“Todo israelita tiene una parte en el mundo venidero, como
está escrito: Y tu pueblo todos ellos justos, para siempre
heredarän la tierra; son ellos renuevos de mi plantio, obra de
mis manos”
(Pirkei Avot, 1)
“Vaya, oh mi pueblo, a la ciudad sagrada, nuestros días son
un nuevo porvenir. Y subamos a la ciudad sagrada, ella es
fiel a su pueblo”.
(Janin, de los cantos de Babel, S. XVIII)
“Tres obsequios lindos hizo Dios a Israel: la Torá, Eretz Israel
y el mundo venidero”.
(Berajot 5)
“Eretz Israel fue cuna de la civilización de Israel y de las
religiones que salieron del judaismo”.
(Ketubot 111)
Hacia ISRAEL
DESDE LAS TEFILOT
En Babel, después de la destrucción del Beit Hamikdash y el exilio,
surge una nueva forma de vivir la religión. Surge una nueva
Comunidad judía. Una comunidad que ya no dependía de edificios ni
de los korbanot (sacrificios) ni de los cohanim (sacerdotes).
Desde ese momento, se enraíza la fuerte convicción de que donde
uno, dos, tres o diez personas judías estuvieran reunidas en nombre
de Dios, allí podría percibirse la presencia divina
A partir de entonces, el que tenía un corazón especial, conocimiento
para transmitir, y una vida ejemplar, podía ser un rabino, es decir,
un maestro. Y los que se reunían en la búsqueda compartida de
Dios, se convirtieron en una “sinagoga”, en una comunión de
personas con un objetivo en común. Entonces, ya no podían ser
destruidos porque su fortaleza estaba en su corazón y no en un
Templo.
Es allí, fuera de Israel, en Babel, donde se reinventa el culto y un
modo de ser judío que no dependiera sólo de la Tierra. Se
establece la lectura pública de la Torá, la explicación (que después
deviene en el Talmud), y la oración (el rezar)
Y luego, cuando los iehudim vuelven a lerushalaim, tanto ellos como
los que se quedan en Babel continúan estas nuevas tradiciones
Entonces el cambio es definitivo
Durante más de 2000 años estuvo nuestro Pueblo lejos de su amada
Tierra, Israel. Pero nunca dejó de pensar en ella ni de recordarla.
Año tras año, a lo largo de esos dos mil años, todos los judíos,
dispersos por los confines del mundo, rezaron tres veces al día, y en
muchas de sus tefilot se referían a la esperanza que tenían de volver
a lerushalaim. De hecho, hacia ella miraban (y aún hoy miramos)
para rezar y pedir por su paz y bienestar.
Tres veces por día pedimos en nuestro rezo "haznos volver a Sion’ y
en cada festividad pedimos a Dios que nos haga retornar a Jerusalem
(por ej. En Pesaj al final del Seder o en lom Kipur en el último toque
de Shofar).