la liberación de la patria, la política, la belleza o simplemente el
vodka, como en el caso de Denis Davídov; otros, en cambio, tienen
fines lejanos: Dios, la vida de ultratumba, el bien de la humanidad,
etc. Los mejores son realistas y retratan la vida como es, pero, dado
que cada una de sus líneas está impregnada, como de un zumo, de
la conciencia de su objetivo, nosotros, además de sentir la vida
como es, sentimos también cómo debería ser, y eso es lo que nos
cautiva.
¿Y nosotros? Nosotros representamos la vida como es, punto y
final… Más allá no conseguirá que vayamos, ni siquiera con una
fusta. No tenemos fines ni inmediatos ni lejanos, y en nuestra alma
reina el vacío absoluto. Carecemos de convicciones políticas, no
creemos en la revolución, no tenemos Dios, no tememos a los
fantasmas; en cuanto a mí, ni siquiera temo la muerte y la ceguera.
Quien no quiere, no espera y no teme nada, no puede ser un artista.
Poco importa que se trate de una enfermedad o no; en cualquier
caso, debemos reconocer que nos encontramos en una situación
espantosa. No sé qué será de nosotros dentro de diez o veinte
años; quizá entonces las circunstancias sean diferentes, pero por
ahora sería imprudente esperar de nosotros algo bueno,
independientemente del hecho de que tengamos o no talento.
Escribimos como máquinas, siguiendo la costumbre según la cual
unos trabajan para el Estado, otros se dedican al comercio y otros
escriben…
Grigoróvich y usted piensan que soy inteligente. Sí, soy
inteligente, por lo menos hasta el punto de no ocultarme mi
enfermedad, de no mentirme a mí mismo y esconder mi vacío bajo
harapos ajenos.
(A Alekséi Suvorin, Mélijovo, 25 de noviembre de 1892).
Liberarse de la violencia y de la mentira
No soy un liberal, no soy un conservador, no soy un progresista,
no soy un monje, no soy un indiferente. Me gustaría ser un artista