LA TORRE DE LA DESTRUCCION:
EL GOLPE DE LIBERACION

Yo soy el Señor y no hay otro.
Yo formo la luz y erco la oscuridad.
Yo hago la paz y erco el mal.

Yo, el Señor, hago todas estas cosas.

Isaías

El triunfo dieciséis representa dos figuras humanas lanzadas
violentamente desde la torre de un faro (fig. 70). Parecen asom-
bradas pero ilesas. La torre en sí misma no ha sido demolida, pero
una llama de luz, una lengua de fuego, chocó con la corona de oro
que le servía de tejado.

Quizá la primera imagen con la que se asocia esta carta es la de
la Torre de Babel, un edificio construido por Nemrod para asaltar
el cielo, Según el relato bíblico, este acto impío de Nemrod provo-
66 la ira y la venganza de Dios. La confusión de lenguas en la tie-
rra fue el resultado que produjo. La conexión entre esta torre del
Tarot y la de Babel es posible, pues las dos figuras humanas aquí
representadas tentaron la ira del cielo, siendo lanzadas desde su
posición de clevada seguridad a otra de peligro y confusión.

Lo que hizo que el acto de Nemrod fuera doblemente impío fue
que las torres de la antigua Mesopotamia, lejos de ser construidas
como fortalezas que desafiaran al cielo, se construían generalmen-
te como templos de adoración. Su función era elevar la mente y el
corazón del hombre y proporcionar los caminos por los que des-
cendieran del cielo los bienes, asegurando la intercomunicación
entre los reinos eclestial y terrenal. De acuerdo con un antiguo
mito, una ruptura entre los Padres del Mundo (cielo y tierra) se

391

ON

Jung y el Tarot

produjo en el principio de los tiempos y se pensó que construyen-
do estas torres podria subsanarse la ruptura, y restaurando el con-
tacto fructífero entre estos dos poderes podía restablecerse la inte-
racción entre los dos poderes primarios.

Simbólicamente, pues, una torre se concebía como vehículo
para conectar el espíritu y la materia. Al proveer una escalera me-
diante la cual los dioses pudieran descender y los hombres ascen-
der, evidenciaban la idea de Ta correspondencia entre los órdenes
terrenal y celeste. La antigua idea sumeria del orden cósmico la
amplía a continaución Alfred Jeremias como sigue:

«La totalidad del cosmos se considera como impregnada
por una vida única, de manera que sc reconoce la armonía exis-
tente entre lo de arriba y lo de abajo. entre el ser y el devenir.
El Pensamiento informador del mundo sumerio puede resu-
mirse en: “lo que es arriba es abajo”, y de esta forma se pro-
yectan las dos direcciones del movimiento espiritual: lo de
Arriba baja, lo de Abajo sube.

»Más aún, la totalidad de Arriba y Abajo se considera llena
de una presencia espiritual divina que pasa como “energfa ce-
lestial” de Arriba a Abajo.»

La Torre del Tarot no fuc construida como escalera para las
«energías celestiales». Parece ser más bien una pequeña torre ha-
bitada por dos personas. Esta cubierta de arriba no permite la en-
trada a ningún visitante procedente del cielo, así como tampoco al
calor ni a la iluminación. Los dos que construyeron este edificio lo
coronaron rey, indicando de esta manera no reconocer autoridad
ninguna por encima de su propia ercación, No vemos puertas en
esta estructura por la cual puedan salir y entrar ni recibir visitas, y
sus ventanas son muy pequeñas.

Podemos imaginar fácilmente cuán aislada y oscura era la vida
de los dos habitantes de esta torre, construida por encima de la
madre tierra, pero aislada de cualquier ser humano y protegida de
las divinidades. Deben de haber vivido en ella como prisioneros.
Sin duda alguna, sus cabezas y corazones eran tan fríos y oscuros
como lo que les rodeaba, y asimismo permanecían cerrados a cual-

bilidad de intervención milagrosa. Para conseguir tal

La Torre de la destrucción: El golpe de liberación

‘cosa, los dioses tenían que buscar un modo de entrar en ella, aun-
que fuera por la fuerza. Decían ya los antiguos, a propósito de
esto: «vocatus atque non vocatus, deus aderit» (llamado o no lla-
mado, Dios está ahí)

El título francés es La Maison Dieu (La Casa de Dios). Co-
mentan algunos autores que este título surgió accidentalmente al
transcribir mal el nombre original de la carta, La Maison de Few
(La Casa de Fuego). Si fue así, fue un accidente afortunado pues,
como sucede a menudo con los deslices de la lengua o de la pluma,
que traen consigo significados ocultos, parece recordarnos que la
función verdadera de la torre es la de un lugar de adoración, ade-
más de una habitación terrenal para los dioses. Todas las «casas de
los dioses» (templos, iglesias, monasterios, conventos) ofrecen
tradicionalmente un refugio seguro para los que se encuentren en-
fermos del alma o del cuerpo, Incluso los criminales que busquen
acogida en la Casa de Dios tienen garantizado el asilo. Por esta ra-
zón la Casa de Dios incluye el significado de «hospicio», «hospi-
tal» y «asilo». Visto en este contexto, podemos pensar que las dos
almas enfermas de este dibujo han sido liberadas de su encarcela-
miento forzoso, más que arrojadas de su propio hogar. Retrospec-
tivamente, el efecto de este rayo en sus vidas parece mágico. Los
poderes mágicos de este rayo se nos muestran en la lluvia de bolas
multicolores que desprende y que nos recuerda las que usan los
magos o malabaristas. Indican que, pase lo que pase, es un hecho
milagroso y organizado por un gran mago. El arco iris de colores
de estas bolas nos sugiere la alianza entre Dios y el hombre en el
Antiguo Testamento. Parecen indicar que, a pesar de las aparien-
cias, la Deidad está comprometida en el bienestar de estos dos
desgraciados del dibujo.

La iluminación se ha experimentado siempre como un símbolo
de la energía divina, una fuerza numinosa procedente de Dios.
Representa un poder desnudo y la iluminación es su forma más
primitiva e inmediata. Procede del cielo para tocar las vidas de es-
tos dos mortales del Tarot directamente, sin la mediación del
Mago y su varita, ni del Emperador y su cetro, ni del Papa y su
báculo,

Los hérocs griegos, así como los dioses menores, temían al
tayo, pues procedía de Zeus; en los diagramas antiguos del Árbol

393

Jung y el Tarot

de la Vida cabalístico, también se representa el rayo como una
fuerza divina que conecta entre sí los sefirots. En el arte cristiano
el Espíritu Santo también se representa alguna vez como una len-
gua de fuego celestial. Ser tocado por el rayo significa, simbólica.
mente, ser tocado por la mano de Dios, y marca por siempre al es-
cogido como alguien merecedor de atención especial. Esculapio,
tocado por el rayo de Zeus. llegó a ser conocido más tarde como el
dios de la medicina, Hablando de este hecho, Artemidoro dijo:
«Ninguno de los que han sido tocados por el rayo queda sin fama.
Algunas veces, lle 2

incluso a ser honrado como un dios»?

Los dos mortales de nuestra carta podían no estar destinados a
ser dioses, pero es cierto que no han permanecido anónimos, pues
varias generaciones estudiaron esta antigua carta buscando su sig-
nificado oculto. Debido a un golpe de luz, parece ser que la perso
nalidad de estos dos sujetos llegará a ser conocida por nosotros y
posiblemente también por ellos mismos, en forma de iluminación.

Según Plutarco, el relámpago fue el origen de la vida. Él lo vio
como un falo celestial que fertlizó las aguas primaverales con su
energía primitiva. Esta intuición se ha visto confirmada por algu
nos científicos actuales, quienes cuentan que la primera vida su
gid del agua al contacto con un relámpago, La idea del relámpago
como poder dador de vida está reflejada en esta carta del Tarot,
donde la torre de ladrillos, al igual que la cáscara dura de una
nuez, es golpeada para liberar los dos «huesos» que vivían en ella,
haciéndolos caer al suelo. Será ahí donde posiblemente enraícen,
comenzando una nueva vida

En la mayoría de las cartas del Tarot el relámpago se dibuja
como un zig-zag dentado, rayo que cruza el cielo de manera furio-
sa repartiendo destrucción sobre todo lo que toca. La baraja de
Marsella muestra el relámpago en su más benigno aspecto creati-
vo. Parece aquí como si tuviera plumas, cualidad espiritual no dis-
tinta a la que expresa el propio rayo de la fotografía que podemos
ver en la figura 71. Una pluma es suave al tacto, es además sor-
prendentemente fuerte y duradera. «Podrías haberme golpeado
con una pluma». decimos cuando la imagen que tenemos de la
realidad es muy distinta de la actual. Cada vez que utilizamos esta
metáfora revelamos al mundo (no necesariamente a nosotros mis-
mos) que nos encontrábamos en un estado precario de desequili

394

La Torre de la destrucción: El golpe de liberación

Fig.71 Fotografía de un rayo (Fotografía de M. Brassai)

brio psíquico antes de que nos tocara la pluma: que estábamos
maduros para la caida

395

Jung y el Tarot

Eso también es cierto para los dos habitantes de la Torre,
cuyo reciente encarcelamiento indica obviamente un estado de
desequilibrio psíquico. Parece evidente que si este espíritu em-
plumado no llega a tocar sus vidas, su destino habría sido una
caída más drástica que la que aquí se representa. Es fácil recono-
cer que esa evacuación forzosa de su fortaleza es una gracia sal-
vadora más que un castigo merecido. Podemos entender que, al
igual que Factón, fueron elegidos para evitar la destrucción de
su universo. Estas figuras podrían decir que su universo está
siendo destruido, pero en lo más profundo de su inconsciente
yace una sabiduría que está más allá de su conocimiento. El len-
guaje de su cuerpo nos explica que están dando un salto mortal.
Nos recuerda esto que, al ver al Colgado, la carta número doce,
desde el aspecto de la eternidad, estaba «realmente» bailando
unajiga.

Si pudiéramos preguntar a los habitantes de la torre por qué
estaban dando este salto mortal, probablemente negarían que lo
estuvieran haciendo. Este tipo de personas vive demasiado arriba
en sus mentes, para darse cuenta y comprender el lenguaje de su
cuerpo. Pero nosotros, como si estuviéramos sentados en el esce-
nario, al ver esta figura de ballet podemos observar la coreografía
de este salto mortal. Expresa la libertad y la alegría de la primave-
ra: su movimiento circular sugiere la energía del Loco y la poten-
cia de la plenitud. Más importante todavía, indica que son aún ca-
paces de enfrentarse a algo. Los acróbatas que ejecutan estos sal-
tossalen de cara, hacia adelante, hacia una nueva dirección.

Algunas de las ideas aquí expresadas quedan subrayadas en la
Torre de la Destrucción, número dieciséis, que (lo mismo que el
cuatro, el siete, cl diez y el trece) es uno de esos números mágicos
que se reducen a uno, marcando el fin de una fase de desarrollo y
el advenimiento de una nueva. La fase psicológica que finaliza tan
espectacularmente aquí viene simbolizada por la torre.

Una torre es una estructura construida por el hombre. Es alta,
rígida, duradera y a prueba de todo elemento. Es útil para la de-
fensa, la protección, la observación y el retiro. Dicha torre puede
también utilizarse como faro que proteja de peligro, plataforma
que llame à oración o pedestal desde el cual arengar a la multitud.
En la actualidad, las arengas políticas y otras formas de propaganda

396

TT —

La Torre de la destrucción: El golpe deliberación

se emiten desde torres que constantemente mandan sonidos y no-
ticiase imágenes que engañan nuestras mentes.

Las torres se han utilizado como prisiones, algunas veces muy
conscientemente y en otros tiempos de una manera más sutil. En
la actualidad, por ejemplo, en nuestras ciudades millones de seres
humanos se hallan literalmente prisioneros en el hormigón. Es
asombroso pensar en la cantidad de funcionarios cuyos pies nunca
tocan el césped verde y nunca están en contacto con el calor y la
humedad de la tierra. Estas personas descienden cada mañana de
sus apartamentos (de sus torres) a un garaje subterráneo desde
donde conducen su coche hasta otro garaje, subiendo en ascensor
a una nueva torre, donde se halla su oficina y donde pasan sus
días. Al llegar la noche, se invierte el esquema y, como ratas pre-
sas en una jaula de hormigón, cada uno encuentra el camino en la
oscuridad que le devolverá a su propio círculo.

Podemos imaginar el efecto que esta rutina diaria produce en
un organismo vivo, pues quien vive exclusivamente en lo alto pier-
de el contacto con sus compañeros e, inevitablemente, con los as-
pectos instintivos y terrenales de sí mismo. Se aísla. La visión pa-
norämica, estadística e intelectualmente, tiende a evitar el calor
personal y el contacto con la vida diaria. Sin duda alguna, los habi-
tantes solitarios de estas torres se inscriben por centenares en en-
cuentros de grupo, en clases de sensitividad, donde por una cuota
se les permitirá andar descalzos por el césped y se les instruirá en
el arte de tocar y comunicarse con los demás.

Psicolögicamente hablando, muchos de nosotros vivimos «allá.
en lo alto», prisioneros en torres ideológicas de nuestra propia
construcción; pues la torre puede simbolizar cualquier construc»
ción mental, sea política, filosófica, ideológica o psicológica, que
hayamos construido los humanos, ladrillo a ladrillo, a fuerza de
palabras e ideas. Al jgual que sus oponentes físicas, estas torres
son útiles para protegerse contra el caos, para retiros ocasionales y
como lugares apropiados donde meditar sobre actitudes diferen-
tes, más amplias. Son útiles, siempre que nos permitan espacio su-
ficiente para una pequeña remodelación de vez en cuando y siem-
pre que mantengan sus puertas abiertas de modo que podamos en-
trar y salir a voluntad. Pero si construimos un sistema rígido de
cualquier tipo y lo coronamos rey, entonces nos convertimos en

397

rene

Jung y el Tarot

sus prisioneros. No somos libres, pues, de movernos ni de cambiar
con el tiempo, así como tampoco somos libres de establecer con-
tacto con la tierra ni de ser «tocados» por las distintas estaciones,

Algo así debe de haberles sucedido a los dos habitantes de esta
figura, pues su edificio carecía de puerta. Se habían encerrado a sí
mismos. En estos casos, sólo un acto divino podía liberarlos. Esta
liberación puede tomar la forma de una enfermedad seria, física o
espiritual, de un violento cambio de fortuna o de otro cataclismo
que los haga «descender ala tierra».

Todo cambio físico importante se experimenta como un acto de
violencia. Nos resistimos al cambio. Si mantenemos una actitud ri-
gida, es entonces cuando puede suceder el cataclismo. Los dos
hombres aquí dibujados se hallan todavía en estado de shock. No
saben todavía lo que ha sucedido, pero nótese cómo, al igual que
animales enfermos, buscan instintivamente las dos plantas verdes
que se hallan al pie de la torre. Nótese también que la torre no es
destruida, solamente queda desposeída de su corona. Al igual que
Nemrod, quizás estos dos seres programaron su torre para llegar al
cielo. Ahora, finalmente, conocen sus limitaciones. La torre de
Nemrod fue reducida a una loca «babel» sin sentido. Su torre no
ha sido destruida, pero ya no es soberana, Ahora está abierta a la
iluminación superior, procedente de arriba.

AA los seres humanos representados en esta carta, lo ocurrido
les parece una catástrofe. Experimentan solamente el golpe y to-
davía no pueden ver la ¡luminación, está todavía detrás de ellos
(en el inconsciente). Igual que Faetén, hijo de Apolo, que fue de-
rribado por el rayo de Zeus por conducir el carro solar, estos dos
seres experimentan este suceso catastrófico como un castigo infli-
gido a ellos por una deidad furiosa. Éste puede no ser el caso. Se-
gún Ovidio, Faetön fue castigado no por ira ni como castigo, sino
para salvar al mundo de la destrucción.

Al mirar esta carta desde nuestro privilegiado punto de obser-
vación, podemos ver que estos dos seres mortales son igualmente
salvados de la destrucción psicológica y liberados de la prisión de
su orgulloso egocentrismo. Simbólicamente hablando, habían
construido para ellos una torre de pensamiento racional por la que
pensaban escalar más arriba del mundo, Temiendo las responsabi-
lidades individuales y las complejidades caóticas que involucran la

398

La Torre de la destrucción: El golpe de liberación

elección moral, se habían retirado a un sistema de filosofía rígido,
gracias a cuyas leyes generales todas las decisiones se efectuaban
automáticamente.

En la carta precedente pudimos ver dos criaturas infrahuma-
nas vinculadas inconscientemente al Diablo. Alt, el vínculo se po-
dia adivinar como un instinto animal demoníaco (simbolizado en
las alas de murciélago, las pezuñas, los cuernos y cl rabo). A pesar
de que esas criaturas no cayeran en la cuenta de sus partes anima-
les, así como tampoco de las maquinaciones del Diablo, esto estaba
claramente representado en la carta, significando simbólicamente
que estaban cerca de la consciencia. No tenían más que darse la
vuelta o mirarse en un espejo para verlo. Aparentemente no esta
ban preparados para hacerlo; sin embargo, construyeron para si
mismos o quizá tomaron prestada una filosofía similar a una torre.
una construcción de ideas rígidas como ladrillos y unidas entre sí
de manera permanente e inalterable; se encerraron en este siste-
ma, prefiriendo vivir dentro de estos confines limitados a exponer-
se a los problemas morales y a las elecciones diversas que hubic-
ran encontrado. Dentro de este edificio, estos dos perdieron todo
contacto con sus características animales (por inconscientes que
éstas fueran), ya que no salen en el dibujo.

En la carta anterior las dos figuras se hallaban desnudas, signi-
ficando psicológicamente que muestran su naturaleza primitiva,
En la Torre de la Destrucción cubrieron su auténtica identidad
con el uniforme de la civilización, Mientras antes los veíamos es-
clavos de sus instintos demoníacos, en la Torre se convirtieron en
prisioneros de su intelecto, igualmente demoníaco. Al igual que
Satán, su orgullo intelectual les condujo demasiado arriba y, al
igual que él, inevitablemente deberán caer. Quizá, como él tam-
bién, traerán consigo nueva luz,

Por supuesto que estos seres caídos parecen demasiado involu-
crados en su problema inmediato para ver la luz, le dan la espalda.
Cuando finalmente alcancen el suelo, seguramente estarán mucho
tiempo curando sus heridas y quejándose de su destino. Al igual
que Job, sin duda alguna, pasarán muchas horas lamentándose de
Ja injusticia de Dios y clamando su protección. Pueden pasar años
incluso, antes de que vean la luz del relámpago. Cuando esto suce-
da, su experiencia de lo Divino, al igual que la de Job, trascenderá

399

Jung y el Tarot

toda lógica humana y toda discusión. En el fondo del inconscien-
te, la semilla está echada. Según explica Jung, la iluminación sig-
nifica «un repentino, inesperado e irresistible cambio de condi-
ción psíquica».* Esperemos ver los frutos de esta experiencia en
las próximas cartas, tres de las cuales (la Estrella, la Luna y el Sol)
nos muestran formas de iluminación celestial

Uno de los éxitos posibles, resultado de nuestra meditación
acerca de la Torre de Destrucción, puede ser un incremento de la
comprensión en áreas de nuestra propia vida, donde nos encontra-
mos en peligro de encarcelamiento psíquico; terrenos, ideas o ac-
titudes que hemos coronado reyes. ¿Dónde limitan nuestra liber-
tad? ¿De qué manera utilizamos los sistemas religioso, psicológico
y filosófico para elevarnos sobre el resto de la masa humana?

Las Torres, la externa y la psicológica, se unen algunas veces
de manera interesante. William Butler Yeats se retiró literalmen-
te a una torre al final de su vida; allí, en absoluta soledad, examinó
su alma y escribió bellos poemas. También dedicó mucho tiempo
a recordar los años pasados; podría decirse que psicológicamente
estaba prisionero en adoración de la juventud. En su poema titula-
do «La Torre» dice así:

¿Qué debo hacer con este absurdo,

¡oh, corazón, triste corazón! esta caricatura,
edad decrépita que me ha sido atada

‘como el rabo de un perro”...

Me apoyo en las almenas y observo...

En nuestra cultura occidental hay muchos que se encuentran
igualmente prisioneros en la adulación de la juventud. Oimos de-
cir a personas mayores: «Bien, viví una buena vida», en tiempo
pasado. Hablan como si sus vidas se hubieran acabado ya, lo cual
es cierto si ellos lo sienten asi. Con un poco de suerte, una ilumi-
nación puede un dia liberarles de la «observación desde la alme-
na» para conseguir olvidarse ya para siempre de su juventud.

De alguna manera uno puede sentirse momentáneamente pı
sionero en una construcción mental que le impida disfrutar de la
da libremente; por ejemplo, ¿cuando estás esperando el autobús o el

400

La Torre de la destrucción: El golpe de liberación

metro te sientes prisionero de la idea de que no eres nada más que
«una persona que espera»? ¿Te mantienes con rigidez, como una
torre, mirando en lontananza, sin fijarte en lo que sucede a tu alre-
dedor? ¿o bien estás relajado, abierto a visiones y sonidos que te
rodean e interesado por los que pasan cerca de ti?

Algunas veces, cuando nos encontramos envueltos en una es-
pesa nube que nos priva temporalmente de cualquier comunica-
ción, de repente nos vemos lanzados fuera de nuestra preocupa-
ción, no por el golpe de un rayo pero sí por una pequeña descarga
eléctrica, algo similar a un electroshock pequeño, pero bastante
fuerte como para romper nuestra cáscara y ponernos en contacto
de nuevo con la realidad. Hace algunos años me sucedió algo que
amplió la dimensión del significado de este Arcano del Tarot y me
enseñó una aplicación práctica para utilizarlo.

Este incidente ocurrió en una conferencia de fin de semana a la
cual yo había acudido básicamente porque uno de los conferen-
ciantes era una mujer, la doctora X, a quien conocía poco y admi
raba mucho. En la segunda mañana del curso, un pequeño grupo
de nosotros, en el que se incluía la doctora X, nos vimos enzarza-
dos en una viva discusión sobre las nuevas técnicas del tratamiento
del cáncer, Yo estaba particularmente interesada en este asunto y.
por supuesto, lo estaba también la doctora, quien tenía mucho que
contarnos sobre las investigaciones realizadas en este campo. Por
desgracia su discurso fue cortado por la campana que anunciaba la
comida.

Más tarde, cuando me encontré sentada cerca de ella en la
mesa del comedor, volvía tratar el tema de la conversación ante-
rior, sabiendo que nos interesaba a ambas. La doctora X se volvió
hacia mí diciéndome rápidamente: «Por favor, preferiría no ha-
blar de esto ahora, mi mente se siente totalmente libre». La docto-
ra X me explicó más tarde, cuando quiso añadir una explicación a
Su repentino cambio de humor, que había querido hacerlo antes
sin tener oportunidad para ello, puesto que en el momento mismo.
de responderme alguien pronunció su nombre en el extremo de la
mesa y se encontró inmersa en un recuerdo vivo sobre unos viajes
por Italia. Dado que la persona que tenía al otro lado en la mesa
estaba también inmersa en una discusión, me encontré sola y con
todo el tiempo necesario para explorar mis sentimientos heridos.

401

Jung y el Tarot

Me encontré atónita y asustada, exactamente igual que si hubiera
sido herida por una descarga eléctrica. Me sentía como si me hu-
eran dado un golpe, una patada, y estuviera dando vueltas en el
aire, como lo hacen los habitantes de la Torre del Tarot; e igual
que ellos imaginaba ser una víctima. Me sentía «una persona ino-
cente» escogida para ser castigada y humillada. Recé para que la
comida acabara pronto y yo pudiera retirarme a un rincón a «la-
mer mis heridas».

Cuando esto sucedió, me encontré con que había una confe-
rencia inmediatamente después de la comida, de modo que retra-
sé mi orgía de autocompasión y seguí con los demás hacia la sala
de conferencias. Por suerte lo hice, pues cuando me senté pude
ver en la tarima a la doctora X, quien iba a ser presentada para
darnos la conferencia. Entonces entendí en un instante lo que ha-
bla sucedido a la hora de comer. Por supuesto, justo antes de dar
una conferencia, ella quería estar con la «mente totalmente libre»,
volando sobre la soleada Italia, mejor que inmersa en una conver:
sación sobre un tema tan deprimente. Cuando la vi delante de no-
sotros, hablando durante más de una hora y respondiendo a las di-
fíciles preguntas que le hacían desde las butacas, agradecí mucho
que hubiera tenido el buen sentido de protegerse de mi estupidez
manteniendo el equilibrio frente a mi egoísmo. La doctora X y yo
hablamos después y fui yo la que le pedí excusas por mi descorte-
sia, contrariamente a lo que había pensado antes.

Podéis pensar que éste es cl final de mi historia, y muy a menu-
do esto tipo de historias finalizan en este momento. Después de
todo ¿qué más hay que decir? Cuando se produce una confusión y
ésta sé aclara inmediatamente, sc establece una comunicación que
hace que el incidente se olvide fácilmente, como si nunca hubiera
ocurrido. Pero algo ocurrió durante esa comida y yo quiero sentir
lo que sucedió en aquella ocasión mientras aún está fresco cn
‘memoria. Por eso mi historia continúa.

Al llegar a mi habitación, cogí la carta de la Torre de la Des-
trucción y empecé a estudiarla. Deliberadamente, me forcé a revi-
vir la sensación que experimenté en el comedor al ser golpeada por
«el rayo. La volví a experimentar y tuve la sensación de encontrar-
me desorientada, como si estuviera cayendo. Insisto en cómo me
sentí personalmente, aislada de todos los demás. Al estudiar la

402

La Torre de la destrucción: El golpe de liberación

carta del Tarot me di cuenta de que el rayo no se dirigía a las per-
sonas representadas en la escena, sino hacia la torre.

Las torres atraen a los relámpagos. ¿Quizá yo me había ence-
rado en una torre durante la comida? Simbólicamente usamos la
palabra «encastillarse» u otras similares para denotar alguna cosa
cuyas proporciones están más allá de la escala humana. Hablamos
de alguien «encastillado» en su ambición, de alguien con un «ego
monumental». Al pensar en ello, me di cuenta de cómo mi «preo-
cupación» por este tópico había encastillado y hecho prisionero
todo mi ser. Desde dentro de la formidable fortaleza de lo que me
preocupaba, estaba sentada observando a través de las pequeñas
ranuras, o mejor dicho manipulando a través de ellas, en busca de
un rayo de luz para mi preocupación. Al igual que una linterna, mi
‘mente inquisitiva podía ver solamente ciertos factores de lo que me
rodeaba, dejando todo lo demás en la mayor oscuridad. Si mi men-
te hubicra estado más abierta, yo podría haber dedicado unos mi-
nutos a disfrutar del sol que teníamos en el patio mientras estába-
mos sentados. a apreciar el humor de mi compañero y a estudiar los
actos del programa que tenía cn el bolsillo, en el cual estaba clara-
mente explicado quién iba a ser el siguiente conferenciante.

Una vez acabada la exposición del drama desde mi punto de
vista, intenté imaginar cómo habría sido la situación para la docto-
ra X. ¿Cómo podría ella comunicarse con alguien encastillado en
una «torre»? Seguramente habría tenido que gritar muchísimo
para que la oyera.

Al utilizar las cartas para sentir el significado de lo que está su-
cediendo, he encontrado útil estudiar la carta en cuestión y su re-
lación en sentido vertical con las demás. En el caso de la Torre de
Ja Destrucción, son cl Ermitaño y la Papisa. Creo que esta técnica
es particularmente útil en la meditación de mi contratiempo con la
doctora X. Al estudiar cl Ermitaño, me impresionó la fluida movi-
lidad del fraile, así como su mirada abiertamente inquisitiva. Cuán
vivo parecía a todo lo que sc oye y se ve a su alrededor. Me di
Cuenta de que su luz no era la de una linterna con un rayo hiriente,
sino la de una pequeña linterna que cmite una luz difusa en todas
las direcciones al mismo tiempo. Observé también que su linterna
tenía pantallas para proteger a los otros de la luz cuando no es ne-
cesaria.

403

Jung y el Tarot

Miré entonces a la Papisa, la primera de esta segunda fila verti
cal. Ésta es un símbolo de paciencia, receptividad y obediencia al
verdadero espíritu. Está sentada pacientemente, absorbiendo la
atmósfera de su alrededor. No será ella quien inicie una conversa-
ción, y si lo hiciera sería solamente después de cerciorarse del hu-
mor de su prójimo.

Desde que se produjo mi affaire con la doctora X, he tenido al-
gunas conversaciones con la Papisa, similares a las que escribí en
el capítulo quinto de este libro. Es más introvertida que yo, de
modo que me está ayudando a establecer contacto con mi propia
introversión. De ella estoy aprendiendo cómo sentarme paciente-
mente al sol con alguien, incluso con un muevo amigo, sin necesi-
dad de sentirme obligada a conversar. Me ha enseñado también
que incluso en una reunión de comité o de negocios, donde el tiem-
po es oro (quizás especialmente ahí), es importante compartir
‘unos momentos de «sentirse libre» juntos, antes de sumergirse en
la materia a tratar.

‘También tengo conversaciones algunas veces con el Ermitaño.
De él he aprendido a distinguir la auténtica introversión creativa
que nos proporciona una luz especial, de la negrura estéril de la
fría torre de piedra. Antes de que yo aprendiera a imitar al Ermi-
taño, el inconsciente me forzaba a compensar mi extraversión uni-
lateral, enviándome continuamente resfriados o enfermedades
menores que me daban tiempo para la introversión necesaria e im-
prescindible para la salud y la armonía interior. Últimamente, me-
diante las conversaciones con el Ermitaño, he aprendido a mante-
ner un equilibrio más consciente y voluntario entre mi lado intro-
vertido y mi lado extravertido.

Con los dos habitantes de la Torre todavía no he tenido una
conversación. Quizá sea porque ellos están todavía demasiado in-
mersos en su desgracia para ser capaces de dialogar. Quizá más
tarde, cuando hayan digerido el maná coloreado que les llueve del
cielo, sean capaces de hablar sobre esta experiencia. Quizá nos
sintamos tentados de ofrecerles las teologías de los que pretenden
consolar a Job. Miremos una vez más a estas pobres almas, tratan-
do de ponernos en su situación, Todos nos hemos encontrado en
ella alguna vez, y cada vez se produce de nuevo un sobresalto cuan-
do nos lanzan fuera de nuestra seguridad imaginada, Algunas ve-

404

La Torre de la destrucción

: El golpe de liberación

es estamos tan asombrados que ni reaccionamos; otras veces reac-
cionamos inadecuadamente y a menudo de manera caprichosa

Sirva como ejemplo de esta última frase lo que me contaron
como historia real: una mujer que se encontraba en California el
día del gran terremoto, no paraba de gritar: «Por favor, rescáten-
me a mí primero; ¡yo soy de Nueva York y no estoy acostumbrada
aestas cosas!>.

405

Fig. 72 La Estrella (Tarot marselles)

20. LA ESTRELLA:
UN RAYO DE ESPERANZA

Ciclo arriba,
Cielo abajo,

Estrellas arriba,
Estrellas abajo

Todo lo que está arriba
También está abajo,
Témalo

¡Y alégrate!

Texto alquimico

En la carta anterior pudimos ver dos figuras humanas lanzadas
fuera de la torre, Aunque hubieran perdido su anterior punto de
vista y sus murallas defensivas. todavia se tenían el uno al otro y
todavía vestían los ropajes que demostraban su identidad social. En
la Estrella vemos por primera vez a una persona desnuda (fig. 72).
Desposcída de toda identificación y desnuda de cualquier preten-
sión, su ser esencial se ve expuesto a los elementos. No lleva más-
cara alguna ni disfraz social; revela su naturaleza básica,

La mujer está arrodillada al lado de un riachuelo vertiendo
gua de una manera ritual de dos urnas rojas, de modo que el con-
tenido de una vuelve al río y el de la otra cae en tierra. Aparece en
el punto donde las aguas vivas del inconsciente colectivo tocan la
tierra de la realidad individual humana. Está involucrada en am-
bas y a través de su trabajo las dos interactúan creativamente. El
Agua que cue en la tierra nutre alguna semilla que yace dormida en
ella, El agua de la otra jarra es ahora aireada y purificada, fluyen-
do de nuevo al arroyo para revivificarlo y rellenarlo,

407

Jung y el Tarot

Psicológicamente hablando, la figura arrodillada puede estar
dividiendo y trayendo « la luz visiones nuevas para la consciencia,
separando lo personal de lo transpersonal. Quizás esté meditando
sobre el acontecimiento catastrófico representado en la Torre de
la Destrucción. Meditar acerca de su significado. tanto humana
como simbólicamente, relaciona el acontecimiento exterior con la
situación psíquica interior correspondiente

Desde este punto, nuestra serie del Tarot, como veremos, en-
tra en una nueva dimensión de comprensión, dentro de la cual las
vicisitudes de la vida se observarán según un aspecto eterno. Ya
no volverán a considerarse desde las estrechas aperturas de la To-
rre; el mundo se ampliará ante nuestros ojos, ofreciendo amplias
vistas de horizontes despejados. Los aspectos de la psique, antes
prisioneros de las murallas de piedra, liberados ahora, volverán a
la tierra, donde podrán empezar a actuar de un modo más realista.
En la Estrella, una sacerdotisa de la naturaleza inicia la tarca de
descubrir en los acontecimientos de la existencia terrenal un mo-
delo que corresponda al designio celestial. Uno siente que el ritmo
de su trasvase está sintonizado con la danza cósmica.

Sus dos jarras nos recuerdan de alguna manera el Ángel de la
Templanza, conectándola de este modo con los poderes arquetipi-
in embargo, es una figura humana, no tiene alas y sus dos ja-
tras son de color rojo, símbolo de la naturaleza física y del senti-
miento humano. Está arrodillada a la orilla del riachuelo, jugando
con sus aguas con la concentración típica de un niño. Al estar des-
‘nuda, su contacto con la naturaleza es inmediato y directo. Puede
ayudar a bajar hacia la realidad aquella luz de la carta anterior, co-
nectändola con las aguas primaverales y con la tierra básica de la
existencia,

Su postura y ademán sugieren humildad, un modo de ser muy
distinto del de las dos personas que se sienten humilladas por la
caída que les provocó el choque del rayo contra la torre; aquella
humillación que experimentamos todos cuando una imagen pro-
pía y querida se ve caída del pedestal. Como todos sabemos, la
transformación laboriosa que produce esta dolorosa humillación
conduce a una humilde aceptación de uno mismo, es un trabajo
duro que a veces requiere ayuda sobrenatural

Por detrás y por encima de la figura arrodillada podemos ver

408

La Estrella: Un rayo de esperanza

siete estrellas multicolores que revolotean alrededor de una doble
estrella central. Todas son distintas, cada una parece tener una
personalidad única; están dibujadas de una manera vigorosa, li-
bre, sugiriendo los destellos de estrellas que aparecen en el cielo.

Los colores se alternan entre sí, dando la sensación de que giran
alrededor de la estrella central. Por contraste, la estrella doble
está dibujada con exactitud geométrica, creada mediante la super-
posición de una estrella amarilla de ocho puntas sobre otra igual
de color rojo, de modo que las dos parecen estar emitiendo rayos
alternativamente. Unas líneas negras conectan la estrella central
con el centro, donde convergen como tos radios de una rueda. El
punto central de esta estrella parece querer indicar que ésta está
pinchada en el cielo, donde permancce fija alternando los colores
de sus dieciséis puntas e indicando de esta manera que es una rue-
da gigante que gira sobre su propio eje. Resumiendo, esta estrella
representa una estrella solar o un mandala.

Una imagen de plenitud o un centro estabilizador como el an-
teriormente descrito, aparece a menudo en sueños y visiones du-
rante los períodos de caos y confusión que siguen casi siempre a
los acontecimientos catastróficos como los representados en la
carta anterior. La aparición de una gran estrella en el cielo sugiere
una gran visión de plenitud que surge de lo más profundo y que
puede aparecer pronto en la conciencia. Representa un centro fijo
que une el amarillo del espíritu, la intuición y la luz con el rojo del
cuerpo, la emoción y la carne. Alrededor de este punto central las
luces menores, los diversos fragmentos de la personalidad. pue-
den empezar a girar

En los textos alquímicos aparecen a menudo configuraciones
como ésta, que muestran una estrella gigante (que representa al
proceso de la iluminación) alrededor de la cual giran siete planetas
(que representan los siete estados del proceso alquímico). Los al-
quimistas llamaban a este proceso la Gran Obra, pues creían que
el inapreciable «oro filosofal» sólo podía oonseguirse por el traba-
jo del hombre, en contraste con la idea cristiana de salvación por
la gracia de Dios. La idea central de los alquimistas era que no
sólo toda la humanidad, sino toda la naturaleza, estaban llenas del
espíritu divino y que era tarea del hombre liberat el espíritu que
estaba prisionero en la materia. Sólo comprometiéndose en esta

409

A

A

Jung y el Tarot

Gran Obra podía el hombre liberar su propio espíritu. Los alqui-
mistas veían la redención del hombre como un subproducto del
trabajo que habían de realizar durante toda una vida, más que
como la meta de esta vida. Su trabajo debía realizarse en soledad
9. como mucho, en pareja de individuos de sexo contrario. Pensa-
ban que la reunión con la deidad no podía lograrse en muktitud;
sólo podía tener lugar dentro de cada individuo como resultado de
su dedicación y esfuerzo.

El concepto de individuación de Jung, como su nombre indica,
es parecido al objetivo alquímico. Jung propone que la salvación
del hombre yace en el fondo de su psique y que cada uno debe tra-
bajar individualmente para descubrir y liberar la esencia de oro
que yace enterrada dentro de nuestra naturaleza psicofísica, Para
los alquimistas el mundo interior era todavía un misterio. Proyec-
taron los elementos de su psique hacia los clementos de la natu-
raleza exterior con los que trabajaban constantemente. Quedó,
pues, para Jung y los psicólogos que le siguieron, el descubrir los
caminos para recuperar las proyecciones hechas hacia los objetos
exteriores, así como hacia las personas, y confrontar éstos como
clementos psíquicos arquetípicos.

Vista en este contexto, la Estrella representa un paso impor-
tante hacia la participación más consciente y activa en el proceso
de individuaciön. En la Torre, la iluminación procedía de modo
ccgador y era un cataclismo demasiado fuerte como para sopor-
tarlo de frente, y mucho menos aún asimilarlo. En otras cartas, la
acción la desarrollaban personajes alados o celestiales. En la Es-
trella, la figura central queda representada como una persona des-
nuda, humildemente arrodillada. En su tranquilo modo de estar
sentada no hay lugar para la contemplación ni espacio para el cre-
cimiento silencioso.

En el fondo de la escena hay dos árboles verdes, en uno de los
cuales se posa un pájaro negro. En el escudo del Emperador y de
la Emperatriz vimos también un águila; pero este pájaro es una
criatura viva, indicändosenos con ello que la conexión entre el cie-
lo y la tierra se ha vuelto una realidad viva. Estos árboles también
están vivos y en flor. Los árboles truncados que vimos anterior-
mente que sostenían al Colgado han sacado nuevos brotes, libe-
rándole para su mayor desarrollo y conocimiento.

410

bee

La Estrella: Un rayo de esperanza

Simbólicamente. los árboles expresan lo transpersonal y lo in-
dividual de manera muy bella. Enraizados profundamente en la
tierra y erguidos hacia el cielo, los conectan a ambos. La estructu-
ra de un árbol, desde lo más profundo de su sistema radical, a tra-
vés del tronco y las ramas hasta las hojas, presenta un diagrama
paradigmático como si fuera la interconexión e interdependencia
inherente a toda la naturaleza. Los árboles llevan consigo los cua-
tro elementos, sintetizándolos y transformándolos para su creci-
miento vital; por eso son símbolos del Ser universal, transperso-
nal, dado que la forma y la imagen de cada árbol en particular di-
fiere de cualquier otro. De este modo, pues, los árboles pueden
representar la única manera en la cual el Ser transpersonal se ma-
nifiesta en cada individuo.

Los dos árboles de la Estrella podrían recordarnos también los
árboles gemelos del Paraíso: el Árbol de la Vida y el Árbol del Cı
nocimiento del Bien y del Mal. Quizá, como los árboles del Par:
so, los dos representados aquí están enraizados en la psique huma-
na como impulsos gemelos que nos mueven a la acción: uno nos
lanza a vivir la vida y el otro nos motiva para conocer la vida

Cuando un símbolo aparece por duplicado en sueños o en
‘otros materiales del inconsciente, indica a menudo que un aspecto
nuevo de la psique, esto cs del inconsciente, está moviéndose ha-
cia la consciencia. En el inconsciente los opuestos no están separa-
dos. todas las cualidades y esencias están entremezcladas. Pero
cuando caemos en la cuenta por primera vez de un nuevo conteni-
do, éste empieza a diferenciarse, apareciendo a menudo como ge-
melos, uno de cada tipo. Después, a medida que el contenido ar-
quetipico se hace más consciente, las dos figuras que encarnaban
su esencia pueden mostrarse como entidades similares, pero no
idénticas,

En la quinta carta del Tarot, el Papa. por ejemplo. el espíritu
inquisitivo del hombre estaba representado por los dos sacerdo-
tes, Estas figuras gemelas arrodilladas a los lados, vestidas de
idéntica manera, indicaban con ello que sus características como
seres humanos individuales quedaban todavía ocultas para cl in-
consciente. En la siguiente carta, el Enamorado, vimos dos mu-
jeres. Las mujeres no vestían igual ni tenían la misma edad o as-
pecto. Ello indicaba una diferencia entre los varios aspectos del

41

Jung y et Tarot

principio femenino alli representado, Diciéndolo con sencillez, re-
presentaban los aspectos de «la virgen» (anteriormente encarnada
en la Papisa) y los aspectos de «la madre» (anteriormente retrata-
da cn la Emperatriz).

De manera similar, en el Carro se representó la libido animal
como dos caballos. Aunque estos caballos eran de igual tamaño y
aspecto y estaban atados juntos como un tiro, sus colores opuestos
(rojo y azul) nos indicaban la gran diferencia existente entre los
dos tipos de libido que simbolizaban: el caballo rojo representaba
el impulso hacia la actividad física y el instinto de vivirla vida, y el
azul representaba una tendencia más espiritual (cl instinto igual-
mente poderoso de conocer al vida). En la Estrella podemos ver
ahora estos dos impulsos representados como dos árboles. Aquí
no se nos muestran como una pareja inquieta de caballos tirando
uno contra el otro. Aunque los dos árboles estan muy separados,
ambos están enraizados en la misma Madre Tierra y el pájaro ne-
gro vuela de uno a otro, uniéndolos.

El tema de los «gemelos» se repite también en las dos jarras,
que son similares en tamaño, forma y color. Aunque son casi idén-
ticas, sus funciones son diferentes. Como pudimos observar, una
vacía el agua en el río y la otra en la tierra. La acción de la Mujer
Estrella puede representar la idea de Jung sobre los dos tipos de li-
bido: la espiritual y la física, que son realmente una sola esencia,
aunque adaptada cada una a un propósito diferente.

Significativamente, esta carta se llama la Estrella, lo que pare-
ce querer dirigir nuestra atención hacia el ciclo, estableciendo con
ello una conexión entre los cuerpos celestiales y cualquier cosa
que suceda debajo de ellos. Las estrellas simbolizan gencralmente
fuerzas que nos guían, Los navegantes utilizan las estrellas para
encontrar su camino al atravesar los mares. Los astrólogos usan
las estrellas para predecir el futuro intentando ayudar a los seres
humanos a imprimir un ritmo a sus vidas según el de los planctas
en su evolución, La estrella de Belén guió a los Magos hacia el pe-
sebre. Tanto práctica como simbólicamente, parece que el mapa
lleno de estrellas que vemos en el cielo corresponde a nuestra
constelación interior. Este mapa celestial está vivo y vibra con
energía. Tanto si lo estudiamos conscientemente como si le damos
la espalda, cosa que parece estar haciendo la Mujer Estrella mien-

412

La Estrella: Un rayo de esperanza

tras trabaja, sus emanaciones no cesarán de influir en nuestra

la.
Las estrellas son puntos de iluminación a escala humana. A di-
ferencia del relámpago de la carta anterior, la luz de la estrella no
puede cegar ni destruir al hombre; a diferencia de la luz del sol, no
puede agostar ni quemar, Como la lámpara del Ermitaño, cada es-
trella nos ofrece una iluminación limitada y controlada, fragmen-
tada en pequeñas partes aptas para la asimilación humana, para la
introspección espiritual. Su forma siempre cambiante, aunque
predestinada, comparte la luz solamente en un momento de nues-
tro tiempo, pero la Juz que nos llega hoy desde las estrellas inició
su viaje a la tierra muchos millones de años atrás. De esta manera
las estrellas conectan cada momento individual con el tiempo tras-
cendental. Comparten la sabiduría del antiguo conocimiento con
nuestros dilemas.

Las estrellas también nos relacionan con la inmortalidad. Una
antigua leyenda nos explica que en el momento de morir cada
alma se lleva al cielo, desde donde brillará eternamente como una
estrella, Las figuras heroicas o los dioses eran inmortalizados
como planetas o constelaciones, que todavía hoy se honran con
sus nombres. Otra creencia popular es que en el momento del naci-
miento a cada ser humano se le otorga su propia estrella personal,
representando con ello la estrella que le sirve de guía trascendental.
Se creía que esta estrella velaba por los problemas terrenales,
guiando el destino y protegiendo de todo mal. Esta idea encuentra
eco hoy en día en la superstición de que, si formulamos un deseo
al ver pasar una estrella, éste se cumplirá, y cuando esto suceda
daremos gracias a muestra «buena estrella».

Otra antigua leyenda nos habla más específicamente de la co-
rrespondencia entre el reino de arriba y el de abajo; o, para utili-
Zar términos psicológicos, entre el ego y el si-mismo. Se creía que
en el momento del nacimiento el alma descendía a la tierra, atra-
vesando las esferas planetarias, tomando de cada una de ellas
mientras lo hacía las características que pertenecían a cada uno de
Jos planetas. En el momento de la muerte, el movimiento era in-
verso, de modo que estas características retornaban al respectivo
Planeta para ser utilizadas de nuevo por la siguiente generación de
Almas recién nacidas. En un proceso circular rítmico y continuo,

413

Jung y et Tarot

como el de la Estrella vertiendo agua, nosotros, los seres huma-
nos, tomamos prestada la iluminación, la energía y los talentos de
las estrellas para completar nuestro ser terrenal, devolviéndolas a
los cielos (quizá pletöricas o exhaustas) cuando nuestra vida se ha
cumplido.

La idea de que las estrellas están relacionadas íntimamente
con el destino humano es anterior a la astrología. Cuando el hom-
bre descubrió que el movimiento de las estrellas se podía predecir,
se dio cuenta de que quizá también el destino del hombre podía
ser guiado por algún orden divino. Sintió de esta manera que ya
no era un jugucte de los dioses, pues para él, después de todo, las
estrellas lucían proclamando que cada vida individual estaba rela-
cionada con un modelo di indole la esperanza de que
los acontecimientos de la vida diaria (aparentemente fortuitos)
fuesen parte de un esquema universal lleno de significado. A tra-
vés de la empatía con las estrellas, el hombre dejó de sentirse ju-
guete del destino y empezó a sentir la inspiración de un destino
propio. Es como si las brillantes estrellas fueran pequeñas venta-
nas u ojos a través de los cuales el hombre pudiera mirar hacia la
eternidad.

Meister Eckhart dijo: «El ojo con el cual yo veo a Dios es el ojo
con el cual El me ve». A menudo se piensa en las estrellas como
los ojos del cielo, a través de los cuales los dioses observan nuestro
trabajo. En términos junguianos, simbolizan los arquetipos, que
son las imágenes que influyen nuestras vidas y a través de las cua-
les experimentamos los múltiples aspectos de la divinidad. A me-
dida que recorremos el camino de la individuación, estos peque-
os puntos de luz tienden a unirse hasta llegar a formar una luz gi-
gante, cuyo brillo es más constante. Podemos imaginar que esta
gran luz está oculta tras una cortina celestial a través de la cual nos
llega, gracias a pequeños pinchazos efectuados en la misma, hasta
que finalmente la cortina cae y podemos experimentar la luz direc-
tamente en su origen.

La estrella de nuestro Tarot no está dibujada en una negra no-
che, como aparecería al natural, sino perfilada sobre un fondo
blanco. Como sucedió con el relámpago de la carta anterior, esto
sugiere que estos fenómenos hay que observarlos simbólicamente
como manifestaciones que se producen en la psique, más que como

414

La Estrella: Un rayo de esperanza

acontecimientos de la naturaleza. La Mujer Estrella no vuelve su
cabeza hacia los cielos, quizá ve su reflejo en las aguas. En cual-
quier caso, es reflexiva, y podemos imaginar que se aprecibe de
los planetas como presencias interiores que influyen en su actuar.

Muy significativamente, el héroe no aparece en esta figura: se
halla perdido por el momento, para sí y para nosotros. La estrecha
y rígida torre en la cual se había encerrado ya no le alberga. El edi-
ficio de palabras, máximas y conceptos que había construido ladri-
llo tras Jadrillo para defenderse, ya no le protege. Ayer, sentado
orgullosamente en lo alto de su torre. se sentía un ser superior, só-
lido y seguro: alguien, Ahora acaba de descubrir que no es nadie.
Acaba de perder el contacto con su intelecto, con su ego. La ima-
gen de sí mismo acaba de ser defenestrada. El reloj con el cual me-
día y etiquetaba los sucesos de su vida acaba de romperse, acaba
de perder también la brújula que le guiaba en su viaje. incluso el
Carro, aquel vehículo dorado con el que contaba para volver a
casa, también se ha perdido. La consciencia de su ego, asi como su
movilidad, yaco sin ayuda posible. Sólo puede ser salvado median-
te la actuación de la Mujer Estrella,

Esta mujer es una criatura arquetípica de las profundidades,
vive y se mueve en el mundo intemporal de los planetas, un mun-
do que existe desde hace miles de años, mucho antes de que llega-
ran el hombre y sus relojes. El concepto que nosotros tenemos del
tiempo está tan subordinado a las necesidades del hombre, que es
dificil recordar que todas estas medidas del tiempo son de reciente
invención. Durante muchos siglos, el hombre, con todas las otras
criaturas, vivió y se movió exclusivamente en el tiempo sideral
Dentro de cada uno de nosotros, enterrada en el fondo del incons-
ciente, vive todvía la primitiva Mujer Estrella cuyo retrato se nos
muestra aquí. Se mueve más allé del tiempo, ligada solamente al
ritmo de la naturaleza. Al igual que la mujer de este dibujo, nues-
tra mujer interior mide su ritmo por el movimiento de las estrellas.
Esta figura arquetípica es una parte importante de la psique, pero
cuando el ego es superactivo solemos perder el contacto con ella:
cuando el ego se ve disminuido, como sucede en la Estrella, pode-
mos encontrarla de nuevo.

En la psicología del hombre, esta figura femenina representa
Su anima o su aspecto femenino inconsciente. En una mujer, esta

415

DS RR

A. eee

Jung y el Tarot

figura, al ser del mismo sexo, simboliza el aspecto sombrío, oscu-
ro, de la personalidad. Dado que la Mujer Estrella está pintada a
gran escala, mayor incluso que la vida, podría personificar una
cualidad más allá de la sombra personal y más semejante al sf-mis-
mo, ese arquetipo catalizador que es la estrella central de nuestra
constelación psíquica. En cualquier caso, la figura arrodillada re-
presenta un aspecto inaccesible de la psique, el cual, al igual que la
princesa de los cuentos de hadas, se hallaba prisionera en la torre
del castillo, cautiva de un cruel Rey Logos, gobernador de nuestra
parte masculina.

En la Fuerza del Tarot encontramos antes una figura femenina
similar a ésta que dominaba la escena. Alli podíamos verla vestida
según la moda del momento, representando un aspecto más per-
sonal del arquetipo, una influencia humanizante. Midiendo su
fuerza con el le6n, ayudaba al viajero solitario a reconocer y medir
Sus emociones de manera que no se desperdigaran de manera des-
tructiva. Ahora, como Mujer Estrella, nos demuestra cómo utili
Zar estas energías reconquistadas de modo más creativo, Las emo.
ciones que surgieron antes, irrumpiendo como un relámpago en
ráfagas contra el destino, pueden ahora ser conducidas y trasvasa-
das hasta formar un bálsamo nutritivo y benéfico.

Una porción de esta energía transmutada cae de nuevo al río,
Pertenece a las profundidades del inconsciente y nunca será com.
prendida ni asimilada totalmente. La otra parte del agua cae en el
fértil suelo de la realidad cotidiana. Trabaja con estos dos opues-
tos de modo simultáneo, conectando sus dos mundos mediante la
actividad de su cuerpo así como con la devoción de su espíritu.

En la psicología de una mujer del siglo Xx, aislada del contacto
con la naturaleza, así como de sus sentimientos innatos de interés
religioso, la aparición de esta Sacerdotisa de la Naturaleza puede
presagiar una nueva conexión con la parte trascendental de sf-mis-
mo. La Sacerdotisa está arrodillada en actitud orante; la posición
de sus piernas nos sugiere la svástica, una forma primitiva de cruz.
La svästica, también llamada «martillo de la creación», simboli.
za el movimiento continuo del cosmos, conectando de nuevo el
trasvase circular de la mujer con la circulación de los planetas
que se hallan sobre su cabeza, Su atmósfera es profundamente
religiosa.

416

La Estrella: Un rayo de esperanza

Como Jung señaló, el origen latino de la palabra «religioso»
significa «considerar-cuidadosamente». La Mujer Estrella parece
perdida en la consideración de los imponderables y, mientras me-
dita, vierte las aguas de un modo ritual, como si estuviera hacien-
do un sacrificio a los dioses. Podría ser su tarea el iniciar al ego cn
los campos inorgánicos de la psique. Su consciencia se hará más
consciente de las regiones interiores, más distantes y misteriosas
que las simbolizadas por el león, y de aquellas más profundas y
elementales que las habitadas por los insectos y gusanos que en-
contró el Colgado.

La importancia psicológica de la Mujer Estrella puede verse al
contrastar esta figura del Tarot con la pintura de Van Gogh Noche
estrellada (fig. 73). Este cuadro fue pintado en 1900 en Saint Rémy,
un sanatorio mental en el que fue recluido el artista en sus últimos
años. Retirado forzosamente de la vida ordinaria del mundo, Van
Gogh, al igual que el héroe de nuestro Tarot, se encontró a s{ mismo
en este solitario y peligroso lugar. En la pintura de Van Gogh no
aparece ninguna figura que le ayude a luchar con la repentina incur-
sión de los contenidos elementales procedentes de lo más profundo
del inconsciente. Tampoco en los cielos encontramos una estrella
que brille para guiar a los planetas en sus órbitas. Aquí, las estrellas
aparccen como masas de fuego girando en un ciclo turbulento, cada
una a su ritmo. Una estrella fugaz, parecida a un cometa, irrumpió
en la mañana para cruzar los ciclos, causando terror cuando pareció
que incluso fuera a invadir el reino terrenal inferior.

En primer término, un ciprés oscuro temblando en su agonía
nos recuerda una llama contra el cielo. Parece como si las fronte-
ras naturales entre ciclo y tierra sc hubieran desvanecido y toda
la creación se hubicra vuelto loca. La única imagen de unidad y
armonía de esta pintura caótica aparece en el ángulo superior de-
recho, donde el sol y la luna están juntos, casados en una unión
simbólica de los opuestos. Esta imagen, sin cmbargo, no es cen-
tral, parece distante e inalcanzable. Sin la intervención de la ima-
ginacién humana, como la simbolizada por la Mujer Estrella, los
elementos del scr psíquico de Van Gogh parecen haber vuelto al
caos primordial del inconsciente profundo, en un tiempo anterior
a Ja creación, cuando «la tierra era informe y vacía y la oscuridad
se hallaba en la superficie de la profundidad».

47

€ cee

Jung y el Tarot

Por contraste, la Estrella representa un mundo ordenado y ar-
monioso. Podemos ver en clla representados por primera vez los
cuatro elementos de la creación: tierra, agua, aire y fuego. Arro-
dillada en la tierra, la mujer trabaja con el agua mientras detrás de
ella, en el cielo, lucen las estrellas de fuego. A través del contacto
con estos clementos de la naturaleza exterior. podemos experi-
mentar la naturaleza elemental que llevamos dentro. En términos
de Jung, los cuatro elementos naturales podrían simbolizar las
cuatro funciones de la psique humana. No todos los psicólogos
analistas están de acuerdo en cuanto al elemento que simboliza
mejor cada función. En mi opinión, el aire y el agua pueden repre-
sentar el pensamiento y el sentimiento, mientras que el fuego y la
tierra simbolizan la intuición y la sensación. No cabe duda de que,
dependiendo de la función tipo que uno tenga. podrá experimen:
tar y clasificar las distintas funciones. Puede ser útil para el lector
detenerse aquí y pensar cuál es la clasificación que él haría. Aun-
que esta actividad no revele nada nuevo sobre los cuatro elemen-
tos de la naturaleza, puede producir nuevas visiones sobre las cua-
tro funciones de nuestra naturaleza interior.

En el Carro, estas cuatro funciones se representaron como los
postes o conceptos fijos que soportaban el toldo que protegía al
conductor de los elementos. En la Estrella, la figura central no tie-
ne ya esa protección; se halla expuesta a toda la naturaleza. Los
cuatro clementos de la psique no sc expermientan ya como con-
ceptos rígidos, se han vuelto vivos, vibrantes con energía, revelan
su naturaleza verdadera, tan completamente como lo hace la Es-
trella Mujer.

Como Acuario, el provecdor de agua, esta mujer está arrodi-
lada en el suelo trasvasando cl agua de las dos urnas. Al igual que
41, presta su atención al inconsciente y a la naturaleza. Su aparien-
cia puede significar una nueva fase en el desarrollo del héroe, un
análogo suyo de la Era de Acuario en la cual nos encontramos
ahora. En esta fase el héroe, al igual que muchos de los que bus-
can hoy cn día, saldrá de la fascinación de la naturaleza exterior
para explorar la naturaleza interior, lo concerniente al ego y la re-
lación, combinando y unificando finalmente la experiencia inte-
rior y la exterior para crear un nuevo mundo.

Finalmente, la Mujer Estrella parece haber i

iado ya este

418

La Estrella: Un rayo de esperanza

Fig.73 Noche estrellada Vincent van Gogh, 1889, óleo sobre tela.
72,5 x 90 cm. Colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Adquirido a través del legado de Lillie P. Bliss.)

trabajo, pues aunque ella concentre su actividad en el agua y la tie-
rra, la estrella y el amplio cielo están representadas de manera im-
portante en la imagen. Puede sentirse que, con su ayuda, las cuatro
funciones de la psique se moverän hacia la integración. A pesar
del hecho de que el ego esté «fuera del dibujo», quizá incluso por
eso, puede ahora hacerse pasivamente consciente de un universo
que se amplía con dimensiones hasta ahora impensadas. Desde su
retiro, el ego no puede particiar en la actividad humana cotidiana,
yace inerte en una depresión profunda, Cuando el ego se ve inmo-
vilizado, pueden surgir las intuiciones. En este punto el ego em-
pieza a estar lleno de una nueva sensación de destino, y asimismo
empieza a experimentar su sino individual como parte de una re-

419

RR

Jung y el Tarot

presentación universal. Las ambiciones puramente egocéntricas
se pierden ahora en la contemplación de las estrellas y la vida em-
pieza a moverse alrededor de un nuevo centro.

Sólo a través de las imágenes interiores del inconsciente puede
aparecer este darse cuenta. La fantasía de la luz nocturna, más
que el haz de luz de la búsqueda consciente, nos conecta de nuevo
con la sabiduría eterna de nuestra constelación interior. Estos ojos
internos nunca duermen, brillan dentro de nosotros todo el tiem-
po, pero algunas veces perdemos el contacto con ellos. Solamente
a través de muestro lado natural del eros podemos establecer con-
tacto con nuestra psique celestial, Esta manera de conectar, «flui-
da más que estática, contemplativa más que racional», es lo que se
representa aquí como trasvase.

En la Templanza vimos que un ángel vertía una esencia blanca
‘de un jarro azul en uno rojo, para determinar un nuevo ingredien-
te de la encrgía psíquica. La Mujer Estrella está haciendo algo
muy distinto: está vertiendo agua azul de dos vasijas igualmente
rojas. Era tarea de la Templanza recoger y mezclar las partes dis-
persas de la psique que la Muerte había desparramado, dirigiendo
estas esencias recién encontradas hacia nuevos canales. El trabajo
de la Mujer Estrella consiste más bien ca separar y redistribuir.
Quizá esté separando los clementos arquetípicos del inconsciente
de los contenidos más personales, de manera que la consciencia
del ego no quede inundada por materiales con los que no está pre-
parada para tratar por ahora. Parece verter los contenidos arque-
típicos de nucvo en los riachuelos colectivos compartidos por la
humanidad; lo más personal lo devuelve a la tierra seca de la reali-
dad cotidiana para darle nueva vida y fuerza. En cuanto el suclo
seco que tiene bajo sus pies se humedezca, se convertirá en malea-
ble, igual que el yeso. Con esta nueva sustancia podrá darse forma
a un nuevo mundo más seguro basado en la realidad natural, ya
que la Torre de ladrillos construida por el intelecto atrajo el rayo
delos cielos.

Esta mujer actúa mientras cs accionada, se mueve con una gra-
cia especial, como en trance; se encuentra embelesada como un
niño, creando un nuevo mundo a partir de las aguas y el barro. Su
dedicación intensa, así como su participación total en este acto
creativo, no difiere mucho de aquéllas de la Deidad misma, tal

420

bs

La Estrella: Un rayo de esperanza

como la presenta Ovidio en la Metamorfosis (fig. 14). AN pudi-
mos ver a Dios evocando al mundo para que surgiera del caos. El
Creador, como nos cuenta Ovidio, no formó el mundo directamen-
te desde el caos, primero separó entre sí los cuatro elementos; sólo
entonces pudo combinarlos de manera tal que surgiera el universo
pleno de realidad absoluta.

De manera similar, la Mujer Estrella separa ahora las aguas
elementales para crear una nueva realidad. El ritmo de la danza
de la creación, como la presentó el grabado de Golzius, es activo,
fuerte y masculino; el ritmo de la Mujer Estrella es tranquilo, ins-
trospectivo y femenino. Puede sentirse aquí la serenidad saluda-
ble de esta mujer, así como la tranquilidad de la silenciosa natura-
leza. Según un antiguo refrán: «el silencio es el espacio interior
que necesitamos para crecer». Este momento de crecimiento inte-
rior no lo es para las actuaciones exteriores; su esencia es la visión
interior.

Un estudioso del Tarot, meditando sobre esta carta, escribió el
siguiente verso:

Golpeó la Estrella a la mujer en el riachuelo
“mientras ella trasvasaba agua en un sueño...

Nuestros sueños más profundos necesitan ser regados, cultiva-
dos y plantados en la realidad exterior. Cada vez que trabajamos
con el inconsciente a través de la imaginación activa o de la medi-
tación, «regamos nuestros sueños». Los alimentamos y los conec-
tamos con la consciencia, redimiendo por este acto potencias que
permanecerían ocultas para así poder usarlas en nuestras vidas,
Por el hecho de poner muestras fantasías inconscientes en contacto
con nuestras intenciones conscientes, liberamos el espíritu prisio-
nero en la materia, liberando también intuiciones nuevas y visio-
nes que habíamos encerrado en lo más profundo de nuestro in-
consciente, para que pueda florecer a la realidad. Damos vida en
el aquí y el ahora a ideas y sueños cautivos en las «torres de la ra-
zón». Al hacerlo, transformamos no sólo nuestra persona, sino
también la naturaleza. En otras palabras, cambiamos ambos: la
calidad de nuestras vidas personales y el carácter del inconsciente
colectivo. En este lugar sagrado donde se juntan las aguas y la tie-

421

ee

Jung y el Tarot

ra, tanto lo personal como lo universal son «tocados» y transfor-
mados.

Es evidente que las aguas con las que trabaja la mujer sufren
un cambio por este acto. Contenidas en las dos urnas, parecen ha-
ber sido tocadas por una nueva vida, de manera que el chorro que
sale fluye con nueva energía. Por el hecho de ser trasvasadas, las
aguas han quedado purificadas y aireadas. Ahora, el aire, el agua,
el fuego y la tierra se mezclan de manera nueva y distinta. Psicoló.
gicamente hablando, los cuatro clementos de la psique han sido
recargados y vivificados por el contacto con el eros, esto es, con el
sentimiento. Parece adecuado que el elemento más señalado aho-
rasca el agua, pues el agua, según dice Jung, «ocupa una posición
intermedia entre lo vol y fuego) y lo sólido (tierra), ya que
puede presentarse en las dos maneras, líquida y gaseosa, así como
también en la forma sólida del hielo».

La Mujer Estrella parece triste, quizá añade alguna de sus lá-
grimas a las aguas que manipula: las lágrimas limpian y purifican.
Limpian el polvo que la vida deposita en nuestros ojos, para que
seamos capaces de mirar el mundo con más claridad. Decimos a
veces que nos encontramos «deshechos en lágrimas» o «rotos» por
la emoción. Cuando lloramos desaparecen nuestras preocupacio-
nes superficiales, de modo que podomos volver a ver el brillo de
muestro verdadero valor. Los aspectos rígidos de nuestra persona-
lidad se funden, dejándonos más receptivos y maleables. Cuando
nos sentimos inundados por la emoción, la tiniebla existente entre
cl consciente y el inconsciente desaparece y podemos ver nuevas
imágenes surgir del inconsciente. Algunas de ellas son terribles,
otras en cambio son portadoras de luz, pero ambas traen nueva
energía y poder.

Al principio, nos sentimos ahogados por la inundación repen-
tina. La Mujer Estrella, dado que es también una criatura de la
profundidad, lo comprende, y por eso separa y mezela las aguas
con tanto cuidado y amor. Por naturaleza es inconsciente. Muy
pronto desaparecerá clla misma en el agua, que es su elemento, de-
jando al héroe huérfano de su ayuda, totalmente solo, en el mun-
do silencioso de los seres elementales para que haga frente como
mejor sepa a las profundidades monstruosas. El héroc se verá su-
morgido en la mayor oscuridad, donde tendrá que luchar con las

422

La Estrella: Un rayo de esperanza

aguas antes de que pueda emerger a la luz de un nuevo día, renaci
do y bautizado,

Quizá el pájaro negro que podemos ver en el fondo de la lámi-
na nos trae la premonición de que ésto es su destino, dado que los
pájaros, simbólicamente, son mensajeros de los dioses. Mientras
el pájaro permanezca en esta lámina, podemos saber que existen
los dioses y que se preocupan por la vida nueva de este planeta
Como el cuervo de Elías, este pájaro puede dar alimento y susten-
to al héroe atormentado. Como la paloma de Noé, es también
portador de la esperanza en una tierra prometida.

Parece que el pájaro csté abriendo sus alas para elovar su cuer-
po por encima de la tierra, No va a abandonar la tierra de manera
permanente, dado que es una criatura del jardín que también se
alimenta con sus frutos y sus aguas. Por mucho que vuele hacia la
Juz, como lo hace, siempre se ve obligado a retornar a su humilde
nido; y sea cual sea la región celestial que alcance, siempre debe
llevar consigo su propia negrura. Las alas que le transportan en
cuerpo y alma a las regiones desconocidas, le pertenecen; a dife-
rencia de las de Ícaro, no son un apéndice artificial adherido con
cera, predestinado a fundirsc con el sol. Las plumas del pájaro son
una parte integrante de su propia naturaleza; están diseñadas es-
pecialmente para desafiar a los elementos. Pronto el pájaro, al
elevarse por encima de la tierra y permanecer sin ningún esfuerzo
en cl aire, alcanzará cada vez más altura, hasta que parezca llegar
a las estrellas, Mientras el héroe piensa en ello, reza para que un
dia él también sea capaz de aprender a confiarse a las alas del espi
rita, de un modo tan sencillo y natural como lo hace el pájaro.

Confía ser capaz de explorar las regiones del aire y de la luz,
sin perder el contacto con su hogar terrenal, y, al igual que el pája.
ro, moverse con facilidad entre et cielo y la tierra. Por ahora, sin
embargo, hay mucho trabajo que hacer todavía

Parece significativo que los alquimistas se relirieran a sus obras
como a la Gran Obra. Hoy en dia hablamos también de «trabajar
con un analista» o de «trabajar nuestros sueños»: cada vez que ha-
emos un trabajo de éstos con el inconsciente, destilumos su esen-
cia. Este trabajo es un tipo de meditación activa; no hay guía ni
dogma escrito, tampoco hay fórmulas proscritas. Como podemos
ver, la Mujer Estrella no consulta ningún libro: sencillamente tra-

423

nn

Jung y el Tarot

baja con los materiales que le ofrece la naturaleza. Los alquimistas
decían que «la imaginación es la estrella en el hombre, el cuerpo
celestial o supercelestial». Jung crefa también que la propia imagi-
nación podía ser la estrella que nos guiara en nuestro trabajo con
el subconsciente. No dejó escritas reglas para la meditación creati-
va así como tampoco sugirió imágenes específicas hacia las cuales
tuviera uno que dirigir el pensamiento. Jung sentía que el ritmo de
cada psique individual era ünico y que cada uno tenía que trabajar
con las imágenes que le presentara el subconsciente, siguiendo los
ritmos propios de cada naturaleza.

Los métodos de la imaginación activa, así como de los trabajos
de Jung sobre los sueños, no son ninguna «asociación libre». En la
asociación libre, como su nombre indica, uno utiliza las imágenes
originales como plataformas de despegue hacia vuelos fantásticos
que pueden conducirle muy lejos de la idea central. Por ejemplo:
podemos empezar con la imagen de «estrella» y eso nos conduce
hacia «estrella de cine»; de ahí saltamos a «Hollywood», «celuloi-
de» y asi sucesivamente en una trayectoria sin fin. Por el contra-
rio, el método de ampliación propuesto por Jung sigue un curso
circular: manteniendo la imagen central original, se mueve alrede-
dor de ella por su periferia, ampliando su sentido por analogía y
contraste, utilizando las asociaciones que proceden de ella y que
permanecen ligadas a ella, como los radios de una rueda. En el
método de Jung las imágenes secundarias giran alrededor de la
imagen principal, como lo hacen los planetas dibujados en la Es-
trella: giran alrededor de su sol central, El movimiento circular de
Ja Mujer Estrella, que de una manera repetitiva mezcla y trasvasa
nos ilustra elocuentemente acerca de la manera de trabajar con los
materiales inconscientes tal y como lo sugiere Jung.

La Mujer Estrella subraya la naturaleza autónoma de la psi
que. Ni siquiera esta diosa de la naturaleza tiene poder para con-
trolar el libre fluir de las aguas, lo que es un fenómeno natural que
opera independientemente y cuyo movimiento y dirección están
dominados por la gravedad. Muy significativamente, no hace nin-
gún esfuerzo para dirigir el curso del arroyo, acepta las aguas
como llegan, tratando sólo con las que ella es capaz de tomar en
sus dos pequeñas vasijas. A través de su acción produce un cambio
por pequeño que sea en el carácter y la cualidad de este arroyo. La

424

La Estrella: Un rayo de esperanza

técnica de la imaginación activa de Jung afecta de la misma mane-
ra la corriente del inconsciente.

‘Como nos demuestra la Mujer Estrella, esta forma de medita-
ción no es de ninguna manera un proceso pasivo. Aunque no opere
ningün control en la dirección y el fluir del arroyo, no está tampo-
co ahi sentada, permitiéndose ser hipnotizada por su música.
‘Como sugiere el término de Jung «imaginación activa», ella inte-
acta de una manera imaginativa con las aguas, rclacionándolas
con su punto de vista terrenal.

Jung sugiere, de manera similar, que no debemos aceptar nun-
ca pasivamente lo que una figura procedente del inconsciente pue-
da decir o hacer, como si fuera el evangelio que nos entregaran
desde arriba. Como acabamos de ver, las figuras arquetipicas, al
igual que los seres humanos, poseen características positivas y ne-
gativas. Algunas veces nos ofrecen su consejo, algunas veces dicen
tonterías, otras veces incluso pueden sugerirnos diabluras. La in-
tención de Jung es que hagamos frente a estos tipos arquetípicos
activa y directamente, haciéndoles preguntas o presentándoles
objeciones, exactamente como lo haríamos con un desconocido
que apareciera de repente ofreciéndonos consejo y sugerencias.
Sólo a través de un rápido diálogo en el cual ambos, el consciente
y el inconsciente, encontraran modo de expresarse, podemos es-
perar resolver nuestros conflictos y problemas de manera práctica
y humana. Al realizar este intento es importante que actuemos so-
bre él, puesto que la función de este tipo de meditación es la de
ayudarnos a encontrar una vía creativa en la vida diaria, más que
el usar de una meditación como un escape soporifero de la misma.

Algunas veces, sin embargo, el problema con el que nos vemos
enfrentados parece insoluble, inasequible a través de cualquier ac-
ción. En estos casos es asombroso ver cómo, al alcanzar una ar-
‘monia interior, automáticamente resolvemos nuestros problemas
exteriores, Así como la Mujer Estrella, mediante su acción, pro-
duce un cambio por pequeño que sca en el carácter y la cualidad
del arroyo, de la misma manera la imaginación activa produce
cambios milagrosos en la corriente principal del inconsciente. O,
para usar otra analogía. el inconsciente colectivo es como un gran
mar lleno de peces arquetípicos en el que cada pez que es traído a
la luz ayuda de esta manera a aliviar la densidad de las oscuras

425

Jung y el Tarot

aguas de abajo. No es tanto el número de los pescadores lo que

cuenta (y en todo caso son relativamente pocos), lo realmente im.
portante es que cada habitante de las profundidades llegue a ser
conocido € identificado y que mayores áreas del mar sin fondo
scan exploradas y conocidas. La imaginación activa de Jung es un
cambio que conduce a esta exploración.

Como aclara la Mujer Estrella, esto no es una técnica grupal,
sino algo que hay que hacer cn soledad, pues, después de todo.
sólo a través del individuo surgen nuevas ideas. Después, estas
ideas pueden ser adoptadas por el público en gencral, y su influen-
cia sembrada cn el mundo. Como los artistas, músicos, escritores
y científicos han testificado, la «expedición inicial de pesca» cs
‘mejor en soledad, Se trata de una ceremonia privada cuyos miste-
rios pueden comprobarse tan sólo dentro de los ámbitos secretos
de la psique.

Los comentarios de Jung sobre el significado de este misterio
en el desarrollo del hombre, tanto cultural como individual, pare
‘cen muy adecuados .

«A medida que crece la importancia de la vida interior, de-
crece el valor del significado de los misterios públicos de la an-
tigliedad. Poseer un misterio da estatura, provec de identidad
y asegura que uno no se verá sumergido entre la masa... El
misterio es algo csencial para la experiencia de uno mismo
como personalidad única, distinta de otras, y para el creci-
miento a través de los conflictos repetidos.»?

Los misterios representados en la Estrella no se pueden com-
partir con nadie, ni siquiera con nuestro propio intelecto crítico
Llegado a este punto del viaje, el héroe, regido porel intelecto, ha
tenido poco contacto con su lado imaginativo, Por esta razón la
Mujer Estrella brilla para él ahora. Hay una máxima cabalística
que dice: «Cuando hayas encontrado el comienzo del camino. la
estrella de tu alma mostrará su luz», Por fin parece que nuestro
héroe ha encontrado el comienzo del camino.

Antes de dejar la Estrella, parece útil contrastarla con la carta
anterior, subrayando algunas cosas comunes a ambas, de modo
que podamos relacionarlas entre sí. En ta Torre de la Destrucción

426

La Estrella: Un rayo de esperanza

vimos dos figuras humanas lanzadas forzosamente fuera de su edi-
ficio. Estaban atónitas, manipuladas y pasivas. Toda la acción en
la carta procedía del cielo (tradicionalmente el reino del espíritu,
del Logos, y de la energía yang). La forma fálica de la torre subra-
ya el principio masculino, indicándonos que los dos habitantes eran
prisioneros de sus aspiraciones intelectuales y del ansia de poder,
vivían muy por encima de las sensaciones de su naturaleza animal
y terrenal, habían perdido contacto con el suelo de su ser, así como
con Jas fluidas aguas de su naturaleza interior. La luz de la visión
intuitiva quedaba bloqueada fuera de sus vidas por la corona ma-
ciza que remataba su morada. Estaban vestidos de manera tradi-
cional, símbolo de su personalidad o de su status social, pero estos
vestidos solamente servían para mostrar cuán ridículos eran, su-
rayando lo inadecuado de la humana pretensión frente a los po-
deres elementales de la naturaleza. Los vestidos de las dos figuras
eran casi idénticos, cosa que sugiere que ninguno de ellos poscía
un fuerte sentido de su naturaleza única; ni siquiera su identidad
sexual estaba clara.

En la Mujer Estrella, todo vestido hecho por el hombre, as
como toda pretensión, ha sido eliminado revelando de esta mane-
ra a una mujer individual, desnuda y expuesta a los elementos.
Aunque pueda estar poco atenta al destino de las estrellas que hay
sobre su cabeza, no está de ninguna manera pasiva. Como ya he-
‘mos observado, está actuando. Suyo es el reino de la tierra y del
agua, símbolo del principio femenino del eros. A diferencia del re-
lámpago que irrumpió violentamente para romper, explotar y des-
truir, la Estrella prodiga una luz suave y pasiva cuya influencia cal-
may cura,

En la Torre, las dos figuras se hallaban tan atónitas por el true-
no procedente del cielo y tan preocupadas, que no podían observar
lo que les sucedía. Sin embargo, después de la tormenta, el héroe.
desposeído e inactivo, se abre a nuevos conocimientos. Al ob-
servar a la Mujer Estrella, se maravilla ante su útil y consciente
desnudez. Expuesta a sí misma y a toda la humanidad, no hace es-
fuerzo ninguno por ocultar sus imperfeccciones ni acentuar su as-
pecto positivo. Sin vergiienza ni orgullo se acepta a sí misma y a la
circunstancia en la que se halla. No hace esfuerzo ninguno por su-
bir, parece absorta en su trabajo, no como algo que conduzca a un

427

ee

Jung y el Tarot

fin sino como algo útil e interesante en si mismo. Se ofrece y se de-
dica por completo a la situación que le ha presentado la vida.

A medida que el héroe la observa, empieza a aceptarse a sí
mismo y a lo desesperado de la situación. Empieza a darse cuenta
de que esta aceptación es necesaria para el cambio, de que es, de
hecho, la única motivación para todo cambio. Comprende ahora
cómo antes, vestido como una pesona y prisionero en la torre de
las racionalizaciones y defensas, no sólo escondía su propia natu-
raleza a los demás sino que lo hacía también ante sí mismo. Encas-
tillado como un habitante de la torre, no podía saber quién era
realmente 0 cómo se encontraba en relación con los hechos ele-
mentales de la vida. Ahora, toda la energía que anteriormente de-
dicaba a defenderse y aparentar, se encuentra libre para observar
el universo de una manera más objetiva y hallar así su verdadero
lugar en dl.

À medida que contempla a la Mujer Estrella en su ciclico tras-
vase, empieza a comprender que el viaje hacia la consciencia es en
sí mismo un proceso circular, continuo. Tan pronto como descu-
brimos, reconocemos e integramos un aspecto que se hallaba es-
condido en el lado oscuro, surge otro, también desconocido,
irrumpiendo a la luz. Cada vez que repentinamente nos llega un
rayo de luz, como sucedió trágicamente en la carta anterior, éste
trae consigo un contenido arquetípico nuevo para su asimilación e
integración. El héroe empieza ahora a ver su viaje como una serie
tales descubrimientos, seguidos de períodos de relativa calma para
su integración, Ya no ve el relámpago como un acto irracional de
los dioses, un inmerecido castigo caído del cielo como venganza
Por sus muchos pecados. En su lugar, acepta la situación presente
como parte de un designio lleno de sentido, una necesidad, un
cambio, una oportunidad. En lo más profundo de su corazón bri-
lla un rayo de luz que iluminará sus sufrimientos haciéndolos acep-
tables.

Su sufrimiento os agudo, no puede negarlo. y ya no luchará
por hacerlo. Comienza a entender que solamente a través de esta
angustia, de esta herida, su ego débil y pagado de sí mismo puede
ser empujado hacia adelante en el viajo hacia el si-mismo. Ya no
se siente alienado; se siente, por fín, incluido en los modelos de la
vida misma. Jung describe este tipo de experiencia de la siguiente

428

La Estrella: Un rayo de esperanza

manera: «Ya no se siente uno como un punto aislado en la perife-
ria, sino como el Uno en el centro. Solamente la consciencia sub-
jetiva permanece aislada; en cuanto se relaciona con su centro, se
integra en la plenitud, encontrando en el sufrimiento un lugar
tranquilo més allá de todas las complicaciones».*

Mirando hacia atrás, hacia los sucesos de este viaje, hasta aquí
donde nos hallamos ahora, el héroe empieza a descubrir en los
acontecimientos aparentemente casuales muchos temas repeti-
dos. Puede observar cómo su propio péndulo físico se balancea
constantemente entre los opuestos, intentando encontrar el equi-
librio, y cómo su desamparada humanidad solicita una ayuda ines-
perada procedente del inconsciente. Por ejemplo, cuando el Ena-
morado se vio enfrentado con su lado femenino, fue inspirado por
Eros para conseguir llegar a ser el rey que condujera el Carro.
Cuando se vio enfrentado con el enigma de la Justicia y sus plati-
llos y su espada, encontró ayuda en una entrevista más personal
con el amable Ermitaño. Desanimado por las vueltas sin fin de la
Rueda de la Fortuna, fue capaz de encontrar reservas nuevas de
encrgía con la Fuerza. De manera similar, cuando quedó como
Colgado y después descoyuntado por el oscuro ángel de la Muer-
te, después se vio ayudado por el ángel de la Templanza. Ahora
siente que las humillaciones sufridas en el Diablo y la Torre se ali-
vian con las aguas curativas de la Estrella,

Si el Destino le hubiera provisto del mapa del viaje que utiliza-
mos nosotros, en este momento sería capaz de conectar la Estrella
con las dos cartas que están inmediatamente por encima de ést
en la primera fila, la Emperatriz, que representa a la Gran Madre
en su aspecto positivo de madre Naturaleza, cuya imaginación
creativa aportó toda vida a la realidad, y, por debajo de ésta, en la
Rueda de la Fortuna, la esfinge, que representa a la Gran Madre
en su fase más negativa, frenando a toda la libido encadenada a su
voluntad. Ahora, en la Estrella, podemos ver cómo se libera esta
libido del círculo repetitivo de la Rueda para que pueda actuar li-
bremente y de manera creativa.

Mientras en la Rueda los animales estan encadenados y disfra-
zados, de una manera que podrían llamarse mejor travestidos de
humanos, la Mujer Estrella es un ser independiente, capaz de tra-
far su destino de manera específicamente humana. La Estrella nos

429

Jung y el Tarot

enseña a través de nuestra imaginación creativa cómo podemos li-
berarnos de lo que nos liga a un modelo cíclico, para que podamos
vivir nuestra vida de modo individual, Como los planetas, estamos
sujetos a órbitas específicas por un poder que se encuentra más
allá de nuestro control; pero dentro de nuestras fronteras, cada
uno de nosotros está destinado a brillar de una manera única.

De acuerdo con el viejo retrán, «lo que el alma imagina... su-
cede sólo en el pensamiento; lo que Dios imagina, sucede en la
realidad», al ayudar al héro a armonizar las imágenes de su alma
con la naturaleza, la Estrella le procura una nueva realidad; al co.

nectar al héroe con la imaginación creativa del mundo, propiedad
divina, está llenando su vida de un nuevo significado y un muevo
propósito.

THE MOON

Fig. 74 La Luna (Tarot marsellés)

21. LA LUNA:
¿DONCELLA O AMENAZA?

¡Un lugar salvaje, tan sagrado y encantado
como nunca antes bajo la luna menguante.
rá una mujer, lamentándose por su de-
monfaco amante!

Coleridge

La carta dieciocho nos presenta un paisaje desolado, aterra
dor, terrorífico visto a la oscura luz de la luna (fig. 74). Frente a
nosotros, en las sombrías aguas, un cangrejo de río con sus tenazas
extendidas parece interceptar nuestro Camino. Fuera del agua
(quizá un estanque) dos perros ladran furiosos, guardando el acce-
so a las dos torres de oro que marcan la entrada de la Ciudad Eter-
na, destino del héroe,

Como en la Estrella, el héroe no aparece en la lámina. Su ego
intelectual se halla todavía sumergido, y, si ello es posible, cayó
más profundamente en la depresión, pues no aparece ninguna
gura humana que le ayude a salir de la oscuridad, Psicológicamen-
te, esto significa que ha perdido e] contacto con cualquier aspecto
de su propio ser humano. Sumergido ahora en los niveles del reino
animal. está tan inmerso cn el acuoso inconsciente como lo está el
prehistórico cangrejo de río prisionero en el estanque. Ninguna
mano alcanza a prestarle ayuda, ninguna estrella ilumina su cielo.
Este es el momento más negro de su viaje.

Parece que se halla perdido en el inmenso desierto cuyas are-
nas amarillas se extienden en todas direcciones, donde ni siquiera
árboles ni arbustos pueden vivir. Para confirmar lo dicho, dos pe-
queñísimas plantas doradas aparecen dibujadas a lo lejos, pero no

433

ST

Jung y el Tarot

son verdes como aparecerían cn la naturaleza. indicando quizá
que hay que verlas más simbólica que literalmente, Su color dora-
do insinua las doradas flores de la inmortalidad, ese preciado ga-
lardón ofrecido tradicionalmente a los héroes de las antiguas mito-
logías. El hecho de que estas dos plantas existan en realidad o sean
solamente una visión nos es inaccesible por el momento. Nuestro
héroe no las alcanzará hasta que haya cruzado las aguas y haya pa-
sado entre los dos perros que ladran

Que se vean dos plantas, dos perros y dos torres. reitera la «pa-
ridad» que, como ya hemos observado. marca el advenimiento de
nuevos contenidos que surgen por primera vez desde el incons-
ciente. El territorio que sc halla al otro lado del agua es una tierra
desconocida, un país inexplorado hasta ahora. Avanzar por este
lugar de terrores abismales y de promesas infinitas requiere un
gran coraje, Esta transición que ahora debe afrontar el héroe debe
pasarla desnudo y solo. Dejando atrás el mundo familiar, debe
aventurarse ciegamente y sin seguridad ninguna de llegar a las to-
Fres que le hacen señas en lontananza

El héroe no puede volverse atrás. Expulsado de la torre mun-
dana de las ideas convencionales, despojado de Ja Estrella, se en-
cuentra entre dos mundos, en una especie de tierra de nadie, sin
ningún puente a la vista que haga su travesía más fácil, Es un re-
chazado de la civilización, esto es, de toda la humanidad. Como
un animal, puede someterse a su destino confiando en que su ins-
into animal le ayudará,

Se necestia coraje y fo para actuar como lo hizo Abraham: ale~
jarse «de tu pueblo, de tus seres queridos, de tu hogar, en busca de
Ja tierra a la que te conduciré» (Gen. 12-1). Nuestro héroe necesi-
ta más fe todavía, ya que no puede ofr la voz del Señor. Su única
esperanza sc halla en el enfrentamiento con la oscura luna rodos
da por un arco iris, símbolo de esperanza. Como hace la luna al te-
nacer de la oscuridad para brillar de nuevo, va a transformarse a sí
mismo para renacer de la noche de terror. Encontramos otros ac-
cidentes en el cielo que no son propicios, pues las gotas multicolo-
res que aparecen (a diferencia del maná que caía del cielo a la tie-
rra para alimentar a los habitantes de la torre) se dirigen de la tierra
al cielo. Es como si la Diosa Luna, como una madre devoradora,
llamara hacia sí toda la energía creativa de la tierra, dejándola de-

434

La Luna: ¿Doncella o amenaza?

solada y vacía. El héroc se siente desposeido, hipnotizado por el
cangrejo que acecha desde las pantanosas aguas del foso,

Para el héroe, éste es el momento de la verdad, un tiempo de
terror y miedo. La experiencia de este momento es conocida para
todos aquellos que han hecho el viaje de la autorrealización. Los
místicos lo llamaron «la negra noche del alma». En los mitos y le-
yendas aparece como «el viaje a través del oscuro mar». Es allí
donde tradicionalmente el héroe. al igual que Jonás en cl vientre
de la ballena, tiene que sobrevivir al monstruo que puede devorar
su consciencia y retenerlo cautivo. En términos psicológicos. esto
simboliza su victoria sobre los aspectos devoradores del incons-
ciente, los cuales absorberfan su consciencia, resultando de ello
una psicosis,

En la Luna, la atracción regresiva de la Madre Naturaleza está.
simbolizada por el cangrejo de río que vive en las profundidades y
que anda hacia atrás. por los alaridos de los perros y por la misma
luna, los cuales parecen succionar las encrgías del héroe, dejändo-
le totalmente debilitado para cualquier acción que se proponga

La Diosa Luna es bruja, y a su vez embruja, Como Luna puede
convertir a un ser en «lunático». Al igual que Circe, su magia pue-
de convertir a los hombres en cerdos y, al igual que Medusa, su
mirada hipnótica puede paralizar la voluntad.

No debemos olvidar que Artemisa, la benigna diosa luna, es
prima y compañera de Hécate, la negra bruja de los caminos cuyos
perros salvajes podrían. después de despedazar al héroe, enviarle
rabiando y echando espuma por la boca hacia una noche perpe-
tua. Tal enfrentamiento puede significar la muerte espiritual o
presagiar el renacimiento. Solamente en las regiones del mayor te-
rror puede encontrarse el tesoro dorado,

El motivo de los perros como guardianes del mundo inferior se
conoce desde siempre. La entrada al mundo védico, al reino de
‘Yama, estaba custodiada por dos perros. También cn la mitología
griega la entrada a las regiones infernales estaba guardada por el
can Cerbero, el perro de tres cabezas, Tradicionalmente, el héroc
no debe de matar al animal. ha de encontrar otros caminos para
llegar a ponerse de cuerdo con su lado instintivo para proseguir en
su búsqueda. Orfeo consiguió dormir al can Cerbero con la ayuda
de sulira. La Sibila que condujo a Encas a través del infierno. hizo

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