NOTAS
[1] Aurelius Augustine, Confessions [Confesiones], 152 (VII, 18).
[2] Ibíd., 170-171 (VIII, 8).
[3] Ibíd., 177-178 (VIII, 12).
[4] Ibíd., 178 (VIII, 12).
[5] C. S. Lewis, Surprised by Joy: The Shape of My Early Life [Sorprendido por la alegría:
el perfil de mis primeros años], (New York: Harcourt Brace and World Inc., 1955), 237.
Publicado en español por editorial Andrés Bello, 1994.
[6] Estadísticas presentadas en Ron Sider, The Scandal of the Evangelical Conscience [El
escándalo de la conciencia evangélica], (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2005), 18-28.
[7] www.barna.org/FlexPage.aspx?Page=BarnaUpdate&BarnaUpdateID=170, en línea,
consultado el 5 de mayo del 2008.
[8] En este libro, no haremos una distinción significativa entre la imagen de la concepción
y la imagen del nacimiento. Hasta las personas precientíficas del primer siglo sabían que
los niños estaban vivitos y coleando antes de nacer. Sin embargo, los escritores bíblicos
no hicieron mucho hincapié en los detalles de la gestación al hablar del nuevo
nacimiento. En general, cuando ellos (y nosotros) hablamos del nuevo nacimiento, nos
referimos más ampliamente a la nueva vida que surge, ya sea que uno piense en el
momento de la concepción o el momento del nacimiento.
[9] Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion [Institución de la religion cristiana]
(Philadelphia: The Westminster Press, 1960), 538 (III, 1, 1). Publicado en español por
Fundación editorial de la literatura reformada, 4.
ta
edición, 1994.
[10] www.christusrex.org/www1/CDHN/baptism.html, en línea, consultado el 30 de abril
de 2008.
[11] Calvino, Institución de la religion crisitana.
[12] “Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste
lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo
ojo que se compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino
que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que
naciste. Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres
te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive! Te hice multiplicar como
la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus
pechos se habían formado, y tu pelo había crecido; pero estabas desnuda y descubierta.
Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y
extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto
contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía (Ez. 16:4-8).
[13] Clarence Thomas, My Grandfather’s Son: A Memoir [El nieto de mi abuelo:
Memorias], (New York: HarperCollins, 2007), 51.
[14] Efesios 1:13: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu