Clemencia (mon): Padre, vos sabes que eso no es verdad. Escuchar
los gritos de sus madres, de esas esposas y el triste llanto de esos
pobres niños, ¿no te dicen que las fibras rotas por tu puñal en el fondo
de sus almas son tan sensibles como las nuestras?
Roque(Martín:) ¡calla clemencia! Tienes una voz persuasiva que me
lo harías creer, ¿Qué pensaría el general Rosas de su servidor?
¡Cómo se burlarían de mi mis compañeros. Hoy no quiero escucharte,
hoy no que sobre todo Manuel Pueyrredón, ese bandido, a quien jure
matar, esta entre nosotros invisible. ¡qué locura!. Este corazón está
lleno de odio y ya no cabe en el piedad. Escucha sino esta historia:
“hace unos meses entre a oír una misa en la iglesia del Socorro…”
Clemencia (mon): ¡Padre! Entraste a la casa de Dios con las manos
manchadas…
Roque ( Martín): ¿de sangre? ¿Por qué no, si es sangre de unitarios,
esos enemigos de Dios? Como decía,
“apenas había comenzado la misa, un hombre arrodillado, me mira
con desprecio, con tan solo esa mirada, pude darme cuenta que era
un unitario.
Al salir de la iglesia, lo vi entrar a una casa pequeña. En la noche de
ese día, aquel hombre con dos niños en los brazos, al lado de su
mujer, me acerque hacia él y hundí mil veces mi puñal en su
corazón…”
¡Clemencia! ¡Hija mía! ¿Qué tienes?
Narrador (cati): clemencia al oír esa historia tan cruel fue a caer a los
pies de su protectora, elevando hacia ella las manos con angustia.
Clemencia (mon): Nunca es tarde para esa infinita misericordia, la
hora del arrepentimiento no ha llegado todavía. A favor de las sombras
de la noche, fui a buscar aquella casa que había nombrado mi padre.
Al llegar a la casa, había una mujer, pálida y enflaquecida, con un
bebe recién nacido entre sus brazo, un niño de 6 años y uno a penas
de 4 años.