Amigos, hoy es un gran día: soy una
gallina, y ya tengo nombre. Si queréis lla-
marme, gritad, "¡Carolina!"
Después, mis hermanos dijeron también
cómo se llamaban. Cuando terminaron,
todos los del patio nos dieron felicitaciones.
Y enseguida comenzó la fiesta de celebrar
nombres.
Duró todo el día: charlamos, reímos,
jugamos al corro, con mucho cuidado, para
no pisar a ninguna hormiga. Pero, sobre
todo, cantamos canciones con voces distin-
tas.
Era para oírlo: trinaban los pájaros, los
gatos maullaban, zumbaban las moscas,
nosotros, gallos y gallinas, cacareabamos...
Y algunos bichitos, que no tenían voces,
cantaban por dentro. Por ejemplo, todas las
hormigas, y las mariposas, y las mariqui-
tas, y los caracoles.
El amigo perro dirigía el coro meneando
el rabo.
Lo crean o no, resultó precioso.
slo
POBRE PICO-FINO
UN dia mi madre miró a Pico-Fino con sus
ojos serios, y dijo:
—Pico-Fino, hijo, debes comer más. No
has crecido mucho. Ya sabes qué ocurre si
un gallo no es fuerte.
Mi hermano tembló. Los demás pusimos
caras de estar asustados. Y mi madre dijo:
—Debes comer mucho.
Y desde ese día él comió y comió.
Siempre le dejäbamos los granos mejores,
los tiernos, los dulces, y los más jugosos.
Pero no crecía,
Todas las mañanas mi madre tocaba su
cuerpo, y se daba cuenta que nunca engor-
daba. Miraba su cresta, y no era más roja,
medía las plumas que tenía en la cola, y no
eran más largas.