Módulo: 1
Unidad: El lenguaje, la importancia de expresarse correctamente
Así pues, si te ves en la imperiosa necesidad de escribir un texto, primero recuerda que nadie es tan
bueno ni tiene tanta experiencia como para no detenerse un pequeñito lapso y decidir: ¿qué voy a
cocinar hoy?, ¿una sopita de fideo o unos chiles en nogada? Al colocarte frente al reto del papel en
blanco —metáfora del actual documento nuevo en la pantalla de la computadora—, lo que debes
hacer es quitarte lo presumido, recuperar tu humildad, saber qué es lo que quieres escribir, recordar
las reglas elementales de la gramática y arroparte entre los brazos de la sencillez. Un lenguaje
rebuscado, absurdo, barroco, pretencioso, súper intelectual, no necesariamente te dará como
resultado un buen texto, pues muchas especies y cantidades exageradas de pimienta no son
sinónimo de un suculento guiso.
Mejor sigue los secretos de la cocina: sencillez, paciencia y orden.
Al escribir un artículo, un reportaje, un texto, un reporte, un curso, tu intención debe ser redactar
ideas claras de una manera correcta. Y para eso, lo infalible es conocer y seguir la receta.
Al redactar —ya con esta actitud de disponibilidad—, el consejo más antiguo y que aplica a todos,
es no olvidar lo que te enseñó tu miss de primaria: la puntuación. Existen «autores» que dicen: «ay,
es que a mí me encantan las comas». No señor, las comas no pueden gustar o disgustar, van las que
van y se acabó. Es parecido a si un cocinero dijera, «ay, es que a mí me encanta la sal, le pongo
mucha sal para darle un estilo propio».
En el arte de escribir, ni las comas, ni los puntos suspensivos —ningún signo de puntuación—, ni
los tiempos, ni los gerundios ¡por favor, cuida los gerundios, que son peores que el chile de árbol!
—, ni los solecismos, ni los barbarismos, ni las anfibologías —aquí ya vamos como en quinto de
primaria—, ni las hipérboles, ni la sintaxis, ni la ortografía, ni ninguno de estos ingredientes tan
indispensables para un buen platillo escrito, se usan al libre arbitrio, o lo que es lo mismo, al gusto
del cocinero. Existen reglas, y debes seguirlas. Y si bien podrías romperlas —ya que toda norma es
susceptible de ello—, hay que ver qué organismo es capaz de no indigestarse con tu guisado.
No hay peor texto que aquel que, con una válida pero equivocada intención de parecer muy
elaborado, abusa de las comas, de los punto y coma, de los puntos suspensivos; aunque parezca
increíble, infinidad de veces los textos más «elevados» carecen totalmente de estructura en su base:
la oración. Sin meternos en términos gramaticales, sin presentar tratados de lingüística
desesperantemente difíciles para el individuo común, hay que aprender a respetar la oración, a
preparar un arroz, por ejemplo, no metiendo comas entre sujeto y predicado.
Recuerda, pues, las bases, las recetas de Chepina, trata de pensar claro y escribirás claro, trata de
tener sentido común y verás cómo logras un texto sabrosón. Por último, un gran consejo para saber
si tu texto es bueno: dale una leidita en voz alta, antes de entregarlo o presentarlo. Si tu voz se
traba, si tú mismo no entendiste lo ya escrito, si las frases son tan largas que tu respiración se
paraliza, si ya no sabes si vas o vienes o si te parece raro, vuelve a redactar, corrígelo. Esto es,
sigue probándolo hasta que a ti te convenza el sabor.
La perfección, el oficio, el buen manejo de una artesanía, se logra con el uso —y la práctica
constante— de herramientas simples, inequívocas, amigablemente sencillas. Búscate tus libros de
español —aquéllos con la portada de la Patria o los otros de colores— y encuentra el uso de la
coma, del punto y coma, de los puntos suspensivos, la diferencia entre oración y frase y el uso
© Texto reproducido únicamente con fines didácticos para su análisis documental dentro de la formación profesional. Los derechos de autoría
corresponden al titular de la obra, recomendando la adquisición integral del texto para profundizar en el pensamiento del autor y los avances
en el campo disciplinar al que se enfoca su trabajo.
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