Lecturas reflexivas

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Compendio de literatura


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¿CUÁNTO GANAS AL DÍA?
- Papi , ¿Cuánto ganas por hora?- Con voz tímida y ojos de admiración, un
pequeño recibía así a su padre al término de su trabajo.
El padre dirigió un gesto severo al niño y repuso: - Mira hijo, informes ni
tu madre los conoce. No me molestes que estoy cansado
• Pero Papi, - insistía - dime por favor ¿Cuánto ganas por hora?
La reacción del padre fue menos severa. Sólo contestó - Cuatro soles por
hora.
• Papi, ¿Me podrías prestar dos soles? - Preguntó el pequeño.
El padre montó en cólera y tratando con brusquedad al niño le dijo:
• Así que, esa era la razón para saber lo que gano. Vete a dormir y no
molestes, muchacho aprovechado.
Había caído la noche. El padre había meditado sobre lo sucedido y se
sentía culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo. En fin, descargando
su conciencia dolida, se asomó al dormitorio de su hijo. Con voz baja
preguntó al pequeño:
• ¿Duermes, hijo?
• Dime, Papi, - respondió entre sueños.
• Perdóname por haberte tratado con tan poca paciencia; aquí tienes el
dinero que me pediste, - respondió el padre.
• Gracias, Papi - contestó el pequeño y metiendo sus manitas debajo de la
almohada, sacó unas monedas.
• Ahora ya completé. Tengo cuatro soles. ¿Me podrías vender una hora
de tu tiempo? - preguntó el niño.
EL AMOR Y LA LOCURA
Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades del
hombre. Cuando el aburrimiento bostezaba por tercera vez, la locura
como siempre tan loca propuso: "Vamos a jugar a los escondidos". La
intriga levantó el ceño extrañada y la curiosidad sin poder contenerse
preguntó:
¿A los escondidos? ¿Y eso cómo es?

Es un juego, explicó la locura, en que yo me tapo la cara y comienzo a
contar desde uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden, y cuando
ya haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre,
ocupará mi lugar para continuar el juego. El entusiasmo bailó secundado
por la euforia y la alegría dio tantos saltos que terminó de convencer a la
duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no
todos quisieron participar, la verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué? Si
al final siempre la hallaban, y la soberbia pensó que era un juego muy
tonto, en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de
ella, y la cobardía prefirió no arriesgarse.
Uno, dos y tres, empezó a contar la locura.
La primera en esconderse fue la pereza que como siempre, que como
siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino. La fe subió al cielo
y la envidia se encontró tras la sombra del triunfo, quien por su propio
esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que encontraba
le parecía maravilloso para alguno de sus amigos, que si un lago cristalino
para la belleza; que si la hendija de un árbol: perfecto para la timidez; que
si el vuelo de una mariposa: lo mejor para la voluptuosidad, que si una
ráfaga de viento: magnífico para la libertad, y así terminó en ocultarse en
un rayito de sol.
El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio,
ventilado, cómodo, pero solo para el. La mentira se escondió en el fondo de
los océanos, mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris, y la
pasión y el deseo en el cuarto de los volcanes. El olvido, se me olvidó donde
se escondió, pero, eso no es lo importante, Cuando la locura estaba
contando 999.999, el amor aún no había encontrado sitio para esconderse,
pues todo estaba ocupado, hasta que al fin divisó un rosal y enternecido
decidió esconderse entre sus flores.
Un millón contó la locura y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue
la pereza solo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó a la fe
discutiendo con Dios sobre zoología y a la pasión y el deseo las sintió en el
vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la envidia, y claro, pudo
deducir donde estaba el triunfo. El egoísmo no tuvo ni que buscarlo, el
solito salió de su escondite, resultó ser un nido de avispas.
De tanto caminar, sintió sed y al acercarse al lago descubrió la belleza, y
con la duda resultó todavía más fácil, la encontró sentada cerca sin decidir
aun de que lado esconderse.

Así fue encantando a todos. El talento, entre la hierba fresca, a la angustia,
en una oscura cueva, a la mentira, detrás del arco iris, mentira si estaba en
el fondo de los océanos, y hasta encontró al olvido, ya se le había olvidado
que estaba jugando a los escondidos.
Pero solo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de
cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en las cimas de las montañas,
y cuando estaba por darse por vencido divisó un rosal, tomó una horquilla
y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto, un doloroso grito se
escuchó. Las espinas habían herido los ojos del amor. La locura no sabía
que hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta
prometió ser su lazarillo, Desde entonces, desde que por primera vez se
jugó a los escondidos en la tierra: El amor es ciego y la locura siempre lo
acompaña.
LA VERDADERA HISTORIA DE LA MUJER
.
Cuenta una leyenda que al principio del mundo, cuando Dios decidió crear
a la mujer, encontró que había agotado todos los materiales sólidos en el
hombre y no tenia más de que disponer.
Ante este dilema y después de profunda meditación, hizo esto:
Tomó la redondez de la luna, las suaves curvas de las olas, la tierna
adhesión de la enredadera, el trémulo movimiento de las hojas, a esbeltez
de la palmera, el tinte delicado de las flores, la amorosa mirada del ciervo,
la alegría del rayo del sol y las gotas del llanto de las nubes, la inconstancia
del viento y la fidelidad del perro, la timidez de la tórtola y la vanidad del
pavo real, la suavidad de la pluma del cisne, y la dureza del diamante, la
dulzura de la paloma y la crueldad del tigre, el ardor del fuego y la
frialdad de la nieve.
Mezcló tan desiguales ingredientes, formó a la mujer y se la dio al hombre.
Después de una semana vino el hombre y le dijo:
Señor, la criatura que me diste me hace desdichado, quiere toda mi
atención, nunca me deja solo, charla intensamente, llora sin motivo, se
divierte en hacerme sufrir y vengo a devolvértela porque NO PUEDO
VIVIR CON ELLA.
Bien, contestó Dios y tomó a la mujer.
Pasó otra semana, volvió el hombre y le dijo:
Señor, me encuentro muy solo desde que te devolví a la criatura que hiciste
para mi, ella cantaba y jugaba a mi lado, me miraba con ternura y su
mirada era una caricia, reía y su risa era música, era hermosa a la vista y
suave al tacto. Devuélvemela, porque NO PUEDO VIVIR SIN ELLA.
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