Y así fue como empezó el que sería el viaje más divertido que recuerde de
un grupo de compañeras a un congreso en la ciudad de las Casas Colgadas.
Casi tanto como nosotras. Y no lo digo por sujetar papeles en el corcho con
una aguja, que eso es de lo más habitual… Por cierto, si algún día vais a una
planta de hospital donde tengan chinchetas disponibles, ese sitio no es de fiar.
Fueron pasando los días, los turnos, los ingresos y las altas (y algún que
otro exitus), y en la lista cada vez éramos más: «Puri, Satu, Marga, Susi,
Chusa, Dolo?, Pitu, Isabel, Ana María y Olga». Si me vais a preguntar, sí,
Dolo ha puesto un «?», y es que siempre hay alguna compañera que pone un
signo de interrogación junto a su nombre al anotarse en una lista de la planta,
sea para lo que sea. Y el mismo día de ir a la cena o de subir al tren, le
preguntas y todavía no sabe si va o no… Todas tenemos a una así en la
unidad, pero la queremos igual. Y Ana María se ha tenido que tachar porque
tiene a la suegra ingresada. La que no se ha apuntado es Luchi, la
supervisora, y no lo hace por miedo. Sabe que si se inscribe somos capaces
de montarla en el AVE de Barcelona, sin pasaporte, y como es poco viajada,
no sabría volver y sería nuestra oportunidad de deshacernos de ella… Sale
poco de casa, pero a pesar de que le estuvimos insistiendo durante días no se
ha apuntado… y eso que a ella le dan el día y no contratan a nadie para
sustituirla. Ya veis lo imprescindible que es. Puri llegó incluso a escribir su
nombre en la lista para presionarla y por las risas en los relevos de la planta,
pero se borró con un gran manchurrón de típex. Qué sosa es.
Llegó el 1 de mayo y Puri, que estaba de turno, fue la encargada de
arrancar la lista y poner fin al plazo.
—Al final, ¿cuántas vamos?
—Las de la lista. Y a la que no se ha quitado el interrogante la doy por
anotada.
—Pregúntale por WhatsApp, Puri… Ya sabes cómo es…