paradigma central es la visión mecanicista de Newton, Descartes y Laplace, que describe
un mundo determinado por una inalterable cadena causa-efecto, en que el presente
establece enteramente el futuro; en cambio, la mecánica cuántica desarrollada desde
inicios del siglo 20 por Planck, Einstein, Bohr, Heisenberg y especialmente en la obra de
Erwin Schrödinger What is the life, se afirma que los objetos microscópicos como
partículas, átomos y moléculas así como las entidades macroscópicas que estos
conforman, presentan una correlación probabilística que constituye parte integral tanto
de su compleja organización interna como de su energía, actividad, comunicación y
equilibrio dinámico con las demás estructuras de la naturaleza.
Esta aseveración —pese a haberse verificado experimentalmente en innumerables
ocasiones y corroborado por su masivo empleo en electrónica, en comunicaciones, en
computación y en un sinnúmero de aplicaciones en todos los ámbitos de la sociedad—
es cuestionada por el pensamiento clásico que, a diferencia de la indeterminación
estructural del mundo cuántico, describe un universo continuo, predecible, causal,
indiferente ante la energía y sin interacción entre sus partes. Esto establece una conjetura
axiomática indemostrable que, al no aceptar entre sus leyes las bases estadísticas de la
evolución del universo y de la vida, la visión determinista de las teorías newtonianas que
se generalizó en la ciencia a partir del siglo 18, es considerada hoy en círculos del saber
formal un cuerpo de creencias metafísicas carentes de un real formalismo científico que
las legitime.
Aunque no existen investigaciones de importancia científica que contradigan que las
partículas microscópicas poseen una indeterminación intrínseca descrita por Heisenberg
en el Principio de Incertidumbre de 1925, que limita la posibilidad de conocer sus
propiedades dinámicas indexadas como posición, momento angular, velocidad, etc., la
causalidad afirma que los sucesos del mundo macroscópico poseen soluciones analíticas
exactas que, obedeciendo las rígidas reglas de la física clásica, harían posible
determinarlos con absoluta precisión. De este modo, las herramientas de la ciencia se
utilizan para interpretar a uno u otro mundo, pero no pueden aplicarse a ambos, pues
estas son excluyentes y las que funcionan en uno no funcionan en el otro y menos aún
en sus interacciones. No obstante, en el universo estadístico e indeterminado que
establece la mecánica cuántica, las relaciones de incertidumbre introducen un límite
infranqueable a la precisión con que se pueden medir los parámetros indexados de una
partícula microscópica, siendo imposible establecer simultáneamente su posición y
velocidad con la precisión que queramos y menos aún determinar los parámetros
conjugados de una propagación ondulatoria o sus interferencias, pues dichos fenómenos
no tienen cabida en el determinismo aún a nivel macroscópico; por ejemplo: un electrón,
junto con su velocidad macroscópica, posee un movimiento ondulatorio adicional que
incrementa o disminuye su energía cinética según sus interferencias sean constructivas
o destructivas cuando absorbe o emite energía, por lo que no existe una relación
determinista exacta que describa el momentum de una partícula subatómica y su
velocidad angular.